Neptuno 26 | Caché

By XiadaniEstrada

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María José jamás pensó que esa noche su vida cambiaría de órbita y aunque comenzaba a girar en torno a ella... More

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Éxtasis

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By XiadaniEstrada

Sus manos recorrieron mi piel después de llevarme al éxtasis.

Daniela me enloquecía de todas las formas existentes, su cuerpo desnudo contra el mío debajo del agua era una sensación que quería por mucho tiempo, amaba la temperatura que emanaba, también la presión con la que sus piernas se aferraban a mi cintura.

Su boca finalizó su paseo sobre mi cuello para mantenerme abrazada a ella. No sabía cuánto tiempo habíamos estado en la alberca pero nos habíamos tenido ya una a la otra.

—¿Cómo haces para provocarme tanto? —rompí el silencio dejando un beso sobre su cuello, —Tú eres la responsable de todo esto que siento —levanté mi cabeza para buscar su mirada, ambas estábamos agotadas.

Sonrió ligeramente antes de besar mi frente.

—Si tú supieras lo que me haces sentir —abrazó nuevamente mi cuerpo, —Estoy dispuesta a todo por ti —disfruté su abrazo cerrando los ojos, no quería cambiar ese momento por absolutamente nada en el mundo.

Después de recuperar nuestras fuerzas salimos de la piscina en dirección a la regadera simple que se encontraba cerca del balcón de mi habitación.

Envolviendo una toalla en mi cuerpo y ofreciéndole una a ella sujeté su mano hacia mi pieza. Abrí el ventanal que dividía ambas zonas iluminando el cuarto al momento.

—Iré a buscar algo para ponernos —con el consentimiento de Daniela me fui directamente al clóset, en dónde saqué un par de batas de noche; le tendí una rosada y yo me puse le otra, dejando en la cubo de la ropa sucia las toallas removidas.

Volviendo a excusarme fui a hacer uso del baño, además aproveché para acomodarme el cabello dándome cuenta del desgaste que tenía mi piel por el tiempo pasado dentro del agua.

Al salir a la habitación me encontré con Daniela de nuevo afuera, había regresado por la botella de vino.

Observé cómo sirvió el contenido en la copas y las sujetó, después de eso su vista se posó en el paisaje que teníamos al frente.

No tardó más de dos minutos antes voltear para encontrarse conmigo.

Sonrió ampliamente dejando en mis manos una de las copas, sujetando mi mano libre para llevarme hasta uno de los cojines en los que para la cena habíamos ocupado.

Tomé asiento frente a ella, dándole un sorbo a la copa que me había dado, viéndola hacer lo mismo a ella.

—¿Te gusta vivir aquí? —preguntó acercándose más a mí, pasando sus piernas por encima de las mías, quedando totalmente frente a mí.

—Era mi lugar favorito antes de conocerte —la sonrisa que me regaló en ese momento hizo que sintiera mariposas en el estómago, no dejaba de sorprenderme el efecto que tenía en mí.

—Es muy bonito, todo —admitió dejando en el suelo la copa que estorbaba en su mano.

—Eres más bonita tú —aclaré besando rápidamente sus labios para luego terminarme el contenido del vaso y dejarlo a un lado.

—Quería hablarte sobre algo —mencionó después de devolverme el pico que le había robado.

—Dime lo que quieras —susurré acariciando sus mejillas.

—El domingo mientras peleábamos me llamaste mi amor —comentó sonrojándome, sin quererlo me alejé de ella por la pena que se acumulaba en mis mejillas.

—Yo... —traté de formular para justificar mis palabras, pero claramente sabía el motivo por el cual la había nombrada de esa forma y no faltaba mucho para que se lo dijera, —¿Te molestó? —indagué antes de parecer la persona más cursi del planeta.

—No —respondió al momento en medio de una risita, —Me gustó —admitió dándome rienda para poder explicarle mis motivos.

—Nunca recuerdo haber usado con nadie ese término —suspiré viendo sus ojos avellana clavados en los míos, poniéndome atención, —Cuando estoy contigo, cuando me abrazas, cuando me besas —sin evitarlo volvía a depositar un pico en sus labios, —Cuando me cuidas y me consientes no siento más que eso —quise ser clara esperando no revolverla, —Amor.

Noté ligeramente como mordió su labio, como si la hubiera descubierto de algo que había hecho, y sí, la había pillado; me había enamorado.

—Es por eso que te llamé así —suspiré acariciando sus mejillas, sintiendo como ella acomodaba mi cabello, —No me gusta estar mal contigo.

—Yo tampoco lo soporto —besó mi mejilla, —Te quiero tanto —sus labios seguían repartiendo besos por mi cachete, mientras que mis manos descansaban sobre sus piernas.

Sin previo aviso llevó sus labios a los míos, y ahí permanecieron durante un beso que causó revoluciones en mi interior. Me sentía tan indefensa a todo lo que me ocasionaba, a la magnitud del amor que me inspiraba al grado de que mi cuerpo parecía tan pequeño para guardar todo eso.

—Me gusta cuando tu boca está tocando la mía —formulé apenas sentí que se alejó, respirándola.

Sonrió al volver a besarme y yo también lo hice, deseaba que esa noche fuera eterna.

-

Mi cuerpo respondió a las ganas que tenía por hacer uso del baño, abrí los ojos mirando que el ventanal había quedado abierto ya que la luz entraba sin previo aviso, consecuencia de la noche anterior.

Sonreí al sentir el cuerpo de Daniela recostado a mi lado, dormía plácidamente.

Mi sonrisa se expandió al recordar lo sucedido hace una horas; después de nuestra charla bajo las estrellas le pedí que entráramos a la habitación para descansar y así fue. Acomodándonos sobre la cama no tardamos mucho en quedarnos dormidas.

Con sutileza bajé de la cama, acomodando la playera que traía cubriendo mi ropa interior. Me retiré continuando el camino al baño.

Después de hacer mis necesidades cepillé mis dientes y remojé un poco mi cara, hacía bastante calor. Al volver a la cama me di cuenta de que Daniela seguía intacta aun en su sueño; alargué mis labios en una sonrisa que se expandió cuando se removió para acomodarse, me parecía muy tierna.

Suspiré pensando en la hora que sería así que volví a levantarme para tomar mi teléfono, pasaban de las diez de la mañana.

Descansé nuevamente el móvil sobre la mesita de noche, yendo esta vez al armario. Cambié el pijama que traía por unos jeans claros y una playera roja, la combiné con mis tenis blancos cepillando por último mi cabello con mis dedos, frente al gran espejo que tenía en mi cambiador.

Con cautela salí de mi habitación emprendiendo camino hacia la planta baja, quería asegurarme de que bajar a desayunar con Daniela era buena idea, porque a decir verdad tenía un mal presentimiento, relacionado directamente con la mujer que esperaba en el comedor a ser atendida.

Su cabello rubio, en compañía de un sombrero sobre su cabeza, un labial rojo y su cara engreída posaron su atención sobre mí. Haciendo caso omiso me adentré a la cocina.

—¡Buenos días señorita Garzón! ¿Le servimos el desayuno? —una empleada me saludó y yo simplemente negué tomando uno de los vasos con jugo de toronja dentro de él, mismo que supuse lo servían para Susei.

Bebiendo un poco más pensé en que debía salir con Daniela de ahí, no me encantaba la idea de presentarla con mi madrastra después de que la castaña supiera el cómo me había tratado la última vez. Incluso yo no lo quería, no la quería ni ver ni hablar con ella, ¿Cómo era que estaba ahí?

Volteé los ojos al pensar en Valentina y la información que me había dado.

—¿Cuándo volvió la señora? —pregunté a Dylan, quién desde la puerta de servicio me miraba.

Aunque mi relación con él era bastante complicada, por el hecho de que a veces yo era muy exigente o grosera, siempre fue uno de los empleados de la preferencia de mi mamá y desde que ella había faltado no dudaba en mostrarse leal a mí, al igual que Roi.

—Hace veinte minutos —respondió cruzándose de brazos, su regreso lo tenía planeado para el día lunes, no sabemos que la trajo con antelación —¿Va a querer que le suba el desayuno? —negué encargándome de terminar el contenido del vaso que tenía frente a mí.

—Saldremos —pronuncié, —Gracias Dy —me puse de pie para dirigirme de nuevo a mi habitación.

—¡Majo! —Cruella pronunció la ridícula forma en la que me había llamado desde siempre.

Me detuve escuchando que me hablaba nuevamente.

—¿Sí? —respondí al girarme en su dirección.

—¿Cómo estás? No te había visto desde el incidente del sábado —fruncí el ceño al verla hablarme como si nada entre las dos hubiera sucedido.

—Y no me volverás a ver hasta que decida volver a venir, cuando no estés —di por terminada aquella conversación subiendo de dos en dos las escaleras.

—No, escúchame —la sentí caminar detrás de mí, aquello hizo queme parara en seco, lo que menos quería es que me siguiera hasta la habitación.

—¿Qué quieres? —la enfrenté poniendo mis reflejos en guardia, por si pensaba volver a atacarme.

—Pedirte una disculpa por nuestra discusión de ese día —primeramente, me sorprendía lo que decía, por lo poco que decía tenía una doble intención en sus palabras.

—No te preocupes, a mi parecer disfrutaste todo lo que dijiste e hiciste —respondí viéndola fingir pesar, era obvio que no sentía en lo absoluto lo sucedido.

—Aunque no lo creas el embarazo me ha hecho reconsiderar todo —suspiré pesadamente al escuchar que pretendía sacar lo de su supuesto embarazo a flote, —A tu hermanito no le gustara que odies a su mami —puse una sonrisa falsa pensando en lo descarada que podía ser al restregarme el hijo falso que decía esperar.

—¿Terminaste? —cuestioné cansada —Tengo mejores cosas por hacer que solo escucharte hablar de tu hijo —el sonido de una puerta abrirse hizo que volteáramos a ver de qué habitación provenía.

Valentina salía con pijama y despeinada, al parecer había decidido no ir a la escuela.

—¿Qué haces aquí Valentina? —Susei no dudo en preguntarle, para después llama su atención por faltar a sus clases.

La mirada de la chica se posó sobre mí, al igual que yo tampoco entendía la presencia de su mamá tan pronto ahí. Ignorando la situación me encamine a mi cuarto, entrando con rapidez y cerrando de la misma forma.

Me recargué sobre la puerta exaltada, parecía que estaba huyendo de alguien en mi propia casa y eso era patético.

—¡Buenos días! —la voz de Daniela a mis espaldas hizo que brincara llevándome una mano a mi pecho, conteniendo la sensación provocada, —¿Todo bien?

—Hola —respondí, —Solo me espantaste —su expresión para ese momento fue confusa haciendo que me riera, tampoco yo estaba explicando mi comportamiento.

—También es lindo despertar y verte —pronunció fingiendo estar indignada, volviéndose en dirección a la cama para buscar su ropa.

—Sí, es lindo verte dormir como conejito —la alcancé abrazándola de espaldas, sujetando con firmeza su abdomen. Al ver que no decía nada hice que se volteara para que quedáramos de frente, permitiéndome ver que había desabrochado la bata rosada.

Cuando me di cuenta de que estaba concentrada en su cuerpo volví la vista a sus ojos, que atentamente me evaluaban.

—¿Te gusta lo que ves? —comentó provocándome, ella sabía de memoria esa respuesta.

—Me encanta —babeé y no literalmente antes de ponerme de puntitas para besarla, —¿Dormiste bien? —asintió sosteniendo mi cintura entre sus manos.

—¿Por qué te espanté? Se suponía que sabías que estaba aquí.

—Sí, pero no pensé que estarías despierta —expliqué sosteniendo ambos lados de la bata para juntarlos y dejar de pensar en las cosas que podría hacerle en ese momento.

—Bueno, perdón por no pedirte permiso para despertar —su burla comenzó a inundar la habitación haciéndome reír con ella.

—Eres una exagerada —negué haciendo que se sentara sobre la cama para poder subirme en su regazo y disfrutar del contacto de mis labios sobre su boca, —¿A dónde quieres ir a desayunar? —interferí nuestro beso mirándola a los ojos mientras acomodaba su cabello a los costados de su cabeza.

Pensó por un momento su respuesta, sin contestar aun volvió a besarme recostándose sobre la cama, haciéndome quedar sobre ella.

—¿Podemos traer el desayuno a la cama? —inquirió sosteniendo mi cuerpo por debajo de la playera que había decidido usar.

El contacto de sus manos con mi piel hizo que me estremeciera, sensación que se expandió por todo mi cuerpo, hasta que llamaron a la puerta.

—¡Ponché! No terminamos de hablar —después de escuchar aquello el semblante de Daniela cambio considerablemente, al igual que el mío, —Quiero que me escuches y arreglemos las cosas, hija —suspire fuerte antes de bajarme de la castaña e incorporarme.

—¿Puedes esperar un segundo? —la observé asentir decidiendo ir hacia la puerta.

Con mala cara abrí y salí en seguida, encontrándome con la prometida de mi papá al otro lado.

—¿Crees que podríamos esta tarde comer para hablar de nuestras diferencias? —confundida exprese mi punto de vista con respecto a su actitud, dejándole en claro que yo no tenía nada de qué hablar con ella, —Yo sé que me equivoque y la forma en que te trate ese día no fue la adecuada.

—¡¿Te parece?! —grité, —¿Ya se te olvidó todo lo que me dijiste? —viéndola con la intención de decir algo más la silencie de nuevo —Fue todo, quédate con todo lo que mi papá pueda darte, y a mi déjame en paz —con determinación, me di media vuelta para digitar el pin que abría la puerta de la habitación y entrar en ella.

Enfadada por la existencia de Susei caminé hacía el centro de la recamara, Daniela ya no estaba por ahí, así que deduje se encontraba en el baño.

Con pereza me acomode en el sillón colgante de la esquina de la pieza con una pierna doblada y la otra al ras del suelo, para observar ese paisaje de Bel Air que tanto me gustaba.

—¿Estás bien? —Daniela se volvió a hacer presente y sin voltear a verla asentí, ¿Realmente estaba bien?

Calmando mis pensamientos, me impulse con mi pie que había quedado en el suelo para columpiarme.

—Era Cruella —comencé a explicar en la misma posición, —Se supone que regresaría hasta el lunes y no sé qué hace aquí —me quedé en silencio observando de reojo a Daniela, quién se había acercado en silenció para recargarse en uno de los ventanales sin apartar su vista de mí, ya se había puesto la ropa que usaba el día anterior, —No que pretende, pero me pidió disculpas por el cómo se portó conmigo, disculpas que no creo un carajo, además de que actúa como si fuera una buena madrastra, —giré mi cabeza en su dirección, —Volvió a mencionar lo del hijo falso.

La vi suspirar con intenciones de dirigirse a mí, deteniendo el sillón para que ella pudiera ocupar el lado vació, se sentó posando la vista hacia enfrente, estaba procesando lo escuchado.

Platicamos al respecto por un largo rato, escucharla me hacía tanto bien. Siempre lo decía, pero ella era la única que podía calmar mi pony interior; tenerla me reconfortaba, me hacía lo suficientemente feliz y eso me bastaba.

-

Después de, al menos una hora mencionó que se moría de hambre provocándome ternura, casi era medio día, a penas llegaríamos para la hora del almuerzo. Comunicándome con Roi le pedí que llevara la Jeep hacia el recibidor de la casa para poder salir en ella.

Cuidadosas bajamos por el acceso de la terraza y caminamos hasta donde el chofer nos esperaba, quitándole las llaves y entregándoselas a Daniela me monté en el lado del copiloto. Mirando hacia el interior de la residencia sentí como el vehículo avanzaba, quitándome es peso de encima porque Susei se encontrara con Daniela.

No las quería presentar, no quería que se encontraran por ningún motivo, y eso era algo que le había dejado claro a la mujer que conducía hacia el exterior de la propiedad. Me inquietaba que Meredith pudiera hacer algo para sabotearnos, definitivamente no correría el riesgo.

Con tranquilidad revisé el interior del pequeño bolso que había cargado conmigo antes de salir asegurándome que las tarjetas y el dinero en efectivo se encontraran ahí; restándole importancia lo guardé en la guantera que dividía los dos asientos delanteros y observé a Daniela concentrada por las calles de la prestigiada zona.

—¿Ya decidiste qué almorzaremos? —con entusiasmo movió su cabeza de arriba hacia abajo.

—Ojalá sonrieras por mí, tanto como sonríes al saber que por fin vas a comer —formé un puchero sintiendo como estiraba su mano para sostener la mía.

—Eres tan boba —negó soltando dos segundos el volante para acomodar un manojo de cabello que se había ido a su rostro, —¿Esta noche vienes conmigo a Neptuno? —cuestionó tomando una calle que se me hizo familiar, mucho para mi agrado.

—¿A dónde comeremos? —interrumpí el tema de ir a Neptuno viendo a lo lejos el restaurante de comida mexicana que solía frecuentar con Pau antes de que la conociera.

Mexicanito, ¿Has venido? —preguntó aparcando en un cajón del pequeño estacionamiento de aquel establecimiento, —La comida mexicana que sirven aquí es muy buena —asentí cuidadosa mirándola desabrochar su cinturón, dispuesta a salir.

La puerta que estaba a mi costado se abrió y con ayuda de Daniela mis pies pisaron el suelo, no estaba segura de entrar a comer ahí, no luego de recordar la última vez que había venido.

Sujetando su mano caminamos por el estacionamiento hasta la entrada del lugar, como era de esperarse, Carolina seguía recibiendo a los comensales. Al verme una sonrisa muy amplia se asomó en su rostro, haciéndome la ciega y sosteniendo con fuerza la mano de Daniela llegamos hasta ella.

—¡Buenas tardes! —saludó efusiva sin dejar de mirarme.

Con la mano que tenía libre rasque ligeramente mi cuello, esperando que Daniela no notara esa situación.

—¿La mesa de siempre? —aquella pregunta la dirigió directamente a mí dejándome helada, Solo a mí me sucedían estas cosas.

—Sí, gracias —respondí en medio de un suspiro desinteresado.

—¿Vienes muy seguido? —cuestionó Daniela después de que la hostess nos pidió que la siguiéramos.

—Antes —sonreí nerviosa llegando a la mesa en la que solía sentarme con Pau, esa que tenía la vista perfecta hacia el anuncio gigante de "Hollywood".

—¿Qué les sirvo para empezar? —la chica preguntó hacia nosotras, sosteniendo su característica tableta electrónica en manos.

—Agua, por favor —anunció Daniela sosteniendo la carta entre sus manos.

—¿Y a ti, Poché? —me llamó por mi apodo ganándose la atención de mi acompañante.

—También agua, con gas —la ignoré alcanzando la mano de Daniela, quien me sujetó con la misma inquietud que yo al inicio.

—En un segundo les llegan —volvió a sonreír descansando el iPad sobre la mesa, —¿Y Paulina por qué no te acompaña ahora? —fue imprudente logrando malhumorar a Daniela.

—¿No tienes que trabajar? —preguntó discreta, amenazándola con la mirada.

—Claro —sonrió tomando de nuevo su herramienta de trabajo antes de irse de nuestra vista.

—¿De dónde la conoces? —dijo entrelazando sus dedos con los míos haciéndome recordar la noche que había pasado con ella y el beso que le robé la última vez que había desayunado en ese sitio.

—Pasé con ella una noche —confesé sabiendo tenía que ser sincera, además ella lo había preguntado, —Solo se quedó en eso —volteando los ojos soltó mi mano para masajear su sien.

—Aquí tienen sus bebidas —de nuevo fuimos interrumpidas por la chica, —¿Qué se les preparará de comer? —preguntó al poner cada uno de los vasos con agua en ellos frente a nosotros.

Podía sentir los ojos de Carolina clavados en mí, y no podía reaccionar ante eso más que el sentimiento de incomodidad que me había generado el hecho de saber que Daniela quería almorzar ahí.

—¿Te traigo lo que siempre comes, Poché? —cuestionó antes de escuchar que Daniela hacía para atrás la silla en la que estaba sentada.

—Lo único que vas a traer será un paño para limpiar esto —finalizada su frase sujetó el vaso que había puesto a su disposición para vaciarlo sobre la camarera haciendo que llevara una de mis manos a mi boca del asombro causado por su comportamiento.  

-

mrsintensa

(Gracias por leer esta historia, hoy llegamos a 200k vistas, son lo máximo 💛)

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