El vuelo fue muy tranquilo. Dormí gran parte del viaje.
Le discutí tanto a mi mamá por haberme comprado un boleto de primera clase, pero no se equivocaba. Porque ese asiento era de ensueño.
Ahí en el aeropuerto me esperaba un señor que me llevaría hasta el departamento que alquilé.
Fue muy comprensivo sobre cómo me estaría sintiendo e intentó distraerme durante el trayecto.
Cuando llegamos me tendió una tarjeta con su contacto por si llegase a necesitar algo.
"Rick Olsen...". En ese momento recordé el meme de "No lo sé Rick, parece falso" y esbocé una pequeña sonrisa.
–Muchas gracias, Rick. Lo dejaré registrado en mi celular.
–Hazlo, por favor. No dudes en pedir algo si lo necesitas.
Me ayudó a subir mis maletas y me dejó ahí.
La estructura del departamento me agradaba pero no estaba muy bien cuidado. La pintura en las paredes estaba quebrajada. El techo... ¡todo estaba mal!
Comencé a entrar en pánico así que mejor dejé de prestarle atención.
De una de mis maletas saqué mi computador y le envié una videollamada a mi madre. Y ahí estaba ella. Contestó tan rápido que parecía estar esperando mi llamado.
–¡Mi amor! –Chilló.
–Hola mami... –contesté con un hilo de voz.
Sentía como me tiritaba la barbilla y estaba a punto de quebrarme cuando ella siguió:
–Mi cielo... ¿estás bien?
Negué con la cabeza.
–Tranquilo, mi rey. Esto es por tu futuro.
–Lo sé, má. Sólo es tan difícil estar lejos de ustedes –se me cayó una lágrima–. Nunca nos habíamos separado tanto. ¿Dónde está Roger?
–Está jugando con Melanie, la vecina de al lado.
–Dale un beso de mi parte. Ordenaré aquí las cosas para distraerme un rato.
Mi corazón se retorcía al estar despidiéndome, pero no podía seguir hablando porque sentía que me ahogaba en las palabras y el nudo en la garganta se acrecentaba.
–Bueno, mi amor. Cuídate mucho y quédate tranquilo, que estaremos juntitos en una semana en el encuentro de maestros y padres.
–Estaré esperando ansioso– tragué saliva con dificultad–. Hasta entonces, mami...
–Hasta entonces, mi amor.
Cerré la tapa de mi laptop y me tiré en el viejo sillón del departamento. Ahí me encorvé y me eché a llorar como si se estuviese acabando el mundo. Me sentía tan solo y desprotegido estando lejos de mi familia.
–"Es parte de crecer"– me dije a mí mismo.
Pensaba desempacar mis cosas pero para mi sorpresa el departamento no estaba amoblado de manera muy excepcional que digamos. En mi habitación había un estrecho rectángulo vertical con dos divisiones que intentaba cumplir el rol de clóset.
Esto debe ser una burla, pensé. Ni siquiera puerta tenía, pero bueno.
Colgué ahí lo poco y nada de ropa que pude, y lo otro lo devolví a la maleta.
Sin estantes para mis libros. Sin una mesa para comer. Sin televisión, ni refrigerador. Este departamento necesitaba mucho más que un arreglo, sin embargo, le tenía fe.
Un departamento vacío y un clima nublado fueron suficientes para deprimirme. Así que tomé mi mochila dorada y dentro puse mi cámara, mi billetera y mis llaves y decidí salir por ahí. Así podría hacer algunas fotos, conocer el lugar y también comprar algo para comer, algo para el momento ya que sin refrigerador no podría comprar víveres.
Así que en portería pregunté por el centro comercial más próximo, pedí un Uber y me dirigí hasta allá.
Era un portal muy bonito, había luces preciosísimas por todas partes. Tomé fotografías a los árboles que estaban adornados con bellas luces en sus troncos. A las personas que pasaban por ahí, que parecían no prestarme atención. Lo cual me encantaba. Y al atardecer, entre otros.
Recorrí el portal y su infraestructura era preciosa. *click* Lucía tal cual las películas, y lo noté cuando pasé por fuera de una gelatería y ahí había un grupo grande de estudiantes de secundaria bebiendo malteadas. El cuadro me pareció perfecto para una fotografía, así que comencé a fotografiarlos sin que se dieran cuenta, hasta que una chica notó mi presencia y les avisó. En ese instante todos posaron para que yo les tomara fotos, y eso me sacó una gran sonrisa, porque ellos parecían divertirse con mi presencia ahí.
Les hice un gesto agradeciendo por su cooperación y se me acercó una chica que medía aproximadamente 1.60 cm, rubia y de mejillas coloradas.
–Pásame tu Instagram para taggear a los chicos cuando subas las fotos– dijo con voz chillona.
–Lo siento, no uso Instagram– dije un poco incómodo con el tema–. Las fotos que tomo las guardo para mí– mentira–.
La chica me miró como a un bicho raro y se devolvió a la mesa con su grupo. "Momento incómodo", pensé.
Seguí caminando y unas cuantas tiendas más allá di con un Starbucks, así que haciéndole caso a la saliva que se me acumulaba en la boca fui por un café.
–¡Buenas tardes, amiguito! ¿Qué te sirvo?–dijo con más energía que de costumbre una chica morenita tras el mostrador.
–Hola– dije yo un tanto atónito con la simpatía de la chica, no acostumbro a que la gente sea tan carismática conmigo–. Me gustaría un Frapuccino Java chips, por favor.
–¡Claro que sí! –sonrió ampliamente–. ¿Me indicas tu nombre?
–Douglas.
–Toma asiento, Douglas –indicó–, te llamaré cuando tu orden esté lista.
Me senté en una mesita alta que quedaba justo frente a un gran ventanal que daba hacia el portal, así que aproveché la oportunidad de tomar otras fotografías desde el vidrio.
Estuve así hasta que mi animosa camarera me llamó desde el mostrador. No había mucha gente en el local así que no necesitó mucho volumen para que yo pudiera oírla desde mi mesa.
Pagué, retiré mi café y volví a la mesa. Disfruté del frappucino mientras revisaba en mi cámara las maravillas que había capturado.
Una que otra sonrisa se me escapó mientras veía las fotos de esos chicos populares de la gelatería. Parecían saber lo que hacían, porque las fotos estaban perfectamente posadas pero parecían tan casuales.
Tenía muchas ganas de llegar a retocar las fotografías para publicarlas en mi blog. Pero aún no parecía ser una hora prudente para llegar, teniendo en cuenta que estaba solo y mi departamento era un completo desastre.
La imagen del departamento me hizo querer sacarla rápidamente de mi cabeza, así que una vez que terminé mi café me despedí amablemente de mi muy animosa camarera, y le dejé una buena propina por su gentileza.
Caminé hasta una tienda de cosas para el hogar. Literalmente, después de fotografiar, mi pasatiempos favorito es ver cosas de decoración para el hogar. Desde muy pequeño he soñado con tener mi propia casa y decorarla con el estilo y colores que a mí me gustan. Ahora está en mi nariz esa posibilidad y estoy simplemente aterrado.
Ahí dentro parece no pasar el tiempo. Me entretengo mirando cortinas de colores tan bellos; juegos de loza; cojines; alfombras, todo tan perfectamente combinado que dan ganas de llevarse la sala completa.
Cuando salgo de mi ensueño me percato de que ya se está haciendo tarde, así que voy hasta Mc'Donalds y pido una promoción de dos Doble Cuarto de Libra con extra papitas y bebida. Sabía que sería una larga noche en vela por mi ansiedad de estar solo y que mi metabolismo privilegiado me evitaría engordar aún comiendo esa cantidad de comida.
Como no recuerdo si en el departamento había papel higiénico, paso al super a comprar. Porque sí, soy humano y al igual que todos tengo que hacer mis necesidades. Más aún después de comer todo lo que llevo.
Al llegar al departamento, dejo las bolsas sobre las encimeras y me siento en el viejo sofá.
–No te acostumbres a mi guapo trasero –me dirijo al sillón... sí, al sillón–, en tanto pueda te cambiaré.
Saco mi buffet de su bolsa y la pongo junto a mí. Tomo mi ordenador y le pongo la tarjeta de memoria para exportar las fotos y mientras eso pasa yo veo algún video de mis youtubers favoritos y me atraganto con comida.
El estilo de mis fotografías estaba muy demarcado, muy retro, vintage, con edición de colores para dejarlos lo más parecido a colores pastel. Eso me hacía sentir que homenajeaba mis inicios con la cámara analógica del abuelo. Lo extraño tanto.
Después de retocar las fotos y hacer una cautelosa selección, voy a mi blog para publicarlas.
Solía ser alguien muy adicto a las redes sociales, sobretodo a Instagram. Sin embargo, después de una serie de eventos desafortunados di de baja mi Instagram y mis otras redes sociales públicas.
Así fue como llegué a este pequeño rincón del internet llamado Tumblr. Ahí creé un blog para seguir compartiendo mis fotografías, pero esta vez cuidando mi privacidad usando un seudónimo. "señor_x".
Abrí el blog y con el título "Cazador de Momentos X" di inicio a un nuevo diario de vida. Sí, el título y el nombre son un tanto incomprensibles y hasta infantiles por lo de "Cazador de Momentos", pero todo tiene su lógica.
Por muy soso que pueda sonar "Cazador de Momentos" no dejaría de usarlo porque esa fue la categorización que el abuelo, con mucho amor, me había dado de pequeño.
Y la "X" se la di por algo que cualquiera que sepa de matemáticas básica sabrá. En mates, que por cierto las odio, se le denomina "x" a un valor que es incógnito. Y como mi misión era mantener mi identidad en privado, se me hizo muy ingenioso.
El departamento puede no tener refrigerador, pero la fibra óptica era una maravilla. Así que mientras se procesan las fotos yo voy por mi manta y me acurruco en el sofá.
Después de un rato intentando ahuyentar los recuerdos de mi cabeza, siento cómo voy perdiendo la consciencia y me veo sumido en un dulce sueño.