El Café Moka de París

By RollitodeSushii

892K 92.6K 39.8K

En serio necesitaba ese empleo. Luego de que mi padre fuera acusado de fraude, no tuve más remedio que huir... More

| • Capítulo 1 • |
GUIAS DE REFERENCIA
| • Capítulo 2 • |
| • Capítulo 3 • |
| • Capítulo 4 • |
| • Capítulo 5 • |
| • Capítulo 6 • |
| • Capítulo 8 • |
| • Capítulo 9 • |
Dra. Kelly Coba Vargas
| • Capítulo 10 • |
| • Capítulo 11 • |
| • Capítulo 12 • |
| • Capítulo 13 • |
| • Capítulo 14 • |
| • Capítulo 15 • |
| • Capítulo 16 • |
| • Capítulo 17 • |
| • Capítulo 18 • |
| • Capitulo 19 • |
| • Capítulo 20 • |
| • Capitulo 21 • |
| • Capítulo 22 • |
| • Capítulo 23 • |
| • Capítulo 24 • |
| • Capítulo 25 • |
| • Capítulo 26 • |
| • Capítulo 27 • |
| • Capitulo 28 • |
| • Capítulo 29 • |
| • Capítulo 30 • |
| • Capítulo 31 • |
| • Capítulo 32 • |
| • Capítulo 33 • |
| • Capítulo 34 • |
| • Capítulo 35 • |
| • Capítulo 36 • |
| • Capítulo 37 • |
| • Capitulo 38 • |
| • Capítulo 39 • |
| • Capítulo 40 • |
| • Capítulo 41 •|
| • Capitulo 42 • |
| • Capítulo 43 • |
| • Capítulo 44 • |
| • Capítulo 45 • |
| • Capítulo 46 • |
~ DANIEL ADACHER ~
| • Capítulo 47 • |
| • Capítulo 48 • |
| • Capítulo 49 • |
| • Capítulo 50 • |
| • Capítulo 51 • |
| • Capítulo 52 • |
| • Capítulo 53 • |
| • Capítulo 54 • |
| • Capítulo 55 • |
| • Capítulo 56 • |
| • Capítulo 57 • |
| • Capítulo 58 • |
| • Capítulo 59 • |
| • Capítulo 60 • |
| • Capítulo 61 • |
| • Capítulo 62 • |
| • Capítulo 63 • |
Capitulo 64
Capítulo 65 + Epílogo

| • Capítulo 7 • |

17.2K 1.8K 621
By RollitodeSushii


Innecesario.

Innecesario era el equivalente a «muy necesario» cuando vivía con Ben. No siempre fue así. Mientras mamá vivía y Ben apenas enviaba algo de dinero para la manutención, solía ser más consciente de todo lo que compraba porque derrochar dinero no era una opción, así que mi «nueva vida» era en realidad como volver a mi antigua vida después de navegar en un crucero por el Caribe del autoengaño y las estafas del hombre que juró cuidarme cuando cumplí dieciocho.

Al pasar los años entendí que Ben no era malo, él y mamá sencillamente no encajaban juntos y mi madre se negaba a aceptar demasiado. Antes de su muerte solo conocía a Ben por videollamadas y algunas visitas clandestinas que organizábamos previas a mi cumpleaños.

—Es necesario —replicó Beca, haciendo un último esfuerzo por ayudarme a entrar en razón.

De acuerdo, era un abrigo hermoso y seguro era un buen refugio bajo esa lluvia torrencial, pero no pertenecía a mi cuerpo, su lugar era detrás del aparador, junto a otros bonitos abrigos que ni de chiste podría pagar ahora.

—Tengo muchos.

—Ninguno es rosa mexicano.

—No sabía que los colores tenían nacionalidad —comenta Kleyton como de pasada, mientras busca con la mirada cualquier punto más interesante que la tienda de ropa frente a nosotros.

—No la tienen. —le respondo antes de volverme a Beca—. ¿Moriré si no lo compro?

—Bueno, tomas inmunosupresores, podrías pescar una neumonía de camino a casa...

—Beca —canturreo.

Ella rueda los ojos y resopla.

—Bien, quizá no sea tan necesario.

—No lo es —concuerdo antes de detectar una sombra en el reflejo del aparador.

Del otro lado de la calle un hombre con un abrigo rojo parece mirarnos directo, pero no puedo saberlo con claridad por la capucha que lleva. En realidad, podría estar viendo hacia cualquier lado, pero mis nervios alterados hacen que todo a mi alrededor parezca una conspiración, una amenaza. Sacudir la cabeza, dejar de darle tanta importancia al mundo alrededor parecía la mejor opción.

—¡Ha! —Beca me señala como si fuera el mejor descubrimiento que ha hecho en años—. ¡Escalofríos! Necesitas un abrigo.

Ruedo los ojos y la acompaño a la tienda. Ella necesita un par de boinas y pantalones; yo preciso un respiro; y Kleyton solo nos hace sombra porque quiere conseguir algo de ropa deportiva en las siguientes tiendas, aunque al lado de nosotras parece más un niño aburrido que se muere por llegar al área de juegos.

Entrar a la tienda no suena como una buena idea. Me he encargado de mantener las miradas lejos de mí por varios meses y el hecho de que el lugar esté vacío en su totalidad, solo consigue que cinco pares de ojos de algunos uniformados aburridos como la goma, nos miren con ilusión.

—¿Estás viéndole el trasero a ese maniquí?

Giro casi tan rápido como Kleyton y dejo en el gancho la chaqueta que estaba mirando. Por la expresión de Beca entiendo que la ha embarrado.

Bueno, ahora seguro que los empleados ven hacia otra parte. Incluso yo quiero meter la cabeza detrás del perchero de muestras.

—Por supuesto que no, cariño, solo tengo ojos para ti —responde con una de sus sonrisas torcidas y Beca resopla.

Habría sido la escena más divertida si el cielo no hubiera crujido tan fuerte. Una de las empleadas maldijo entre dientes cuando su batido cayó sobre un par de zapatos en el aparador por el sobresalto. El clima en los últimos días no estaba en los mejores términos con París.

—Hombres —se queja Beca, echándome un montón de ropa encima para que le ayude.

—Tranquila, es de plástico.

—Pero tiene más cuevas que yo y...

—Yo hablaba de Kleyton.

Beca ríe y, aunque Kleyton parece fastidiado, sé que se esfuerza por no reír también. Tiene un buen sentido del humor, siempre está relajado y nunca se molesta por nuestros malos chistes a sus costillas.

—Al menos pruébate uno —me pide, tomando la ropa de mis manos, dejándome sola frente al probador con un abrigo rojo.

Bueno, supongo que no me hará ningún daño probarme uno, ¿no? Nadie ha muerto por eso.

Así que entro, me lo pruebo y me enamoro. Así de sencillo era convencerme algunas veces.

Lo voy a comprar.

Y me odio por eso.

—Te odio, Beca.

La risa de Beca me llega a través de la pared.

—Sabía que lo comprarías. Lo mereces, Dany, llevas una semana trabajando para una familia cruel y grosera. Tómalo como un respiro.

En eso no se equivocaba. Convivir con los Adacher era como jugar serpientes y escaleras y bajar hasta el inicio siempre que faltaba poco para llegar a la cima. En especial con Dakota.

Era una niña brillante, sus habilidades para percibir cosas que no podía ver todavía me dejaban de piedra, pero su sagacidad para alejar a todo el mundo superaba cualquier dote. Incluso Dan le temía algunas veces y anunciaba cuando era mejor no invadir su zona segura.

Y se lo digo a Beca a través de las delgadas paredes de los probadores, porque parece que estos días soy incapaz de mantener la boca cerrada cuando mencionan a los Adacher. Mi lengua ya corre en automático.

—Bueno, es una suerte que tengas al niño como aliado. Es brillante, solo imagina lo que pudo haber pasado si se te hubiera ido la lengua con Dakota y le hubieras dicho que creías que Daniel Adacher era su padre.

Sí, qué gran error.

Dakota era la desafortunada hermana menor de Daniel Adacher. Y con «desafortunada» no hablo de su ceguera tanto como de la horrible realidad en la que vive siendo hermana de un ceño fruncido con piernas y tomos de educación infantil en la oficina. Su madre había muerto un año atrás y su padre solo quería meterla a un internado para señoritas en Suiza. ¡Señoritas Suizas!, pobre Dakota. Al parecer Daniel fue el único capaz de ver que era una idea de mierda y se había ofrecido a cuidar de Dakota (lo cual, más bien, era mi trabajo ahora) hasta que fuera a la universidad.

La situación se tornaba imposible cuando teníamos en cuenta que Dakota se encargaba de hacer correr a cualquier profesor de braille y luego se encerraba en su habitación. Así jamás volvería a la escuela, pero nadie parecía muy interesado en hacer que eso cambiara.

—Bueno, al menos tienes un poco de paz fuera de casa. En todo caso, no tienes que soportar las mentiras de Ben.

Que no fuera el mejor padre o jefe no significaba que fuera un estafador. Estoy segura de que el cerdo de Bellasario tuvo algo que ver con toda la carpeta de investigación que se abrió contra Ben; sé que el verdadero estafador es Bellasario, no hay otra opción, ¡ese tipo es una rata y todo Italia lo sabe! Una parte de mí entiende que Ben no es del todo inocente, pero también sé que quiere remediarlo, que está buscando la manera de regresar completo ese dinero. Me lo prometió.

De acuerdo, quizás estoy un poco empeñada en encontrarle el lado bueno a todo ese asunto de la estafa, pero solo quiero recuperar mi vida. Nadie murió en el proceso, las familias más ricas de Italia se han quedado sin un par de céntimos, pero sus vidas siguen intactas ¡y Ben juró que iba a remediarlo! Yo creo en él. Debo hacerlo porque es la única esperanza vigente a la que logro aferrarme. No puedo seguir viviendo con miedo. Necesito confiar en que Ben lo arreglará.

Todo es temporal.

Decido que es hora de desviar la conversación hacia tierras menos peligrosas. Discutir con mis amigos es justo lo que no necesito en un momento así.

****

—Entre todas las cosas innecesarias, esto es lo más innecesario del universo —se quejó Dakota mientras dejaba caer el tazón de palomitas sobre la mesa de centro.

El lunes por la mañana empezó cayendo en picada. El pato volvió a llevarse mi zapato, pero esta vez me negué a seguir su juego y me limité a caminar descansa la mitad del día; eso hasta que Daniel Adacher se acercó a la cocina y me ondeó el zapato desde su sitio bajo el marco de la puerta.

—Juro que no entré a tu oficina —le dije mientras tomaba el zapato y ocultaba dentro mi calceta blanca que ahora era café.

—¿Sabes qué es peor que una mentira?

—¿No chuparte los dedos después de comer pato al horno? —sugerí, haciendo hincapié en el «pato», mientras Pacman desfilaba detrás de Adacher.

En serio era un pato pirado.

—Mentir sin evidencia —respondió como si no me hubiera escuchado—. Lo descontaré de tu sueldo.

Lo seguí con la espátula en la mano. Mi salario era más importante que cocinar un buen curry, así que no me importó y fui a por él.

—No rompí nada.

—Rompiste las reglas.

Tomó las llaves de su auto y se dio una última mirada en el espejo para comprobar que todo estaba en orden con él.

—¡No rompí ninguna regla! El pato se llevó mi zapato.

Y como si pudiera entenderme, el pato me graznó con fuerza y lanzó una nueva mordida hacia mi pantorrilla. Supongo la mordida que no estaba destinada a herirme, porque no lo hizo, y si algo he aprendido de ese monstruo con plumas en mi semana de trabajo es, sin duda, que ese pato tiene habilidad y no falla con facilidad.

En cambio, Adacher me miró con incredulidad.

—¿Tienes idea de lo absurdo que suena eso?

Bueno, tenía un punto.

—Tienes cámaras de seguridad...

—Y oficiales que me llamarían si encontraran algo extraño. —Abrió la puerta y salió pitando—. Llegaré tarde, cuando termine tu turno asegúrate de que los chicos estén en la cama.

Y fue todo lo que dijo antes de irse.

Bueno yo no le daría el premio al padre del año, pero conozco bien cómo funciona este mundo. Gracias al cielo nunca tuve que someterme a esa clase de soledad, porque de pequeña tenía a mi madre y no vivía con Ben, pero durante los últimos años había visto a un montón de padres hacer lo mismo con sus hijos; luego terminaban criando a una Sasha Bellasario y ni quién dijera pío porque los traumas de la infancia no son culpa de los hijos. Nunca lo son.

Odio a Sasha Bellasario.

Entonces volvemos a mí, sentada frente al televisor de la Sala Magna, como la llamaban los chicos, con un montón de cobijas en el suelo mientras afuera el cielo seguía rugiendo.

—No es innecesario —me defiendo—. No es posible que sean dos chicos de seis y quince años y jamás hayan visto ninguna película de Marvel.

Café moka, listo; palomitas de maíz, listas; libro de ciencia ficción para cuando me aburra alguna escena, listo.

—Eres consciente de que no puedo ver nada, ¿verdad?

Ruedo los ojos aunque sé que no va a verlo.

—Puedes escuchar la película. Que no vayas a verla no significa que tengas que aislarte.

Al parecer mi comentario no le hace ninguna gracia, porque frunce el ceño a través de las gafas de sol y da media vuelta.

—Me largo.

—Ah, no. —Corro hacia ella y logro traerla de regreso. Ella se sienta a regañadientes, maldice a por lo bajo, pero se aferra al plato de palomitas cuando se lo pongo encima. Quizá tenga algo que ver con la fuerza con la que lo lancé, pero, en todo caso, funciona—. Tú te quedas aquí, esta noche habrá maratón.

—¿Qué te hace pensar que quiero participar en tus frikadas?

—¿Ya viste a Fred el Delicioso? —le pregunto mientras pongo play a la película—. Chris Evans es como diez veces ese chófer.

—¿Chofer? —Dakota frunce el ceño y gira hacia mí—. ¿Fred nuestro chófer?

—¿Hay otro chófer que se llame Fred y que esté así de bueno?

Dan niega mientras maniobra con el panel de selección para la película.

—Ew.

—¡Tiene como treinta!

—Y yo veinticuatro, a mi edad eso es aceptable, ahora cierra la boca, vuelve la cabeza al frente y desarrolla tus sentidos arácnidos. ¡Dan!

Dan actúa rápido y, antes de que Dakota pueda huir, llega para ocupar su sitio junto a su tía y bloquear su intento de escape La envuelve en un fuerte abrazo y, con un sencillo y muy hermoso «por favor», la convence de acompañarnos. Ahora se encuentra atrapada, molesta, pero al menos no correrá a encerrarse a su cueva en esta ocasión.

Es noche de Chris-delicioso-Evans.

Comienzo a describirle a los personajes. Al principio Dakota luce molesta y a punto de arrojarme el tazón de palomitas a la cabeza, pero a la mitad se relaja y hasta parece disfrutar de mis breves intervenciones. Dan se ha quedado maravillado con el papel de Chris Evans (¿alguien puede culparlo?) y ahora parece obsesionado con las películas de Capitán América. Debí suponer que sería su favorito.

Ninguno de los dos deja que todo termine ahí, ambos piden una segunda entrega y luego una tercera, y, aunque Dakota es más reacia a hacerlo, sé que se mueren por saber más acerca de los Vengadores.

Después de los créditos de la segunda película, entramos en una pequeña discusión sobre cada miembro del equipo.

—Tony Stark tiene cerebro —añade Dakota a mi pequeña discusión con el Cerebrito.

Ambos guardamos silencio de repente. Ninguno de los dos esperaba su participación y, por la forma en la que el color le ha subido a la cara, creo que Dakota tampoco.

—Tony Stark es un anciano —digo intentando salvar el momento de convertirse en algo incómodo.

No creo que Stark sea un anciano. En realidad está para chuparse los dedos con mucha hambre, pero es lo primero que me viene a la cabeza ahora que Dakota ha decidido entrar en discusión. No puedo dejar que regrese al silencio tan rápido. Si una pelea amistosa es lo que necesita para volver a convivir con un ser humano, puedo conseguirla.

—Capitán América no es nada sin su escudo.

—Duh, es guapo.

—¡Ese no es un poder! —me acusa Dan, saltando sobre las cobijas como todo un niño de seis. ¡Me siento orgullosa!

En poco tiempo había aprendido que Dan no era como el resto de los chicos a su edad. Daniel tenía un temperamento más reservado, poco expresivo y para nada amistoso. Las personas en la casa solían hablarle como si fuera un adulto más, en consecuencia, el niño se comportara como si fuera su padre. Supe de inmediato que necesitaba tener una infancia normal, tranquila, libre de responsabilidades y con muchos errores de los que aprender. Y nadie podía sacar al niño interior de cada humano, mejor que Capitán América.

—Lo sería si el villano fuera una chica.

—Lo sería si la villana fueras tú —aclara Dakota.

—Yo me rendiría ante...

—Danya, por favor, hay niños presentes...

—No soy un niño...

Y la pelea continúa hasta que nos damos cuenta de que ya nos hemos perdido una cuarta parte de la primera película de Iron Man y tendremos que comenzar desde cero otra vez.

Después de la primera mitad de la película de Hulk, soy consciente de que es hora de irme, está anocheciendo y debo tomar el autobús para llegar a casa, pero no tengo el corazón tan seco. Dejarlos solos no es una opción. No entiendo cómo es que Daniel Adacher es capaz de dejarlos en una casa tan grande, no entiendo cómo es que Dan sigue siendo un niño tan bueno si está encerrado en tanta soledad. Además de la escuela, no parece tener mucho contacto con el mundo exterior.

Entonces decido esperar con ellos. Dan duerme sobre Dakota y ella ya está babeando sin pena. Apago la televisión y tomo un buen libro para perderme entre las páginas de una historia de romance juvenil, hasta que el sonido de la puerta me hace sobresaltar.

Daniel Adacher me mira desde la puerta con el ceño fruncido.

—Tu turno terminó hace horas.

Me encojo de hombros y cierro mi libro.

—Pediré un taxi...

—De ninguna manera.

—Son las dos de la mañana. —No quiero que suene como un reproche, pero lo hace, aunque no debería importarme demasiado, al final del día ha terminado tomando parte de mi tiempo libre, tengo un par de razones para estar molesta.

—Ya lo sé.

—¿Y por qué no regresabas? —siseo, señalando a los chicos que duermen en el sofá, cubiertos por una manta—. Son apenas unos niños, no pueden quedarse solos.

—No doy explicaciones a mis empleados sobre lo que hago con mi tiempo.

—Ya lo sé —medio exploto bajito. Tengo que recordarme que ese hombre me llena los bolsillos y trato de aterrizar mis pensamientos en terreno seguro—. Lo sé.

Daniel parece entender que no fue mi intención explotar de esa manera, así que, poniendo un poco de su parte, se rasca la nuca y deja las llaves sobre el sofá antes de invitarme a quedar... más o menos.

—Tenemos una habitación de huéspedes.

—Gracias. —Tomo mi bolsa del sofá junto a Dakota—. Pero puedo volver a casa...

—Danya, mírame.

Su petición, la forma en la que dijo mi nombre con calidez, por primera vez sin apatía, me hace alzar la vista. Está cansado y parece a medio paso de caerse de cara contra la alfombra para echarse una buena siesta.

—Quédate esta noche —repite con la mirada clavada sobre la mía.

—No creo que sea necesa...

—Danya, estoy hecho mierda, no creo que pueda acompañarte ahora y de ninguna manera vas a volver a casa tú sola. Hazme un favor y, por primera vez, haz lo que te pido. Mañana por la mañana puedes volver a escabullirte a mi oficina, derramar el café y reprochar todo lo que te ordeno para... ¡Auh!

Toqué su labio inferior con el pulgar cuando, a pesar de la oscuridad de la Sala Magna, pude ver una gota de sangre brillando reciente sobre su piel.

—¿Estás herido? ¡Pero qué pregunta! Por supuesto que estás herido...

—¡¿Quieres bajar la voz?! —me silencia tomándome del brazo.

No es un toque fuerte, pero me aparto en cuanto puedo hacerlo. Estoy segura de que dejará secuelas porque mi cuerpo no es tan fuerte como solía ser. Al instante, siento el hormigueo y el calor característico recorrerme el brazo donde lo tocaba, sé que en un par de minutos será un monumento lúpico a la inflamación y quedará inutilizado por un par de horas. Espero estar dormida para entonces.

Me sacudo ese pensamiento y lucho por enfocarme en el tema de hoy.

—¿Con quién terminaste?

Daniel me mira mal y yo comienzo a caminar hacia la enfermería. No necesito girar para saber que viene detrás de mí. Sus pasos son lo silenciosos, pero el calor que emana su cuerpo cerca del mío es inconfundible.

Con una seña le indico que se siente en la camilla en la que me obligó a sentarme cuando casi me rompe la nariz bajo su escritorio.

Al girar y verlo de frente, debajo de la luz LED de la enfermería, me encuentro con un hombre hecho polvo. Apenas se parece al hombre que me entrevistó hace un par de días. Tiene la camisa abierta a tirones, hay un golpe limpio bajo su mandíbula, el labio le sangra y hay una herida lineal sobre su ceja. Alguien le dio fuerte. Su camisa blanca ahora es café, está llena de barro y parece haber perdido algunos botones.

No demoro mucho en preparar el material para curación.

—Supongo que esta es una de esas situaciones en las que no debo preguntar, pero ¿qué mierda te pasó?

Bueno, no me iba a aguantar mucho tiempo. Si tenía suerte también lo habían drogado un poco y me soltaba toda la verdad.

Pero no, no estaba de suerte.

Qué raro.

—No es de tu interés. —Adacher tensa la mandíbula y gira la cabeza hacia la puerta, como si esperara a que algún guardia uniformado apareciera a echarme a patadas.

Pues no, la enfermería es mi terreno por completo. Si alguien ha pasado más tiempo junto al instrumental médico y los tratamientos, que hable ahora.

Aprovecho su posición para aplicar el primer toque de alcohol. Hace lo que espero y se aleja de golpe, por lo que le dedico una mirada de fastidio y, con un gesto de la mano, le indico que se acerque.

—Será rápido, lo prometo.

—¿Qué hacían esta noche durmiendo en la sala?

Sé que intenta pensar en algo más que el alcohol que le comienza a cubrir las heridas del labio, pero no se lo pienso poner sencillo. Merece un poco de dolor.

—Noche de películas —me limito a responder.

—¿Dakota viendo una película? —Me mira con incredulidad.

—Bueno, ella no la podía ver, pero podría escucharla, además me tenía a mí. Estuve diciéndole todo lo que necesitaba saber.

No le digo que lo que yo creía que Dakota necesitaba saber era lo bueno que estaba Chris Evans, porque temo por mi empleo, así que omito esa parte.

Después de un par de segundos en silencio, mientras limpio su ceja, Adacher me sorprende con un sencillo:

—Gracias... ¡Auh!

Bueno, no me lo esperaba.

—Lo siento.

—Dakota no había pasado tanto tiempo fuera de su habitación desde que su madre murió.

—También era tu madre.

Comienzo a tirar el material usado. Mi trabajo está terminado, solo tengo que desinfectar una zona más y eso me encargo de hacer en adelante. Mi madre y mi médico de cabecera estarían orgullosos.

—Sí, supongo que sí.

Giro hacia él y, por un segundo, creo que de verdad puede confiar en mí. Por un instante, la mentirosa de Danya Aldoni no existe más y Danya Collins toma fuerza, se convierte en una chica real, alguien sin otra preocupación más que ser una buena confidente.

—¿No tenían una buena relación?

Pero no es así. Adacher no parece ser un hombre que se abre con facilidad. Eso es algo que tenemos en común.

—Bueno, doctora Preguntas, es hora de ir a dormir. —Se pone de pie sin esperar a que termine y mira su camisa antes de hacer una mueca—. Iré a darme un baño. ¿Sabes llegar a la habitación de huéspedes? —Asiento—. Bien, entonces espero que descanses, porque mañana no lo harás.

Y me regala un guiño antes de desaparecer.

Cuando abandona la habitación, comienzan a invadirme un montón de pensamientos sobre por qué es una mala idea pasar la noche en esa casa, pero la verdad es que no quiero regresar con Beca ahora.

Me quedaré. Solo una noche, no más.

No tardo mucho en encontrar la habitación de huéspedes. Tardo más en intentar conciliar el sueño que en cualquier otra cosa. Giro de un lado a otro en la cama, sin conseguir ni un poco de paz. De nuevo, el insomnio se apodera de mí.

Después de un rato girando de lado a lado me doy por vencida y pienso en que será mejor comer algo. Refunfuñando, gruñendo y maldiciendo por lo bajo, me pongo de pie ignorando esa sensación de pesadez en la mano que Adacher tomó con anterioridad. Evito mirarla porque sé de antemano la clase de monstruo que me voy a encontrar.

Apenas abro un poco la puerta, encuentro una imagen que me deja de piedra: Daniel Adacher, sin camisa, fresco como una lechuga, tomando al pequeño Dan entre sus brazos para llevarlo a su habitación arriba.

Santo rey de los abdominales...

—¿Sabías que la película de Capitán América fue estrenada en 2011? —consulta el Cerebrito entre la lucidez y el sueño.

Daniel ríe por lo bajo y niega con la cabeza.

—No, pero supongo que tú sí.

—Lo leí en los créditos.

Porque solo alguien como Dan le presta atención a cada detalle en los créditos.

Continue Reading

You'll Also Like

28.2K 1.4K 40
━━ 7 futbolistas en sus vacaciones de verano a cargo de 1 bebe. ¿Qué podría pasar?
40.8K 4K 16
Todo parecía ser normal en la vida de Hannah West; tenía a su madre y su hermana menor, una mejor amiga y una vida promedio en el instituto y en la a...
11.3K 525 28
Historia sacada totalmente de mi cabeza esquizofrenica. No se mencionan los nombres reales. Esto no está hecho para que algun streamer lo vea. No per...
70.4K 6.6K 44
Jisung es un omega de un reino a punto de caer en la miseria, para salvar a su pueblo se ve obligado a desposar a Lee Minho el Rey supremo y Alfa de...