One Shots - Camren

By Cathe44

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El título lo dice todo. More

¡Hola!
Take My Heart
Vendedora de Caricias
Ojos verdes
Control a Tierra
Last Night

Lienzos

959 75 33
By Cathe44

Tenía solo quince años cuando la conocí, ella era dos años mayor pero no lo parecía, no era una cuestión de físico, las dos aparentábamos ser las niñas que éramos, se trataba más de un asunto de madurez.

Ella era una chica libre y yo... bueno, la desventaja de ser la hija de una familia rica en una época como en la que vivíamos era que... prácticamente tu vida y tus decisiones no eran realmente tuyas. 

Sin embargo, a mis quince sentía que podía serlo. 

"Realmente tienes talento."

Estábamos sentadas a la orilla de un pequeño riachuelo, sobre una roca mientras las puntas de los dedos de nuestros pies se mojaban ligeramente. 

Ninguna de las dos era lo que se puede decir de una persona alta, así que apenas conseguíamos rozar la superficie del agua. 

Camila sostenía sus manos un sencillo portafolio de piel, herencia de su padre y dentro de él tenía varios trozos de lienzos cortados meticulosamente por su madre, Sinuhe. En uno de ellos había conseguido captar a la perfección la belleza del pequeño paisaje, a las afueras del terreno de mi familia, no podíamos alejarnos demasiado, aunque si por ella hubiera sido, podríamos habernos ido al fin del mundo. 

Lo que nos detenía era mi familia, por supuesto, si nos marchábamos y nos encontraban, quién sabe que sería mi padre capaz de hacerle a Camila o a su mamá. 

Camila se encogió de hombros y me sonrió. 

Estaba usando un vestido blanco, muy sencillo y manchado de carboncillo igual que sus dedos a causa de su reciente trabajo. 

"Creo que hay cosas mucho más bonitas que mis dibujos." Me respondió, la vi a los ojos y de pronto apartó la mirada. 

"Yo creo que no hay cosa más bonita que tus dibujos... Excepto tal vez, quien los hace." 

Y era verdad. Camila era muy bonita, más que bonita. Y ni siquiera estaba hablando del físico, aunque Dios se había lucido con ella. 

Camila rio suavemente y negó con la cabeza. 

"Tú no puedes decir eso." 

Fruncí el ceño al escucharla e hice una mueca con mi boca.

"¿Y por qué no?" Pregunté cruzando los brazos sobre mi pecho. 

Ella se acomodó el cabello detrás de la oreja, hacía eso siempre que iba a decir algo que le parecía muy serio, la conocía perfectamente. 

"Pues... porque eres tú, Lauren Jauregui. Sabes que todos los chicos en la ciudad están detrás de ti." Expresó mirando hacia la húmeda hierba que limitaba el riachuelo.

Me reí. 

"No es por mí, es por mi dinero... Además el apellido Jauregui pesa, todos quieren tener eso en el bolsillo." 

"Pues lo que tu vales no creo que quepa en un bolsillo... Ni siquiera en una caja fuerte." Dijo Camila mirándome a los ojos, parecía muy determinada. 

"Por eso prefiero pasar tiempo contigo que con cualquiera de ellos." Le contesté haciéndola sonreír de nuevo. 

No fue mucho tiempo después cuando su madre llegó a donde estábamos acomodándose la falda del vestido y diciendo que estaba desesperada buscándonos por todos los jardines. 

Ella tenía diecisiete y yo quince, pero incluso a esa edad sabía que si quería que alguien me acompañara toda la vida, era ella.

Su madre llegó a trabajar a casa de mi familia luego de que el padre de Camila, que era carpintero, muriera.

Sinuhe nunca había trabajado en otra cosa que no fuera ser ama de casa pero tenía un excepcional talento en la cocina y siempre estuvo dispuesta a hacer lo que fuera con tal de que ella y su hija tuvieran una cama donde dormir y un techo que las cubriera.

A papá no le agradaba para nada que Sinuhe tuviera una hija. Una muchacha tan joven y bonita solo atraería a más jóvenes idiotas buscándonos como carne fresca y no quería que entre esos tantos, yo conociera alguno que me tentara a faltar al respeto a mi casa largándome con el primer imbécil que se me cruzara.

Por supuesto, los temores de mi padre no tenían fundamento alguno, ya que ninguno de los muchachos que me pretendían, ni de los acaudalados millonarios que él y mi madre estaban considerando para ser mi prometido causaban absolutamente nada en mí. 

Desde entonces mis ojos estaban ya puestos en una sola persona. 

[...]

La suave y delicada mano de Camila terminó de trazar con parsimonía sus iniciales en la esquina inferior del lienzo. Su cuadro había quedado espectacular y su talento cada día me sorprendía más y más. 

"Eres increíble." Le dije y ella sonrió para mí. 

Estábamos en el balcón de mi habitación, mis padres se encontraban fuera de casa esa noche y no volverían hasta dentro de un par de días, así que no había ninguna prisa porque Camila se retirara, al contrario, deseábamos pasar todo el tiempo que fuera posible para estar juntas. 

A papá ya no le agradaba tanto la idea de nuestra cercanía, decía que estar con ella me distraía de mis responsabilidades... Si por responsabilidades entendíamos atender a Jeremy Gallert, el chico que mis padres habían elegido para ser mi esposo dentro de algunos años. 

No me lo habían dicho tal cual, pero yo no era idiota y podía darme cuenta. Camila también lo sabía y la idea no le gustaba, pero no hablábamos de eso, cuando estábamos juntas nada existía. Ni Jeremy, ni mi padre, ni mi madre, ni el dinero, ni nada... Sólo nosotras dos. 

"¿Realmente te gusta?"  Me preguntó, su mirada estaba llena de ilusión y expectativa. 

"Mucho." Afirmé admirando su obra que se trataba de la vista al cielo nocturno desde mi balcón, se podían ver las luces de la ciudad en la lejanía y sobre las casas, los destellos de las estrellas en el cielo, parecían moverse y parpadear entre los celajes... El cuadro era maravilloso, casi con vida propia. "Tu talento es inmenso Camila, serás una gran artista y todo el mundo sabrá de ti..." Le dije. "Tus cuadros estarán expuestos en la galería de mi familia." 

Camila se desbordó en una ruidosa carcajada. 

"Michael Jauregui jamás permitiría que una pintura mía se exhibiera en su galería... Dejando de lado que soy prácticamente nadie... Soy una mujer, que es peor. A las mujeres que se dedican al arte nadie las toma en serio... ¿Cuántas pintoras conoces? ¿Cuántas pinturas que tengan mujeres como autoras y no como modelos conoces?" 

"Bueno, tú serás la primera. Es por eso que te aseguro que vas a ser importante, todo el mundo conocerá tu obra y tu vida... Y sabrán que el talento no tiene nada que ver con si eres mujer u hombre o si tienes dinero o no, o de dónde vienes..." 

"No quiero que el mundo conozca mis pinturas..." Me dijo mientras colocaba su material delicadamente en el caballete y luego se giraba para mirarme, el efecto contraluz en su cuerpo me pareció sublime. "Pero me complace mucho que te gusten a ti. Tu opinión es la única que me importa... es mucho más que suficiente" 

"Pues me fascina, amo todo lo que tus manos son capaces de crear Camila... Es asombroso."  Aseguré extendiéndole mi mano buscando que la tomara y se acercara a mí, para sentarse a mi lado en el pequeño banquillo.

"Es tu regalo de cumpleaños." Dijo ella y yo la miré incrédula. "Es en serio... Sabes que no tengo dinero para comprarte algo... a tu altura." 

"No hay nada que puedas encontrar en esta ciudad, o en cualquier lugar del mundo que supere este regalo... Me encanta." Le dije con toda sinceridad y sus ojos brillaron porque ella también sabía que estaba diciendo la verdad. 

Se removió en su asiento a mi lado, acercándose más a mí, en silencio sus manos tomaron las mías y observamos por un momento tanto la pintura, como el cielo... Lucían tan iguales... que no pude evitar pensar que Dios era un gran artista para poder crear un mundo con tal belleza y aún más, por crear un ser humano tan maravilloso como Camila,  que fuera capaz de replicar su obra a mano, con un lienzo y algunas pinturas. 

Estaba tan sumida en lo que pensaba que no me di cuenta de que Camila había dejado de mirar hacia el cielo y ahora sus ojos se hallaban fijos en mí. Giré mi cabeza para mirarla y la encontré muy cerca, detallé  todo su rostro, parte a parte, sección por sección y me pareció estar observando un ángel... con los labios más tentadores que había visto en mi vida.

Quizás ella notó mi mirada fija en su boca, la verdad es que nunca me dijo que la llevó a hacer lo siguiente, pero antes de que me diera cuenta, sus labios estaban sobre los míos, en un contacto suave y lento. 

Sus labios se entreabrieron luego del primer roce, el cual duró varios segundos, y entonces sentí su aliento chocar sensualmente en mi boca, colándose dentro de ella y llamando mi lengua para que la buscara. 

Ese era mi primer beso y fue el suyo también. No estaba segura de qué  hacer y me sentí torpe, pero sus manos tomando las mías me dieron mucha tranquilidad y sus labios ganando terreno me brindaron la confianza para disfrutar cada roce hasta el último de ellos. 

[...]

Esta es la parte donde me gustaría contar que después de ese beso estuvimos juntas toda la vida, pero no es así. 

Si hubieron muchos más besos... por un periodo corto de tiempo, como dije, la desventaja de ser la hija única de una familia millonaria en una época como la que Camila y yo vivimos era que... Mi vida no era mía. 

Mi persona era simplemente una pieza en un tablero de ajedrez que aquellos con más poder jugaban a su antojo. No me rebelé tanto como debí hacerlo, no peleé por lo que realmente tenía que haber peleado y me quedó una vida entera para arrepentirme. 

[...]

"¡¡¡PAPÁ!!! ¡¡¡POR FAVOR!!!" 

Yo gritaba con fuerza encerrada en mi habitación mientras afuera escuchaba la golpiza que mi padre le propinaba a Camila y los llantos de su madre, quien permitía que lo hicieran. 

Michael Jauregui nos había visto besándonos y eso había bastado para que su ira y su repudio se desataran y arrancara a Camila de entre mis brazos y la arrojara fuera de la habitación, quise ir tras ellos y defenderla pero no pude, los mozos de la mansión me sostuvieron y me encerraron dentro del cuarto, mientras afuera se escuchaban los reiterados golpes contra la mujer que amaba. 

Me duele recordar las palabras llenas de asco que papá vociferaba y que la acústica de la residencia provocaba que resonaran aún con más fuerza, como si no fuera suficiente la simple carga de su odio. 

Temí que la matara, pero no lo hizo. 

Luego de un rato los golpes, los gritos y los llantos cesaron. La noche cayó y cuando al fin pude salir, ni Sinuhe ni Camila estaban ahí. 

"Te vas a casar en una semana." Dijo mi padre. Sabía que tenía ganas de golpearme también pero no podía hacerlo, los golpes no se verían ver bien el día de la boda. "Y a esa... no la vuelves a ver en tu vida ¡¿Me escuchaste?!" 

No pregunté por ella. No dije absolutamente nada. Sabía que no me diría nada y que si mostraba interés se encargaría de que le dieran otra golpiza para asegurarse de que no volviera jamás. 

Eso no significaba que no estuviera preocupada, tenía miedo, quería verla, cuidarla, saber de ella... Me destrozaba la angustia de no saber cómo se encontraba, de lo que podía pasar si otros se enteraban de lo que había sucedido. 

Los días pasaban, tenía dieciocho años e iba a casarme. No había otra opción. 

O eso creí. 

Un día antes de la boda, Camila apareció. 

Se coló entre los empleados que arreglaban el jardín para el gran día y consiguió colarse hasta mi habitación. 

"No quiero comer." Dije cuando escuché la puerta abrirse y supuse que era la mucama trayendo algo para mi almuerzo. 

Era de esperarse que no tuviera apetito, y hacerme comer era una batalla constante que si no se conseguía de la forma fácil... Me hacía terminar con quemaduras en las plantas de los pies, donde nadie pudiera verlas y enterarse de que la hija de los Señores Jauregui era una malcriada que debía ser reprendida. 

Escuché el seguro de la puerta al ser cerrada y me extrañé de que no hubiera insistencia alguna para que probara bocado. Fue esa extrañeza la que me hizo levantarme de la cama y girar mi rostro hacia la entrada. 

Se me partió el corazón al encontrar a Camila de pie ahí, usando un vestido color rosado, algo amarillento de suciedad, pero lo que me estrujó el alma fue su rostro y sus brazos, llenos de marcas, raspones e intensos moretones que evidenciaban el maltrato que le habían propinado. 

"Camila..." La nombré en voz baja y ella se acercó a mí. 

Sin esperarlo, tal como solía hacerlo, me besó. 

"Escuché que vas a casarte." Me dijo luego de que su boca se separó de la mía. 

Mis labios sabían a sangre, probablemente por las heridas aún no cerradas que había en su boca. 

"Mi padre adelantó todo." Le dije. "Pero eso no importa... ¿Cómo estás? ¿Dónde has estado? " Le pregunté angustiada. "He querido buscarte, pero no me dejan salir... Me tienen encerrada todo el tiempo."  Dije abrazándola, estrechándola fuerte entre mis brazos. 

"Estoy bien." Me respondió para luego separarse de mi abrazo y tomar mi rostro entre sus manos, mirándome fijamente. " Lauren... No quiero que te cases." Me dijo con firmeza, aunque su mirada expresaba una infinita dulzura. "Vámonos... Vámonos muy lejos de aquí." 

Tenía ganas de gritar que si, de huir de esa casa de una vez y estar junto a ella. Pero el miedo me ganó. 

"¿Estás loca?" Le pregunté. "¿Sabes lo que pasaría si nos encuentran? ¡Podrían matarte!" Le dije levantando ligeramente la voz, pero asegurándome de que nadie pudiera escucharme afuera. 

"¿Tu piensas que a mí me importa eso?" Me respondió. "¿Crees que si tuviera miedo de que me pasara algo, habría venido hasta acá solo para pedirte que te vayas conmigo? Mi amor por ti es más grande que cualquier temor... Además... ¿Qué clase de vida tendría si no estás tú en ella?" 

Sus ojos cafés se mantenían fijos en mí, con una esperanza llameante que yo me encargaría de apagar. 

"No puedo ir contigo." Le dije sin poder evitar llorar al soltar su mano. 

Casi pude sentir cómo su corazón se convertía en pedazos al igual que el mío.

"¿Acaso no me amas?" Me preguntó. "¿Te parece que soy poca cosa para ti?" Su dolor se veía reflejado claramente en sus palabras, que intentaban de forma desesperada encontrar a una explicación para mi rechazo. 

"Mi padre jamás dejaría de buscarnos... No descansaría hasta encontrarnos y arrancarte de mi lado y sabrá Dios qué más podrían hacerte..." Le lloré. "No quiero pasar mi vida huyendo... Pero sobre todo no quiero que llegue el día en que nos atrapen y tener que perderte, tener que verte sufrir."

"No hay sufrimiento más grande que el de tu rechazo, Lauren. No hay otra cosa que quiera en la vida que no sea estar junto a ti." 

Yo negué con la cabeza. 

"Te amo Camila... Pero estar conmigo sólo te arruinaría." Le dije con la voz quebrada, para ese punto, ambas nos deshacíamos en lágrimas. "Tienes un futuro tan brillante... Un talento tan impresionante, que no puedo permitir que lo tires a la basura por querer estar conmigo cuando sabes que jamás lo van a permitir, la gente nunca lo va a entender..."

"Me importaría muy poco que me maten si es por amarte a ti." Me respondió. "Pero no puedo obligarte a seguirme si no es ese tu deseo también." Contestó poniéndose de pie. "Tu puerta estará sin llave esta noche, podrás escapar si quieres y te estaré esperando en el reloj, fuera de la galería de tu familia. Pasaré la noche entera ahí y si al amanecer tú aún no estás... Me iré." 

Camila se acercó a mí, me besó la boca una última vez y se marchó. 

Nadie la vio. 

Nadie supo que estuvo ahí más que yo. 

Y ella no me vio llegar al reloj de la galería. 

Porque al amanecer del día siguiente, estaba preparándome para mi boda. 

Lo había pensado mucho y al final  había intentado ir hacia ella, pero los hombres de papá me habían seguido, jamás les dije a dónde me dirigía, pero a papá no le costó mucho trabajo adivinar con quien me encontraría. 

Furioso, de nuevo envió la orden de buscar a Camila, más, en ese momento, me arrodillé ante el y supliqué que no le hicieran daño, que la dejasen irse y que yo acataría cualquier cosa que él me pidiera, a cambio de que también me dejase conservar la pintura que ella me había regalado. Sólo eso. Y jamás volvería a luchar. 

El aceptó. 

[...]

El tiempo fue cruel.

La gente suele decirte que es tu amigo y que eventualmente te ayudará a sanar todas las heridas, pero no fue así en mi caso. Cada día, cada semana, cada mes, cada año, desde esa fatídica tarde hasta hoy... Me he arrepentido de no haber huído con Camila. 

Después de mi boda con Jeremy, papá no vivió mucho tiempo. Nadie lo sabía, pero el señor Jauregui padecía una severa tuberculosis que, aunque en aquellos años empezaba a descubrirse cómo curarla, para él ya estaba demasiado avanzada. 

Luego de fallecer, heredé casi toda su fortuna, una pequeña parte fue para mi madre, pero el resto era toda mía, para asegurar mi futuro y el de los futuros descendientes del linaje Jauregui. 

Sin Camila, realmente sentía que mi vida se había reducido a un montón de oro y billetes en una bóveda, que a pesar de ser una cantidad nada despreciable... No se comparaban a lo que sentía cuando realmente me consideraba un ser humano, con deseos, sueños... sentimientos. 

El tiempo, en mi caso, se convirtió en mi peor enemigo y fue convirtiendo a esa dulce chica en una mujer llena de amargura y resentimiento, una mujer infeliz cuya única alegría era ver el cuadro que había recibido como regalo de la única persona que había amado en la vida. 

Cuando mi padre murió y entre otras tantas cosas y bienes recibí la galería de mi padre, no perdí la oportunidad de, tal como le había dicho a Camila, exhibir su obra en una de las paredes de la galería. 

De hecho, esa pintura tenía una sala para ella sola y debajo del cuadro no existía ninguna etiqueta, lo único que podría llegar a dar un indicio del nombre de su autora eran ese par de letras C justo en la esquina inferior derecha del cuadro, pintadas con tinta blanca y la caligrafía de la mujer de mi vida. 

Jeremy nunca se enteró por qué hice eso y nunca preguntó nada tampoco, no le interesaba, así como a mi tampoco me interesaba en lo más mínimo su vida. 

Y con el paso de los años... la familia tuvo que crecer. 

[...]

"Por favor Daniel" Le dije a mi hijo de cinco años. "Tienes que aprender a comportarte, no puedes ponerte a jugar así en medio de la fiesta en la galería." 

"Lo siento mamá." Me respondió él agachando la mirada. Su cabello rubio, heredado de su padre brillaba bajo la luz del sol y sus ojos verdes me miraron una última vez antes de que su voz sonara de nuevo. "¿Debo tomar mi clase de piano ahora?" Me preguntó y asentí con la cabeza. 

"Si me demuestras que has mejorado tu comportamiento, en unos días te llevaré al circo que ha llegado a la ciudad. ¿Eso te parece bien?"

Daniel asintió con la cabeza y se retiró tranquilamente en dirección hacia el salón de música, donde su profesora de piano aguardaba. 

Yo por mi parte, no deseaba estar en casa y aprovecharía que Jeremy no se hallaba en la mansión para salir a dar un paseo por las calles de la ciudad.

Era tan diferente a como había sido en mi infancia... las calles ahora habían sido cubiertas por una espesa capa de asfalto y los novedosos automóviles rodaban sus neumáticos sobre ellas. Atrás había quedado la época en que usaban carruajes, y aunque aún se usaban caballos para tirar de carretas, eso no era en la ciudad, sino en las afueras, donde vivía la gente con menos dinero. 

Nada que ver conmigo y mi familia, pues si algo tengo que reconocer de Jeremy es que supo administrar muy bien la fortuna que mi apellido cargaba y  el de la suya, posicionando a nuestra familia en la cima de la sociedad en Nueva York de aquella época, después de todo, mis abuelos fueron partícipes en su creación.

Así pues, llamé a mi chofer para que saliéramos un momento, subí a la parte trasera del auto y arrancó. Me preguntó el rumbo hacia el que iríamos, sin embargo no le di un punto exacto, en su lugar le dije que quería dar un paseo por las avenidas principales, y que después le diría en qué momento me llevara a la galería. 

Era extraño, ser testigo del progreso. Ver las calles en las que crecí convertirse en una ciudad, los edificios creciendo, la ropa cambiando. 

Cuando paseaba en el auto veía por las ventanas y sólo deseaba en poder regresar el tiempo. Cambiar las cosas. 

¿Amaba a mi hijo? Claro que sí. Pero si por un segundo tuviera la oportunidad de cambiar el pasado, lo haría. 

Tendría una casa, lejos, en un campo, y viviría con Camila y la vería pintar. 

Estaba sumergida en mis recuerdos, pero de pronto una imagen me sacó de ahí. 

"Para, ahora" ordené a mi chofer quien se estacionó abruptamente.

No dije nada, sólo salí del auto y corrí tras ella. 

La había visto, estaba segura, Camila estaba caminando en la calle. 

Detesté los tacones en esos momentos y el costoso abrigo que llevaba puesto, no eran más que estorbos para llegar a donde realmente quería estar.

Finalmente lo logré, la alcancé, tomé su hombro y ella giró para verme. 

Su ceño estaba fruncido y parecía querer decirme una maldición, pero al verme sus ojos se abrieron un poco más y su boca tembló. 

"Lauren" me nombró y yo la abracé. 

Ella se quedó quieta. 

"Eres tú... " Le dije al ver su rostro una vez más y lo acaricié. 

Su rostro ya no parecía el de una adolescente como la última vez que la vi. 

Ahora era una joven, con rasgos sensuales, con los labios carnosos y con madurez en su mirada. 

Su cuerpo seguía siendo menudo pero se notaba a pesar de la peculiar ropa que llevaba puesta, la camisa holgada y el pantalón corto, un poco por encima de sus tobillos... los tirantes sueltos, al igual que su cabello. 

Ella me miraba fijamente, como queriendo averiguar si realmente era yo, la misma chica de hacía años y no parecía estar segura del todo. 

"Soy yo..." Le dije "No puedo creer que estés aquí. Tenemos tanto que hablar" 

Ella me sonrió y asintió con la cabeza, entonces mi chofer llegó hasta donde nos encontrábamos. 

Tuve que llevar a Camila a un sitio apartado y pagar al chofer para que no dijera nada a mi marido.

El hombre no tenía muchas opciones, era aceptar mi paga o perder su empleo. 

Jeremy no era un mal hombre. No era Michael Jauregui, pero de cualquier manera, no era conveniente que supiera que su esposa se veía a escondidas con alguien más  y mucho menos si ese alguien, era una mujer. 

Tras dejarnos a Camila y a mí en otra de mis propiedades, ordene al chofer ir a la academia de Daniel y esperar ahí hasta que mi hijo saliera de clases y luego llevarlo a casa, mientras que e caso de que Jeremy preguntara por mí, tendría que decirle que estaba en la galería. 

Sabía que a él no le importaba.

Como a mí no me importaba él. 

No me importaba nada, de hecho. 

Sólo el estar con Camila. 

[...]

"¿Dónde has estado todo este tiempo?" Le pregunté mientras le servía una copa de vino.

"Aquí... y allá... en todas partes, pero en ninguna en particular" Me respondió. "¿Y tú?" 

"Sabes que aquí. Sabes que no me puedo ir" Le contesté con un deje de tristeza, aunque pude ver el dolor y el enojo en sus ojos. 

"No quisiste irte" Replicó y al sentarme a su lado en el sofá, tomé su mano y negué con la cabeza. 

"Quise hacerlo, pero me atraparon antes de poder llegar a ti" Le conté. "Tuve miedo después, de que papá te hiciera algo... por mucho tiempo me atormentaron los azotes que te dio... el llanto de tu madre aunque no hizo nada por evitar el castigo... No podría vivir si sabía que por mi culpa iban a hacerte daño de nuevo"

Ella suspiró y su rostro reflejó confusión. 

"¿De verdad? ¿Ibas a escapar conmigo?" Su voz se quebró mientras me miraba fijamente con sus ojos apenas cristalizados. 

"Cada día he vivido con arrepentimiento, cada noche he soñado con haber podido escapar y estar contigo, cada día ha sido miserable para mí desde entonces"

Pude notar en su mirada que ella había vivido lo mismo que yo. Que se sentía sola tal como me sentía yo.

Que aún me amaba. 

Así como la amaba yo. 

[...]

Si cierro los ojos y pienso en aquel día, puedo sentir aún su piel contra mis dedos. 

Mis labios recuerdan el sabor de los suyos. 

Escucho su voz diciendo que me ama. 

Y los años me han dado la certeza de que no dejaré de amarla nunca.

"Madre" escuchó a Daniel decir. "No puedes salir, entiende. Después podrás hacerlo"

"¿Después?" Me río con cierta burla. "Eres demasiado optimista hijo. Deja que tu madre decida dónde y cuando quiere estar"

"Sabes que no lo hago por molestar." Me responde "Entiendo que la galería es tu vida pero créeme que ahí se quedará, no irá a ningún lado"

"No te estoy pidiendo permiso" Le respondí.

[...]

"Ya no quiero seguir siendo tu secreto" me dijo Camila mientras se vestía.

La entendía por supuesto que sí, pero no sabía que hacer.

Daría lo que fuera por irme con ella a otro sitio, vivir la vida juntas, pero había un gran motivo que me ataba a Nueva York.

"No puedo decir lo nuestro. Entiéndeme. No es por ti, ni por mí. Es por Daniel"

Camila estaba enojada, pero sabía perfectamente que me entendía.

"Llévalo con nosotras" Contestó.

"Es absurdo. Ambas lo sabemos"

Ella se moría por pedirme que dejara a mi hijo, lo sé, pero veía en sus ojos el miedo a que la rechazara.

"No puedo llevar a Daniel con nosotras, el solo hecho de estar tu y yo juntas es un riesgo. Si nos lo llevamos y Jeremy me encuentra me lo quitará para siempre" respondí y Camila suspiró con pesadez. 

"No sé cuánto tiempo más podré soportar esto" Me dijo y vi dolor en su mirada. "Te amo con mi vida, pero duele saber que no eres mía". 

"Pero lo soy" respondí levantándome de su cama enredada en la sábana. "Siempre lo he sido y siempre lo seré" agregué mirándola a los ojos. 

Eso fue verdad. Siempre fui suya.

Y ella siempre fue mía.

[...]

Aunque nuestros caminos se separaron más de una vez, aunque ella intentó alejarse de mi una y otra vez, siempre volvió.

Su cuerpo volvió a mi lecho.

Sentí su piel más de mil veces bajo mis dedos.

El calor de su boca, el éxtasis en su voz... fueron experiencias que aún tantos años después puedo recordar con total claridad.

Sin embargo, aunque nuestro amor no tuvo final, la vida es mucho más frágil.

[...]

"¿Madre? ¿Qué pasa?" 

La voz de Daniel intentaba que yo recuperara la compostura. 

Mis dedos temblaron mientras leí la carta que había llegado a mi residencia. No conocía la letra, pero las noticias eran terribles. 

Sentí que perdía completamente el aliento, un fuerte dolor en el estómago y un vacío en el corazón. 

Camila se había ido. 

Esta vez para siempre. 

¿La causa?

Su nobleza. 

Salvó a una niña de ahogarse durante una inundación. 

El cauce de un río creció y la niña cayó ahí, entonces mi Camila saltó por ella, la sacó de ahí y la dejó a salvo, pero ya no le quedaron fuerzas para salir de ahí y la intensa corriente la arrastró sin dejarle posibilidad de respirar. 

"Quiero estar sola" le respondí a mi hijo y fui a mi alcoba. 

Lloré ahí por horas, horas que se volvieron días y aunque hubo un punto en que el llanto cesó, mi corazón jamás encontró consuelo. 

Sin embargo, cumplí mi promesa, cuando por fin tuve la fuerza para levantarme, coloqué la pintura de Camila en la galería, en un sitio muy especial que nadie más le quitaría.

[...]


Las llantas de mi silla rodaron con lentitud, pude haber llegado al punto que buscaba de la galería más rápido con ayuda del chofer o de la enfermera que mi hijo contrató para mí, pero no quería eso. 

Quería estar sola. 

Quería contemplar la pintura por última vez, recordar todo, hundirme en esos colores que Camila plasmó, en la vista que contemplamos tantas veces juntas, cuando éramos jóvenes, cuando conocimos el amor. 

Había tomado aquella sustancia muy temprano y sabía que su último efecto estaba por ocurrir.

Por eso me acerqué a la pintura un poco más, clavando mis ojos en esas dos letras que se hallaban en la esquina inferior. 

"C.C"

Sonreí una última vez y me permití por primera vez en mucho tiempo tener esperanza. 

"Algún día te volveré a ver", susurré antes de que mi vista comenzara a nublarse. 


Narrador Omnisciente

Para cuando Daniel y la enfermera llegaron a la galería, la señora Jauregui ya no presentaba signos vitales, por lo que cuerpos periciales tuvieron que sacar el cadáver de la influyente mujer de su galería cubierto con una tela negra. 

Daniel se sentía culpable, debió impedirle salir, debió cuidar más a su madre. 

Pero la autopsia señaló que estaba equivocado, no había sido su culpa, había sido el deseo de su madre. 

Ella ya no quería vivir, pues fue ella misma quien se intoxicó para quitarse la vida. 

Daniel nunca entendió el por qué su madre fue una mujer tan fría. 

Lo amaba, estaba seguro, pero aún así sintió que su madre siempre fue una mujer... incompleta. 

¿Por qué su mamá se quitó la vida?

Jamás imaginó que sería por amor.

Que sería porque estaba ansiosa de volver a ver a la mujer de su vida. 

Que estaba ansiosa de seguirla en la muerte. 

Y mucho menos pensó, que se llegarían a encontrar en una siguiente vida. 


[...]


"Jóvenes, compórtense por favor" Decía el profesor intentando poner orden en su grupo. "La galería Jauregui es uno de los recintos artísticos más antiguos de Nueva York, si no están a la altura de la visita que haremos, prefiero que se marchen ahora... No habrá repercusiones en sus calificaciones"

Tras las últimas palabras del profesor, muchos fueron los estudiantes que se fueron, excepto un pequeño grupo de menos de diez personas. 

El profesor no le tomó importancia, eran pocos, pero era mejor que estuvieran ahí quienes realmente quisieran estar ahí y les recompensaría a los que sí decidieron quedarse. 

"De acuerdo, vamos" Indicó el profesor y el pequeño grupo comenzó a entrar al impresionante edificio.

Hicieron el recorrido hasta llegar a una pintura en específico. 

La mayor parte del grupo, incluido el profesor la vieron por unos minutos y posteriormente se fueron para continuar el recorrido excepto dos personas del grupo. 

Una joven castaña se había quedado embelesada viendo la pintura y sintió curiosidad por la extraña pieza. 

"C.C" 

Observó las iniciales y le pareció una extraña coincidencia. 


"¿Eres nueva verdad?"

La joven giró su rostro para ver a quien le había hablado, era otra chica, de cabello oscuro y ojos verdes. 

"Sí" respondió ligeramente nerviosa. "Es mi primer día pero, el profesor no quiso que nos metiéramos en el tema de las presentaciones hasta estar en la  escuela y cuando todos estén.." Explicó ligeramente tímida. "Soy Camila... Camila Cabello". 

"Lauren Jauregui" respondió la otra chica lo que generó cierta sorpresa en la voz de la castaña.

"¿Jauregui? ¿Cómo en... ?" La joven no terminó de articular la pregunta, pero Lauren entendió. 

"Sí... y no" Respondió. "El apellido es el mismo, pero no tengo nada que ver con esos Jauregui" Explicó, haciendo referencia a la familia que en su momento fundó la galería, aunque desde hacía casi 100 años los dueños eran los Gellert. 

"Ya veo..." Respondió la castaña volviendo su vista hacia la pintura. "¿Es raro no?... Se ve que esta pintura es importante pero, no tiene nombre del autor ni información sobre ella..." 

"Sí... es extraño..." Afirmó Lauren viendo la pintura fijamente. 

Le transmitía algo especial, pero no sabía el qué. 

"Mira... C.C. ¿Son tus iniciales no?" Preguntó Lauren provocando una risa en la castaña. 

"Sí..." afirmó la joven. "Qué coincidencia ¿No?"


Sí. 

Era una gran coincidencia. 

Y no era la única, pues en ese momento coincidieron dos almas destinadas a encontrarse. 

Y a enamorarse. 

Una vez más.


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𝙃𝙤𝙪𝙨𝙚 𝙊𝙛 𝘽𝙡𝙖𝙘𝙠 || 𝐒𝐚𝐠𝐚 𝐇𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 "Ser una Black digna de su apellido" Madelyn siempre tuvo esos pensamientos al saber q...
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☆ y me pueden decir diez mil cosa' de ti pero yo pongo mi alma en el fuego por ti nadie sabe, lo que yo haría no saben que ni con cien mencione' van...