El Monstruo Interior © WATTYS...

Por BrunoOlivera1

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GANADORA DEL WATTY A MEJOR HISTORIA DE TERROR 2020 La cordura de Nina será puesta a prueba y tendrá que demos... Mais

AVISO IMPORTANTE
Introducción
Capítulo 1 - Un regalo especial
Capítulo 2 - Fantasmas del pasado
Capítulo 3 - Ojos de diamante
Capítulo 4 - El miedo persecutor
Capítulo 5 - El callejón de la luna
Capítulo 6 - Golpe mortal
Capítulo 7 - Ansiedad al límite
Capítulo 8 - Terror nocturno
Capítulo 9 - Con los días contados
Capítulo 10 - ¡Ella lo contará todo!
Capítulo 11 - Que extraño, creí que no sonreía
Capítulo 12 - Sin salida
Capítulo 13 - Tras las pistas
Capítulo 14 - Aquí comenzó tu infierno
Capítulo 15 - El cuadro maldito
Capítulo 16 - La hora de la verdad
Capítulo 17 - Atando cabos
Capítulo 18 - Cara a cara
Capítulo 19 - Alarma encendida
Capítulo 20 - El enemigo en casa
Capítulo 21 - Bajo sospecha
Capítulo 22 - Cielo de sangre
Capítulo 23 - El juego ha cambiado
Capítulo 24 - Guerra declarada
Capítulo 25 - El mal regresa
Capítulo 26 - Destello de miedo
Capítulo 27 - El abrazo del ciclón
Capítulo 28 - El presagio de los arcanos
Capítulo 29 - Cara a cara con el demonio
Capítulo 30 - Desaparecen las palabras
Capítulo 31 - Una familia fragmentada
Capítulo 32 - Ella es un monstruo
Capítulo 33 - El muro interminable
Capítulo 34 -Un nuevo rostro
Capítulo 35 - El último adiós
Capítulo 36 - La muerte de la máscara roja
Capítulo 37 - Culpa compartida
Capítulo 38 -El juego de ajedrez
Capítulo 39 - Cita con los arcanos
Capítulo 40 - ¿Quién es Eduardo Müller?
Capítulo 41 - La casa de la degollada
Capítulo 42 - Teatro del infierno
Capítulo 43 - Aromas de libertad
Capítulo 44 - Un plan perfecto
Capítulo 45 - Macabra impunidad
Capítulo 46 - Misterios ocultos en la mente
Capítulo 47 - La asesina sin rostro
Capítulo 48 - Sed de venganza
Capítulo 49 - Fiesta de cadáveres
Epílogo
AGRADECIMIENTOS

Capítulo 50 - El monstruo interior

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Por BrunoOlivera1

El panorama no parece alentador para Nina. Los medios se regocijan estampando las crudas imágenes de lo que fueron los dos crímenes cometidos horas antes. El caso de la asesina sin rostro se ha potenciado a un nivel en el que nadie dentro del país habla de otra cosa que no sea de este misterioso acontecimiento. Muchos han salido a hablar, argumentando que ella está demente, y alucinaba con la imagen de un retrato que se iba borrando junto con ella. Es tan inmensa la proporción que abarca este tema, que es objeto de debate en todos lados. Hay algunos que se mantienen escépticos ante el dilema del cuadro, argumentando que no es más que una efímera leyenda urbana de la que nadie se acordará en el futuro; otros, sin embargo, acreditan en Nina, y defienden la existencia de retratos malditos como el del niño llorón, o el de la misma Madame Lalaurie. El debate está servido, y todos toman una postura, rasgándose las vestiduras entre la cordura y la locura; entre el bien y el mal; entre los que apoyan, y los que repudian a Nina y su accionar.

—¡Daniel, vení a ver las barbaridades que están diciendo de Nina en la televisión! —Le ordena Laura, pasmada ante el televisor—. No lo puedo creer, ¿con qué descaro se meten? Menos mal que ya saldré a hablar y decirles de todo a estos pelotudos... ¡Nina no podría quemar viva a Carol! —brama enfurecida, notando de inmediato que en la casa no hay nadie—, ¿Daniel? ¡Daniel! ¿Dónde estás? —Lo llama, revisando cada rincón de la casa, pero no encontrando ni rastro de él—. No puede ser... ¡Le dije que me esperara!musita indignada, recogiendo su bolso y un par de cosas para ir en su búsqueda. No piensa quedarse de brazos cruzados.

Mientras tanto, Nina y Edu siguen su travesía sádica rumbo hacia el último cadáver que le falta al festín de cuerpos: Katherine. La buscan cerca de su hogar, mas no la encuentran allí, ni por ningún otro sitio conocido. "¿Dónde se metió esa infelíz?", se cuestiona Nina en su mente, deseando la más retorcida venganza hacia esa chica sin personalidad. Después de matar a Isabella y ver cómo el fuego consumió la carne de Bárbara, una deliciosa y perturbadora adrenalina corrió por sus venas. Se está acercando a su objetivo principal, que es aquel demonio de los brillantes diamantes en la oscuridad. "Ya voy a llegar a vos, hijo de puta. Pero primero, tengo que encargarme de tu aquelarre". Su diálogo interno es interrumpido súbitamente cuando frente a ellos, aparece Daniel, obligándolos a detener su andar. Unas ganas inenarrables lo acorralan a Edu de presionar el acelerador y arrollar una y otra vez a ese hombre, aprovechándose de fingir que solo es una ilusión, empero, Nina se lo impide, bajándose del auto para averiguar qué es lo que su padre quiere.

—Papá, salí de ahí —Le ordena Nina, aún pasmada al ver que se ha aparecido de la nada frente a ella.

—¿Querés saber dónde está Katherine? Yo te puedo llevar, vení conmigo hija mía —Le asegura Daniel, extendiéndole la mano para llevársela consigo.

—¿Cómo hacés eso? Es imposible...

—Nina, ¿otra vez estás imaginando a tu padre? —interrumpe Edu saliendo del auto, fingiendo que aquel tipo no está ahí.

—¿Vas a seguir fingiendo que no estoy acá? —Le reclama Daniel.

—Edu... yo sé que lo estás viendo —confiesa Nina, quien lo mira con una profunda decepción—. Cuando él se apareció, te asustaste, y paraste el auto enseguida. Si fuera una alucinación mía, hubieras seguido de largo.

Edu se queda sin palabras ante aquella lógica. Nina no era tan tonta como pensaba. Por lo que su silencio termina confirmando que su padre está allí con ellos, y de una forma sorprendente e inexplicable, se puede trasladar de un lugar a otro sin que nadie siquiera lo perciba.

—Nina, ven... —Le insiste su padre, antes de al fin tomar su mano, e irse junto a ella.

La dimensión espiritual permanece oscura, pero abrigada por un manto de destellos cuyos colores escapan al nivel sensorial del ser humano. Aquel sitio resulta impredecible, mas sumamente intrigante. Es como un espejo proveniente del más allá, una réplica exacta del plano terrenal donde lo sensitivo se potencia a un nivel inigualable. Nina queda maravillada con los múltiples arcoiris que se cuecen en medio de la oscuridad, y los túneles estelares que se dibujan tras las puertas de las casas aledañas. En aquel sitio, todo parece posible, y viajar a través de la inmensidad resulta tan fácil como ir de compras a un supermercado.

—Esto es demasiado hermoso para ser real —Le dice Nina, contemplando las estrellas boquiabierta.

—Es real bebé. Todo esto en verdad existe, y cuando mueras, vas a poder disfrutar de cuantos viajes a los confines del universo desees. El alma es libre, tiene que serlo cuando es pura, aunque algunos desafíen el curso natural de las cosas, y quieran mantener de rehenes a unas cuantas de estas almas para beneficios personales —Le explica él, regocijándose ante la actitud ingenua de su hija, cual niña chica viviendo toda una nueva aventura.

—¿Cómo podés hacer esto?

—Es un don, Nina. Un don del que hasta ahora no me atrevía a utilizar para no faltarle el respeto a esas almas que han sido condenadas.

—No entiendo —responde ella intrigada.

—Tranquila. Vení, hay alguien que quiere verte —Le dice Daniel, entusiasmado ante la sorpresa que le guarda.

Allí está él, posado sobre la estrella más brillante del cosmos, aguardando la llegada de su hermana, quien resulta en un estado de shock al verlo. Es Michael, tan guapo como lo recuerda, con su cabello dorado tipo militar que tan bello lo hacía lucir en vida. Una sonrisa acompañada de una lágrima que se asoma cual intrusa por su mejilla, se manifiestan en Nina al verlo tan radiante como el astro en el que yace. Hacía ya tres años que no lo había vuelto a ver.

—¿Michael? —pregunta ella emocionada, parpadeando mil y una vez para darse cuenta de que aquello no es una alucinación.

—Nina, soy yo. Vení y dame un abrazo hermosa —Le responde Michael con una sonrisa resplandeciente.

—Perdoname por todo Michael, yo tuve la culpa de que murieras —Le suplica ella, tocando su rostro una y otra vez para comprobar que es real lo que ve—, si no hubiésemos tenido ese accidente en moto, si yo no hubiese estado tan nerviosa... estaríamos vivos los dos.

—No fue tu culpa, así tenían que ser las cosas —responde él, apaciguando sus lágrimas—. El único culpable de todo lo que nos ha pasado, es ese al que llamás Ojos de diamante.

—Él... ¿cómo sabés que existe? —pregunta Nina intrigada y confundida.

—No te acordás de él, por eso solo ves una sombra. Pero yo sí lo recuerdo todo. Él es el culpable de lo que nos pasó. Ese día yo te tuve que rescatar de sus garras, así que si no eras vos hermanita, era yo.

—Creí que solo yo lo veía... —musita ella sollozando.

—Es real, Nina. Es incluso peor que un demonio. Él te está llevando a convertirte en el monstruo que todos dicen, pero Michael, tu madre y yo sabemos que vos no sos así —argumenta Daniel.

—Llegó la hora de hacer lo correcto, hermanita —Le aclara Michael, dándole un beso eterno en la frente—. Te amo, hacé lo que tenés que hacer para volver a reencontrarnos.

—Ven Nina, tenemos que irnos —advierte su padre tomándola de la mano.

—¿A dónde vamos?

—Te voy a llevar hasta dónde está Katherine, eso es lo que te interesaba, ¿no? —Le pregunta él, reparando en la respuesta afirmativa de su hija, quien parece más aturdida por todo lo que ha vivido en este viaje, que pendiente de su venganza—. Entonces vení, te llevo.

Nina y su padre emprenden el rumbo de vuelta hacia la realidad, empero, ella no quiere despedirse de ese hermoso plano espiritual que tanto la está vislumbrando con sus luces fugaces y auroras danzantes. Michael, cada vez más lejos de su perspectiva, los saluda expectante a su regreso. Mas, aunque Nina no parece querer despedirse aún de él, es necesario para continuar. Tiene cuentas pendientes en la tierra, y debe saldarlas.

Ya en el plano terrenal, Nina, tomada de la mano de su padre, ve a una decidida Katherine, por primera vez en su vida, acudiendo a tomar la decisión más importante de su vida. Aquella que supondrá un antes y un después para ella; aquella que le dará la justicia a quien la necesita.

—¿A qué va ahí? —pregunta Nina intrigada.

—Va a contar toda la verdad. Ella ya aprendió que debe hacer lo correcto —Le explica Daniel, contemplando a su hija, quien yace inmóvil observando a aquella chica.

Jefatura de Policía

—Voy a contar todo lo que sé sobre el secuestro, señor —Le dice Katherine al nuevo oficial a cargo de la jefatura.

—Todo lo que puedas decirnos, es de suma importancia para encontrarla.

—¡Todo lo del secuestro fue mentira! —grita Katherine, largándose a llorar de la vergüenza—. Bárbara, Isabella y yo lo planeamos minuciosamente para que Nina caiga en una trampa. Así ella volvía al manicomio, y nadie sospecharía de que Bárbara estuvo minutos antes con Jonathan antes de que él muriera aquella noche. Todo fue una artimaña, yo estaba escondida afuera y llamé a la policía en el momento justo —confiesa ella, ante la mirada atónita del oficial—. Yo no quería participar señor, se lo juro, pero me vi obligada, y accedí porque... soy una estúpida; una boluda importante sin carácter, que se dejó convencer por un argumento tan banal como el que me llevó a meterme en todo este lío. Mis padres ya saben todo, y están tan decepcionados como yo por hacerles vivir una mentira. Sé que después de esto me van a odiar, tal vez ya no me vean más como a su hija, pero siento que debo hacer lo correcto, porque Nina está corriendo peligro injustamente. ¡Todo lo que se dice de ella está mal! ¡Es todo mentira, señor! Es un engaño, ¿lo entiende? Los verdaderos monstruos fuimos nosotras tres, y Bárbara e Isabella solo cosecharon lo que sembraron.

Katherine termina pagando las consecuencias de un plan malévolo tejido por una mente perversa que la obligó a someterse en contra de su voluntad. Pero, las malas decisiones tienen sus riesgos, y se deben asumir cuando generan daño, en especial si es a otros. Los medios no se hacen esperar, y los titulares informando la farsa montada por ese trío de chicas, se vende como la pólvora por todos lados. Katherine deberá enfrentar unos años de cárcel por difamación, injurias, falso testimonio e invasión de propiedad ajena, además de ser cómplice de un crimen. Empero, más allá de la decepción de sus padres y del abucheo de todo el mundo, su conciencia puede descansar tranquila, puesto que ha hecho lo correcto: ha dicho la verdad.

—Llevame con Edu, papá —Le pide Nina, suplicando un último viaje—. Me debe un par de explicaciones.

—Está bien, bebé.

Ambos emprenden un viaje astral más, proyectándose así a aquel recóndito lugar escondido en el bosque. Esa cabaña en la que Nina ha permanecido escondida los últimos días, y donde ha planeado su meticulosa venganza. Al entrar a la choza, oye a Edu discutiendo por teléfono con alguien.

—¡Estoy harto de tus órdenes, Gael! —Le grita Edu furioso al hombre que le reclama del otro lado del teléfono—. Yo ya hice lo que tenía que hacer, ya manipulé a Nina lo suficiente. ¿Qué iba a saber yo que el metido de tu hermano nos iba a cagar los planes? El que sabe todo acá sos vos, no yo. ¡Era tu maldito trabajo saberlo! Y dejá de hablarme en francés que sabés que no entiendo nada, salame.

—Deberías cuidar tus palabras, Edu. Sabés que puedo mandar a matarte ahora mismo, pero creo que no hará falta —Le amenaza la voz impetuosa de Gael a través del celular—, para que veas que soy como un dios que todo lo sabe, te sugiero que veas con disimulo hacia atrás. Hay alguien que está interesado en escuchar tus palabras, apuntándote con una pistola directo a la cabeza. Cuida bien lo que vas a decirle, porque al igual que yo, no va a dudar en volarte los sesos. ¡Bonne chance à toi, mon ami!

Edu se voltea para darse cuenta de que Gael tenía razón. Nina se encuentra a unos metros de él, apuntándole con rabia en dirección a sus ojos. El arma tiembla con la mano que lo sostiene, pero no de miedo, sino de ira.

—Nina, bajá eso mi amor... hablemos. —Le suplica Edu, mientras hace tiempo para sacar una pistola igual a la de su rival, con la cual defenderse.

—¿Por qué me mentiste, Edu? —pregunta Nina titubeando, decepcionada ante el hombre que dijo amarla—. Me hiciste creer que mi padre no era mi padre, sino una alucinación. Me manipulaste, y ahora te oigo confabulando en mi contra con alguien más. ¡¿Por qué lo hiciste?!

—Es todo un engaño, Nina. Lo hago para que Ojos de diamante confíe en mí, ¿entendés? —Le explica, tocando lentamente con sus dedos, el arma que lleva escondida en el bolsillo trasero de su pantalón—. Lo hago para llegar a él.

—¡Mentira! Vos y ese demonio me quisieron convertir en esto. ¡Desgraciados! —brama enfurecida, amenazando con tirar del gatillo y vaciar todo el cargador en su cara—. ¡¿Por qué me mentiste todo este tiempo, Edu?! ¡¿Qué querías de mí?! ¡Decímelo en la cara!

—Deshacerme de vos... porque sos insoportable —confiesa él, cambiando su mirada amigable con la que la enamoró, hacia una mirada aterradoramente perversa, mientras saca de forma sorpresiva un arma con la que amenaza con matarla—. Todo este tiempo tuve que soportarte... tus llantos de Magdalena, tuve que tragarme el vómito para ocultar el asco que me dabas al verte. Y todo por cumplir las órdenes de un viejo loco y choto obsesionado contigo, que todo el tiempo me habla en francés para romperme las pelotas. ¿Sabías que Gael es tu verdadero padre? ¿No? ¿Nunca te lo dijeron? Ese tarado te está reclamando porque sos su hija, la sucesora de todo tu clan, y por eso tuve que contenerme de decirte que sos... horrible. ¡Vos misma te convertiste en el monstruo que ahora sos!

Nina jamás se ha sentido tan humillada; tan indignada; y tan llena de ira hacia una persona, como lo que siente por esa escoria de la que alguna vez estuvo enamorada. Si pudo sentir amor por él, ahora solo siente repulsión, asco... odio. Una sensación indescriptible que le corre por las venas como una bomba de tiempo que eclosiona en su interior partículas llenas de rencor. Siente ganas de gritar, y de, en efecto apretar el gatillo para darle fin a esta historia. Empero, detrás de Edu, aparece su padre, quien comienza a forcejear para salvar a su hija de un destino del que teme, podría ser trágico. Daniel lucha con sus fuerzas para proteger a Nina, aunque tenga que darse contra todo lo que está a su alrededor para salvarla. Nina observa pasmada la inenarrable escena, ambos desaparecen y aparecen ante sus ojos, teletransportándose de un lugar a otro mientras forcejean con el arma. Hasta que en un momento, la lucha la gana quien dispara primero. Daniel cae de inmediato al suelo, sucumbiendo ante la maldad de Edu, empero, este no se iba a librar de un tiro por la espalda, el cual recibe por parte de quien fue su cómplice en los asesinatos de anoche. Nina al fin consigue su venganza, acabando con el tipo que decía amarla, y en cambio, le pagó con mentiras e incluso con la vida de su padre, quien se debate entre la vida y la muerte.

—¡Papá! ¿Estás bien? —pregunta arrodillándose junto a él, viendo la herida en el abdomen que no para de brotar sangre—. Tengo que llevarte a un hospital.

—No... Nina... escuchame... —musita él con tremenda dificultad—, ellos me... están hablando... tenés que salvar a tu madre. Yo... no puedo... no en este estado.

—¿Qué pasa con mamá? —pregunta ella aterrorizada.

—Andá a la casa... está corriendo peligro... ¡Andate ya!

A pesar de buscar a su marido por toda la cuadra; por todo el barrio, después de tocar cada puerta de Carrasco preguntando por él, y de reportar a la policía que está desaparecido, Laura vuelve a su casa. No sabe nada ni de su esposo, ni de Nina. La angustia le oprime el pecho, tiene un mal presentimiento, y como para no tenerlo, si al regresar a su hogar, encuentra la puerta arrimada, cuando estaba segura de haberla dejado cerrada con llave. "Pero... ¿qué mierda?", piensa instantáneamente. Aunque intenta colocar un manto de cordura a esos pensamientos paranoicos que le dicen que algo no está bien. Tal vez Daniel ha regresado, y de forma accidental dejó la puerta abierta. "Debe ser eso", reflexiona, entrando con sigilo a aquella casa que permanece en una oscuridad abrumadora. Mas solo basta un leve destello para notar que aquella pintura maldita ha vuelto a estar colgada donde solía estar. Lo que antes tenía un realismo impresionante, ahora no es más que un charco perturbador de colores sin forma que no se diferencian muy bien el uno del otro. Es la peor versión del retrato, empero, aquella no es la única sorpresa. Debajo del cuadro, escondido entre los jarrones, se enciende una luz flash que encandila el rostro de asombro que tiene en vilo a Laura. Al acercarse hacia el origen de aquella repentina luz, sus manos tiemblan cuando ve que se trata de su teléfono celular. Al fin lo ha recuperado, pero con archivos y fotos que antes no tenía. Primero, ve su rostro de horror de hace unos segundos, pero, cuando comienza a pasar las fotos, su corazón se horroriza ante lo que ve.

Allí ve un video, donde se ve cómo alguien con aspecto de mendigo entra a la casa a través del enorme ventanal que da hacia el patio. Ese tipo le causa escalofríos con solo ver su apariencia deteriorada y aquellos pocos pelos que le salen de la nuca. Mas sus manos tiemblan del horror al ver que sube al ático, y momentos después Nina se acerca a aquel lugar.

—No subas bebé, no, no... —musita horrorizada, poco antes de ver cómo Nina sube las escaleras, y minutos después, cae inconsciente al suelo.

El mundo parece detenerse en aquel instante de incertidumbre absoluta. Laura recuerda que aquella noche pasó en el hospital cuidando a su marido, y todo eso estaba ocurriendo sin siquiera darse cuenta. A pesar de la oscuridad del video, Laura consigue ver cómo aquel sujeto baja del ático y se posa sobre Nina durante un par de minutos: ¿Qué le está haciendo? —susurra aterrorizada, haciendo vibrar al celular con sus dos manos, las cuales tiemblan del más desagradable temor.

La reproducción del video se corta allí, empero, hay otro más. En dicho material, se ve a Nina dando vueltas como una desquiciada por toda la sala, arrasando con todo a su paso, y dando la sensación de estar ciega. A sus espaldas, se ve al mendigo corretear y saltar de felicidad, guiándola como si de un juego infantil se tratase, y escondiéndose en las penumbras, evitando así que ella lo vea. Las lágrimas se asoman con fervor cuando contempla a Nina desesperada, rasgándose el rostro con tal agresividad que deja un charco de sangre por todos lados, mientras el maldito mendigo salta de felicidad al verla cometiendo tal acto de vejación a sí misma. La reproducción se corta allí, mas ahora, se ve lo que parece ser un sótano, en el que ve a Nina con el rostro hermoso y radiante, tal y como lo tenía antes de que todo esto ocurriera. Aquella cara aún no presentaba rasguño alguno, pero en la cinta, hay algo extraño. Nina parece estar poniéndose aquella máscara que tanto ha utilizado para ocultarse últimamente, y entre sus cosas, saca los pinceles y destapa un cuadro en el que se ve que estaba trabajando en aquel entonces. El corazón se le sale por la boca cuando se da cuenta, que se trata del cuadro que las ha perturbado todo este tiempo, tal y como llegó a la casa, con aquel realismo impresionante que enamoraba: ¿Ella lo pintó? —Se pregunta aturdida, aún no logra descifrar las piezas del rompecabezas.

No obstante, hay otro video más, en la cual, Laura consigue ver al mendigo abriendo la puerta del sótano, y luego saliendo de él con una versión deteriorada del cuadro, el cual vuelve a colgar encima de los jarrones, en el mismo lugar donde estaba. Inenarrable es su sorpresa cuando el rostro del mendigo se acerca al lente de la cámara, con una diabólica sonrisa que podría reconocer en cualquier parte: Gael... —musita sollozando. Él siempre estuvo detrás de todo esto; él siempre fue el demonio del cuadro que tanto atormentó a su familia. El problema no había empezado con la llegada de la pintura, sino, muchos años atrás.

Luego de ver todos los videos, Laura, horrorizada por completo, decide bajar al único lugar que nunca había revisado con detenimiento. El sótano siempre estuvo con candado, Nina no permitía que bajaran a aquel lugar, el cual, significaba el único sitio de ocio que la hacía despegarse de este mundo por un rato.

Su espanto es mayúsculo cuando al bajar, constata una hilera de treinta versiones del mismo cuadro, ese maldito retrato que miles de veces aparecía sin explicación alguna colgado en la sala principal. Es una fila perfecta que marca el descenso hacia lo absurdo. La primera de las pinturas, es una versión perfecta y realista del rostro de Nina, sin embargo, en las siguientes se puede ver un deterioro cada vez más significativo de la técnica, hasta terminar en un charco demencial de caos e irrealidad.

Las escaleras rechinan ante unos tormentosos pasos que descienden hacia el lugar. Y allí Laura lo ve, aquella sonrisa perturbadora, esos pocos cabellos desalineados que le salen de la nuca y estremecen, ese aspecto decadente... es Gael, y sus ojos casi blancos brillan en la oscuridad con suma malicia, al son de la luz del sótano, que se menea de un lado a otro revelando al fin, su macabra apariencia.

—¿Lo has visto, Laura? Se ha convertido en su mejor versión —Le confiesa a carcajadas.

Pocos segundos después, un alarido desgarrador se oye por toda la casa, haciendo temblar por completo sus cristales. Dejando tras de sí, un océano de sangre y lágrimas.

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