Enough [Julian Devorak, The A...

By Ningyolita

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Te quiero como los antros de mala muerte te quieren a ti (aunque yo te quiera más), y quieren a aquellos que... More

Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII

IX

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By Ningyolita

Atravesamos las calles de Vesuvia sin darme tiempo a orientarme.

(También es verdad que esta zona no la conozco especialmente, me sacas de mi tienda y el palacio y me pierdo un poco. No olvidemos que mis circunstancias son un poco especialitas).

Me lleva hasta una casa de techos bajos. La puerta está cerrada y lo cierto es que no tengo ni idea de qué pretende o los motivos que lo han llevado a traerme hasta aquí.

- Entraremos por ahí.

- ¿Por dónde?

Yo no veo ninguna posibilidad de entrada mínimamente aceptable. O legal.

- Por la ventana.

- ¿Sabes lo que es un allanamiento de morada o aquí no tenéis de eso?

Me devuelve una sonrisa y , tomándome de la mano, me ayuda a entrar en la casa, siguiéndome él después.

- ¿Mazelinka? ¡Mazelinka! - Mira alrededor de una habitación de suelos de madera y una cantidad incontable de botecitos y plantas. - Parece que no está... mejor, no le hace ninguna gracia que entre por la ventana. 

En el suelo hay un resto de pétalos marchitos de color amarillo que llaman su atención.

- Oh no, los dientes de león otra vez...

- ¡Y por eso no me hace ninguna gracia que entres por la ventana, estúpido bribón!

La puerta se ha abierto de golpe y una señora mayor franquea el marco. 

No es muy alta, pero su presencia es imponente, empuña una cuchara de madera como si fuera una espada y está más que preparada para atizarle a mi compañero en la cabeza. 

- ¡Mazelinka! Qué agradable sorpesa. Oh, ¿ese chal es nuevo? Te resalta el color de los ojos.

- Sabes perfectamente que no lo es, basta de cháchara.

Mueve la cabeza hacia un lado para fijar la vista en mí.

Genial.

No sé ni quien es esta mujer ni cómo debería reaccionar. 

Así que simplemente me quedo mirándola y Julian se pone por delante. 

- Es una amiga.

- ¿Amiga?

Sus cejas se elevan tanto que podrían rozarle la raíz del pelo.

- Mazelinka, te presento a May, es una poderosa hechicera.

Como mi conocimiento de las reglas de cortesía de Vesuvia es escaso, simplemente le tiendo la mano. Ella la toma y la aprieta, me mira fijamente antes de que una sonrisa se dibuje en su rostro.

- Oh, ya veo, claro. Illya, tráeme el caldero de siempre, por favor. 

Este le obedece sin duda pero yo le detengo el paso.

- Te recuerdo que hace un rato estabas prácticamente desangrándote por curarme a mí. Enséñame la herida.

- Pero si no es nada, mujer, un arañazo nada más.

Lo miro lo a los ojos y los suyos huyen en desbandada.

- Bien es verdad que no son muchos los que han conseguido sobrevivir a su mordisco, pero te recuerdo que yo tengo unas habilidades especiales que hace que...

- ¿Vas a enseñármela o tengo que encontrarla por mí misma?

Deja el caldero en el suelo y empieza a desabrocharse los últimos botones de la chaqueta muy despacio, como si se estuviera recreando en mi mirada fija en sus dedos finos y largos. Se levanta la tela cubierta de sangre para mostrarme una piel de mármol completamente inmaculada.

Cosa que no me termino de creer, así que mis dedos corren a comprobar si mis ojos no me están mintiendo. Cuando lo toco se estremece un poco, pero es cierto, no queda huella alguna de su herida. 

- Ya te dije que tengo ciertas... capacidades. Agradéceselo a tu querido maestro.

- ¿A Asra?

Asiente con la cabeza mientras coge el caldero y se lo lleva a Mazelinka.

No me dice más que eso, y yo en lo único que puedo pensar es en aquella escena al coger uno de los libros de palacio.

En fin, Tierra llamando a May.

- ¿Estás durmiendo últimamente?

Cuchara en ristre, Mazelinka le señala las bolsas bajo los ojos.

- Por supuesto, duermo lo necesario, ya sabes que soy un ave nocturna, querida.

- Y un estúpido, eso es lo que eres. Anda, acuéstate mientras yo termino la cena. - Se vuelve hacia mí. - May, una de las dos tiene que vigilar la sopa mientras la otra controla que este energúmeno se eche una cabezada ¿qué prefieres?

La mirada de Julian prácticamente me está taladrando la nuca mientras camina hacia otra de las salas de la vivienda.

- La verdad es que soy una excelente cocinera, no es por alardear... - juraría que está llorando como un cachorrillo. - Pero prefiero encargarme de él, gracias.

- Perfecto, alguien tiene que atarlo a la cama para que se esté quieto, y si se pone pesado, que se tome esto.

Corta algunas plantas de aquí de allá para envolverlas en la bolsita de tela que mete en un cuenco humeante para después pasármelo a mí.

Es bastante agradable al tacto ya que no llega a quemarme, y huele a lavanda.

Yo misma estoy tentada de echar un trago.

- Vamos, no perdamos más tiempo.

Casi me empuja de la cocina. 

Cuando llego a la otra sala me encuentro un Julian sentado al borde la cama. Se ha quitado los guantes y la chaqueta, lo que deja al descubierto una camisa desbocada que le resbala por los hombros mostrando los recovecos de sus clavículas y su pecho.

Está terminando de quitarse las botas, por lo que puedo distinguir las ondulaciones de sus amplios hombros al forcejear con la tela y las hebillas. 

- Hola. 

Se incorpora y se vuelve a sentar. 

Está rojo como una amapola cuando vuelve a sus botas.

- ¿Has venido a asegurarte de que me porte bien?

- Algo así.

Se tumba en la cama cuan largo es, yo me siento en el borde donde antes estaba él.

- Ven aquí.

Me agarra por la cintura para que me acerque más a él y poder apoyar la cabeza en mi regazo. Enredo mis dedos en su pelo de bronce.

- Tienes que dormir, Devorak, no me creo que estés completamente curado después de todo el movimiento de esta noche. 

- Bueno... es verdad que todo proceso de curación lleva su tiempo, quiero decir, tengo esta especie de maldición pero cuando me curo el proceso consume cierta energía.

- ¿Eso significa que vas a ser un buen chico y, por ello, vas a echarte a dormir?

Me devuelve una sonrisa traviesa. 

- Nop.

- De acuerdo entonces.

Tomo un trago del cuenco de Mazelinka, lo dejo en la mesilla y, tomándolo de la camisa, lo obligo a levantarse para besarlo.

No quiero ni que se atragante ni que lo ponga todo perdido.

Pero voy a obligarle a dormir como que me llamo May.

Traga el líquido para después buscar mi lengua, jugar con ella y profundizar un beso que hace que se derrita y se relaje en mis brazos.

Me siento sobre su regazo y lo obligo a volver a tumbarse.

Mi cuerpo parece encajar con el suyo. Sus brazos se aferran a mí como el ancla de un barco al fondo del mar, mis manos juegan con su pelo. 

Nos separamos un segundo y aprovecho esa distracción para pillarlo con la guardia baja.

- Mazelinka me ha dicho que necesitas a alguien que te ate a la cama...

Se muerde el labio mientras me lanza una mirada provocadora.

- ¿Acaso quieres intentarlo, pequeña bruja?

Hago como si estuviera invocando un hechizo pero simplemente vuelvo a besarlo.

Cuando la cortina se abre y aparece Mazelinka con un par de platos.

- Hora de cenar, niños. Imagino que vais a pasar la noche aquí. May, ¿necesitas que te prepare una habitación?

- No hace falta... al menos por mi parte.

- Y por la mía menos.

- Bien. - Sonríe satisfecha. - Portaos bien y descansad.

Por la mirada que me lanza mi amigo el doctor no estoy tan segura de ser una persona obediente esta noche. 

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