Escapando de la popularidad [...

By Ross_N

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Roscoe Rain tiene todo para ser popular: un físico envidiable, un buen auto, dinero, un puesto asegurado en e... More

Sinopsis.
Prólogo: Razones para ser popular.
1. Topanga.
2. Propuestas.
3. Lasaña incinerada.
4. A total eclipse of the piña colada
5. Aduladora.
6. Consejos de media noche.
Nota de la autora.
8. Cigarrillos, debates y dibujos.
9. Tú deberías saber.
10. Planes, horarios y fusión de géneros.
11. Don trasero perfecto vs. Espagueti guys.
12. Una llamada curiosa.
13. Fieras molestas.
14. Un Impala 67 y un nuevo lugar favorito.
15. Apuestas y disculpas.
16. Joana, Jolene, Joyce.
17. No.
18. Nuevo presidente.
19. Prisionero de un beso.
20. Juego de niños.
21. Todo.
22. La verdad.
23. Encuentros inesperados.
24. Te quiero.
25. Cambios de puestos, bates y bolas de pelo.
26. ¡No me choques el auto!
27. Tweets, cubos de Rubik y visitas.
28. Escapes y bienvenidas demasiado cálidas.
29. Estancado.
30. 18.
31. Un reto.
32. Smoothies.
33. Ir al grano.
34. Japón no tiene comparación a Naboo.
35. Evaluación de pretendiente.
36. Mala suerte y reclamos.
37. Leer en compañía.
38. No es una batalla.
39. Solo tú.
40. El último giro [último capítulo]
Epílogo: un nuevo Padawan.
Agradecimientos (EDLP)
Labios sabor a cereza [LVDDLP 2.5]
Capítulos extras
Grupo de lectores

7. La solución.

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By Ross_N

N/A: Señoras y señores, hola ¿qué tal? ¿cómo les va?

Lo sé, lo sé… “¿Qué haces aquí? ¿Y tus notas? ¿Dejaste el liceo?” pues no, pero les vengo con un nuevo trato… porque resulta que al concentrarme y terminar toda mi tarea el día que la mandaron me di cuenta que ciertamente el liceo es más fácil que nada. Aun así, necesito prestarle atención… pero tengo este capítulo, que escribí en un fin de semana loco de inspiración, así que… aquí está, tengo varios de todas las novelas de hecho (los profesores tienen algo contra mí, cuando renuncio a publicar por un mes no me manda una mierda de tarea, les da la gana de enfermarse y no ir y no dar clases -.-)

Así que… ahora estaré publicando una semana sí y una semana no. Sinceramente creo que es un mejor trato que el mes completo (además de que un mes sin ustedes… yo tampoco puedo, chicas y chicos).

Espero que disfruten el cap, los amo :D

 _____________________________

—Entonces no es una cita —repitió Shelsy de nuevo al teléfono.

—No, sí es una cita —Roscoe gruñó internamente, lo había dicho sin pensar—. Una cita de amigos, amigos… ya sabes, para no ir solos, vamos juntos, será divertido… eso espero —estaba sentado en la mesa de la cocina mientras Lo le preparaba el almuerzo, tenía los pies sobre el mesón—. Em… Noah estará ahí —se rascó la nuca nerviosamente y luego resopló azotando su mano contra la mesa—. ¿Quieres ir al baile o no?

—Sí quiero, fuiste tú el que te enredaste con lo de la cita, no-cita —Shelsy se rió— ¿Pasas por mí?

—Paso por ti —acordó él—. Tengo… algo que decirte.

—¿Qué?

—Te lo diré luego —se aclaró la garganta—. En el baile, ¿sí?

—Sí —ella trató de no chillar de felicidad—. Te espero, Roscoe.

—Adiós, nena.

Colgó el teléfono y lo dejó sobre la mesa, se pasó las manos por la cara y resopló. Había pensado miles de veces como sería decirle a Shelsy que estaba enamorado de ella, bien, entonces él tenía un plan. Estaba todo calculado y no dejaría escapar nada. Lo le golpeó los zapatos, haciéndolos caer al instante al piso con brusquedad.

—¿Quién te crees? —interrogó enojada—. ¿Un camionero? Deja ese mal hábito, Roscoe ¡Y no me hagas esa cara, que te vas a quedar así! —lo acusó con un dedo cuando Roscoe amenazaba con hacer una mueca en respuesta a su reprimenda.

Le pasó la mano por el pelo y lo alborotó.

—¿Cuándo vas a cortarte el cabello? —le preguntó poniendo el plato de comida frente a él.

—Cuando muera —murmuró. Lo volvió a darse la vuelta.

—¿Qué has dicho? —interrogó tocándose la base del oído incrédula—. Repítelo, Roscoe Dominique Rain.

—Que… que cuando tenga tiempo —se encogió de hombros—. Un día de estos, será pronto.

—Ajá, eso creí.

Lorena se dio la vuelta y volvió a sus asuntos.

(…)

En casa Shelsy miraba la nada con una estúpida sonrisa en su cara. El día no podía ir mejor; sus hermanos estaban todos fuera de casa y para el almuerzo solo eran ella y su madre, Roscoe la había invitado a una no-cita y aunque era una esperanza casi vacía para ella, le causaba gran emoción. Así se encontraba balanceando el celular en sus manos mientras su madre la miraba por el rabillo del ojo mientras colaba la pasta. Giro su cabeza para verla con sus ojos verdes brillantes entornados.

—¿Por qué tan feliz? —indagó con cierto tono suspicaz Terri Wilson.

—Roscoe me invitó a una no-cita —chilló de emoción—. Es algo entre amigos, pero no sé… ¡Me emociona! —se rió dejando el celular sobre la mesa y miro a su mano.

Terri se volvió y la miró.

—Vaya… —suspiró y se puso un mechón castaño de cabello detrás de la oreja—. Cariño, voy a decirte algo… y espero que lo consideres ¿de acuerdo?

—Vale…

—No creo que sea sano para tu corazón seguir de esta manera —su madre puso una de sus frágiles manos en su hombro—. Has estado enamorada de ese chico por cinco años y jamás le has dicho lo que sientes… es casi irreal. ¿Cuándo será el día en que no te vea callar tus sentimientos, Shelsy?

—Lo hago por el bien de nuestra amistad —susurró ella muy seria—. Es lo que cualquiera haría.

—¿Has considerado como te sientes tú? —su madre resopló y negó con la cabeza—. ¿Qué pasará el día que Roscoe conozca a una chica que no seas tú y que lo vuelva loco? Estarás pensando, amando y deseando a un hombre que no es tuyo… mi niña, no es correcto.

—Lo sé —asintió—. Lo tengo claro.

Shelsy sintió que su corazón se astillaba. No es que no lo hubiese pensado un millón de veces… lo había hecho, lo había pensado y casi siempre terminaba llorando. Cuando Roscoe tuvo su primera novia, ella lloró por una semana… pero cada vez que los veía ponía su mejor sonrisa, no es como que odiara a la chica, Prue Silver era una adorable chica, con una linda sonrisa y buen gusto en música, no podía darse el lujo de odiarla porque simplemente ella no se lo merecía. Roscoe se divertía con ella y mientras él fuera feliz, Shelsy fingía que también lo era… esa era exactamente el problema; no podía fingir para siempre.

—¿No te parece que la razón por la que estás enamorada de Roscoe es porque no te has dado la oportunidad de conocer a otros chicos? —interrogó su madre apartando el pelo de su cara, intentando ver los ojos cafés de Shelsy—. Conoces a Noah, a Roscoe y hasta ahí llegan tus amigos de tu edad ¡Cariño, hay más gente allá afuera! Más chicos que estarían agradecidos con que simplemente les dedicaras una sonrisa.

Shelsy se rió, pasó su mano por la línea debajo de sus ojos y se mordió el labio antes de hablar.

—¿Estás insinuando que quieres que consiga un novio?

—Tal vez —su madre se encogió de hombros—. Hay chicos lindos en tu instituto ¿a que sí?

—No lo he notado mucho —se encogió de hombros—. Eso creo.

—Pues… si ese baile es una no-cita, no será mala idea que bailes con alguien más, que te diviertas incluso que coquetees con alguien —su madre hizo un puchero gracioso—. Eres joven, tienes diecisiete, habrá tiempo para enamorarse perdidamente cuando estés en los veinte ¿vale?

—Vale —Shelsy estuvo de acuerdo—. Igual… no dejaré a Roscoe.

—No digo que lo hagas, Roscoe es un amor, un amigo genial —Terri rió y volvió a trabajar con la pasta—. Y tú sabes que son amigos, no puedes dejarlo no importa lo que pase o quien se interponga, amigos son amigos, en las buenas y en las malas, se requiera o no.

Shelsy sonrió para sí misma… era hora de dejarlo ir. Su madre tenía razón, había un montón de chicos allá fuera; lindos, graciosos, inteligentes… tal vez no a simple vista pero ¿quién dice que no existen? Ella ya conocía a Roscoe, solo hacía falta encontrar a uno al que ella le gustara. Los chicos no son difíciles, eso es lo que te dices a ti misma porque en el fondo eres demasiado insegura, tienes miedo al rechazo y la mayoría de las veces no sabes cómo manejar la situación, pero son humanos, comunes y corrientes, unos con más defectos que virtudes pero al final del día, cada quien tiene un lado bueno.

Shelsy buscó dentro de su closet un vestido azul que Blair Rain le había regalado el día de su cumpleaños número dieciséis, amaba los regalos de Blair, tenía un gusto único y exquisito, le había regalado en total una colección completa para una noche especial. Siempre que Shelsy necesitaba un consejo de moda iba con ella, sabía que jamás le diría que no o no sabría qué hacer. Pensó entonces que llamarla en ese momento se vería muy sospechoso, porque iba a salir con su hermano, así que en lugar de llamar a Blair llamó Molly Pointer, la hermana de Eugene Pointer y antigua vecina de los Rain. Antes de que se fuera a la universidad, solían tener charlas largas sobre chicos, que en el caso de Shelsy solo era sobre Roscoe. Se había vuelto buenas amigas con el tiempo, si no podía llamar a Blair por un consejo de moda, entonces llamaría a Molly.

—Zapatos negros, definitivamente —acordó Molly.

—Sí, voy a descartar los azules —dijo ella volviéndolos a tirar en el armario—. Sabes, estaba considerando lo que ha dicho mi madre.

—Deberías —dijo Molly—. En serio deberías, nunca en tu vida has tenido novio ¡Nunca! Ni siquiera una cita real.

—¡Sí tuve una cita real! —porfió Shelsy cruzándose de brazos—. Roger, cuando tenía trece, tuvimos una cita en la pista de patinaje.

—Sí, lo dejaste en medio de la pista de patinaje porque Roscoe te llamó —Shelsy casi podía ver a Molly poner los ojos en blanco—. Y sé que quieres mucho al chico ¡pero vamos! No es como quieras casarte con él ¿verdad?

—No —murmuró Shelsy.

—Bien, porque no te recomiendo salir con un chico que fue tu amigo en la infancia —aconsejó Molly—. Es extenuante —se burló riendo.

Shelsy alcanzó a oír un “¡Escuché eso!” proveniente de Luther en el fondo. Molly había estado saliendo con Luther por dos años, habían sido amigos pero no tan cercanos como Roscoe y Shelsy. Shelsy pensó que a ellos no les dio miedo acabar con su amistad porque ellos sabían que se gustaban, Luther siempre lo insinuó y Molly siempre lo rechazó directamente. No era una amistad, después de todo, podría decirse que habían sido pareja antes de que siquiera se dieran cuenta. Y lo más importante es que Molly había salido con otros chicos antes de hacerlo con Luther, ella tenía otras experiencias, había congeniado con otros chicos.

Shelsy se rió y golpeó su cabeza contra la almohada.

—Supongo que tienes razón —murmuró débilmente—. Bien, si necesito algún consejo extra sobre chicos, te llamaré.

—Mejor aun; si necesitas que te presente a alguien, solo dilo —Molly se rió—. Luther me está molestando, me voy. Suerte, linda.

—Adiós.

Molly colgó la llamada.

Shelsy se dijo a sí misma que lo hacía por su bien, aunque no se sintiera nada bien tener que olvidarlo de esa manera. Siempre había estado en su mente como el chico porque el que haría cualquier cosa, pero una vez la misma Blair Rain le había dicho: Los chicos nunca son el fin del mundo, ni ningún problema lo es, el mundo seguirá ahí, a menos que un meteorito venga y arrase con todo, en tanto no haya meteorito, la vida sigue.

Era manera divertida de verlo, pero era correcta a su parecer.

(…)

En su habitación, Melanie se preparaba para el baile; usaba un lindo vestido color rojo con pequeños detalles de encaje en color negro, un brazalete dorado adornaba su muñeca y ella le sonreía al espejo mientras peinaba sus rizos rubios. Su plan para la noche era hablar con Roscoe todo lo que durara hasta persuadirlo de salir con ella; una cita y entonces él estaría completamente loco por ella. O al menos era lo que esperaba, jamás había tenido que hacer un plan para atraer a un chico, sus dos últimos novios habían venido a ella sin que tuviera que esperarlo.

Diego fue el más directo, ella notó que no paraba de mirarla en clase de historia, entonces fue por él y le preguntó por qué la miraba tanto, le hizo un montón de acusaciones. Entonces él sacó de su casillero el dibujo que había estado haciendo de ella… y se lo regaló. Desde entonces la dibujaba en clase de historia, empezó a dibujarla también en francés y cuando hacía deporte. La dibujó subiendo la cuerda al estilo comic, a ella le encantó.

Su padre entró a su habitación abruptamente sin tocar la puerta. Melanie se dio la vuelta y frunció el ceño.

—¿Por qué entras así? —interrogó—. Hablamos de esto.

—Claro —bufó él—. Tu privacidad, lo entiendo, solo que no me acostumbro. Jamás me has guardado nada.

—Lo sé, es un poco tonto, pero jamás lo he hecho y tal vez jamás lo haga, así que puedes estar tranquilo —ella cogió su abrigo de la silla del tocador y se lo colocó, en unos minutos Mason estaría allí para llevarla al instituto—. ¿Qué quieres?

—Mira —su padre le mostró una carta—. Tu prima Abby de Irlanda te mandó una carta. Es muy lindo que ustedes mantengan esa costumbre, Mel —su padre le sonrió y movió su cabeza con aprobación, se fue dejando la carta en sus manos.

¿Abby? Hablaba con Abby por e-mail, era una cosa extraña que le hubiese enviado una carta. Pero le picaba la curiosidad, así que abrió la carta de papel verde claro con cuidado. Realmente parecía una carta de Abby, tenía la dirección, el remitente, todo. No era una carta, pero sí un dibujo, tenía una firma en la esquina del papel y una descripción detrás de la hoja.

«El primer día» decían las letras detrás del papel. La firma era de Diego, con la O abierta y la D elegante como solo él sabía hacerlas. Era un dibujo a color de Melanie, estaba inclinada sobre el pupitre, escribiendo para, seguramente, un examen de historia, sus ojos concentrados y estaba sosteniendo el dije de su collar entre sus dedos como siempre hacia cuando no sabía dónde poner la mano izquierda y estaba pensando mucho en otra cosa, también se mordía el labio inferior, los cuales estaban pintados de un color rosa suave y brillante, su brazalete dorado se encontraba en su mano, como siempre y en el fondo solo había pintado la ventana.

A Melanie le faltaba el aire, pasó los dedos sobre él, en las esquinas y los bordes de su cintura. Era un dibujo de Diego y como siempre, era hermoso. Tragó el nudo de su garganta y volvió a doblarlo, mintiéndolo de vuelta en el sobre y aunque sabiendo que se encontraba sola en su habitación, miró a todos lados para cerciorarse de que nadie la viera. Lo guardó en una caja de zapatos vacía y luego escondió la caja en lo más profundo de su armario. Si su padre se lo encontraba por casualidad (y con lo metiche que era) ella no iba a saber que decirle y probablemente se lo quitara, cosa a la que ella se resistiría y entonces estallaría la tercera guerra mundial.

La bocina del auto de Mason la hizo saltar de un susto. Trató de calmarse, tomó su celular que descansaba sobre su colcha y se lo metió en el bolsillo de la chaqueta negra. Salió de la habitación con la cabeza gacha intentando evitar a su padre. Pasó rápidamente por la sala pero al verlo ahí sentado en el sillón supo que había fallado.

—¿Qué dice la carta de Abby? —interrogó el hombre levantando sus ojos hacia ella.

—Que… todo bien allá, la tía Monique cada vez más loca, el tío Robert cada vez más cuerdo, ella sigue saliendo con Franco y… bueno, los niños están muy bien.

—Que bueno ¿le escribirás de vuelta? —preguntó—. Deberías.

—Tal vez lo haga —se encogió de hombros—. Sí, a lo mejor.

La idea de Roscoe estaba cada vez más metida en su cabeza, ella iba a olvidar a Diego a como diera lugar, sin importar cuantos dibujos le mandase… de igual manera iba a quedárselos, los dibujos de Diego siempre la hacían feliz. No por él… sino por ella misma.

(…)

Melanie había hecho bien su trabajo; se encargó ella misma de ordenar los adornos, de supervisar las pancartas, de redactar el discurso de la directora, de coordinar los asientos, las mesas de bebidas y bocadillos, de contratar al DJ y pasarle una lista de canciones preferidas por el público y todo lo hizo corta de presupuesto, con el tiempo sobre ella. Si había alguien que se preocupara por este tipo de eventos, era ella. Le gustaba que todo fuese a su manera y como no había nadie más que fuera tan dedicada en esos asuntos, los demás simplemente seguían sus órdenes. Le gustaba manejar, controlar y perfeccionar, Melanie era la clase de chica que todo el mundo quería en su comité de preparación de bailes y otros eventos. Era parte del club de debates, tesorera en el consejo estudiantil, administraba la página web del instituto, la preferida de la directora; te metías con ella y todo el instituto te caí encima. Era la chica de oro de Midwood.

Ella entró por la puerta como si le perteneciera el lugar, porque de hecho, lo hacía. Llegó doce minutos tarde de la hora pautada, porque es elegante hacerse esperar. Inmediatamente su grupo de amigas la rodearon, atribuyéndole elogios y halagos acerca de lo que usaba. No es que a ella le gustase presumir, nunca le dio demasiada importancia a la suerte que tenía con su situación económica, era un bonus para ella. Pobre o rica, Melanie siempre sería del modo en que era, porque ella consideraba ese algo propio, como algo con lo que naces, lo tienes o no, no importa quién seas.

Estuvo por una hora buscando la cabellera oscura de Roscoe entre el gentío que se movilizaba desde la puerta de entrada del gimnasio hasta la pista de baile. Él no llegaba y ella estaba empezando a impacientarse, si había algo que le molestase era que las personar se retrasaran, el límite para llegar elegantemente tarde eran doce minutos, una hora sobrepasaba y rayaba en la irresponsabilidad.

Cuando Roscoe por fin entró al gimnasio de Midwood, donde se celebraba el baile, le pareció que había entrado a otra dimensión; con todos los adornos dorados elegantes colgando del techo en espirales, con más adornos en la entrada y el frío que lo dejaba paralizado. Todo era demasiado elegante para él. No era un baile de gala, porque lo que él llevaba jeans negros, una camiseta azul de botones y una chaqueta negra, gracias a Dios, porque hacía frío.

Miró a Shelsy que se encogía de hombros y sonreía. Le había parecido que ella estaba preciosa, pero no se lo dijo porque no quería hacerlo más incómodo. Le había advertido a Noah lo que iba a decirle a Shelsy, había tenido que hacerlo, puesto que no había nadie más que lo escuchase practicar su discurso durante dos horas vía celular.

—Y… —Shelsy caminó entre la gente de la pista junto a Roscoe— ¿qué querías decirme? —interrogó. 

—Te lo diré luego ¿sí? —Roscoe hizo una mueca y extendió su mano para ayudarla a salir del tumulto cuando llegaron a al fondo de la pista—. Cuando sean las diez, te veo en el estacionamiento.

—¿Vas a decirme un secreto nacional?

—Algo así —Roscoe se rió.

—¿Los federales te persiguen? —Shelsy le tomó la chaqueta y se acercó—. Roscoe ¿qué hiciste? —preguntó seriamente.

Roscoe se inclinó hasta susurrar en su oído.

—Robé un banco —confesó él muy seguro—. Es en serio.

Shelsy se rió y lo golpeó en el pecho.

—¿Para qué robarías un banco? Eres rico.

—Mi padre es rico.

—Sí, sí, niño rico.

Se quedaron en el rincón viendo a los demás bailar, porque no era algo que ellos disfrutaran, bailar no era lo suyo, pero eran de esas que cantaban cada canción que pasaba el DJ, era la mejor parte de los bailes para el trío; cantar a todo pulmón en un rincón donde se encuentran los que no saben bailar. Roscoe perdió a Shelsy de vista un minuto cuando fue al baño. Aprovechó ese momento y le dijo a Noah que estaría en el estacionamiento, le encargó avisarle a Shelsy. Eran casi las diez, el daba vueltas y pateaba piedritas mientras repetía una y otra vez lo que le diría.

—Oye, te estaba buscando.

Roscoe levantó la cabeza. Giró para ver a la chica de vestido rojo que le sonreía con las manos atrás de la espalda.

—Oh, hola —murmuró—. ¿Qué haces aquí afuera?

—Pues te invité a este baile con la esperanza de pasar tiempo contigo y no te vi en toda la noche —se encogió de hombros acercándose a él—. Simplemente decepcionante.

Roscoe no puso contener las ganas de sonreír.

—¿En serio? —se rió… pero rápidamente sacudió su cabeza—. Yo… lo siento, estaba con Shelsy y Noah.

—¡Ah! Vale —Melanie asintió—. Sabes, me gusta lo sincero que eres.

—¿Eso a que viene?

—A que me has dicho que no —Melanie torció una mueca—. Nadie me dice que no y aun no lo supero.

—Supongo… que alguien tenía que ponerte los pies en la tierra, ¿eh linda?

Melanie se rió, sonrojada pasó de él y se colocó sobre uno de los pequeños muros que marcaban un espacio para estacionarse. Roscoe se colocó detrás de ella… Melanie era hermosa. El tipo de hermosa que vez por la calle y te llama la atención debido a lo extravagante que es, ese cabello rubio y esa linda sonrisa… si tan solo él no estuviera enamorado de Shelsy.

Entonces una idea lo golpeó; estaba a punto de arruinar su amistad cuando podía salir con otra chica y olvidarse de su amor por su mejor amiga.

¿Quién dice que el chico que se enamora de su mejor amiga tiene que ir por ella a como dé lugar? A veces, dejar las cosas como están y continuar es la solución.

—Melanie —la llamó Roscoe—. Sabes… creo que una cita no estaría mal, quisiera retractarme de ese “no” que te di.

La rubia sonrió satisfecha.

—¿Estás jugando conmigo?

—Estoy tratando de coquetear contigo, no lo arruines —Roscoe se pasó una mano por el pelo y sopló hacia arriba los mechones que le caía en la frente.

De repente Melanie quiso peinarlo, pero ella recordaba la advertencia de Blair Rain acerca de eso.

Se aclaró la garganta y puso de nuevo sus manos detrás de su espalda.

—Entonces… ¿cuál es tu movimiento? —Interrogó Melanie suspicazmente.

—¿Mi movimiento? —inquirió él.

—Sí —ella asintió—. Ya sabes, ese movimiento que usas con las chicas, tu jugada, tu táctica —hizo un además moviendo las manos hacia ella misma—. Úsalo conmigo, a ver, que tan bueno eres.

—Oh, claro —Roscoe frunció el entrecejo para pensar—. No hay una pared cerca, me temo —se encogió de hombros.

—¿Para que necesitas una pared? —Melanie soltó una pequeña risa.

—Pues, es que siempre pongo mi brazo en la pared, tratando de parecer rudo —se encogió de hombros—. Creo que es la que más funciona.

Melanie saltó del pequeño muro y se paró frente a Roscoe.

—¿Quién podría creerte rudo? —interrogó incrédula.

—Te sorprendería —Roscoe se inclinó hacia adelante, queriendo intimidarla—. Puedo ser muy oscuro y misterioso cuando quiero.

—Si tú lo dices, Rain —Melanie se encogió de hombros.

—Así es, Duncan.

Melanie se acercó más y enroscó su brazo con el de Roscoe, sonriéndole como ella lo hacía cuando estaba feliz y complacida por algo. Roscoe fue tan amable de devolverle la misma sonrisa; estar con Melanie era diferente a estar con Shelsy. No podía contarle a ella las cosas que le contaba a Shelsy, pero al no saber Melanie sus secretos, Roscoe se sentía menos vulnerable, como si pudiese hacer lo que quisiese sin tener que temer que ella viniese con alguna broma.

Shelsy miró su reloj, eran las diez con uno, entonces corrió afuera para ir a ver a Roscoe… lo que vio la hizo reafirmar su posición de seguir adelante. Roscoe le sonreír a Melanie mientras hablaban animadamente… y Roscoe no le sonreía a cualquier persona, ella sabía mejor que nadie que para que Roscoe le sonriera a un extraño, a alguien fuera de círculo de amistades y de su familia, debía haberle causado gran impresión. Shelsy sonrió porque él estaba sonriendo.

Noah salió detrás de ella, esperanzado, él creía que vería una escena romántica entre sus mejores amigos… pero solo se encontró con Shelsy recostada de una de los muros de la entrada con los brazos cruzados y sonriendo, mirando a Roscoe mientras mantenía un conversación muy animada con Melanie Duncan. Se pasó las manos por el cabello y miró a su amiga.

—Am… lo siento, Shelsy —murmuró colocando una mano sobre su hombro—. Sé que tú…

—No —ella se colocó firme sobre sus pies y volteó a ver a Noah—. Está bien —puso las manos sobre sus hombros y le sonrió mientras lo apretaba—. Está bien, Noah… así es como tiene que ser.

—¡Pero él te ama! —gritó Noah—. ¡Te ama! Me lo ha dicho, toda su familia lo sabe, joder ¡No puedo seguir con esto! Que el cielo me perdone, pero tú lo amas y él te ama.

Shelsy cerró los ojos fuertemente… indiferentemente de eso, ya no importaba. Sonrió de nuevo y negó con la cabeza.

—Bueno… tal vez deberíamos conocer a otras personas ¿no lo crees? —resopló y se inclinó para abrazar a Noah—. Gracias por guardar mi secreto Noah, gracias por todo… pero ya no es necesario, ya esto no importa.

—¿Por qué no importa?

—Porque a veces olvidar y continuar es la solución. 

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