Pérdida de un mercenario que invadía mentes, atrapaba corazones, abría heridas.
Sonrisas amplias y cada una obsequiada, que te ponen cara de idiota o más de bien enamorada.
Manos que acarician, que te hacen estar en el paraíso,
cuando aún no atrapas tus miedos y él ya los obtuvo desde el inicio.
Porque un clavo saca otro clavo, y ya no te pienso como antes lo hacía...
Eras mi alegría anhelada cuando ya más yo no podía.