Decisiones y arrepentimientos

By DalhiaOkazaki

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Levi vuelve agotado tras perder a Farlan e Isabel. Intentando comprender cuál debe ser su razón para luchar e... More

Añoranza
Una obsesión con la limpieza
El examen
Antes de partir
Reconocimiento
La nota
Calor humano
Misión suicida
Moblit Berner
Monstruo
Gracias
La habitación de al lado
El escuadrón de Levi
Bienvenido de vuelta, capitán
Muros y piedras
Dos palabras
Después de la caída
Infiltrados
El séptimo
Carnada
Narcolepsia
Enterrada
Palabras ahogadas
Fase 1
Fase 2
Fase 3
Estrategia
Perseguida
Cádaver vacío
Para siempre
Gestación

Capitán Kenny Ackerman

830 96 17
By DalhiaOkazaki


Snk pertenece a Hajime Isayama.

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Suelas desgastadas que se arrastraban a través de pasillos a los que no estaba acostumbrado. Podía oír conversaciones banales entre los soldados que los habitaban. Pese a que ninguno de ellos se encontraba de permiso, podía oler que sus alientos rezumaban a alcohol desde su posición. Nadie se fijaba en él. Tal vez, debido a su estatura, lo obviaban. O tal vez estuviesen poco interesados por el motivo de su visita.

El suelo parecía que se hundía bajo sus pies, poco acostumbrado a aquella moqueta que acumulaba polvo con cada pisada que daba. Prefería la piedra o la madera de los barracones de la legión de reconocimiento antes que aquellas paredes revestidas de papel pintado de la policía militar interior. Terriblemente ostentosas, y que acumulaban humedad en cada pequeño centímetro. Sus ojos pasaron por una pequeña telaraña que había en una de las esquinas, a varios metros por encima de su cabeza.

Aquellos pasillos eran muy ostentosos, posiblemente los más lujosos que cruzaría en su vida. Pero terriblemente sucios. Se acercó hacia la puerta indicada mientras enseñaba el papel que llevaba en el bolsillo de su chaqueta. El soldado pareció extrañado y le dio paso. Mientras bajaba las escaleras la humedad se apoderaba de sus pulmones. Hasta las mazmorras de su cuartel general eran mucho más higiénicas que aquel tugurio.

Cuando llegó hasta el final de ellas, dónde la luz del sol no existía comprendió que había llegado a las celdas de aislamiento de la policía militar. En aquel sitio, tan escondido y vigilado, solamente se encerraba a gente que había cometido grandes errores. Criminales, asesinos, ladrones, chantajistas, timadores o capitanas de escuadrones que en lugar de hacer caso a su maldito comandante decidían hacer lo que les daba la gana.

Cuando cruzó sus ojos con los de ella, pareció sorprendida, como si no se esperase que pudiera tener visita bajo aquellas circunstancias. Miró hacia ambos lados y se acercó a las rejas impaciente. Levi se giró hacia el soldado que descansaba en una silla con su fusil tirado en el suelo a punto de quedarse dormido. Una imagen patética, el soldado que debía vigilarla, estaba roncando.

- Vete – le indicó secamente.

- D-disculpe, pero se me indicó que la prisionera-

- He dicho que te vayas. Sólo está aquí como indicación correctiva – volvió a sacar el papel de su bolsillo y lo estampó contra tu cara – Si tu maldito jefe quiere saber que hago aquí que aprenda a leer: tengo una maldita autorización y no necesito a ningún maldito mocoso babeando aquí dentro.

El joven soldado cayó de su silla asustado mientras intentaba sujetar el papel que era forzado contra su rostro. Dubitó unos instantes y abandonó la estancia mientras olvidaba su fusil aún tirado en el suelo. El pequeño hombre esperó pacientemente hasta oír una distancia lo suficientemente lejana como para acercarse a ella y arrodillarse al lado.

- Levi, ¿qué haces aquí? Los soldados en corrección directiva tienen prohibidas las visitas.

- Me importa una mierda eso. ¿Qué haces tú aquí? Erwin no notificó nada de tu estúpido desacato y tú... ¿tú lo escribes en tu maldito informe?

- .......... - bajó sus ojos algo pensativa – Debía ponerlo. Me equivoqué. Resulté herida. Pude realizar mis investigaciones. Pero no quiero dar ese ejemplo a mis soldados. No puedo pedirles que hagan algo si yo no lo hago, y tal vez algún día sea yo la que tenga que pedirles que se retiren. Si yo no lo hago....

- Eres una idiota.

- ¿Cómo has conseguido una autorización? Dado que quién decidió mi encierro fue el gobierno y no Erwin, Erwin no puede autorizar a que vengas a verme.

- Falsifiqué más de un documento cuando vivía en la ciudad subterránea. Imitar la maldita firma de Zackley no fue difícil.

- No deberías hacer esas cosas. Si se enteran te encerraran también a tí en correción disciplinaria.

- La celda de al lado está vacía –musitó.

Tal vez había sido demasiado osado por su parte. Pero sabía que tenía que desobedecer aquellas órdenes. Apenas habían pasado tres días desde que habían vuelto de la última expedición. Semanas arduas en las que había dedicado todo su ser a investigar aquella criatura extraña. De la que solo habían surgido dudas. Necesitaba tiempo para meditar y proponer nuevos experimentos. Pero también necesitaba cumplir su adecuado castigo. No era la primera vez que era encerrada por haberse dejado llevar por sus impulsos. Pero si la primera vez que sus rejas no estaban alojadas bajo su propio cuartel.

Había visitado anteriormente aquellas mazmorras, sabía que los soldados de alto rango no eran encerrados en el mismo sitio que los reclutas que desobedecían órdenes. Ella ocupaba un puesto importante en el ejército. Era una pieza clave, sabía que en ocasiones, debería retirarse del campo de batalla, sabía que tendría que tomar decisiones que implicasen la muerte de otras personas relacionadas con ella, la sangre de sus compañeros cubriendo su uniforme inmaculado. Lo sabía, por eso había decidido confesar su pequeño acto de desobediencia.

Pero, lo más importante, es que necesitaba encontrar una conexión con aquello que había averiguado a través de su microscopio y su conexión con aquellas jeringüillas que habían encontrado tantos meses atrás. Y la manera más segura de averiguar información era mediante los aburridos y hastiados soldados que debían hacer guardia día tras día. Hasta que uno de ellos olvidase quién era ella y olvidase su protocolo de silencio. Una pequeña conversación en la sala de al lado, un pequeño edicto de órdenes que no ocultaban demasiado bien.

Y sus ojos avizores fijándose en cada uno de ellos. Si había alguna conexión que pudiese corresponder con lo que había estudiado esas dos semanas, le serviría para poder cohesionar su próximo experimento. Fuera cual fuese el secreto de aquellas sustancias encerradas bajo llave, lo descubriría.

Mientras reflexionaba sintió que unos brazos atravesaban aquellos fríos barrotes y la abrazaban contra su pecho. Un tórax sobre el que había descansado demasiadas veces, y que no podría acariciar durante semanas, tal vez meses. Por unos instantes, mientras añoraba el rígido tacto de su cuerpo contra el suyo cuando amanecía en su cama, deseó que aquellos malditos barrotes fueran más estrechos para poder abrazarle con más fuerza.

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- Tengo mejores cosas que hacer Rod – sujetó su botella y comenzó a vaciarla en una vaso cercano – Así que no me interesa.

- Le debes obediencia a mi familia, Kenny.

- No me interesa – repitió mientras pensaba en el parecido que tenían sus ojos a los de los sapos que solía cazar cuando era niño.

- Es una orden, Kenny.

- Tche. - suspiró mientras vaciaba su vaso y le miraba fijamente - ¿Por qué quieres que interrogue a una mujer que han encerrado los tuyos en una estúpida cárcel? Mi equipo no se dedica a eso.

- Tu equipo fue diseñado para proteger a la humanidad de aquellos que se opusieran a las ideas del gobierno.

- Es una maldita mujer que ha desobedecido una estúpida orden, Rod. No tiene nada de interesante. Seguramente le dio un ataque de pánico y no hizo caso de las órdenes. No voy a perder mi tiempo para parlotear con una mujer que no supone ningún interés. Pero puedo cambiar de opinión si puedo quedarme a solas con ella dentro de su celd-

- No es eso lo que te estoy pidiendo, Kenny – volvió a interrumpir – Esa mujer ha entregado un informe a las autoridades en el que refleja que en su última expedición, en la que consta su desacato a las órdenes estuvo investigando a los titanes.

- ¿Y a mí qué?

- No sabemos que ha podido averiguar. Su informe es muy ambiguo. Solamente ha solicitado proseguir sus experimentos.

- No te sigo, Rod. Sé claro.

- Debemos asegurarnos de cuánto se ha acercado a la verdad. La razón de todo. Que exista gente como Frieda, mi padre, Uri – detectó un amago de dolor en este último nombre y decidió utilizar en su contra para actuar – Uri no habría querido que destapasen su verdadero ser. Se mantenía a raya para proteger a la humanidad.

- Ya veo........

Observó de nuevo su botella, completamente vacía. Apenas rallaba el mediodía, pero sabía que no conseguiría otra botella tan fácilmente. Sin embargo, en el cuartel de la policía militar, podría requisar varias a los reclutas que bebían constantemente mientras jugaban al ajedrez. Mejor que aquellas interminables horas subido a los tejados observando a los ladrones robando manzanas en el mercado.

- Si voy a pasar tantas horas visitando a esa mujer, espero que al menos esté buena.

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Había algo en su mirada que le intrigaba. Desde que había entrado en aquella sala ella no se había dignado a mirarle. Acostumbrada a los constantes cambios de guardia. Se dedicaba a leer un libro sin importancia y a escribir en una pequeña libreta subida en su cama. Parecía completamente absorta en su lectura, cómo si todos los que se encontraban a su alrededor careciesen de importancia.

Era extraña, rematadamente extraña. El suelo de su celda estaba lleno de anotaciones sin sentido con secuencias arigméticas que no comprendía. Había intentado leer algún informe sobre ella. Sólo le indicaban que era la cabeza de un grupo dedicado a la investigación. Una científica. Pero vestida con aquel pantalón ajustado y aquella blusa que marcaba ligeramente su busto parecía una de las cientos de mujeres que solía ver por la ciudad.

Y sin embargo, había algo en su mirada, algo que le resultaba familiar. Como si pese a ignorar su presencia estuviese analizándole en silencio. Y eso le molestaba. Solamente era una pequeña hormiga, si él lo pretendiese podría retorcerle el brazo contra sus miles de escritos mientras le obligaba a confesar aquello que supiera. Pero creía en su instinto. Era un Ackerman. Y su instinto le decía que aunque atase y torturase a aquella mujer, no contestaría a ninguna de sus preguntas.

- Capitana Hanji Zoe, ¿cierto? De vez en cuando tendré que ser yo tu vigilante, así que no hagas este trabajo más aburrido de lo que ya es - comentó mientras buscaba una silla en la que ocupar asiento dandole instrucciones a su acompañante de abandonar la sala – Me puedes llamar capitán también. Tenemos un rol bastante parecido en el ejército. Aunque hoy seré yo quién haga las preguntas.

- ......... - levantó su vista hacia él desinteresada para poder volver de nuevo a su lectura– Ya entregué mi informe.

- Nos pareció inconcluso.

- Si me permiten volver a capturar otro titán podrá ser menos inconcluso.

- .......... - dura,demasiado dura, pensó mientras se acomodaba en la silla – Supongo que comprendes el alcance de tu desacato. En unas semanas se dará resolución de tu falta. Una capitana sublevándose en mitad de una misión, estás jodida.

-Conozco las consecuencias de la correción directiva. No es laprimera vez que retienen mi sueldo. - Así funcionaba el gobierno, cualquier tipo de problema se podía solucionar fácilmente con un puñado de billetes.

- Debe ser duro pertenecer a la tropa de exploración – intentó aventurarse mientras barajaba la posibilidad de bajar sus defensas –Arriesgáis vuestra vida, y luego sois recompensados con unas semanas de vacaciones en este tugurio.

- ......- de nuevo esquivó su pregunta mientras se concentraba en su lectura– Ya hablé con tus superiores. Tuve un mal presentimiento. Fue erróneo, eso es todo. Mi comandante ya os dio el informe.

- Tengo curiosidad por saber, ¿qué hacen los suicidas del cuerpo de exploración antes de ser devorados en el campo de batalla? ¿Tenéis algún ritual antes de que os devoren pedazo a pedazo?

-Algunos soldados beben en las tabernas cercanas, otros salen a bailar al pueblo o visitan a sus familias. Otros simplemente tienen sexo –contestó con desinterés, parecía interesado en ella. Y a ese juego podían jugar ambos, hasta que uno bajase la guardia y emitiese información de más - ¿Qué hacen los soldados de la policía militar interior?

-Cualquiera de esas tres cosas. Pero sin necesidad de salir del muro Rose o el muro Sina. Y a cualquier hora del día. Tal vez te has equivocado de destacamento militar.

- No me interesa.

-Dime, Hanji Zoe – su tono de voz se volvió más lúgubre mientras decía su nombre - ¿Cual de las tres cosas haces tú en tu ritual? Una mujer joven como tú...

-Ninguna de ellas. Los altos cargos de la legión solemos pasar la noche de antes revisando la planificación para que nuestros soldados no pierdan su vida inútilmente.

-Ya veo – jodidamente dura, no me extraña que sea capitana – Debe ser aburrido pasar las noches en vela sin poder beber ni una gota de alcohol.

- Los superiores jamás bebemos en misión ni antes de ella.

-.......... - intentó buscar otro tema de conversación, ella estaba demasiado desinteresada y no le guiaba hacia dónde quería, esquivando sus preguntas – Vuestro comandante ha defendido tu encierro aquí y lo ha considerado innecesario.

- Él necesita que continúe mis experimentos y aquí, obviamente voy a perder mucho tiempo.

-¿Vuestro comandante confía tanto en tí? ¿Acaso sirve de algo observar a esos asquerosos monstruos en lugar de aprovechar tu tiempo libre en algo más interesante?

-Dejaré algo claro, capitán, algún día mis experimentos serán los que salven a la humanidad y no las simples carnicerías que lleváis años haciendo.

- Ja,ja, ja – reverberaron sus carcajadas en la sala – Hanji Zoe, es un placer conocerte.

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A lo largo de las siguientes semanas, todo se volvió repetitivo. Recorría aquellas salas hasta llegar hasta la celda más alejada donde reposaba aquella mujer con completo desinterés en sus arriesgadas charlas en las que ninguno de los dos daba más datos de los que el otro daba a conocer. Como un enrevesado juego de mentes en el que ninguno daba su brazo a torcer.

Y comenzaba a ser aburrido hablar de los mismos temas mientras ella no soltaba ni un solo dato acerca de qué había averiguado acerca de sus experimentos. Y cada minuto que pasaba sentado frente a ella era consciente de cuán arriesgado sería colocar el cañón de una recortada en su sién y obligarla a hablar. Era alguien con suficiente presencia en la maldita legión de exploración cómo para ser completamente intocable. Si aparecía con cualquier herida o muerta, cientos de soldados atacarían la central al día siguiente.

Aquella misión debía ser llevada en silencio. Sería mucho más fácil esperar a que abandonasen aquella estúpida ciudad para matar a unos cuantos titanes. Secuestrarla y sonsacarle información. El tiempo que permanecía entre aquellas rejas la protegía. Y ella lo sabía perfectamente. No podía asesinarla públicamente. Pero se aseguraría de que recibiera su merecido en algún momento, cuando menos se lo esperase, él mismo mandaría a sus hombres para dañar a alguno de sus soldados, obligándole a cobrar venganza. Y en ese mismo momento sería él quién hundiría la suela de su zapato en su cara.

No podía dejar de pensar en la cara que pondría cuando disparase a cada uno de los miembros de su escuadrón, demostrándole que no era tan intocable como pensaba y que el cañón de su escopeta tenía más influencia sobre ella de la que creía. Tal vez era más misteriosa de lo que esperaba, pero confiaba en que si continuaba presionandola, tal vez cortando alguno de sus dedos, esos dulces labios comenzarían a moverse para decir algo más que frases esquivas.

Analizó su postura mientras se sentaba en su habitual silla. ¿Cuánto tiempo había pasado? Poco más de un mes. Pero ella mantenía la misma postura relajada e indefensa que cuando llegó por primera vez. Y su instinto no le mentía. Si lanzaba hacia ella el puñal que guardaba en su cadera, lo esquivaría fácilmente.

-¿Cuál será tu pregunta hoy, capitán?- respondió con su habitual desinterés - ¿Algo referido al equipo de maniobras tridimensional que tu equipo ya no sabe manejar desde que les dieron esos pesados rifles o más información acerca de la frecuencia sexual dentro del cuerpo de exploración?

-Tengo más interés por saber porque este último mes has recibido nueve veces la visita de otro soldado de tu equipo sin habérmelo notificado nadie – esbozó seriamente mientras su mirada se dirigía a la puerta de salida. Malditos inútiles, ¿acaso no comprenden que da igual el rango, que siempre deben nofiticarme las visitas, autorizadas o no?

- Mi comandante debe mantenerme informada de los avances en nuestro destacamento aunque no esté presente.

- Mientes bastante mal.

- .......

- ¿Es tu amante?

- No.

- De nuevo, mientes muy mal– insistió – Ningún hombre sin ninguna clase de interés, visitaría a una mujer cada pocos días para verla veinte minutos tras unas rejas.

- Es un buen amigo.

- Pareces tener muy buenos amigos, Zoe. Seguro que en la legión también tenéis pequeños cubículos donde desarrollar vuestra amistad.

- ¿Acaso tú no te has acostado con nadie tras estas paredes? - insinuó mientras se mostraba interesada – Tal vez en la garita de vigilancia o en alguna de las habitaciones superiores. Los soldados que me vigilan suelen dejarme sola durante horas. Pero estas paredes no son lo suficientemente gruesas como para tapar los ruidos que hacen sus braguetas al desabrocharse.

- Ju –fingió reír mientras su cerebro recapacitaba en todas las torturas que podía hacer pasar a sus hombres por abandonar sus puestos por una simple felación – ¿Tal vez quieras visitar alguna de nuestras habitaciones?

- No estoy interesada. En la legión también tenemos camas.

- Los rumores dicen que tus soldados retozan entre el estiércol de los establos.

- Las habitaciones cerradas son un privilegio que no nos podemos permitir.

-Entonces, ¿reconoces que te equivocaste al elegir? Conozco una habitación cerrada. Estrecha, pero nadie entra ahí sin mi autorización. Tal vez tú y tu amigo, que deambula por mis pasillos sin que prácticamente nadie lo vea, podríais utilizar esos veinte minutos para algo más que para leer papeles.

- Ya veo.

- ¿Te acuestas con cada buen amigo que viene a visitar tu habitación a diario? ¿Acaso reclutas a un buen amigo tras perder al último en la siguiente misión? Debe ser duro dormir en una cama dura sin algo de calor a tu lado.

- .........

- Dime, Hanji Zoe –endureció sus palabras - ¿Que se siente al tener desangrado entre tus brazos al último inútil que te la metió?

Antes de darse cuenta, se abalanzó sobre las rejas con una inmensa furia. Sentía ganas de matarlo en sus ojos. Finalmente, tras tanto tiempo perdido, comenzaba a mostrar algo de la sangre que hervía en su interior, capaz de hacer arder toda aquella habitación con el mero parpadeo de sus ojos. Semanas de silencios y frases cortas. Pero había tocado su fibra sensible, y la fiera que escondía en su interior le taladraba con su mirada.

- ¿Qué pasa? ¿Acaso te has enfadado? ¿Tantos amantes has perdido en el estómago de algún titán?

- .......... - gruñó con furia mientras sus manos intentaban desesperadamente derribar aquellas verjas de metal - Dime, capitán– comenzó a decir mientras se serenaba - ¿Qué se siente al serun simple perro encadenado que solo puede salir a mear cuando su amo le deja? Puede que nosotros podamos perder algún miembro, pero mientras estamos allí fuera somos libres de morir como nos de la gana. Tú bebe todo el vino que quieras aquí dentro, pero prefiero morir rompiendo mis cadenas que por una maldita borrachera.

- He leído tu informe. Y aquellos estúpidos informes que te trae tu buen amigo cada día. ¿Qué viste en esas criaturas? Dudo que lo que hayas escrito en esos papeles sea todo lo que tu cerebro sabe.

-Respondo a eso cada día. Todo lo que sé está en ese informe.

-........... - pareció algo pensativo mientras vigilaba a su alrededor y bajaba el volumen de su voz – Sigue investigando, HanjiZoe.

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El cristal de la ventana le devolvía una imagen lastímera de sí mismo. Tal vez estaba envejeciendo más rápido de lo que había sido consciente. Pero aún así no podía dejar de mirar hacia el exterior. Un escueto carruaje se dirigió a la entrada dejando paso a un hombre que había visto demasiadas veces en los putos periódicos. Erwin Smith. El líder de la mujer que acababan de liberar tras dos meses de encierro.

Cada puto día encerrado junto a ella en aquella puta silla para solo recibir desprecio e ingratitud. Quien fuera el loco que se acostabacon ella, sin duda, debía tenerlos bien puestos. Y ser jodidamente astuto. Capaz de esquivar su propia presencia y no encontrárselo jamás por los pasillos. ¿Acaso entraba por el maldito techo en lugar de cruzar la puerta de entrada? Solamente tenía banales informes de sus estúpidos subordinados que le indicaban que un tipo con el pelo oscuro había ido a verla varias veces.

Sentía curiosidad por saber quién era el loco que se acostaba con ella cada noche y luego se arriesgaba para verla en aquella estúpida celda. Sus ojos viraron de nuevo a aquel hombre rubio que hablaba con uno de los superiores con absoluta autoridad mientras sus ojos azules mostraban demasiada determinación. Seguramente, si él hubiera sido el que estuviese estado encerrado en aquella celda, tampoco podría haberle sonsacado nada.

- Kenny, informa – indicó aquella voz excesivamente nasal detrás suya.

- Hola, Rod – escupió sin girarse hacia él – Hoy sueltan a tu querida científica.

- ¿Qué ha averiguado? ¿Acaso sabe lo de Uri? ¿Frieda? ¿Sabe algo de mi hija?

- ........

Se giró bruscamente mientras le agarraba del cuello con una mano y comenzaba a levantarle hasta su posición. Un tipo patético con sangre afortunada, nacido en una cuna que cualquiera envidiaría. Pero igualmente patético. Ni siquiera era capaz de andar dos pasos sin necesidad de que le cogieran de la mano. Si lo deseaba podía partir su cuello con el sólo movimiento de sus dedos.

Pero tenía mayores razones para estar allí, para permanecer bajo aquella fachada de autoridad. Necesitaba saber qué era su clan y porqué su hermana había tenido que huir de él. No eran sólo meros proscritos que huían de su deber como esclavos de la familia real. Había algo más en su código sanguíneo. Aquella fuerza descomunal. Su instinto, sus instrucciones mentales. El ligazón que notaba con Uri. Algo inquebrantable. Y que jamás había emergido con el hombre que se encontraba frente a él.

-.....eme..................nny................ahog..........

-Cállate, maldito viejo ignorante – rió mientras le tiraba al suelo de nuevo – Por un momento me pareció ver una cucaracha y sólo quería protegerte de ella, cómo buen esclavo que soy.

- Cof,cof – tosió mientras intentaba recobrar el aliento – No......vuelvas.............. a hacerlo.

-.......... - su mirada de superioridad se tornó hacia él, no suponía nada para él, pero le interesaba mantenerlo de su lado el tiempo suficiente – Rod, por mucho que torturemos a cualquiera de los miembros de ese asqueroso sitio, ni uno sólo de ellos hablará. Esa mujer sólo esquivaba mis preguntas con sus propias preguntas.

- ¿Y qué sugieres?

- Tengo un par de hombres que puedo asignar para divertirse cuando consigamos contacto con alguien cercano a ellos con información. Sannes haría muy buen trabajo con la cara de esa mujer. Pero esa mujer no es de quién realmente debes preocuparte. Pasó dos semanas abriendo en canal a esas criaturas pero sólo consiguió averiguar lo que ya sabe toda la población. Le llevará demasiado tiempo averiguar algo más. No sin las piezas necesarias.

- ¿Y qué hacemos?

- Tendré que enseñar a mis hombres a eliminar mejor las pistas que dejan. Mientras tanto, paga a alguna prostituta que te entretenga. No es prudente ahora que rebane el cuello a la mitad de los miembros del cuerpo de exploración.

- ¿Acaso hay alguno de esos miembros cuyo cuello no puedes rebanar?

- Rod, no dudaré en rebanar el tuyo propio si no vigilas tus palabras -¿acaso sabe quién es Levi?

- Quiero que uno de tu equipo la vigile siempre que esté dentro de estas murallas.

-Relájate. No es ella quién debe preocuparte – volvió a tumbars esobre el cristal mientras su reflejo le devolvía una sonrisa siniestra.

- ¿Qué insinúas?

-Insinúo que tu preciosa hijita, aún anda vestida de militar en ese maldito entrenamiento. Me he asegurado de seguirle la pista desde que la dejaste escapar hace un año. Cumplió con su cometido y utiliza el nombre que le asignamos.

-Historia no supone ningún problema.

- ¿Qué te hace pensar que ella no dirá todo lo que sabe sobre vosotros? Mi cuchillo aún está afilado, Rod.

- Ella no sabe nada de todo ésto. Frieda se aseguró de ello. A quién tus hombres deben vigilar es al hombre que devoró a Frieda.

- Aún no hemos dado con la pista de ese imbécil. Debe de haberse esfumado de la faz de la tierra. Con suerte, alguien le habrá pegado un tiro.

- Él conocía el poder de Frieda, la atacó por ello. Debe haberlo transmitido antes de morir.

- ¿Me estás pidiendo que olvide a la única que tienes viva que podría recuperar su maldita memoria y vendernos a todos como ganado y me dedique a investigar a cada maldito ciudadanos por si es capaz de convertirse en un maldito titán?

- Eso es.

Conocía esa mirada en sus ojos, la que le había llevado a mentir sobre todo aquello. A salvar la vida de su bastarda frente a la mujer a la que había jurado amor. La única que había entendido el tormento que había supuesto nacer cómo un miembro de la realeza y tener que permanecer oculto toda su vida. Y a la que no había dudado en asesinar para proteger aquel pequeño reducto de información que ni siquiera le habían transferido tras tantos años de sumisión.

La auténtica razón de vivir encerrados bajo aquellas murallas. La razón por la que la raza humana fue reducida a tres pequeñas murallas. Uri podía controlarlos. Frieda podía controlarlos. Aquellos monstruos que taponaban su salida no era una ofensiva real, su instinto se lo decía.

Pero debía preservar su promesa a Uri. La última que pudo hacerle antes de morir. Realizar aquella misión que él no pudo completar en su breve lapso de vida antes de ser devorado por su propia sobrina. Proteger a la mugrienta humanidad. Cumplir su último deseo y evitar que aquellos suicidas que cruzaban constantemente las murallas, se acercasen a la verdad que provocaría la verdadera extinción de la humanidad.

Con este pensamiento en su cabeza agudizó su mirada hasta la mujer a la que había escoltado durante el último período de tiempo. Su comandantele cedía una mano mientras le ayudaba a entrar en el carro. Parecía un tipo sensato y tranquilo. Pero le quedaba claro que bajo aquella máscara de cordialidad se hallaba el hombre que rompería su pacto con su fiel amo, que yacía bajo tierra hacía demasiados años. Y la única manera que tenía de mantenerlo, era colgando de una soga a aquel maldito cabrón.

.

.

.

-Capitán Ackerman, ¿acaso está muerto? - la voz femenina parecía aburrida a su lado.

- No me mates tan pronto, Caven – retiró su sombrero de su rostro y se incorporó entre las tejas de aquel tejado – Hacer guardia es una maldita mierda, sólo estaba durmiendo un rato.

-Mientras usted dormía, nos hemos dirigido a la localización que nos indicó.

- ¿Y cómo sigue nuestra maldita bastarda?

- El instructor encargado ha dado resultados bastante ambiguos. Probablemente se licencie. Pero no cree que consiga estar en el top diez.

- Con suerte no andará más de un paso antes de que la devore alguna bestia o algún ladrón la apuñale en la ciudad.

-¿Por qué es importante esa.........niña, capitán?

- Eso no es de tu incumbencia, Caven. Y ahora vete.

-Volveré dentro de dos horas con el reporte de la zona. Espero que no me lo encuentre con un agujero en el estómago. En esta zona es un flanco fácil, capitán.

- .......

No importaba los años que pasaran, aquella mujer no se doblegaba ante él y su ferocidad se equivalía a la de él. Pero era excesivamente sumisa ante sus órdenes en la batalla. Acostumbrada a obedecer ciegamente a alguien de rango superior. Eso la hacía controlable. Sabía que si era necesario, podría utilizar aquel carácter recio para utilizarla como escudo.

Sus afilados ojos examinaban su rifle con tranquilidad. Tal vez cometiera un gran error. Pero Uri había muerto demasiados años atrás. Más de un año desde que la humanidad se recluyó aún más en su encierro. Subido en aquel tejado, sus pensamientos continuamente le martirizaban. Si Uri no consiguió mantener la auténtica paz allí, lo haría él. Encontaría personalmente a aquel capullo que había robado su poder y se apoderaría de él mientras su suave carnebajaba por su garganta.

Se tumbó contra las frías tejas del tejado y ajustó de nuevo su visor, buscando a la presa que llevaba persiguiendo un largo rato. La imagen volvió a tornarse más nítida mientras le llegaba de nuevo aquello que buscaba. Un pequeño hombre ataviado de paisano que esperaba pacientemente delante de una diminuta tienda. Tal vez había sido casualidad, pero era extraño encontrarlo fuera de su cuartel vagabundeando como un ciudadano cualquiera.

Casi veinte años que no veía su rostro sin ser reflejado en esos banales informes o periódicos. Siempre escondido bajo los muros de aquel edificio de piedra robusta. Pero parecía que había decidido pasear como cualquier otra persona, disfrutando de los escuetos rayos de sol.

Su dedo se posicionó sobre el gatillo, su mira apuntando aún a él. ¿Acaso su entrenamiento no había servido para nada? Ni siquiera parecía percatarse de que podía volarle la cabeza en menos de un minuto. Aún absorto en el contenido del escaparate continuaba ignorando su presencia. Podía disparar su arma y moriría sin saber quién le había disparado.

Patético. Los periódicos le veneraban como el ser más poderoso dentro de aquellas murallas. Y ni siquiera parecía capaz de detectar cuando otra persona le apuntaba en plena ciudad. La puerta de la tienda emitió un ligero quejido y se abrió lentamente destacando una cara conocida. Una risa se dibujó en su rostro mientras volvía a acercar la mirilla hacia sus ojos. Conocía bien a la mujer que se acercaba a su sobrino y que levantaba un libro abierto hacia él.

Sería demasiado fácil. Dos de las amenazas más grandes. Aquellos que impedirían que el deseo de Uri se cumpliese. Dos simples disparos. Recargó su arma sobre su hombro y aguantó la respiración mientras contemplaba la escena. La mujer que había permanecido encerrada meses atrás se inclinaba hacia su sobrino mientras susurraba algo en su oído. Él bajó las manos hasta la cintura mientras ella quedaba fuera de plano y solamente la cabeza de él parecía ser un blanco fácil.

-Maldito cabrón astuto.......... - susurró mientras recogía su rifle y se separaba de la mirilla – Conozco lo que significa una buena retirada.

Mientras guardaba las piezas de su arma bajo su grueso abrigo se volvió hacia la extraña pareja. Durante todos los meses de aislamiento, terriblemente obsesionado por lo que esa mujer hubiera podido averigüar y cuán próxima debía estar su muerte en relación a ello. Había olvidado completamente que su sobrino trabajaba con ella cada noche antes de las misiones como ella misma había descrito.

Y por la protectora manera en que la mantenía cerca de él. Hacían algo más que trabajar esas noches.

-Primero entráis en mi casa y fornicáis en mi cama – recapituló mientras continuaba recogiendo su arma – Asesináis a mis hombres y los incineráis. Dormís en mis celdas y os atrevéis a saltaros mi vigilancia. No recuerdo haberte enseñado eso, Levi.........

El mencionado alzó un brazo hacia la mujer mientras acariciaba los mechones de su pelo y mostraba claramente el arma a través de su chaqueta que apuntaba hacia su dirección. Ella pareció levantar un poco el libro con el que parecía emocionarse, mientras sobresalía un pequeño destello plateado que también apuntaba en su dirección.

- Y además me dejáis claro que ambos me habéis visto – eran conscientes de que eran vigilados, y aún así, no atacaban. Conocía esa táctica. Sería más fácil hacer hablar a alguien si lo llevabas a tu terreno. Pero no sería él quién hablase – Hoy ganas tú, Levi. Puedes pasearte con tu novia tranquilamente – sus ojos se enfocaron en el libro que aún sostenía la mujer, algo relacionado con la ascendencia de la corona, no iban desencaminados –Pero mañana, ganaré yo.

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Esperoque os haya gustado el capítulo. ¡Dejad vuestros comentarios, estoy deseando leerlos! Aviso que durante unas semanas no podré actualizar porque me voy de viaje, pero espero vuestro apoyo en esta obra mientras estoy fuera. ¡Nos leemos!

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