Caminos Que Se Cruzan...

By Fangirl_C

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Vivir bajo el mismo techo resulta ser demasiada tentación. Habiendo caído en ella, Simón tendrá que afrontar... More

... En Medio De La Noche (Parte 1)
... En Medio De La Noche (Parte 2)
... Con Caligrafías
... En Open Musics
... Con Nuevos Comienzos
... Con Luna (Parte 1)
... Con Luna (Parte 2)
...Con Arreglos y Separaciones
...Con Sentimientos al Descubierto
...Con La Decisión de Ramiro
... Con Un Regalo
... Con Una Advertencia
... Con Delfi y Jazmín (Parte 1)
... Con Delfi y Jazmín (Parte 2)
... Con una Nueva Perspectiva
... Con Interrupciones (Parte 1)
... Con Interrupciones (Parte 2)
... Con Pelfi
... Con Más Que Un Video Musical
... Con Un Reencuentro
... En Un Día Libre
... Con un Error (Parte 1)
...Con un Error (Parte 2)
... Con un Regreso
... Con Un Anuncio
... Con Recuerdos
... Con Amistades
... Aun Cuando No Quieres
... Con Distancia
... Con Una Llamada Telefónica

... Con Fantasmas del Pasado

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By Fangirl_C

Mientras disfrutaban sus bebidas, Simón se puso a contarle un montón de historias sobre su vida. 

A Ámbar le daba risa pensar que cualquiera que la viera pensaría 'pobre piba, atrapada con ese chico que no deja de hablar de él' . En realidad, sabía que lo estaba haciendo por ella. Después de lo que le había contado antes de salir de la mansión, Simón seguramente sentía que ella se había abierto mucho con él y necesitaba pensar en otra cosa. De ahí toda la palabrería de su parte, pensada para servir como distracción.

Lo que cualquiera interpretaría como egocentrismo, ella sabía que era un gesto de amabilidad. 

Le podría haber dicho que no era necesario, que ella estaba bien y él no necesitaba esforzarse para hacerla sentir mejor, pero realmente le encantaba aprender más cosas sobre él. 

Disfrutaba escucharlo hablar sobre sobre su familia (la cual era enorme), sobre dónde creció (sólo una casa regular cerca de la playa de Cancún), cómo le iba en el colegio (no muy bien, pero tampoco mal), y cualquier otra pequeña cosa que él quisiera compartir. Quizás fuera mucho, pero Ámbar sentía que quería saberlo todo sobre él. Hasta la más pequeña cosa la maravillaba, como que probó andar en skate a los doce, antes de los patines, porque pensó que eso lo haría verse cool (resulta que sólo consiguió una contusión) o como solía hacer helados caseros en el verano poniendo jugo en la cubetera de la heladera. 

Ella le dijo que le gustaría probar uno de esos alguna vez. Él sonrió y le guiñó un ojo. "Hecho." 

Ordenaron helados de verdad para llevar y los fueron disfrutando mientras caminaban. Ya que Ámbar llevaba su regalo en una mano y el cono de helado en la otra, pasó su brazo por debajo del de Simón y él feliz curvó el suyo para enlazarlos juntos. 

Mientras paseaban, Ámbar comenzó a compartir recuerdos con él también. No tenía tantas historias locas o graciosas como él, pero de la misma forma en que quería saber más de él, también quería que él supiera más de ella. Jamás pensó que estaría dispuesta a compartir historias de su vida que no trataran de ella luciéndose en algo, pero a diferencia de como solía ser antes con todo el mundo, Ámbar no lo quería impresionar. Sólo quería que la conociera. No a Ámbar Smith la Reina de la pista; sólo a Ámbar. Y ese era un pensamiento tan liberador. 

Así es como se sentía con Simón: más libre de lo que había sido que nunca. 

Por su parte, Simón estaba fascinado escuchándola. 

Embelesado, escuchó a Ámbar mientras le contaba cómo comenzó a patinar a los siete, determinada a ser tan buena como una chica más grande que había visto entrenando en el parque (y mejor), lo emocionada que había estado la primera vez que ordenó algo por internet y el paquete llegó (algo con lo que él podía identificarse, sólo que en su caso había sido a los dieciséis con su primer pago; ella lo había hecho a los once con una tarjeta de crédito) y sobre cómo había empezado a escribir canciones a los trece, pero sus primeras piezas eran tan ridículamente malas que se retorcía de sólo pensar en ellas. 

Él le preguntó si podía leer alguna de esas letras algún día. Ella le dijo que ya las había tirado todas para que nunca pudieran avergonzarla. Él hizo un puchero y ella rió. 

A lo largo de todo eso, Simón intentó no distraerse mirando sus labios. Se sentía un poco como una falta de respeto considerando que ella estaba compartiendo pedacitos de su vida con él, y a él de verdad le encantaba escucharla bromear y hablar sobre su infancia, no lo malinterpreten. Pero la forma en que su lengua se asomaba para lamer su helado y limpiar sus labios de rato en rato era... muy distrayente. 

En un determinado momento, ella le pidió tomar una probada de su helado, lo miró directo a los ojos mientras tomaba un bocado de él y luego sonrió. 

¿Acaso era consciente de lo que le estaba haciendo a su pobre, pendejo corazón? 

De seguro se reiría si supiera. 

Como fuera, verla feliz lo hacía sentir más ligero que cualquier otra cosa en el mundo. Juraba que ni siquiera tocar música se sentía tan bien como estar con ella y oír su risa. Ese era su sonido favorito en el planeta, especialmente cuando era él el que la había hecho reír. 

Era muy loco, pero Simón de verdad podría haberse quedado para siempre haciendo nada más que escucharla hablar. Y Ámbar parecía sentir lo mismo porque, aun después de que terminaron sus helados, hicieron justamente eso: se sentaron en una banca a platicar. Simón suspiró para sus adentros cuando sus manos se encontraron de manera natural. Él no podía dejar de mover su pulgar por sobre su mano, trazando distintos patrones, y Ámbar respondió de igual forma. En un punto, ella tomó su mano entre las dos de ella y se entretuvo jugando con sus anillos, girando y deslizándolos de ida y vuelta. Era casi absurdo lo increíble que se sentía sólo hacer eso, lo mucho que él sentía sujetando su mano nada más. 

Para cuando se dieron cuenta, el sol ya casi había desaparecido en el horizonte. Casi como invocada por ello, Simón recibió un mensaje de Luna diciendo que Mónica había dicho que no deberían quedarse fuera hasta muy tarde. Los dos estuvieron de acuerdo y decidieron emprender su camino de vuelta a la mansión. Simón le mandó un mensaje a Luna avisándole.

"¿Seguro que no tenés frío?" Ámbar le preguntó. La temperatura había bajado un par de grados y casi le daba frío a ella de sólo verlo en nada más que una remera.

Simón se encogió de hombros. "Quizás un poco. Pero ya vamos a llegar así que, tranqui."

Ámbar consideró eso. Sí era cierto que no les quedaba mucho por caminar. La mano que estaba sujetando la suya no se sentía fría tampoco, pero quizás eso era porque estaba sujetando la suya. Deseó poder compartir su chaqueta con él, pero era muy chica. 

De pronto, se imaginó a los dos intentando apretujarse debajo de su chaqueta y soltó un resoplo de risa. Conociendo a Simón, seguro le diría que debería ser él quien le ofreciera su chaqueta y no al revés. 

"¿Qué?" Él sonrió. 

Ámbar negó con la cabeza, también sonriendo. Ahora que lo pensaba, tenía la impresión de que había estado sonriendo la tarde entera. "Nada."

"¿Cómo que nada? Te estás riendo, ándale, dime." Él le dijo alegre. 

Ámbar dejó de caminar y se volteó hacia él, pensando en hacer una broma o algo así, pero cuando vio su sonrisa divina y sus ojos mirándola con afecto, se le apretó el corazón. 

Ella de verdad había sido muy feliz ese día, muchísimo, y todo gracias a él. Simón la hacía sentir muchas cosas que nunca había sentido antes. Sensaciones que, antes de conocerlo, ni siquiera había sabido que existían. 

A veces, como en ese momento, era tanto que sentía que iba a estallar. 

"¿Qué?" Él preguntó de nuevo, más suave esta vez, escrutando su rostro con su mirada.  

Ella le respondió cubriendo su boca con la suya. 

Las manos de Ámbar volaron a su cuello, a su pelo, a sus hombros, incapaces de mantenerse quietas mientras lo besaba con la fuerza de todos los maravillosos sentimientos que no podía expresar en palabras.

Pero lo que podía, se lo dijo acariciando su cara. 

"Te amo."

Simón la miró con sus ojos aún medio cerrados y sus labios medio abiertos por el recuerdo de los suyos.

Luego la sonrisa creció de vuelta en su rostro, enorme y deslumbrante, y sus ojos brillaron con adoración. 

"Yo también."

Empujada por el canto de su corazón, Ámbar envolvió sus brazos alrededor de su cuello y unió sus labios otra vez. 

Simón se derritió contra ella, abrazándola por la cintura y apretándola más cerca de él. Había querido besarla toda la tarde –todo el día, y probablemente lo querría toda su vida— pero se había aguantado, recordando lo que ella había dicho sobre toda la gente mirando. Supuso que ya estaba tan oscuro que no le importaba, aunque, ¿la verdad? Ese pensamiento sólo pasó fugazmente por su cabeza. Estaba más preocupado de beber de su boca, como si fuera la última cosa que probaría jamás. 

Los dos siguieron en eso el resto del camino, haciendo paradas para besarse detrás de un árbol cercano o de frentón besándose mientras avanzaban. (Se tambaleaban más bien). 

Incluso cuando llegaron a la puerta frontal de la mansión, Ámbar se giró con una sonrisa traviesa y tiró de él hacia otro beso en vez de entrar a la casa. 

"¿No hay cámaras de seguridad aquí?" Simón murmuró contra su boca, preocupado de que algún tipo equis los pudiera estar mirando. 

"Hay en la entrada, pero no acá en la puerta," Ámbar respondió bajo, rozando sus labios con los ojos cerrados. 

"Perfecto."

Simón la besó con más fuerza, presionándola contra la puerta al mismo tiempo. Ámbar enrolló los brazos alrededor de su cuello, atrayéndolo aún más cerca mientras su lengua consumía la boca de él. Simón hundió sus manos bajo su top blanca y las pasó sobre la suave piel de su espalda. Ámbar exhaló apreciativamente contra su boca. 

Por un momento, Simón consideró abandonar la idea de ver una película y llevarla directo al depósito en su lugar, sólo para poder sacarle un par de sonidos de verdad. Después de como ella lo había dejado en la mañana, él mentiría si dijera que no tenía ganas de hacer algo de ruido. Una parte de él no había dejado de pensar en eso en todo el día. 

"¿Ya no tenés más frío?"

La voz de Ámbar lo sacó de esos pensamientos. Simón rió jadeante. ¿Tan obvio era? 

"No," respondió de igual forma y llevó su boca hacia abajo para besar su cuello. "Gracias a ti."

Tiró del cuello de su chaqueta hacia un lado para alcanzar más piel y las manos de Ámbar se hundieron en su cabello. 

"Sí, bueno, ¿qué clase de novia sería si dejara que mi novio se congelara? Una nefasta, ¿no creés?"

Simón pausó sus atenciones y levantó su cabeza para mirarla. 

Ámbar abrió sus ojos y encontró los de él. Había estado esperando ver deseo en su mirada -y lo había- pero había mucho más que eso. Era como la mirada que le había dado antes.

"¿Qué?"

El deslumbro en sus ojos se transmitió en su voz. "Suena tan maravilloso que me llames así."

Ámbar sonrió. "¿Cómo así? ¿'Novio'?" 

Los ojos de Simón brillaron otra vez, llenos de amor. Ámbar sintió que iba a morir de la ternura, pero se controló. En lugar de chillar como una idiota enamorada, se enderezó y lo miró coqueta, apoyando sus manos en su pecho. "Bueno, acostumbráte. Es más, si te portás bien, por ahí te empiezo a decir 'mi amor'."

Acto seguido, se giró y abrió la puerta para entrar a la mansión. No necesitaba mirarlo para saber que una sonrisa enorme adornaba su rostro, igual como podía entrar sabiendo que él la seguía de cerca. 

"¡Ey, chicos, volvieron!"

La voz que los recibió vino de Pedro, quien estaba sentada en uno de los sillones de la sala de estar con su brazo apoyado en el respaldo, mirándolos. "Justo a tiempo. ¿Quieren ver esta peli de terror con nosotros?"

"Tenemos pizza," dijo Michel, quien estaba sentado en una silla a la izquierda de Pedro. En una mano sujetaba una rebanada de pizza para mostrarles mientras que la otra sujetaba un vaso de jugo. 

"Sí, los demás ya cenaron," explicó Matteo, quien estaba a la derecha de Pedro en el sillón.

Ámbar se acercó a ellos y chequeó el título en la pantalla de la TV.

"Oh, no he visto esa todavía. Dicen que no es mala."

De pronto, a Simón le bajó de nuevo la temperatura.

"Em, nosotros ya teníamos planes de ver otra cosa..." les dijo, intentando abogar por el plan original. 

Pero Ámbar sólo se encogió de hombros. "Por mí está bien."

"¿De verdad?"

"Seguro", contestó, moviéndose hacia los sillones. Simón medio se quedó donde estaba, inquieto sobre sus pies. Al notar que no la seguía, Ámbar se giró hacia él. "¿No querés?"

Antes de que Simón pudiera contestar, Pedro se pronunció.  

"Tu novio es pésimo con estas cosas; tiembla como chihuahua."

"¡No es verdad!" Simón replicó de inmediato. 

Sus amigos nada más lo miraron. 'No te hagas' parecían decir. 

Okay, sí era verdad que era pésimo con las películas de terror, todos los sabían. Normalmente, lo admitiría y ya, pero no quería parecer cobarde en frente de Ámbar. Sabía que era tonto pensar así pero, bueno, no lo podía evitar. 

Metió sus manos en sus bolsillos y se encogió de hombros tímidamente. "Osea, sí me asustan pero, lo normal."

Ámbar lo miró comprensiva. "No tenemos que verla," le dijo con un gesto apaciguador.

Pero, por supuesto, eso sólo empujó más a Simón. Si antes había sido un impulso, ahora sentía la necesidad de probar algo. 

"No, no, veámosla, no me importa para nada," aseguró, moviéndose hacia los sillones con aire determinado. "Y no tiemblo como chihuaha."

"Ssshh, vamos, va a empezar," dijo Matteo. A su lado, Pedro apagó la lámpara de mesa.

Ámbar dejó su regalo sobre el mueble de centro y se sentó junto a Simón en el sillón de la derecha. Simón le pasó una rebanada de pizza con una mano mientras sostenía una segunda para él en la otra. Ambos se recostaron contra los cojines y se acomodaron para ver la película. 

Comer pizza con la mano era una experiencia nueva para Ámbar, y cuando ese hecho se registró en su cabeza, la impresionó un poco. ¿Qué otra chica de su edad podía decir que nunca había comido pizza con la mano? 

Probablemente habían muchas cosas que no había hecho que para otros chicos eran comunes. Ella nunca había querido ser común; Ámbar Smith debía ser fabulosa, ejemplar, elegante— todo lo que todos se morían por ser. 

Llenarse los dedos de aceite y salsa de tomate no era para nada elegante.

Descubrió que no le importaba. 

Muchos, muchos, minutos pasaron y Simón descubrió que, efectivamente, Ámbar manejaba las películas de terror mejor que él. Lo cual era un poco vergonzoso, pero era agradable poder sujetar su mano mientras la música escalofriante lo perturbaba y lo hacía desear que la cosa horrible que iba a pasar pasara de una vez sólo para poder librarse de la tensión. La última vez que había podido agarrarse de alguien mientras veía una película de esas había sido hace un par de años con sus hermanas, pero al menos entonces había podido actuar como que él las estaba confortando a ellas y no al revés. 

"¿Cómo es que no te da miedo? Neta no es justo," le susurró a Ámbar, bajito para no molestar a los chicos. 

Él tenía sus ojos fijos en la pantalla –ya en serio, esa música le estaba poniendo los pelos de punta— pero pudo captar la diversión en la voz de Ámbar cuando le contestó. 

"Sí me da miedo, pero es que tus reacciones son demasiado graciosas, no lo puedo tomar en serio."

Como si se hubieran puesto de acuerdo, justo en ese momento, una grotesca figura se abalanzó hacia la pantalla. Simón saltó. 

"Pinche—"

Ámbar soltó una risita. 

"No es gracioso." Simón refunfuñó mientras su ritmo cardiaco se tranquilizaba luego de que la cosa volviera a desaparecer. Se volteó hacia Ámbar para reprocharle –los demás chicos también estaban muertos del susto y, sin embargo, ella sólo se burlaba de él— pero cuando la vio intentando contener una sonrisa, toda la indignación se fue volando de su cuerpo. 

Dios, era tan linda. 

Ámbar lo miró y Simón quedó asombrado de lo hermosa que se veía incluso en la oscuridad, iluminada sólo por las espeluznantes imágenes de la tele. 

Incapaz de no hacerlo, se inclinó para besarla, un roce corto y dulce. El beso fue seguido por otro, y por otro, y otro más, hasta que, de alguna forma, los dos se olvidaron de la masacre en pantalla y se perdieron en los labios del otro. 

Quizás ni siquiera habrían notado que la tele se apagó si no hubiera sido por las protestas de Michel y Pedro.

"¡Ey! ¡¿Qué hacés?!"

Ámbar y Simón se separaron y se giraron para ver a Matteo dejar el control remoto de vuelta sobre el mueble de centro y prender la lámpara de mesa.

"Todos sabemos que a Simón le dan pesadillas con estas cosas—"

"¡Oye!"

"—y si no paramos ya, a me van a dar pesadillas del chape desvergonzado de estos dos."

Simón desvió la mirada, claramente avergonzado. Ámbar sólo rodó los ojos.

"Que dramático que sos," se burló. "Ahorráme la escenita de celos, Matteo. Sé que soy inolvidable pero ya está, ¿no?"

Matteo puso los ojos en blanco. "Te la regalo con moño, Simón."

Ámbar bufó.

"Yo quería ver cómo terminaba la película..." Dijo Michel.

"Mejor que no," Pedro rió, "te vi saltar como cuatro veces hasta el cielo."

"Eso es porque habían ruidos extraños afuera. ¿Ustedes no los escucharon?"

"Yo escuché ruidos extraños, pero venían de la parejita," Matteo apuntó detrás de él con su pulgar. 

"Wey, ya, por favor", Simón se quejó.

Pedro se paró, agarrando la jarra. "Voy a buscar más jugo."

En su camino a la cocina, encendió las luces de la sala, haciendo que todos parpadearan varias veces para adaptarse al cambio de luz. 

"No pero, en serio, habían ruidos extraños," insistió Michel, mirándolos gravemente. 

"¿Cómo extraños?" preguntó Matteo.

"No sé, como si hubiera... algo allá afuera..."

Simón se tensó al lado de Ámbar. "¿Podemos hablar de otra cosa?" pidió nervioso. Ámbar colocó una mano tranquilizadora sobre su hombro. 

Pedro volvió con el jugo.

"Chicos, como que está helado acá, ¿no?"

Matteo asintió, frotando sus propios brazos de arriba a abajo. "Sí, cerrá la ventana por favor que no me quiero enfermar."

Ámbar rodó los ojos. "Siempre tan delicado."

"Vos eras la que siempre se quejaba del frío", él replicó, recibiendo la jarra de las manos de Pedro y colocándola sobre el mueble de centro.

"Esperen, ¿ustedes dos fueron novios?" Preguntó Michel con el ceño arrugado, al parecer recién procesando esa información.

Ámbar abrió la boca para explicar que sí, lamentablemente había pasado—

"¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!!!!"

Un fuerte grito rompió la calma en la habitación. Todos brincaron sobresaltados, y sus cabezas  giraron instintivamente hacia el origen del ruido. Pedro había caído de espaldas y tenía la cabeza alzada hacia la ventana en frente de él. Los ojos de Ámbar cayeron sobre ella... y lo que vió la sacudió más de lo que cualquier película de terror podría haberlo hecho nunca.

Un nudo se formó automáticamente en su garganta y su corazón saltó dentro de su pecho. Su cabello era diferente, su ropa era diferente, pero Ámbar podría haber reconocido esa cara en cualquier lado. 

La figura pareció desvanecerse tan rápido como se había manifestado, desapareciendo en la oscuridad de la noche como un fantasma. Ámbar se dio cuenta de que, precisamente, eso era— su propio fantasma personal, apareciendo frente a ella para recordarle que no era libre, para atormentarla con el pasado que quería dejar atrás.

Todos los chicos se habían puesto de pie y estaban mirando hacia la ventana con los ojos desorbitados. Matteo apuntó hacia ella, alarmado hasta los huesos. 

"Qué mierda, ¡¿qué fue eso?!"

"Sharon."

El susurro de su nombre abandonó la boca de Ámbar antes de que fuera consciente de ello, todavía en shock de haber visto a su madrina después de tanto tiempo. 

Se dio cuenta demasiado tarde de su error.

"¿Qué?"

Simón se había girado hacia ella junto con los demás chicos, que ahora la miraban con sorpresa y confusión. Ámbar sólo pudo mirarlos de vuelta, paralizada y sin palabras por lo que acababa de hacer, por lo que acababa de ver. 

"¿Qué demonios pasa aquí?" Resonó la voz de Miguel de repente. "Chicos, ¿por qué gritan así?"

Pedro se acercó a él, apuntando. "¡Fui a cerrar la ventana y había una mujer ahí atrás!"

"Ámbar dice que era Sharon", le informó Matteo.

Los ojos de Miguel se agrandaron y corrió hacia la ventana. "¡¿Qué?!"

Mónica había aparecido también, seguida por Luna. La mujer volteó hacia Ámbar.

"¿Sharon? ¿Estás segura, Ámbar?"

Ámbar sintió un miedo sofocante por dentro. Quería retractarse, quería negar, quería pararse y salir corriendo, se quería esconder, pero lo único que logró balbucear fue, "No- no sé..." 

Pudo oír más conversación, preguntas y respuestas lanzadas de ahí para allá, pero no podía distinguir las palabras porque, más fuerte que todo lo demás, oía la angustiante voz en su cabeza. 

No les puedo decir. No les puedo decir. No les puedo decir. 

Probablemente percibiendo su aflicción, Simón se sentó junto a ella en el sillón  –Dios, de verdad no había movido un músculo desde que pasó– y la envolvió con su brazo, frotando el de ella suavemente de arriba a abajo.

Se suponía que fuera un gesto tranquilizador, debería haber sido tranquilizador, pero sólo avivó el miedo que se estaba apoderando de ella. 

Tan sólo horas antes, Simón le había dicho lo contento que estaba por estarla conociendo más. A Ámbar, la Ámbar 'real' como él decía. Pero, ¿qué tan real era efectivamente? 

Él no sabía que ella conocía los planes de Sharon. No sabía que ella la había ayudado a mantener a Luna alejada de la verdad. No sabía que seguía en contacto con Sharon— Nadie lo sabía.

Sintiendo a Simón tan cerca, un miedo horrible e insoportable la atacó. 

Si se entera que cubro a Sharon, me va a dejar. 

"Miguel, te lo juro, ¡había una mujer pelirroja ahí!"

"Espérate, ¿pelirroja?" Profirió Luna. "¡Seguro es la mujer que yo me encontré en el jardín! ¿Se acuerdan que yo les conté? ¡Les conté que la había visto!"

El corazón de Ámbar estaba latiendo furiosamente. Tanto así que podía sentirlo en sus oídos.

Respirá. Respirá, se dijo a sí misma. Pero el aire se rehusaba a entrar en sus pulmones. Estaba aterrada.

Sólo el hecho de que podrían atrapar a Sharon en cualquier momento era suficiente para asustarla. Pero descubrió que existía algo mucho peor.

Ámbar aprendió en ese instante que no había nada más aterrador que conocer la felicidad y darse cuenta de que podían arrebatártela en un abrir y cerrar de ojos. Todo, absolutamente todo, desecho tan fácil como un castillo de arena.

"Pero si era pelirroja entonces no puede ser Sharon, ¿no?" Razonó Mónica.

"Podría estar usando disfraz", replicó Miguel, su voz grave atando cabos. "Tiene sentido que cambiara su apariencia para venir aquí. Maldición, ¡hay que hablar ahora mismo con seguridad!"

"¿Qué está pasando?" Sonó la voz dura de Rey. Sólo escucharla casi hizo que Ámbar se estremeciera. Él era la pieza clave en todo esto, el topo principal de Sharon dentro de la casa— y nadie lo sabía. 

"Rey, una mujer pelirroja ha estado rondando por la mansión. Sospechamos que puede ser Sharon disfrazada. Necesito que hables con toda la gente de seguridad y que lo pongas en alerta, esa mujer no puede poner un pie dentro de esta casa, ¿está claro?" Ordenó Miguel.

"Sí, por supuesto. Yo me encargo."

Ámbar se atrevió a echar un vistazo a Rey. Mientras se giraba para marcharse a seguir instrucciones, él le lanzó una corta, oscura mirada que sólo sirvió de recordatorio.

No les puedo decir. 

Sintió a Simón depositar un beso sobre el lado de su cabeza y cerró los ojos con dolor y culpa. No le podía contar. Recién había conseguido tenerlo, al fin después de tanto eran felices. Al fin tenía a alguien que la veía por quien era, y que por algún milagro del universo, le gustaba lo que veía. Ámbar no quería perder eso, no podía perder eso. No lo soportaría. 

No te va a dejar. Te ama. Te va a entender. 

Ámbar quería creer eso con todas sus fuerzas. Pero en sus diecinueve años de vida, nadie la había querido lo suficiente para quedarse.

Matteo eligió a Luna.

Delfi y Jazmín le dieron la espalda. 

La mujer que la dio a luz la regaló. 

La mujer que la crió la abandonó. 

Simón...

¿Cómo puedes hablar de amor si estás llena de odio?

Sola.

Sola.

Sola.

"Muy bien, todos a sus habitaciones. No es seguro para ninguno que duerman en el depósito esta noche, y probablemente sea mejor si no lo hacen por un par de días más hasta que esto se estabilice."

La voz autoritaria de Miguel despertó a Ámbar de su trance y pronto Simón la estaba sujetando de la mano y guiandola a que se pusiera de pie. En silencio, se dirigieron hacia las escaleras junto con el resto de los chicos. Ámbar se sorprendió cuando Simón le pasó su regalo. Se le había olvidado completamente. Una nueva ola de culpa la golpeó cuando lo recibió en su mano libre. Mónica era siempre tan dulce con ella, si supiera...

Mientras ellos subían las escaleras, los Valente se habían quedado atrás, hablando y reconfortándose como sólo una familia podía.

Una familia que su madrina quería destruir. 

Llegando al pasillo, Simón dio las buenas noches a los chicos en vez de seguirlos hacia las habitaciones de invitados. Aun de la mano, siguió el camino contrario, acompañando a Ámbar hacia su habitación.

"Wow, no puedo creer que Sharon anda rondando por la mansión," él dijo una vez que estuvieron solos.

Ámbar tragó con esfuerzo. Su boca se sentía seca. "Yo tampoco."

"Osea, es que estuvo a esto de Luna, ¿entiendes? Quién sabe qué hubiera pasado, ¿qué pasa si—"

Tras una mirada hacia Ámbar, detuvo sus pensamientos en voz alta. Al alcanzar la puerta de su habitación, Simón se detuvo frente a ella y la miró con empatía. 

"Perdón. Esto debe ser muy difícil para tí, ¿no? Digo, ustedes siempre han tenido una relación complicada. Y luego ella te mintió sobre que eras Sol Benson, y luego desapareció por meses sólo para ahora volver y hacer todas estas cosas horribles..." Agarró su otra mano también y  acarició ambas de manera suave. "¿Quieres hablar de ello?"

Ámbar sacudió su cabeza débilmente. "No..."

"Ey." Las manos de Simón se alzaron para acunar con su rostro con gentileza, haciendo que ella lo mirara. "Todo va a estar bien, no te preocupes."

Ámbar asintió e hizo todo lo posible por sonreír. Simón la besó y dio un paso hacia atrás, dejando que sus manos cayeran a sus lados. Se quedó de pie frente a ella, inseguro.

"¿Quieres que me quede contigo esta noche?" Inquirió dubitativo. "Sólo en caso de que Sharon intentara algo más. ¿O preferirías estar sola? Está bien cualquiera de las dos formas, entiendo completamente."

Sola.

Ámbar sujetó con fuerza la tela de su remera. 

"Quedáte conmigo," le susurró. 

Ahora. Siempre. Aun si te oculto este secreto para siempre. Aun si te enterás algún día. Por favor no me odies.

Simón le sonrió cálidamente. "Okay."

Él abrió la puerta y dio un paso para entrar, pero las manos de Ámbar saltaron a su pecho para detenerlo. 

"Em— Deberías ir primero a tu cuarto creo."

Simón la miró confundido. Ámbar forzó su voz a que sonara pareja, natural. "Para buscar ropa." Explicó. "Digo, así no tengo que echarte de mi cuarto a primera hora de la mañana."

La sonrisa de Simón creció al escuchar eso. "Suena padrísimo. Voy y vuelvo entonces."

"Okay", ella sonrió. 

Ámbar lo observó irse hasta que desapareció tras una esquina. Entonces dejó su sonrisa caer. Rápidamente, entró en su cuarto, dejó su regalo encima del tocador, fue directo al baño, y se encerró adentro. Sacó su celular de su chaqueta y marcó el mismo número con el que se había intentado comunicar tantas veces ya sin éxito. 

Como siempre, la mandó al contestador.

"Hola, Sharon, soy yo. ¿Me podés explicar un poco qué demonios estabas pensando viniendo acá para la casa? Sos consciente de que es peligroso, ¿no? De verdad. Te podrían atrapar... Llamáme, por favor, necesito hablar con vos."

Ámbar colgó y bajó su celular, apretándolo con fuerza, queriendo tirarlo contra la pared.

Había sido tan feliz últimamente, había estado tan contenta de que las cosas al fin le estuvieran yendo bien que por un momento, sólo por un momento, se olvidó. Se olvidó que era Ámbar Smith, adoptada y criada por una mujer empeñada en la venganza. Pero qué estúpida había sido.

Se giró hacia el lavatorio y se lavó las manos, como si así pudiera eliminar todos los errores, engaños y secretos de los que se quería deshacer. Cerró la llave y levantó la cabeza, mirándose en el espejo de la pared. La mirada de desesperanza que la recibió en el reflejo era insoportablemente familiar.

Aunque quisiera desvincularse de todo, desenredarse de las tramas Sharon, no podía. Lo había intentado; sólo para que ella apareciera en la mansión y le recordara que, en el fondo, seguía siendo su cómplice. Siempre lo sería a menos que hablara, pero eso significaría traicionarla.

No por primera vez, Ámbar culpó y bardeó a su estúpido corazón por preocuparse por esa mujer cuando claramente a ella no le importaba en absoluto. Pero no podía dejar de hacerlo. No podía dejar de pensar en qué pasaría con Sharon si la atraparan. Y no podía dejarla ser tampoco; no cuando podía intentar hacerla cambiar de opinión, ayudarla a hacer las cosas bien. 

¿Pero por qué ese tenía que ser su trabajo? ¿Por qué tenía que estar ella atrapada en medio? ¿Por qué

"¿Ámbar?"

La voz de Simón interrumpió sus pensamientos. Ámbar agarró su celular por instinto, como si él pudiera saber de alguna forma a quién había llamado y por qué. Se acercó a la puerta y le habló a través de ella. 

"Estoy en el baño, ya salgo."

"Okay. Haré la cama mientras tanto", él respondió con voz gentil. 

Ámbar apoyó su frente en la puerta y cerró los ojos con fuerza. Odiaba esto. Odiaba tener que ocultarle cosas a Simón. Se suponía que ya no harían eso más, que ella no lo haría más. 'No más secretos, ni planes, ni mentiras', eso había dicho Simón el día anterior y eso es lo que ella quería también. Odiaba esto.

Tenía que hacer algo respecto a Sharon. Tenía que hacerla recapacitar, porque si no...

No quería pensar en las consecuencias.



...

..

. 



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Holaaa 🌺 Espero que no pensaran que porque los dos estaban juntos todo iba a ser color de rosa. Si cumplo con mis objetivos, se les viene una tormenta jajaja. 

En otras noticias, sigo sin ver 'Bajo La Red 2'. Temo por mi salud mental, emocional y física. Pero quizás hoy lo haga, ahora que ya publiqué esto. 

Actualización (23/09/19) : Ya vi la segunda temporada y estoy viva jajaja. La verdad pensé que iba a ser más fuerte de lo que fue. ¡AGUANTE 'GABRIEL' CARAJO! 😂 Por mí que sea el nuevo protagonista y se los garche a todos jajaj bye. 

Muchas gracias por el apoyo y la paciencia. Intentaré actualizar las historias cortas. ¡Saludos! — ☾

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