Maldición Willburn © ✔️ (M #1)

Da ZelaBrambille

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En las calles se cuenta una leyenda: Rowdy Willburn no sabe querer porque ya no tiene corazón, es una maldici... Altro

Maldición Willburn
Prefacio
🎲 TOMO I | La caída 🎲
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06 (pt 1)
Capítulo 06 (pt2)
Capítulo 07
Capítulo 08 (pt1)
Capítulo 08 (pt2)
Capítulo 09
Capítulo 10 (pt1)
Capítulo 10 (pt2)
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14 (pt1)
Capítulo 14 (pt2)
Capítulo 15
Capítulo 16
Extra | Regina y Tyler
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Extra | Rowdy y Giselle
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
🎲 TOMO II | El ascenso 🎲
Capítulo 29
Capítulo 30
Extra | Kealsey y Omar
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48 (pt1)
Capítulo 48 (pt2)
Capítulo 49 (pt1)
Capítulo 49 (pt2)
Capítulo 50 final
Epílogo I
Epílogo II
| P L A Y L I S T |

Capítulo 25

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Da ZelaBrambille


El sábado por la noche me detengo frente a la cama y observo el vestido que reposa en el colchón. Lo traje en la maleta, es una suerte que no esté arrugado. Es largo y dorado, la tela es fina y suave, brilla como si diminutas luciérnagas estuvieran alrededor de él. La falda que roza el suelo se mueve suavemente al caminar. Tiene escote pronunciado, dos tirantes muy delgados que se unen detrás del cuello, dejando al descubierto la espalda.

Es uno de mis vestidos favoritos. Lo usé hace tiempo en una fiesta que le organizaron a mi padre por sus años de servicio en el hospital, le entregaron un premio, un galardón por su compromiso con sus pacientes y el respeto que le ha mostrado siempre a su profesión. Pensé que era perfecto para usarlo en esta ocasión.

Una vez que me visto, veo el resultado en el espejo. Mi cabello está amarrado en un moño alto, las ondas rojas cuelgan y se ven rebeldes, algunos mechones están sueltos y enmarcan mi rostro. Mis pestañas se ven interminables y el maquillaje ahumado hace que el color de mis ojos se vea más intenso.

Hace un rato Row me mandó un mensaje de texto preguntándome si estaba lista, le dije que bajaría y lo encontraría en el jardín. Hay un montón de gente en la casa, en la mañana vino un grupo de personas a instalar unas carpas y preparar el evento. Y ahora los invitados están llegando, desde mi habitación puedo escuchar la música instrumental. Es de locos, la casa del señor Willburn es muy grande, tanto que el jardín puede albergar un escenario, mesas, carpas, músicos, meseros y muchas otras cosas. Es un evento en toda regla, y me estoy muriendo de los nervios.

Lanzo un suspiro y decido que es hora de salir, no puedo esconderme eternamente. Salgo de la habitación, y camino por el pasillo alfombrado hasta la cima de las escaleras.

Mientras desciendo, estudio la estancia principal y lo encuentro a él, no está esperándome en el jardín, se encuentra en el inicio de las escaleras, apoyado en el barandal. Una sonrisa de lado se dibuja en mis labios, no me está mirando, así que puedo estudiarlo. Está usando un traje elegante de color negro, luce tan apuesto que duele. Se ve como un chico misterioso, uno muy, muy caliente.

Su cabeza se levanta antes de que pueda acercarme, casi como si pudiera leer mis pensamientos. Primero me mira a los ojos, los cuales se iluminan con sorpresa, acto seguido, resbalan por mi cuello y estudian mi cuerpo de arriba abajo con una lentitud que me hace temblar. Una de sus comisuras sube y la sorpresa se derrite en algo que conozco muy bien y que hace que mi cuerpo se encienda.

Estoy esperando que diga alguna tontería, algún comentario sucio, pero lo único que hace cuando me planto frente a él es ofrecerme su mano. Acepto el toque sin pensar, sus dedos se entretejen con los míos y me ayuda a bajar el resto de las escaleras.

Ya que estamos en la planta baja, se inclina hacia mí haciendo que mi corazón se dispare. Me saluda con un pequeño beso, es solo un roce que me deja deseando más. No contengo las ganas de aferrar su corbata para que no se aleje, Row sonríe de oreja a oreja y no pone resistencia.

—Hay estrellas brillando en tu vestido —dice.

Envuelve mi cintura, su agarre férreo me ancla a su cuerpo, no me da la oportunidad de escapar, y no es como si quisiera hacerlo en este momento.

Esta mañana desperté a su lado, la calidez de su desnudez abrigándome. Esbozó una sonrisa soñolienta cuando me descubrió estudiándolo, no supo que lo miré durante un buen rato. Empieza a sentirse familiar, demasiado bien. Y yo empiezo a preguntarme si he estado equivocada queriendo huir de todas partes, pensando que fallaré y me abandonarán. Quizá cuando a las personas les importas, los errores no los alejan, no tan fácil.

—Te ves hermosa esta noche, Giselle —susurra.

Esta vez no escondo el sonrojo, solo sonrío.

—Gracias, tú también te ves bien.

Veo la alegría en sus ojos claros, un brillo especial que ha estado desde que empezó este fin de semana.

Me conduce hacia la cocina para salir por la puerta trasera que da directo al jardín. Lo descubrí esta mañana, pues tomamos el desayuno con el señor Willburn aquí afuera. Tenemos que caminar por el césped, él me ayuda porque es difícil seguirle el ritmo con mis tacones.

—Estoy nerviosa —susurro.

Se detiene y su cabeza gira para mirarme, tiene el ceño fruncido. Yo también me quedo quieta.

—¿Por qué?

—No lo sé... —Suelto una risita que suena incómoda. Una de sus cejas se eleva y espera, no vuelve a preguntar, pero sé que quiere que siga hablando. Me aclaro la garganta—. Nunca he hecho esto, siempre voy sola a los eventos y no sé... No sé qué debo hacer. Y hay tantas personas, tu padre es un empresario importante, él se ha portado increíble conmigo, pero ¿y sus amigos? ¿Qué tal que no les agrado y te avergüenzo?

Ni siquiera sé de dónde vienen estos sentimientos, estos temores.

La seriedad de Row me hace tragar saliva, da un paso hacia mí para cerrar los espacios, tengo que alzar la cabeza para mirarlo, a pesar de que traigo tacones. Sus manos se deslizan por mis caderas, me acerca a él y hunde la cara en mi cuello, puedo sentir su aliento muy cerca de mi oído.

—Yo tampoco sé qué hacer e, igual que tú, siento que estoy fuera de lugar, estoy acostumbrado a comer comida rápida con mis amigos, los cuales eructan y sueltan mierda, no con un montón de gente refinada que ama el caviar. —Él sonríe—. Eres mi realidad, mi aire fresco.

Me relajo un poco, apoyo las manos en su pecho y juego con las solapas de su saco. Me niego a soltarlo, así que alargaré este momento todo lo que pueda.

—Además... —continúa—. Ni loco voy a soltarte esta noche, no me voy a separar de ti, no cuando luces como un rubí y llevas dos esmeraldas en tus ojos, hay tantos ladrones sueltos por ahí.

Voy a sonreír, sin embargo, los labios de Row buscan los míos, se queda quieto, esperando que lo acepte o lo rechace. Lo beso y esta vez es duro, demandante y lleno de promesas, también hay cierta delicadeza. Su lengua me acaricia, me roba escalofríos, un suspiro.

—Esta noche te voy a llevar a la cama y te quitaré ese vestido que te hace lucir como un ángel para ir los dos juntos a quemarnos en el infierno.

Sus palabras me roban una risotada.

—Estás loco.

La sonrisa lobuna que me responde y el brillo malicioso en sus pupilas es todo lo que necesito para saber que no está bromeando.

Nos miramos un par de minutos más, luego seguimos caminando hacia la fiesta. Desde aquí puedo ver el ajetreo. Hay una alfombra y una columna con algunos logotipos, la gente se detiene ahí un segundo para que los fotógrafos los retraten.

Me sudan las manos tan pronto llegamos, voy a alejarme para que le tomen las fotografías a Row, creo que siente mi indecisión porque su brazo se aprieta, me mantiene a su costado.

Los fotógrafos gritan y los flashes de las cámaras me dejan ciega, hay tantos y todos preguntan cosas cuando descubren que acaba de llegar el hijo de Willburn, el heredero. Joder. Lo conozco de otra manera, ahora que estamos aquí me parece extraño toda esta atención.

—¡¿Quién es la jovencita que lo acompaña?! —grita uno de los tipos.

Row se ríe.

—Ella es la más hermosa de esta noche, ¿no es obvio?

Sus palabras me sorprenden. Lo miro, no se percata de que lo observo, está sonriendo, tal vez no le gusta este ambiente, pero definitivamente sabe cómo manejarlo.

Terminamos con las fotografías y seguimos caminando. En la entrada de las carpas está su padre, quien nos recibe como si no nos hubiera visto hace unas horas, nos abraza.

El sitio está lleno de luces y mesas, en el fondo hay un escenario y detrás de este una pantalla. Ya hay muchos invitados sentados, otros están en la pista bailando una canción tranquila, y hay algunos que conversan de pie, moviéndose de un lado a otro, saludando a sus conocidos.

Estamos en la misma mesa que su padre y algunos de sus socios. Nosotros tomamos asiento, el brazo de Row descansa en mis hombros, saluda a los demás y me presenta, conversa con ellos sobre la empresa y que están ansiosos por trabajar con él. Termino relajándome, aunque no interactúo mucho, ya que no entiendo lo que dicen. Me quedo quieta, dándole probadas a mi trago y disfrutando la música.

—Ya queremos que te unas al equipo —dice uno de ellos, un hombre robusto y lleno de canas que se presentó como Patrick, fue muy amable, al igual que su esposa—. Estás planeando mudarte a Georgia, ¿verdad?

—Todavía no hay nada decidido, pero sí, ese es el plan —contesta.

Entonces él, Patrick, gira la cabeza y me enfoca.

—¿Y usted, señorita? ¿También estudia Negocios?

—Oh, no, estoy estudiando Asistencia Social —digo—. Row y yo vamos a la misma universidad, la estatal de Hartford.

Él entrecierra sus ojos.

—¿Me dijiste que te llamas Giselle...?

—Callahan —termino.

—¿Callahan? —cuestiona—. ¿Eres pariente del doctor Robert Callahan?

—Sí, soy su hija.

La cabeza de Row gira tan rápido que los dos miramos en su dirección, me estudia con los párpados pegados a su frente, con una intensidad que no comprendo.

—¡No me digas! ¡Qué coincidencia! —exclama, Patrick, llamando mi atención —. Eres su Giselle, siempre hablaba de ti. Es un viejo amigo de la familia, hace tiempo que no hablo con él, ¿cómo está?

A mi lado, Row se aclara la garganta y se levanta arrastrando la silla.

—Si me disculpan, iré al baño, volveré pronto.

No espera a que respondamos, se va dando largas zancadas. Frunzo el ceño, no despego la vista hasta que desaparece.

Paso los siguientes veinte minutos hablando con Patrick y su esposa de papá, no me extraña que lo conozcan, mi padre es uno de los mejores oncólogos del país y ha ayudado a mucha gente, ha trabajado en los mejores hospitales, ha estudiado en las mejores escuelas y su apellido tiene historia en Hartford.

Me cuentan que lo conocieron porque un sobrino suyo sufrió de cáncer y papá fue el doctor que estuvo a cargo del caso, la familia de Patrick está muy agradecida con él. Respondo sus preguntas y les aseguro que le contaré que los encontré en la fiesta. ¿Cómo le explicaré a mi padre que vine a este lugar? No estoy segura.

El tiempo pasa y empiezo a impacientarme porque Row no regresa, continuamente lo busco con la mirada, me distraigo porque una de las señoras en la mesa me hace plática, especula sobre lo que se subastará el día de hoy. Junto al escenario hay una fila de bases de madera con cajas de cristal que protegen a los artículos. No las había notado hasta que ella las señala.

Después de unos minutos, el señor Willburn sube al escenario, en ese momento vuelve Row, se sienta con movimientos gráciles y apoya su brazo en mis hombros una vez más. Lo miro con atención, él me regresa la mirada, hay algo en esos ojos que no estaba antes, pero no logro identificar qué.

—¿Estás bien? —pregunto en voz baja, acercándome lo suficiente como para que me escuche.

Traga saliva y asiente. Sus dedos acarician la piel descubierta de mi hombro. Se inclina hacia mí y deposita un beso en la punta de mi nariz.

—Estoy perfecto, ¿y tú, caperucita?

Asiento y sonrío.

No logro escuchar todo el discurso de su padre, sin embargo, disfruto de algunas de sus palabras. Habla sobre la familia y las razones por las cuales se ha organizado la subasta, no tenía idea de que el dinero recaudado sería donado a una asociación que apoya a familias que no tienen hogar. La causa acaricia mi corazón, me encuentro perdida, atenta a todo lo que dice, antes de unirse a nosotros.

A lo largo de la cena, de la velada, muestran las reliquias, el arte, las joyas, se proyectan por medio de la pantalla gigante para que todos puedan ver. El que dirige el evento escucha las ofertas y declara quién es el comprador.

El señor Willburn es un gran conversador y le gusta reír, es muy bromista, llego a la conclusión de que todo el mundo lo adora, al menos eso es lo que percibo.

Los meseros se acercan sosteniendo los postres y los dejan en las mesas, es un brownie con helado. ¿Por qué no le gustan estas fiestas? Acudiría feliz solo por probar esta comida.

—¿Te estás aburriendo? —Row susurra la pregunta cerca de mi oído.

—No, para nada, la cena es deliciosa, la música es grandiosa y creo que me encantan las anécdotas de tu padre. —Le regalo una sonrisa sincera.

Sus ojos caen a mis labios y se quedan ahí durante un buen rato.

—No sabía que tu padre era doctor —susurra.

Nunca lo mencioné, no me gusta hablar de mí y él jamás preguntó por mi familia.

—Sí, lo es, uno muy bueno, es oncólogo y trabaja atendiendo a niños que tienen cáncer.

Asiente.

—Seguramente es el héroe de muchos. —Su voz suena ronca.

—Estoy segura de que sí, también es el mío.

Su mano se mueve hacia la parte trasera de mi cuello, su pulgar imparte caricias que me saben tiernas.

—Giselle, ¿sabías quién era yo cuando nos conocimos?

No comprendo su pregunta, ha estado actuando muy extraño desde que volvió del baño. Quiero preguntar, pero él ya me dijo que todo está bien, no quiero insistir y ser repetitiva.

—Sí, por eso me subí rápido al auto —digo, encogiéndome de hombros—. Sabía que eras Willburn, un miembro de Blacked, la pandilla a la que todos temen. En la universidad te conocen, señor peligro.

Sus gestos se suavizan, al igual que su mirada.

La subasta termina con una pieza que parece vieja, pero eso solo logra aumentar su esplendor. Es un reloj de bolsillo con forma de corazón, con un labrado exquisito, me lo imagino colgado en un cuello de aquella época en la que se usaban amplios vestidos y pelucas de caireles. Es una cosa bonita. Por la pantalla se ve que lo abren y muestran las manecillas moviéndose al ritmo del tiempo.

Cuentan una breve historia del artículo, aseguran que le pertenecía a un marinero que lo encontró en la orilla de una playa, luego de varios años se enamoró perdidamente de una mujer, esta reconoció el objeto, había sido suyo y lo perdió mientras daba un paseo. Algunos creen que el destino los unió, otros piensan que fue el reloj.

Las ofertas comienzan, el que dirige la subasta va a cerrar el trato cuando una voz a mi lado se alza gritando una cantidad alta de dinero que nadie más intenta vencer. No me lo esperaba, tampoco me sorprende, él es el hijo del que organizó todo esto. Lo que me parece digno de impacto es que haya elegido esa reliquia, subastaron arte, colecciones de libros, pero él escogió el delicado reloj. Me le quedo mirando a Row con una ceja alzada.

—No sabía que eras fan de los relojes —digo.

Él se encoge de hombros.

La subasta termina y el ambiente se vuelve más relajado, las parejas bailan, las risas se escuchan y la música se vuelve más animada.

Más tarde, su padre se acerca con una sonrisa de lado y le tiende una bolsita de terciopelo rojo sin decir nada. Sé lo que es antes de que lo saque. De cerca es más bonito, parece que fue tallado por ángeles, el color oro brilla, las luces que cuelgan en el techo solo logran que aumente el resplandor. Creo que lo guardará de nuevo, en cambio, se gira hacia a mí y extiende los brazos para colocarlo en mi cuello.

—¿Qué haces?

Pero él no responde, abrocha la cadena y acomoda el reloj. Cae con gracia, la cadena se ondula en mis clavículas.

—Es para ti —explica.

—¿Qué? Claro que no, Row, pagaste mucho dinero por esto, mejor regálaselo a tu madre, yo no pued...

—No rechaces mi regalo, muñequita —susurra—. Quiero que lo tengas, por favor.

—¿Por qué?

—Es un secreto.

—Tienes que decirme.

Se pone de pie, evadiendo mi pregunta con una sonrisita de lado que se me antoja traviesa. Hace un gesto con su barbilla para indicarme algo, no entiendo qué busca hasta que empieza a alejarse de las carpas. Me apresuro a seguirlo, él comprueba en repetidas ocasiones que esté persiguiéndolo y esboza sonrisitas traviesas por encima de su hombro.

Varias mujeres lo miran cuando él pasa, conozco las expresiones de anhelo y las miradas cargadas de deseo, me veo reflejada ahí porque sin duda este hombre hace que deseé cosas que no puedo tener.

Nos dirigimos a un costado de la casa, el ritmo disminuye debido a mis pasos cortos, Row se percata de que mi marcha es lenta por los tacones que estaba a punto de sacarme y vuelve, me rodea la cintura y me alza sin preguntar, camina conmigo en brazos. Llegamos a una hamaca que no había visto antes. Él es el primero en sentarse, me anima a que me una, y termino haciéndolo.

—Row... ¿Por qué? —insisto varios minutos después, minutos en los que nos movemos despacio de adelante hacia atrás.

—Porque no importa si las manecillas se mueven o no, es hermoso por todas partes, es tan perfecto que lo tendrías cerca sin importar qué.

Me mira fijamente, me pierdo en esos dos pozos de agua helada. Cuando no resisto el intercambio, aparto la mirada y recuesto la cabeza en su hombro. Mi garganta se aprieta con tanta fuerza. Quiero negarlo, pero puedo sentir algo dentro de mi pecho cada vez que él dice cosas como esa, me aterra, me destroza, me hace temblar y me da esperanza. ¿Cómo es eso posible? ¿Por qué no estoy corriendo ahora mismo? Debería esquivarlo y volver a mi casa, pero no puedo moverme, no quiero hacerlo.

Me gusta Row, tal vez más de lo que puedo admitir.

—Por cierto... —digo—. Eres un éxito entre las chicas adineradas y las señoras que buscan carne fresca.

Él se carcajea, me aprieta fuerte y yo dejo que lo haga. La tensión que sentí hace unos minutos desaparece, él se relaja, nuestros cuerpos encajan. 

Nos dedicamos a disfrutar de la noche y de la nada. Es uno de esos momentos en los que no hace falta hablar, bastan sus caricias suaves, su olor embriagándome y su respiración pausada para sentirme en paz.

* * *

Lxs quiero mucho <3

Gracias por leer otro capítulo

Nos vemos el miércoles :*


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