Maldición Willburn © ✔️ (M #1)

Bởi ZelaBrambille

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En las calles se cuenta una leyenda: Rowdy Willburn no sabe querer porque ya no tiene corazón, es una maldici... Xem Thêm

Maldición Willburn
Prefacio
🎲 TOMO I | La caída 🎲
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06 (pt 1)
Capítulo 06 (pt2)
Capítulo 07
Capítulo 08 (pt1)
Capítulo 08 (pt2)
Capítulo 09
Capítulo 10 (pt1)
Capítulo 10 (pt2)
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14 (pt1)
Capítulo 14 (pt2)
Capítulo 15
Capítulo 16
Extra | Regina y Tyler
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Extra | Rowdy y Giselle
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
🎲 TOMO II | El ascenso 🎲
Capítulo 29
Capítulo 30
Extra | Kealsey y Omar
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48 (pt1)
Capítulo 48 (pt2)
Capítulo 49 (pt1)
Capítulo 49 (pt2)
Capítulo 50 final
Epílogo I
Epílogo II
| P L A Y L I S T |

Capítulo 20

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Bởi ZelaBrambille



Después de manejar durante veinte minutos, entramos a un terreno, el vigilante saluda a Row con un asentimiento y abre la reja. El maneja unos diez minutos más siguiendo un camino, a lo lejos distingo colores brillantes, el panorama se aclara conforme nos acercamos. Es un pastizal... No, no sé qué es. Hay césped y un sembradío de flores de color amarillo, parece un mar que se extiende hasta el horizonte, no logro distinguir dónde termina. Lo que sí alcanzo a ver es una construcción en la lejanía, parece una casa, pero no estoy segura.

No se detiene, continúa por el camino empedrado hasta que nos acercamos a la casa, la cual es enorme y de color blanco, en uno de los costados hay un sauce llorón. No sé qué es más bonito, si las flores o el hermoso árbol.

Se estaciona frente a la casa que, aunque es simple y sencilla, se ve elegante. Él desciende y espera a que lo siga. No interrumpimos el majestuoso paisaje, se sienta en una banca que se encuentra debajo de la sombra del árbol, no la había visto, quizá por la copa suave del sauce que cae por los lados. Este lugar tiene una vista privilegiada.

—¿En dónde estamos? —pregunto.

—Mi padre le regaló este sitio a mamá porque ama las flores y su color favorito es el amarillo.

—Dijiste que están divorciados.

—Ya, pero él quiere reconquistarla. —Se ríe—. Ella nunca viene, yo me encargo de cuidarlo.

Me dejo caer a su lado, inmediatamente me envuelve, me hundo en su costado y me da un jaloncito. Su brazo está alrededor de mi cintura, luego se inclina hacia mí y pasa su mano libre por todo mi abdomen, así que él está por todas partes.

Me concentro en lo que nos rodea para no pensar en cómo se acelera mi corazón al tenerlo tan cerca. El cielo es brillante el día de hoy, de un azul celeste y con nubes que parecen algodón, a pesar del sol, hay brisa fresca. Hay mariposas volando por todas partes, seguramente hay abejas en alguna parte.

Es como un cuento.

—¿Por qué tu madre nunca viene si es tan hermoso?

—Por papá. Cuando era niño pasamos por... —Hace una pausa—. Algo que nos rompió como familia, fue muy difícil. Él no pudo soportarlo y se fue, ella lo necesitaba. Tienen una buena relación, creo que son amigos o algo así, pero lo ha rechazado miles de veces, no venir es una forma de decirle que no volverán a estar juntos, según sus propias palabras. De todas formas, él sigue mandándole flores todos los lunes y la lleva de vacaciones por su cumpleaños.

No sé si es mi imaginación, pero creo que escucho un tinte de nostalgia en su voz, no me atrevo a preguntarle si le gustaría que estuvieran juntos, aunque supongo que sí, por el brillo de sus ojos al hablar de ello.

—Qué romántico.

—Lo es. —Él está sonriendo.

—Este lugar parece encantado.

—Vengo de vez en cuando, sobre todo cuando quiero apartarme del mundo y pensar.

Las diferencias entre nosotros me golpean como un tren. Viene a este hermoso lugar cuando quiere escapar, también iba al lago, sitios hermosos, llenos de luz y color, repletos de vida. Cuando yo quiero escapar voy al cementerio o me escondo en un bar maloliente hasta emborracharme y conseguir un polvo con cualquier persona. Vida y muerte, Eros y Thanatos, las diferencias son irrisorias.

De pronto, siento que debo marcharme y alejarme de él lo más rápido posible, no es justo lo que estoy haciendo, no quiero arrastrarlo al otro lado, al lugar donde las nubes son tan espesas que no entran los rayos de luz.

Tal vez se da cuenta, su cabeza desciende, me roba un beso húmedo que hace flaquear mis decisiones. Sus dedos se mueven en mi abdomen, toca por encima de la ropa, este vestido es demasiado delgado, así que siento que se incendia mi piel. El suspiro tembloroso que se me escapa le roba una sonrisa. Se echa hacia atrás y cepilla su cabello.

Desvío la vista hacia las alturas, necesitando con urgencia aislarme.

—Este cielo es muy bonito —susurro y me quedo absorta mirándolo, podría pasar horas con la vista fija en algo que muy pocas veces he visto, yo solo conozco los cielos nublados.

Me quedo un buen rato así, hasta que un sonido me saca de la ensoñación y me hace girar la cabeza, Row tiene el celular muy cerca de mi rostro. Le sonríe a la pantalla antes de mostrármela. Soy yo mirando a la nada, una rendija de luz ilumina parte de mi cara, mi cabello y mis pecas resaltan.

—Eres como una galleta con chispas de chocolate.

Me invade una carcajada, él toma otra foto. Se levanta y me ofrece su mano, entrecruza sus dedos con los míos y me da un jaloncito para ayudarme a ponerme de pie.

—Ven acá.

Me pide que me acerque a las flores, me conduce con su mano en mi espalda baja hasta que llegamos a la orilla. Acomodo el vestido antes de tenderme en el césped, solo porque no sé qué otra cosa hacer. No puedo evitar sentirme un poco incómoda al principio, pero sus miradas traviesas y sonrisitas logran relajarme, es como si dijera: «eh, tranquila, que soy yo», y no sé si la familiaridad que siento debería asustarme porque se siente como si lo conociera desde siempre, como si compartiéramos algo que no puedo entender. Al mirarlo a los ojos se siente como si no hubiera secretos entre los dos, y me hace confiar.

Toma unas cuantas fotografías, yo cierro los ojos de vez en cuando porque el sol me pega en la cara. Se mueve por todas partes y yo me quedo ahí, obedeciendo cuando hace una solicitud.

—No te muevas —pide. Toma varias fotografías. Cuando abro los párpados alcanzo a ver los aleteos de una mariposa que se marcha—. Estaba en tu cabello.

La sonrisa que esboza llega hasta sus ojos. Se ve joven, feliz y despreocupado, su expresión hasta tiene un tinte infantil que enternece mis sentidos.

Acto seguido, Row se deja caer a mi lado, se acuesta de costado y me oculta del sol, aunque las nubes se han acumulado sobre nosotros. Sus piernas se enredan con las mías, agarra mi muslo y lo pone alrededor de su cadera. Termino más cerca de lo que estaba, con su mano colándose en el interior de mi vestido, aprieta mi muslo, pero no va más allá.

—¿Haces mucho ejercicio? —cuestiona.

—Antes sí, practicaba diferentes disciplinas, ahora voy al gimnasio o a correr cuando tengo tiempo.

Me aprieta, luego acaricia mi piel hacia abajo, por toda la pantorrilla hasta llegar a mi tobillo. Me asusta que mi cuerpo reaccione a ese toque tan inofensivo. Sin embargo, se siente tan bien estar entre sus brazos que no me muevo, me quedo quieta, disfrutando de cómo sus dedos palpan los músculos de mi pierna.

—Se nota —murmura—. ¿Dónde aprendiste defensa personal?

—¿Cómo sabes que tomé clases de defensa personal?

—Es eso o eres una luchadora.

Bufo, él se carcajea.

—Tomé muchas clases cuando era adolescente.

Espero que me pregunte por qué una adolescente estaría interesada en esa clase de cosas, pero no lo hace, a pesar de que por un momento deseo que lo haga.

—¿Tienes algún otro talento escondido?

—Karate, soy cinta negra. Practiqué fútbol, atletismo y básquetbol, mi habitación está llena de trofeos y medallas.

—Mierda, caperucita, eso es genial, eres una máquina. —dice—. Tal vez podamos jugar fútbol tú y yo un día de estos. Por cierto, se me ocurre que podemos correr juntos en las mañanas, así practicamos tus movimientos de autodefensa para que estés preparada cuando llegue el día.

Afirmo moviendo la cabeza.

—Eso me parece bien.

—También podré ver tu cuerpo sexy muy sudoroso. —Alza una ceja con coquetería.

Mis comisuras tiemblan, su mirada baja a mis labios y el brillo de sus ojos se convierte en humo, tal como cada vez que quiere besarme.

Y lo hace.

Se adueña de mi boca, de mi lengua y de mi aliento hasta que mi respiración tiembla y mis labios se calientan tanto que creo que explotarán. Se separa y deja un beso en la punta de mi nariz. Deshace el abrazo y me ayuda a levantarme.

—Vamos a la casa.

El interior es justo como lo imaginé, minimalista, algo impersonal, pues no hay fotografías ni nada que le otorgue el aire de un hogar, pero es muy bonito.

Row no se detiene, me arrastra a un ancho sofá y, para mi sorpresa, se acuesta sin soltar mi mano. Lo observo desde arriba, su comisura tiembla cuando alza una ceja y me pide con su índice que me acerque.

Con el corazón martilleando dentro de mi pecho voy a su encuentro, no me siento en sus muslos, me acuesto arriba de él, mis piernas quedan entre las suyas. Tengo que apoyarme en su pecho para poder verlo. Tiene las manos detrás de su cabeza y me analiza con atención, yo tampoco le quito la vista de encima. Nos quedamos un buen rato así, sin decir nada, solo contemplándonos. Podría quedarme así por siempre, en mi pecho se adentra una calma que no había sentido nunca. ¿Es posible que la persona que hace que se acelere mi respiración también me transmita tranquilidad?

Una de sus manos sale de su escondite y busca mi rostro, lucho con las ganas de ladear la cabeza para refugiar mi mejilla en su palma. Trago saliva. Su pulgar acaricia los puntitos de mis pómulos. Mi pecho se calienta cuando su dedo baja y recorre el contorno de mis labios.

—No puedes ser real, Giselle —susurra y sus ojos se levantan para clavarse en los míos—. Eres lo más bonito que he visto.

No pestañea ni una sola vez y la emoción que me ataca es tal que debo desviar la vista. Dejo caer la cabeza en su pecho y abrazo su cuello. La mano que antes me tocaba se sumerge en mi cabello y acaricia mi nuca, mis hombros.

—Eso probablemente ha sido lo más lindo que me han dicho —digo sintiendo un nudo en mi garganta.

Eso y lo de los abrazos, quizá haga una lista a partir de ahora, tal vez esos son los cumplidos que debo poner en los post-it, pues si otra persona lo cree, quizá es porque es real.

—Imposible, seguro algún enamorado te ha hecho cumplidos.

Pero no significan nada, no me hacen temblar, tampoco me emocionan ni hacen que me duela el corazón al mismo tiempo.

—¿Tienes muchos enamorados?

Su pregunta me hace sonreír, dibujo formas en su pecho.

—Depende.

—¿De qué?

—De mi ánimo.

Suelta un resoplido entre dientes.

—¿Cómo es eso? —pregunta.

—Si tengo ganas de tener un enamorado voy y lo busco, pero nunca se quedan.

—¿Por qué?

—Porque los mando a la mierda. —Hago una pausa—. ¿Tú tienes muchas enamoradas?

—No en este momento.

—¿No?

—No, estoy contigo, no me interesa nadie más.

Alzo la cabeza y me arrastro sobre su cuerpo para que mi cara quede frente a la suya, mi cabello nos cubre a los dos. Apoyo los brazos en el descansabrazos, sus manos me rodean y abarcan mi cadera.

—¿Eso es verdad?

—Sí, y agradecería que no vieras a otros hasta que decidamos dejarlo, me siento un poco posesivo, por si no te has dado cuenta.

Le sonrío de lado y desciendo para darle un beso que rápidamente se convierte en algo caliente y húmedo.

—Bien —susurro.

Sus hombros se relajan y sus brazos me rodean con más fuerza. ¿Estaba nervioso por decirme esto?

Nos besamos durante lo que creo es una eternidad, a veces profundo y otras con tanta ternura y suavidad como las caricias cándidas que imparte en mi cintura y la curva de mi cadera. Row siempre busca mi labio inferior para saciarse con él succionándolo o dándole mordiscos, mientras mis dedos se enredan en su cabello.

Un rato después vuelvo a la postura inicial y me recuesto sobre su pecho sin dejar de mover mis dedos sobre él, su mano se queda quieta, pasa el tiempo y no vuelve a acariciarme ni a decir nada, así que le doy un vistazo y me encuentro con que se ha quedado dormido.

Recorro sus facciones y sonrío. No luce como el hombre apasionado e intenso en el que se convierte cada vez que estamos solos, parece tan sereno.

Las lágrimas se precipitan en mis ojos, tengo que parpadear para no llorar, me regaño mentalmente por la repentina euforia que se adueña de mí. No sé lo que está pasando conmigo ni por qué me siento así, solo sé que mi corazón se acelera al verlo o cuando dice cosas que me hacen creer que puedo ser normal. ¿Y si realmente puedo serlo? ¿Y si realmente puedo superar la mierda? ¿Y si la única enemiga que tengo soy yo misma por no intentarlo?

Lo nuestro tarde o temprano va a terminar, pero por alguna razón confío en que seguiremos en la vida del otro, que seremos amigos de verdad. Y solo entonces, tal vez... Quizá pueda contarle.

Respiro hondo para tranquilizarme y paso mis dedos por su barbilla.

Espero no estar cometiendo un error.

Un timbre se escucha y yo busco por todas partes qué es lo que está timbrando, Row se queja, cuando vuelve a sonar se talla los ojos y me sonríe antes de obtener su celular del bolsillo de su pantalón.

—¿Qué ocurre? —pregunta a la persona al otro lado de la línea—. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Él está bien?

Se escucha preocupado, así que me levanto y le doy espacio. Se pone de pie como un resorte, los hombros le tiemblan con lo que creo es rabia. Escucha atentamente, asintiendo como si pudieran verlo, y luego gruñe un «voy para allá».

—Hay que irnos —dice tan pronto cuelga—. Hirieron a Mateo.

—¿Qué? —suelto, impactada.

—Sí.

Su ánimo se oscurece en un abrir y cerrar de ojos. No vuelve a abrir la boca, ni siquiera cuando estamos en la camioneta, el ambiente se vuelve pesado, así que decido no decir nada. Quiero preguntarle si Mateo está bien, lo conozco desde hace muy poco tiempo, pero me agrada y no quiero que le pase nada malo, parece un gran chico.

Me quedo en silencio porque puedo sentir su enojo zumbando por todas partes. De reojo veo que aprieta los dientes en más de una ocasión, también al volante. Acelera cada vez que el semáforo cambia y esquiva los autos con una rapidez que me pone de los nervios.

Cuando llegamos se baja de la camioneta sin esperarme. Me apresuro a seguirlo. Están todos reunidos en medio de la sala, menos Mateo.

—Está bien, ya te lo dije, Will —dice Keals.

—¿Eran del barrio?

—No lo sabemos —responde Tyler, encogiéndose de hombros—. Nunca los había visto. Si no hubiéramos estado ahí quién sabe qué le habrían hecho a esa pobre chica.

—¿Dónde está ella?

—Con su familia, la llevamos a su casa.

—¿Y Mateo?

—En su habitación, drogado, mientras Suzanna atiende su herida.

Row asiente y mira por encima de su hombro hacia mí, me hace una señal con su barbilla para que vaya con él. Me relajo y con timidez, pues de pronto todas las miradas están sobre mí, sigo sus pasos por el pasillo. Nunca he ido más allá de la habitación de Row o la de Keals. Al fondo hay una puerta abierta, las luces están encendidas y una risotada, que creo que es de Regina, resuena. También escucho la voz de una mujer que no logro identificar.

Mateo está tendido en la cama, una señora se levanta, tiene una sonrisa en la cara y lo mira con diversión, Regina también lo observa como si fuera la cosa más graciosa del mundo, y no lo entiendo, alguien lo ha atacado, no comprendo qué les causa gracia hasta que nos ve y abre la boca.

—¡Tengo un hoyo, amigote!

Row ríe entre dientes.

Mateo me mira y sus párpados se abren con asombro.

Wow, ¿de dónde sacaste a Jessica Rabbit? —le pregunta a Row, verdaderamente intrigado.

—No soporta la sangre, siempre me pide medicamento, además de la anestesia local, él se vuelve muy gracioso —explica Suzanna, ahora noto que tiene uniforme de enfermera—. Afortunadamente fue superficial.

—¿Qué le pasó?

Es Row quien me contesta.

—Unos tipos atacaron a una chica en un callejón, Tyler y Mateo llegaron y los muy hijos de puta escaparon luego de darle un cuchillazo. Al parecer el padre de ella les debe dinero.

—Yo tengo que retirarme —dice Suzanna—. Ya saben que pueden llamarme si pasa algo.

Row la conduce a la salida, así que en la habitación nos quedamos Mateo —quien observa el techo como si estuviera viendo lo más asombroso del mundo—, Regina y yo.

—Estoy volando, Jessica Rabbit, ¿ya viste los elefantes en el techo?

—¿De qué color son? —cuestiono.

—Verdes.

Una capa de sudor se acumula en su frente. Salgo de la habitación y corro al bañito, los demás están reunidos cerca de la puerta, ninguno me presta atención. Entro al baño y agarro una toalla, la mojo y exprimo, regreso a la habitación y me acerco a Mateo sin titubear para colocar la toalla en su frente. Él me sonríe mostrando todos sus dientes y mira hacia todas las direcciones.

—¿Dónde está el conejo? —pregunta.

—¿Qué conejo?

—El conejo con el que follas, no intentes engañarme, Jessica Rabbit.

Regina y yo nos carcajeamos a todo pulmón, él frunce el ceño sin comprender la razón de nuestras carcajadas. No me reconoce, es muy chistoso.

—Estás hasta el culo —digo—. Soy Giselle, amiga de Ushio, ¿recuerdas?

Se queda perdido en sus pensamientos y entrecierra los ojos como si se estuviera esforzando por recordar. Sus ojos brillan un segundo después.

—La geisha, sí. Fuimos por un helado, es muy bonita.

Sonríe bobaliconamente.

Sus palabras me dejan impactada, no tenía idea de que Ushio y Mateo tuvieran citas a escondidas. De todas formas, me alegra que Ushio no esté triste en su casa pensando en Rome, si alguien puede levantarle el ánimo es este chico.

—¿Por un helado?

Quito la toalla y le doy la vuelta.

Él no me contesta, a pesar de que va a hacerlo, porque varias personas entran en la habitación y lo distraen. Al alzar la vista me encuentro con los ojos de Row, quien mira mi mano, a Mateo y luego vuelve a mis ojos. No dice nada, se da la vuelta y se acerca a un armario junto a los otros chicos.

Mi boca se abre por el asombro cuando sacan pistolas del interior de una caja fuerte. Joder. ¿Qué demonios? Era en serio lo de las pistolitas. Le pasan una a Kealsey, ella la revisa, descarga, vuelve a cargar y la cuelga entre su cadera y su pantalón. Los demás hacen lo mismo. Todo ocurre muy rápido, no sé qué carajos van a hacer, pero se ven decididos.

—¿Qué van a hacer? —chilla Regina.

—Vamos a cortar cabezas, cariño —responde Tyler.

Nadie nota el mote cariñoso, pero los ojos de Regina resplandecen al escucharlo. Esbozo una sonrisa, son muy lindos, ¡y yo que pensaba que no estaba interesado en ella! Todos salen del cuarto una vez que terminan de preparar las armas, excepto Row, quien espera a que se marchen para acercarse a mí dando zancadas largas. Creo que va a detenerse, sin embargo, me estampa en la pared y me besa de una forma que hace que mis rodillas tiemblen. Se echa hacia atrás y me mira con intensidad.

—No necesitas limpiarlo, no es un jodido bebé —murmura frente a mis labios—. No te vayas.

Es lo último que dice antes de largarse.

Me quedo pegada a la pared, buscando sostén y recuperando la respiración que me ha arrebatado.

—Will es muy caliente —dice Regina abanicándose, se acerca a la cama y se arroja a un lado de Mateo, quien se ha quedado profundamente dormido con la boca abierta.

—¿Qué está pasando entre Tyler y tú? No creas que no me he dado cuenta de las miraditas y del jugueteo.

Me da una mirada pícara y suspira.

—Nos besamos. —Muerde su labio—. Nos besamos todo el maldito tiempo.

—¿Kealsey lo sabe?

—No, todavía no se lo digo, aunque Tyler me dijo que hablará con ella y que, una vez que yo esté segura de lo nuestro, hablará con papá.

—Así que va en serio...

—Pues no le creía, la verdad... —Hace un puchero—. Pero luego hizo cosas y bueno... No puedo resistirme cuando se trata de Tyler, además, me dio la cadena.

—¿Qué cadena?

—Los miembros de Blacked tienen una, es una costumbre que tenían los padres de Kealsey y Omar, le dan una cadena a cada miembro y este solo puede dársela a una persona, a aquella que sea especial para ellos.

—¿Es algo así como marcar territorio? Porque si es así deberías de arrojársela a la cara o metérsela por el cu...

—¡No! —exclama—. No es eso, es más personal. El antiguo lema de la hermandad decía que no había nada más importante que esta y sus compañeros. La cadena es como una excepción, se la dan a alguien que consideren especial, no necesariamente tiene que ser una pareja, solo alguien que les importe tanto que, aunque no sea parte de la hermandad, siempre será una parte de ellos. ¿Me explico? Solamente se da una vez. Es una costumbre tonta, lo sé.

Bufa.

—No, no, es algo lindo, supongo.

—Kealsey se la dio a Omar y Omar a ella.

—¿Ellos qué son exactamente?

—Fueron novios, tenían una relación muy tormentosa porque los dos tienen temperamentos parecidos, terminaron y días después Omar trajo a dos fulanas y se acostó con ellas mientras estaba borracho.

Me llevo la palma a la boca para guardar el jadeo.

—¿Frente a Keals?

—Sí, ella estaba en la casa cuando se las folló y escuchó todo. Al día siguiente, cuando despertó y se dio cuenta, empezó a llorar y a pedirle que lo perdonara. Kealsey lo perdonó, pero no volvió con él. Ellos habían terminado, pero ese día se cruzó una línea

—Kealsey lo quiere —afirmo.

—Sí, pero a veces el amor duele.

Sus palabras me llegan porque son muy ciertas.

Minutos después decidimos esperar a la hermandad en la sala. Creo que Regina es una buena chica, madura e inteligente, se ve como alguien que sabe lo que quiere.

Se escucha escándalo afuera, el motor de un auto al apagarse y muchos pasos y voces. Cuando la hermandad entra a la casa, mis ojos caen en Row. Me pongo de pie y, antes de poder controlarme o de pensar lo que estoy haciendo, camino hacia él y me cuelgo de su cuello. Me recibe con una sonrisita y no demora en abrazarme.

—¿Estás bien? —le pregunto con un dejo de preocupación.

—Todo bien , esos hijos de puta fueron a cobrarle al señor, solicitó un préstamo para pagar unas medicinas, y se metió con la gente equivocada.

—¿Los encontraron?

—Sí —responde Angel esta vez. Respiro profundo y lo miro por encima de mi hombro. Él no me está mirando, su vista está fija en los brazos de Row alrededor de mi cintura—. Pero se escaparon en cuanto nos vieron.

—Pero tenemos el número de sus placas, mañana nos pondremos con ello. —Esta vez el que habla es Omar—. Vamos a enseñarles modales a esos hijos de perra.

Kealsey y los demás se despiden, arrastran los pies y van directo a la habitación de Mateo. Noto que Regina no va con Keals, sigue a Tyler, van a otra alcoba, él cierra la puerta una vez que los dos están adentro.

—¿Te vas a quedar esta noche? —pregunta Row ya que estamos solos.

—No lo creo.

Él no se ve muy feliz con mi respuesta, hace una mueca y niega con la cabeza.

—Es peligroso salir en este momento.

—Row, tengo una casa, ¿sabes? No puedo solo dormir un montón de días en otro lugar.

—Quiero cuidarte. —La seguridad con la que lo dice me acelera el pulso. Su nariz se mueve contra la mía.

—Yo puedo cuidarme sola —murmuro.

—Lo sé, pero no quiero que te pase nada y acaban de lastimar a Mateo, ellos iban a abusar de esa chica, los perseguimos hasta que escaparon, puede ser que estén cerca, esperando que alguien salga y si te ven... —Hace una pausa y traga saliva—. Por favor.

La preocupación en sus ojos me derriba, me deja sin aire.

—D-de acuerdo. —Aclaro mi garganta porque de pronto me siento torpe y me cuesta encontrar mi voz—. Haré una llamada.

Él deja un beso en la punta de mi nariz antes de soltarme y darme espacio, se reúne con la hermandad en la habitación de Mateo, de la que ahora salen carcajadas. Me quedo parada en la sala con el corazón martilleando y una sensación desconocida revoloteando en mi estómago.

Busco el número de papá, él me contesta de inmediato.

—Hola, cariño, ¿estás bien? —pregunta e, inmediatamente, me carcome la culpa por no comunicarme con ellos antes.

—Sí, estoy con unos amigos —digo—. Lamento no llamar, pero...

—No te preocupes, cielo —responde—. Lo que importa es que estés contenta. ¿Estás segura de que no está pasando nada malo? Sabes que estoy aquí para ti, sin importar lo que suceda, puedes decirme cualquier cosa.

Agacho la cabeza con vergüenza, mi padre es tan comprensivo que duele. Él es el único que no me empuja, que va a mi ritmo, cuando era adolescente me ayudó muchísimo y fue el primero al que le mostré lo que me atormentaba, lo poco que recordaba de mi pasado.

Sé que está preocupado por el tono de su voz, pero él jamás me obligará a hablar, jamás me pedirá explicaciones porque entiende que a veces solo... Quiero estar sola y no hablar con nadie.

—No estoy drogándome —le digo—. Solo estoy con unos amigos, son buenas personas, así que tampoco te preocupes por eso. Conocí a alguien que me agrada.

Hay silencio del otro lado, temo que haya colgado, pero papá toma una respiración profunda antes de hablar.

—¿Alguien que te agrada?

—Un chico, estoy con él.

Mi padre gime con lo que creo es frustración.

—Voy a ignorar que dijiste eso para no ponerme en modo sobreprotector, dile a ese chico que tenga cuidado con mi pequeña o va a conocerme muy enojado.

Una risita se me escapa.

—Me quedaré aquí hoy, pero iré a casa en la mañana.

—Cuídate mucho, Elle, y llámame si necesitas algo. —Asiento, luego me doy cuenta de que no me está mirando—. Te amo, hija.

Él espera a que le responda como cada vez que lo dice. A mí me entra un pánico terrible, se me cierra la garganta y nunca sé qué decir, a pesar de que lo amo con toda mi alma,

—Hasta mañana, papá.



Esa noche, después de que todos se despiden de Mateo, a quien ya se le ha pasado el efecto del medicamento, se encierran en sus habitaciones. Sigo a Row a la suya, él me da una sonrisita al tiempo que se saca la camiseta y me da una buena probada de los músculos de su abdomen que se flexionan.

Me doy la vuelta y me acerco a la cama antes de que se percate de que no puedo despegar los ojos de su cuerpo. Me quito el vestido y lo doblo para dejarlo en la mesita de noche, tengo que regresarle a Keals toda la ropa que me ha prestado. Acomodo los calzoncillos que se pegan a mi piel y me giro.

Willburn me está observando, alza una ceja y sonríe de lado. Se acerca dando pasos cortos, luce peligroso. Ya se quitó la ropa, solo trae el bóxer, pero no puedo ver más allá de sus ojos, los cuales me escanean.

Se detiene a escasos pasos de distancia, levanta las manos, solo entonces me fijo en la camiseta de algodón. La tomo y me apresuro a ponérmela, tiene un estampado inspirado en The Beatles. Row no se mueve, así que tengo que esquivarlo para poder tirarme al colchón.

Le doy la espalda, siento que se acuesta a mi lado.

No me han contado mucho, pero pude escuchar algunas cosas. Al parecer Mateo y Tyler salieron de trabajar y venían a la casa, pasaron por el callejón y escucharon lamentos. Se acercaron y vieron cómo dos tipos acorralaban a una chica, quien no paraba de llorar y de pedirles que no le hicieran daño.

No lo pensaron dos veces, se lanzaron hacia ellos, pero iban desarmados, aun así, Mateo y Tyler se defendieron con golpes. Uno de los agresores hirió a Mateo para poder escapar, no los alcanzaron, a pesar de que Ty los persiguió durante un buen rato. La chica estaba en shock, solo pudo pronunciar su dirección. El padre de ella les contó lo de la deuda y que estaba bajo amenaza.

La hermandad prometió vigilar la casa hasta que dieran con los sujetos.

—Lo que hacen es muy bueno, Row, si no hubieran estado ahí quién sabe qué le habrían hecho a esa chica.

Mi corazón se comprime al pensar en lo peor. Esos hijos de puta que se aprovechan de otros, que se atreven a dañar a personas inocentes de la peor manera posible, merecen ser castigados hasta que se les grabe en la cabeza que no deben tocar a una mujer o a un hombre sin su consentimiento.

En esto no puedo ser empática, no puedo ser comprensiva con alguien que se atreve a abusar de otro. No me importa si han sufrido o si están trastornados o si no pueden controlarlo, no tenemos la culpa.

Un escalofrío me cubre, afortunadamente se desliza y une su pecho a mi espalda, me abraza desde atrás y refugia la barbilla en la cima de mi cabeza.

—¿Tú vas a vigilar? —pregunto.

—No, Ty se encargará, supongo que Mateo lo acompañará, a él nada lo detiene, ni siquiera un hoyo, es como el conejito de las baterías.

—¿Puedes decirme más sobre el plan al que me invitó Keals? —No me responde de inmediato, me alarma su silencio—. No tienes que decírmelo, solo tengo curiosidad, no es por lo que Angel dice, yo...

Su risotada me interrumpe.

—No pienso eso, caperucita. —Me abraza más fuerte—. Nosotros lo único que tenemos que hacer es investigar, es una persona influyente en Hartford, así que la policía no quiere llegar y no encontrar nada.

—¿Pero no sería estúpido guardar droga en un lugar donde habrá mucha gente?

—Buscaremos cualquier cosa que nos alarme, lo que quiere Keals es que revisemos la planta superior, ahí está el despacho. Todo está planeado, unos estarán en el edificio de enfrente, otros en la planta baja, tenemos infiltrados en la casa y en el catering, nos acompañarán algunos agentes de la policía por si las cosas se ponen feas.

Asiento.

—No tienes que hacerlo —dice.

—Lo haré, lo haremos juntos, ¿no?

—Así es —ronronea—. Juntos.


* * *

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