—¿Y que tal? ¿Te gusta Tokyo?— lo miraba de reojo mientras abría la cortinas del cuarto de visitas. Justo frente al ventanal había un hermoso árbol de Sakura.
—Pues...— se quedó callado —no es la gran cosa ¿sabes?— se sentó en la orilla de su cama para ver su celular.
Me acerqué a él y desde una distancia razonable dije —¿no se te hace lindo el lugar? Digo, yo ya llevo un tiempo aquí y le he visto sus puntos más bellos— sonreí involuntariamente.
Félix me miró serio —puede ser, pero esta es mi primera vez aquí, en Tokyo ¿comprendes?— me miró de la misma manera desde que llegó.
Asentí —ojalá llegues a enamorarte del lugar como yo lo he hecho— él no dijo nada más, solo volvió su vista a su celular y se quedó callado.
Estaba por irme de la habitación cuando él se dignó a hablarme —¿me das la clave del wifi?— volteé y suspiré para después asentir.
—Vamos, sígueme— dije una vez ya volteada y caminando rumbo a la puerta de aquel cuarto.
—¿Dónde está el baño?— susurró detrás de mi —eres muy mala como guía— refunfuñó.
Lo miré e hice una mueca —nadie dijo que sería tu guía todo este tiempo— rodé los ojos —está al final de este pasillo, por allá— señalé la última puerta.
—Gracias— susurró —¿y la clave?— insistió.
Me quejé —a eso vamos, espérate— dije ya algo desesperada.
—Okey— bufó y rodó los ojos.