Confrontación Directa

By nellyhatkk

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Renamon, está convencida de que los digimons no se enamoran. Pero si es así, entonces ¿Que es ese sentimiento... More

Parte sin título 2

Parte 1

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By nellyhatkk


Renamon, se deslizaba silenciosamente sobre los tejados de las casas de Shinjuku. Escondida entre las sombras que se proyectaban gracias a la lechosa luz de la luna, era invisible al ojo de cualquier posible espectador.

Avanzaba sin rumbo fijo con el corazón acelerado, tentada muchas veces a mirar hacia la dirección de donde venía, intentaba estar alerta ante cualquier posible amenaza, pero el ruido sordo que ahora se apoderaba de su mente no se lo permitía, se desplazaba veloz mientras se alejaba a conciencia de la zona residencial a cada salto que daba.

No se detuvo hasta que consideró estar lo suficientemente lejos de la casa de su compañera humana, en lo que no sabía, era el inicio del parque industrial del distrito vecino. Subió hasta la parte alta de lo que parecía ser el techo de una gran construcción en obra negra, se recargó en una fría viga de acero que le erizó el pelaje, se cruzó de brazos y cerro sus ojos para sumergirse en una profunda meditación.

No lo logró.

Cerrar sus ojos y desconectar sus sentidos solo la hacía evocar el evento que había ocurrido un par de horas atrás y por el que irracionalmente había terminado emprendiendo carrera. Relajó su postura y deslizó su espalda sobre la viga para terminar sentada con las piernas cruzadas, escondiendo su rostro entre sus enormes manos.

"– ¡¿Y tú porque te metes en lo que no te importa?! ¡Tonta impertinente!"

La voz del digimon demonio llegó a su mente.

"–Sabes que me importas, sé que algo te preocupa Impmon, lo veo en tus ojos."

El eco de su propia voz estaba también recriminándole, que de no haberse entrometido en los asuntos del otro, nada de aquello habría pasado.

Pero se estaba mintiendo, no fue el evento de hace unas horas el detonante del caos que afligía su ser, la encrucijada se remontaba tiempo atrás, mucho tiempo atrás. Lo de hace unas horas no fue la causa, sino la mera consecuencia.

Y es que en el fondo, ella lo sabía. Sabía que aquella sensación de comodidad y entendimiento que la rodeaba cada que estaba con ese pequeño diablillo que siempre se metía en problemas, iba más allá del vínculo que tenía por cualquiera de sus otros amigos. Era diferente.

Lo supo cuando lo vio recibir una paliza de Indramon. Lo confirmó cuando lo reconoció al verlo por primera vez en su etapa mega. Lo acepto cuando arriesgó a Rika y así misma, de quedar varadas en el Digimundo solo para traerlo de regreso. Lo notaba cada que estaban juntos, cuando entrenaban a escondidas después de pasar semanas aburridos sin amenazas del Digimundo, cuando reían, cuando se insultaban. Y no pudo ocultarlo, hace un momento cuando no soportaba verlo en un estado diferente al de su pintoresca forma de ser.

Sabía desde el principio que había algo diferente, pero nunca se había dado a la labor de ponerle un adjetivo a aquel sentimiento extraño e indescifrable. Simplemente lo asimiló, como si aquello fuera lo más normal del mundo y del Digimundo. Sin embargo, desde hacía muchas lunas, pensar en ese problemático camarada suyo, se había convertido en una actividad malsana y recurrente que su mente comenzaba a convertir en un hábito incomprensible.

Bajó sus largas orejas, y dejó escapar un pesado suspiro.

Ya no era consiente de cuánto tiempo había pasado en el mundo real, los años pasaban muy rápido. Solo sabía que Rika ahora era casi tan alta como ella, que asistía a una institución educativa diferente a la de antes, a la que llamaba preparatoria y que por sus innumerables deberes y responsabilidades, ya casi no veía a los otros Tamers más allá de los llamados de alerta a los que era su obligación acudir. Sin embargo, cuando los un día salvadores del mundo se rencontraban, parecía que no existía lazo más fuerte que su camaradería.

Los niños dejaban de ser niños.

Pero los digimons no crecen de la misma forma que los humanos. Claro que cambian, aprenden cosas, absorben información, algunos maduran, evolucionan incluso. Pero en el fondo serán siempre los mismos, no pueden cambiar el código base en su programación, por el cual se rige su vida entera.

Y Renamon siempre será Renamon, sin importar si pueda correr en cuatro patas, o si puede andar en dos mientras sujeta un enorme pincel para transmutar conjuros. Por eso, para ella Impmon siempre será Impmon, aunque en ocasiones le saque la estatura y la mire hacia abajo con ojos de cinismo y superioridad. Bastaba con mirar a sus verdes ojos para saber que esa sensación de reconocimiento mutuo jumas se desvanecería.

Y se frustraba por ello.

Porque los digimons no se enamoran, no lo necesitan según ella. Tampoco se mandan flores, ni se escriben cartas de amor. Y si lo hicieran, ella estaba segura de que sería la excepción de la regla. Se lo repetía siempre. Se había vuelto un mantra.

Su casi inexistente lado irracional, culpaba a la abuela de su Tamer, que en ocasiones le pedía que se sentara a su lado a ver en la televisión lo que la anciana le explicaba, eran novelas de época.

– ¡Que hermoso es tener a alguien especial, en quien pensar!

Había exclamado la abuela en una ocasión, con ojos soñadores y anhelantes que seguramente rememoraban tiempos mejores. Renamon no quiso ser mal educada y como no sabía exactamente que responder, se limitó a decir que ella siempre pensaba en la seguridad de Rika.

–No me refiero a eso, Renamon. Sé que tú eres una chica. Dime, ¿Te has enamorado alguna vez de algún valiente caballero?– le preguntó soñadora la anciana.

¿Caballero? Ella no conocía a ningún caballero, bueno, solo a Gallantmon si lo pensaba bien, pero ¿porque habría de enamorarse de él? ¿Podía enamorase si quiera? Divago un poco, pero llego a la conclusión de que eso sería una locura, los digimons no se enamoran, y si así fuera no lo haría de Guillmon, la sola idea le resultaba tan ridícula que le hacía gracia.

"Si acaso solo podría ser de... Impmon" Ya no le causo gracia, porque la revelación le fue tan certera que podría jurar, era pronunciada por alguien más, como si de una verdad absoluta se tratase.

"–Los digimons no nos enamoramos señora, con su permiso". No dijo más en esa lejana tarde. Y fue la primera vez durante toda su estancia en la casa de la familia Nonaka, que Renamon consideró que pasar tanto tiempo en el mundo humano quizá, estaba haciendo mella en su base de datos. Porque estaba segura que pensar tanto en Impmon, no era normal.

Pero aquella charla era tan remota y alejada de la situación en que ahora se encontraba. Sola, avergonzada, escondida en ningún lugar y sin ganas de volver, miró sus garras como si aquello fuese la cosa más interesante del mundo.

Tenía miedo, miedo de haber arruinado aquel vinculo de amistad con sus imprudentes acciones, miedo de que Impmon ya no la mirara como antes, y miedo a que esos sentimientos extraños y abrumadores que sentía por el otro fuesen dolorosamente unilaterales.

Permaneció en letanía hasta que el sonido inconfundible de un aleteo que se acercaba a gran velocidad la obligó a ponerse de pie, cruzó sus brazos y relajó su rostro, escondiéndose bajo su impávida careta de siempre.

– ¡Quien te crees tú, zorra maleducada, para dejarme con la palabra en la boca! – El reclamo llegó incluso antes de que aquel bribón pudiese siquiera aterrizar. – ¿Como te atreves a tratar así al gran Beelzemon? – Ahora si lo tenía frente a ella, pero obviando su actual diferencia de alturas, no se tomó la molestia ni de levantar su rostro.

–Yo no tengo porque que pedirte permiso para ir a ningún lado. –

– ¡Ahora me vas explicar porque hiciste lo de hace rato!– Su voz sonaba ronca y fiera. Estaba molesto y Renamon sintió un vacío en el pecho, no tenía ánimo de justificarse, no sabía cómo hacerlo, ni siquiera así misma.

–No lo sé...– fue su única respuesta, se quedó en silencio unos segundos, solo oyendo la ruidosa respiración del otro. – lo... lamento, si mis acciones te ofendieron o molestaron, no se repetirá.

– ¡¿Porque diablos te disculpas?!

– Porque no sé qué más decir – Ahora si lo miro a los ojos. – No sé por qué te bese, no sé qué siento por ti, ni desde cuando lo siento... – pero es obvio, que no es reciproco. Quiso añadir.

Beelzemon se quedó callado, y luego soltó una estruendosa carcajada, rió con fuerza y con burla, y Renamon no podía creerlo, quería golpearlo, pero sabía que no podría, él podía digievolucionar a voluntad a su etapa Mega y a ella aun le costaba mucho llegar siquiera a Ultra sin la presencia de Rika, maldijo a su suerte, poco a poco la risa del otro fue disminuyendo hasta que solo quedó en su rostro una sonrisa socarrona muy marcada.

–Que ridícula eres. Estas enamorada de mí tonta, eso es todo. Pero no te culpo. Quien podría resistirse ante semejante espécimen. – Hizo un ademan de señalarse a sí mismo y la zorra no pudo evitar pensar que definitivamente le daría una paliza la próxima vez que lo viera como Impmon.

–Cuanta arrogancia– le dijo volviendo a sentir serenidad, tranquilizándose un poco. Sonrió levemente. Ese Lord demonio muy a su modo, estaba tratando de hacerle la situación más llevadera.

–Y tú eres muy idiota.

–No lo soy.

–Lo que hiciste realmente me puso furioso. – Volvió a su tono intimidante y Renamon agacho la mirada. – Y no me refiero a tu patética demostración de tonta enamorada.

Ella se encogió en su lugar avergonzada y Beelzemon se inclinó hacia ella, encorvando su espalda un poco para estar a su altura, la acorraló en su lugar mientras se acercaba peligrosamente, la otrora sacerdotisa no pudo evitar pensar, que así, con su ceño fruncido y sus alas extendidas, se veía realmente amenazante, y endemoniadamente atractivo.

– ¿Enton--

–Me encabronó que huyeras, como una cobarde.

–Yo no... no estaba huyendo. – No sabía que argumentar ante tal acusación. –Lo sien...

–No quiero tus malditas disculpas. – Le susurró tan cerca de su oído, que Renamon no pudo evitar estremecerse, cerró sus ojos y se dejó invadir por completo por esa asfixiante sensación de calor. – Te quiero a ti.

La sorpresa fue abrumadora, pero no le duro ni dos segundos antes de entrar en pánico al sentir al demonio morder la punta de una de sus orejas con delicadeza, mientras una de sus manos reptaba por su cuerpo para enredarse en el esponjoso pelaje de su cuello.

–Esta vez no te escaparas. – Su voz sonaba más ronca de lo usual.

Comenzó a descender todo el largo de su oreja dejando pequeños besos sobre su piel, con el pulgar de la mano que tenía sobre su cuello, la obligo a levantar el rostro y mirarlo.

Sus ojos entre abiertos, su respiración entrecortada, la nariz húmeda y esos pequeños colmillos que sobresalían en su rostro, la hacían ver jodidamente apetecible y Beelzemon no se resistió más, se apoderó de su boca con fiereza en un beso demandante. Renamon permaneció un instante con los ojos muy abiertos, incapaz de reaccionar, se dio cuenta de que le temblaban tanto las piernas que no habría podido escapar aunque quisiera. Cerró sus ojos, ya no quiso pensar más y enredó sus brazos alrededor su cuello, para atraerlo más a ella, como si aquello fuese posible. Continuaron así por unos momentos, hasta que Beelzemon sintió que necesitaba más. La sujeto por la cintura y la cargó mientras enderezaba su propio cuerpo, la aprisionó contra la viga para profundizar más su beso y Renamon enredó sus fuertes piernas en su cintura, para afianzar aún más su agarre.

Se besaron así, por largo rato, hasta que sus pulmones demandaron oxígeno y fue la zorra quien rompió el contacto. Respiraban aceleradamente, y fue entonces que Renamon pudo notar la comprometedora posición en la que se encontraba. Dejó de abrazarle y deslizó sus garras hasta posarlas en su pecho, para empujarlo levemente he intentar soltarse.

–Te dije que no te dejaría escapar.

–No voy a escapar, lo prometo. Solo déjame... pararme por mi misma.

La contemplo un momento, estaba tan sonrojada, que era perceptible aun en la noche. Sonrió de lado. Cómo la deseaba. Pero no quería asustarla. Ella era a fin de cuentas, un ser de la luz.

Accedió a darle un poco de espacio.

Retrocedió un paso y Renamon pudo poner sus pies sobre el techo.

– Beelzemon... Tú...¿Porque hiciste eso?

–Porque quería. – Chasqueo la lengua y miro hacia algún punto cualquiera en el cielo.

–Ya veo...

Renamon todavía no comprendía si existía la posibilidad de que aquel sentimiento fuese amor, solo sabía que así, mientras se perdía en los brazos del otro, se sentía completa. Se sentía correcto. Y se sentía correspondida.

Beelzemon la contemplo nuevamente, mientras ella parecía perdida en algún lugar de sus pensamientos, y sonrió para sí.

–Creo que ya es hora de volver tonta.

– ¿Eh?.... Sí, eso creo.

–Bien, andando. – Le tendió su mano para iniciar el vuelo, y ella la tomó con confianza, pero se mantuvo firme en su posición.

–Espera, es que... Yo...

–¿Qué--

No terminó su pregunta, porque Renamon lo jaló mientras brincaba del techo hacia piso firme, lo siguiente que supo, es que ahora la cánida era quien lo besaba con fuerza mientras lo atraía a hacia su cuerpo.

–Joder – No lo dudo ni un segundo antes de enredar sus manos sobre la estrecha cintura de la zorra, inclinándose sobre el cuerpo de ella, obligándola a recostarse sobre el piso sin romper el beso. Dejó su boca y descendió por su mandíbula, mordiéndola y clavando en ella sus colmillos de manera superficial, sin lastimarla. Cuando bajó hasta su hombro y la mordió con más fuerza, Renamon se escuchó así misma gemir, gemir el nombre de él. Cubrió su boca con una de sus patas, queriendo acallar aquellos sonidos tan impropios. Sentía calor en todo su cuerpo. Y una extraña sensación de cosquilleo comenzaba a formarse en su intimidad. Sabía lo que era. Lo había escuchado de Rika, mientras le ayudaba a estudiar para un examen de biología hace ya muchos años. Jamás se imaginó que ella como digimon pudiese sentir tal sensación. Pero la verdad ahí estaba, en forma de humedad creciente entre sus piernas. Con su mano libre acaricio el firme pecho del culpable de su excitación.

Un gemido ahogado fue el inicio de muchos otros, mientras el Señor Demonio recorría su cuerpo con manos ansiosas.

La escucho una vez más y apoyo su peso sobre uno de sus brazos para poder levantarse un poco y mirarla desde arriba.

Estaba sonrojada, con los ojos casi cerrados, mordiendo uno de sus de dedos para intentar forzar su silencio. Beelzemon le sujetó ambas muñecas y las llevó sobre su cabeza para volver a besarla con pasión. Renamon le mordió el labio inferior de forma insinuante, y él en respuesta adentro su lengua lascivamente en la boca ajena, en un completo arrebato de posesión. Exploró aquella cavidad como tantas veces lo había deseado. Y solo se separó cuando sintió que la zorra necesitaba respirar.

Cuando la miro hecha un desastre, con el pelaje revuelto y un hilillo de saliva entre sus bocas que se negaba a morir, fue consciente de que debía detenerse. Porque si no se detenía ahora, ya no podría hacerlo.

–Ya basta, debemos volver.

–Tú no quieres volver, Impmon. – Su voz era más un jadeo insinuante.

– No me llames así, bruja.

–Pero es la verdad, quieres continuar con esto, tanto como yo.

Aún tenía sus muñecas sujetas, en serio tenía que detenerse, cada vez le estaba costando más trabajo mantenerse cuerdo.

–Eres una tonta, crees que si continuamos voy a conformarme con un par de besos y caricias más. – Apretó el agarre de sus muñecas y dejo caer su peso sobre ella un poco más. – No tienes idea de cuánto te deseo en estos momentos.

–Si lo sé, – le contesto con firmeza, aunque su tono de voz poco a poco fue descendiendo. – Lo sé, porque yo también lo... deseo.

Con su mano libre la tomo de las caderas para elevarla y rozar su intimidad con la prominente erección que se apretaba contra sus pantalones. Sonrió cuando vio la sorpresa en los ojos de la zorra.

–Mira como me tienes. – Jadeo contra su oído – No seas idiota, ahora estoy en mi etapa Mega, y tu tan solo en principiante, crees poder resistirlo, Renamon. –Dejo escapar su nombre casi como un ronroneo, provocándola. Porque sin importar la íntima circunstancia en la que se encontraban, ellos seguían siendo rivales.

Él jamás la llamaba por su nombre, en ninguna de sus etapas. Y con ello, se llevó el último remanente de cordura que aún quedaba en ella.

– ¿Insinúas que soy débil?

–Entiéndelo como quieras niña.

–Entiendo que estamos perdiendo el tiempo.

–Testaruda.

–Engreído.

– Tonta, No quiero lastimarte. – Volvió a susurrar contra su oído con esa voz tan ronca que a ella hacia perder la cordura.

–No lo harás. – Le miró con fiereza con esos ojos azules que a él le parecían hermosos.

Le soltó las manos y volvió a besarla desenfrenadamente, llevo la mano que antes se sujetaba de su cadera hacia a uno de sus muslos y lo apretó con fuerza enterrando sus garras entre su pelaje, hizo lo mismo con el otro, y separó las piernas de la digimon para acomodarse entre ellas, dejando caer su peso completo. Renamon recorría su espalda con sus manos y Beelzemon retrajo sus alas, para darle a la canina mayor espacio.

El calor era sofocante, y Beelzemon se separó lo justo, para quitarse sus brazales metálicos y su chaqueta de cuero, quedando solo en una malla negra. Renamon acaricio sus firmes pectorales y tomo con deseo el inicio de la cremallera de su malla, la bajó lo suficiente para dejar al descubierto su cuello, su pecho y su abdomen.

El volvió a besarla con pasión.

Beelzemon en un rápido movimiento se dio la vuelta, recostándose en el piso y dejando a la zorra sobre él. Renamon se levantó de un salto para colocarse entre las piernas del demonio, y con movimientos ágiles y gatunos le quitó sus botas y grebas, puso a un lado sus cañones de doble impacto con sumo cuidado, dejándole solo el pantalón, volvió a subir hacia su rostro para besarlo, esta vez de manera más pausada que todas las veces anteriores. Cuando los besos de Renamon pasaron de sus labios a su cuello desnudo, fue el turno para él de exhalar un quejido ronco. Llevó una de sus manos hasta la hebilla de su pantalón, y comenzó a desabrocharlo, Renamon le aparto la mano y fue ella quien terminó la labor.

Con algo de duda, pero armándose de valor, acarició su hombría por debajo de su ropa. Era grande. Ahora entendía porque el otro tenía miedo de lastimarla. Pero eso no la detendría.

– ¿Vas a seguir acariciándomela todo el rato?– Se apoyó en sus codos y le sonrió socarronamente.

–Deja de ser tan vulgar.

– Eres tú, la que tiene su mano en mi ver...– Un apretón por parte de ella lo hizo callar. – ¡Oye! ¡Acaso quieres arrancármela!

– Te dije que no fueras vulgar. – Lo decía como si realmente estuviese enojada, pero la verdad es que ella también sonreía.

Comenzó a masturbarlo con movimientos firmes, ejerciendo un poco más de presión sobre la punta.

– ¡aah!....No tan... fuer...– Beelzemon comenzaba a jadear sonoramente. Lo estaba disfrutando, pero estaba perdiendo la cordura en el proceso, apoyó su peso en sus codos para levantarse y sin ninguna advertencia se abalanzó sobre ella. Volvió a tumbarla en el piso y le abrió las piernas para acomodarse entre ellas, empujó su cadera hasta rozar su miembro con la pequeña y humedad cavidad que tanto deseaba profanar. Renamon gimió nuevamente, y Beelzemon enredó su cola metálica en la esponjosa de ella, estrujándola con fuerza en un gesto que resulto sumamente erótico para ambos. El demonio no pudo evitar recorrer su lengua por el pecho de ella, encontró sus pequeños pezones, escondidos bajo su blanco pelaje y no dudo un segundo en comenzar a lamerlos con intensidad.

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Rika despertó de golpe, una escalofriante sensación recorría su cuerpo y su respiración acelerada intentaba acompasarse con el fuerte golpeteo de su corazón. Intento aclarar su mente, no había en sus recuerdos remanente alguno de haber tenido una pesadilla. Se tranquilizó mientras sus ojos se perdían en la oscuridad de su habitación y volvió a respirar con calma.

Se puso en pie y caminó descalza hasta la cocina, alumbrada únicamente por el brillo de la pantalla de su celular, hurgó entre la nevera hasta dar con una bebida refrescante y electrolítica, tomo asiento en la barra del desayunador y la bebió de a poco.

No pretendía despertar a su madre ni a su abuela así que se quedó en el silencio más absoluto por los siguientes segundos, sabía que Renamon no se encontraba en casa, y no podía sentir su presencia en los alrededores, tampoco es que aquello le preocupara de sobre manera, su Digimon era así. Rika con el paso del tiempo, acabo por reconocer que su compañera necesitaba su propio espacio de vez en cuando, y ya no le cuestionaba sus esporádicas ausencias.

Sumida en sus pensamientos sintió su celular vibrar, miró la pantalla con genuina curiosidad.

– ¿Un mensaje de Henry, tan tarde? – Lo abrió sin pensárselo dos veces.

Hnry: "Rika, hay una fisura en el bosque, una manada de Triceramon está suelta, están desorientados, destrozan todo lo que se mueva"

No había terminado de escribir una respuesta, cuando más mensajes le llegaron.

Hnry: "Takato ya se adelantó, tiene problemas"

Hnry: "Yo voy en camino, salí apenas de mi casa"

Hnry: "**Ubicación actual – Renviado*** "

Hnry: "Esta es su ubicación"

Se levantó de un salto emocionada, por fin algo de acción.

"Voy para allá" Fue su única respuesta.

Corrió rápidamente hasta su recamara, encontró su digivice entre las sabanas revueltas, notó que en efecto había una señal de alerta, lo llevó junto a su rostro como si de un walkie-talkie se tratara e intento hacer contacto con su digimon.

–Renamon repórtate, hay problemas. – Nada, no había respuesta. Lo intentó de nuevo.

–Renamon ¿estás ahí? ¡Contéstame! – En la pantalla no había señal de desenlace.

– ¡¿Dónde estás Renamon?! – Comenzaba a preocuparse.

– ¡Renamon! ¡Contesta! – Miro fijamente el dispositivo, decidida a establecer contacto directo.

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El digimon Mega la besaba con locura mientras ella acariciaba su cuerpo con anhelo. El calor iba en aumento y poco a poco dejaba menor lugar para la duda. Se guiaban por el instinto, ambos desconocedores de la materia, se dejaban llevar por el torbellino de placenteras sensaciones que experimentaban.

– Beelzemon... por favor.... – era tanto su deseo que apenas si podía articular palabra, el aludido la miro fijamente a los ojos y después de dejar en su frente un beso tímido, no pudo negarse más ante aquella petición.

Tomó su miembro con una mano y lo dirigió hasta su entrada, presionó lentamente, adentrándose poco a poco en ella, se mordía el labio inferior para obligarse a ir con calma, y se detuvo cuando sintió las garras caninas clavarse en sus antebrazos. La miró preocupado. Moría por entrar en ella de un solo golpe, pero realmente le preocupaba dañarla.

Renamon se tensó en su lugar, gruño mostrando sus colmillos, y sin ninguna advertencia lo empujó, colocó ambas piernas entre sus cuerpos y lo pateó con todas su fuerza, arrojándolo a un lado.

Se puso de pie asustada, y le dio la espalda. Beelzemon estaba desconcertado y tenía el rostro impregnado de duda, ¿la habría lastimado? Quizá ella recordó todas las horribles cosas que alguna vez hizo y se arrepintió de estar con él. No lo entendía, que había hecho mal.

Renamon respiraba muy agitada, y cuando fue consciente de lo que acaba de hacer, se arrepintió de su arrebato. Se inclinó hacia su compañero y le acaricio el rostro.

–Lo siento, Rika intento ver a través de mis ojos. Creo que entré en pánico.

Beelzemon sintió alivio al escuchar aquello. No había hecho nada malo después de todo. Pero luego cayó en cuenta lo que eso significaba.

–Espera, ¿Crees que haya logrado ver algo?

–Creo que no, rompí el enlace con ella apenas la sentí.

–Maldita sea, tu Tamer siempre tan oportuna.

–Algo debe haber ocurrido, Rika nunca me llama sin una razón.

–Como sea, haz lo que tengas que hacer – cruzó sus brazos tras su cabeza y continúo recostado, como si nada. – Esto debe ser una jodida broma.

Renamon solo suspiró, no hacía falta ser una adivina para darse cuenta que el otro se había molestado, y no lo culpaba, en el fondo ella también lamentaba la intromisión de su compañera.

Rika, comenzaba a impacientarse al no recibir respuesta. Se había cambiado ya el pijama a toda velocidad, por algo decente para salir, cuando escucho la voz de Renamon a través del digivice.

–Lamento la demora Rika, que ocurre.

– ¿Qué pasa contigo, porque no me respondes?

–Lo siento, estaba distraída. – Aquello no era mentira después de todo.

– ¿Distraída? ¿Esa es tu escusa? ¡Me tienes aquí preocupada solo porque estabas distraída!

–Lo lamento Rika, estoy bien. – Renamon puso dos de sus garras sobre el puente de su nariz, exhalando. Tratando de que Rika no pudiese percibir su frustración.

–Pensé que podrías estar en problemas, ¡Tienes idea de lo que–

– ¡Ya dije que estoy bien Rika! ¡Dime, Que es lo que necesitas!– Se sorprendió así misma de levantarle la voz a su Tamer y sintió remordimiento en el instante, pese a ello no se disculpó. Rika también se quedó muda, aquello jamás había pasado. No sabía cómo reaccionar. Incluso Beelzemon, que fingía que aquella conversación no le importaba, no pudo evitar mirar sorprendido a la zorra por el rabillo del ojo, después de presenciar su sobresalto.

–Hay una fisura y digimons sueltos, los chicos necesitan ayuda. – Su voz sonaba nerviosa y un poco amedrentada por el sobresalto anterior.

–Regresare en seguida.

–No es necesario, te enviare la ubicación, allá nos vemos.

La adolecente le envió la información, y concluyó el enlace. Se quedó pensando. Realmente se había comportado tan prepotente como para que su digimon le hablara de esa forma, se sintió mal consigo misma, era consciente de que la paciencia no era una de sus virtudes, pero no había podido evitar alterarse al no recibir respuesta de su compañera. Suspiró pesado. Sabía que tenía que disculparse con ella en cuanto la viera, aunque reconocer su error le costara demasiado.

Por ahora tenía que encontrar la forma de llegar hasta allá.

Renamon recibió la información y pudo percatarse de que no estaba muy retirada del sitio.

Se sintió mal por lo que acaba de hacer.

–Tranquila dientes, no te mortifiques. – El otro la abrazo por la espalda, Renamon volteo para observarlo y se dio cuenta de que ya se encontraba vestido nuevamente y con sus cañones en su lugar. – Ni modo, parece que el deber llama.

Ella solo suspiro. Aun se sentía mal por la forma en que le hablo a su Tamer. Beelzemon podía ver a través de sus tristes ojos, no sabía exactamente cómo hacerla sentir mejor, pero eso no era impedimento para intentarlo.

– ¡Oye! Ya cálmate, tampoco fue para tanto. Si te hace sentir mejor, yo le grito a Mako cada que hace alguna idiotez, y  eso pasa a cada rato.

– Pero yo nunca le grito a Rika, además ella no tuvo la culpa de que, de la nada un digimon apareciera en este mundo.

–Bueno, entonces vámonos ya. – Sonrió maliciosamente. – No sé tú, pero yo iré a desquitarme con el maldito gusano malnacido que nos vino a joder el momento. Más le valía no haberse aparecido.

Renamon también sonrió con malicia. Después de todo tenían tensión que liberar. De una u otra manera.

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Continuará....



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