—¡No quiero hablar con él!— grité azotando la puerta de mi habitación.
—Hija...— mi mamá hablaba por fuera de la puerta —compréndelo, es difícil para él todo esto— hablaba tranquilamente.
—Mamá, basta— susurré ya con las lágrimas recorriendo mis mejillas —solo déjenme en paz— dije con un hilo de voz.
—Bien...— soltó sin más —te llamo para la cena después— y se escucharon sus pasos alejarse.
Salí hacia mi balcón, que daba juntamente hacia unos lindos árboles de Sakura, los cuales hacían que su flora se cayera y entrara a mi habitación.
Estaba destrozada de haber escuchado a mi mejor amigo decir... que me odiaba, aunque yo nunca hice nada malo, o eso creo...
Unos diez minutos después me metí y me tiré en el suelo justo encima de la alfombra rosa que tenía. Estuve llorando en silencio, jamás me había sentido tan mal, jamás me habían tratado de esa manera, y menos frente a mis amigos, que vergüenza...
Al poco rato tocaron la puerta de la habitación y supuse que era mi mamá y la cena. Así que me levanté del suelo y me dirige hacia la puerta para abrirla y toparme con... Félix.
—Tu mamá quiere que bajes para la cena— me dijo igual de serio que siempre.
Asentí y salí cerrando la puerta detrás de mi. Félix solo me veía detenidamente hacer todo, desde salir de mi habitación hasta cerrar la puerta por detrás de mi.
—También necesito pedirte una disculpa— habló en un susurro sin aún movernos de donde estábamos.
—¿Quién te dijo que lo hicieras? ¿Mamá?— negué con la cabeza —no son necesarias tus disculpas— iba a continuar caminando pero él me toma de la muñeca haciendo que lo vea sin decir nada más.
—Nadie me dijo que lo hiciera— me miró ahora a los ojos —yo sé que estuvo mal decirte todo eso frente a tus amigos, pero por otro lado tú fuiste la que me dijo que fuera sincero contigo— se encogió de hombros.
—Qué ridículas son tus disculpas— solté descaradamente —lo dije porque nunca pensé que mi mejor amigo me diría que me odiaba, pero descuida ya me lo dijiste una vez, y ya lo entendí— sonreí falsamente.
—Está bien— dijo y me soltó, entonces él se interpuso en mi camino y bajó antes que yo las escaleras.
Sin dudas Félix ya no es el mismo de hace dos años, el Félix de quince años que yo conocía.