La pasión de Sofía

By AyshaClark

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La famosa fotógrafa Sofía Rodríguez creía tener todo en la vida: casada desde los 20 con su novio de toda la... More

primeros capítulos
tres capítulos más
otros 3 más
los últimos por ahora... hay más en proceso ;)
5 capítulos calentitos...

un pequeño adelanto...

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By AyshaClark

CAPÍTULO DECIMOSEXTO
 

Esa noche no pudo dormir. No se sentía mal por lo que había pasado, más bien al contrario; sólo deseaba volver a verlo y pasar unos días con él sin miedo a ver a alguien conocido.

Su marido no había puesto pegas, más bien parecía contento de su marcha, aunque prefirió no pensar en eso; sólo podía pensar en la boca de Alberto, en sus manos recorriendo sus curvas, en la forma de llevarla al placer como nunca Jaime lo había logrado. 

La mañana amaneció soleada, perfecta para viajar. Se levantó antes de que sonase el despertador, dolorida en ciertas partes pero deseando volver a repetir; ese día lo tenían libre y no le cupo la menor duda de que no saldrían de la suite en muchas horas. Después de una ducha relajante se enfundó unos leggings negros imitando al cuero, un blusón rojo ajustado y unos botines color camel de tacón pequeño. Se recogió el pelo en una larga cola de caballo y dejó las maletas en la entrada, a la espera del WhatsApp de Alberto para salir.


Alberto durmió toda la noche seguida, feliz y con ganas de pasar esos dos días con la mujer a la que amaba más que a nadie en el mundo. No veía la hora de volver a tenerla entre sus brazos y oírla gemir de esa forma que lo volvía tan loco que podría correrse sólo con sus gemidos. Debía de dejar de pensar en eso o tendría una erección de caballo constante, y lo que menos le apetecía era tener que masturbarse; prefería que fuera ella quien lo aliviara con su cuerpo.


Salió con tiempo más que suficiente, a esas horas el tráfico podía llegar a ser espantoso, llegando a la casa con 15 minutos de adelanto. "Buenos días preciosa, estoy en la puerta con un taxi. ¿Estás lista ya?".


Oyó el móvil mientras terminaba de maquillarse, sonriendo al ver que había llegado tan pronto; eso significaba que estaba tan ansioso como ella. Despidiéndose de su hija que en ese momento se levantaba y dejándole 200 euros para ese fin de semana salió con la maleta, una rebeca y el bolso de mano, haciendo malabares para cerrar la puerta. El corazón le dio un vuelco al ver salir a Alberto en su ayuda; estaba guapísimo con unos vaqueros y una chupa de cuero y una pinta de malvado que la hizo temblar de arriba abajo, completamente excitada.

 - Buenos días preciosa - se inclinó sobre ella dándole un suave beso en la mejilla, muy cerca de su boca, con una mano en su cadera para pegarla a él - ¿Has dormido bien?


Le devolvió el beso, deseando estar en otro lugar para volver a probar esos labios sin miedo a que les vieran su marido o Alicia - Algo dolorida pero feliz - susurró mirándolo con una sonrisa traviesa - ¿Y tú?

Se acercó a su oído, rozando sus labios por la zona del cuello, sintiendo su temblor - Deseando volver a tenerte entre mis brazos - subió sus labios por el borde de la oreja, sacando sólo la punta de la lengua - Vamos antes de que te arranque la ropa y te folle contra la puerta de tu casa.


Sólo con esas palabras estuvo a punto de provocar que Sofía se corriera ahí mismo. Sonrió como pudo y subió al taxi aún con la piel de gallina, deseando llegar al hotel pronto

Pasaron el trayecto con el brazo de él sobre sus hombros y con su espalda pegada a parte de su torso deseando estar solos para dar rienda suelta a su pasión. 


Bajaron del taxi separados, podrían encontrarse con alguien conocido y eso eralo que menos quería ella. Mientras Alberto pagaba, fue a por un carro para las maletas, que él cargó sin dejar de mirarla a los ojos con deseo, mirada que ella le devolvió sin ningún pudor. Entraron dirigiéndose al mostrador donde la azafata facturó sus maletas y les deseaba buen viaje.

- Voy a por algo de lectura - dijo Sofía mientras caminaban - ¿Me esperas aquí o vienes conmigo?


Se acercó un poco más a ella aprovechando un rinconcito escondido entre la pared y la puerta de la tienda. Apoyándola en la pared, empezó a besarla como llevaba deseando desde que la vio media hora atrás, bajando la mano a su nalga, notando la humedad entre sus piernas y pegándola a su erección.


Subió la mano a su pelo llevándolo más a su boca, dejándose llevar en ese beso tórrido, deseando estar en otro lado para calmar el ansia que tenían. Notaba su polla completamente dura a través del pantalón haciéndola gemir al pensar en tenerla dentro de ella - No gimas así cariño... - oyó su susurro mientras la pegaba aún más - no gimas así o no podré controlarme más tiempo.


Se separaron jadeantes, con los labios hinchados del beso, con una sonrisa de oreja a oreja - Te espero aquí fuera, no me tardes mucho ¿vale? - besó y mordisqueó el hueco entre el cuello y el hombro antes de separarse de ella con un suspiro, provocando que gimiera en su oído.

Entró en la tienda sin mirarlo, sonriendo como una boba al pensar en el beso. Cogió un par de revistas del corazón que tanto le gustaban y salió a los pocos minutos, viéndolo esperando en la cola de control de seguridad - ¿Qué hace usted aquí tan solo, caballero? 


La miró algo más calmado, a punto estuvo de meterla en los baños y empotrarla contra la pared hasta que se corriera gritando su nombre una y otra vez; eso lo dejaría para cuando estuvieran en la suite - Esperando a una bella dama que me está volviendo loco - susurró en su oído - no veo la hora de estar solos...


Subió la mirada con una sonrisa mientras dejaba sus cosas en la bandeja - No sea ansioso que ella estará igual que usted.


- ¿Ah sí? ¿Usted cree?.


- Ni se lo imagina caballero - pasó delante suya contoneando las caderas, sintiendo su mirada puesta en el trasero - ¿Vamos?


- Sigue moviéndote así y te meto en el baño - pegó su espalda en el torso y su erección a las nalgas, notando cómo se frotaba apenas por ella - Para Sofi...


Estaba completamente mojada, tendría que tirar el culotte que se había puesto. Giró la cara quedando a escasos centímetros de sus labios - Ya le dije que no era usted el único ansioso señor López - lo miró traviesa mientras se separaba y pasaba el control descalza; no dejaban que nadie tuviera ningún tipo de botas en esos momentos.


Pasó el control detrás de ella, viendo su perfecto cuerpo, recordando cada centímetro que había descubierto y los que quedaban aún. Se acercó donde estaba calzándose, justo delante de la puerta de embarque - ¿Compraste algo interesante que yo también pueda leer? - se sentó pegado a ella, a esas horas no había mucha gente en el aeropuerto, lo que más trabajadores.


- No creo que seas de los que lean la prensa rosa ¿no? - al ver su cara de susto se echó a reír - Normalmente siempre leo libros pero en un trayecto tan corto no merece la pena, así que cotilleo.


- ¿Qué clase de libros te gustan leer? - al ver cómo se ponía colorada lo supo sin necesidad de decírselo - No me digas que te gustan esos que están tan de moda ahora...


Notó el calor de sus mejillas y se encendió aún más - Me encanta ese tipo de libros, no sólo es sexo, también tienen sus historias. ¿Has leído alguno?.


- Qué va, apenas tengo tiempo de leer el periódico imagínate un libro - se acercó un poco más hasta quedar piel con piel. Acarició su brazo con la yema de los dedos con suavidad - Y lo de leer esas cosas... Prefiero practicarlas con una preciosa pelirroja, si ella se deja claro.


Se miraron unos segundos, Sofía tragando saliva al imaginarse a merced de él. - ¿Qué clase de cosas practicarías?.


- Lo primero que haría sería desnudarte poco a poco - pasó un dedo entre sus pechos por encima de la blusa, bajando la boca a su oído - Después te vendaría los ojos mientras te ato a la cama con las piernas totalmente separadas, dejando a la vista ese coño tan perfecto que tienes y que sería sólo mío. Lo lamería y besaría hasta sentir cómo te corres tantas veces que se te olvide tu nombre, antes de follarte como nadie lo ha hecho ni hará nunca.


Su dedo bajó hasta rozar su hinchado clítoris mientras su boca lamía su cuello. Gimió de gusto al imaginarlo, al borde de correrse salvajemente - Ésa es mi mayor fantasía - susurró entrecortadamente, arqueando apenas su cuerpo - sentirme a merced de ti.


La miró asombrado, esa mujer estaba pidiéndole que la dominara y él no podía pensar en otra cosa sino en hacerlo - ¿Por mí? - al ver cómo asentía sonrió - ¿Alguna vez te han hecho algo parecido?


- Nunca... - bajó la mirada avergonzada - nunca he querido que nadie lo hiciera hasta que nos imaginé como protagonistas de una novela que estoy leyendo.


Levantó su cara con dos dedos mirándola y acariciando esos labios que adoraba besar - ¿Nos imaginaste? - bajó de nuevo su boca al oído susurrando - Quiero que me cuentes qué hiciste después de imaginarnos.


Mirando alrededor con disimulo por si alguien podía oírla, se acercó a él - Después de leer escenas dignas de películas X y pensar en ti haciéndome todo eso, dejé el libro a un lado y bueno... me alivié - el color de sus mejillas ya era casi púrpura de la vergüenza que sentía.


- No te avergüences cariño - pasó los nudillos por las dos mejillas acercándose a besarla con suavidad - ¿Me enseñarás cómo te aliviaste? Estoy deseando verlo con mis propios ojos.


Asintió siguiendo el beso, hasta que oyó cómo llamaban para embarcar - Tenemos que irnos ya - se levantó con un suspiro, más ansiosa que nunca.


Entraron de los primeros en el avión, al ser un vuelo tan corto no habría más de 60 plazas sin enumerar. Se sentaron detrás de todo, deseando ser los primeros en bajar y llegar lo antes posible. Se quitó la cazadora de cuero mirando cómo entreabría los labios al ver sus músculos marcados en la camisa blanca. Se sentó a su lado poniéndose el cinto de seguridad - ¿Preparada? Ya queda menos para cumplir nuestro sueño.


Sonrió volviendo en sí después de imaginarse lamiendo y mordiendo cada uno de los músculos - Más que preparada lo que estoy es nerviosa - miró la hora mientras apagaba su iPhone después de mandarle un WhatsApp a su hija - mañana a esta hora estaremos casi yéndonos al aeropuerto a por él.


Pasó el brazo por sus hombros atrayéndola hacia sí - Hoy pronto a la cama ¿eh? - su sonrisa fue pícara sabiendo que no saldrían de ella desde que llegaran.


- Como niños buenos ¿no? Aunque tú de bueno más bien poco - rieron juntos mientras el avión despegaba - ¿Ya tienes pensado dónde me vas a llevar esta noche?


- Conozco un italiano buenísimo que seguro te encantará - la atrajo más hacia sí mientras la veía sacar una de las revistas - llamaré para reservar nada más llegar porque sino después estaré tan ocupado que se me olvidará.


- ¿Y en qué estarás tan ocupado? Hasta mañana no trabajamos - sonrió pícara mientras pasaba páginas.


- En darte tanto placer que me suplicarás que pare - ladeó su cara, buscando sus labios, susurrando antes de besarla - pero cuanto más supliques más te daré mientras te tengo atada.


Se besaron con auténtico deseo, como si fuera la primera vez gimiendo en la boca del otro mientras sus lenguas luchaban feroces. Con disimulo miró hacia las azafatas, comprobando que estaban ocupadas en otras cosas y tapó con su cazadora las piernas de Sofía - Te voy a dar un adelanto de lo que te espera cuando lleguemos al hotel - susurró bajando su boca con disimulo hacia sus pezones por encima de la blusa, mordiendo y lamiendo con suavidad - pero tienes que ser silenciosa, no querrás que se entere todo el mundo ¿no?. Haz que lees la revista mientras.


Se mordió el labio intentando concentrarse para no gemir mientras sentía los dedos de Alberto frotar la tela de su culotte; el clítoris respondió hinchándose aún más bajo sus caricias. Le iba a costar mucho no gritar cuando se corriera, pero sabía que si lo hacía traería graves consecuencias - ¿Has visto cómo estoy por tu culpa? - gimió en un susurro, notando dos dedos entrar en sus encharcados labios - así llevo demasiados días...


Cogió su mano y la colocó sobre su gran erección, que a punto estaba de reventar la tela de los vaqueros - Mira cómo me tienes tú a mí a todas horas - al sentir cómo bajaba su cremallera la paró - aún no cariño, disfruta tú primero y después es toda tuya.


Empezó a meter y sacar los dedos con suavidad, colando un tercero mientras la palma de la mano frotaba su más que necesitado clítoris. Agarró el antebrazo mordiendo más fuerte el labio, ahogando a duras penas los gemidos de placer - Dios Alberto... - susurró mirándolo muerta de placer - así mismo me lo hice pensando en ti...


Incrementó el movimiento, clavando los dedos hasta lo más adentro que podía - Si estuviéramos solos o en otro lugar más cómodo te follaría como un salvaje ahora mismo - esas palabras provocaron un derramamiento de placer por sus dedos - ¿Éso quieres Sofi? ¿Que sea salvaje?.


Asintió cerrando los ojos, arqueada y levantando un poco las caderas; estaba a punto de acabar con un orgasmo de órdago - No puedo más Alberto... - notó el sabor de la sangre de tanto morderse el labio.


Arqueó los dedos sintiendo ese nudo de placer, frotándolo con la yema de los dedos por dentro y la palma por fuera. La contracción fue bestial, un chorro de líquido cayó por sus dedos mientras la veía temblar entre espasmos violentos - Dios nena, cada vez me gusta más ver cómo te corres joder... - la besó ahogando el grito que se le escapó al frotar aún más fuerte, prolongando su orgasmo - Espero oír más como éste cuando lleguemos.


Abrió los ojos temblando de arriba abajo, mirándolo jadeante mientras sacaba sus dedos. Al ver cómo iba a chuparlos, le cogió la mano y los acercó a la boca sin dejar de mirarle - Tengo que practicar una cosa que llevo años sin hacer - lamió uno a uno los dedos antes de meterlos y empezar a chuparlos, deleitándose en su sabor. - ¿Me dejarás ahora ver a una amiga mía?


La agarró por el pelo tirando apenas de él, acercando su boca a la oreja - Si chupas igual de bien mi verga, no duraré mucho - mordió su oreja volviendo a llevar la mano a su paquete, tapándose ahora él - toda tuya.


Bajó la cremallera aún con los dedos en la boca, deseando tener su dureza entre los dedos; salió disparada, dura como una roca y mojada en la punta. Acarició con el pulgar la gota de líquido preseminal y la lamió con la mirada puesta en la de Alberto, oscura de deseo. La agarró con dos dedos apoyando su cabeza en su hombro, empezando a masturbarle con suavidad; sintió la mano de él subiendo su cabeza para fundirse en un beso largo, que a duras penas callaba los gemidos de ambos.


Subía y bajaba la mano cada vez más rápido, quedaban menos de 10 minutos para el aterrizaje y quería darle tanto placer como se lo había dado él. El beso subió de intensidad, al mismo tiempo que los gemidos de Alberto, que se estaba muriendo de gusto y se notaba al borde mismo de un placer bestial - Sofía... - susurró separándose apenas de sus labios mientras ella iba más rapido apretando con fuerza la mano - ¡¡Joder nena!!


Empezó a correrse en su mano entre gemidos ahogados en su cuello, mordiendo la blusa para no gritar. Chorros calientes y espesos llenaron los dedos y la palma, pero no le importó; sabía que en poco rato éstos irían directos a su garganta. Separó su mano y lamió cada parte del semen que había caído en ella bajo la atenta mirada de él - Estoy deseando probar más de ésto - gimió relamiéndose - ¿Me darás más?.


Pensó que volvería a correrse sólo con mirar como lamía los restos, entre eso y haber visto cómo chupaba sus dedos lo estaba volviendo cada vez más loco - Todo el que quieras mi amor, sólo tendrás que sacarlo - volvió a besarla antes de colocarse bien la ropa y guardar su aún dura polla.

CAPÍTULO DECIMOSÉPTIMO

A los pocos minutos aterrizaron en el aeropuerto Reina Sofía donde el tiempo acompañaba al igual que en Gran Canaria. Bajaron nada más abrir el avión, agarrados de la mano como una pareja más, dirigiéndose al autobús que los llevaría a la puerta de la terminal, quedándose de pie apoyados en el cristal mientras encendían los móviles, ella para avisar a su familia de que ya había llegado y él para comprobar su correo, con su brazo rodeando la cintura de ella.


Se dirigieron a recoger las maletas que por suerte fueron de las primeras en salir, y salieron rumbo a buscar la agencia de coches de alquiler, donde tenían uno ya reservado para esos días. - ¿Te apetece llevarlo tú? - la atrapó entré el maletero y su cuerpo, con las manos apoyadas en el coche - estoy acostumbrado a la moto y esto de conducir coches no me gusta mucho.


Acarició la cremallera de la cazadora mirándolo, apenas separado de su boca - Mejor, porque yo para indicar el camino soy muy mala.


Bajó una mano por su costado, acariciando su cintura con mimo - Te lo perdono porque en otras cosas eres la mejor - acarició sus labios con los suyos susurrando.


Entreabrió su boca apenas, dejando que su lengua entrara en ella en busca de la suya. Se besaron suavemente, sin prisas, disfrutando de la lucha que tenían dentro de sus bocas. La mano de él se coló por dentro de la blusa rozando su pecho por encima del sujetador, sintiendo su pezón ponerse más duro - Uff vamos de aquí... - susurró Sofía gimiendo al notar cómo jugaba con él y lo pellizcaba.


- Sí, será mejor que nos vayamos porque estoy a punto de subirte al capó y hacerte gritar - se separó después de sacar el pezón y bajar su boca a mamar de él - Me parece que cuando te tenga a mi merced voy a dedicarle mucho tiempo a estos amiguitos...


Gimió al sentir su boca y su lengua, no veía la hora de estar en esa cama; estaba empezando a convertirla en una adicta a su juego y eso le encantaba. Nunca se imaginó que después de 20 años con un sexo más bien soso, descubriría lo que de verdad era el placer.


Se dirigieron al hotel escuchando música y sin apenas hablar, aunque siempre que podían se acariciaban o besaban como dos recién casados en plena luna de miel. Pararon frente a un hotel de lujo, con vistas a una playa privada a la que sólo podían acceder los clientes, Hotel Abama ponía en el cartel que rezaba en la entrada. Un botones recogió sus maletas mientras el aparcacoches lo dejaba en el parking y ellos entraban rodeándose con los brazos. 


- Buenos días, tenemos una suite reservada para este fin de semana - Alberto sacó la documentación que les acreditaba como parte del séquito de Marc Anthony.


La recepcionista comprobó todo en el ordenador mientras ellos miraban a su alrededor, asombrados - Aquí tienen la llave señores, espero que todo esté a su gusto. Mañana pasénse por aquí antes de ir al aeropuerto y les entregaremos el resto de llaves. 


Se encaminaron detrás del botones hacia uno de los ascensores, que a esa hora estaba más que vacío. Se apoyaron en el espejo mirándose sin decir nada, no hacían falta las palabras; podían oír los latidos de sus corazones a mil por hora - ¿Nerviosa? - susurró besando su frente.


Negó sin decir nada, mientras el ascensor paraba en la última planta haciendo que se separaran un poco para poder salir, aunque sin soltarse del brazo.


El botones abrió la puerta dejando las maletas y recogiendo con gran agradecimiento los 50 euros que Alberto le ofrecía mientras Sofía entraba a un gran salón, con varios sillones, mesa con sillas y tele de plasma - Madre mía Alberto... - susurró al sentirlo pegado a su espalda - ésto es más de lo que esperaba...


- Pues espérate a ver más - recordó las fotos que había visto por internet y sabía que aún quedaban sorpresas.


Caminaron hacia una de las puertas que daba a la habitación principal, compuesta de una cama de 2 metros con dosel y cabecero de hierro, perfecta para ser atada tal y como lo había descrito Alberto. Un armario lleno de espejos ocupaba toda la pared, reflejando la cama y los grandes ventanales que daban a una terraza privada. Un escritorio y una tele de plasma pegada a la pared y más pequeña que la del salón completaban la habitación.


- ¿Te gusta cariño? - la miró por uno de los espejos besando su cuello. - Es perfecta para todo lo que te pienso hacer.


- Me encanta - susurró con un gemidito al oírlo - y estoy deseando no salir de ella.


- Primero vamos a ver el resto y a deshacer las maletas mientras llamo al restaurante ¿vale? Así no tendremos que preocuparnos por nada más que en nosotros.


Sonrió apartándose camino a una puerta que supuso que daría a un baño, pero nada la hubiera preparado para lo que vio : Una bañera ocupaba una pared completa pareciendo casi una piscina, tanto de larga como de ancha; frente a ella se encontraba una ducha de hidromasaje de último modelo al lado del WC y el lavamos bajo un espejo redondo que ocupaba media pared.


Salió de allí asombrada, podría pasarse horas metida en ese baño y no se cansaría nunca. La segunda habitación era una copia de la anterior pero más pequeña, al igual que el baño diferenciándose en que éste no tenía bañera - ¿Qué te parece si dejo mi ropa aquí al menos la de esta noche? - se acercó a él mirándolo pícara - Así no ves nada hasta que me la ponga.


- ¿No me vas a dejar bañarme contigo después? - la atrajo a su cuerpo rodeando la cintura con sus manos, mirándola fijamente - Esa bañera es demasiado grande para mí sólo...


Sonrió pasando sus manos por su torso hacia arriba - ¿Me enjabonarás la espalda?

 
- Te enjabonaré el cuerpo entero - bajó la mano hasta su entrepierna acariciándola por encima del legging provocando sus gemidos - sobre todo por aquí, que lo tendrás muy sucio...


- Mejor voy a colocar la ropa - susurró separándose a duras penas de su mano - vete a por la reserva del hotel anda que si no al final no iremos.

Se metió en la habitación pequeña dejando la ropa en el armario, había decidido coger ésa para cambiarse sobre todo esa noche; estaba deseando verle la cara cuando apareciera con el vestido. Salió hacia la terraza que rodeaba la suite, igual de impresionante que el interior: con el suelo de madera, hamacas y un conjunto de mesa y sillas imitando la madera. Las vistas tampoco se quedaban atrás: desde la terraza se podía ver a lo lejos el Teide por un lado y por el otro la inmensidad del océano; podría pasarse horas perdida en sus pensamientos, oyendo el pequeño oleaje que había en la playa privada del hotel. 

Nada más reservar una mesa para esa noche y colocar la ropa en el armario, salió en busca de Sofía encontrándola apoyada en la terraza con los ojos cerrados. Se acercó a ella apoyando las manos en sus lados - Otro euro por tus pensamientos - susurró besando su cuello - vaya vistas ¿eh?. Tenemos que ir a esa playita juntos.

Sonrió al oírlo, girando un poco la cara y apoyándose en su espalda - Es un lujo estar aquí - sintió la yema de los dedos subiendo por sus brazos - Me quedaría aquí para siempre...

- El lujo es estar aquí contigo cariño - bajó la boca a besarla, bajando las manos por su torso despacio, rodeando los pezones con los dedos por encima de la blusa poniéndolos completamente duros - Ven, vayamos  dentro...

Caminaron entre besos, desnudándose poco a poco dejando la ropa esparcida por el suelo de la suite, quedándose ella con el culotte negro de encaje y él con un bóxer que apenas tapaba la erección que tenía.

La tumbó boca arriba sin soltar su boca, acariciando su cuerpo con los dedos sintiendo sus estremecimientos - No te muevas que ahora vengo - se miraron unos segundos sin decir nada - ¿Confías en mí?.

Asintió con una sonrisa - Ahora mismo soy toda tuya. Haz conmigo lo que quieras.

Suspiró al oírla, levantándose antes de perder el poco control que le quedaba; primero quería verla disfrutar. Se acercó a su maleta dándole la espalda cogiendo 4 pañuelos que había llevado junto con un antifaz negro. - Extiende los brazos por encima de tu cabeza y cierra los ojos - su tono de voz no admitía réplicas de ningún tipo.

Lo sintió acomodarse entre sus piernas, pasando algo que supuso un pañuelo por su brazo, acariciándola antes de atar la mano al poste derecho, repitiendo la misma operación con la otra hasta estar bien sujeta - ¿Estás bien cariño? - oyó su susurro a la vez que le ponía algo tapando los ojos; asintió con una sonrisa - Así me gusta, buena chica.

Se colocó de rodillas entre sus piernas, bajando los dedos por su contorno y dibujando con yema de los dedos el arco de sus pechos. Se inclinó sobre ellos mientras los acariciaba con los pulgares, empezando a dibujar con la punta de la lengua el dibujo de la aureola izquierda mientras su pulgar hacía lo mismo con la derecha.

Sofía pensaba que se podía morir de gusto en ese momento, no podía dejar de jadear y arquear su torso. Sintió la lengua bajar a su pezón y hacer círculos sobre él a la vez que su dedo hacía lo propio con el otro - Alberto... - gimió muy bajito a la vez que notaba su paquete pegarse a su entrepierna, empezando a frotarse con suavidad - Dios...

Sonrió al verla tan entregada y sólo era el comienzo de lo que le esperaba. Rodeó el pezón con la lengua y lo metió entre sus labios mientras sus dedos apresaban el otro, oyendo sus gemidos. Empezó a mamar uno y oto, jugando con los dedos y alternando con la lengua y los dientes, sin dejar de frotar cada vez más rápido su completamente tieso pene contra su entrepierna; podía sentir la humedad y el calor que emanaban a través de las telas. La sentía al borde del orgasmo y aunque estaba como loco por verla gritar, lo quería en su boca - Aún no voy a dejar que te corras - susurró bajando la boca por su abdomen y rozando el clítoris a través de la tela con la lengua - Joder Sofi, qué rico sabes nena.

- Y aún no has probado bien - compuso una sonrisa traviesa que lo volvió loco - Ya sabes, todo tuyo...

Bajó despacio el culotte, besando el depilado monte de Venus, viendo cómo le sobresalía el clítoris de tan hinchado cómo estaba. Besó sus piernas mientras deslizaba la tela antes de atarlas a los postes dejándola completamente abierta; para rematar la faena colocó un cojín bajo su trasero, levantándola un poco.

- Madre mía cariño... -susurró con un gemido - podría correrme sólo con mirarte.

- Y yo podría correrme sólo con tus palabras - y tanto que sí, nunca se había sentido tan deseada como hasta ahora.

Pasó un dedo por toda la rajita, introduciéndolo poco a poco mientras iba acercando su boca al tan ansiado botoncito. Lo atrapó con la lengua rodeándolo y metiéndolo en la boca a la vez que un segundo dedo se unía al otro y empezaba a mamar como hizo con los pezones. Los dedos entraban y salían veloces, oyéndose un chapoteo mezclados con los gemidos más dulces y excitantes que había oído nunca - Córrete cuando quieras Sofi - un tercer dedo se unió, a mayor velocidad aún mientras no dejaba de lamer y chupar el clítoris. La contracción que envolvió sus dedos no dejaba lugar a dudas.

Sintió el placer subir desde la punta de los dedos de los pies, agarrando más fuerte aún sus ataduras. El tirón de los dientes de él a su clítoris fue el detonante de un placer bestial - ¡¡¡Albertoooooooooo!!! - al grito le siguió un chorro por los dedos de él - Así, así ¡¡¡Dioooooooossss!!!.

Sacó los dedos rápido, metiendo la lengua y lamiendo con rapidez y ansiedad, frotando con furia la palma de la mano por su más que hinchado y palipitante botón provocando un segundo orgasmo aún más devastador que el anterior.

Se dejó caer gimiendo y temblando, sintiendo cómo Alberto subía por su cuerpo con la lengua, quitándole el antifaz y lanzándose a besarla con ansia. Probó de sus labios su propio sabor, algo raro al principio pero no tan asqueroso como pensaba.

La miró separándose de ella, sonriendo como bobos - Quería aguantar más pero me has vuelto completamente loco con tus gritos y tu sabor - se bajó rápido el bóxer dejando salir su polla. Estaba tan dura que con sólo rozarla le dolía - ahora no te voy a vendar, quiero mirarte a los ojos mientras hago que te corras conmigo.

De una embestida lo tuvo dentro, provocando que casi tuviera su tercer orgasmo consecutivo; aguantó a duras penas, mordiéndose el labio con fuerza. En ese momento hubiera dado lo que fuera por poder rodear su cintura con las piernas y moverse a su antojo, pero ella misma lo había pedido así que no le quedaba otra que aguantarse.

La agarró por las caderas, moviéndola a su ritmo sin apartar la mirada. Entraba y salía de ella a un ritmo animal, bajando a besarla con deseo salvaje sintiendo cómo estaban a punto de explotar en dos orgasmos completamente bestiales. - Nena acompáñame en ésto por favor... - susurró gimiendo y embistiéndola furioso.

Se dejaron ir entre gritos, explotando en un placer salvaje, arqueados y temblando mientras él se vaciaba dentro de ella.

- Ufff nunca pensé que ésto de estar así de atada fuera tan placentero - susurró mientras la liberaba y la pegabaa su cuerpo - ha sido increíble Alberto...

La miró con una sonrisa, mientras los tapaba - Vamos a descansar un rato que nos espera una tarde calentita.

Se durmieron abrazados nada más cerrar los ojos, con una sonrisa de felicidad mutua imposible de borrar.

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