𝐓𝐚𝐤𝐞 𝐎𝐧 𝐌𝐞 - {𝙽𝚘𝙼�...

By ZaiJam

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El actor Na Jaemin nunca ha sido tocado amorosamente por nadie en sus veinte años de vida. Y cuando le ofrece... More

1. Vienna
2. La opción indicada
3. Mujer bonita
4. Romeo + Julieta
5. Noche de Brujas
6. Cosas grises
7. Playa vs Ciudad
8. Quédate
9. Sígueme la corriente
11. Ataques al corazón
12. Bestias mimadas
13. Frágil por primera vez
14. Torbellino
15. Amor en blanco y negro
16. Hasta que sea aburrido
17. Narrador Testigo
18. Cómo te odio
19. Te necesito
20. El temor y la envidia en el placar
21. Todo lo que está entre nosotros
22. Con las venas abiertas
23. Lo que no puedes dejar ir
24. Al final del camino

10. Celos

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By ZaiJam



Chittaphon entró en el penthouse con el cabello recién arreglado y pantalones demasiado ceñidos a sus piernas, aunque ciertamente le dejaban un trasero increíble. Se sentó en el bonito sofá y miró las notificaciones de tinder antes que su cliente saliese del cuarto con una enorme pila de ropa entre sus brazos.

-¡Me alegra que estés aquí! - gritó Jaemin dejándolo todo en el suelo y yendo a traer más prendas desde el cuarto-¡Me estoy volviendo loco!

El mayor solo deslizó el móvil dentro de la chaqueta de cuero y sonrió en grande.

-¿Problemas de moda? - Jaemin asintió y Chittaphon aplaudió. -Genial, papá siempre dijo que no serviría para nada, pero mírame, siendo un gurú de la moda para Na Jaemin ¡Ja, ese viejo debe estar revolcándose en su tumba!

Jaemin alzó una ceja, sorprendido por lo que acababa de escuchar, pero quién diablos era el para juzgar. Simplemente asintió y comenzó explicarle la situación al hombre de treinta años que lucía más joven que todos los modelos de la compañía. Algún día Jaemin le preguntaría como lo hacía, pero temía que le dijese algo sobre magia negra, o, pero aún, inyecciones. Jaemin les tenía fobias a las agujas.

-Es el cumpleaños de ese idol, hmm, no recuerdo su nombre.

-¿Lee DongHyuck?

-¡Ese mismo! - Jaemin hizo un mohín- ¿Cómo lo sabes?

El estilista se echó para atrás con esa resplandeciente sonrisa que delataba en cuan alta estima se tenía a sí mismo.

-Bueno, quería verse bien en su fiesta y contrató al mejor, o sea yo.

-Oh. Ayúdame entonces.

-¡Ese es mi trabajo! -Se levantó, tomando un feo suéter navideño con un Santa Claus desfigurado. -Primero quema esta cosa, es una aberración al buen gusto.

Jaemin se lo arrebató sosteniéndolo contra el pecho.

-Me lo hizo mi abuela, nunca lo tiraría.


Chittaphon miró a su creación salir del ascensor e ir directo al joven que le esperaba de brazos cruzados en la entrada.

Esos chicos y su tonto orgullo.

Pensó el estilista, observando al guardaespaldas fingir que nada sucedía, y a Jaemin pasar con el rostro en alto, como si no se hubiese vestido para hacerle perder los estribos.

-Iremos a una fiesta- dijo Jaemin, colocándose el largo abrigo sobre los hombros rectos.

-Como ordene- murmuró Jeno, abriéndole la puerta de la limusina.

Jaemin se deslizó en el asiento trasero, sus piernas cruzadas y la mirada perdida en el exterior. No iba a darle la ventaja a ese imbécil. Durante la semana que transcurrió desde el "accidente" ellos no habían cruzado más de cinco palabras, y todas eran explícitamente referidas al trabajo. Jeno se quedaba en su lugar durante las horas de vigilancia y Jaemin no volvió a pedirle que entrase en el penthouse. La tensión acumulada era una mierda, y allí estaban, siendo dos idiotas... de nuevo.

Era como si hubiesen retrocedido al comienzo de todo. Cuando Jeno era nuevo en su trabajo y cuando a Jaemin no podía importarle menos la existencia de su personal de seguridad. Ahora, los días que Jaemin atravesaba tenían un peso distinto. Él era una persona ansiosa que fácilmente se dejaba dominar por sus nervios y había encontrado en Jeno una especie de distracción. Entonces ese idiota decidió que había sido suficiente esto que ambos tenían, así que volvía a ser tan solo un actor que no tenía otra vida más que leer libretos e interpretar personajes.

Sin amigos, sin familia cercana...

Se sentía como una calcomanía, una copia barata de sí mismo que no podía escapar del molde para el que había sido creado.

Ni siquiera era muy amigo de Lee DongHyuck, pero el popular cantante le había invitado a su cumpleaños y Jaemin tomó esto como una oportunidad.

Claro que él no esperaba ver a Jeno actuando como si fuese un robot sin emociones, otra vez. Pensó que, al menos, cuando le viese tan bonito y elegante, con su suéter de cuello alto pegado a sus pectorales y el cabello levemente ondulado en la base de su cuello... creyó que al menos le miraría a los ojos. Apretó los puños, quemando la nuca de su guardaespaldas.

¿Siquiera sientes algo?

Lástima que no pudiese hacer esa pregunta en voz alta, cada vez que lo intentaba las palabras morían en su boca y se atragantaba con ellas.

La fiesta se encontraba ubicada en un caro salón de un hotel de cinco estrellas. Jeno se mantuvo alejado mientras Jaemin pasaba por la improvisada alfombra violeta, siendo fotografiado y sepultado en preguntas sobre su película y su vida personal.

-¡Jaemin, viniste por fin!

Eso fue lo primero que escuchó decir a DongHyuck, también fue lo último que le dijo antes de que un chico con un par de copas de más lo arrastrase hacia la barra. Jaemin los observó discutir, luego decidió que quedarse de pie como un tonto era malo para su imagen pública. Caminó entre los invitados, a la mayoría los conoció al menos una vez en eventos y premiaciones. Y a los pocos desconocidos les encontró admirándole desde la distancia, porque era Na Jaemin y nadie podía creer que fuese más bello en persona que a través de la pantalla grande.

No la estaba pasando bien. Era aburrido como el infierno, y aunque intentase no mirar en dirección a su guardaespaldas, le era imposible no echarle un vistazo cada cierto tiempo. Bebió del champagne que el mozo le ofreció y dejó su abrigo en el respaldo de la silla. Una modelo extranjera se detuvo a hablar con él sobre cosas que no le interesaban en absoluto, pero se obligó a ser amable a pesar de que quería estar encerrado en su recamara, haciendo... nada.

Jaemin sonrió muy a su pesar, pensando en lo bueno que era para ocultar todo lo que estaba sucediendo dentro suyo.

No le gustaba la manera en que una alta morena coqueteaba con su guardaespaldas. Era infantil, lo sabía, pero Jeno estaba allí para cuidarlo a él. ¡Para ver lo lindo que le quedaba esa sombra de ojos! ¡Para admirar lo bien que se había vestido esa noche!

Jaemin estaba malditamente celoso y pensó que no era justo. ¿Por qué diablos él tenía todos estos feos sentimientos coexistiendo y torturándole, mientras su guardaespaldas podía babear por una morena con vestido de coctel?

¡Ni siquiera estaba haciendo bien su trabajo!

Oh...

Los ojos de Jaemin se abrieron en grande y luego se entrecerraron, su pequeña cabecita que ocultaba un gran y malévolo cerebro, pensó en ello de forma ventajosa.

¿Cómo era el dicho?

¿Si Mahoma no va a la montaña, obliga a la montaña a venir hacia Mahoma?

Aunque eso no fuese del todo exacto, a Jaemin le sirvió para ponerse en movimiento.



Jeno se estaba aburriendo como nunca antes en su vida, y de por si su vida no era muy entretenida.

Pero joder, las fiestas de los niños ricos eran más deprimentes que un funeral. Había personas bailando al ritmo de música sosa, con copas delgadas cuyo licor tenía jodidos brillos dentro. Cómo si la maldita brillantina pudiese emborrachar a estos niños...

Sacó el móvil viendo que la enfermera le acababa de avisar sobre el estado de su padre. Jeno no era frío por naturaleza, lo era porque tuvo que aprender a serlo. Fue a sus diecisiete años cuando la enfermedad atacó a su padre y Jeno comenzó a entrar en el hospital cada par de meses. Era una de esas cosas que transformaban el carácter de una persona.

Luego, llegó un trasplanté de corazón que le hizo tener esperanzas. Pero su padre no lo resistió, cada parte de su cuerpo rechazó el órgano nuevo, y, otra vez, entró en la larga lista. Ya iban a ser dos años desde eso y todavía no existía un corazón para él.

Jeno aprendió a hacerse cargo de las cuentas y de las tareas hogareñas. Con veinte años fue aceptado en una buena universidad y consiguió una beca que le ayudaría a lograrlo. Lo malo era que Jeno no tenía el tiempo ni el dinero necesario para estudiar. Por ello se metió en trabajos de todo tipo. Desde las seis de la mañana hasta la media noche Jeno trabajaba en tiendas y restaurantes, por la madrugada dormía sosteniendo la mano de su padre en una incómoda silla del hospital.

Fue la señora Cho, la enfermera favorita de su papá, quien le consiguió este empleo. Y Jeno no podía desaprovecharlo.

En cualquier momento tendría que hacer su servicio militar y estaba desesperado por ello, siempre le había gustado el ejército y no se había enlistado antes porque su padre lo necesitaba aquí.

Ahora estaba rodeado de famosos drogándose con éxtasis y creyéndose más brillantes que las estrellas. Y debía cuidar a ese muchachito consentido que parecía estar disfrutando de este ambiente. A Jeno realmente no le importaría, pero esa era la cosa, Jaemin si le importaba.

Todavía no sabía de qué se trataba, pero todo gran sentimiento comenzaba de esa manera, no siendo más que un confuso enredo. Jeno quería hacerse dueño de una botella de tequila y lograr que su mente se alejase del recuerdo de peligrosos ojos aniñados y piernas apretándose en torno a sus caderas.

Mi trabajo.

Se repitió eso tantas veces que simplemente parecía un efecto placebo. Jeno estaba consciente de que involucrarse con Jaemin significaba perder su empleo, además ni en un millón de años Na Jaemin sería realmente suyo. El chico estaba experimentando y utilizándolo para lograr sus malditas escenas, Jeno lo sabía y no iba a reprocharle eso.

-No pareces estar divirtiéndote- una chica alta se recostó en la barra, observándole con picardía. Sus dedos de uñas esculpidas se aferraron al bíceps de Jeno-. Podríamos irnos de aquí y divertirnos por nuestra cuenta.

-Lo lamento, estoy trabajando- contestó, sin suavizar el tono reacio en su voz, y volvió su mirada a Jaemin-, Joder.

El chico había desaparecido de su vista.

Jeno caminó por entre las personas y vio al cumpleañero enrollándose en el sofá con un joven rapero famoso. Chasqueó la lengua empujando gente y recibiendo insultos. No iba a desesperarse, pero, perder a Na Jaemin era tan malo como enrollarse con él, en ambos casos, él terminaría despedido.

Y realmente estaba preocupándose. El corazón latiéndole en los oídos y... joder.

Empujó la lengua contra el interior de su mejilla y soltó una risa ronca de total furia. Jaemin estaba sentado sobre una mesa, la copa iba a sus labios empalagosos y estos hacia la boca del chico que estaba admirándole como un idiota.

Jeno no podría detener la sangre hirviendo en sus venas, ni aunque pusiese todo su empeño en ello. Él sabía que no tenía derecho a interrumpir, sabía que Jaemin solo se estaba divirtiendo y siendo el adolescente rebelde que no pudo ser. Y no existían cámaras que pudiesen perpetuar ese momento donde el ángel se transformaba en demonio. Pero si existían voces que saldrían de este lugar para inyectar veneno.

Y, además, Jeno estaba celoso.

Estaba celoso porque sabía que cualquiera podía caer ante esa sonrisa.

Estaba celoso porque era consciente de lo bien que la piel de Jaemin olía y de lo placentero que era escucharle decir tu nombre cuando pedía algo. Y Jeno también sabía lo adorable que resultaba verle congelarse cuando recibía un beso.

Por todas esas cosas Jeno estaba celoso y no podía detenerse de ir hacia el chico que disfrutaba de Jaemin. Tomó la muñeca delgada y jaló hacia abajo. Los ojos de Jaemin, con giltter dorado en todas partes, le observaron tormentosos.

-Bájate de ahí, nos vamos.

El demonio le sonrió, entre divertido y perverso.

-Aléjate de mí, es un orden, esclavo.

Jeno contempló la idea de abandonarle a su suerte, porque ese molesto e inmaduro muchacho estaba jugando con fuego, mirándole a él, a un hombre, como si deseara que lo sujetase frente a todas esas personas. Y ni siquiera se daba cuenta de que lo tenía escrito por toda la cara. Por eso le tomó de la cadera y lo bajó de la mesa, arrastrándole entre las personas, sintiéndole demasiado cerca, mientras la voz gruesa le llamaba incompetente bastardo y otras cosas que no podía escuchar.

Cansado de las protestas volteó y se miraron por exactamente un segundo entre tanta gente. Entonces Jeno lo levantó colgándolo en su hombro, y era jodidamente pesado, pero apretó los dientes y avanzó hacia la salida.

-¡Suéltame, déjame ahora!

La fría noche les golpeó en cuanto atravesaron el estacionamiento. Estaban solos allí, era el perfecto escenario para un asesinato y por los gritos de Jaemin parecía que eso estaba sucediendo. Jeno le dejó en el piso y abrió la puerta de la limusina.

-Entra- exigió.

Jaemin frunció el ceño mientras se arreglaba la ropa arrugada.

-¡Cómo te atreves a hacerme eso frente a todos! -gritó, su voz quebrándose por la aceleración de su corazón. -Tú... tonto...

Jeno tomó su muñeca, pero Jaemin se soltó.

-Se acabó la fiesta, muévete.

Cruzándose de brazos, el menor disparó dagas a través de sus ojos.

-Ja... Mírate actuando como si hicieses tu trabajo- una sonrisa desdeñosa cruzó su bonito rostro. -Mi vida no estaba en peligro, ¿Por qué lo hiciste?

Jeno apretó el borde de la puerta.

-Entra al maldito auto.

Era atractivo, Jaemin no podía negar eso, sobre todo cuando el traje le hacía lucir maduro y él quería jugar con esa corbata.

-¿Es una orden? -preguntó, dando un paso más cerca.

-Lo es.

Hacía más de una semana que no se tocaban y la tensión viajaba entre ellos como una corriente eléctrica que les mantenía conscientes del otro.

-Admite que estás celoso.

Los ojos almendrados brillaron con todas las malas intenciones.

Jeno sonrió sin gracia.

-Gracioso, entra de una maldita vez.

-¿Qué te molestó más? El hecho de no poder ser quien me tocase o que ese chico pudiese meter su lengua en mi garganta- Jaemin disfrutó ver las venas de Jeno saltar y dio un paso más cerca, hasta que sus pechos se rozaban cada vez que respiraban-. Debo admitir que se sintió bien, sobre todo cuando tocó mi cuello, Dios, fue como...

La boca de Jeno se empujó contra la suya y lo arrastró hasta la columna del estacionamiento. Ambos respiraron el aliento del otro, maldiciéndose entre ellos y rozándose de todas las maneras posibles.

Había algo sinestro latiento allí, algo peligroso dentro de sus pulsos que corrían desenfrenados.

La necesidad era palpable, casi podían tocarla con sus dedos, pero estaban muy ocupados tocándose entre ellos. Jaemin jadeó con la forma en que Jeno le sujetó con firmeza separando sus piernas con su rodilla y rozando su entrepierna. Y Jeno estaba desquiciándose por las manos frías que sujetaron su corbata y le prohibieron romper el beso.

Fue cuando se dieron cuenta de que lo anisaban demasiado, de que solo había sido una semana, pero habían acumulado tantos sentimientos que comenzaban a estallar en ese momento.

Jaemin le sujetó el rostro y llamó su nombre, pero Jeno estaba en todas partes, besándole en la boca y luego en la mandíbula.

-Jeno...- dijo, alejándolo solo un poco de sí.

Jeno le miraba con atención, pero no estaba realmente allí, se había perdido en el aroma de Jaemin y en lo que se sentía volver a tocarle.

Entonces los rosadas labios se volvieron a abrir y de estos escapó una sola palabra.

-Fóllame.

Jeno respiró fuego, sus dedos deslizándose hasta el cuello de Jaemin y apretando para sentir el pulso corriendo bajo sus yemas. Y el famoso actor que lucía perfecto entre la pared y su cuerpo, volvió a condenarle con un par de palabras.

-Quiero que lo hagas...

-Quiero hacerlo- pronunció en voz baja, apoyando la cabeza en el hombro delgado. Cerró sus ojos con extrema fuerza hasta ver luciérnagas en sus párpados-, pero no es una buena idea...

-Imbécil... tienes que obedecerme, siempre.

Jaemin tomó el rostro nuevamente entre sus manos, besándole despacio, empujando su lengua entre los labios de su guardaespaldas. Él no era un buen besador, pero le gustaba la sensación de ser quien tomase la ventaja. Le gustaba sentir a Jeno presionarse por más contacto y el cómo le envolvía por la cintura, guardándole entre sus brazos y llevándole hacia la limusina.

Jaemin no podía procesarlo del todo, solo sintió su cuerpo ir hacia abajo y al abrir los ojos se encontró encima de Jeno, ambos recostados en el largo asiento de cuero negro.

-Siéntate- jadeó.

Los ojos de Jaemin brillaban en la oscuridad. Las luces del estacionamiento apenas podían colarse por las ventanas paralizadas y eso les dejaba solos, el uno con el otro, con demasiada ropa que comenzaba a ser molesta.

Jeno lo hizo. Se sentó, apoyándose contra el respaldo y bajando sus pies, entonces Jaemin se trepó a horcajadas encima de él.

Era más alto ahora y le fascinaban los labios que rozaban su barbilla, repasando la aspereza de su piel en esa zona.

Jaemin, quien siempre estuvo ahogado en confusiones, nunca se había sentido más seguro de algo.

Quería ser sepultado por la marea, quería la arena caliente y la electricidad de la tormenta.

Comenzó a moverse sobre la erección apretada contra su trasero, era desquiciantemente excitante, tanto que le obligaba a erguir la espalda. Era solo un leve movimiento, hacia adelante y luego hacia atrás, pero cada vez que su propio miembro chocaba contra la bragueta de Jeno, Jaemin sentía estallar las mil emociones que le recorrían el cuerpo.

Se encontraba encendido, consciente de las pupilas dilatadas que le observaban ruborizarse y ser un desastre. Consciente de las manos que se colaron por entre la ropa que usaba y que vagaban con libertad por la extensión de su espalda, esas mismas manos lograban erizarle, le hacían delirar y las quería en todas partes.

Creyó que podría dedicarles su insomnio a noches como estas. Noches en las que se sentía fuera de su cuerpo y en otra dimensión desconocida.

Entonces Jeno le quitó el molesto buzo. Recorrió con su boca abierta la clavícula de Jaemin, humedeció el pezón rosado, estirándolo con sus dientes antes de volver a besar la piel salada de su cuello.

Jaemin también quería deshacerse de la ropa, comenzó por la maldita corbata, igual a la que aún conservaba en su penthouse, la cual no había querido devolver. El saco fue más fácil de quitar que la camisa, a la que abrió botón por botón con dedos desesperados, hasta que Jeno detuvo sus manos y las alejó de sí mismo.

-Solo espera...- rogó, jalando el cabello de Jaemin para que echase la cabeza hacia atrás y le dejase besar, chupar y masacrar su cuello.

Sabía que Jaemin tenía una filmación en la mañana, y no le importaba, en realidad, deseaba ver al joven actor desesperado por cubrir las marcas con maquillaje.

Y luego todo se volvió más caótico porque Jeno lo levantó tan solo un poco para desprenderse los pantalones y dejar su miembro expuesto. Jaemin se sintió avergonzado, casi un tonto por sentirse tan necesitado. Quiso tocarlo también, mientras Jeno le bajaba los jeans claros y maldecía al verlos enredarse en sus tobillos.

La sonrisa de Jaemin comenzó crecer, hasta que la garganta se abrió y la suave risa salió como un resoplido, porque ver a Jeno frustrado era divertido. Pero la risa acabó por la forma en que Jeno le sujetó y lo estampó contra el frío cuero.

-Te ves bien- murmuró Jeno, con una mueca ladeada.

-¿Vas a joderme o no?

Jeno respiró hondo. -Abre la boca.

cuando los labios de Jaemin se despegaron dos dedos se introdujeron en ella, reposando contra su lengua. Jaemin le apretó la muñeca con ambas manos y gimió cuando los nudillos tocaron su paladar.

-Joder... voy a arruinarte.

La mirada de Jaemin reveló rebeldía. Jeno se burló quitando los dedos de su bonita boca y suplantándolos por su cálida lengua.

Los ojos marrones viraron hacia atrás con los dedos que se metieron lentamente en su interior, comenzando a moverse en una lenta tortura, primero rozándole y luego penetrando profundo, hasta tocar algo con las yemas que punzaban por todas partes. Ardía, quemaba, hizo sollozar a Jaemin.

Era una sensación que le nublaba la mente y que no le dejaba ver con claridad. Estaba delirando en el asiento trasero de una limusina, rodeado de vidrios empañados gracias a ambas respiraciones aceleradas.

Anheló hacer sentir a su guardaespaldas igual de perdido. Buscó la manera de resbalar las manos desde los hombros fornidos hasta la camisa que rozaba su abdomen, llegando al miembro erecto que se sintió grueso y caliente entre sus manos.

Incluso su nariz estaba enrojecida y los dientes expuestos durante sus jadeos. Miró a los ojos oscuros, rogando algo... sin siquiera saber muy bien qué. Jeno se sintió como un maldito bastardo por querer hundirse duro en el bonito chico a su disposición.

Era Na Jaemin y era inalcanzable.

Jeno sentía que se estaba por follar una jodida mina de oro y aunque ese pensamiento no le supo bien, en el fondo estaba consciente de que este muchacho tenía el poder para destruir a cualquiera sobre la tierra, y que lo haría sin escrúpulos. Porque su inocencia terminaba donde comenzaba su orgullo y vanidad.

Era horrible, malcriado y molesto como ningún otro. Pero Jeno le ansiaba más que a nada en este instante. Le enloquecía desde el cerebro hasta las puntas de los pies.

Las piernas blancas se abrieron para él y fue cuando Jeno empujó las rodillas rosadas hacia arriba. Llegó a su boca para besarle mientras se abría paso en el pequeño lugar caliente que Jaemin poseía.

Era húmedo y apretado, le gustaba sentir como Jaemin se ajustaba a él con desesperación. Le fascinaba la manera en que el cuello largo se estiraba dejando una obra de arte en exposición, formada por lunares y venas que oscilaban entre verdes y azules sobre un lienzo sonrojado.

La primera embestida causó una explosión de sensaciones en Jaemin, haciéndole retorcerse y gemir con lágrimas que borroneaban el delineador y embadurnaban la sombra dorada en sus pómulos.

Era el desastre más hermoso que Jeno había sudo capaz de realizar.

La segunda lo llevó a delirar y le obligó a pedir más o moriría en ese lugar.

-Jeno...- masculló, las palabras enredadas en su lengua, sus dedos se torcieron alrededor del cabello oscuro. -Jen... Jeno...

Era un beso lento y desprolijo el que compartieron, que se cortaba cuando sus labios resbalaban por el movimiento de sus cuerpos meciéndose sobre el cuero.

Jeno acarició con la punta de su nariz la piel a su disposición, hasta que las articulaciones adoloridas de Jaemin comenzaron a aliviarse. El oxígeno se cortó y la presión escaló hasta que los ojos de Jaemin se abrieron con espanto. Jeno estrujó la carne de los muslos dorados, viajando por las caderas estrechas hasta rodear el cuello esbelto con una de sus manos.

La boca de Jaemin fue un cementerio donde sus lágrimas fueron a morir cuando el placer le hizo retorcer su rostro contra el respaldo del asiento. Los dedos regordetes decorados con anillos finos apretaron la espalda de Jeno con osadía. Jaemin gimió mientras sentía en su interior le movimiento constante e irregular que le incendiaba por dentro, evocando un placer tan intenso como nunca antes en su vida.

Se acarició a sí mismo, viéndose como un ángel traído del infierno bajo la atenta mirada de Jeno. Hasta que las olas llegaron a la playa y la marea le revolcó en un mar hecho de sal. Apretó las piernas, arrugó los dedos de los pies y estrujó lo que llenaba su interior. Entonces el éxtasis le golpeó y sus extremidades se aflojaron como las de un títere al que le han cortado las cuerdas.

Fue utilizado una y otra vez, los jadeos roncos de Jeno resonaron por todo su cuerpo.

Luego, el semen caliente resbaló por sus mulsos y él fue besado con pereza.

Se dio cuenta, mientras su agujero era limpiado y su respiración se acompasaba, que era la primera vez en su vida en la que no había interpretado un papel.

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