Just Good Friends (Michael Ja...

Av KatGGP

158K 9.4K 5.5K

••Ganadora de los MJ AWARDS en Categoría Romance•• Novela/Fanfic inspirada en Michael Jackson y en la serie d... Mer

Sinopsis
Presagio
1. "Nosotros"
2. "Primer Encuentro"
3. "Interrogatorio"
4. "Confiar en ti"
5. "Problemas"
6. "Sin Retorno"
7. "Perdida"
9. "La Misma Discusión"
10. "Emily" (Parte 1)
11. "Emily" (Parte 2)
12. "Herida"
"..."
13. "Falsas Esperanzas"
14. "Insinuaciones"
15. "Nuestra Historia en Minutos"
16. "Lo Lamento"
17. "Nada más que Amigos"
18. "Neverland"
19. "Mi Abismo"
20. "Rostros que ya conocía"
21. "Confianza"
22. "Con Promesas y Lágrimas"
23. "Londres, 1988"
24. "Seguir Esperándole"
25. (Parte 1) "Nuestra Destrucción"
25. (Parte 2) "Nuestra Destrucción"
26. "Junto a Ella"
27. "Prisas, Pesares"
28. "Susurro Involuntario"
29. "Simple Impotencia"
30. "Su Mundo"
31. "No Sin Ella"
32. "Un Juego"
33. "Hayvenhurst"
34. "Deseo"
35. "Encuentros"
36. "Realidad"
37. "Un Invierno Diferente"
38. "June"
39. "Mentiras"
40. "Colisión"
41. "Maldad"
42. "Ojos Verdes"
43. "Algo Más"
44. "Un Sólo Recuerdo"
45. "Posibilidad"
46. "Dudas y Propuestas"
47. "Incierto"
48. "Sin Voluntad"
49. "Odio"
50. "Esperanza Extinta"
51. "Olvido"
52. "Incompleta"
53. "En un Sueño"
54. "Alma Rota"
55. "Destruida"
56. "Una Salida"
57. "Extrañar"
58. "Por Amor"
59. "Vacío"
60. "Nostalgia"
61. "Sentencia"
62. "Su Luz"
63. "Ella"
64. "Delirio"
65. "Universos Diferentes"
66. "Amigos"
67. "Ángel"
68. "Como Antes"
69. "Cambio de Planes"
70. "Equivocado"
71. "Obsequio Perfecto"
72. "Miedo"
73. "Alma Gemela"
74. "Sin Secretos"
75. "Frágil"
76. "Increíble"
77. "Papá"
78. "Un Destello"
79. "Eterno" (Epílogo)
Agradecimientos
Soundtrack de la Historia
Ediciones
Aún hay más...
¡Ayuda a JGF!

8. "Nada Más"

2.5K 180 145
Av KatGGP

Aquellos diez minutos restantes de la jornada laboral jamás me habían parecido tan odiosamente largos. Ya no veía el momento en el que podría salir de aquí.

—¿Podrías ya parar, Rachel?

Clavé la vista en los ojos de Monica en el momento en el que me llamó. Me detuve de golpe y su expresión de burla casi me hace embestir a un cliente que circulaba por la cafetería.

—No, Monica, ¡No!—repliqué con voz alta, incluso más desesperada porque estaba batallando para acomodar mi delantal—. ¡No puedo hacerlo!

—Verás a Michael Jackson... en una cita... Sabiendo que lo amo, y que tu novio es mi hermano—me miró en una expresión de burla, dándole un pequeño sorbo a su taza de té—. No veo presión alguna para que te sientas así.

No pude evitar sentir odio hacia ella por una décima de segundo.

—Gracias—fingí una sonrisa, y me giré para tomar asiento en el descansabrazo del sofá habitual, y así observarle mejor—. Definitivamente eso me ha levantado el ánimo. Qué bueno que eres mi mejor amiga, ¿No?

—De acuerdo, perdona... Es sólo que estoy un poco... celosa.

—¿Celosa?

Oh, no.

—Sí...—suspiró.

—¿Celosa de qué?

—¿De qué?—rió de forma exasperada—. ¿Te das cuenta de la magnitud de todo esto, Rachel?

—Am... no—dije, indiferente. ¿De qué estaba hablando?

—¿¡No!?

—No, Monica...

—¿Por qué no? ¡No saldrás con cualquier persona! ¡Es... Michael Jackson!

—¿Y?

Me sentí incómoda con la dirección que de pronto estaba tomando nuestra pequeña plática, y con el cómo mi respuesta le había dibujado un aterrador rostro de sorpresa. ¿Me había perdido de algo?

—¿Deja de ser una persona normal?—repuse, frunciendo el ceño.

—Pues, claro porque...—miró para todos lados, como si estuviese aguardando a que las palabras correctas llegaran a aparecer. Dio un suspiro, bajó la mirada y anudó sus dedos sobre su regazo. Se había rendido—. No, no cambia nada.

—Me alegra que lo entiendas—sonreí. No tenía que añadir nada más—. Además... quiero que quede claro que sí... Lo admiro y mucho, pero no creo que le agrade o que sea cómodo para él no ser capaz de dejar ese 'pequeño' tema de lado. ¿No crees?

—Tienes razón...—asintió conmigo—. Pero, ¿Sabes algo?

—¿Qué cosa?

—A veces, recuerdo a esa chica; Tatiana—sus ojos temblaron ante los míos cuando pronunció el nombre de la chica, como buscando una reacción de mi parte. Traté de controlarme, en todo caso—. Cuando ella le besó la odié profundamente... Y sólo por haber hecho eso... Pero, lo curioso es que, si tú llegaras besar a Michael... no te odiaría.

Me estremecí. De nuevo, me tomó con la guardia baja. Maldición, ¿Desde cuándo me resultaba así de difícil tener una conversación sencilla con ella?

—Digo, claro que te odiaría—continuó—. ¡Porque Ross es mi hermano! Pero bueno, sólo quiero decir que sería genial y súper emocionante que...

—Monica, escucha—le tuve que cortar—. Tan sólo quiero agradarle... no pienso besarlo.

Un estremecimiento de pánico me inundó el estómago, sorprendiéndome por la facilidad con la que aclaré las cosas.

—No en la primera cita—me dio una mirada llena de picardía.

—A veces... te desconozco—sentencié.

Lo mejor de todo es que captó la amenaza y no le quedó de otra que sólo responderme con una mirada glacial que no duró por mucho. No me importó si era en serio y me reí frente a ella, intentando por lo bajo lucir desahogada y tranquila. Mi compañero de horario entonces se detuvo a un lado de nosotras y me miró con unos ojos llenos de esperanza.

Le contemplé aguardando a que hablara.

—¿Has visto qué hora es?—susurró, conteniendo emoción.

Instintivamente miré el reloj, con el corazón martillándome por dentro. Oh, por Dios.

—¿¡Siete y treinta!?—bramé, intentando ya lanzarme contra el mostrador para dejar mi delantal y mi jarra cafetera en su sitio. Dejé mi bandeja en la estación y a trancos inmensamente grandes anduve hacia el pequeño perchero de empleados para tomar mi chaqueta y mi bolso al mismo tiempo—. Demonios, Monica, tengo que irme... N-ni siquiera me he arreglado y él pronto llegará y...—no me ocupé de esperar por una reacción, no la miré, no le sonreí o me disculpé. Nada, salvo tomar el picaporte entre mis manos con ansias, sintiendo un atisbo de desesperación propagándose por mi pecho—. ¡Me largo de aquí!

Jamás me había alegrado tanto de dejar Central Perk. Así, me dirigí a mi departamento a tomar una ducha diligente, cubrir mi cabello empapado con una toalla y entonces comenzar la letanía, y rogar por perder el menor tiempo posible en escoger el atuendo correcto para esta noche. Mirar mi closet de pronto me pareció inútil.

¿Rojo? ¡No! Demasiado fuerte.

¿Azul?: No. Demasiado... azul.

¿Verde?... ¿Era en serio? ¡¿Verde?! Definitivamente, no.

Entonces, tenía mil y un vestidos, conjuntos, zapatos y accesorios repartidos por toda la cama —o toda la habitación, para ser justa—... y aún no tenía ni la más mínima idea de lo que iba a ponerme.

Desastre total.

Ocasionalmente, miraba el reloj, haciendo mi mejor imitación de una total demente —sin quererlo, en realidad—, y comprendía que aquel era un grave error. Inmediatamente después, corría de nuevo al armario, y, tras comprobar que estaba totalmente vacío, lanzaba un resoplido y me dedicaba a dar vueltas por el departamento.

¡Negro! Quizá negro fuese lo mejor...

Aquel armario cada vez me parecía más pequeño, y aquel reloj parecía correr más rápido. Sin duda, el mundo estaba en mi contra.

—¿Rach...?

Era Ross, entrando al departamento. Y el maldito respingo que me llevé y que ocasionó que mi párpado se manchara un poco de máscara de pestañas.

Pero al menos, ya había terminado.

—¿Ross?—inquirí, saliendo de mi habitación inmediatamente—. ¿Qué... qué haces aquí?

Miré mi reloj, hecha un lío. Con la única sensación de que mi tiempo se estaba agotando.

—Bueno, he quedado con Chandler sólo para pasar el rato y dije... ¿Por qué no visitar a mi novia?

—Oh, bueno, que lindo eres...—asentí, con los nervios a flor de piel.

—Y... ¿Rachel?

—¿Sí?—lo miré.

—Te ves... hermosa.

—Oh... G-gracias...

Retorcí mis dedos, por la repentina timidez.

—Aunque...—balbuceó—. ¿No crees que es demasiado?

—La verdad... No—contesté, mirando mi propio atuendo.

—...Muy bien.

Mantuvo los ojos fijos en los míos, y fracasé miserablemente en mi intento de parecer indiferente a su pasada por el departamento.

—Ross, lo siento en verdad...—traté de explicar—. Sé que hoy planearíamos lo que íbamos a hacer en nuestro aniversario pero... las cosas se complicaron un poco. Salí algo tarde de Central Perk y creo que no...

—...Bien—espetó, luciendo agotado—, no te detengo para que hagas lo que en verdad quieres hacer entonces... Al parecer soy invisible.

Pero, ¿Qué...?

—¿De qué demonios estás...?

Intenté seguirle, pero la bocina del teléfono se propagó en un segundo haciéndome detener. Contemplé el aparato, miré la hora de nuevo y antes de lanzarme en dirección a atender la llamada lo comprobé; ya era la hora.

Tragué saliva antes de siquiera contestar.

—Sí, bien—Ross formuló a mis espaldas—, contesta.

—¿Sí...?—murmuré distraída contra el auricular.

Hola, Rach. Quería decirte que ya estoy a unos minutos del edificio... Dentro de muy poco estaré por ahí.

Me pareció que una eternidad se atravesaba al mismo tiempo que traté de asimilarlo.

Su voz me pareció incluso más dulce de lo que antes había alcanzado a percibir. Sonando relajado, e incluso contento. Y, de nuevo, el sonido que causaba el sobrenombre "Rach" me volvió a saber celestial.

Michael...

—Oh, ¡Genial, Michael!—por suerte, mis pensamientos no se entrometieron en la naturalidad de mi voz. Aunque estuviera prácticamente muriendo por dentro.

Ross refunfuñó, alejándose de mí de nuevo.

—Sí, claro...—resopló—. Genial.

—¿Qué?—le miré con rabia, obstruyendo el micrófono del teléfono con la palma de mi mano—. Espera... ¿Qué sucede contigo?

¿Perdón...?—la voz de Michael resonó fuerte.

Maldición, me había escuchado.

—Oh, no, no, Michael...—traté de reponer volviendo a tomar el teléfono, pero jamás me detuve de mirar a Ross con desprecio. Aún no había terminado con él—. No te estaba diciendo a ti. Lo lamento, es sólo que... al parecer tengo... un intruso aquí en el departamento.

Oh...—Michael suspiró—. ¿Está todo bien?

—Todo está perfecto—contesté con franqueza—, no te preocupes, nos vemos en unos minutos entonces. ¿Bien?

Perfecto.

—Genial... Adiós, Michael.

...Adiós... Rach.

Terminé la llamada con la sensación de que estaba a nada de colapsar. Estudiando a Ross, su rostro despectivo y cada odioso resoplido que me soltó de frente.

—Genial—me dice, arqueando una ceja—, ahora que nadie está hablando por teléfono para interrumpir... ¿Qué tal si ahora sí hablamos de...?

—Ross... ya te he dicho que no tengo tiempo—contesté seria, observando sus ojos uno a la vez. Estaba enfadada, y el nudo en mi garganta pareció agrandarse a cada segundo.

—Oh, vamos Rachel, debes tener por lo menos diez minutos.

—No, Ross. No tengo diez minutos.

Crucé el departamento para tomar mi abrigo y mi bolso, ocupándome de que no me faltaría nada para salir. Me aseguré de que tendría mi juego de llaves, dinero, una goma para anudar mi cabello para después y un poco de loción refrescante para mi cuerpo.

—¿De verdad?—Ross giró a cada dirección a la que yo me dirigía—. ¿Ni para mí?

—¡Ross, ya te dije que no!

—No me grites, Rachel—su voz ronca estalló detrás de mí—. Esto es lo máximo que te he visto estos últimos días.

Me detuve sin más, bastante cerca del umbral de la puerta, e intenté tragar saliva para asegurarme de que cada palabra que estaba a punto de decir sonara fuerte y clara.

—Escucha, no puedo seguir con esto ahora. Voy contrarreloj. Michael llegará por mí en cualquier momento... ¿Quieres irte ya con Chandler? Ya hablaremos luego de esto.

—S-sí—siseó—, claro, pero...

—Sí, Ross...—lo acallé deteniendo la puerta abierta detrás de mí lo suficiente para facilitar su salida, ofuscada y más contenida que nunca—. ¡Adiós!

—...Bien.

No me fijé en el rostro que puso cuando salió, pero por la forma en que lo miré cruzar el pasillo y azotar la puerta del departamento de Chandler, comprobé que, al igual que yo, se había marchado enfadado. Inmensamente enojado.

El teléfono sonó de nuevo, y tuve que aguardar no menos de diez segundos para tratar de que mi voz se hubiese tranquilizado.

—¿Sí...?—musité.

Oh, hola de nuevo. Sólo quería decirte que ya estoy afuera del edificio.

—¡Oh! ¡Genial! Ahora bajo, Michael.

Una pequeña risita de timidez se escuchó apenas. ¿He sonado muy ansiosa?

Bien, estaré esperándote justo en la entrada.

—Perfecto—traté de reponerme—, ahora te veo.

Me pareció sorprendente cómo de repente todo rastro de enfado desapareció al instante. Como si el sólo hecho de haber escuchado su voz una última vez me hubiera parecido suficiente para sentirme completamente relajada de nuevo. Salí, y cerré la puerta detrás de mí sin importarme nada más. Tratando de olvidar que Ross se encontraba a sólo unos metros más allá de la otra puerta, enfadado y quizá hablando pestes de Michael y yo a Chandler. Que poco me faltó para estar segura de ello, pues al tiempo en que pasé por el lugar, escuché súbitamente su voz lanzando quejidos por todo el lugar.

Me precipité al exterior, buscando olvidarlo todo. Y por un instante lo hice, cuando lo encontré al pie del pórtico de mi edificio, completamente desentendido y clavando sus inmensas lagunas marrones sobre mí, estudiándome, agrandando su sonrisa y multiplicando el tamaño de mi corazón.

Miré frenética a nuestro alrededor, asegurándome de que nadie más se encontrara cerca. No podía ser simplemente que estuviera varado frente a mí, en la acera y sin importarle que tan pronto como una persona reconociera sus facciones perfectas a pesar de la oscuridad que soltó la noche, pareciera no importarle un demonio.

—Rachel... Hola.

Me quedé en silencio, sin dejar de observarle. Pareciéndome necesario perderme en el aroma que percibí conforme me fui acercando. Decir que lucía perfecto era sencillamente denigrante. Que sus rizos húmedos no caían sobre sus hombros de la forma más correcta que lo podían hacer, que su atuendo no le sentaba a la maravilla, o que el brillo que me dieron sus ojos no fue el necesario para hacerme respirar. No.

—H-hola... Michael—mi voz apareció ronca. Intenté aclarar mi garganta en silencio.

Sentí su mirada recorriéndome de pies a cabeza, y a mis mejillas ardiendo por dentro.

—Estás... te ves... digo, me refiero a...

—¿Michael...?

—S-sí...—pestañeó luego de haber reaccionado.

—...Me alegro mucho de verte de nuevo.

Suspiró, agrandando su hermosa sonrisa.

—Gracias. Yo también me alegro... muchísimo.

—Oh, Michael, de verdad creo que no tienes idea de lo que estás diciendo.

—¡No! De verdad pienso que...

La puerta de copiloto del vehículo aparcado detrás de nosotros se abrió, y Frank, después de saludarme con no más que una sonrisa, se encontró con nosotros sin dejar de analizar la extensión de la acera.

—No es por nada en especial, y lo digo de verdad—susurró cautivo, aproximándose a nosotros—. Pero, no creo que sea buena idea que estemos mucho tiempo aquí. Michael, alguna persona podría...

—Claro, entiendo—Michael asintió tranquilo, y volvió a mirarme—. ¿Recuerdas a Frank, Rachel?

—Por supuesto que sí—admití, mostrando una sonrisa hacia ambos—. Hola, Frank.

—Rachel—Frank añadió igual, tendiendo una mano en dirección al vehículo y en el mismo instante volvió a ingresar a su lugar.

—Hagámosle un favor y subamos de una vez al auto—Michael susurró, guiñándome un ojo.

El piso tembló bajo mis pies.

—D-de acuerdo...

Me acerqué aún sopesando el gesto que me había obsequiado, reproduciéndolo una y otra vez en mi mente hasta haber ingresado también, deslizarme y sentir su cuerpo a un costado del mío luego de unos segundos.

—Estamos listos, Frank.

Después de aquel pequeño intercambio de frases, noté que me sentía extrañamente nerviosa. Aquel rubor en mis mejillas se negaba a borrarse, y aquel inusual temblor en mis manos se negaba a detenerse.

Estaba perdida.


Cuando el auto se puso en marcha, Michael se dio a la tarea de disminuir mi nerviosismo a base de entablar una amena conversación conmigo. Después de unas cuantas risas, estuve a punto de olvidar cuán nerviosa estaba... Hasta que el auto se detuvo.


Puse un pie en la fría acera e inmediatamente me arrepentí de hacerlo. Michael, caballerosamente, abrió una puerta de cristal y me dio paso al interior de aquel lugar que parecía sacado de mis más profundos sueños.


El hecho de que aquel enorme salón estuviera lleno de mesas vacías sólo ayudaba al hecho de volverlo más mágico. Unas cuantas velas adornaban cada mesa, y un candelabro enorme colgaba del techo. Era simplemente hermoso. Quedé sin habla al instante.


Michael parecía dispuesto a saberlo todo de mí, y aunque yo no me sentía totalmente cómoda con ello, la tierna mirada en sus ojos no me dejaba escapatoria. Le conté todo. Y todo era perfecto.


En realidad, me atrevería a decir que era más que perfecto, pues Michael estaba ahí. Pero aquel chico de hipnotizantes ojos marrón sabía exactamente cómo convertir el Cielo en el mismo Infierno... con una sola pregunta.

—Y dime, Rach...—Michael ladeó la cabeza con sus ojos brillantes pero llenos de curiosidad—. ¿Cómo va tu relación con Ross?

Tuve que pensar bien en mi respuesta.

—...Ah...—mascullé mientras tomaba otro sorbo de mi copa de vino—. Mi relación con Ross va... bien. Digo, hemos tenido nuestras discusiones pero, supongo que... vamos bien.

—Eso... me alegra mucho, Rach.

—...Gracias.

Pero claro. Por supuesto que tenía que alegrarle. Y a mí también.

—Michael, hemos estado hablando de mí la noche entera, creo que es hora de hablar de ti ¿No? Veamos... ¿En qué has estado trabajando últimamente?

Su rostro se contrajo al esbozar una pequeña sonrisa cargada de timidez.

—Últimamente he estado trabajando en el último sencillo de mi álbum, Bad.

—¿En serio? ¡Genial! Debe ser muy complejo para que sea al último.

—Exacto—asintió, y sus ojos brillaron—, de hecho, no lo haré sólo... Stevie Wonder grabará la canción conmigo.

—¿De verdad? ¡Me encanta Stevie! Apuesto que será genial ese último sencillo.

—Gracias. Si trabajo diario en él... saldría dentro de dos semanas aproximadamente.

—¿Y de qué hablará?—inquirí, alzando repetitivamente mis cejas—. ¿De amor? ¿Para alguna enamorada?

La oscuridad que tomó su mirada me desconcertó, obligándome a arrepentirme de haber preguntado aquello. ¿Pero qué diablos había ocurrido conmigo?

—La verdad...—comió el último bocado de su plato, y lo pasó con un trago de vino—. Aún no lo sé. Aún faltan arreglar algunas estrofas y versos pero... Si te refieres a eso... Sí. Sí que pienso en alguien cuando trato de escribirla.

Sus voz... la forma en la que me miró... No me dejó apartar mi mirada de sus ojos atolondrados. Simplemente.

—Ah...—traté de aclarar mi garganta mientras aún continuaba comiéndomelo con los ojos—. Cómo vuela el tiempo ¿No crees? —reaccioné, y dolorosamente me limité a mirar el reloj—. ¿Doce y veinte?

¡Doce y veinte! ¡Monica me mataría si no regreso ahora!

—Creo que será mejor que regresemos—en su rostro apareció el indicio de una sonrisa afectada. Estaba segura de que en el mío también. Aún no quería irme.

—Claro, Michael.

El recorrido de vuelta a casa no fue igual que el de ida al restaurante.

Nos noté a ambos más nerviosos incluso que antes, más cohibidos, y la pesadez de recordar la última vez que Michael había posado sus ojos vívidos sobre los míos me consumía a cada instante más.

Me pregunté si todo estaría bien, o si abría dicho algo desagradable sin haberme dado cuenta de ello. Fuese como fuese, agradecí en mi interior que, esta vez, Frank le hubiese permitido entrar hasta la mera puerta de mi departamento.

—Debo decirte que me divertí mucho esta noche—Michael enfundó cada mano en sus bolsillos laterales.

—Lo sé... yo también, Michael—apenas y pude replicar. ¿Es que nunca me iba a acostumbrar a un ser tan perfecto?

—Oh, y lamento tener que subir hasta acá. No tenía idea de que esos reporteros estarían esperando en la entrada del edificio.

—Olvídalo...—le tranquilicé. En realidad el honor de tenerle hasta acá habría sido todo mío, aunque de pronto me sintiera amenazada por una serie de quejidos procedentes de la puerta de Chandler detrás de mí. Tenía que sacar a Michael de aquí. Alejarlo—. No es gran cosa. Gracias a ti por acompañarme hasta acá arriba. Escucha, am, ¿Quieres pasar por un café o algo?

Dios, ¿De verdad pregunté eso?

—¿Estás segura?—pareció confundido—. ¿No causo ningún problema?

—¿Estás bromeando, Jackson? Esta es la casa de Monica, le fascinará saber que estuviste aquí... Anda, vamos.

—...Bien, Rach.

*****

No me importó lastimar mi ojo al observar a través de la mirilla de la puerta. Lo necesitaba, precisaba de la seguridad de que ver a Michael ahí, a menos de un metro de ella, no sería capaz de intentar nada más. Nada que yo no pudiera soportar.

Volví a mirar con precisión, y un peso inmenso desapareció de encima cuando la miré a ella abrir la puerta, y comenzando a entrar.

Todo perfecto.

—Bien—susurré, aún apoyado contra la puerta—. Ella está entrando. ¡Espera! ¡Él está entrando también! ¡Él – él está entrando! ¡¡Cerraron la puerta!! ¡No, no! ¡Ahora no puedo ver nada con la puerta cerrada!

Escuché las impecables carcajadas de Chandler detrás de mí.

—Y el inventor de las puertas descansa en paz en su tumba—bromeó.

—T-tengo que hacer algo—bramé, mirando por el departamento entero, buscando, así no estuviera seguro de qué. ¡Con un demonio! ¡Michael entró al departamento! ¡Entró y está a solas con mi novia!—, ¡Tengo que parar esto!

—¿¡Parar qué!?—Chandler se acercó a mí—. ¡No están haciendo nada, Ross!

—No lo sé, no lo sé, pero tengo que entrar, ¡Tengo que hacerlo!

Tomé la perilla entre mis manos y me digné en girarla. La mano de Chandler atrapó la mía y me impidió continuar.

—¡No, Ross! ¡Lo único que harás será arruinar tu relación con Rachel!

—No me importa, ¡Tengo que ver qué demonios están haciendo!

—¡No te voy a dejar salir de aquí para que estropees todo! ¡Así que olvídalo ya!

Chandler rodeó mi cuello con sus brazos y comenzó a forzarme hacia él con fuerza. Pero había llegado al maldito límite, a uno que ni yo mismo podía detenerme. Ni él, ni mucho menos Rachel.

—¡Olvídalo ya, Ross!

—¡No, Chandler, no!—grité, y la maldita perilla aún no cedía.

—¡Escucha! ¡Que Rachel se sienta atraída por Michael no significa que vaya a intentar...!

—¡¿Qué!?

Me dejó ir, abrumado. Y traté de repetir infinitas veces en mi cabeza lo que justo terminó de decir.

No podía ser cierto. No.

—N-nada—se estremeció.

—¿¡Qué acabas de decir!?

—No dije nada.

—Muy bien—sentencié, tomando de una vez y por todas la puerta—. Ya fue suficiente.

*****

—¿Rachel?

Se detuvo a mitad de mi departamento luego de haber estudiado cada rincón con su mirada. Más que contestarle, me apeteció reír. Tenerle ahí, varado en mi hogar, con un aspecto serio y calmado y con sus brazos cruzados y ojos dubitativos me parecía de lo más surreal. Como si la simple idea no fuera otra cosa que la ridiculez más grande que había presenciado antes. Sencillamente no podía ser verdad que Michael estuviera en mi departamento.

Me llamó, pero sus ojos no encontraron los míos.

—¿Sí?—pregunté.

—¿Qué son todas estas solicitudes de empleo?—inquirió, acercándose a nuestra mesa del comedor y meciendo el tomo de papeles que tendían sobre ella—. ¿Estás buscando uno?

Caminé hacia él para saber de qué estaba hablando.

—¿Solicitudes?—sólo tomó el haber leído las referencias y trabajos anteriores para asegurarme de quién era el dueño de esos documentos—. ¡Oh! No, no, esas son de Joey. Estaba trabajando en una buena obra de teatro pero... Creo que no ha conseguido el papel después de todo. Ha estado algo deprimido.

—Oh, ya veo...—asintió, pensativo—. ¿Sabes? Creo que yo podría conseguir algún trabajo para él. No lo sé, para un comercial, o pequeñas apariciones...

Tuve que pestañear varias veces para comprobar que había escuchado bien.

—¿¡En serio!?—llevé una mano a mis labios.

—¡Claro!—le causó gracia mi asombro—. ¿Por qué no?

Me distraje entonces mientras me ocupé de acercarme incluso más a él. Me topé con su rostro fino y perfilado. Súbitamente perfecto. Y sólo en ese instante, sentí toda esa ansiedad comenzando a desvanecerse de nuevo.

Pareció entender el motivo de mi reacción, y aguardó en silencio, mirándome.

—¿Sabes lo genial que eso sería?—balbuceé, tratando de explicar con gestos y moviendo mis brazos la seguridad de mis palabras, sin darme cuenta de que continué acercándome más y más—. ¡Joey estará muy feliz! ¡Gracias!

—P-por nada... Rachel.

Sus ojos comenzaron a centellar, mientras cada palabra hacía labor de invitarme a aproximarme. Porque simplemente no podía resistirme a esa mirada de ojos oscuros y profundos, que me hacían desquiciarme y perder la razón, entregándome sin recato ni reserva.

Evité aventurarme a descender mi vista hacia sus benditos labios, pues sabía que unas malditas ganas de querer besarlo me apresarían de sólo comprender que estábamos desquiciadamente cerca.

Por lo demás, y siempre, sus ojos jamás dejaron de ser lo mejor.

—D-debo decir que... tienes unos ojos increíbles, Michael.

Tragó saliva, y por un instante quise detenerme a pensar el cómo había tenido el valor de habérselo dicho sólo así. Pero de cualquier forma, no me arrepentía de aclarárselo.

Y así, teniéndole tan cerca, pude haberle dicho muchísimo más.

Que comencé a sentir algo por él, sin querer o poder evitarlo. Que no había falta que no dijera nada a cambio, pues mi único deseo sería que supiera lo que sentí en él. Que me resultó de pronto imposible pensar que tengo sus labios a menos de dos metros y no estoy yendo a besarlos. Que no quiero pensar que veo su cara y no está entre mis manos. Que no concibo que sea de esas personas que vienen y van. Que le necesito, y que él tenía que permanecer. Que este momento, este mismo, sería eterno.

Pero Ross entró. Agitado, bramando y con unos ojos que aseguraban que se encontraba materializando el peor de sus miedos. Y lo único que supe desde entonces fue que Michael se había alejado inmensamente de mí.

—¿¡Así que es cierto!? ¿Sientes algo por Michael?

Me martilleó el corazón.

—N-no... yo...

No podía creer lo que acababa de pasar en ese momento. No podía creer que una frase destrozaría el perfecto momento que estaba viviendo.

Simplemente no. No pude soportarlo más. Mi vista comenzó a nublarse y no supe nada más de lo que pasó a continuación. Sólo sentí unos brazos sosteniéndome... y nada más.

Fortsätt läs

Du kommer också att gilla

422K 27.6K 53
Aileen Hayes es una joven nacida en Nueva York pero criada toda su vida en Londres por sus abuelos ya que cuando ella nació, sus padres no tenían el...
166K 19.9K 51
Elladora Black es la hija menor de Orion y Walburga criada para ser una sangre pura perfecta, sin embargo no es lo que planearon. Narcisista, egoíst...
74.6K 3.4K 58
Compas~ •me enamoré de ti~ -Te amo~ ∆n-no estoy seguro ¶avisame cuando estés listo~ ×Enserio? P-porq yo? *Tu eres mi razón de vivir~ #Quiero estar...
36.4K 2.1K 18
esta seria la historia donde una duckling habla con el gran robert. Nadie sabe lo que pueda pasar 7u7r :v