Muchísimos años antes de la aparición de los dones en el mundo, en algunos lugares ya se habían presenciado casos donde bebés nacían con habilidades sobrehumanas; estas habilidades eran otorgadas por seres regentes de las, ahora conocidas, constelaciones zodiacales.
Aquellos seres superiores elegían a bebés próximos a nacer para ser sus representaciones en la Tierra y fueron, en aquellas épocas, adorados y temidos por sus increíbles habilidades, llegaron incluso a ser llamados dioses.
Sin embargo, la quinta generación que existió de dotados, consumidos por la ambición de poder, iniciaron una guerra en la que quién ganase podría proclamarse como el Rey de todo el Mundo, ninguno lo consiguió, todos murieron en medio de su propia guerra.
Los regentes celestiales decidieron dejar de dar aquel poder a los humanos y así fue por muchos cientos de años, hasta que un día el regente de la constelación de Ophiuchus, harto de que nunca tomaran en cuenta su opinión decidió irse en contra de sus iguales y escogió una bebé a la cual darle de su gran poder y permitirle representarlo.
En vista de aquello los demás regentes decidieron hacer lo mismo para no crear un desequilibrio mayor, dado que cada cual elegía de manera diferente a su futura representación a algunos les llevo más tiempo que a otro, pero la diferencia de edad entre las elegidas no fue mucha al final...