El Artilugio Robado

By Troll_Mas_Culto

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Giles Copswaft es un hombre muy atractivo, pero no es nada agradable. Es un caballero inglés que se dedica a... More

El atractivo hombre del bar
La despedida
El Asesino y las piratas - primera parte
La chica y los bandidos

El Asesino y las piratas - segunda parte

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By Troll_Mas_Culto

Ese día, o, mejor dicho, noche, las tres durmieron más calientes que de costumbre. Es cierto que estaban en el campo a disposición de cualquiera que pasara (hombre o animal) y que aún dentro de la canasta el frío era intenso, pero tanto como para las dos, Yoina y Kuji, como para Shoshana era una mejoría dado su anterior estatus de secuestrada.

A la mañana siguiente, luego de un opíparo desayuno, la anciana Kuji habló mientras Yoina dormía:

- Mira mamacha, esta pequeña niña que te ha rescatado también me ha rescatado a mí. Yo le hice una promesa, que por mi edad de seguro cumpliré, pero apenas si tendré suerte si sus hijos echan flores en mi tumba. Ella es la niña más inteligente que he visto, pero la que más anda sobre las nubes. Tiene la esperanza de encontrar a su padre, que algún día desapareció en un viaje hacia España. Yo estoy segura que el hombre debe de estar más muerto que la gallina que estamos comiendo, pero ella insiste en querer ir hasta allá.

- No puedo regresar a mi casa, mamá Kuji. Les quemamos la casa a esos hombres y si, por la gracia del señor, han sobrevivido deben de estar buscándome en casa mía o de mis parientes. Quién sabe si contándole las fechorías que esos bribones hicieron de mí, denigrándome con engaños y bajezas.

La anciana tomó un poco de sopa y la miró con una mirada que podría haber partido una piedra en dos:

- Yoina quiere un barco. Iremos al norte, donde nadie te conoce y allí conseguirás un barco para nosotras. La niña ha hecho un diseño que no entiendo, pero que dice que varios maestros carpinteros entenderán. ¿Qué dices?

Shoshana miró a Yoina con ojos maternales y le acarició el cabello.

- ¿Qué es lo que está haciendo Shoshana en la casa de ese señor?

- Ususiychay, ese señor es alguien muy importante en el puerto, tiene mucho dinero y te va a conseguir tu barco.

- ¿Tanto se demora conversando con él?

- Pensé que te habías acostumbrado a esperar tanto tiempo durante todos estos días.

- Sí, pero hasta ahora no imagino de qué pueden hablar tanto.

- Mira ahí sale.

Las tres mujeres (bueno, las dos mujeres y la niña), no se saludaron. Más bien, discretamente, se metieron a un callejón.

- Ya está. En cuanto se despierte, nos hará el barco según los diseños tuyos Yoina.

- ¿Qué? ¡¿Cómo que cuando se despierte?! ¿¡Lo has golpeado!?

- ¡Y creo que nunca lo han golpeado así!, porque ya he conseguido hasta matrimonio, una casa con criados y todas las joyas que quiera.

~ * ~

Yoina entró tambaleándose derribando varios libros que tenía apilados encima del escritorio. Tenía un ojo entrecerrado y el otro entreabierto. Sacó la pistola y encañonó a Giles:

- Ashí que el teshoro mássh graanshde, ¿no?

Giles, amarrado con las manos por detrás, sólo le limitó a mirarla y sonreír:

- Me he equivocado, madame. Usted tiene mucho más de ciencia que yo, así que aceptará en buen grado la naturaleza de mi historia y las peculiares características de mi cargamento.

Yoina pisó en falso y se recostó contra la pared. Luego se puso en pie, con la dignidad que tienen y han tenido todos los borrachos en toda la historia de la humanidad.

- En eshtos momentossh no me impoooorshtan los teshorosh y lash máquinashh.

Giles sonrió.

- Puede que aquello que tiene planeado sea más interesante, así atado como estoy, pero le comento que tengo algunas necesidades biológicas que no va a conjugar de manera muy agradable con lo que vaya a hacer.

- ¿Quieeereshh irsh al baño?

- Sí madame.

Yoina se mordió las hilachas de carne que se le levantaban al lado de las uñas. Luego gruñó y se acercó con pisadas muy forzadas, más en esfuerzo por mantener las piernas derechas que por no caerse. De mala manera desató los nudos de Giles, haciendo notar que eran unos nudos muy vulgares. Luego le hizo señas de que se fuera, latigueando el brazo.

- Igual no vash a huirsh a ningún lao'. Shi me matash o desaparezhhcoh... Shoshana te va a shacar lash tripash y teh lash va a poner de collarsh mientrashh bailashh... Ésha esh la orden...

Yoina cayó de bruces a la cama. Giles la miró y levantó una ceja. "Esto ha sido muy fácil. Ah, mi niña, si acaso te enteraras de la exquisita forma en la que asesino...", pensó Giles mientras salía a cubierta.

Giles caminó por el barco percatándose de que no tenía una apariencia muy común. Tenía muchos mástiles, más de los que estaba acostumbrado y si bien la niebla no le permitía ver más allá, era la primera vez que veía farolas tan grandes y que no fueran las clásicas lámparas de aceite o antorchas o lo que él sabía que en la época se acostumbraba en los barcos pirata: las fogatas en medio de cubierta.

"Quizá deba reconsiderar mi estancia por un lapso más... extenso", pensó Giles al ver los restos de la fiesta, las mujeres borrachas botadas por toda la cubierta, algunas sosteniéndose unas de las otras. La sonrisa de Giles bien podía opacar a la de un niño encerrado en una juguetería que también es heladería.

- Buenas noches, madame - dijo Giles con una reverencia - estoy un poco perdido y necesito encontrar la popa del barco.

La mujer se deshizo en risas y sin poder contenerse se lanzó a los brazos de Giles.

- ¿Para qué quieres ir a la popa?

- Tengo que ir al baño - Giles miró a todos lados. Tenía la mirada de un gato que había encontrado un ratón descuidado y lento. Y borracho. - Veo que tú eres la indicada para guiarme.

- Yo estuve en un barco, me llevaban como esclava. - dijo riéndose. De repente la mujer se puso seria. - Cuando la capitana me encontró yo estaba amarrada al mástil, donde me iban a matar a latigazos.

- Y ¿por qué me cuentas eso?

- Ah, porque en ese barco la gente se arrimaba a la popa. Aquí tenemos varias casetas con baños.

- Y allí me vas a llevar - dijo Giles, sorprendido como un gato que juega con un ratón y descubre que el ratón trae su propia cuerda, se amarra las patas, se pone boca arriba y levanta un letrero que dice "Cómeme".

La mujer se mordió los labios mirándole. Le cogió la mano y caminaron juntos.

- Ese pendiente que llevas, te queda muy bello. Me gusta como hace resaltar más tu cuello.

- Ah, sí. Cuando me vine a esta nave, le corté el cuello a la esposa del capitán, y se lo quité.

Giles suspiró.

Llegaron a una parte del barco que tenía tres casetas. La tripulación dormía la borrachera, sin escuchar las risas que venían de la pareja que estaba jugueteando fuera de los baños. Giles y la mujer se encerraron en una de las casetas.

- ¿Por casualidad - preguntó Giles mientras jadeaba - sabrás donde están los botes?

- Aquí, ¡hum!, aquí, no tenemos de eso. ¡Ah!, ¿para qué los necesitaríamos? ¡Hum!

Nadie más en el barco escuchó los gritos y jadeos que venían de los baños.

~ * ~

La noche era aún más oscura sin la luz de la luna o alguna antorcha lejana. Sólo una lámpara de aceite y dos figuras que caminaban discretamente rompían la tranquilidad de la noche en el puerto.

- Shoshana está demorándose mucho.

- Paciencia ususiycha.

- Subamos, tengo que revisar todo.

Yoina ayudó a la anciana Kuji, que con mucho trabajo logró subirse al barco. Una vez dentro la niña examinó la maquinaria de madera y metal que los hombres, bajo las órdenes del nuevo marido de Shoshana, habían construido para ella. Habían sido tres años de larga espera, donde tanto Kuji como Yoina habían tenido que asentarse y Shoshana casarse.

- ¿¡Todo listo!? - asomó Shoshana entre la oscuridad.

Yoina corría de un lado a otro, presionando pedales, moviendo manivelas, jalando cuerdas y lanzando mangueras al mar. El barco comenzó a estremecerse y a tambalearse con todo el trabajo que su maquinaria interna hacía.

Shoshana sin saber qué hacer, se sentó tranquilamente al lado de Kuji que reposaba mirando a Yoina correr de un lado a otro.

- ¡Ya! ¡Ahora sólo esperar! - gritó Yoina luego de un gran suspiro.

Se sentó al lado de las dos mujeres que ya dormitaban.

- ¡Benedicta! ¡Mi amor! - fueron los gritos que despertaron a las tres.

Shoshana salió al borde del barco y gritó:

- ¡Alfonso! ¡Vete! ¡Olvídame!

- ¡No sigas gritando Shoshana! - gritó Yoina - ¡Vas a llamar la atención de todo el mundo!

Shoshana bajó y a la luz de la lámpara se acercó a su marido:

- Mi amor, vete. Lo nuestro ya no tiene más razón de ser.

- ¿¡Estás loca!? ¡Abandoné a mi esposa por ti! ¡Te perdoné cuando perdiste a nuestro hijo! ¿¡Y ahora piensas largarte con este capricho, esta construcción disparatada y sin mayor beneficio!?, ¡maldigo la hora que en accedí a construir semejante aberración! ¡Ninguna mujer me va a abandonar para largarse en una construcción – mirando al cielo - (dios me perdone) hecha sólo para adorar al demonio!

- ¿Qué locuras estás hablando Alfonso? ¡Yo me voy! ¡Y no intentes detenerme! ¡Jamás te quise y sólo te utilicé para tener este barco! ¡¿Me entiendes?!

- ¡Hipócrita! ¡Hechicera! ¡Engatusadora! ¡Hija de mil padres! ¡Yo te voy a enseñar lo que es ser una buena esposa!

Alfonso sacó un látigo y la azotó sin piedad y con rapidez. Ella cubría su cara para que el látigo no le cayese, pero el dolor le había hecho hincarse de rodillas y girar poco a poco su cara y su cuerpo para recibir los azotes en la espalda.

- ¡Mamá Kuji! ¡Ya casi todo está listo! ¿¡Qué pasa allá abajo!?

- Es posible que Shoshana no pueda venir.

- ¡No! ¡No nos vamos sin Shoshana! - lloró Yoina y sacó la cabeza por encima de la baranda del barco. Allí vio, a la luz de la lámpara, como el hombre azotaba fuertemente a Shoshana. - ¡Shoshana!

Shoshana oyó el llanto de Yoina. Por unos instantes recordó a sus dos gemelos muertos; su último hijo que lo tuvo en brazos por un par de horas, que lloró y lloró hasta que murió con la boca llena de sangre manchando sus tetas; se imaginó una vida sin Yoina, una vida con el hombre que le estaba cortando la espalda con el látigo.

Algo dentro de Shoshana estalló. Una explosión de adrenalina le llegó súbitamente, su mente dejó de pensar y como accionada por un resorte se lanzó hacia Alfonso, derribándolo. Ella se subió encima del hombre y le lanzó un cabezazo, la frente de Shoshana sangraba, pero la furia que la hacía gruñir y apretar los dientes hacía que ni se enterara del dolor. Cogió algo que bien pudo ser una roca, un pedazo de madera o un pedazo de metal. Golpeó con ello la cara del tipo, una y otra vez.

El cochero de Alfonso que había estado mirando a una distancia prudencial, corrió a ayudar a su amo.

- ¡Shoshana! - gritó Yoina, pero no pudo evitar que el cochero le pegara una patada en la cara a la mujer.

- ¡Dame mi espada! - gritó Alfonso, con la cara ensangrentada, la nariz nota y el labio partido.

Shoshana levantó la cabeza e hizo el cabello hacia atrás, mostrando su cara ensangrentada, sus dientes apretados y sus ojos fuera de órbita que no hacían más que enfurecer a los dos hombres:

- Déjeme darle una lección a esta mala mujer, don Alfonso.

- No, tranquilo. Esta ramera, licenciosa. ¡Hija de indios tenía que ser! ¡Sangre asquerosa corre por sus venas! ¡Dios quiso que no tuviera hijos con esta mujer pública!

El cochero fustigó el látigo en el aire y Alfonso meneó la espada. Shoshana gruñía y rugía como un animal, mientras buscaba algo con qué defenderse. Alfonso caminaba con dificultad hacia Shoshana, con la espada por delante y detrás, ya un poco temeroso, su cochero cargando el látigo.

Yoina corrió por todo el barco, buscando algo con que ayudar hasta que encontró una pila de machetes. Lanzó uno a los pies de Shoshana y luego desenrolló una escalera de cuerdas desde la baranda del barco hasta el suelo del puerto.

Shoshana cogió el machete y como si hubiese sido disparada desde un cañón, de un salto llegó frente a Alfonso. Blandió el machete golpeando la espada del hombre con tal fuerza que hizo que cayera de rodillas siguiendo a su espada. Luego con la pierna en alto plantó el pie en el pecho del cochero, que inútilmente azotó a Shoshana en alguna parte que, en ese momento, ella no sintió. Furiosa, clavó un machetazo en la madera, ya que el cochero rápidamente sacó el brazo.

Alfonso se levantó, medio temblando, haciendo que Shoshana perdiera el interés por el cochero. También hay que decir que el cochero, una vez estuvo fuera de la vista de la energúmena, huyó persignándose y rezando para que la mujer poseída por el demonio no le persiguiera.

Se lanzó con el machete en alto. Alfonso a duras penas pudo sostener la espada para detener el machetazo. Shoshana, peleaba como un animal furioso y Alfonso, no podía ver bien, la sangre le cubría la vista y respiraba con dificultad con la nariz rota. Babeaba sangre y apenas podía sostener la espada para detener los embates de la mujer.

- Creo que ya no necesitas ayuda - dijo Yoina parada a unos metros por detrás. Esto apagó completamente la furia de Shoshana. Yoina empuñaba el machete, más grande que su brazo entero, que sangraba por algún motivo.

- ¡Yoina!

- Creo que me corté - dijo Yoina mirando su brazo.

Shoshana hizo a un lado a Alfonso y caminó con los brazos extendidos hacia la niña. Cuando estaba a dos pasos de ella, el hombre la cogió por detrás y le puso la espada en la garganta.

- ¡Vas a arrepentirte de haber nacido! ¡Tú y esa pequeña ratita, van a recibir mil azotes todos los días! ¡Yo mismo voy a empuñar el látigo! ¡Nadie traiciona así a Alfonso De Las Casas y....!

El discurso de Alfonso fue interrumpido por un disparo que pasó cerca de él. Kuji había intentado dispararle, pero, ahora en el suelo, se estaba arrepintiendo de aquella estupidez. Pero fue, sólo esa pequeña distracción, suficiente para que Shoshana diera un cabezazo, hacia atrás, contra la destruida nariz de Alfonso para liberarse. Saltó hacia la lámpara que alumbraba todo y se la lanzó al hombre.

Alfonso se prendió rápidamente y envuelto en llamas se lanzó al mar. Cuando salió a la superficie, la oscuridad hizo que no pueda distinguir al barco que se iba volando, sujetado por enormes globos amarrados por redes y cuerdas que en conjunto eran tan grandes que muy bien podrían tener el volumen del barco multiplicado por 20.

~ * ~

Amaneció.

Yoina se desperezó. Aún acostada, comenzó a tantear las cosas que había sobre su escritorio. Tocó un par de engranajes, derribó un par de libros y un frasco de tinta. Luego alcanzó un tarro de hierro que se lo llevó a la boca. Bebió el contenido y se levantó como un resorte. A su lado Giles aún roncaba.

- ¡Eh! ¡Eh! ¡Eh tú! ¡Levanta!

- ¿Qué pasó?

- Nada, que roncas mucho. No recuerdo que hicimos ayer. Espero que haya estado bien, sea lo que haya sido.

- Sí, creo que sí - Giles masticó saliva y se rascó la cabeza. Como era natural en él, un chispazo se disparó desde su cerebro hasta sus pupilas, lanzando un destello, tan brillante que se pudiera haber usado para borrar memorias - A todo esto, me sorprende el portento que es esta nave. En todos mis viajes había visto semejante proeza de la ciencia. Aún sigo preguntándome quién fue el genio inventor de esta maravillosa maquinaria.

- Jaaa - graznó Yoina. - Yo la construí.

Giles lanzó, como un dardo envenenado, un gesto de sarcástico y desganado asombro.

- Y ¿por qué, con tanto ingenio, tendrías que construir un barco pirata volador?

- Eso a ti no te incumbe.

Giles, experto en estas lides, lanzó el primer disparo: La miró con desdén. Yoina, como toda una amateur, esperó los milisegundos respectivos para la repregunta. Giles, sorprendiéndola giró la cabeza y miró al techo. Como un veneno mortal, metió la segunda estocada: el silencio incómodo. Yoina, muy desacostumbrada, bajó la guardia y pasó a morderse las hilachas de carne que sobresalían del costado de sus uñas, mientras miraba a Giles. Este, se puso las manos a la nuca y lanzó el golpe final: la indiferencia.

- ¡Loconstruíparabuscaramipadrequeseper....dió! - Yoina suspiró - ¡Ejem! Bueno, sí. Mi padre se perdió hace años rumbo a España. Así que construí esto para buscarlo. Ya en el camino me di cuenta que necesitaba tripulación, no lo podía hacer todo sola, ¡Ja!, y luego nos dimos cuenta que necesitábamos comida, probamos una vez y luego otra vez. Y una cosa lleva a la otra y así es como todas tenemos comida decente y mucho dinero que gastaremos cuando lleguemos a España. Vamos, lo normal, ¿no?

- Y... ¿No te gustaría ver a tu pa...? Nah, olvídalo.

- ¿Qué?

- Nada. Olvídalo.

- ¡Continúa!

- Es una sandez. Es decir, generalmente los hombres de ciencia tienen la mente muy abierta, pero no conozco ninguna mujer... de ciencia.

- ¡Estás en frente de una! ¡Habla!

- Te parecerá una estupidez. Pero...

~ * ~

- ... No encuentro a Tomasa - dijo Cristina - la perra me debía 5 pesos y no le encuentro desde ayer.

- Yo tampoco. Me rompió el collar y encima me dijo que mi peluca era horrible. Se me escapó a la última hora.

- Pero, no importa. Ella estaba de acuerdo con lo que te dije.

- Ah, pero Mica está con nosotras...

La anciana Kuji pasó cerca, con esa habilidad que tienen los viejos (o mejor dicho las viejas) para detectar los cuchicheos y sus respectivas traiciones. Las mujeres se detuvieron un momento. Hasta que Kuji se perdió hacia los baños.

- ... Ella será la que dispare.

- Es buena jugada. Nadie sospechará de Mica.

- Sí, llegará a última hora y cuando la capitana esté en su acto...

- Sí. Me parece una chica agradable, pero estoy segura que, si la capitana se dejara de juegos, ya estuviéramos en España.

- Ya verás cuando tome el mando - dijo Cristina, guiñando el ojo. - Ya verás.

~ * ~

- ... mi cargamento podría darte la certeza de encontrar a tu padre, sin importar cuánto tiempo haya pasado. Es una máquina del tiempo.

Yoina puso la cara que pondría cualquier persona que le dijeran que la gente del futuro elegiría a sus gobernantes bajo el lema "roba, pero hace obra".

- Verás - Giles se aclaró la garganta - con esta máquina podrás estar atrás en el tiempo.

Yoina puso la cara que pondría cualquier persona que le dijeran que la gente del futuro haría un monumento a la sandalia.

- Con esta máquina podrías estar, en el sitio que estuviste ayer o hace un mes.

- Sí, es una estupidez. Yo hace un mes estaba en mi nave.

- A ver. Mmmm. A ver. Con este... artefacto... - Giles se remangó la camisa y comenzó a hacer gestos con las manos - ... puedes ir a lugares que ya pasamos.

Yoina movió las manos, fastidiada, destruyendo todas las explicaciones que estaban en el aire y que no habían podido acertarle.

- ¿Quieres decir que con este artefacto podré encontrar rápidamente a mi padre?

- ¡Exacto! - Giles puso los ojos en blanco - ¡Será como si tu padre nunca hubiese salido de casa!

- ¡Atención por favor! - gritó Shoshana con aquella voz que podía apagar a una bocina de barco. En el estrado improvisado estaban mamá Kuji, Shoshana, Yoina y al lado de ellas Giles muy ceremonioso.

- Muchas gracias Shoshana. Primero que nada, quiero anunciar que la última fiesta ha estado estupenda como siempre. Muchas gracias señora Karina por el orden al repartir las bebidas. Dentro de 4 días estaremos celebrando otros 4 días más de nuestro viaje, por lo que haremos otra celebración - se oyeron varios vivas -, incluyendo otro acto mío - todas se encogieron de hombros -. Dicho esto, tengo que presentarles formalmente a nuestro invitado, el señor Giles. - se oyeron muchos murmullos -. Sí, ya sé que al inicio iba a ser nuestro rehén para cobrar un rescate - todas se miraron las caras con el gesto de "Pero si le habíamos oído referirse a él como Su Parte del Botín" -, pero ahora forma parte de la tripulación. Trátenlo con respeto. Mucho respeto. Es más, mejor no lo traten. Ni lo miren. ¿De acuerdo?

Las mujeres se encogieron de hombros.

- Conversando con el señor Giles, me ha informado - continuó Yoina - que olvidamos su cargamento. - las mujeres se miraron con cara de "¿En qué momento nos volvimos un barco de comercio?" - Este cargamento consistía en una máquina maravillosa, una que puede conceder todos los deseos que uno pueda querer - Giles la miró con cara: "¿En qué momento dije eso?" -. ¡Así que he decidido cambiar de rumbo, por apenas unos días, para recoger ese milagro y volvernos mucho más ricas de lo que somos y tener todos los deseos que queramos!

- ¡Eso es todo! ¡Vuelvan al trabajo! - volvió a gritar Shoshana.

La gente se alejó en medio de murmuraciones. Yoina, no esperaba tan poca aceptación.

La vida en el barco, La Hada Madrina, era puro trabajo. Muchas mujeres daban mantenimiento al barco, limpiando la cubierta. Otras se colgaban de las redes que cubrían el conjunto de globos que mantenía volando la nave y le daban mantenimiento, cambiando piezas por unas nuevas que Yoina acababa de diseñar. Casi cerca de la popa se encontraba la fragua, donde se hacían las nuevas piezas que Yoina ideaba y muy cerca también estaba la carpintería, armando diseños de piezas de refacción, simplemente para reemplazar partes del barco que ya se encontraban en mal estado.

A los lados de la nave había poleas que eran trabajadas para subir o bajar diversos materiales, que por su peso y su volumen no eran fáciles de ubicar dentro. Por lo general eran restos de mástiles o pedazos pequeños de cascos de otros barcos que servían para hacer refacciones diversas.

Yoina pasaba por todo el barco acompañada por la anciana Kuji y seguidas por Shoshana. Yoina pasaba revisión de todo. Bajaba para revisar el inventario de provisiones, revisaba los materiales hechos en la fragua y en la carpintería. Corregía las refacciones hechas al barco y ordenaba subir o bajar materiales colgados de la nave.

Giles se desvió un poco del camino que seguía Yoina y dio un paseo, observando todas esas cosas maravillosas que no se veían diariamente. Una, en especial, le llamó poderosamente la atención. Una que tenía dos poderosos elementos llamadores de atención. Según la rápida vista de Giles, parecía que eran los dos elementos más poderosos del barco. Se acercó.

- ¡Le dije que estamos aburridas de estar aquí!

- ¿Y viene a contarnos cuentos de hadas?

- ¿Y qué esperabas?

- Aunque, suena interesante. Cumplir todos tus deseos.

- Estupideces. Eso no existe.

- Yo tampoco pensaba que existían los barcos voladores.

- Pero esto es diferente. Estás viendo el barco. ¿Qué tal si deseo tener todo el dinero del mundo?

- Eso está bien, yo también quisiera lo mismo.

- ¿Lo ves? Si yo tengo todo el dinero del mundo, tú ya no puedes tener ni un centavo. Si pidieras ese deseo, luego de que yo pida lo mismo, te felicitaría, pero con un cuchillo en la boca. Porque obviamente me estarías robando.

- ¿Te estaría robando por querer todo el dinero del mundo? No lo sé Cristina, no me suena muy lógico.

- Créeme Mica, lo que dice la capitana es mentira. Y creo que tiene que ver el con el guapito que ahora tiene al lado.

Giles tosió un poco. Las dos mujeres voltearon y, como si fuera una ley natural, inmediatamente sonrieron, les brillaron los ojos y se pasaron el cabello por encima de las orejas. Giles estaba tan acostumbrado, que lanzó la sonrisa número 47 y conversó con ellas.

- No estoy de acuerdo con lo que has dicho.

- ¿Por qué mamá Kuji?

La anciana Kuji cumplía en casi todos los aspectos de la vida el dicho "más sabe el diablo por viejo que por diablo", pero a veces sentía que necesitaba un poco del diablo para hacerle entender un poco a Yoina unas cuantas cosas de la vida. El tipo de magia que sabía Kuji era de un tipo que no se pasaba por libros, sino a través del "boca a boca". Y es por eso que los rezos e invocaciones de diablos (en especial los viejos) o duendes iban más por el lado poético e improvisado que por el lado arcano. Y casi hasta se podía considerar que en realidad consistía en hacerle ver a Yoina las peores situaciones que podían acarrearle sus decisiones o simplemente decir "Bueno, es tu problema, no el mío" y luego al día siguiente regresar con el mismo ímpetu. Si alguien tenía que convencer a esa muchacha terca, definitivamente no podía ser alguien muy angelical.

Los días pasaron entre discusiones y conversaciones del tipo "Entonces, ya me entendiste", "¿Te acuerdas que ayer te dije que te entendí?", "¿Cómo puedes ser tan terca?", "Ya le volví a preguntar, dice que podemos ver lagartos gigantes y carruajes sin caballos. Es raro.", "Que no. Que no. Que dice que hay gente que paga mucho por ver millonarios correr tras una pelota de cuero", "Me hizo un ejemplo con un libro donde había números y fechas. Decía que era igual que un almanaque, pero diferente. No entendí nada", "Sí tienes razón", "No. Decidido, además ya falta poco para llegar".

Durante ese tiempo, Yoina estuvo preparando su siguiente acto. Iba a consistir en algo que no había intentado hasta ese momento: comenzar desde cero frente a todas. Primero iba a salir con su ropa de siempre, iba a pedir a cualquiera del público que la amarren lo más fuerte y complicado que puedan. Luego Angelita y Estrellita la colgarían de un parante y la soga iría a estar amarrada a unos enganches a los lados. Estrellita y Angelita prenderían fuego a cada extremo de las sogas. Ella estaría colgada cabeza abajo y debajo de ella estaría un balde lleno de vidrio de varias botellas rotas. Sólo tendría tiempo para liberarse hasta que uno de los dos extremos de la soga se rompiera y cayera de cabeza a la cubeta llena de vidrio roto.

Se había enfocado tanto en su espectáculo, que no había reparado en que Estrellita y Angelita, que siempre habían sido amigas desde hacía mucho tiempo, ahora peleaban mucho. Tampoco había reparado en lo desaparecido que estaba Giles. Incluso podía haber caído por la borda y no se hubiese enterado. Quizá hubiera sido lo mejor. Pero no. Era lo peor. Incluso más que Cristina conspirando en cada esquina contra Yoina.

El día de la celebración comenzó de día, a pedido de Yoina. Quería darle un toque realista a su escape. Pasado el mediodía la gente ya estaba medio ebria. Lo suficiente para que haya muchas mujeres cantando, llorando, peleando o hablando de manera más fina y elegante de lo que estaban acostumbradas.

Cuando el barullo fue más fuerte y las primeras botellas comenzaron a romperse, sonó un disparo.

- ¡Damas! -

Kuji había leído las hojas de coca, había rezado a los apus que quedaban lejanos, había consultado al sol y a la luna. Y luego había usado su sentido común. Un hombre, atractivo, sólo en un barco lleno de mujeres que no veían varón hacía varios meses. Hasta ella lo recordaba. El barco era grande. Sus rodillas no le ayudaban. Sus oídos apenas sabían reconocer entre el sonido de varios disparos repetidos y el canto de Shoshana. Pero aún podía recordar cómo pensaba una señorita con la mente como una tetera hirviendo y un hombre que no tiene nada más que hacer.

Con el sigilo aprendido de la experiencia acumulada con los años, descendió a los niveles inferiores, donde se llevaban las provisiones, armas, tesoros y donde también dormía la tripulación. A lo lejos oía un rumor extraño. Hacía mucho tiempo que no lo escuchaba. Años. Lustros. Decenas de años. Toda una vida o dos, considerando que esa vida fuese de una chiquilla de veinte años llena de... vida. Podían ser ratas. Aunque todavía no sabía de ratas que fueran religiosas. Ratas que invocaran a dios, mientras hacían ejercicio.

Lentamente llegó cerca de unos barriles y pegó el oído. Se distrajo un momento. Quizá dos. Tal vez pensó que sería buena oportunidad para recordar viejos tiempos. Hasta que escuchó un diálogo que no cuadraba. Sin perder el tiempo saltó lo más rápido que pudo para descubrir al que estaba con las manos en la masa.

El espectáculo terminó sin problemas. Cristina y sus secuaces se miraban las caras extrañadas. Cristina giraba la cabeza y le hacía gestos a una muchacha sentada al final de todas. Esta simplemente levantaba los hombros y hacía un gesto.

En medio de los aplausos y los ¡vivas!, Cristina se levantó de su asiento y con un gesto su séquito se dispersó. Se acercó a la muchacha sentada al final y le dijo al oído:

- Encuentren a Mica. ¡Ahora mismo!

Mientras la mitad de la tripulación aplaudía, peleaba y brindaba. La otra mitad peinó al barco arriba y abajo.

Una de las mujeres de Cristina se acercó a Shoshana.

La fiesta acabó con dos disparos al aire.

La tripulación que pudo entrar se reunió dentro de la bodega del barco. Todas rodeaban el cadáver desnudo de la muchacha. Tenía el cuello con un profundo corte.

- ¡Esa mujer ha sido víctima del pecado de la carne!

- ¡No seas estúpida Cristina! ¡Todas alguna vez lo hemos sido! - gritó Shoshana.

- No me refiero a eso. - dijo Cristina, con la cara de alguien que ha chupado limón. - Aquí, claramente está la mano de un hombre. Y también algo más.

- ¡Oh! - dijeron todas al unísono. Se oyeron un par de risitas al fondo.

- ¡Mentira! - gritó Yoina - ¡Ningún hombre! ¡Quieres poner a mi tripulación en contra mía porque él va conmigo!

- ¡Despierta pequeña! - repuso Cristina - ¡No sabes quién es ese tipo! ¡Esta es la prueba! ¡Mira! ¡Incluso sabe a hombre! ¡Prueba!

- No sé qué es eso, pero se ve asqueroso. Pero, ¡sé que eres una mentirosa y traicionera porque mamá Kuji te escuchó! No una, ¡si no varias veces! Conspirando contra mí. ¡Y ahora esto!

- ¿Saben qué? - Cristina desenfundó - ya me cansé de tus majaderías. Vamos a llegar a España. He sabido de barcos que demoran menos tiempo que este viaje y ¡yo las voy a llevar a todas!

Varias mujeres que estaban detrás de Cristina también desenfundaron. Shoshana desenvainó y la otra mitad de la tripulación también lo hizo.

- ¡Piensa un poco Cristina! - gritó Shoshana.

- ¡No! ¡Piensa tú! - repuso Cristina.

- ¡El hombre estaba amarrado! ¿¡No es así Yoina!?... ¿Yoina? ¡El hombre estaba amarrado! ¿Cierto?

Yoina abrió los ojos de par en par. Gritó justo en el momento que las amotinadas cargaron contra ellas.

- ¡Mátame y tu suerte se habrá terminado!

- Vieja loca. Mi suerte está comenzando a ir cada vez mejor. - contestó Giles mientras la jalaba por detrás, con el cuchillo amenazando su cuello - Esa mujerzuela me contó lo que piensa hacer la mitad de la tripulación. Todas se van a matar entre sí. - Giles arrastraba a Kuji mirando para todos lados. El jolgorio extrañamente se había apagado y de repente encontró más movimiento que antes. Se escondió con ella cerca de unos bultos a pocos metros de la puerta del camarote de la capitana y también a pocos metros de la barandilla. Comenzó a evaluar las opciones mientras todavía pensaba "Tendré un barco volador y recuperaré mi máquina del tiempo. Aunque este armatoste no pasa de ser una mera curiosidad".

- Soy una bruja. Es todo lo que necesitas saber. - dijo Kuji con una voz apagada por el miedo.

- ¿Crees que podrás engañarme con cuentos para niños?

- No sé, pero con esto sí - dijo Kuji y lanzó las especias que había sacado de sus polleras hacia donde ella suponía que estaban los ojos de Giles. La anciana había acertado, ya que no sólo le había dado en los ojos, sino también en la boca y en las fosas nasales.

Kuji se enorgulleció de que sus viejas piernas todavía se pusieran de acuerdo con ella en pro del bien común. Comenzó a reflexionar acerca de lo bueno que pueden ser los viejos en distancias cortas, siempre y cuando la meta sea la puerta que haga diferencia entre la vida y la muerte. Se lanzó hacia la puerta entreabierta y como pudo la cerró por dentro. "Justo a tiempo", se dijo mientras se frotaba las piernas debido a los calambres que aparecieron súbitamente.

Giles estuvo a punto de lanzarse tras ella. Pero un par de pasos apurados le hicieron regresar a su escondite. "Paciencia...", pensó una vez que se volvió a esconder. Luego de lo que consideró un tiempo prudencial se dispuso a salir cuando sonaron dos disparos. "Más paciencia...", pensó nuevamente mientras se volvió a cubrir. "La vieja todavía sigue allí encerrada". Quiso salir nuevamente. Un rugido de muchas pisadas apuradas hizo que se metiera nuevamente. A Giles ya le quedaba tanta paciencia como juventud a Kuji. Otro momento más. Giles comenzaba a sospechar que la vieja no estaba del todo equivocada con eso de las maldiciones.

Esta vez, sin medir el tiempo y con los nervios a flor de piel, se lanzó contra la puerta, esperando derribarla. Pero iba a hacer falta un poco más de Giles para convencer a la puerta de abrirse.

El hombre, con ahora un hombro con adornado de vivos moretones que variaban entre el verde y el morado oscuro, buscó por todos lados algo con que abrir la puerta que se negaba a aceptar el viejo, conocido y tácito acuerdo que existe entre las puertas y el empellón masculino.

De repente, cuando le falló por tercera vez la táctica de abrir la puerta con el gancho de metal que había encontrado, escuchó un disparo y volteó instintivamente mientras su cerebro trabajaba a mil por hora para extraer de su lista de excusas un simple "yo no fui".

Pero lo que vio no fue nada grave. Incluso fue agradable. Se detuvo por un momento, embelesado con El Lago De Los Cisnes sonando en su cabeza. Eran cuatro mujeres que habían subido desde la bodega, peleando unas contra las otras de la misma manera ortodoxa que pelearía un gato asustado contra un perro furioso. Giles aspiró. Aspiró el aire de violencia que le hacía perder la cabeza, le sabía como a fresas con crema y lo demostró con el rostro. Caminó con mucha calma hacia la maraña de espadas y cabello que se revoloteaba ante él. Una de las chicas cayó fuera de combate. Giles, con delicadeza, cogió su espada y de tres limpias estocadas acabó con la vida de las tres mujeres.

Se distrajo un momento mirando el cuadro. Sacudió la cabeza con la misma pompa que hubiera tenido un crítico de cocina ante la tentación de una porción más de su plato favorito. Hizo un puchero y eligió una de las armas de las mujeres. Giró sobre sus talones, dio un paso, pero se detuvo moviendo el índice, como quien se acuerda de meterle el dedo a ese pastel que nadie está cuidando. Dio una breve inspección a las cuatro mujeres. "Menos da una piedra", se dijo y arrancó los aretes de cada una. Sacó su cartera y desenvolvió el bulto de terciopelo negro que había dentro. Dejó los cuatro aretes en el bulto. "Un momento... A esta no la maté.", sacó uno de los pendientes y lo lanzó con desprecio.

Debajo la guerra ardía.

De un disparo la puerta del camarote se abrió. Kuji estaba sentada en la cama, con la cara de frente a la puerta, y miraba fijamente a los ojos de Giles.

- Yo no soy una guerrera como Shoshana. Tampoco soy tan inteligente como Yoina. Pero ya hice lo que tenía que hacer. Ya viví suficiente. Tú también vivirás lo suficiente. A partir del momento en que deje yo de existir se lanzará la maldición.

- ¡Oh, por favor! - dijo Giles, refinado.

Yoina llegó a la puerta. Si tan solo se hubiera demorado menos. O más. No hubiese presenciado eso.

- ¡Mamá Kuji! - fue el grito de Yoina que hizo que Giles soltara el cadáver. Apenas tuvo tiempo de agacharse, aunque el disparo igual hubiese caído a medio metro lejos de él.

Yoina le lanzó la pistola y corrió gritando, con Giles a pocos metros detrás:

- ¡Shoshana! ¡Cristina tenía razón!

Shoshana estaba flanqueada por Cristina y Angelita. Las dos mujeres la atacaban sin piedad, mientras esta se defendía con los dos machetes que tenía en cada mano. Alrededor de ellas la mitad de la tripulación se enfrentaba a la otra mitad por el control de la nave. En el suelo yacían varias piratas heridas, quejándose o arrastrándose.

Shoshana dio un salto hacia Angelita y pisó su vestido. Angelita quiso retroceder rompiendo su vestido y perdiendo el equilibrio. Shoshana le alcanzó la empuñadura de su machete, directo a la frente. La mujer no se enteró más del viaje hasta al día siguiente. "Ahora me entienden porque siempre llevo pantalones, nunca se sabe cuando llevas vestido largo y tienes que pelear sucio", pensó.

En eso, Cristina cargó contra Shoshana que apenas pudo cruzar ambos machetes para evitar el golpe. A Shoshana le dolía el pecho, sentía ese olor extraño que salía de su cuerpo cada vez que luchaba y su boca estaba seca. Entre jadeo y jadeo lanzaba un gruñido con cada impacto que Cristina daba contra sus machetes. Cristina giró con el arma y, por apenas unos milisegundos, no cortó a Shoshana que se agachó justo a tiempo. Eso no evitó que recibiera la bota de Cristina en la cara.

Shoshana cayó de espaldas y como por inercia puso el machete frente a su rostro. Un machetazo de otra mujer chocó contra su arma. Cristina lanzó un machetazo para cortarle las piernas. Shoshana las contrajo y jaló la mano de la otra muchacha que la atacó dándole una ración de puño que hizo que la chica durmiera como un ángel. Cristina alzó el machete nuevamente. Shoshana retrocedió y de un salto estuvo de pie.

Una mujer detrás de Shoshana gritó lanzándose contra ella. Pero giró y cogiéndola la lanzó contra Cristina. Esta la esquivó y avanzó dando veloces machetazos contra Shoshana. Cristina estuvo tan cerca de ella que ambas podían oler sus alientos. Ambas gritaron al unísono, luego se lanzaron de un cabezazo.

Cristina se tambaleó. Shoshana cargó y lanzó dos machetazos, su enemiga se defendió del primero pero no pudo parar el segundo.

- ¡Shoshana! ¡Cristina tenía razón! - escuchó viendo a la susodicha tendida en el piso.

Yoina se detuvo a unos metros y volvió a disparar.

- Ya veo. No puedes ni manejar una espada, ni acertar con un disparo, ni, aunque de eso dependiera tu vida. - rió Giles, avanzando hacia ella.

- Mataste a Mica. Mataste a Kuji. Mataste a esas chicas. - dijo Yoina, retrocediendo - todo fue mentira.

- Para nada, mi niña. Mi máquina está perdida por culpa tuya y ahora con tu barco voy a recuperarla.

- ¡Y les quitaste los aretes a esas chicas! ¡Eres un morboso, retorcido!

Giles frunció la nariz, enérgico, arrojó la espada, avanzó, decidido, con la arrogancia a flor de piel, levantando la cabeza dio dos pasos y cayó de bruces al piso. Shoshana que le había cogido el tobillo terminó de subir a la cubierta y se lanzó sobre Giles. Este la esquivó y pronto estuvieron frente a frente.

- ¡Ese hombre mató tres mujeres como si fueran moscas, Shoshana! - gritó Yoina.

Shoshana escupió y se lanzó contra Giles. Este se hizo a un lado y le dio un golpe en la nuca. El hombre se acomodó la chaqueta y siguió avanzando hacia Yoina.

- ¡Hey! - gritó Shoshana, con los puños en alto.

Giles sonrió y levantó los puños. Luego de una patada en uno de los senos de Shoshana la envió al suelo. El grito de ella no fue escuchado más que por Yoina, ya que en las bodegas las sobrevivientes aún seguían peleando. El hombre se acercó, aún con los puños en el alto, y lanzó una patada a la muchacha que estaba en el suelo. La chica esquivó la patada y de un giro se puso de pie, levantando los puños y respirando por la boca, muy agitada.

Shoshana dio un grito y lanzó varios golpes muy rápidos pero muy desordenados que Giles esquivó fácilmente. Cuando ella quiso darle un puñetazo en la oreja, Giles se agachó y conectó un golpe en el costado de la mujer. Ella bajó el brazo y retrocedió con las piernas temblando. El hombre, con los puños a la altura de la cara, avanzó lanzando una ráfaga de golpes a una contrincante que parecía una tortuga metida dentro de su caparazón que se encogía cubriéndose con sus brazos. La chica lanzó un derechazo con un rugido que se mezcló con un quejido. Giles aprovechó para encajarle una patada en el mismo costado que había golpeado anteriormente.

Shoshana cayó encogida, retorciéndose y gritando. Giles se le acercó y le habló al oído.

- Dame gracias que no he tocado tu linda carita. Para eso están las costillas. Bueno, luego vendré por ti mon amour. - Giles se levantó para volverse hacia Yoina. Un baldazo de agua fría lo bañó. Yoina le lanzó la pesada cubeta de madera y le gritó:

- ¡Sígueme idiota!

Giles se palpó algo dentro de la chaqueta y sacó la cartera. Miró por un instante como goteaba y luego la guardó. De un salto sintió que cogía a Yoina, pero extrañamente sus dedos resbalaron en su ropa. Yoina saltó a las escaleras de cuerdas que daban hacia los globos aerostáticos que mantenían en el aire al barco. Trepó por la estructura de redes volteando para ver a Giles trepando detrás de ella. Saltó dentro de una cavidad que daba a varios engranajes de madera cruzados por varios tubos de metal remachados unos con otros.

Giles se acercó hacia donde la chica se había metido. Era un agujero oscuro. Agudizó la vista para ver mejor.

De repente un enorme chorro de vapor de agua saltó hacia él. Yoina había desenganchado una manguera y armada con guantes de cuero y amarrada con un arnés, contenía a la manguera que soplaba, furiosa, el ardiente vapor. Luego de unos instantes, ya afectada por el calor, sin mirar hacia donde apuntaba, comenzó a conectar la manguera de nuevo a donde pertenecía, pero con mucha dificultad, conectando sujetadores de metal y ajustando tuercas.

Yoina suspiró y se quitó los guantes. "Listo". Se había acabado, ella había visto poco, pero estaba segura que le había caído en toda la cara. "Probablemente el tipo ya deba haber caído y estará chapoteando de lo lindo", pensó. Comenzó a pensar en cómo reparar todo el daño que había hecho ese hombre. Se acercó al borde del agujero y se asomó para mirar.

- ¡Imbécil! - dijo Giles, con la mitad de la cara quemada, mientras sacaba a Yoina del agujero. Ella se resbaló de las manos de él y quedó por unos instantes en el aire. Miró lo pequeño que se veía el mar, casi parecía una delicada alfombra. Alcanzó la estructura de redes y se agarró de ellas.

- ¡Pequeña rata! ¡Arruinaste mi cara! ¡Vas a rogar que te mate! - volvió a rugir Giles intentando alcanzarla. Pero Yoina trepó rápidamente por la estructura y lo dejó atrás, subiendo hasta llegar a una pequeña plataforma colgante que servía para dar mantenimiento a los globos. Allí se tendió para recobrar el aliento. Nunca había llegado tan rápido.

Miró al cielo. Se veía tan tranquilo con esas nubes que pasaban tan desinteresadas. Entonces una mano se agarró de su cuello. Yoina cogió la mano intentando quitarla. La mano la jaló, así que ella se cogió de un extremo de la plataforma y tensó todos los músculos.

Giles subió a la plataforma y levantó a Yoina del cuello. Él no veía a una pequeña mujer, él veía sólo algo que odiar y hacer sufrir. Yoina, sin aliento, comenzó a pasarle la voz tocándole la mano y señalando algo detrás de él. A él le pareció muy gracioso:

- ¿Estás avisándome que te aprieto mucho el cuello? ¿Olvidaste la palabra segura? ¿O quieres hacerme el viejo truco señalando a alguien por detrás para distraerme?

Ni bien terminó de decir esto, un cuchillo se clavó en su pantorrilla. Giles gritó y soltó a Yoina que dijo:

- No imbécil. Pero gracias por el truco, no lo conocía.

El hombre miró hacia abajo. Shoshana había trepado hasta allí y estaba girando el cuchillo. Giles se agachó para cogerla, pero ella, con lágrimas en los ojos, rugió, lo cogió de una mano y lo jaló.

Giles cayó mirando hacia arriba. Como si el tiempo pasara más lento, vio como quedó Shoshana colgada boca arriba con las piernas enredadas en las cuerdas. Aunque eso apenas le interesó cuando distinguió a Yoina parada sobre la plataforma. Ella tenía algo en la mano.

Yoina decía adiós con una mano y con la otra le mostraba su cartera, llena de trofeos...

~ * ~

- Pero eso fue hace mucho. ¿Cierto? - dijo la voz, que Yoina encontró vagamente familiar.

Sonaron unos pasos muy acompasados que venían acompañados de la luz de una lámpara de aceite. Suavemente la luz fue revelando, primero la silueta y luego parte de su ropa, mientras el hombre avanzaba hacia ella.

Cuando el hombre estuvo frente a Yoina, se le acercó iluminándole y revelando las varias pasadas de sogas que la amarraban a una silla.

- Creo que tienes algo que es mío - dijo Giles sonriendo.


***

[6] Todo el mundo sabe la diferencia entre estas dos situaciones, es casi la misma que la diferencia entre un vaso medio lleno y otro vaso medio vacío.

[7] Yoina jamás preguntó a Kuji qué era lo que ponía en ese tarro, pero ella suponía que con un poco más de sal, bien podía levantar a un muerto de su tumba.

[8] Usted, querido lector, sabe muy bien que esto es mentira. Pero es como aquel cuento que contaba acerca de un barco que le quitaban las tablas viejas y las reemplazaban por nuevas. Así que esta, como todas las mentiras (obviamente sólo las mejores), dependía del punto de vista del comunicador.

[9] Hay gente que sale a la mar como cazador de piratas y regresa como uno de los más famosos... piratas.

[10] Hay gente que dice es más difícil explicar cómo freír un huevo.

[11] Después de la sonrisa número 36[11a] la mayoría de sus sonrisas eran apenas una pequeña variación de la anterior.

[11a] La Magnum.

[12] Aunque esto era normal para cualquier persona de cualquier edad.

[13] Porque generalmente dormían la borrachera en la cubierta del barco.

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