Sombras Ocultas

By NMAlonzo

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"Las Personas no son lo que parecen ser y hasta los mas callados pueden dar hogar en su interior a los mas vi... More

Prologo

I

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By NMAlonzo

En el interior de la Reserva Natural del Este se encontraba un grupo de personas congregados en el centro de un improvisado salón de reuniones, ubicado en la cabaña del miembro mas nuevo de la manada, Rag Cotter o simplemente Cotter. Un hombre que había llegado hacía medio año desde el profundo sur, un lugar donde no se hablaba de misericordia y la palabra poder era venerada.

En aquella tierra austral Cotter aprendió el arte de las palabras, comprendiendo que la mejor forma de convencer a los demás era diciéndoles tal cual lo que ellos deseaban escuchar. De esa forma había atraído poco a poco hacia sí a un limitado grupo de guerreros que, pese a todos los beneficios que habían tenido a lo largos de los años, anhelaban más, mucho más y allí estaban, riendo dentro de si por lo que sabían ocurriría pronto.

En la otra punta del campamento Cassandra también reía, pero su risa llenaba todos los espacios y retumbaba en el interior del oscuro bosque. Junto a ella se encontraba gran parte de la manada, los miembros más viejos, más sabios, aquellos que habían jurado lealtad eterna al Alfa, su padre, Natanael Ferrell.

Se recostó del hombro de este, ignorante de lo que estaba por desencadenarse. Escuchando con sumo interés lo que contaba Nicolas, el hombre mas anciano de la manada, algo acerca de las leyendas antiguas, sobre los Grandes Lobos. Le maravillaba el tema, el enigma que representaba y el misterio que había entorno a ellos. Miro el perfil de su padre, sin lugar a dudas era un hombre poderoso pero aquel poder no era nada comparado con el que había dentro de los Grandes Lobos.

– Las leyendas dicen que se levantará para tomar en sus manos el territorio perdido –dijo un hombre.

– Espero vivir para ver eso –respondió Nicolas observando el cielo–, correr por las praderas del norte donde los valles son mas extensos que en estas horribles montañas fue un placer que dolió perder.

– Allí era más fácil cazar, pocos pueblos y largas distancias –concordó Natanael.

– Si un Gran Lobo se levantará para salvarnos del aburrimiento del centro –dijo Cassandra con una sonrisa pintada en el rostro, pensando cuan placentero seria poder correr por zonas llanas y largas–, espero que lo haga pronto... –su voz bajo cuando escucho un aullido feroz penetrando el espacio, sus ojos viajaron a los de sus padre quien miraba preocupado hacia la oscuridad.

– ¿¡Quieren un Gran Lobo!? –escucho gritar–. ¡Ya se ha levantado! ¡Se levantó para tomar posesión de todo lo que le pertenece! –Cotter apareció entre la oscuridad, rodeado de una docena de hombre lobos en su forma animal. Los hombres y mujeres que estaban a su alrededor se levantaron con rapidez tomando su forma animal, ella se puso de pie se alejo de su padre para hacer lo mismo cuando sintió una mano sobre su hombro tomándola con fuerza–. ¡Empezando con esta, mi manada! ¡Es tu decisión Natanael! ¡¿Te sublevas ante mi o mueres?!

En un abrir y cerrar de ojos su padre se convirtió en un lobo para lanzarse sobre Cotter. O por lo menos eso pretendía hacer, pues uno de los lobos del grupo enemigo se lanzo sobre él, clavando los dientes en su cuello. Ella se zafó del agarre que tenían sobre su brazo o tal vez la soltaron, realmente no supo que paso en ese momento o lo que su sucedió después de eso. Solo que se abalanzó ferozmente sobre el primer lobo que vio y a su vez se desencadeno el caos, una lucha en la que solo el mas fuerte sobreviviría y eso era exactamente lo que les faltaba, ella que no había llegado a la madurez y a todos los demás que apoyaban a su padre que estaban demasiado adultos para ganarle a aquellas bestias.

*

Al abrir los ojos esa mañana lo primero que notó fue el molesto sentimiento de ansiedad que subía desde su estómago y se alojaba en su garganta formando un nudo. Aquello presagiaba algo que se acercaba mientras pasaban los minutos. Muchos años habían transcurrido desde la última vez que se había sentido de esa forma, y tras la muerte de su madre creyó que aquello no volvería a ocurrir. Pero allí estaba, tumbada en su cama, con la respiración irregular, tan desconcertada y asustada que no sabía cómo manejarse ante la situación.

Andrea exhalo todo el aire que había en sus pulmones, se puso de pie para dirigirse hasta el baño, una vez allí inició su rutina. Tras salir de la ducha, vistió unos pantalones negros, una camisa de mangas largas color blanca, sobre esta se colocó un suéter azul claro. Cuando estuvo lista, caminó hasta la cocina en busca de algo para echarle a su estómago. Tomó unas galletas de la despensa, pero bastó con unos cuantos mordisco para abandonar la tarea de comer algo, aquel sabor amargo de la incertidumbre moraba en su paladar.

Tomando su maletín y abrigo salió de su casa. Fuera hacía mucho frío, el otoño pronto llegaría a su fin, dándole paso al crudo invierno que caracterizaba la ciudad. Los Rieles era un lugar rodeado por amplios bosques. Era una zona rica en vegetación, durante el verano florecen abedules y sauces enanos, hierbas, musgos y flores de hoja perenne. Era una ciudad que se encontraba en el mismo centro del país, no era las más habitada, tampoco la más grande pero se acercaba mucho a ambas. Cuando se mudó al lugar lo hizo con la intención de escapar, sin saber que el destino siempre pondría aquello que le atemorizaba en el camino.

Sin darle larga al asunto se apresuró a la parada de autobús. Trabajaba como profesora en uno de los colegios privados de la ciudad. Siempre le gustó enseñar, tenía cierta debilidad por lo niños y disfrutaba estar con ellos. Pero lo que más amaba de su empleo, eso que siempre la motivó a ir por más, era la sensación de ser escuchada, ese sentimiento de superioridad que sentía al estar frente a una clase. Ella la maestra, ellos los alumnos. Ella la autoridad, ellos los subordinados. Sentirse de esa manera la avergonzaba, había tratado, sin éxito, recluir dentro de ella esas sensaciones, pero nunca llegaría a despegarse de las mismas. Porque muy dentro de sí, en lo más profundo de su corazón, anhelaba continuamente sentirse escuchada.

Las horas pasaron con lentitud. Miraba a los alumnos pasar, a sus compañeros ir de un lado a otro en la sala de profesores, miraba el reloj, como las manecillas luchaban por avanzar, por llegar al final. A la hora del almuerzo se sentó alejada de todos, miraba por las ventanas como a los lejos se alzaban los árboles cuyas puntas parecían tocar el cielo, preguntándose si aquello que la mantenía en ese estado de preocupación se encontraba dentro de las entrañas de este.

Al llegar a casa se despojó del abrigo, lanzó el maletín a una esquina y se echó en el sofá, colocó uno de sus antebrazos sobre sus ojos. Su casa se encontraba en los suburbios de la ciudad, una zona llena de pequeñas casas cuyos patios lindan con el límite del bosque. La ansiedad iba en aumento. No había comido nada, salvo las galletas de esa mañana. Su estómago estaba revuelto, su mente era un caos. Se mordía las uñas nerviosamente. Se sentía amenazada, agobiada, inquieta. Algo oscuro se acercaba. Algo más fuerte que ella, algo que se le escapaba de las manos, que no podía controlar.

Al no poder aguantar más el sentimiento de opresión que sentía en su pecho y el sentir que se asfixiaba, tomó su abrigo y salió a caminar.

Vago por un largo tiempo en un estado de trance, sin ser consciente del lugar hacia dónde se dirigía. Se percató de eso cuando estuvo bastante lejos como para no ver siquiera el borde de las vallas del pueblo. Se había jurado no pisar aquel lugar, pero allí estaba siguiendo su instinto. Instinto. Una pequeña risa brotó de sus labios cuando esa palabra llegó a su mente. Ella no seguía su instinto, solo los animales lo hacían y ella no era uno de ellos.

Se paró abruptamente cuando sintió que el vértigo y las náuseas la invadían, apoyó su mano en el tronco de un gran sauce. La temperatura parecía descender cada segundo más, parecía que su abrigo no le podía brindar calor. Se desmoronó en el frío suelo, se llevó una mano al costado izquierdo, le dolía horrorosamente, como si la hubiesen apuñalado, respiro hondo y cerró los ojos.

Una lluvia de imágenes espeluznantes venían unas tras otras a su mente. No se quedaban por mucho tiempo, cambiaban con rapidez pero pudo captar algunas cosas, cosas que hacían que su corazón latiera con mucha rapidez, que el habla se le fuera y su respiración fallará.

Una pelea. Lobos. Nieve. Bestias. El campamento. Isacar. Un desconocido. El, su hermano. Sangre. Sangre. Muerte. Isacar. Su sobrina. Corre. Corre. Herida. Sangre. Sangre. Sangre. Corre. Caía.

Abrió los ojos, lágrimas caían sin medida por su mejillas. Poco a poco se fue poniendo de pie. El costado aun le dolía. De repente comprendió todo. Fue como si la realidad cayera de golpe sobre ella. Ahora sabía porque había sentido todas esas cosas en ese día, porque había llegado de manera inesperada a ese lugar. Su sobrina, se encontraba en algún sitio del amplio, frío y oscuro bosque, al borde de la muerte y su hermano, Natanael, estaba muerto.

Hacía muchos años que había cortado comunicación con su familia, ver a Natanael muerto fue poner el dedo en la llaga. No podía evitar sentir cierta culpa, quizás si ella hubiese estado allí... ¡No! ¡Ya basta, Andrea! ¡Debes de controlarte! No debía perder el tiempo pensando en esas cosas, debía de encontrarla, buscarla e intentar salvarla.

Comenzó a correr, alojó la tristeza dentro de sí. La busco por todos los lugares intentaba mantener el ritmo. Pero se cansaba, le faltaba aire y su falta de coordinación no le permitía correr sin tropezar. Por segunda vez en su vida deseó ser diferente, formar parte del mundo de su hermano, ese mundo al que su padre también había pertenecido. Ese mundo que su madre decidió escoger.

Aunque con rapidez se reprendió. Era feliz siendo humana, no necesitaba más que una forma corporal, no necesitaba formar parte de un mundo lleno de sangre, hostilidad y crueldad.

No pudo más, se detuvo un momento apoyando sus manos en las rodillas, respirando entrecortadamente por el esfuerzo que acaba de hacer. Levantó la vista al frente cuando sintió que alguien la observaba, entonces lo vio. A pocos metros de ella, mirándola con arrepentimiento, la tristeza se asomaba a sus oscuros ojos, el dolor era palpable en su expresión. Se veía fatal, todo magullado, con heridas y golpes por todo el cuerpo. Su ropa estaba hecha un desastre, rota y del lado derecho de su rostro caía sangre a mares. Ella se quedó unos segundos, quizá minutos, viéndolo directamente a los ojos. Nunca se imagino ver a ese hombre de esa manera, el lobo que siempre había representado fortaleza y rudeza se encontraba como un asustado corderito.

— Andrea —dijo este rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos.

— Faber —respondió ella con voz agitada, mientras se acercaba con miedo hacia él—. ¡Oh por el amor de Dios, Faber! ¿Qué te ha pasado? ¿Qué le ha pasado a Natanael?

— No pudimos... —él se limpió las lágrimas con el dorso de su mano—. Yo... no pudimos contra ellos, eran... solo éramos nosotros dos... para protegerlos a todos, pero no... no pude detenerlos, Andrea –sollozó–, en un momento estábamos bien y al siguiente... hice lo que pude para salvarla, por lo menos tenía que ayudarla a ella...

– Cassandra sigue viva –dijo con voz temblorosa, sus ojos se llenaron de lagrimas al ver al hombre que amaba vivo y saber que su sobrina también lo estaba, no pudo evitar sentirse momentáneamente feliz, se acerco con rapidez a Faber para abrazarlo, apoyarlo en ese momento tan difícil que estaba pasando–. Todo estará bien, Faber... Nosotros, Cassandra y Natanael podremos... –se vio interrumpida por el llanto que salía de la boca del hombre. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, una sombra oscura se levantaba entorno a su corazón, se aferró mas al cuerpo del hombre y lloro mientras recordaba las imágenes que había visto con anterioridad, su hermano muerto — ¡Por favor dime que no es cierto! ¡Dime que aun vive!

Faber guardo silencio, apoyo su cabeza sobre la de ella e intento tranquilizarse. Abrió los ojos para observar el bosque, la tranquilidad reposaba en aquel lugar, agudizo el oído en busca de algún sonido cercano. Estaban justamente en la punta contraria del campamento, a mas de 10 millas. Lo suficientemente lejos como para que el olor de Cassandra y el suyo se confundiera en el camino, aquello había sucedido la noche anterior, el había esparcido por todo el bosque decenas de prendas de vestir de la chica de manera que fuera mas difícil la tarea de localizarla si en algún momento decidían buscar el cuerpo, porque para ellos Cassandra Ferrell estaba muerta.

Se alejo un poco de Andrea para observar su cara, había elaborado un plan para mantenerla con vida tanto a ella como a Cassandra, pero aquello era mas difícil de lo que se puede imaginar y a la vista se pintaba imposible, en su interior rogaba a los dioses que lo mataran mil vez si con eso lograba que vivieran.

— Cassandra está justo detrás de ese árbol —ella guardó silencio—. Las cosas son diferente ahora, hay un nuevo Alfa. Su nombre es Rag Cotter, llegó hace algunos meses, nunca te hable de él porque realmente no veía la importancia en el asunto. No te conoce por lo que nunca te encontrará, de todas formas no te puedes quedar en el pueblo, muchos de la manada me han visto contigo o entrando a tu casa con frecuencia. Deben irse.

— ¿Deben? —preguntó ella, mientras lo miraba sorprendida—. Querrás decir debemos, no puedes dejarnos solas Faber. Comprendo a la perfección que debo de hacerme cargo de mi sobrina pero no podemos estar solas.

— Creen que Cassandra hasta muerta, ya he jurado lealtad al Cotter para mantenerme con vida. No puedo ir con ustedes, cariño, me perseguirán y pondré en peligro la vida de ustedes, nunca me perdonaría que te sucediera algo por mi culpa.

— ¿A dónde me iré? —preguntó, pero la mirada de compasión de Faber bastó para que comprendiera lo que tenía en mente. Las lágrimas empezaron abrirse camino nueva vez, recorriendo sus blancas mejillas, él se acercó a ella con rapidez acunando su cuerpo entre sus brazos—.Yo no puedo irme hacia ese pueblo, Faber, no me pidas que vuelva a esa casa.

— Si se llegan a enterar de que está viva morimos los tres. Deben irse mientras puedan, amor. Yo tendré que afrontar esta situación, quedarme aquí y mantener...

— ¡No entiendes nada! —gritó– ¡Ella no me conoce! ¡Me pides que me encargue de joven de 17 años

— Yo te amo más de lo que te imaginas. Fuiste, eres y serás la única mujer a quien amaré, por siempre. Y porque te amo, porque amo a esa niña como si fuera mi propia sobrina es que me debo alejar de ustedes, yo estaré bien, ustedes estarán bien en La Ville de Nord. Mantendré a la manada lo más alejada posible de allí, luego encontraré la manera de alejarme de ellos. Unirme a ustedes y empezar de cero pero ahora no puedo hacerlo, mi amor. Te pido que me entiendas, por el bien de tu sobrina.

Andrea no tuvo más que decir, debía de respetar la decisión que había tomado Faber, él estaba pensando por los tres no solo por el mismo. Debía de hacerlo, seguir adelante por el bien de Cassandra. Se acercó a él y le beso, un beso lleno de amor y promesas, las mismas promesas que se habían dicho una y otra vez mientras compartían una cama. Faber volvería, él regresaría a ella porque siempre cumple sus promesas. Volvería para quedarse con ella por siempre. Lo único que ella debía de hacer era cuidar de Cassandra, por Natanael. Intentar mantenerla a salvo, aunque eso le costará tener que volver a La Ville de Nord.

Él llevó a Cassandra entre sus brazos hasta su casa. Mientras caminaban él le contó como habían pasado las cosas. Le dijo que desde hacía tiempo él y su hermano sospechaban que Cotter quería usurpar el puesto de Alfa.

Natanael era un líder innato y no necesitaba utilizar métodos sanguinarios y crueles para lograr que las personas hicieran lo que él quería. Rag Cotter sabía que la única manera de conseguir que los demás licántropos le hicieran caso era matándolo. Por eso fue envenenado la mente de los miembros más nuevos de la manada, aquellos que deseaban sangre y poder. Faber omitió como pasaron las cosas cuando comenzó la pelea, solo le contó que mientras luchaba vio como le clavaban un cuchillo de plata a Natanael justo en el corazón y que después de eso su único objetivo fue salvar a Cassandra, que había sido apuñalada en el costado. Tenía en su poder una medicina preparada por una bruja de un pueblo vecino, la suministro con rapidez a la chica cuando la encontró tirada, desnuda y en forma humana. Andrea escucho, aunque ella ya había visto como habían sucedido las cosas, hasta sabía el sitio exacto en el que Cassandra había sido herida.

Cuando llegaron a su casa, Faber entró a la habitación y colocó a Cassandra con sumo cuidado en la cama, fue hasta el armario donde guardaba sábanas y tomó una para cubrirla. Ella observaba como él se paseaba con total naturalidad por su casa, como si viviera allí todo el tiempo, como si él no solo pasara algunas noches con ella y deseo que él fueran tan humano como ella, de esa forma no tendría que preocuparse por venganzas, persecuciones y amenazas.

— Es igual a ti —dijo él, colocándose detrás de ella y tomándola por la cintura.

— ¿Qué le diré cuando se despierte?

— La verdad.

— Seguro que no querrá estar conmigo.

— ¿Por qué dices eso?

— Ella se ha criado con ustedes, un puñado de hombres lobos, yo solo soy una simple humana. Se aburrirá de tenerme como tía.

— A ella nunca le ha gustado ser una de nosotros —dijo él con tristeza, eso hizo que ella se sorprendiera.

— ¿De qué hablas?

— Siempre quiso ser una persona normal, pero uno no puede negar su propia naturaleza. Lo aprendió con el tiempo, pero no dejo de desear ser humana. Espero que algún día aprendas de ella.

— No tengo que aprender nada.

— Solo te pido que reconsideres eso. Si fueras tan normal, yo hubiese llegado solo aquí —guardó silencio.

— ¿Faber? —dijo mientras ambos salían de la habitación y se acomodaban en el sofá.

— ¿Sí?

— ¿Por qué lo hizo?

— ¿De qué hablas?

— Isacar, ¿Por qué mató a Natanael?

— Isacar solo le tenia lealtad a un hombre, tu padre, tras su muerte fue miembro de la manada porque no quería estar totalmente solo —Faber observó las manos de Andrea, se llevó una a los labios para besar sus dedos—. También le tiene lealtad a una mujer.

— ¿Qué nos garantiza que no vendrán por mí?

— Porque, aunque me duela decir esto, el te ama lo suficiente como para no ponerte en peligro —ella miró su rostro, llevó sus manos hacia su pecho y las fue subiendo poco a poco hasta que quedaron encima de sus mejillas—. Me tengo que ir.

— No te vayas, Faber, no me dejes sola.

— He estado mucho tiempo fuera, se preguntarán donde estoy... —ella quitó sus manos del rostro de él—. Lleva a la chica a La Ville de Nord, vendré en un par de días te traeré dinero suficiente para mantenerse por tres años —ella asintió observando un punto fijo en la mesa, Faber llevó una mano hasta su barbilla, la subió poco a poco hasta que sus ojos se encontraron. Esta vez fue él quien se acercó a besarla—.Te amo.

*

El campamento estaba a oscuras, él se encontraba entre las sombras. Su lugar favorito. La mayoría de miembros de la manada dormían, cansados por la pelea que se había desarrollado. Sonrió para sí cuando recordó los golpes que le había dado algunos idiotas que solían andar pavoneándose por allí como superiores, su sonrisa se ensanchó cuando pensó en los débiles que habían huido. Estúpidos. Creían que se iban a salvar, lo que no sabían era que él mismo se encargaría de darle caza a eso buenos para nada. Los mataría uno a uno. Primero los encontrarías, los torturaría hasta que pidieran piedad y al final desgarraría su cuerpo hasta destruir todo signo de vida.

— Delf —sintió un escalofrío cuando escucho esa voz, la única presencia que nunca sentía llegar—. ¿Aceptaras el trabajo que Cotter te propuso?

— Por supuesto, señor —dijo, sin atreverse siquiera a mirarlo a los ojos.

— Excelente, chico, llegaras lejos.

— Gracias, señor —Delf admiraba a Isacar más que a cualquier persona en el mundo, todo lo que hizo en ese día, lo había hecho con la intención de agradarle porque sabía que si existía un hombre en el mundo que apoyara sus instintos agresivos era aquel.

— Ven, te diré por dónde empezar —al escuchar el tono ácido de esa voz comprendió de quien se trataba.

— Esto... se-señor... ¿Quiere que vaya tras Faber?

— ¿Tienes alguna inclinación afectiva hacia él? —lo miró con burla—. Te creía un poco más selectivo.

— ¡No, señor! —dijo con rapidez—. El problema, señor, es que... Faber ha vuelto, acaba de entrar al campamento.



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