Annie y la Orden del Fénix

Από -luxtomlinson

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Con el inminente regreso de Voldemort, Annie intenta tomar un mejor papel y prepararse todo lo posible para a... Περισσότερα

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Fifty One
ESPECIAL: 1 año de Annie

Fourty three

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Από -luxtomlinson

PATRONUS

-¿Aún lo harás? -preguntó Annie mientras observaba el pasillo a lo largo.

Harry asintió.

-De acuerdo, si alguien se acerca, te mandaré un patronus. -Annie lo besó y sacó su varita colocándose en posición para vigilar.

Harry se puso la capa invisible. Annie solo vio como la puerta abría y se cerraba.

A lo lejos se escuchaban los gritos y pirotecnia que los gemelos habían lanzado para crear la distracción. Annie se puso a pensar en lo que McGonagall le había dicho acerca de aquel trabajo en gringotts.

Una cosa que Annie tenía en claro, era que quería viajar por todo el mundo, y Gringotts se lo ofrecía, por lo que era un punto a favor.

A lo lejos se escuchaban pisadas acercándose rápidamente. Annie conjuró un Patronus rápidamente antes de que la persona doblara por el pasillo y lo viera. Abrió la boca al darse cuenta que su patronus había cambiado, sorprendiéndola.

Escuchó las pisadas más cerca por lo que se ocultó tras una armadura y observó. Era Filch.

Entró en el despacho, mientras murmuraba algo que Annie no llegaba a comprender.

Salió unos dos minutos después con un papel en la mano, haciendo a Annie suspirar del alivio.

Se recostó contra la pared abrumada por lo que recién había pasado. ¿Acaso era posible cambiar la forma de un patronus?

Escuchó la puerta del despacho cerrarse y Harry se quitó la capa invisible.

-Gracias por avisarme. Aunque, ¿fue tu patronus? ¿No es una lechuza?

-Expecto patronum.

Una linda cierva salió de la punta de su varita, galopando alrededor de ellos. Harry abrió la boca, sorprendido. Sacó su varita e hizo el mismo encantamiento.

El ciervo de Harry se acercó al patronus de Annie, y lamió su mejilla.

-Uh.. -dijo Annie sin saber qué decir.

-Tal vez tengamos que preguntarle a Hermione -musitó Harry. Annie asintió de acuerdo.

-¿Porqué no vamos a ver qué hicieron los gemelos? -sugirió Annie. Harry asintió y guardó la capa en su mochila, tomó la mano de Annie y se acercaron a donde estaba el enorme barullo.

La situación era muy parecida a la del día que despidieron a la profesora Trelawney. Los estudiantes estaban de pie formando un gran corro a lo largo de las paredes (Annie se fijó en que algunos estaban cubiertos de una sustancia que parecía jugo fétido); además de alumnos, también había profesores y fantasmas. Entre los curiosos destacaban los miembros de la Brigada Inquisitorial, que parecían muy satisfechos de sí mismos, y Peeves, que cabeceaba suspendido en el aire, desde donde contemplaba a Fred y George, que estaban sentados en el suelo en medio del vestíbulo. Era evidente que acababan de atraparlos.

-¡Muy bien! -gritó triunfante la profesora Umbridge, que sólo estaba unos cuantos escalones más abajo que Annie y contemplaba a sus presas desde
arriba-. ¿Les parece muy gracioso convertir un pasillo del colegio en un pantano?

-Pues sí, la verdad -contestó Fred, que miraba a la profesora sin dar
señal alguna de temor. Filch, que casi lloraba de felicidad, se abrió paso a empujones hasta la profesora Umbridge.

-Ya tengo el permiso, señora -anunció con voz ronca mientras agitaba el trozo de pergamino que Harry le había visto sacar de la mesa de la profesora Umbridge-. Tengo el permiso y tengo las fustas preparadas. Déjeme hacerlo ahora, por favor...

-Muy bien, Argus -repuso ella-. Ustedes dos -prosiguió sin dejar de mirar a los gemelos- van a saber lo que les pasa a los alborotadores en mi colegio.

-¿Sabe qué le digo? -replicó Fred-. Me parece que no. -Miró a su
hermano y añadió-: Creo que ya somos mayorcitos para estar internos en un colegio, George.

-Sí, yo también tengo esa impresión -coincidió George con desparpajo.

-Ya va siendo hora de que pongamos a prueba nuestro talento en el mundo real, ¿no? -le preguntó Fred.

-Desde luego -contestó George.
Y antes de que la profesora Umbridge pudiera decir ni una palabra, los gemelos Weasley levantaron sus varitas y gritaron juntos:

-¡Accio escobas!

Annie oyó un fuerte estrépito a lo lejos, miró hacia la izquierda y se agachó justo a tiempo. Las escobas de Fred y George, una de las cuales arrastraba todavía la pesada cadena y la barra de hierro con que la profesora Umbridge las había atado a la pared, volaban a toda pastilla por el pasillo hacia sus propietarios; torcieron hacia la izquierda, bajaron la escalera como una exhalación y se pararon en seco delante de los gemelos. El ruido que hizo la cadena al chocar contra las losas de piedra del suelo resonó por el vestíbulo.

-Hasta nunca -le dijo Fred a la profesora Umbridge, y pasó una pierna por encima de la escoba.

-Sí, no se moleste en enviarnos ninguna postal -añadió George, y también montó en su escoba. Fred miró a los estudiantes que se habían congregado en el vestíbulo, que los observaban atentos y en silencio.

-Si a alguien le interesa comprar un pantano portátil como el que han visto arriba, nos encontrará en Sortilegios Weasley, en el número noventa y tres del callejón Diagon -dijo en voz alta.

-Hacemos descuentos especiales a los estudiantes de Hogwarts que se comprometan a utilizar nuestros productos para deshacerse de esa vieja bruja
-añadió George señalando a la profesora Umbridge.

-¡DETÉNGANLOS! -chilló la mujer, pero ya era demasiado tarde. Cuando la Brigada Inquisitorial empezó a cercarlos, Fred y George dieron un pisotón en el suelo y se elevaron a más de cuatro metros, mientras la barra de hierro oscilaba peligrosamente un poco más abajo. Fred miró hacia el otro extremo del vestíbulo, donde estaba suspendido el poltergeist, que cabeceaba a la misma altura que ellos, por encima de la multitud.

-Hazle la vida imposible por nosotros, Peeves.

Y Peeves, a quien Annie jamás había visto aceptar una orden de un alumno, se quitó el sombrero con cascabeles de la cabeza e hizo una ostentosa reverencia al mismo tiempo que los gemelos daban una vuelta al vestíbulo en medio de un aplauso apoteósico de los estudiantes y salían volando por las puertas abiertas
hacia una espléndida puesta de sol. Annie vitoreaba lo más que podía, riendo.

(...)

La historia del vuelo hacia la libertad de Fred y George se contó tantas veces en los días siguientes que Annie comprendió que pronto se convertiría en una de
las leyendas de Hogwarts. Al cabo de una semana, los que lo habían
presenciado estaban casi convencidos de que habían visto a los gemelos lanzar bombas fétidas desde sus escobas a la profesora Umbridge antes de salir disparados hacia los jardines. Inmediatamente después de su partida, muchos alumnos se plantearon seguir los pasos de los gemelos Weasley. Annie oyó a varios hacer comentarios como: «Te aseguro que hay días en que me montaría en mi escoba y me largaría de aquí» o «Una clase más como ésta y creo que me marco un Weasley».
Fred y George se habían asegurado de que nadie se olvidara de ellos demasiado deprisa. Para empezar, no habían dejado instrucciones para lograr que el pantano, que todavía inundaba el pasillo del quinto piso del ala este, desapareciera. La profesora Umbridge y Filch habían intentado retirarlo de allí por diversos medios, pero ninguno había dado resultado. Finalmente acordonaron la zona, y Filch, aunque rechinaba los dientes muerto de rabia, tenía que encargarse de llevar a los alumnos en un bote hasta las aulas. Annie no tenía ninguna duda de que profesores como Flitwick o McGonagall habrían
hecho desaparecer el pantano en un abrir y cerrar de ojos, pero, como había ocurrido en el caso de los Magifuegos Salvajes Weasley, al parecer preferían que la profesora Umbridge pasara apuros.

La escuela era un total caos. Muchos inspirados por los gemelos, ayudaban a Peeves a hacerle imposible la vida a Umbridge, y Annie diafrutaba profundamente verla chillar de frustración.

Mientras estaban en clase de encantamientos, Annie se decidió preguntarle a Hermione acerca de los patronus.

-¿Herms?

-Queríamos preguntarte algo -dijo Annie dudosamente observando a Harry.

-¿Qué pasa? -preguntó mirándolos mientras Ron la imitaba. El pelinegro y Annie compartieron una mirada.

-Esto.. ¿es posible cambiar de patronus?

Hermione frunció el ceño.

-Sí.. algo leí sobre eso. Creo que sólo cambia cuando es amor eterno e inmutable, ¿porqué?

Annie se sonrojó profundamente mientras colocaba sus brazos sobre la mesa y se dejaba caer entre ellos. Harry sólo la miraba y sonreía más bobamente que nunca.

-¿Porqué..?

-¡Oh dios! -exclamó Hermione cubriéndose la boca con las manos- ¿cambió el patronus de Annie?

La chica aún refugiada entre sus brazos asintió.

Hermione chilló y Ron los miraba perdido.

-¿Y qué animal..?

-Una cierva -dijo Harry con una enorme sonrisa.

Hermione tenía una enorme sonrisa y Ron apenas terminaba de comprender lo que sucedía.

-Wow -musitó impresionado. 

-Ya.. dejen eso, ¿si? -murmuró Annie avergonzada. 

Harry no podía dejar de sonreír. Atrajo a Annie a su lado, estrechándola entre sus brazos. 

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