Estocolmo

By seleneomg

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Su nombre era Emanuel Indivar, tenía 17 años recien cumplidos, era un joven tranquilo, no como lo pintan en l... More

Capitulo uno

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By seleneomg

Dieron las 12 campanadas de la media noche, llegada tardía, añorada, con la pasividad misma esperada de la reciente entrada a las vacaciones de invierno, el aire helado quemaba la piel sin pena alguna, mientras el viento violento amenazaba con perturbar las hojas de los dormidos árboles que aún se balanceaban en llanto mudo. Movidos por el amor, quizás por la necesidad, un puñado de personas se encontraban reunidas frente a un colegio segundario, al resguardo del viento tras dos colectivos de una empresa ya bien conocida por esos lares, diestra y recomendada por un número importante de personas como una buena opción de empresa para realizar viajes importantes. Mirando atentamente aquella fría imagen, se podía encontrar un puñado de chicos de entre 16 y 17 años esparcidos por el área cercana al colectivo, rodeados de familiares, amigos o corriendo por allí tras un gorro arrastrado por el viento, cruel mensajero de lluvia que alertaba el cambio.

Algo alejado del tumulto de personas que no paraban de reír y hablar entre ellos, una pequeña familia se alzaba en calma muda, dejando que el silencio pesara sobre ellos como una columna de hormigón. La mujer de hermosos rizos pelirrojos, se encontraba realizando su llamada número 10 a un numero bien conocido por ella, la de su marido. Aquella campera de cuero puesta sobre sus hombros y esa hermosa cartera de marca, daba a entender que aquella mujer provenía de una clase social casi soñada por aquellos momentos de crisis, dada la suba del dólar, era extraño por aquellos lares ver la ostentación de tan divino conjunto y menos del reciente celular que sujetaba sus manos enfundadas en guantes de seda. Aquellos hermosos ojos oscuros estaban nublados de molestia y llanto ¿Cómo era posible que a ese hombre tan ocupado, se le hubiera olvidado despedir a su hijo en tan anunciada partida? ¿Cuánto tiempo habían conversado de eso con él? No estaba molesta por ella, por la falta del hombre, sino por el tierno muchacho de pie a su lado, con aquella mirada cobriza deslizándose por el suelo de forma lenta, visiblemente desilusionado con lo que estaba sucediendo a su alrededor. Preciso era recalcar que aunque nunca había sido tan unido con su padre, realmente esperaba con todo su ánimo ausente que estuviera a su lado cuando abordara aquel colectivo veloz, rumbo a la experiencia. Una semana completa estaría lejos de sus padres, en Buenos aires, asistiendo al Modelo de Naciones Unidas, no solo como representante de su colegio, sino el de su provincia. El orgullo tintaba su piel tanto como la desilusión de la falta de apoyo paterno, por lo cual no sabía muy bien como sentirse frente al esperado viaje. La mujer intervino ante tan lamentable escena, lo que menos quería era ver llorar al muchacho antes de dar aquel gran paso hacia su independencia, aunque esto también significara abrir sus alas protectoras y ver a ese pajarillo volar solo por primera vez, lejos de su mirada colmada de ilusión. El muchacho y ella eran claramente diferentes, comenzando por sus ojos que distaban mucho de parecerse, una respingada nariz que no se compraba a la de ella más aguileña, una boca pequeña color cereza que parecía haber sido sacada de una revista de moda, contra aquella estilizada sonrisa de modelo que aquella mujer presumía, se notaba a leguas que no estaban emparentados por sangre, pero ante el amor toda prueba era insuficiente. Todo el mundo conocía aquel pequeño desperfecto en esa adinerada familia, era pan de cada día, en cada esquina, a casa paso, un susurro acusador de personas con ánimo de ofender contrastaba con el ruido de los coches. Era preciso ser sincero al hablar de su madre materna, cuyo paradero les era desconocido.

-Siempre hace lo mismo...- murmuró el muchacho mientras se encogía de hombros, la mujer lo miró de lado mientras cortaba la llamada sin respuesta, ella también estaba cansada de la situación, pero después de tanto tiempo y amando a ese niño como suyo, había sido incapaz de dar un paso al costado de aquella buena vida, junto al retoño del sol naciente- pero bueno, ya está- dijo fijando sus ojos cobrizos en los de ella, dibujando una sonrisa divertida, que pasó a ser una enternecida al ver las copiosas lágrimas que caían de esos tiernos ojos femeninos frente a él- ¡oh, vamos! No llores, Gabriela- era claro destacar que el muchacho nunca la había llamado mamá- te mandaré mensajes muy seguido, también sacaré muchas fotos- continuó ladeando la cabeza- ni te darás cuenta de que me fui...- ella interrumpió su monólogo sujetando aquel rostro fino entre sus manos, cuyos dedos desbordaban de anillos brillantes, llenó de besos aquellas mejillas tiernas de niño que aún conservaban su suavidad. Él se dejó tratar no tenía problemas ante las muestras de afecto público, pero mantuvo un ojo atento por si uno de sus compañeros de curso atinaba a fijarse en él.

-¡Claro que me daré cuenta de que no estás, tontín!- le regañó cálidamente, ante aquella explosión de vida, varias personas se giraron a contemplarlos, sin tener nada mejor que hacer, pues los directivos aún no le daban el visto bueno al alumnado para ocupar sus lugares dentro del colectivo- ¿A quién voy a regañar por dejar su habitación hecha un desastre?- el muchacho simplemente rió- además, voy a extrañarte muchísimo- continuó liberándolo finalmente- prométeme que va a divertirte ¿sí?

- Voy a trabajar- se explicó el muchacho esbozando un deje de duda en sus palabras- no a divertirme, Gabriela- se mantuvo serio unos instantes, quería demostrar lo comprometido que se encontraba con aquel encargo tan pesado puesto sobre sus hombros.

-Solo no te quemes las pestañas con eso- le pidió nuevamente con paciencia, deslizando una de sus manos por el suave cabello negro del muchacho, que lacio como alguna vez fue el de su madre, parecía reacio a cortarlo- ¿Tienes todo?- preguntó con una voz preocupada mientras repasaba con la memoria aquella lista que había quedado sobre la mesada, un sinfín de ropa, mantas y cosas varias llenaban las valijas del muchacho que aunque no quisiera admitirlo, pesaban mucho como para llevar una en cada brazo... su padre hubiera podido hacerlo sin mucho esfuerzo, pero dado que no tenía interés en asistir a su despedida, el trabajo recaía sobre sus hombros.

-Claro, preparamos la valija juntos ¿no recuerdas?- respondió el muchacho antes de enseñarle una divina sonrisa juguetona que pasó a fundirse en una mueca de asco cuando el olor a un cigarrillo impregnó el aire, una muchacha de su edad decidió que la mejor manera de mitigar el estrés era fumar, el aroma a menta siguió aquel pobre intento antes de que el muchacho entrecerrara los ojos y suspirara- Que desubicada- sonrió nuevamente cuando la mujer le acomodó el flequillo con ayuda de sus manos- no va a desaparecer porque lo muevas de un lado a otro- dijo antes de dejar escapar una carcajada, ella odiaba como le quedaba el remolino que justo se le formaba en el centro de la cabeza, que ahora influía sobre un pequeño espacio de cabello sobre su frente- déjalo tranquilo.

-Está bien, pero no dudes que te lo cortaré cuando duermas- bromeó viendo como los ojos del muchacho reflejaban cierto aire de vacilación divertida- mi niño- murmuró la mujer acunando aquel joven rostro entre sus manos, realmente estaba dejando ir un pedazo de su alma montado sobre ese majestuoso colectivo de cristalinas ventanas. El sonido de un silbato alertó al menor de que ya era hora de cargar todas sus cosas dentro del colectivo y tomar su asiento al lado de la ventana, en el segundo piso, su lugar predilecto favorito, donde bendito sería por la vista privilegiada- ve- se limitó a decirle la mujer, palmeando su espalda y viéndolo alejarse en medio de los otros niños, quienes corrían de un lado a otro, empujando deliberadamente al pajarillo que poco a poco se alejaba aleteando fuera de sus manos aterciopeladas. Se cubrió la boca con un pañuelo antes de sonreír de forma débil, dejando que las lágrimas surcaran sus mejillas sin pena alguna, de aspecto impasible la mujer se despedía con la gracia de una madre, dejaba ir en medio del dolor y la añoranza, a cierto pajarillo de alas blancas- Ay Emanuel...- lloró la mujer mientras la alegría enfundaba su corazón tan lentamente que ni siquiera se dio cuenta- cuídate mucho.

El muchacho se sentía algo triste, realmente despedirse de aquella mujer que fungía el papel de su madre le había dejado levemente nostálgico ¿No fue tan dramática aquella vez con cuatro años cuando lo vio partir envuelto en un guardapolvos al jardín? ¿Mismas lágrimas de ensueño no cayeron por aquellas suaves mejillas de porcelana? ¿No había regresado él la mirada varias veces para contemplarla de pie en la vereda, sujetando uno de sus peluches y deshecha en llanto? Recordaba como si hubiera sido ayer, que ninguna lágrima había derramado de sus pueriles ojos, ella había llorado por los dos, había llorado suficiente. Sonrió cuando dejó su valija dentro del depósito del colectivo, recordaba tan vívidamente cuando salió de su primer día en el jardín, con una hermosa flor violeta entre sus pequeñas manos y una sonrisa de agradecimiento hacia la mujer que lo esperaba pintada de alegría, arrodillada esperando acunarlo en sus brazos. Él corrió a sus brazos y le entregó la flor que su maestra había facilitado, antes de recibir sus besos dulces. La flor quedó en el olvido, tintando de vida la vereda. Volvió la vista al presente mientras fijaba su mirada en la mujer, ella le saludaba con sus hermosos ojos inundados de lágrimas que se negaba a dejar ir, él le devolvió la sonrisa antes de comenzar a subir las escaleras del colectivo sin dar muchas vueltas. Una profesora le dio la mano para ayudarle a alcanzar los escalones complicados del segundo piso, evitando que por algún infortunio terminara por caer a la vereda y se hiciera daño de alguna manera.

-Hasta el fondo, elegí un asiento y quédate ahí- le ordenó antes de empujarlo suavemente hacia delante, si querían partir con tiempo, ese era el mejor momento de hacerlo, el niño asintió con la cabeza mientras desechaba la idea de sentarse en su lugar favorito, tristemente, también quedó en el olvido tan preferencia. El iluminado interior del colectivo le dio una agradable vista del lugar donde pasaría interminables horas, rodeado de filas de asientos suaves y mullidos, televisiones por todos lados, un baño a la entrada y la agradable sensación de solo querer sentarse a descansar. Comenzó a caminar, lentamente, con la vista puesta al final del pasillo, donde estaba su asiento. Deslizando sus dedos sobre la tela de los sillones mientras pretendía dejar todo el ensueño de no creerse despierto a sus espaldas, junto a la mujer que lloraba su partida. Sonrió cuando se sentó con delicadeza en el sillón y pareció fundirse en él, pues las noches en vela le habían pasado una mala jugada. Ahora el sueño invadía cada una de sus células y lo invitaban a entrecerrar sus ojos suavemente, esperando quizás a que el colectivo se pusiese en movimiento. A su lado, atinó a sentarse una muchachita que nunca antes había visto, era claro de que no pertenecía al mismo colegio que el suyo por lo tanto se sintió algo invadido. La ignoró mientras fijaba sus ojos en Gabriela, quien le tiraba besos desde su distancia y atinaba a sacarle fotos entre risas comiquísimas, quién sabe qué filtro le debía de estar poniendo para que le causara tanta gracia la simple idea de tomarle fotos, deseo con todas sus fuerzas que aquellas fotos no terminaran en Instagram, o no con su cuenta etiquetada. Siempre le había parecido gracioso que aquella mujer manejase a la perfección sus redes sociales, quizás el motivo era su juventud. Se encogió de hombros mientras posaba para las fotos de manera exagerada, provocando simpatía en algunos colados que se detuvieron a observarlo. "Quién pudiera tener tanto espacio de almacenamiento" pensó antes de saludar a la mujer, olvidando el sueño que cargaba con aquel pequeño juego.

-¿Es tu mamá?- escuchó una suave voz a sus espaldas, que lo hizo avergonzarse y detener sus monerías. Se giró con el espanto pintado en la piel, para encontrarse con unos hermosos ojos esmeraldas acuarelados, fijos en los suyos de forma interrogante- esa mujer- añadió la muchacha señalando vagamente la ventana, quizás intentando iniciar una conversación para matar el aburrimiento.

-Si...- murmuró el muchacho antes de corregirse-... o sea, no- la muchacha dejó escapar una risita divertida antes de ladear la cabeza, al igual que un cachorro haría al no comprender algo que se le decía tiernamente- eh... es mi madrastra- aclaro algo avergonzado antes de sonreír a su interrogante- ¿Por qué preguntas eso?- ella se encogió de hombros ligeramente, subiendo sus pies aún dentro de sus botas sobre el sillón.

-Curiosidad, supongo- se aclaró la garganta antes de sonreír ante la mirada descolocada del muchacho, era claro de que se trataba de un niño de mamá y para su edad, era muy gracioso-Ya decía yo ¡tú no-mamá se ve demasiado joven!- añadió ella antes de girarse de manera que ambos estuvieran enfrentados, mirando descaradamente hacia la mujer que estaba abajo, tomando fotos para luego subirlas a sus redes sociales o peor, mandarlas a imprimir para colgarlas en la sala de estar. El muchacho se centró en aquellos hermosos ojos, rodeados de negras pestañas que parecían resaltarlos por completo.

-¿Qué pasa con eso?- dijo algo a la defensiva el muchacho, no toleraba que nadie se dignara a decir algo en contra de la mujer que más tiempo fungió su papel como madre con él. Ella dejó escapar una carcajada antes de explicarse.

-Yo hubiera dicho que era tu hermana- el muchacho entrecerró los ojos antes de mirar nuevamente a la mujer que estaba abajo ¿Tan joven se veía? Era claro que no entraba en el grupo de madres anticuadas de sus compañeros, pero ¿tanto para que alguien piense que es su hermano? Quizás a eso se debía todas las malas miradas que le daban en el grupo de padres. Ladeó la cabeza, no le importaba en lo absoluto, ella era la mejor madre que había conocido- es hermosa- finalizó la muchacha antes de sonreír divertida. Él arrugó ligeramente la nariz mientras negaba con la cabeza.

-¡Qué dices!- exclamó entre risas sorprendido y algo extrañado mientras se pasaba una mano por el cabello, apartando el flequillo de su frente.

-¿"Qué dices"?- se burló ella antes de darle un ligero empujoncito juguetón- ¿Eres tonto o algo así? es hermosa, parece una modelo ¿no la ves?- dijo ella señalando la ventana para que la mirara-¡quien pudiera tener una madre así! se nota que te adora- finalizó, él sonrió y ambos guardaron silencio con la vista puesta en la ventana, más precisamente en la mujer que los saludaba a ambos, el chico estaba seguro de que Gabriela, lo molestaría todo el tiempo que pudiera al verlo sentado junto a una chica. Nunca había sido muy sociable, por lo tanto el traer amigos a casa o siquiera a hablar de ellos era una ocasión de festejo para todos. Algo desesperado de que la conversación se fundiera en el silencio y se hiciera más extraño volver a tratar de hablar, reconociendo quizás de que había sido muy cortante, preguntó algo interesado en la vida de la extravagante muchacha a su lado.

-¿De qué colegio vienes? Nunca te vi en el bachillerato- la chica negó con la cabeza suavemente, sacudiendo ligeramente sus cabellos violetas, curioso, no se había dado cuenta de ese detalle al tener su atención anclada a esos ojos.

-Vengo del Sagrado corazón de Jesús, escuela católica como la tuya- se explicó mientras le mostraba una pulsera de plástico que tenía escrito en negro aburrido el nombre de su colegio- queda a la vuelta del California- se explicó, tomando como referencia un supermercado cercano.

-Creo que lo vi alguna vez- murmuró el muchacho escudriñando sus recuerdos en búsqueda de un indicio para corroborar la historia de la chica.

-Puede ser, estamos repartidos por todas partes- bromeó la chica antes de explicarse- es que nuestro colegio es algo como "nómade" todavía no tenemos una instalación para nosotros, entonces estamos ubicados en el segundo piso de otro colegio. Pero no nos llevamos bien con ellos- susurró- son muy aburridos ¿sabes?

-¿Eso es posible?-preguntó el muchacho visiblemente interesado, ignorando casi sin querer el comentario final.

-Mira, llevo 5 años en ese colegio, hasta ahora vamos bien- sonrió ella antes de señalar hacia la ventana- nos estamos moviendo, creo que deberías despedirte de tu hermosa no-madre.

Él la saludó mientras la veía caminar en dirección al auto donde el chofer le estaba haciendo señas para que se acerque de una vez, su padre era bastante insistente y la idea de dejarla sola de noche tampoco le sentaba bien. Se encogió de hombros, no estaba seguro de si se trataba de un desvarío de su padre o si realmente se preocupaba por ella. Sonrió de forma fingida antes de verla entrar al coche envuelta en lágrimas. Esperaba que no la pasara tan mal mientras estuviera sola en aquella enorme casa, no soportaría saber que estaba sufriendo en algún lugar.

-Esa sonrisa no te la robo, amigo- bromeó la muchacha mientras se recostaba contra el asiento- por fin, libertad- exhaló relajándose por completo, estirando sus brazos hacia arriba, rozando el techo del colectivo con la punta de sus dedos. La observó unos instantes. Brillante sonrisa socarrona jugando en sus labios, cabello brillante de purpúreo color corto que jugaba a esconderse tras sus orejas, esmalte de uñas de diversos colores, dos piercings en la comisura de su labio inferior y un tatuaje con la cabeza de un elefante en su antebrazo derecho. Estaba desabrigada, una remera mangas cortas negra con el dibujo de "Sonriente" de Alicia en el país de las maravillas y una pollera a cuadros ajustada con un cinturón negro, bajo esta unas medias a rayas negras- ¿Te bloqueaste? ¿Qué miras?- le dijo algo interesada mientras se erguía mejor en su silla.

-¿Y tus padres?- ella se limitó a negar con la cabeza suavemente.

-Me trajo el chofer- sonrió mientras se encogía de hombros, el muchacho estudió su rostro un poco más, encantado con las pequeñas pequitas que decoraban sus mejillas- pero no te pongas mal por mi suerte, "ellos" están de viaje supongo- supo que ya no debía hacer preguntas sobre "ellos" para evitarse un trago amargo. Al notar el aire tenso, ella trató de solucionarlo enseñándole el tatuaje que tenía en el antebrazo- ¿Te gusta? Vi que lo estabas mirando hace un rato- ella añadió dándose aire de interesante- lo mejor de que tus padres no estén encima de ti es que no pueden regañarte por preciosuras como estas- refiriéndose al tatuaje que presumía.

-¡Está genial!- concordó el muchacho tocando la suave piel de la muchacha de forma dudosa, era una cabeza de elefante como si fuera un mandala, en negro, con un tercer ojo en la frente y rodeado de flores de loto- ¿Te dolió mucho?- el colectivo pasó sobre un bache, haciendo que el muchacho se sujetara con fuerza del asiento, ella pretendió ignorar eso antes de sonreír.

-No tanto como podría esperarse- chasqueó la lengua- me dolió más los piercings de acá- dijo tocando con la punta de su lengua las pequeñas bolitas de metal negro en la comisura de su labio inferior.

-¡Ah, qué impresión!- estalló el muchacho cubriéndose el rostro con ambas manos, escuchando como la chica se reía estrepitosamente, llamando la atención de los otros chicos sentados en las sillas contiguas ¿Qué era ese aire de vitalidad que ambos chicos liberaban sin quererlo?- ¡No hagas eso!- chilló el muchacho entre risas al ver como la chica daba vueltas la pelotita con ayuda de su mano.

-No duele, llorón- dijo mientras se enjugaba una lágrima y dejaba por fin aquella pelotita en paz- no puedo creer de que te de tanta impresión- dejó escapar una carcajada antes de fijar sus ojos en él.

-Yo no puedo creer de que estés jugando con esa cosa ¡Está enganchada a tu piel!- dijo él encogiéndose de hombros ligeramente algo asqueado con la situación- estoy sorprendido y asqueado- señaló.

-¿Siempre hablas así?- le preguntó ella.

-¿Hablar cómo?- él algo extrañado ladeó la cabeza.

-Creo que me estoy cansando de que respondas mis preguntas con ¡más preguntas!- señaló la muchacha antes de negar con la cabeza- me refiero a que hablas... no sé boludo, como un viejo, qué se yo- él negó con la cabeza mientras dejaba escapar una genuina carcajada que hizo a la muchacha extrañarse.

-No hablo como viejo "boluda"- dijo haciendo comillas con los dedos, ella arrugó la punta de la nariz antes de negar con la cabeza- se llama orientación literaria, no sé hablar de otra manera.

-Te llenaron la cabeza de palabras inútiles, bro- ella se pavoneó usando su lenguaje adolescente común en los chicos de ese tiempo.

-Literatura, boba- habló el muchacho- Homero, Hesíodo, Virgilio...- al ver la mirada de extrañeza de la muchacha, él se detuvo- no los... ¿No los conoces?

-Solo los de tu colegio estudian eso- se limitó a decir la chica antes de sonreír abiertamente- mi colegio se centra más en los idiomas.

-¿Portugués, francés?- preguntó a lo que la muchacha asintió.

-Inglés y alemán- agregó ella asintiendo con la cabeza.

-¡Genial!- la festejó el muchacho- nunca escuché que hubieran escuelas que enseñaran alemán.

-Es como un taller aparte igual- añadió la muchacha antes de darle un pequeño empujón-igual, que lo den en mi colegio no significa que yo sepa algo.

-Me pasa con portugués.

-¡Oh, vamos! Es como el español con terminaciones inventadas- rió ella ante la cara de sorpresa del muchacho- sos muy estructurado.

-Lo sé- antes de que pudiera seguir hablando, la voz de una de las profesoras cortó el ambiente que se había formado en ese colectivo lleno de adolescente.

-Escuchen, chicos, voy a tomar lista- dijo con la voz fuerte, de manera que todos pudieran enterarse de lo que estaba ocurriendo- ¡Silencio!

-Silencio- gritó un profesor encargado que había sido designado para acompañar al numeroso grupo- ¡Agustina y compañía!- la nombrada y su grupo guardaron silencio avergonzados- ¡Ese grupito de allá atrás!- sucesivamente el grupo fue quedándose en silencio, acompasado por el ruido de la carretera y de los autos- a ver, chicos, escúchenle a la profesora, después sigan hablando.

-Atiendan por favor- pidió una tercera profesora de pie en el pasillo, con una lista de más o menos tres hojas con todos los nombres de los chicos, de ambas escuelas.

-Aldana Greta - dijo con potente voz la mujer, mientras anotaba el presente en su lista al ver como una chica rubia sentada en la parte de adelante levantaba su mano tímidamente- hablen alto chicos, que no los escuchó- les pidió la mujer antes de sonreírle de forma cansada- Amelia Mariel – una chica sentada al lado de la nombrada, se puso de pie antes de decir "Presente". Por los nombres desconocidos que eran llamados, el muchacho supo que todavía no había comenzado la lista de los de su colegio por lo cual se relajó, hasta que escuchó la voz de la chica a su lado responder con "presente" al nombre de- Samanta Arwen- supo que en todo ese tiempo que habían estado hablando, no había atinado a preguntarle el nombre.

-¿Samanta?- murmuró el muchacho algo extrañado.

-¿Qué...?- Murmuró ella.

-Sos la primer persona que conozco que se llama Samanta- sonrió él.

-¿Enserio? Es muy común- lo cuestionó- en mi colegio somos como tres.

-Nunca lo había escuchado- finalizó el muchacho- lo que sobran en mi colegio son las "Agustinas" tenemos como 4.

-Nosotros también, encima son todas amigas- se rió ella antes de señalar a la profesora- fíjate que están llamando a los del bachillerato- ladeó la cabeza- ¿No crees gracioso que tomen lista ahora en la ruta? Tipo, si hubiera faltado alguien, nos hubiéramos dado cuenta ahora y ¿Qué hacemos ahí? No podemos volver.

-Tienes razón, normalmente toman lista antes de salir- concordó el muchacho antes de sentarse mejor en el sillón, escuchando los nombres de sus compañeros- soy el número 8 en la lista, todo por culpa del team de "Agustinas"- bromeó haciendo reír a su acompañante.

-Emanuel Indivar- llamó la profesora a lo que él levantó la mano de forma certera, antes de relajarse nuevamente.

-¿Emanuel?- lo imitó ella a lo que el nombrado simplemente se encogió de hombros.

-Pregúntale a mi mamá- ella rió y negó con la cabeza, le pasó una mano como si fueran empresarios serios.

-Un placer Emanuel "pregúntale a mi mamá" Indivar- puso una voz grave para hacerlo reír mientras le estrechaba la mano, él la imitó.

-El placer es mío Samanta "nombre común" Arwen- luego él cambio de tema con una mueca de susto- ¿Te imaginas que las "Agustinas" de tu colegio y el mío se unan?

-¡No! Eso sería peligroso- continuo ella el juego- tendían el suficiente poder para dominar el mundo.

-Eso no es gracioso- habló una chica sentada delante de ellos, girándose de manera poco disimulada y esbozando una mueca- llamarse Agustina es lo más, sirve para romper el hielo, roto el hielo me presento.

-¿Cómo te llamas?- preguntó él.

-Y Agustina, boludo ¿No escuchaste lo que dijo?- se burló la chica, haciendo reía a la muchacha sentada frente a él.

-Colgué- se limitó a decir Emanuel, algo avergonzado, pasándose una mano por el cabello. Terminaron de tomar lista los profesores, por lo tanto todos los chicos volvieron a sus menesteres. Se estrecharon las manos.

-Agustina Idril- un gusto, contestó ella más suavemente- Emanuel ¿tu papá trabaja en un estudio jurídico?

-Sí, digamos que es dueño de un par de ellos por acá- algo incómodo se encogió de hombros.

-Entonces ¡Sos millonario!- estalló la muchacha antes de sonreír, Samanta, viendo la incomodidad del muchacho cambio de tema.

-¿Y vos, Agustina?- la nombrada se encogió de hombros ligeramente.

-Mi papá es empleado del suyo- se explicó ella asintiendo con la cabeza- pero nunca nos vemos, así que da igual- Emanuel chasqueó la lengua antes de sonreír.

-Y... la historia se repite- ambas asintieron.

-El team de padres ausentes- añadió Samanta antes de morderse el labio inferior, jugando con la pelotita de metal entre sus dientes.

-¡No hagas eso!- gritaron los otros dos cubriendo sus rostros. El viaje continuó su recorrido sin más contratiempos, pero un aire de extrañeza era pleno sobre sus cabezas, pues ningún profesor estaba presente con ellos como en otros viajes hubieran hecho y peor que todo, no acudían a los llamados clásicos de preguntas pueriles. Estaban libres de hacer lo que querían.


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