ibiza ; albocío

By breakofgay

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Alba, una madre soltera, huye a la isla de Ibiza a la vez que Rocío va con su familia de vacaciones. Ambas co... More

Introducción
Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Epílogo

Capítulo 2

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By breakofgay

Nerea se mueve sin parar y juega con su sirenita de juguete mientras Rocío intenta ponerle el bañador.

-¿Tana? -pregunta la bebé cada poco. Rocío suspira con pesadez.

-Aitana está con su mami, cariño.

-Quero jubá.

-Otro día vamos a jugar con Aitana, ¿vale? Ahora vamos a bajar a la piscina con papá. -Eso si el señorito se digna a mirar otra cosa que no sea la pantalla, piensa con cierta amargura.

Han llegado a Ibiza esa mañana, han hecho el papeleo correspondiente para pagar su estancia en el hotel, han subido a la habitación para deshacer las maletas y han almorzado en el buffet junto a la piscina. Y, en todo ese tiempo, Nerea ha sido casi la única de los dos rubios que le ha dirigido la palabra.

La frialdad de su marido no es nada nuevo, y eso es lo que más le molesta a Rocío. Hace ya más de un año que se siente cada día más lejana a él. La idea de unas vacaciones fue suya, por irónico que parezca ahora, pues ni ha levantado apenas la vista del ordenador ni ha encontrado esa desconexión que, según él, Ibiza le concedería.

Cuando termina de vestir a Nerea, vuelve la cabeza hacia él. Su marido ni se percata hasta que ella, tras un suspiro, le pregunta:

-¿Bajamos a la piscina?

-¡Pisina! -aplaude Nerea. Su padre las mira con cara sorprendida, como si se acabara de dar cuenta de su presencia en la habitación, hasta que cambia a su expresión inescrutable de siempre.

-No, yo me quedo -dice sin mucho interés antes de volver a mirar la pantalla de su portátil.

Los orificios de la nariz de Rocío se hinchan de rabia. Aprieta los puños y trata de contenerse.

-Muy bien. -Mira a su hija y le da la mano-. Quieres ver a Aitana, ¿no?

-¡Tana! -asiente la niña con ilusión.

-Pues cambio de planes. -Cambio del que su marido no parece ni percatarse hasta que Rocío coge su bolso y la mano de su hija, se dirige con ella hacia la puerta y le vuelve a dirigir la palabra-: No sé por qué has pedido vacaciones, si te entretiene más la compañía del trabajo.

Antes de que pueda replicar, Rocío arrastra a Nerea fuera de la habitación y cierra la puerta tras ellas. Hace tiempo que tiene sospechas. Se pregunta si Miguel la conoce lo suficiente como para pensar que es tonta y que no se ha dado cuenta de que la época en que empezó a volver más tarde de su aburrido trabajo coincide con la época en la que empezó a desentenderse de su vida familiar. Si por algo Rocío es tonta es por no haberle preguntado directamente por el tema, aunque sabe cuál sería su respuesta, y también sabe que le dolería demasiado que lo delatara el lenguaje no verbal.

Sin pararse a pensar que la rabia le está haciendo caminar más rápido de lo que las cortas piernas de su hija pueden permitirse, se saca el teléfono móvil del bolsillo y marca el número de Alba.

-¿Sí? -A los dos pitidos, la voz suave de la pelirrosa aparece por el auricular. Solo en ese momento, Rocío siente vergüenza y se da cuenta de lo impulsiva que ha sido al llamarla tan pronto.

-Hola. Hola, soy... Soy Rocío. La del avión.

Suspira con disimulo. Ahora es demasiado tarde para echarse atrás y buscar una solución más viable como la adulta que se supone que es.

-Hola, Rocío. -Casi puede imaginarse su sonrisa amable-. ¿Qué tal has llegado?

-Bien, bien. ¿Y tú? -Se muerde el labio. No quiere irse por las ramas.

-Pues...

-¿Qué te parece que me lo cuentes en persona? Nerea y yo tenemos la tarde libre... y no ha parado de preguntar por Aitana.

-Qué mona -ríe Alba-. La mía está igual... Pero ¿no estás cansada como para quedar ahora? Habrás tenido que madrugar.

-No -asegura Rocío, sabiendo que su cansancio no se solucionará en la habitación del hotel-. Estoy bien. ¿A ti te viene mal?

-No, no... Justo iba a levantar a Aitana de la siesta para merendar. Dile a Nerea que llevo las galletas -añade con una risita. Por primera vez en toda la mañana, Rocío sonríe.

-No hace falta, ¿eh?

-Que sí, que a las niñas les gustan. ¿Por dónde está tu hotel? Le pido a mi amigo que nos lleve y buscamos un parque por ahí cerca, ¿vale?

▽▽▽

-Toma. Pero para compartir, ¿eh? -advierte Alba, abriendo mucho los ojos, antes de darle el tupper de galletas a su hija.

Rocío la mira con una media sonrisa, admirando en silencio la buena mano que tiene con las niñas. Si Alba estuviera en su situación, Nerea nunca quedaría desatendida por sus propios padres... Sacude la cabeza avergonzada al recordar que la pelirrosa es una bruja de agua y puede oír lo que piensa en cualquier momento.

-Sí -murmura Aitana, distraída, mirando más a Rocío que a su propia madre. Al ver la dirección que siguen los ojos de su hija, Alba la mira también y sonríe, divertida.

Rocío le sonríe a la niña con dulzura y apoya la barbilla en su mano. Señala con un gesto de las cejas al parterre que tienen delante, donde empieza a crecer una pequeña flor a velocidad sobrenatural. Aitana mira la flor con asombro y, cuando termina de abrirse, Rocío la arranca y se la pone en el pelo a la morena. La niña se sonroja y la mira, metiéndose la mano en la boca.

-¡Tana! -la llama Nerea desde el tobogán.

-Anda, tira -la insta Alba en un susurro, moviéndose en el asiento con incomodidad. Una vez Aitana se reúne con Nerea, Rocío mira a la madre de la primera.

-Son niñas. No hay nadie en la clase de Nerea que no crea que la magia existe. Y ningún adulto les creería si lo contaran.

-Ya, bueno. -Alba carraspea y se atreve a mirarla de nuevo, aunque la sonrisa que le sale con las niñas ha desaparecido-. Madera, entonces, ¿no?

-Ajá. -Apoya el brazo en el respaldo del banco y se recoloca para mirarla de frente-. ¿Puedo preguntarte por qué te persigue el Consejo? Si estoy delante de una delincuente, creo que debería tener más miedo yo que tú.

Alba suspira, y Rocío reconoce en ese gesto el cansancio al que ella misma está acostumbrada.

-Puedes preguntármelo, pero prefiero no responder. No aún, al menos. No soy ninguna criminal, siento que no puedas leerme la mente para comprobarlo. Tendrás que conformarte con mi palabra.

-Está bien. -Rocío frunce los labios, comprendiendo que no le queda más remedio. Aunque le gustaría que no fuese así, ahora mismo prefiere estar con una posible delincuente que con su marido.

-Pero nos podemos preguntar otras cosas. Por ejemplo, ¿de dónde eres? ¿De Alicante?

El ceño de Rocío se relaja ante la inocencia de la pregunta.

-De Benissa, en realidad, pero me mudé a la capital por el trabajo. ¿Y tú? ¿De la ciudad? -Alba asiente con una sonrisa suave-. Es curioso que nunca nos hayamos visto.

La madre de Aitana ahoga una risa sarcástica.

-No tanto, en realidad.

-¿Qué quieres decir?

-La tuya es una familia de rubios bien vestidos que huelen a perfume caro. Tú eres abogada y tu marido venía enfrascado en su portátil de Apple durante el vuelo. Seguramente tengas a Nerea en un colegio privado. -Rocío cambia de posición, incómoda al ver que todas las suposiciones de Alba sobre su familia son ciertas-. Yo solo tengo un sueldo para mantenernos a Aitana y a mí, no me he podido permitir meterla en una guardería y en septiembre entrará en sabe Dios qué tipo de colegio a convivir por primera vez a diario con una clase de niños de su edad. Nuestras vidas son diferentes, Rocío.

-Me sorprende que te acuerdes de que soy abogada -es todo lo que es capaz de mascullar. Alba se encoge de hombros.

-Fue un alivio que no trabajaras para el Consejo.

Rocío la señala.

-Eso. En eso no somos tan diferentes, ¿no? ¿Cómo supiste que eras...?

¿Una bruja?, completa Alba en la cabeza de Rocío. La rubia se sobresalta por la sorpresa, pero asiente.

-Cuando me enfadé con Jaime... el amigo con el que me estoy quedando aquí en Ibiza -aclara-, de pequeña. Él tenía un vaso de agua en la mano y la calenté tanto que el cristal estalló. Nos pegamos un buen susto... Mi madre vino corriendo a buscarme y me lo explicó, ella también es bruja. Tenía diez años, así que me lo tomé con un mínimo de madurez y lo llevé en secreto. ¿Y tú?

-Lo que he hecho antes con tu hija lo hice durante toda la infancia. Suerte que mis padres nunca me vieron, porque mis compañeros sí... de hecho, me pedían que lo hiciera en los recreos. Un día me vio una profesora y tuve suerte de que fuera justo esa. Nunca me había dado clase, solo la conocía de vista. Me arrastró de la mano a un pasillo vacío y yo pensé que me iba a echar la bronca. En parte, lo hizo, pero también me explicó por qué hacía lo que hacía. Durante años fue la única bruja que conocía, aparte de mí... hasta que llegó Miguel.

Alba alza las cejas.

-Tu marido -intuye. Rocío asiente.

-Él es de metal. Desde que supimos que teníamos un secreto en común, nos unimos mucho. Y al final, pues... ya ves. -Estira la mano para mostrarle el anillo, pero pronto la deja caer con desgana. Alba asiente.

-Lo que son las casualidades, ¿eh?

Rocío suspira y mira a las niñas, que han dejado las galletas a un lado y ahora juegan en los columpios. Todo el mundo le dice que Nerea se parece a ella, pero para Rocío, su niña es la viva imagen de su padre. Mira también a Aitana. La forma de su nariz, como de perrito, se parece a la de su madre. Sin embargo, no encuentra muchas más semejanzas. Aitana es más morena y sus ojos son pardos, a diferencia del marrón oscuro de los de su madre. Vuelve a mirar a Alba.

-¿Sería muy indiscreto preguntarte...?

-¿...cómo tuve a Aitana? -Alba esboza una sonrisa de lado-. Un poco, sí. Pero tampoco serías la primera que me lo pregunta.

Rocío enrojece.

-Perdona.

-No te preocupes. Es normal, supongo.

No dice nada más, y Rocío entiende que no lo hará. Tal vez ya se ha inmiscuido bastante en su vida, o tal vez es ella la única que siente ese extraño impulso de hablarle de su vida e indagar sobre la suya.

Termina carraspeando y consulta su reloj de muñeca. Son las seis de la tarde. En el hotel, los turistas extranjeros ya estarán pensando en bajar a cenar.

-¿Quieres venir al hotel un rato? -pregunta con una efusividad que sorprende a Alba-. Es que Nerea tiene el bañador puesto y quería bajar a la piscina, pero al final no lo hicimos... y dentro de poco empezarán a recoger las hamacas. Si entras conmigo, no se darán cuenta de que no eres de ahí.

Alba le sonríe, agradecida.

-Muchas gracias... pero nosotras no vinimos preparadas. Otro día, no lo descarto, pero hoy es mejor que no. Tengo que pasar tiempo con Jaime, que apenas lo he visto en todo el día y me está acogiendo.

-Claro -asiente Rocío-. Lo entiendo.

-Anda, llévate a la peque a la piscina. -Se levanta del banco y se estira la tela del pantalón corto-. ¡Aitana!

La pequeña la mira durante un par de segundos antes de volver a su juego con Nerea. Rocío ríe entre dientes, aún sentada en el banco.

-Para ellas, ahora empieza ese espacio de tiempo desde que mamá dice que nos vamos hasta que nos vamos de verdad. Todas hemos sido niñas. -Se levanta también y se cuelga el bolso al hombro-. Llámame para lo que necesites.

-Lo de antes no te lo he dicho para darte pena, ¿eh? -advierte la pelirrosa con tono serio. Rocío niega.

-Es igual. Si me quieres contar por qué eres una criminal o si te sobran galletas, ya sabes cuál es mi número. -Alba suelta una pequeña risita, y Rocío piensa en cuándo fue la última vez que alguien se rio de uno de sus chistes... o, sin más, la última vez que hizo uno-. Según lo que pinta, no parece que vaya a pasar mucho tiempo en el hotel. Y las niñas se lo pasan bien, así que...

-Vale, anda. Gracias, Rocío. -Le sonríe y vuelve a mirar a las niñas-. ¡Aitana, nos vamos!

-¡No! -exclama la morena.

-Queremos jubar -reclama esta vez Nerea.

-Para poder jugar otro día con Aitana nos tenemos que ir -explica Rocío-. Anda, dile adiós.

Finalmente, las niñas se despiden a regañadientes, y las adultas también se dicen adiós, asegurando que mantendrán el contacto por teléfono. Cuando ya han dejado a Alba y Aitana atrás, Rocío se agacha y se dirige a una enfurruñada Nerea:

-¿Vamos a la piscina un ratito?

Nerea descruza los brazos y empieza a dar saltitos, asintiendo con ilusión. Y Rocío no puede evitar pensar que ojalá bastara una piscina para curar todas las penas.

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