Decisiones y arrepentimientos

By DalhiaOkazaki

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Levi vuelve agotado tras perder a Farlan e Isabel. Intentando comprender cuál debe ser su razón para luchar e... More

Añoranza
Una obsesión con la limpieza
El examen
Antes de partir
Reconocimiento
La nota
Calor humano
Misión suicida
Moblit Berner
Monstruo
Gracias
La habitación de al lado
El escuadrón de Levi
Bienvenido de vuelta, capitán
Muros y piedras
Dos palabras
Después de la caída
Infiltrados
El séptimo
Capitán Kenny Ackerman
Carnada
Narcolepsia
Enterrada
Fase 1
Fase 2
Fase 3
Estrategia
Perseguida
Cádaver vacío
Para siempre
Gestación

Palabras ahogadas

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By DalhiaOkazaki


Snk pertenece a Hajime Isayama.

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El sol había decidido acostarse aquella larga noche unas horas más. Como si decidiera darles suficiente tiempo para que el día no acabase, y les permitiera comprender aquellas difusas horas. Espuelas que salpicaban de arena conforme avanzaban su paso. Hasta deneterse. Notaba desesperación en su torrente sanguíneo, mientras sostenía fuertemente entre sus brazos a la mujer que era su capitana, aún inconsciente.

Sus ojos bajaron hacia ella. Respiración pausada, algo difusa. Y una terrible sensación helada. Su piel se había convertido en marfil azulado. Porcelana que bajaba continuamente su temperatura, incapaz de albergar vida. Buscó con inquietud la mirada de su capitán que bajaba de su caballo y lo ataba en aquel establo aislado. No eran necesarias demasiadas palabras para que comprendiera que su líder apenas se aferraba a un hálito de vida.

- Capitán....

- Baja de tu caballo. Iremos al barracón de superiores. Tengo que reunirme con Erwin. Cuando Mike y Nanaba vuelvan-

- ¡Capitán! - interrumpió sin ser consciente de la desesperación de su voz – Debemos llevarla a la enfermería. Necesita recibir fármacos.

- ........ - colocó sus dedos sobre la piel que se tornaba blanquecina con cada segundo devolviéndole un amago silencio – Está helada.

- S-sus funciones vitales se han reducido al mínimo para preservar sus órganos más importantes. Por eso su respiración es tan efímera y ha bajado su calor corporal. Necesita un médico.

- Mierda.......... - la arrancó de sus brazos mientras dubitaba en sus propias palabras – No podemos ir a la enfermería. Dámela, la cargaré yo.

- ¿Por qué?

- Nadie debe saber que ella no entró con nosotros cuando volvimos. No hasta que sepamos que está pasando. Nanaba te lo dijo, si entrabas con nosotros en aquella iglesia, no podrías hacer preguntas. No podemos responderte. Así que mueve el maldito culo y acompañame a mi barracón.

- ¿Quiénes eran aquellas personas que la han dañado? - sabía que no obtendría respuesta, pero su necesidad de aclarar aquel torrente de sensaciones taladraba su cerebro - ¿Quién es nuestro auténtico enemigo?

- ..... - parecía que las personas que compartían aquellas paredes con él repetían contantemente la misma frase, quizás influenciados por aquel que los lideraba en cada batalla - ¿Cuál crees que es mi papel en este maldito ejército?

- Yo...

- ¿¡Cuál crees qué es!? - su voz se alzaba mientras sus pasos le dirigían con su frío cuerpo hacia las puertas semiabiertas.

- Proteger a la humanidad.

- Hanji y Erwin pueden discutir todo lo que quieran sobre quiénes son los imbéciles que nos retienen o nos dañan. Pero ahora mismo tenemos que mantenerla a ella viva. Dijiste que se congelaba por nosequé mierda médica.

- S-sí, necesita calor, por lo que no comprendo que hacemos aquí, capitán. Los barracones no-

- Tal vez no comprenda vuestra mierda matemática o las estrategias absurdas de Erwin. Pero oír continuamente a esta idiota también me ha enseñado más de una manera de dar calor a alguien.

- ¿Qué es lo que...?

Derribó la puerta de una patada sin dudar. Sabía que aquellos dormitorios estaban vacíos. Apenas diez horas antes habían vuelto de una misión. Muchos de sus equivalentes en aquel ejército habían fallecido bajo las fauces de una criatura sin intelecto. Otros tantos ayudaban con los heridos que apenas podían arrastrarse en aquel suelo empedrado.

Dos de ellos, continuaban registrando una vieja y destartalada iglesia en busca de algo que pudiera explicar lo sucedido en aquel breve lapso de tiempo. La más importante de aquel ejército continuaba rellenando informes infinitos mientras ganaba tiempo para justificar la ausencia de sus dos segundos al mando. Y una de las personas más importantes de su vida yacía aún inconsciente con una lacerante herida en la cabeza. Cuyo sangrado parecía haberse detenido, pero carecía del conocimiento de la gravedad de ella.

Puso sus ideas en orden mientras atravesaba aquel infinito pasilo. Seguido por las constantes súplicas de su subordinado, que imploraba por la atención que necesitaba ella. De nuevo suspiró intentando ordenar sus pensamientos. Calor, necesitaba calor. Ella hablaba continuamente sobre sus experimentos.

La aferró más fuerte contra su pecho mientras llegaba al final del pasillo. Una sala que solía visitar de vez en cuando. Una sala cuya frecuencia era casi inexistente para ella. Obviando aquellas ocasiones en las que cruzaba aquella puerta inconsciente entre sus brazos. Pero en aquella ocasión, su objetivo de transportarla a aquella estancia no era meramente higiénico. Necesitaba devolverla a la vida. Y aquella solución era la única que podía llegar a su limitado intelecto.

Se dirigió con paso firme hacia una esquina recluida, sus dedos se ubicaron sobre el escueto dial que marcaba la temperatura. Lo giró con cuidado y se colocó bajo el torrente transparente que cayó sobre él. Tal vez aquello no bastaría, pero era todo lo que podía hacer por el momento. Se sentó en el suelo, dejando que cada gota cayese sobre ellos, calentando su piel con delicadeza. Los ojos de aquel muchacho nervioso no parecían desaparecer de aquella solitaria escena.

Cada pequeño grado de temperatura parecía retumbar en su pecho, alzándose con dificultad. Como si permitiera la aceleración de éste. Su mano se dirigió hacia su rostro comprobando que el agua caliente devolvía lentamente la temperatura a su cuerpo. Pero su respiración comenzaba a ser preocupante.

- Capitán, está hipoventilando – su subordinado se aproximó hacia él mientras comprobaba las constantes vitales en su muñeca – Está llegando demasiado dióxido de carbono a su sangre, podría haber sufrido daño alveolar. Si no la tratamos, la acidosis respiratoria...-

- No entiendo esa mierda, habla en mi maldito idioma.

- S-su respiración no es la adecuada. Tiene que regularse y.... - depositó sus manos en su torso y forzó a su capitán a soltarla para tumbarla sobre el suelo húmedo –Necesita ayuda para respirar. Y algo para combatir la acidez.

- ¿Qué necesitas para mantenerla viva? Me da igual si hay que robarlo, traeré esa mierda. Solo mantenla con vida.

Entonces lo comprendió. Tal vez fuese el flujo constante de agua que caía sobre sus rostros o la extraña conexión que parecía emerger en ellos a través de los años que los había observado. Pero no había nada que estuviera en sus escasos conocimientos médicos que haría que aquella mujer que se agarraba a un fino hilo vital pudiera volver a tomar consciencia.

Se arrodilló junto a ellos y dirigió las manos inertes del que apodaban el ser más poderoso de la humanidad. Que en aquellos momentos parecía más frágil que la mujer que inútilmente mantenía entre sus brazos. Colocó sus frágiles dedos sobre la base de su pecho y presionó con suavidad.

- Compresiones torácicas. Movimientos secos. Y pausados. Cada pocos segundos – imitó el movimiento que había realizado sobre ella cuando era un simple cuerpo inerte depositado en un ataud.

- Movimientos secos – repitió mientras imitaba la pose.

Sus manos se colocaron de manera firme mientras continuaba con las instrucciones que salían de sus labios. Guiando sus reflejos hacia el único hálito que la mantenía con vida. Un fino cordel que sería quebrado con rapidez si no tenía cuidado. Notaba como sus músculos se tensaban mientras controlaba la fuerza con la que intentaba mantener sus pulsaciones.

Notaba que el calor de su pecho aumentaba. Aquellas pulsaciones débiles se tornaban más fuertes, devolviendo a cada centímetro de su lánguido cuerpo aquella vida que se escapaba con cada segundo. Visualizó su rostro que agonizaba en una débil respiración invisible. Que amenazaba con desaparecer.

- Se está asfixiando. Vamos, idiota, sigue aquí. Tu laboratorio espera con todos tus cacharros llenos de mierda para que los utilices. Vamos, ¡joder! - sus manos no conseguían mantener su delicada vida latente.

- Capitán, siga mis instrucciones. Realice treinta compresiones. Dejaremos que las vías respiratorias queden libres. Siga mis instrucciones – repitió.

- ......

- Despacio capitán. No más de dos respiraciones. Podría dañarla.

Su mirada se encontró con la de él. ¿Confianza? Conocía cual era la importancia que radicaba en él sobre esa mujer. Aquellos años siguiéndola. Un fiel subordinado que entregaba constantemente cada minuto de su aliento para mantenerla a salvo. Y había continuado con éxito. Devolviéndola a la vida mientras él palidecía ante su cuerpo enterrado bajo tierra.

Aquel rango era demasiado grande para la confianza que él depositaba en sí mismo. Ahora le permitía una segunda oportunidad. Mantener su aliento dentro de sus dañados pulmones. Pinzó su nariz y presionó su boca contra la de ella. Sellandola por completo.

- Despacio – oyó a sus espaldas.

El aire comenzó a abandonar sus pulmones llenando poco a poco los de ella. Su pecho comenzó a elevarse con cuidado. Y a descender de nuevo. Repitió la acción y observó su reacción. Su mirada se dirigió de nuevo hacia Moblit que continuaba regulando el agua, permitiendo que aquella humareda ampliase su capacidad pulmonar. Continuó repitiendo aquella acción mientras se aferraba al último resquicio de su alma. Sus dedos temblaban abandonando su habitual aspecto inerte. Presionó de nuevo sus labios contra su boca, el pecho de ella aumentaba de nuevo. Otro temblor. Apenas unas bocanadas más de aire entrando en sus pulmones lo mantenían alejado en un universo de fantasía. Una fiera toz le  devolvió a la realidad. Lejos de aquella horrible pesadilla. Sus párpados se abrieron somnolientos, como si no pudiera levantarlos más. Sin enfocar a su alrededor.

- Hey, idiota. Mírame. ¿Puedes hablar? - su mano era guiada con dulzura a través de de su mejilla, ascendiendo hasta su frente, comprobando la gravedad de su herida que sangraba lentamente de nuevo.

- ........ - sus labios se movieron aspirando el aire que les separaba, intentando que aquel flujo transformase el mero intercambio de oxígeno en palabras, pero quedaban atascadas en su garganta.

Se giró hacia Moblit que parecía tranquilo. Se aproximó a su zona y levantó la cabeza de la mujer mientras vertía lentamente un vaso lleno de un líquido opaco por su garganta.

- Al tener insuficiencia respiratoria, el exceso de dióxido de carbono en sangre provocaría acidosis. Solamente era necesario algo de sal o bicarbonato. Capitana, trague despacio. Esto la ayudará. Lleva inconsciente varias horas – se arrodilló junto a ella presionando la arteria de su cuello – El pulso no es muy estable, pero si ha conseguido recuperar la consciencia es que ha podido oxigenar su cerebro. V-voy a buscar una toalla, podria ser peor si coge una hipotermia.

- El armario de la entrada. Dónde guardan los jabones. Debería haber ahí – los ojos de ella se tornaban hacia su subordinado con culpa, probablemente intentando asimilar aquella escena en la que se encontraba.

- Mantengala caliente, capitán.

Pisadas mojadas que se alejaban con rapidez. Necesitaba un espacio de privacidad mientras miraba a aquellos ojos que parecían haber perdido el último aliento que la retenía fuera de las puertas del inframundo.

- Hanji...... - sus labios apenas se despegaban en un susurro – Eres una idiota.

- ......... - de nuevo las palabras morían en su garganta - .....win.....ngo......hablar.........Erwin......

- Cuando te recuperes podrás encerrarte todas las horas que te de la gana con Erwin a contarle tus estúpidas teorías. Pero ahora tienes que reposar.

- ....blar......win....... - susurraba en un bucle sin fin.

- ¡Escúchame, idiota! - los ojos de ella se abrieron más en asombro, su mano temblaba mientras intentaba agarrar la de él – Por un maldito día, olvídate de todo esto.

- .....vi.......

-¿Eres consciente de que hoy casi te pierdo por arriesgarte tú sola? Somos un maldito equipo. Ninguno hace nada sin que los demás lo sepan. No salimos a solas intentando detener a un enemigo que ni siquiera conocemos.

- .......

- Todos tenemos nuestro patético rol. Erwin da las órdenes. Mike los rastrea. Tú averiguas sus malditos puntos débiles y yo los mato.

- .......Levi.......

- Abre tus malditas orejas y escucha. Ahora vas a dejar que tu maldito culo se pegue a una maldita cama hasta que te recuperes. Después quiero que me guíes hasta el imbécil que te ha hecho esto para rebanarle la garganta. Somos un equipo – volvió a repetir – No estoy dispuesto a perderte de una manera tan absurda.

- ....... Le..........vi..........

Sus palabras quedaron suspendidas en el aire mientras sus párpados volvían a cerrarse exhalando un profundo suspiro. Levi frunció el ceño y apoyó la cabeza contra su pecho intentando recabar alguna pista sobre su actual estado. Latidos difusos pero que no parecían cesar en absoluto.

De nuevo pisadas mojadas que parecían hacer hincapié en hacer ruido para advertir su presencia. Como si pisara con más fuerza que de costumbre.

- Deberíamos secarla– continuó inspeccionando su rostro mientras comprobaba sus constantes – su pulso se estabiliza pero aún es bastante débil.

- ¿Y por qué se ha desmayado de nuevo?

- Probablemente si le han administrado algún fármaco alucinógeno potente tarde horas en eliminarlo. Aunque es necesario que examinemos si tiene alguna herida. La de la cabeza no parece profunda, pero podría estar infectada – comenzó a levantar la falda de su vestido mientras inspeccionaba sus piernas.

- ¿Qué se supone que estás haciendo?

- T-t-tengo que asegurarme que no tiene ninguna herida visible....

- Entendido.

Levi agarró una esquina del vestido y comenzó a rasgarlo dejando sus piernas desnudas frente a su subordinado, quién parecía atónito con la escena. Comenzó a rasgar la parte del torso, asegurándose de mantener aquellas zonas íntimas lejos de cualquier exposición mientras estuviera inconsciente. Moblit comenzó a tantear con cuidado su piel dañada, procurando evitar aquellas zonas que no le habían sido autorizadas.

Sus manos se detuvieron en su cintura mientras fruncía el ceño algo molesto.

- Tiene un par de fracturas en las costillas.

- ¿Ellos le han hecho esto?

- ........ - evitó su mirada mientras seguía tanteando con cuidado – Probablemente se las hizo usted cuando intentó reanimarla sin cuidado cuando la rescatamos. Es necesario no hacer este tipo de intervenciones si no se sabe o hay alguien que le oriente capitán.

- ..... - gruñó en voz baja – Ahora no le he roto ninguna costilla.

- Tal vez sería necesario algo más de práctica. Tiene un pequeño moratón en el esternón. Muy leve pero...

- Sí, ya lo capto. La próxima vez que esta idiota esté en peligro te arrastraré conmigo para que la asistas tú.

- ............. -volvió a suspirar intentando evitar aquella escena – Aparte de las heridas en su torso tiene algunas hematomas, pero no son preocupantes. La herida de su cabeza parece que se ha infectado un poco. Puedo buscar antibióticos. Iré a la enfermería y traeré algún dial con suero. Debería bastar.

- Yo soy más sigiloso que tú, puedo ir yo a buscar esa mierda médica.

- Lo siento capitán, debo ir yo – procedió a colocar las toallas secas sobre su cuerpo mientras las enrollaba con cuidado en su torso sin dañarla – Estoy bastante acostumbrado a reconocer esa mierda médica, mi escuadrón asiste mucho en la enfermería tras las misiones. Probablemente la enfermera se extrañe si le encuentra allí hurgando en el botiquín.

- .........

Se levantó con ella en brazos y comenzó a recorrer el camino que habían trazado media hora antes. Notaba que su cabello empapado mojaba su hombro. Se detuvo frente a su puerta y se giró hacia Moblit que continuaba su camino.

- ¿Qué mierda tengo que hacer hasta que vuelvas?

- Solo manténgala caliente, capitán. Y no agrave más sus heridas. Volveré en veinte minutos.

- Perteneces a uno de los escuadrones principales. Espero que no sean más de 10.

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Un baile de sombras se proyectaba en la pared. Como si fuese un extraño entretenimiento que se había privatizado sólo para él. Sus ojos de zafiro vibraban con cada destello de luz. Y las figuras de la pared cambiaban, convirtíendose en unos finos barrotes que le encerraban en aquel despacho. No era necesario girarse hacia el exterior para comprender que aquella ilusión era generada por las sombras de la ventana.

Pero Erwin se sentía encerrado. Desde hacía demasiado tiempo. Intentando salir desesperadamente de aquella cárcel eterna. Sus manos abandonaron su pluma sobre el eterno amasijo de papeles que crecía a cada segundo que lo miraba. Demasiado tiempo tras aquella mesa de  roble macizo. Demasiado tiempo tras aquellos barrotes.

Pero aquella imaginaria ilusión no sería la última vez que visualizaría esa escena. Cada segundo de su vida que pasaba, era más consciente de que tendría que enfrentarse por sus pecados. La luz volvió a vibrar. La imagen cambiaba de nuevo. Una sombra reconocible le miraba con nostalgia. Alguien a quien reconocía y que le juzgaba desde su tumba.

Este era tu sueño, se repetía una y otra vez. Cada pequeño trazo que realizaba sobre aquel papel. Cada brizna de hierba que pisaba cuando avanzaba en el eterno campo de batalla. Cada mirada reprochante tras la pérdida de otro camarada. Este era tu sueño.

Se inclinó sobre el candil tambaleante y sopló con ligereza hasta que la llama pálida acababa de desaparecer. Se sumió en el mundo de las sombras mientras se acercaba a la ventana. La luz del exterior apenas dejaba ver su propio reflejo. Pero permitía observar aquello que se desarrollaba en el patio central.

Tres figuras atravesaban con rapidez el patio central, hacia su propio barracón. Suspiró con alivio. Posiblemente la habían encontrado a tiempo. Su servidora más inteligente. La única capaz de enfrentarse a la incertidumbre que suponía aquella cárcel de piedra. Su cerebro era un bien demasiado valioso para la humanidad. Su pérdida suponía un paso atrás hacia su propio objetivo.

Un objetivo demasiado egoísta. Y cuánto más cerca estaba de él más se arrepentía de cada vida perdida en el proceso. Sabía que cuando sus pasos se detuvieran finalmente, solo le esperaba el purgatorio. El descanso placentero no era algo que pudiera permitirse.

Sus dedos se posaron sobre su reflejo demandante. La culpa. ¿Durante cuanto más tiempo podría retener a aquellos soldados guiándolos continuamente hacia una espantosa muerte? Lazos inquebrantables que amenazaban con ahorcarle entre susurros.

Ninguno de ellos quebraría jamás ninguna orden. Aunque ello supusiera su propia separación. Vivir alejados del calor del cuerpo del otro. Cada vez que cruzaba aquellas murallas, sentía que les estaba privando de su propio futuro. Tal vez la posibilidad de formar una familia, o incluso construir un hogar.

Y aquella agonizante sensación continuaba oprimiendo su pecho. Tal vez algún día debería continuar su avance por sí mismo, solo. Cuando todos sus soldados fallecieran, solamente sus cansadas piernas serían las que continuarían arrastrándole frente a aquellas sombras danzantes que amenazaban con sumirlo en un descanso eterno.

Pero aquella noche no podría descansar. Si deseaba redimir su culpa. Brindarles un futuro a aquellos dos soldados que perderían algo más valioso que su vida, no podía descansar. Buscó una pequeña cerilla y la encendió entre sus dedos. Aquella imagen apagada que continuaba observándola desde el cristal de la ventana comenzaba a a callarse.

Tal vez solo fuera un hombre sin demasiada fuerza. Su poder solamente existía en su mente. No era un ser humano con una capacidad especial. Pero conocía su propio potencial. Conocía lo que aquellas manos podían llegar a hacer. Sus límites. Sus debilidades. Sus fortalezas. Sus dedos apresaron de nuevo aquella pluma hueca y la mojó en tinta.

Si su sueño permitía que alguien más cumpliese el suyo propio, haría lo que estuviese en su mano para alcanzarlo. Aquella noche era más larga de lo habitual, como si se tratase del equinoccio de verano. Pero sabía que no era así. Solamente necesitaba que fuese eterna y le brindase tiempo.

El suficiente para que el soldado en quién más confiaba pudiera recobrar aquella parte de sí mismo que combatía entre la vida y la muerte. Nunca pensó que la conexión que había emergido entre ellos pudiese significar algo en su lucha interna. Pero aquella fusión entre sus almas les fortalecía de una manera extraña.

Tal vez para algún otro líder supusiera un impedimento. Pero Erwin Smith sabía que la pérdida del otro solo avivaría su llama. Como si esa parte del otro que se perdía se integrara en el otro, otorgándole poder. Sus labios se torcieron en una sonrisa. Añorando una vida pasada, en la que se hubiera planteado esa entrega hacia otra persona. Un ligero amago de envidia invadía su corazón.

Una relación que se inició por mera curiosidad, pero cuyo vínculo salvaría el sueño de ambos. La tinta comenzó a manchar el papel mientras escribía. Una noche larga e infinita, pero el sol comenzaba a brillar a través de los cristales de la ventana. Su pluma se detuvo ante sus propia firma. Solo unas horas más, hasta que ella recobrase el conocimiento y su más fiel subordinado pudiese darse el lujo de volver a respirar.

Solo  unas horas más.

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Respiración entrecortada. Sus propias palpitaciones delataban su presencia. Pero él debía llevar a cabo aquel cometido. Se pegó a la pared mientras vigilaba el pasillo que conducía hacia la sala central de la enfermería. Suspiró hondo y comenzó a avanzar. No notaba ningún sonido más allá de los lastimeros quejidos de las decenas de heridos que ocupaban las camas de las habitaciones adyacentes.

Tras cada expedición aquella escena se repetía constantemente, dejando un reguero de almas en pena que se aferraban a sus miembros amputados. El olor a sangre prendía aquellas paredes y provocaba un severo mareo. Como si sus fosas nasales se impregnasen con aquel aroma a óxido. Volvió a respirar hondo. Necesitaba recabar valor.

La silueta de Moblit se dibujó con cuidado mientras evadía a los voluntarios que permanecían despiertos ayudando a los heridos. Algunas voces conocidas parecían entonar un cántico de relajación, parecido a una canción de cuna para un pequeño infante. Y aquella voz era lo suficientemente audible como para esconder sus pisadas.

Se detuvo frente a la pequeña clínica que olía a formol. Posiblemente hubieran limpiado tras suturar alguna herida aún sangrante. Tal vez cauterizar alguna zona especialmente infectada tras arrebatarle una extremidad dañada en exceso. Se agazapó sobre la puerta intentando atisbar si había algún ocupante dentro. Solo necesitaba un par de medicamentos y alguna vía intravenosa. Usualmente solía asistir en la enfermería por orden de su capitana, así que conocía perfectamente la ubicación de aquellos fármacos. Comenzó a enumerar mentalmente la cantidad que necesitaba de cada uno.

-Subcapitán Berner, ¿qué hace aquí? - interrumpió una voz en su espalda.

Se giró sorprendido hacia una joven enfermera de cabello rizado. Una mujer de escasa estatura que había acabado trabajando en aquella pequeña clínica tras su ineficiencia en la formación previa al ejército. La conocía. Sabía perfectamente su expediente. Había destacado en los primeros auxilios, pero sus habilidades de combate no habían mejorado en absoluto tras años de entrenamiento. La única posibilidad que pudo obtener fue asistir a aquellos valientes soldados que entregaban su vida cada día.

-S-señorita Mai – comenzó mientras intentaba buscar una excusa para entrar en la clínica – Creía que su turno habría terminado hace tiempo.

- He decidido doblar el turno. Vuestras continuas salidas al exterior nos agotan – bostezó con furia – No todos pueden aguantar vuestro ritmo. Solamente os pedimos que os cuidéis más. Tener que suturar heridas residuales que no habéis tratado al momento .... Tal vez debería hablar con vuestros capitanes y hacer hincapié en las labores de ayuda en el campo.

- Estoy completamente de acuerdo – sus labios se forzaron en una sonrisa recordando los momentos previos en los que uno de sus capitanes casi hundía el pecho de su capitana intentando realizar una simple maniobra de reanimación.

- No ha contestado a mi pregunta – la mujer se acercó decidida acortando  la distancia - ¿Qué hace aquí? Esta noche su escuadrón no estaba destinado a la asistencia sino a la manutención. El comandante dijo que tendrían el día libre debido a la implicación de él en los experimentos de la expedición. Así que repito de nuevo, ¿qué haces aquí, Moblit? - cambió su tono a uno más cercano, olvidando la formalidad de su cargo.

-N-necesitaba algo para el dolor de cabeza....

- No tengo nada para los borrachos que vienen de celebrar su victoria en la taberna. Por favor, vete, todos los medicamentos son para los enfermos que me traéis cada maldita expedición. ¡Fuera! - increpó.

-P-perdona Mai, no pretendía ofenderte – intentó pensar rápidamente, necesitaba entrar en aquella sala urgentemente, cada minuto que su capitana no recibía la asistencia que necesitaba, su vida peligraba más – Por favor, Mai. Por los viejos tiempos. Cualquier solución servirá para este dolor de cabeza.

-.......... - sus ojos se clavaron en él mientras dirigía su mano a la manija de la puerta – De acuerdo Moblit. Solamente porque sueles ayudar en la enfermería. Después quiero que te vayas, no quiero más soldados inútiles rondando por aquí y molestando.

-G-gracias.

La enfermera guardó sus manos en los bolsillos mientras entraba en aquel pequeño almacén. Se encaminó hacia un armario al fondo y comenzó a leer pequeños botes con paciencia, dubitando cual sería el mejor para deshacerse de él rápidamente. Moblit se internó tras ella y se encaminó al sentido contrario. Abrió un cajón con agilidad y extrajo una pequeña bolsa de suero. Los pasos a su espalda le alarmaron y guardó rápidamente aquella bolsa en su pantalón.

- Aquí tienes tu pastilla, ahora vete Moblit. Tengo que hacer la ronda.

-.......... - tiempo, necesitaba tiempo para poder dirigirse al otro costado de la habitación, aún podía ver aquel armario abierto, los antibióticos y vendas que necesitaba para cubrir las heridas de su capitana – No creo..... que esta pastilla funcione.

- Son las medicinas que creamos en el laboratorio de tu capitana. ¿Dudas de tu propio trabajo?

- No creo... - tengo que hacer que vaya hacia atrás, coger las vendas sin que se de cuenta – Que funcione.... Tal vez he bebido demasiado.

-Siempre has bebido demasiado, Moblit – la mujer retrocedió unos pasos hacia atrás reclamando el espacio que le había sido arrebatado.

- Cada misión es más complicada que la anterior. Desearía tanto poder enterrar a mis camaradas – unos centímetros más – Tal vez ahoge demasiado mis lágrimas en alcohol. Pero tras perder a tantos amigos, no me queda nadie con quien hablar.

-.......... - la espalda de la mujer chocó contra el armario abierto mientras le miraba exhausta – Siento quejarme tanto, pero apoyo totalmente vuestra lucha. Se que vosotros conseguiréis hacernos libres algún día.

- Cada palabra de apoyo vuestra hace que nuestra agonía sea un poco menos dolorosa – su mano se guió a través del hombro de la mujer intentando alcanzar un pequeño frasco reconocible – Sigue cuidando de aquellos de nosotros que vuelven heridos, Mai. Tu labor aquí es muy necesaria.

- Es mi trabajo, al fin y al cabo.

La mujer comenzó a inquietarse cómo si pudiera comprender sus intenciones ocultas. Esquivó su mirada mientras sus pequeñas manos agarraban la puerta del armario intentando cerrarla. No podía permitir que su esfuerzo fuera en vano. Los minutos avanzaban con demasiada velocidad. Y una vida pendía de un hilo demandando aquel pequeño frasco. Moblit agarró los hombros de la mujer y la obligó a mirarle a los ojos.

Se mantuvo en blanco sin saber que debía hacer. Era una vieja compañera de entrenamiento. Conocía perfectamente sus debilidades, podría atacarla fácilmente y hacerla perder el conocimiento. Su pequeño cuerpo no era un impedimento para su objetivo. Nunca había  destacado. Visualizó sus manos, completamente desnudas. Ni siquiera intentaría defenderse. Antes de que pudiera percatarse de sus verdaderas intenciones, yacería inconsciente en el suelo blanquecino.

Aspiró hondo y tomó una decisión. Tal vez tumbarla sería la manera más rápida de acabar con aquello. Pero era una soldado ejemplar que cuidaba de sus aliados heridos. Tal vez hacerla perder la consciencia implicaría que alguno de ellos no pudiera volver a ver el amanecer.

Torció el gesto mientras se inclinaba hacia ella y comenzaba a besarla. La mujer pareció sorprenderse mientras colocaba sus manos en el pecho intentando empujarle lejos de allí. Moblit se inclinó más profundizando el beso. Su mano alcanzó el delicado bote. Ella parecía algo nerviosa. Podía notar el rubor creciendo en sus mejillas. Sujetó su mentón con su mano libre y continuó absorbiendo el sabor de sus esponjosos labios.

El pequeño bote comenzó a ser introducido en el espacio entre su espalda y su pantalón. Necesitaba vendas. Abrió la boca con cuidado comprobando que la mujer no negaba su acceso mientras introducía su lengua. Tanteó con sus dedos bucando alguna gasa de algodón o algún rollo sin usar. Solo vidrio y metal en aquellas finas baldosas de madera.

Abrió los ojos mientras inspeccionaba su alrededor. Algunos utensilios sobre la mesa que destinaban a cercenar miembros amputados. Una enorme sierra y algunas agujas para realizar suturas. La sujetó por la cintura mientras la obligaba a girarse. Un pequeño armario de cristal. Atisbó a ver. Solamente medicamentos que no eran necesarios en aquel momento. Su mano se hundió en su cadera mientras sus labios devoraban la boca de ella.

Necesitaba centrarse y no evadirse por aquella sensación añorada durante demasiado tiempo. Acarició su mejilla mientras visualizaba un escritorio. Varios papeles con anotaciones y un pequeño bote de tinta. En una pequeña esquina, finalmente un pequeño paquete de vendas que parecía haber llegado desde algún hospital central y aún no había sido utilizado. Moblit asió a la chica por sus muslos y la apoyó contra la base de madera.

-M-moblit, ¿¡qué haces!?

- .... -su mano se detuvo a escasos mílimetros del paquete de vendas –L-lo siento. Yo solo....

- Está bien – la mujer se separó mientras se dirigía al armario abierto, dándole la espalda – Este no es el lugar adecuado para esas cosas. Como te he dicho, tus propios camaradas están debatiéndose entre la vida o la muerte. Debo volver al trabajo.

-P-perdona por distraerte Mai – arrugó su camisa intentando disimular el pequeño paquete que ahora descansaba frente a su vientre – D-daré orden a algún soldado de venir a ayudar al amanecer.

-Gracias – su delicado cuerpo comenzó a esquivarle mientras le echaba de aquella diminuta consulta – Ahora fuera de aquí, tengo que hacer otra ronda.

- S-sí.

Se agazapó contra la pared recordando si todo aquello que necesitaba sería suficiente para devolverle la vida. Sus pasos le guiaron hacia la puerta de salida. La voz de aquella enfermera volvió a interrumpir sus pensamientos.

- No le administres una dosis demasiado fuerte si no está consciente –bramó con un aire de suficiencia - Quiero que devuelvas todos los antibióticos que no utilices. Es una medicina cara y difícil de conseguir.

-................. - se giró asombrado hacia su voz confiada, le miraba con picardía desde el otro del pasillo, sosteniendo un envoltorio plastificado y pequeño. Moblit dirigió una mirada hacia su camisa buscando el paquete de vendas, ahora inexistente - ¿Cómo lo...?

- ¿Acaso crees que me tragaría que Moblit Berner, el soldado incapaz de pensar en nada más allá de su adorada capitana, vendría a verme a medianoche con la líbido subida por las nubes? – arrojó el paquete a sus pies mientras le daba la espalda, hundiendo de nuevo las manos en los bolsillos de su bata – Robar productos del almacén de la enfermería está prohibido. Así que espero una botella bien grande por mi silencio.

- ¿Una botella?

- A mediodía llega mi relevo. Acabo de saltarme las normas, lo mínimo que puedes hacer es comer conmigo. Si consigues una buena botella de vino, será más fácil tragar la bazofia que preparen para comer.

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Sus manos dejaron de temblar cuando terminó de vendar hasta el último centímetro dañado de su piel. Su respiración volvía a ser constante. Pero sus párpados se negaban a abrirse una vez más. Tal vez aquella droga hubiese sido demasiado potente, o la asfixia a la que se había visto sometida hubiese agotado las reservas de energía de su cuerpo.

Sus dedos buscaron su pulso una vez más, errático pero estable. Sonrió con orgullo, su capitana había ascendido hasta tal puesto gracias a algo más que meros conocimientos. Si sus recuerdos le trasladaban al pasado, aún podía observarla envuelta en sangre evaporándose. Letal, incapaz de detenerse aunque uno solo de sus miembros se quebrase. Aunque una fina y larga lanza osase quebrar su alma. Hanji Zoe no era alguien que se dejase derrotar fácilmente.

Se levantó de la cama, dejando a la mujer dormir plácidamente. No sabía cuantas horas de agonía interna había sufrido, pero podía descansar finalmente. Ella estaba segura. Algún enemigo desconocido había atentado contra su vida. Alguien desconocido para él. Probablemente, hasta llegado el momento no podrían compartirle dicha información. ¿Contra quién les guiaba su fiero comandante? Tal vez volvieran a encontrarse en peligro, pero lo más delicado de aquella situación no era unas frágiles heridas. Sino la incertidumbre a la que se enfrentaría cada vez que sujetase sus espadas en las manos.

Algo que proteger, alguien a quién proteger. Era el único legado que definía su nombre. Tal vez exhalara su aliento antes que ella, pero se sentiría satisfecho de saber que la última imagen que viera fuera a ella, a salvo.

Sacudió la cabeza con desesperación, aquella imagen era algo extraña. Había imbuido en su mente y se había colocado en un espacio demasiado personal. Aquella mujer inconsciente era solamente un superior, una vieja amiga mientras entrenaba, pero cuyos caminos se habían distanciado emocionalmente. Se imploró a sí mismo por no menospreciarse. Intentar equipararse al hombre que le había acompañado aquella tediosa noche era una completa osadía.

Sus manos ascendieron hasta los mechones desordenados que tapaban su sudorosa frente. Posiblemente alguna pesadilla provocada por un cautiverio demasiado agonizante. Secó las gotas de sudor mientras observaba su rostro. Unos finos labios que expulsaban una fina brizna de aire. Diferentes de los que había besado escasos minutos atrás mientras pensaba sólo en ella. En su seguridad.

Unos labios que jamás habrían rozado los suyos de no ser por necesidad vital. Y que no volverían a entrar en contacto con los de él. Resopló en silencio mientras evaluaba sus propios sentimientos. Tal vez algo demasiado inadecuado. O tal vez su propia confusión era incapaz de mostrarle la razón de su devoción hacia aquella mujer.

¿Amor? ¿Compañerismo? No, algo más extraño y difícil de entender. Una extrema confianza. La razón de su entrada en el ejército. La esperanza. Tal vez para otras personas, soldados más aptos para el combate o incluso con mayor sagacidad en el habla fuesen los más adecuados para representar dicha esperanza. Pero para él no. Solamente bastaban varias de sus disparatadas teorías para comprender el auténtico significado de su lucha.

Su lucha no acabaría cuando el último de sus enemigos pereciese, sino cuando fuesen capaz de hacer avanzar a la humanidad pese a sus años de miedo. Combatir el temor con conocimiento. Aquello que provocaba terror en la humanidad no era más que falta de conocimiento. Y ella, era la única capaz de combatirlo.

Sus ensoñaciones se vieron interrumpidas por una puerta abriéndose. No sabía cuanto tiempo hacía desde que había abandonado aquella habitación para reunirse su superior. Pero cada segundo lo había sentido como una hora.

- ¿Cómo sigue?

-E-estable, capitán.

-.......... - se acercó a ella y comprobó las vendas que ahora tapaban su frente – Mike ha vuelto hace poco con Nanaba.

-¿Consiguieron algún dato más de aquel sitio?

- Nada que podamos descifrar fácilmente. Parecía un viejo encuentro para narcotraficantes. No podemos denunciar su ubicación o la policía militar lo calificaría de simple vandalismo.

-Entiendo.

- Erwin partirá en una hora a reunirse con el consejo. Debe atender a las demandas que nos pidieron hacer en campo abierto. ¿Hanji preparó elinforme antes de....? - sus palabras se detuvieron en el aire, sin ser capaz de acabar.

- Nifa redactó todo antes de abandonar el campamento base. Usualmente la capitana lo entrega ella misma al comandante pero....

- Daré orden a Nifa para que acompañe a Erwin.

- ¿No irá usted?

- Erwin ha decidido que seré un estorbo mientras pelea con esos insufribles de la corte. Ha hecho especial hincapié en que me quedé aquí y no de señales de vida hasta que Hanji no se recupere.

- ¿Por qué razón?

- Haces demasiadas preguntas.

- L-lo lamento.

-Entiendo tu maldita preocupación, pero ni siquiera yo se que ha pasado esta noche – encaró al hombre que dubitaba ante sus respuestas – Es posible que no sea la última vez que debas enfrentarte a algo así. Si deseas desertar, no tendrás otra oportunidad mejor. Erwin no te culpará. Yo tampoco.

- Cuando me uní a este escuadrón hice un juramento, que protegería a mi capitana a costa de mi vida. Fuese cual fuese la situación.

-......... - sus ojos parecían cansados mientras le miraba fijamente, una mirada metálica que en cualquier otra ocasión le habría asustado, pero tras aquella noche era consciente de su fragilidad.

-Debería descansar, capitán. Ha sido una noche larga – rodeó la cama mientras se dirigía hacia la puerta – No creo que ella necesite más asistencia durante las próximas horas. Está fuera de peligro. Buscaré a Nifa y prepararé el informe para el comandante.

-.............

La puerta se cerró tras de sí. Un extraño halo de privacidad. Se sentó sobre la base del colchón mientras observaba su pecho levantarse con cuidado y volviendo a hundirse. Respiración constante. Aquella mujer era excesivamente difícil de matar. Probablemente ni cientos de sus enemigos pudieran siquiera agotar una mísera parte de su alma.

Se tumbó junto a ella mientras observaba aquellas tranquilas aspiraciones. Sus manos se posaron sobre su mejilla mientras calentaba la palma de su mano ante el mero contacto.

-Bienvenida a casa, Hanji.........

.

.

.

Primero y ante todo, me disculpo porque no imaginé que me llevaría tanto tiempo escribir un capítulo. Y cada vez me lleva más. Pero cuando tengo un bloqueo me cuesta mucho continuar. No tengo ganas de escribir ni de leer, y hace que colocarme delante de mi ordenador y teclear sea excesivamente tedioso. Sigo enfocandome hacia el final que quiero darle a esta historia, y se lo daré tarde o temprano.

Quiero agradecer a una lectora, Andrea, por ayudarme respecto al tema médico de este capítulo. Espero que os haya resultado fácil de comprender. Dejad vuestros comentarios respecto a que os ha parecido el capítulo. Agradezco mucho leer que os gusta la historia y vuestros ánimos para que no abandone.

¡Nos leemos!


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