Cuentos para Rascarse La Panz...

By Vandrako

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Serie de mini historias basadas en canciones y otros topicos More

Felices fiestas
Alas rotas
Subire a al infierno
Cerca de ti
El amor no necesita tiempo
La puerta negra

"Close to you"

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By Vandrako

Tema: Close to you
Interpreta: The Carpenters
Sugerida por: Ani 

Capitulo Uno

Loki tenía una vida tan normal como cualquier otra; eso sí se omite la obscena fortuna que su acaudalada familia poseía, sin eso, Loki era un chico como cualquier otro.

Cada mañana se levantaba temprano para ir al colegio, tomaba el desayuno con su ocupada madre y era llevado por la limusina al instituto. Ponía atención a sus clases y era cortés con sus maestros; aunque sus compañeros sabían que quien orquestaba las bromas en los que estos caían, eran Loki.

No era una persona de muchos amigos, podía decirse que solo contaba con uno. Era sociable, por supuesto, parlanchín y un tanto embaucador, con un encanto que hacía que lo perdonaras por todo, pero no tenía amigos. Al parecer creían que no era una persona en la que se pudiera confiar, y no se equivocaban. Loki era un chico de dos caras: la alegre y desvergonzada que mostraba al público, y la fracturada, triste y necesitada de afecto que escondía de todos los demás.

Cuando la campana daba por terminada la jornada escolar, Loki regresaba a su hogar, tan mecánicamente como había llegado. Comía solo, pues su madre estaba seguramente muy ocupada concretando algún negocio que aumentara más su ya descomunal fortuna. Dedicaba parte de la tarde a hacer sus deberes y el resto lo malgastaba embebido en sus adorados libros.

A Loki le gustaba leer, de esa manera podía llegar a dejar de ser él y viajar a lugares tan hermosos como extraños. Podía leer en cualquier parte y en cualquier posición, en el patio, en la cama, de cabeza o colgando de un columpio; pero lo que más le gustaba a Loki, era leer en el parque.

Todas las tardes su guardián lo llevaba a Central Park para distraerse, él escogía la sombra de un árbol o una banca y se abstraía en su lectura, si no, en sus recuerdos. Ese era el lugar preferido de su padre, donde conoció a su madre y se enamoró. Cuando Loki era más pequeño solían llevarlo a menudo a jugar en él y hacer suculentos picnics, su madre cocinaba delicioso cuando se daba el tiempo para hacerlo; en aquél entonces le sobraba el tiempo. Al finalizar, se acostaban en el pasto mientras su padre le leía un cuento. Aquellos fueron los mejores momentos de su vida.

Luego vino el accidente y su padre murió. Su madre tuvo que hacerse cargo de las empresas y Loki se quedó completamente solo.

Fue entonces cuando lo conoció.

Aquella tarde estaba especialmente nostálgico, se sentía abandonado en aquella lúgubre mansión; sin la risa de su madre y sin el calor de su padre, aquello solo era una enorme casa. Había salido rumbo al parque en busca del consuelo de aquellos hermosos recuerdos para que le hicieran compañía, sus ojos ardían de tanto llorar, su corazón se sentía pesado como una piedra, el calor de su cuerpo se había marchado por completo haciéndolo temblar.

—¿Quieres alimentar a las palomas? —escuchó una voz por encima de él.

Loki tardó un poco en salir de su aturdimiento para darse cuenta de la presencia de aquél chico. Alzó su mirada y allí estaba, el azul del cielo en una cálida tarde de verano comprimida en un par de pupilas que lo contemplaban con ternura.

Era unos años más grande que él, unos cuatro o cinco tal vez, de cabello rubio atado de forma desordenada en una coleta, la sombra de una barba enmarcando su sonrisa franca. Los pantalones desgastados, las botas sucias y aquella camisa de franela decían a gritos la clase social a la que pertenecía.

En un principio Loki no entendió qué le preguntó, hasta que el chico tomó amablemente su mano y vertió en ella un puñado de migas de pastel y galletas. Tomó un poco él mismo y enseguida lo arrojó al piso. Al instante, un centenar de palomas aterrizaron a sus pies causando un revuelo de plumas y gorjeos.

Loki odiaba a las palomas, para ser específicos odiaba a todas las aves; creía que eran sumamente molestas, malolientes y sucias, que hacían sus necesidades donde se les viniera en ganas, sin importar que fuera el hombro de una persona o la banca donde pensaba sentarse a leer. Pero ver a ese tonto rubio divertido como un niño pequeño rodeado de pies a cabeza como si fuera un gran árbol, le arrancó una sonrisa. Sus lágrimas sin que se diera cuenta habían dejado de fluir.

Loki se preguntaba de dónde había llegado tanto pájaro, parecía que habían estado aguardando por él; estaban familiarizados con su persona y no le huían, deseaban, al igual que Loki a partir de ese entonces, estar cerca de él.

A partir de ese día, Loki asistió cada tarde al parque solo para verlo. Buscaba una banca cercana al lugar donde sabía que el rubio acostumbraba a encontrase con aquellas aves, sacaba su libro y aguardaba.

Él llegaba puntual a la cita, su risa boba opacada por el murmullo de las palomas, los rayos del sol reflejándose en el dorado de su cabello, aquel extraño hobbie más interesante que cualquier lectura. Fingía estar concentrado en su libro cuando el rubio se percataba de su presencia, le sonreía de aquella manera cálida mientras Loki aparentaba una glacial indiferencia; aunque por dentro, un tornado de mariposas atacaba su estómago.

Su crush solía platicar con las aves como si estas fueran sus amigas, de esta manera supo que su nombre era Thor y que venía de una familia inmigrante, que se había criado en el campo y que estaba en la ciudad siguiendo su sueño de tener una banda de rock. Trabajaba temporalmente en una cafetería, en donde se dedicaba a juntar las migas de los clientes que dejaban en sus platos, para poder alimentarlas.

—Esto lo hago por ustedes chicas —les decía con cariño—, o ya me habría conseguido otro trabajo.

Loki se divertía con sus ocurrencias, mordiéndose los labios para no reír y ser descubierto. Veía como se despedía de las aves al terminar con las migas, limpiaba sus manos descuidadamente en su pantalón y volteaba a verlo una última vez. Loki se escondía todo el tiempo tras su libro como una tortuga dentro de su caparazón, sacaba la cabeza solo para verlo mancharse con su caminar desgarbado, prometiéndose una y otra vez que esa sería la última vez que se escondería como un cobarde, que la próxima ocasión se armaría de valor para hablarle y pedirle su número, sabiendo muy dentro, que no tendría el valor.

Más tarde logró averiguar en qué lugar trabajaba, aunque fue de manera accidental... literalmente.

Aquella tarde se había reunido con un grupo de chicos después de clase, su proyecto de arte implicaba una obra de teatro. Él, por supuesto, no estaba interesado en salir a escena, más cuando la obra elegida era Peter Pan. Todos habían amenazado con disfrazarlo de elfo, pero a él le iba más el papel de Capitán Garfio si se lo preguntaban. Fue por eso que terminó liderando el grupo de escenografía y efectos especiales.

—He mandado a pedir unos bocadillos para todos —anunció Tony mirando su celular—. Aunque ya deberían estar aquí.

Loki daba indicaciones al estúpido de Rogers acerca de cómo debían ir colocadas las estrellas, su idea era crear un cielo donde los mismos ángeles quisieran habitar; desafortunadamente el equipo carecía de su visión y, tras unas cuantas discusiones, alguien salió con el típico comentario: "entonces ¿Por qué no lo haces tú?". ¡Perfecto! si querías algo bien hecho, tendrías que hacerlo tú mismo.

Loki subió las escaleras y comenzó a colocar las estrellas según el esquema que él había diseñado, estaba tan concentrado en su trabajo que el escuchar aquella conocida voz le sobresaltó.

—Aquí está su pedido —fueron sus palabras, tan simples, pero tan poderosas, que el corazón de Loki comenzó a brincar como un cachorro que veía llegar a su dueño.

Volteó tan rápido creyendo que se trataba de su imaginación, que no se fijó en donde apoyaba su peso y pronto la gravedad hizo su trabajo. Sintió su cuerpo caer sin que pudiera evitarlo, mientras manoteaba tratando de sostenerse de lo que tuviera a la mano.

Aquellas constelaciones que tan afanosamente había colocado, cayeron junto con él, causando un estruendo que retumbó por todo el salón, acompañado del clamor de quienes presenciaron el accidente.

Ninguno hizo nada por ayudarle y cuando estaba por aceptar que el golpe iba a dolerle en serio, un par de fuertes brazos lo sostuvo. Loki había cerrado los ojos por instinto, pero luego del estruendoso ruido de las cosas cayendo a su alrededor, los abrió lentamente. Thor lo sostenía al tiempo que trataba de cubrirlo con su cuerpo de la lluvia de estrellas que caían sobre los dos.

—¿Te encuentras bien? —preguntó el rubio. Un halo de temor se cincelaba en su cara.

Loki no se había percatado hasta entonces de la cercanía de sus cuerpos, tan embelesado en la intensa mirada azul que lo contemplaba. Olía a café y a pastel de vainilla, un aroma impregnado del lugar donde trabajaba y de la bolsa de migas que llevaba contrabandeada en su bolsillo. Su cuerpo cálido y firme lo estaba rodeando por completo.

Loki sintió que el calor le subía a su rostro como un personaje animado, las mariposas en su vientre giraron alborotadas intentando abrir un agujero por su pecho para escapar, o eso le pareció cuando sintió como retumbaba fuertemente desde adentro. Sus labios estaban a un beso de distancia y aquella información recreó tal cantidad de fantasías en su cabeza, que su cerebro se fundió.

—Y-y-yo.

Y ahí estaba, el resultado de tanto caos en su interior saliendo por su boca en forma de balbuceos.

Thor le sonrió divertido y Loki quiso que lo tragara la tierra, en su lugar, estaba fuertemente aferrado a los bíceps de su príncipe azul. Tan pronto fue consciente de este hecho, se alejó de él tan de golpe que se tambaleó, estaba por caer de nuevo cuando la mano de Thor lo equilibró. Doble vergüenza, y triple cuando al intentar huir de aquel bochorno, se enredó con algunos cables y por fin cayó al piso.

—¡Loki! —exclamó Tony apresurándose a socorrerlo.

Loki volteó a ver el rubio quien lo contemplaba preocupado entre una marea de escombros, estrellas rotas y almuerzos derramados; los que había dejado caer para poder sujetarlo.

Se sintió tan apenado que no pudo sostenerle la mirada y su único deseo fue escapar; así que sus compañeros, aquellos que conocían al siempre seguro y despreocupado Loki, pudieron apreciar por primera vez una fractura en su perfecta máscara cuando Loki echó a correr.

Se había golpeado tantas veces la cabeza, que había olvidado el número, reprochándose una, otra y otra vez lo estúpido que había sido. Había estado tan cerca y lo había arruinado tanto, que no sabía con qué cara presentarse ante él nuevamente.

Dejó de ir al parque por un tiempo y puso todas sus fuerzas en intentar sacárselo de la cabeza, algo totalmente estúpido, por no decir infructuoso. Apenas cerraba sus ojos y lo primero que acudía a él era la imagen de Thor. Al despertar, su primer pensamiento se lo dedicaba a él, así como el resto de los que tenía durante el día.

Estaba enamorado y no sentía vergüenza en admitirlo. Estaba absoluta y completamente enamorado de un hombre que, además, pertenecía a una clase social inferior a la suya, aunque esto poco le importaba, su única preocupación giraba en torno a encontrar el valor para declarársele.

—Eso en el dado caso de que le gusten los chicos lindos como tú —lo aterrizó Tony mientras devoraba una de sus donas.

Había tenido que recurrir a él en busca de la dirección de la cafetería donde se había hecho el pedido. Tony se lo había dado con la condición de acompañarlo y echarle un buen ojo al rubio.

—No todos los rubios son como Rogers, ¿sabes? —Hizo mención de su desesperante novio a quien juraba amar, aunque aquello no le impidió recrearse la pupila con la vista del joven mesero que atraía a todas las mirada sobre él—. Debo admitir que no está nada mal —dijo saboreándose al rubio por encima de sus gafas oscuras. Loki le soltó un golpe de su libro en el hombro.

—¿Quieres disimular? —se quejó avergonzado, odiando la blancura de su piel cuando sus mejillas se sonrojaban, algo que estaba sucediendo en ese preciso momento.

—Está acostumbrado, todas las chicas vienen a eso.

Loki observó alrededor comprobando las palabras de su amigo y en efecto, como el establecimiento estaba atiborrado de chicas que babeaban por Thor.

—¡Oh por Dios, está viendo para acá! —se aterrorizó abriendo rápidamente su libro y ocultándose detrás de él. Lo sintió llegar a su lado y el libro resbaló de sus manos sudadas.

—Su pedido —dijo Thor, colocando una nueva caja de donas con su respectivo café para Tony y un frapuccino con un canelé de vainilla para él.

—Gracias guapo —le coqueteó Tony, mientras Loki trataba a toda costa de aparentar normalidad, pero sus manos temblaban.

—Si necesitan algo más, estoy a sus órdenes —les ofreció amablemente y se alejó.

Tan pronto estuvo fuera del rango auditivo, Tony se volvió contra Loki:

—¡¿Cuándo tienes pensado dirigirle la palabra?! A este paso, subiré de peso en menos de un mes —lo regaño mientras degustaba una dona.

—Como si no te encantara devorar donas de este lugar —refunfuñó. Jugueteaba con la crema de su café, había tres cerezas en lugar de solo una y virutas de chocolate. Loki miró hacia Thor, quien le sonrió desde lo lejos.

No era la primera vez que habían ido a aquel café donde trabajaba el rubio con la intención de verlo, y cada vez ordenaban casi lo mismo: Tony, su café expreso con donas y él su capuchino con algún postre. Había pedido alguna vez a un mesero que le agregara más cerezas y un poco de chocolate extra, desde entonces, cada vez que Thor lo atendía, su frapuccino tenía esa presentación, aún sin ordenarlo.

—Me tengo que ir —se despidió Tony—. Tenía una cita con Steve hace una hora y odia que llegue tarde.

Loki asintió agradecido con su amigo por acompañarlo, él aguardaría un poco más. Tony le dio un último trago a su café y tomó unas donas para el camino, se despidió deseándole suerte; pero no era suerte lo que él necesitaba, era valor. El valor para plantarle cara y decirle lo mucho que le gustaba.

—¿Es ese de ahí? —preguntó una chica a su lado y su amiga asintió apenada. Ambas veían en dirección a Thor—. Es lindo —concedió la amiga de la chica que no dejaba de babear y Loki se sintió enfermo ¿Así de patético lucía él al ir a verlo?

Juntando el poco orgullo que le quedaba, se puso en pie, dejó una par de billetes para saldar la cuenta y se fue.

Aquello había sido el fin, estaba decidido a confesarse y si no en persona, entonces lo haría por escrito; pero cada que iniciaba un nuevo borrador, las palabras se le iban de la mente. El campeón de debate apodado por todos "lengua de plata", simplemente se había quedado sin palabras.

—¿Qué es exactamente lo que deseas decirle? —Le preguntó Tony semanas después, sentándose en el borde de la fuente de los deseos.

—Que lo odio —masculló Loki arrojando una moneda.

—Creí que te gustaba.

—Me gusta, pero... ¡Agh! ¡Odio que me guste! —dijo enfurruñado arrojando una nueva moneda a la fuente—. ¿Vas a pedir un deseo? —le preguntó a su amigo, ya que había sido idea suya detenerse ahí.

—¿Qué podría desear que no tenga ya? Estamos hablando de alguien perfecto. Además, dudo que la fuente acepte tarjetas de crédito.

—¿Entonces qué hacemos aquí? —preguntó Loki completamente fastidiado.

Tony lo había arrastrado a ese centro comercial, pronto sería el cumpleaños de Steve y quería sorprenderlo. Pero ir de compras con Tony era realmente agotador, motivo por el cual se detuvieron un momento de descansar en la fuente, una que estaba llena de monedas de aquellos que confiaban en la suerte.

—Pide un deseo —le sugirió Tony—, tal vez se haga realidad. A mí me funcionó con Steve.

—Lo de ustedes era tan obvio, que solo un ciego no lo vería.

—O una ciega —puntualiza el castaño recordando la rubia que quería robarle el amor de Steve. Pobre tonta— ¿Qué tan difícil puede ser plantarse enfrente del tipo y decirle: ¡Oye, me gustas!?

—¡Muy difícil! —gruñó Loki—. No estaría en esta situación de ser algo sencillo.

—¿Por qué no practicas? Dime ¿qué le dirías a Thor si tuvieras el valor?

Loki lo pensó un momento antes de arrojar furioso una nueva moneda.

—Le diría que lo odio —dijo con determinación—, porque no consigo arrancármelo de la cabeza. Odio sus hermosos ojos y su linda sonrisa porque atrae a las chicas como abejas a la miel; odio lo que me hace sentir cuando lo tengo cerca, porque no soy dueño de mí mismo y no hago más que cometer tonterías. Lo odio por haber hecho que me enamorara de él, pero más lo odio por no poder decírselo de frente.

—Tal vez deberías intentar decírselo de espaldas —sugirió Tony con una sonrisa cínica.

Loki se giró a ver a su amigo y por el rabillo del ojo detectó a una tercera persona junto a ellos. Su cuerpo entero se petrificó y, con la fluidez de un robot oxidado, se volvió lentamente a ver a Thor. Este sonreía mientras cargaba un contenedor de comida, había olvidado que la cafetería tenía un servicio a domicilio.

—Tú también me gustas —fue la respuesta de Thor ante su improvisada declaración y, para confirmarlo, se acercó a Loki depositando un tierno beso sobre sus labios.

Fue uno pequeño, solo un roce para ir tanteando el terreno, pero lo suficientemente poderoso como para arrancar las fuerzas del cuerpo de Loki y hacerle temblar las piernas.

Aquello era mucho más de lo que había invertido en aquella fuente esa tarde, era su sueño hecho realidad.

—Tengo que repartir estos pedidos —dijo señalando el contenedor térmico­­—. Por cierto —le entrego una caja de sus donas favoritas a Tony.

Loki no podía creer la trampa en la que había caído, acribilló a Tony con la mirada, pero este se desentendió concentrándose en sus donas y riendo de forma ladina.

—Estoy cubriendo a un compañero pero estoy libre mañana. ¿Te gustaría ir al cine o algún otro lado?

—Y-y-y-yo, pues, yo... —La sangre le había llegado a las mejillas y la vergüenza obstruía nuevamente su labia. Tony le dio un fuerte codazo para que reaccionara—. Sí —dijo al fin­—, po-por supuesto que me gustaría.

—Bien, entonces pásame tus datos.

Loki le entregó su celular y Thor guardó en él su número, haciendo lo propio con el de Loki.

—Bien, entonces yo te llamo, ¿de acuerdo?

—Si —aquella palabra parecía ser la única que podía pronunciar. Se sintió tan ligero que sentía que estaba caminando sobre nubes.

Aquella sensación lo acompañó durante el resto de la tarde, restando la intensidad al sentimiento de traición que sentía hacia Tony, de no ser por él no tendría esa cita con Thor.

Una cita. Aquello le resultaba tan increíble como fantástico y apenas si pudo conciliar el sueño esa noche. Durmió sosteniendo el teléfono donde el nombre de Thor aparecía a un costado de su número, ¿debía llamarle? ¿enviarle algún mensaje? Sentía que aquello era verse demasiado ansioso y aguardó contando las horas para volver a verlo. Nunca imaginó que al día siguiente su teléfono sería castigado.

Jamás pasó por su cabeza que él hubiera reprobado; al parecer, pasar sus días suspirando por Thor le había salido caro. Las calificaciones fueron enviadas a su madre y esta lo castigó sin derecho a réplica; en vano intentó negociar con ella, en cuestión de disciplina Fárbauti era inflexible.

No tenía forma de comunicarse con Thor y explicarle que no podía asistir a la cita, tampoco había manera de contactar a Tony y pedirle que fuera en su lugar; así que desesperado, optó por hacer algo que nunca en su vida habría hecho, ir en contra de las órdenes de su madre.

Salir de su casa sin que la seguridad lo notara había sido una odisea. Tan pronto como había puesto un pie afuera, corrió lo más rápido que las piernas le permitieron hasta encontrar un taxi que lo llevara a Central Park; pasó por alto que vivía en Nueva York y que el tráfico solía ponerse pesado en determinadas horas. Cuando llego al lugar señalado llevaba dos horas de atraso, Thor ya no encontraba ahí. Había ido a buscarlo a su trabajo, pero el gerente le informó que había pedido días libres. Con tristeza, Loki regresó a casa solo para descubrir que la seguridad sí que se había percatado de su huida y que su madre estaba más furiosa que un basilisco. Está de más decir que el castigo se alargó por mucho más tiempo. Para cuando Loki fue liberado de su encierro, había pasado casi un mes.

Había vuelto a Central Park esperando verlo llegar como siempre, pero incluso las palomas extrañaron su presencia. Aquél café donde alegremente atendía estaba vacío, todas las chicas habían dejado de asistir. El gerente le informó, no sin cierto pesar, que ya no trabajaba más ahí; al parecer su padre había enfermado y tuvo que regresar a su pueblo a hacerse cargo de la granja. Había marcado su número por incontables veces, esperando escuchar su atronadora voz, pero este jamás le contestó. Y así, sin más, fue como Loki había perdido su primer amor.

Pasaron los días y las estaciones, Loki siguió con su vida como si nada hubiera pasado, pero ya nada fue igual, era como si el sol se hubiera ocultado en el horizonte para no salir ya más.

—Te puedo asegurar que el sol volverá a salir sobre ti, amigo —le aseguró Tony intentando levantarle el ánimo, pero sin conseguir obtener buenos resultados.

—Estas usando mis palabras en mi contra —refunfuño arrojando su último puñado de migas de pan a las palomas. Sin Thor, él había tomado la tarea ir a alimentarlas. Se habían acostumbrado tanto a su presencia que incluso se paraban sobre su hombro, tal como lo hacían en el de Thor.

Tony le pasó su última dona para que se la obsequiara a sus nuevas amigas, con la llegada del invierno había poco que pudieran comer, todo estaba cubierto por el blanco manto de la nieve.

—Habrá una fiesta esta noche en el bar de Fury —comentó Tony.

—No me interesa.

—¡Oh, vamos! No te puedes encerrar en tu sufrimiento. Además, en unos días será navidad ¿dónde está tu espíritu navideño?

—Considérame tu Grinch.

—Si sigues vistiendo de verde lo consideraré.

Loki no estaba de humor para ver a nadie, pero Tony era tan persistente que terminó convenciéndolo. Además, ¿cuáles eran sus opciones? ¿Regresar a casa y encerrarse a ver un maratón de películas navideñas y tomar chocolate? Tenía dieciséis, no treinta.

Tan pronto como había llegado al lugar se arrepintió de inmediato, estaba a reventar de personas eufóricas y ebrias. Loki dio unos pasos en clara huida, pero la mano de Tony en su espalda se lo impidió.

Loki no era de lugares concurridos y ruidosos, prefería más sitios tranquilos, como la biblioteca; pero ahí estaba, tratando de encajar en el círculo de amigos que Tony tenía cuando no estaba con él, era una persona encantadoramente sociable, había que decirlo.

La música era bastante agradable, alegre y tenía una chispa de irreverencia que arrancó a Loki su primera sonrisa de la noche, había pensado pasar el rato escuchando la música y de esta manera distraerse de su realidad. Cuando buscó el origen de las melodías vio a un grupo tocando sobre el escenario, un letrero hecho a mano decía "Los Asgardianos de la Galaxia"; aquel nombre tan tonto lo divirtió, pero fue cuando pasó sus ojos por los rostros de los integrantes que un rayo atravesó su cuerpo. Aquel guitarrista rubio de ojos azules lo contemplaba con una sonrisa resplandeciente haciendo a su corazón latir de nuevo. Los ríos de sangre fluían veloz por su cuerpo, las mariposas volvieron a la vida, el calor emanó de su pecho, la primavera había regresado a él a pesar de estar en pleno invierno.

—Lo encontré para ti —le susurró Tony, divertido ante su cara de bobo—. Feliz Navidad cuernitos.

Loki se fue acercando lentamente al escenario, abriéndose camino torpemente entre un puñado de gente que apretaba y obstruía su paso. Thor no dejaba de mirarlo, parecía atraerlo mediante un hechizo directo hacia él. Lucia diferente, se había cortado el cabello y llevaba ropa más moderna, a Loki le encantaba en cualquiera de sus versiones.

Cuando la canción terminó el grupo pidió un descanso, entonces Thor se despojó de su guitarra y bajó de un brinco del escenario.

—Hola —le dijo cariñosamente.

—Hola —respondió Loki con un hilo de voz.

—¿Nos conocemos?

—¡Claro que nos conocemos! —protestó Loki ¿cómo era posible que el rubio lo hubiera olvidado tan pronto cuando él no podía dejar de pensar en él?

Thor sonrió divertido ante su reacción pero aclaró:

—No me has entendido. No es una pregunta, es una propuesta —y antes de que Loki lograra procesar sus palabras, Thor lo había tomado por la cadera acercándolo a su cuerpo.

Ahí, en medio de tanta gente y sin muérdago de por medio, acarició su rostro con una ternura que Loki jamás había experimentado, antes de unir sus labios en un dulce beso, más dulce que los postres navideños, más resplandeciente que las luces de colores en los árboles de navidad, más cálido que una manta tibia en un día nevado, más delicioso que el chocolate caliente hecho por su madre.

Ese día, en ese momento, Loki amó la Navidad.

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