Emma: La calma precede la tor...

By Madam_Negrere

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Tras acabar las enseñanzas básicas ha llegado el momento que todo estudiante espera: aprender la verdadera ma... More

1.-Volver a empezar.
1.-Volver a empezar, parte 2.
1.-Volver a empezar, parte 3.
2.-Eythera.
2.-Eythera, parte 2.
3.-Cosas del primer día.
3.-Cosas del primer día, parte 2.
4.-De excursiones y eso.
5.- Margaritas de Tigreen y capas largas, magníficas clases de vuelo; parte 1.
5.- Margaritas de Tigreen y capas largas, magníficas clases de vuelo; parte 2.
6.-Clase de recuerdos que dan miedo.
7.-De octubre, el último sábado.
8.-Los mellizos Donovan
9.- ¿Y quién eres tú?
10.- Un espeso humo color cian, parte 1.
10.-Un espeso humo color cian, parte 2.
11.- La jornada de esoterismo, parte 1.
11.- La jornada de esoterimo, parte 2.
12.- Atlaea, parte 1.
12.- Atlaea, parte dos.
12.- Atlaea, parte 3.
13.- No digamos adiós, solo "hasta la próxima".
14.- ¿Ya estás pensando otra vez en meterte en problemas?
15.- Peligro en el Archivo
16.- Una noche muy larga y una mañana de rumores.
17.- Por fin, llegó el día.
18.- Las Pruebas
18.- Las pruebas, parte 2.
19.- Las Hogueras.
20.- La selección de familias.
21.-Un poco sobre aquella noche.
22.-Lo que en realidad pasó aquella noche, parte 1.
22.- Lo que en realidad pasó aquella noche, parte 2.
Capítulo 23: La Torre Efímera de Elde
23.-La Torre Efímera de Elde, parte 2.
24.- La vuelta
24.-La vuelta, parte 2.
Capítulo 25: El Punffle y Dala Sur
capítulo 26: El regreso de Azel, parte 1.
El regreso de Azel, parte 2.
Capítulo 27: Los desbaratados planes de Leyla y Vanesa, parte 1.
Los desbaratados planes de Leyla y Vnaesa, parte2
Capítulo 28: El secreto de Ethan (o uno de ellos)
El secreto de Ethan, parte dos
Capítulo 29: Poco para la acción
Aquello que una vez sucedió, parte 2.
Aquello que una vez sucedió, parte 3.
Capítulo 31: Un regalo valioso
Capítulo 32: El Último, parte uno.
El Último, parte 2.
El Último, parte 3.
EPÍLOGO

Capítulo 30: Aquello que una vez sucedió.

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By Madam_Negrere

Era medianoche. Medianoche en punto. La luna se erguía menguante sobre el cielo oscuro, uno sin estrellas, mientras el fuerte viento que rugía entre los árboles cercanos impedía caracterizar a esa noche como tranquila. Un poco más allá, en los soportales de la entrada al gimnasio dos personas se daban una tregua. Llevaban horas practicando, tras la cena, y aunque hubieran estado ya unos días quedando a la misma hora en el mismo sitio, aún sus cuerpos no se acostumbraban a tal traqueteo. Y las agujetas de los días anteriores, en vez de desaparecer, se había ido acumulando. Así que, al contrario de lo que se pudiera pensar, cada noche aguantaban menos el ritmo. Y la motivación había desaparecido poco a poco.

-Recuérdame que mañana me tome un descanso. -susurró una voz entrecortada, aún con la respiración acelerada.

A su lado, el chico moreno abrazó sus piernas, sentado sobre el poyete frío de piedra.

-Que poco aguante. -dijo simplemente, con burla, mientras le dirigía una media sonrisa.

La chica suspiró.

-Me da a mi que tú eres un profesor poco considerado.

Azel se encogió de hombros.

-Todo lo que merece la pena conlleva su esfuerzo. -respondió, tranquilo.

-Sí, pero de poco servirá si me muero antes de lograr mi objetivo. -se quejó la chica, ya serenándose un poco.

Azel rió.

-Fuiste tú quien me pidió que te ayudara. -le recordó.

Emma sacudió la cabeza, con falsa desaprobación.

-Tampoco es que tuviera muchas opciones donde escoger. -afirmó, segura.

El chico miró hacia arriba, recostándose.

-Siempre puedes esperar hasta verano, aunque conociéndote la palabra esperar no va contigo.

Emma negó con fuerza.

-No, necesito aprender a manejar algo de magia negra cuanto antes. Además, tampoco he dicho que no me estuviera sirviendo todo lo que hemos hecho aquí. -contestó-. Hace una semana ni siquiera habría sabido por donde empezar a realizar un hechizo, y al menos ahora doy de lleno en el muñeco.

Azel la escuchaba con el ceño fruncido.

-¿A qué vienen esas prisas de repente? No sabía que te hubieras puesto fecha límite. -comentó, extrañado de lo ansiosa que había sonado en ese instante la chica, y preguntándose a la vez si en realidad no había una razón concreta por la que necesitara conocer su magia tan de repente. Por un momento, Azel sospechó que Emma estaba tramando algo, que planeaba hacer algo probablemente impulsivo. Y no le gustó demasiado ese pensamiento.

Pero la chica solo sonrió.

-Llevo suficiente tiempo sintiéndome indefensa. -respondió simplemente.


De vuelta a su cuarto, mientras se abrazaba con sus brazos el cuerpo por el frío, cuando el calor del ejercicio ya hubo desaparecido, Emma no pudo evitar sentir la tentación de contarle lo que se disponían a hacer ella y sus amigas a Azel. Pero sin embargo, sabía bien que no podía hacerlo. Puede que el chico fuera tan impulsivo y temerario como ella a veces, pero lo cierto es que él era mucho más sereno y con la cabeza más bien puesta que ella la mayor parte del tiempo. Y temía que si lo supiese impidiera de alguna forma que llevaran a cabo su plan, por considerarlo demasiado peligroso y mal estructurado. Incluso a ella se lo parecía algunas veces, cuando estaba a punto de echarse atrás. Pero si querían lograr algún resultado ya, y poder empezar a actuar de una vez por todas, necesitaban conseguir algo de ventaja indiscutiblemente. Así que deshechó la idea, y trató de dirigir sus pensamientos hacia otra dirección mientras atravesaba el tan conocido Valle Soliazul, que a esas horas de la noche, como cabía esperar, estaba prácticamente vacío, y solo tuvo que esquivar un par de miradas curiosas y entrometidas antes de llegar a la casa de la familia Aeria.
Antes de llegar a su habitación, Emma lo oyó. Era una suave y aguda melodía, dulce como el aroma de las flores que crecían en primavera, y a la vez solitaria y ligera como un animalillo demasiado lejos de su tierra. Era como escuchar el primer silbido de la mañana, o presenciar la brisa nocturna que corta el sosiego de la noche. Era agradable, volátil, casi celestial. Y Emma era lo suficiente conocida del mundo mágico para saber cuáles eran los únicos seres capaces de producir esa música, como proveniente de las entrañas del mundo. Abrió la puerta del cuarto con cuidado y se apoyó sobre el marco de esta, sin querer profanar aquella sublime canción. Rose estaba vuelta hacia la ventana, abierta de par en par, sosteniendo a la altura de su boca una delicada flautilla de cerámica, azul cielo, muy brillante, que casi parecía tener luz propia. Emma, que adoraba la música, sabía que podía considerarse terriblemente afortunada por estar pudiendo presenciar dicha actuación, pues bien era sabido que pocas veces los elfos dejaban al descubierto sus habilidades frente aquellos que no eran de su misma raza. Pero estaba segura de que Rose había reparado ya en su presencia, y aún sus labios afinaban esas deliciosas notas. Por un momento, Emma sintió que su compañera, con la que ciertamente no hablaba demasiado, se la estaba dedicando.

-Me sentía inspirada, hace una noche maravillosa. -afirmó sin volverse, todavía con la mirada fija más allá del ventanal.

Emma alzó las cejas, sorprendida. Ella casi había llegado a pensar todo lo contrario. Era curioso cómo cada persona era capaz de encontrar la belleza en cosas completamente distintas.

-Pero si hace un viento horrible, y no hay estrellas. -solo pudo responder la chica, aún quieta.

Rose se giró hacia ella, y esbozó una delicada sonrisa.

-Pero a mí el viento logra calmarme. Oírlo es música para mis oídos. -pestañeó sutilmente-. Por eso pensé que tal vez te podría tranquilizar a ti también. -comentó-. No he podido evitar notar que últimamente estás algo inquieta y ausente, y creí que quizá algo estaba turbándote. -dobló los brazos-. No suelo tocar delante de nadie, pero tú no eres cualquiera. -afirmó con una amplia sonrisa, demasiado sincera para que a Emma no le conmoviera.

Emma la miró impresionada, mientras un sentimiento de leve culpa nacía dentro de ella. Mientras la chica se había paseado de un lado a otro como un torbellino, su compañera de cuarto había estado preocupada por ella todo el tiempo. Y entonces recordó esa noche, cuando tuvo aquella horripilante pesadilla, y no pudo evitar rememorar la calidez de la infusión que le había preparado la elfa en sus labios, para calmarla. ¿Por qué había tardado tanto en darse cuenta verdaderamente en su presencia? ¿Por qué no había logrado fijarse hasta ahora en lo mucho que Rose, desde la oscuridad, había estado haciendo por ella? De repente se sintió terriblemente arropada y agradecida, y solo pudo avanzar hacia ella y darle un abrumador abrazó, que casi consiguió desestabilizarla.

-Gracias, Rose, de verdad. Te agradezco profundamente la intención.

Ella sonrió con ganas, estirando sus finos y rosados labios.

-Para eso están las amigas, ¿no? -preguntó, como si fuera algo que la hubieran enseñado un día y ella lo encontrara completamente obvio.

Emma asintió.

-Supongo que sí. -contestó, antes de soltarla. Y poco después se sentó sobre la cama, pensativa. De repente, sentía como ciertas palabras querían escapar de su boca, palabras que todavía no habían sido pronunciadas en voz altas. Dudas y temores que por un momento Emma se sintió tentada de revelarle a su amiga. Y, como no tenía ningún motivo para no hacerlo, al final las acabó pronunciando. -Hace tiempo me encontré con un hombre, alguien tenebroso y malvado, sin remordimientos ni moral. Alguien que consiguió hacer de mi mundo un lugar un poco más oscuro, y que anidó en mí un continuo e incesante miedo. -Rose, que de repente se había puesto seria, se sentó junto a ella en la cama, dispuesta a darle toda su atención-. Lo había olvidado, por un hechizo no recordaba el motivo por el que me sentía así constantemente, por el que hacía las cosas sin pensar como huyendo de algo, así como tampoco recordaba quien era en realidad. -dijo sin temor, consciente de que lo más probable era que Rose ya hubiera escuchado de boca de otros los rumores, el tipo de maga que era-. Y ahora que lo sé, no sé realmente cómo canalizarlo, ni verdaderamente de dónde proviene. ¿Es quizá por lo fácil que le fue manipularme? ¿Porque tengo miedo de que otro ser querido resulte dañado? ¿O es simplemente la posibilidad de volver a encontrármelo lo que me aterra? Siento que si se diera el caso no podría hacer más que quedarme muy quieta, sin ser capaz de reaccionar ni enfrentarme a él, como atontada y sobrecogida. Y eso me enfurece y paraliza. No puedo permitir que eso suceda.

Rose cerró los ojos con calma, pensativa, e inclinó la cabeza.

-Quizá solo tengas miedo a recordar. Tal vez solo te abrume el volver a traer a esos recuerdos a ti, a integrar toda la historia, a rememorar lo que pasó sin salir corriendo. No has tenido la oportunidad de aceptar que forman parte de ti, que están ahí, por mucho que trates de esconderlos. -aseguró-. No has sido capaz de enfrentarlos, de recurrir a recordarlos cuando quieras sin que nada te frene, a poder hacerte más fuerte a raíz de lo que pasó. Y como todavía no lo has superado, sientes que si te ves obligada a vivir una situación similar te quedarás paralizada, como te paralizan solo los recuerdos de lo que sucedió. Tienes que integrarlos en ti, superarlos, si realmente quieres avanzar y no volver a caer en los mismos errores.

Emma la miró horrorizada por un momento, sintiendo que había dado de lleno. Que la chica había tardado en darse cuenta de ello un instante, cuando ella aún solo empezaba a ser consciente. Cuando se daba cuenta que los demás motivos eran solo excusas para enmascarar el real. El verdaderamente importante.

Emma suspiró, aunque lo sabía, eso no quería decir que fuese fácil. Porque no lo era, para nada, sobre todo ahora que se sentía en una especie de contrarreloj, y que era consciente de que no podría retrasarlo más. No dijo nada, solo se dejó caer hacia un lado, y apoyó su cabeza en el hombro de la elfa.


Hacía tiempo que no estaban todos juntos. Hacía tiempo que no habían podido descansar sobre la extensa llanura de detrás de la escuela, debido al frío. Y hacía tiempo que esa sensación de tranquilidad y comodidad por el simple hecho de estar unos con otros no les invadía, después de la incómoda situación que había surgido a raíz de que Emma hubiera revelado que era una maga negra. Pero ahora que la temperatura era notablemente más cálida y acogedora, y que parecía que tras la reconciliación de sus dos amigos su relación había vuelto a la normalidad, era de esperar que hubieran regresado a sus costumbres habituales.
Emma giró su cabeza hacia el chico tumbado a su lado, mirando el cielo, y, aprovechando que los demás tenían su atención centrada en otro cosa, le preguntó al rubio:

-Bueno, ¿y qué tal van las cosas con aquel chico? -preguntó con picardía.

Doyle sacudió la cabeza mientras sonreía.

-No, nada, hace tiempo que no nos vemos ni quedamos. Desde antes de los finales, casi. -contestó, encogiéndose de hombros.

Emma esbozó una mueca de decepción.

-Pues vaya, que pena, y yo que quería algo de salseo. -rió-. ¿Sigues sin querer decirle nada a quien yo me sé?

Doyle la miró impresionado, mientras negó con fuerza.

-¿Estás loca? -preguntó, antes de fruncir el ceño-. ¿Es que no lo sabes, Vanesa no os ha dicho nada?

Emma le miró fijamente, confusa, antes de recordar sus sospechas sobre el secreto que guardaba Vanesa. Es cierto, casi estaba segura que Arthur y ella tenían algo. Solo esperaba el día en que su amiga se decidiera a contárselo. Emma comprendía por qué su amigo de cabellos dorados se había vuelto tan reacio a decirlo, suponía que Arthur ya le habría hablado de su nueva relación.

-Esta mañana me he encontrado con los Donovan otra vez. -comentó de repente la voz de Adrián, apartándoles de su actual conversación y centrándoles en otra distinta-. Parecían seguros, Emma, de que tu regreso no duraría mucho, que pronto nos dejarías a un lado para juntarte con los que "realmente eran como tú". No sé por qué solo de escucharlos se me eriza la piel. Sus comentarios me enfurecen especialmente, más que los de cualquier otro. -suspiró-. Y, si he de ser sincero, últimamente escucho muchos sobre ti.

Emma se encogió de hombros.

-Me da lo mismo lo que tengan que decir otros, si es para malmeter y meterse en mi vida. -asintió-. Por otra parte, llevo bastante sin cruzarme con los endemoniados mellizos, que ya me parece irreal. Pero no me quejo por ello en absoluto. -rió. Todos rieron con ella.

-Oye, -empezó a decir el más pequeño y moreno del grupo-. estaba pensando... Aquella esfera de magia negra que les atacó, aquel día que se montó un gran revuelto, fuiste tú, ¿verdad? No fue un ente extraño ni alguien desconocido, ¿no es cierto? Eras tú a la que los maestros protegían, la que estuvo a punto de mandar a Batz a la enfermería. -interrogó Oteo, mirándola con una mezcla entre curiosidad y reparo-. Es solo que se me pasó por la cabeza cuando... bueno, cuando supimos la verdad sobre tu magia.

Un silencio algo incómodo se instaló a continuación. Un silencio lleno de interrogantes. Un silencio que afirmaba que todos sus amigos se habían hecho la misma pregunta, y ahora la miraban expectantes a lo que respondería.
Emma suspiró, lo cierto es que había procurado no pensar mucho en ese incidente en los días siguientes a su suceso, y poco a poco, tiempo después, se le había ido olvidando que una vez hubo pasado. Para ella había sido mejor así, actuando como si nunca hubiera existido. Pero en aquel momento, no podía actuar de esa forma también. Tenía a todos sus amigos esperando su respuesta, y se había prometido a sí misma que haría todo lo posible para apartar las mentiras de su vida, tanto si fueran por parte de los demás como si provenían de ella.

Suspiró, y levemente asintió.

-Sí, fui yo. -admitió, casi en un susurro. Parecía que si lo decía en voz baja, tuviera menos repercusión-. Por aquel entonces todavía no era consciente de lo que me sucedía, ni siquiera lo sospechaba, y estaba lejos de saber por qué había salido aquel hechizo de mí, cuando ni siquiera recordaba haberlo visto nunca antes. No controlaba esa parte de mis poderes, apenas lo hago ahora. -contó, abrazándose las rodillas-. Me asustó, tenía miedo de esa versión de mí que ni conocía.

Alguien le colocó una mano en la espalda, tranquilizadora. Notaba como en las miradas de sus amigos se instalaba la comprensión, pero de la misma manera, también se fijó que, bien por primera vez, sus amigos comenzaban a ser conscientes de lo que significaba realmente que fuera una maga negra, de la diferencia abismal que había entre ellos. Pero no la importó, estaba dispuesta a enfrentar cualquier obstáculo con la cabeza bien alta.

-No es como si no se lo hubiera merecido, él mismo se lo buscó. -afirmó Adrián, apartando su mano-. Tú solo querías protegernos.

Leyla asintió.

-Eso le pasó por no ser capaz de mantener la boca callada. No le vendría mal aprender a respetar a los demás. -opinó, muy segura.

Emma sacudió la cabeza.

-¿Y qué pasa si vuelve a suceder, si de nuevo no lo controlo? ¿Y qué pasa si esta vez hago verdadero daño a alguien?

-Entonces, estoy seguro de que será porque esa persona te hubiera obligado a ello. -aseguró Timmy-. Sé que no le harías daño a nadie si no fuera por extrema necesidad, Emma. No eres como ellos, no deseas hacer sufrir, no disfrutas con ello.

Emma le miró, sabía que su amigo tenía razón. Esas mismas palabras, se las había repetido mil veces en la oscuridad de la noche cuando las dudas aún le asaltaban.

-Además, seamos sinceros, tampoco es como si fueras la única. -dijo de la nada Vanesa, quien todavía no había intervenido-. Cuando estudiaba en mi colegio elemental había un niño que siempre se metía conmigo. Debía pensar que era tímida y débil, porque no hablaba mucho ni solía integrarme con los demás. -se encogió de hombros-. No le hacía demasiado caso, la verdad, así que supongo que eso le enfadó aún más. Un día, cambió de objetivo, y en vez de dirigir sus burlas hacia mí, las envió a mi hermano pequeño, el cual, por aquel entonces, era mucho más vulnerable. -siguió contando, mientras un fuego interior comenzaba a hacer presencia en sus profundos ojos de cervatillo-. La cuestión es que, cuando vi que mi hermano se puso a llorar, no pude frenarme. Solía ser bastante templada, pero aquel día perdí el control. Estaba furiosa. Cuando me quise dar cuenta, había tirado al chico al suelo, y le había lanzado una gran vara de metal sobre su pierna. -arrugó la frente-. Acabó con unos cuantos huesos rotos, y desde luego nunca jamás volvió a acercarse a nosotros. Pero yo me sentí fatal, culpable, y molesta conmigo misma por haber caído tan fácilmente ante los nervios. -suspiró, y poco después esbozó una suave sonrisa-. Pasé una semana entera en un centro para jóvenes con poderes inestables. Nunca más me perdí a mí misma. -aseguró, notando como todos sus amigos la observaban impresionados-. Lo que quiero decir con esto es que no depende de qué tipo de magia tengas, ni si eres la persona más entrenada del mundo o no. Todos hemos perdido o perderemos el control alguna vez, y tendremos que lidiar con ello. Y, a partir de ello, aprenderemos a que no vuelva a ocurrir.

Emma le sonrió con gratitud, sintiéndose más calmada por las reconfortantes palabras de su amiga. Hasta ahora solo se había centrado en sus problemas, como si fuera la única que los tenía. Maldiciendo una y otra vez por todo lo que le ocurría, por cosas que consideraba que solo le pasaban a ella, lo cual no era cierto.

-No sé cómo pude estar tanto tiempo sin conoceros. -afirmó sinceramente, casi inconsciente de que esas palabras habían escapado de su boca-. De verdad que no lo sé.


Solo había estado una vez en aquel lugar, pero la abrumadora ola de emociones había sido la misma. Solo había pisado una vez el verde césped que la rodeaba, y sin embargo tenía la impresión de que allí, estaba como en casa. No había podido olvidar las palabras de Rose en todo el día, y, de alguna forma, había acabado allí. Era el único lugar de la escuela en el que sentía que su magia estaba en equilibrio con lo que le rodeaba, que encajaba con ello. De los únicos lugares que lograban calmarla verdaderamente.
Caminó con lentitud hacia el desmejorado porche, y se paró frente a los mordidos escalones, cubiertos de una gorda capa de musgo, aparecida con el transcurrir del tiempo. Se sentó en el borde con cuidado, al lado de la barandilla de oscura madera, y respiró profundamente. Tenía que hacerlo. Tenía que contarse a sí misma toda la historia, sin emitir ningún detalle. Tenía que reconstruir minuciosamente el puzzle de su pasado, para poder integrarlo como parte de su persona, y necesitaba un lugar apartado y protegido para ello. Un sitio donde se encontrara lo más a gusto posible, para llevar a cabo eso que se había propuesto. Un lugar que lograra tranquiliarla cuando todos los malos sentimientos comenzaran a aparecer, porque lo harían; que la abrazase con fuerza cuando el relato la trasladase muchos años atrás.

Cerró los ojos fuertemente. Cuando los abrió, estaba dispuesta a hacerle frente a cualquier cosa.

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