Extras de DE ©

By OscaryArroyo

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La historia Rachel y Nathan no termina con el final de "Deseos encontrados"; empieza allí. Llenos de ilusió... More

Escenas extras de Desires Found
1. Bóó: El primer cumpleaños.
2. La proposición
3. Ejercicios.
4. Tutús y caramelos.
5. Acua.
6. Delicioso amor.
8. Cruzados.
9. Solos en casa de Anastasia.
10. Votos
Sobre la autora.
Agradecimientos.
Deseos ocultos © (Desires #2)

7. George Blackwood

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By OscaryArroyo

Domingo, 9 de septiembre de 2012 

 

Me había preparado desde la primera semana del mes. La fecha oscilaba dentro de los últimos del veinte, Rachel no quiso que planeáramos una cesárea y nuestra hija vendría al mundo a lo natural, justo cómo su hermana. Había leído, escuchado y visto que se podían adelantar, así que una maleta no se movía de al lado de la puerta principal de la casa y un juego de llaves descansaba en la mesita de noche, junto con un teléfono y un par de abrigos.  

La emoción de saber que pronto tendríamos otra evidencia de nuestra unión, de nuestro perfecto amor hecho de imperfecciones, me abrumaba y consolaba cuando creía que nada de lo que vivía era real. Rachel solía decirme que Georgie, cómo le decía al bebé por el actor, alejaría muchos miedos e inseguridades que de por sí solas nos estaban abandonando a paso lento.  

Mi manera pensar era muy diferente a la de ella.  

Lindsay, cómo le quería llamar por el segundo nombre de mamá, reforzaría todo aquello que sentía. Adoración, amor, cariño, momentánea preocupación, absurdos miedos, patéticas inseguridades, aprecio. Había tanto que crecería de bases inestables, como el cerezo de John, y se haría tan fuerte cómo los cimientos del universo, que era imposible contarles por la cantidad infinita que representaban. Pero lo bueno seguiría siendo muchísimo más grande que lo malo, cuya patética cantidad era contable.  

Acaricié el vientre hinchado por estar a solo días de cumplir los nueve meses. Rachel dormía sin inmutarse, sin parpadear debido a mi toque, pero le conocía y sabía que se despertaría para ir a la cocina por una merienda nocturna. Solía avergonzarse de ello, ruborizarse y esconderse, pero no lograba nada más que incrementar mi ternura hacia ella. A algunas mujeres les sentaba muy bien el embarazo y su brillo se incrementaba con él, volviéndose más hermosas de lo que eran.  

Mi lámpara personal no tardó en abrir sus ojazos con un aleteo de parpados. Pasé mis manos por su cabello y la ayudé a levantarse mientras se frotaba el rostro con el dorso de la mano.  

—Las marquesas de tu mamá me tienen adicta. —Se apoyó en mí al caminar por el pasillo y descender por las escaleras—. ¿Quedan?  

—Hoy mandó dos de chocolate y compotas caseras para Maddie. —Pasé mis dedos por su suave mejilla, dejándola sobre un banco del mesón de nuestra cocina. Saqué una bandeja del refrigerador y una espátula. Ella ya tenía su plato listo para recibir una porción—. Pero tendríamos un problema si te llegan a gustar más que yo.  

—Eso es casi imposible. —Me guiñó—. A ti te puedo untar con esto, pero no le puedo añadir Nathan Blackwood a una marquesa de chocolate sin involucrar el canibalismo.  

Me serví también un trozo. Eran las dos de la mañana. Rachel solía despertarse de dos a cuatro y me había acostumbrado a hacerlo con ella, así cómo a comer algo a esa hora para que no se sintiera mal.  

—Me alegra saberlo, cómo madre tienes una reputación que mantener.  

—Y cómo esposa... ¿La tendré? —ronroneó.  

Alcé la vista de mi postre para mirarla directamente a los ojos. Ahí estaba esa sensualidad incontrolable que me seducía enormemente. Esa capacidad suya para envolverme se había hecho más poderosa con su embarazo y dudaba que algún día regresara a su nivel inicial, incluso después del nacimiento del bebé.  

Me levanté.  

—Cómo esposa tendrás una reputación que mantener ante los ojos de los demás. —Le seguí el juego aunque ambos sabíamos que la opinión de los demás nos importaba una mierda—. Pero a los míos no, amor, nunca. —Coloqué mis manos en sus hombros y fui descendiendo por sus brazos para luego subir de nuevo. Se apoyó en mí, cerrando sus ojos sin ninguna intención de dormir y balanceando su largo cabello negro.  

—Entonces...¿puedo hacer lo que quiera y no pensarás mal de mí?  

—No. —Jugué con una de las tiras de su bonito pijama blanco, escondido bajo su bata roja de seda—. Puedes hacerme lo que quieras, o hacer lo que quieras conmigo, y no pensaré mal de ti.  

—Hmmm... —Tomó un bocado de marquesa con su tenedor y se lo llevó a la boca, embarrando el contorno de sus labios de crema de chocolate que limpié con una servilleta de papel—. Ya terminé, no quiero más. 

Me apartó de ella para girar el banco sobre su propio eje y quedar de cara a mí. Encajé sus mejillas en mi palma cuando hizo un sutil morrito de ofrecimiento y la besé. Sabía a chocolate, a galleta y a Rachel, lo ultimo lo mejor. Caliente, deseosa, llevó sus manos a la parte delantera de mi pantalón de pijama y jugó con el cordón. La detuve lo más levemente que pude, con el más blando de los tactos. No quería que se sintiera mal, que creyera que no la añoraba de cierta forma cuando dichos deseos ocupaban más de la mitad de mis pensamientos, pero tampoco me gustaría hacerle daño a ella o a mi hija.  

—¿Regresamos? —Entrelacé mis dedos con los suyos para evitar que se escaparan a lugares sensibles y delirantes—. Lo que sea que tengas en mente será mejor arriba, en nuestra cama. 

—Antes era mejor en todos lados —suspiró con pesar mientras me miraba por debajo de sus pestañas rizadas—. ¿Qué ha cambiado?  

Cepillé su pelo hacía atrás.  

—Solo unos días más y te lo compensaré. —Le ofrecí mi hombro para que se apoyara al bajar—. Vamos, mañana tienes que madrugar.  

Rachel gruñó, no supe identificar si en acuerdo o desacuerdo, al recordar que se había ofrecido como colaboradora en la guardería de Madison y le tocaba decorar para la fiestecita de recibimiento tras las vacaciones.  

—Está bien —aceptó finalmente.  

Por su colaboración le di un beso en la frente que sirvió también cómo aviso de lo que continuaría en la habitación. Iniciamos el camino de retorno tras colocar los platos en el fregadero. Rachel se quejaba cada vez que subía las escaleras porque sus pies dolían, así que me coloqué tras ella para empujarle o para atajarla en caso de que perdiera el equilibrio. Su mano estaba atrapada entre la mía, solo estaba un escalón por debajo de ella y fácilmente pude notar un chorrito líquido descendiendo por sus piernas.  

Me alarmé e hice que se detuviera, forzándome a mantener la calma. 

Adiós a la seducción y a los juegos de habitación.  

—Amor, vamos al auto, ¿sí? —Tras asegurarme de su transparencia y de que todo andaba bien con el líquido, pasé mi brazo por debajo de sus rodillas y coloqué el otro alrededor de su cintura para levantarla—. Estarán bien, ambas lo estarán. Solo falta una semana, no hay motivos para asustarse. Seguro ya quiere conocerte o está harta de comer chocolate.  

—Nathan, ¿qué...? —Estaba intentando tocar el suelo cuando se dio cuenta de lo sucedido con su cuerpo y dejó de luchar—. ¡Rompí bolsa! ¡Georgie viene en camino!  

 —Sí, cariño, viene en camino. —No discutiría sobre el sexo del bebé ahora—. Así que te dejaré en el auto e iré por las cosas, ¿está bien?  

Asintió desenfrenadamente, mordiéndose el labio,  signo de que empezaba a padecer las primeras contracciones. La llevé fuera de casa y la senté en una silla mientras iba por las llaves y un abrigo para ella. Cuando estuvo lista, lloriqueando sobre el asiento delantero, fui por la maleta y por Madison, a quien tuve que despertar y que afortunadamente no lloró. Ella también se había estado preparando.  

—Bebéééé —dijo mi hija cuando cerrábamos la puerta.  

Bebé, por ser corta, la que más oía en casa y fácil de pronunciar, era una de las palabras que ya sabía decir esporádicamente y que Rachel omitía.  

Para ella, mamá, debía ser la primera.  

—Sí, Maddie, tu hermana viene.  

Mi pequeña flor sonrió, indiferente a mi nerviosismo, y se guindó con entusiasmo a mi cuello. Todo el mundo le hablaba de la personita con la cual tendría que compartir nuestra atención, así que no me sorprendía que me entendiera a la perfección o que se encontrara entusiasmada.  

Debía, más bien, estar harta de que le dijeran que ya no tendríamos tiempo para ella.  

Afortunadamente no había trafico a veinte para las tres de la mañana. El viaje fue rápido y directo, sin más complicaciones que las marcas de mi brazo, donde Rachel apretaba de vez en cuando a tiempo que se tensaba. Me dolía saberla tan sufrida, pero me repetía a mí mismo que el sacrificio de ambos, siendo el de ella padecer y el mío no poder hacerlo en su lugar, valdría la pena y sería recompensado de manera sobrenatural.  

—¿Natalie? —murmuró Rachel entre suspiros una vez llegamos al hospital y era puesta sobre una silla de ruedas, ya habíamos estacionado. Yo cargaba a Madison, que al igual que nosotros no se había podido cambiar y lucía alerta en su pijama de gatitos—. ¿Le llamaste?  

—Ya viene de camino con John. —Rachel puso los ojos en blanco ante la mención de mi hermano. Él le había prometido estar presente para grabar, así cómo ella lo había estado en el nacimiento de Kevin—. Cuidarán a Maddie, no te preocupes.  

Mi chica apretó los dientes antes de tirar de su cuello hacía atrás por otra contracción. Tomé su mano con la mía que no sujetaba a Madison y la apreté. Mi pequeña flor extendió su palma para consolar a su mamá, pero Rachel gritó a solo unos centímetros de desarrollarse el contacto y Maddie se escondió del susto.  

—Ya pasará, ya pasará, ya...  

—¡No pasará! —Rachel me gritó cuando ya permanecía acostada en la cama de su cuarto—. ¡Deja de decirlo, Nathan!  

Lo que ella no sabía era que lo decía por mí. La preparación de todos estos meses había sido una basura. Se suponía que debía mantener la calma y estar allí para ella, tranquilizarla. Pero cada vez que oía uno de sus chillidos o veía cómo su cara se arrugaba del dolor, quería salir corriendo o asesinarme por ser el responsable de su estado.  

Hasta hace unas horas nos había imaginado con muchos niños, cinco o seis, pero viéndola retorcerse no estaba tan seguro. Dos, de momento, estaba más que bien.  

—¿Ya llamaron al doctor? —Aproveché que Rachel se había calmado y me alejé unos pasos para alcanzar a una enfermera—. ¿Donde está?  

—El doctor está atascado en el Clifton, hubo un accidente. 

—Maldición, mi mujer está ahí adentro a punto de dar a luz, ¿y usted me dice que el doctor no está? 

Madison me miraba con desaprobación desde su pequeña altura, ya no le gustaba ser cargada y aprovechaba la más mínima oportunidad para caminar. Desaprobaba mi falta de cortesía.  

—No, lo siento señor. Pero de inmediato vendrá la doctora Maggie para revisar la dilatación. —La mujer de uniforme rosa conservaba la calma, seguramente acostumbrada a manejar la histeria—. Su señora estará bien, probablemente aún no haya dilatado lo suficiente y....  

—¡Nathan! —Escuché, y probablemente todo el hospital, a Rachel llamarme con enojo y desesperación—. ¡No pasaré por esto sola! ¡¿Podrías venir?!  

Le dediqué un asentimiento a la enfermera antes de regresar a la carrera con Madison en brazos. Dejé a mi hija sentada en una butaca junto a la cama para concentrarme plenamente en su madre. De vez en cuando le echaba un ojo, pero ella seguía sin moverse de su lugar, confundida con los gritos. Sus grandes ojos grises brillaron con alivio cuando Natalie entró con John y Luz.  

—Dios, creo que nunca me acostumbraré a oír a una mujer gritar así. —Fue lo primero que dijo John mientras Luz se marchaba con Madison a la cafetería, donde nos dijo que estaba su mamá con Kevin y Diego. ¿Habían traído a todo el mundo? —. A ver, linda, ¿unas palabras?  

Rachel, aunque le adoraba profundamente, lo fulminó con la mirada.  

—¿Por qué mejor no me dices unas palabras tú a mí cuando saque una sandía de tu....?  

—Tranquila, cielo. —Natalie quitó el sudor de su frente con un pañuelo—. No nos pongamos intensos, ¿por qué mejor no respiramos bien?  

Rachel parpadeó, mirándola cómo si por fin alguien hubiera dicho algo en su idioma. Finalmente asintió.  

—Lo siento, Rachel. Olvidaba lo sensible que pueden ser ustedes las mujeres embarazadas. —John le sonrió antes de salir cabizbajo de la habitación—. Iré a cuidar a los chicos, seguramente Luz vendrá.  

—Inhala, exhala... —El vientre de Rachel se elevaba y bajaba a cada instrucción de mi madre, quien decía las líneas que yo me había aprendido de memoria  y en diferentes ritmos—. Relájate, cielo. Déjalo fluir.  

A pesar de sentirme inútil, comencé a experimentar algo parecido a la tranquilidad cuando vi que ya no mostraba tanto dolor, sino que más bien su expresión se convertía en una máscara de control. Estaba decidida a traer a nuestro bebé al mundo pese a cualquier cosa y la amé mucho más por ello.  

No me sorprendí. Ya estaba acostumbrado a encontrar pequeñas o grandes gemas  para llenar mi cofre, uno que probablemente tendría que suplantar por otro más grande para poder almacenar los tesoros que tan desinteresadamente me ofrecía.   

—¿Te sientes mejor? —Coloqué un vaso con agua bajo sus labios para que bebiera. La doctora había venido a revisarla y a decirnos que aún no estaba lo suficientemente dilatada. Su ropa había sido eliminada, siendo suplantada por una bata verde de lunares, y su cabello amarrado en una alta cola de caballo—. ¿Ah, cariño?  

—Sí —respondió seriamente—. Lamento haberme salido de mis casillas, Natti. Haberte gritado, a John...  

—No te preocupes, ¿sí? —Arrimé la butaca para quedar más cerca de ella al sentarme. Los dedos de su mano, suaves y delicados, se fundieron en los míos cuando les apreté—. Lo único que debe ocupar tu mente en este momento es nuestro bebé y tú. Lo demás no importa.  

—¿Cómo es que puedes ser tan dulce? —Giró su rostro sobre la almohada, luciendo una temblorosa sonrisa—. Soy tan insoportable, tan...  

—Mía, eres tan mía cómo no lo has sido antes. —Delineé el arco de su ceja con uno de mis dedos. Una maldición, la de no poder dejar de tocarla, había caído sobre mí desde que podía hacerlo a mi antojo—. Todo ese dolor que sientes me demuestra lo importante que es para ti nuestra familia, amor. Lo afortunado que soy por tener a una mujer tan valiente cómo tú. ¿Ha sido igual que con Madison?  

—No. —Intentó sentarse, pero se rindió más pronto que tarde—. Georgie es mucho más fuerte. Es más inquieto y más indeciso. Con Madison fue mucho más rápido.  

—Tal vez Lindsey se lo pensó mejor y quiere estar más tiempo dentro de ti. —Cómo si nuestra bebé nos oyera, una mueca se formó en el rostro de Rachel con una nueva contracción.  

Estuvimos inhalando y exhalando hasta las cinco de la mañana, hora en la que Patrick apareció luciendo unas ojeras de escandalo, casualmente junto a Marie y Ryan. Gary y Eduardo habían llegado a eso de las cuatro y con el aparecer del trío, seguidos por Loren y su madre, la habitación parecía más una fiesta que otra cosa.  

Ya los habían mandado a la sala de espera en más de una ocasión y ninguno se había ido. Además, por más dolorida que estuviera, Rachel encontró consuelo en el escandalo que tenían. Por otro lado, cuando John que ya había perdonado a Rachel, abrió una botella de champagne que compró en una gasolinera cercana, los encantos de Loren no fueron suficiente para contener la ira de la enfermera de setenta años que suplantó a la joven muchacha enamoradiza que anteriormente nos  vigilaba.  

Una copa de plástico con el liquido burbujeante era la única evidencia que quedó de la celebración. Entre las sencillas paredes blancas solo quedó Anastasia y mamá, cada una de ellas a cada uno de sus lados.  

No fue hasta las cinco y cincuenta y tras tres alarmas falsas que Patrick nos anunció que el bebé ya estaba saliendo con la cabeza en la posición correcta. Vi cómo le preparaban sin haberle suministrado la epidural, pues mi chica había aguantado toda la dilatación sin ella. Cuando el rubio le indicó por primera vez que pujase, cualquier rastro de desdicha había abandonado a Rachel y realizó la tarea con toda la concentración y entusiasmo del mundo.  

—Vamos... Inhala, exhala... —Le decíamos los tres en un mismo coro—. Inhala, exhala, inhala, exhala, ¡puja!  

Rachel repitió la operación incontables veces, de manera espontanea gracias a la carencia de analgésicos. Me sentía incomodo con el medicucho ahí, viendo sus partes, pero alegre de que la espera y el calvario iba a terminar.  

—¡Ya casi! —nos avisó—. ¡Una vez más, con todas tus fuerzas!  

Rachel entrelazó los dedos de su mano con los míos y me dio un vistazo antes de pujar como le habían ordenado. Dejó caer su cabeza al terminar y cerró los ojos, disfrutando plenamente del llanto de nuestro bebé con una sonrisa pacifica. Las tres enfermeras que nos acompañaban me hicieron señas y caminé con la grabadora hasta el desastre que había tras la manta. No entendí para qué era necesario y temí que algo anduviera mal hasta que me ofrecieron una tijera para cortar el cordón umbilical.  

Le pude ver mientras me señalaban donde cortar y durante el breve instante antes de que levaran. Pequeño, lleno de sangre, de buenos pulmones, molesto. Un niño. Uno grande, de tres kilos y medio, y saludable.  

—Eso es, cariño. —Anastasia besó su frente mientras lloraba con Natalie, era la única de los cuatro que podía superar la emoción y hablar—. ¿Qué ha sido?  

—Un niño. —El mismo Patrick lo dejó en brazos de su madre cuando estuvo limpio y evaluado. Su diminuto cuerpo estaba envuelto en una manta azul de algodón y su cabeza era cubierta por un sombrero blanco—. ¿Cómo se llamará?  

—George —le dije sin poder apartarme de ambos, de ella y de él.  

—Lindo. —Carraspeó—. Iré a tomarme un café con tu hermana, si es que quiere. —Hizo una inclinación y caminó hacía la puerta mientras se quitaba los guantes. Antes de irse nos miró—. Un honor haberte acompañado con él, Rachel. No dudo que pronto vuelvas a pasarte por el consultorio con un nuevo amigo en camino.  

—Yo tampoco —la oí murmurar bajo.  

—¿Quieres más? —Pensaba que no quería, eso era lo que me había dado a entender las pasadas horas.  

—Tal vez —Levantó su precioso rostro y me deslumbró con la mayor mirada de felicidad que alguna vez pude ver—. ¿Por qué no lo cargas un poquito antes de que se lo lleven? Míralo, es tan bonito y mami lo ama tanto. Verdad, ¿cariño? —No me reí del tonito de ballena, pues sería hipócrita de mi parte hacerlo. Yo quería hablarle del mismo modo—. Papi te va a ver, él te ama mucho. Te voy a pasar a él para que lo conozcas. 

George se acurrucó contra Rachel a penas esta terminó de hablar, anticipando su partida. Ni cinco minutos habían pasado y ya no quería despegarse. Lo entendía.  

—Bien... yo... —No quería hacer algo mal y lastimarlo. Madison no era tan frágil la primera vez que le cargué, no estaba relacionado con el asunto de tratar a personas tan pequeñas. A Kevin tampoco lo había tomado tan joven—. Está bien. 

—Con cuidado. —Rachel lo traspasó a mis brazos con suma delicadeza, arreglando su sombrero—. Así... ¿ves? No es tan difícil. 

Me erguí para equilibrarme mejor y por fin pude identificar rasgos míos y de Rachel en él. Por unos cuantos mechones de cabello que le había visto sabía que lo tendría tan oscuro como el de ella. Sus ojos eran otro cuento, eran igual de marrones que los míos. Su nariz tenía la misma forma que la mía, al igual que su boca. Tristemente no pude relacionar más, conservaba el mismo aspecto marciano que tienen todos los bebés, pero era mío. Le amaba, amaba a Rachel por dármelo, amaba Madison por habernos dado la oportunidad y por primera vez en mucho tiempo, me amaba por no haberme dado por vencido.  

George me enseñó sus ojos tras haberlos mantenido ocultos un rato. Giró su cabeza levemente, buscando el cómodo pecho en el que se había acurrucado al principio. Quise decirle que yo también estaba relacionado con su suavidad y comodidad, que entendía sus quejas. Pero no podía hacer más que verle, sentir el calor que emanaba y escuchar los pasos de las enfermeras acercándose para llevárselo lejos de mí.  

¿Quien era Lindsay?  

-------------------------------- 

Hola :D  

No comenzaré la nota con las típicas razones de mi demora. Esta vez será diferente, porque esta escena ha marcado una nueva etapa en la vida de Nathan y Rachel. Así cómo muchos otros momentos, este ha modificado su manera de sentirse con respecto al otro y consigo mismos. Con esto les quiero hacer llegar el mensaje de que las relaciones evolucionan, no se estancan en una sola fase. Siempre buscarán adaptarse y acoplarse al entorno, de sobrevivir. Y durante dicho proceso  empiezan a cambiar los niveles de intensidad, las sensaciones tienden a aumentar su concentración o a disminuir. La incógnita, a mí parecer, siempre estará en la cantidad de resistencia que tengan dichos individuos (existen diversos tipos de amor, pero por ser diferentes no dejan de contar cómo tal) al momento de enfrentarse a las variaciones. No es igual en todos los casos. Algunos declinan, otros se esfuman, uno que otro simplemente no logra adaptarse, puede que alguien prefiera las circunstancias o la etapa anterior y no se acople a la actualidad, o sucede que uno se retrasa y el otro se adelanta. Pero aún con esto existe la posibilidad de que ambos se eleven a la misma velocidad. Aunque no sean los mismos miedos, aunque no sean las mismas inseguridades, aunque los conceptos no sean los mismos, los sentimientos son los mismos y en la pareja está el poder de aliviar, directa o indirectamente, las causas que originan todo aquél exceso de desorden. Así mismo, cuando creemos que se presenta un caso de regresión, puede tratarse de la misma evolución. 

Ahora.... 

Bueno, con respecto a las demoras.... La pura, la verdad verdadera, es que no me ha adaptado a nada de nada y soy un lío andante. Ya me siento más en la onda, pero nada definitivo aún. Cuando creo que ya he agarrado la corriente, viene un pez gigante llamado "deber" y me empuja contra una roca. ¡Ya me parezco a Nemo con su aletita rota! :´( En fin, pero poco a poco.

Les dejo Same Love, la misma que escuché mientras escribía el alumbramiento de Madison. 

PREGUNTAS: 

1-¿Momento favorito? 

2-¿Frase favorita? 

3-¿George? :D 

4-¿De qué se disfrazarán en Halloween, si es que lo harán? Yo no suelo celebrarlo, pero harán una fiestecilla de disfraces y me he animado. Tras haber pensado ser un mimo, un condón y un gato, me he decidido por el típico zombie sensual. 

Ganadora del capítulo: ¡UN APLAUSO PARA ELLA! ¡FIESTA SENSUAL EN SU CASA! *Baile de la lombriz sensual*

Pregunta para el próximo: No habrá, se lo dedicaré a mi amada ISA! :v 

Nota: Pueden, si desean y quieren, contactarme libremente mediante twitter @Oscary_PP, o preguntar en mi ask @OscaryArroyo, o hablarme en el Facebook, por lo general solo contesto comentarios en Wattpad :3 

GRACIAS POR SUS VOTOS Y COMENTARIOS *-*

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