No Soy Para Ti - Michaeng G!P

By KimSon96

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Mina, una máster en negocios, está acostumbrada a tener todo y a todos bajo su control junto a su socia y mej... More

Piso 12
Mirar, Torcer y Abrir
La rarita
Las chicas como tu
Casso
El verdadero problema
¿Tu cuarto o el mio?
El camion de helado.
No soy tu protectora.
No darle importancia a Son.
Los suegr?s.
La bella princesa y la princesa derrotada.
Mi aveztrucito.
Que se ponga el saco a quien le quede.
La vibora y el mito.
Proteccion.
De paso.
5 muertes + 5 errores= 1 arrepentimiento
Semaforizacion.
Tres citas y un desplante.
¿Primera cita?
La precidenta
Llego la pizza.
Te amo
¡DING!
La Farmacéutica
La caja azul de terciopelo
La hacienda.
Hasta aqui llegamos.
Una llega y otra se va.
La cuenta esta empatada
Sonidos de dolor, sonidos de alivio.
Temas pendientes.
¿El ultimo regaño?
Las castañas se divierten mas.
Wiwi.
Por fin.
Uuu... uuu
La verdadera razon.
Adios a la ballena.
Ray
¿Coco o llena?
Todos los caminos conducen a la fiesta
Que sea lo que Dios quiera
La ultima caricia.
Libreta de calificaciones.
C + M = x
Familia que crecen.
A pocos pasos.
Futuro.
El solo de Chae.
El solo de Chae 2.
El solo de Chae 3.
Anuncio!!
Espero lo lean.
Anuncio Nuevo

Nayeon.

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By KimSon96

En el convento.

— ¿A dónde estamos yendo? ¿Por qué no estamos siguiendo a Son? —preguntaba Mina a medida que ella y la hermana Spencer caminaba por los largos pasillos del lugar. Si hubiera sido por ella, ya hubiera salido corriendo tras la pequeña, pero la monja que la acompañaba iba a un ritmo muy tranquilo. Mina nunca habían dejado que el regalo y la famosa caja azul salieran de sus brazos.

La hermana Spencer la miró y le sonrió.

—Tranquila, hija —la calmó—. Estamos en eso, Chae ya debe haber llegado al lugar que te estoy llevando —aclaró.

— ¿Qué es exactamente este lugar? ¿Un convento o un hogar de niños? —preguntó la castaña, estaba desesperada por respuestas.

—Bueno, funcionan los dos perfectamente. Cuidar niños es una parte de la obra benéfica que hacemos desde el convento —explicó la hermana.

— ¿Cuidar? ¿Qué quiere decir con eso? ¿Sólo están aquí por un tiempo? —la empresaria quería adentrarse en el tema.

—Pues la mayora tiene familia, aunque debido a que los padres no pueden encargarse permanentemente de ellos, nosotras los alojamos por un tiempo hasta que la situación cambie —explicó—. Mientras tanto, todos los fines de semana cada niño vuelve con su familia. Luego nosotras nos encargamos de su educación y cuidado entre semana, como una especie de escuela hogar —impresionó a Mina esto último—. Hay otros que aunque tienen familia, no la ven tan seguido y otros que son huérfanos y viven con nosotras —agregó—. Como es el caso de la mayoría de chicos que viste hoy y como fue el caso de Chae —ante esta información, Mina se detuvo en seco.

—Son es... es. Quiero decir, ¿no tiene padres? —preguntó, sorprendida.

La hermana Spencer miró a Mina con cautela y negó con su cabeza ante esta pregunta.

—Creo que es mejor que sigamos caminando —tomó el brazo de la castaña para darle un empujoncito.

Mina solo la miró y siguió caminando junto a ella, había entendido que la mujer no quería tocar ese tema, pero eso no impedía que pudiera averiguar otras cosas.

—Entonces... ¿Chae estuvo acá? —volvía el interrogatorio.

La mujer, sin dejar su sonrisa, asintió.

—Desde los catorce años más o menos —comentó—. Se escapó varias veces —recordó—, pero al final siempre volvía, y mi hermana y yo la pudimos convencer de que se quedara —dijo.

— ¿Su hermana es monja también? —no tenía nada que ver con el interrogatorio inicial, pero quería sacarse la duda.

Sorprendentemente, la hermana Spencer largó una carcajada.

 —Perdona, es que... Alex no es monja... para nada —explicó a medida que se iban acercando a una puerta de madera—. ¿Por qué no entramos mejor? —le señaló la entrada.

 La monja abrió la puerta y dejó pasar a Mina. La castaña no avanzó mucho, se quedó mirando la enorme habitación que tenía enfrente y que estaba llena de camas individuales que estaban una al lado de la otra; estaban separadas por un pequeño espacio. 

Cuando su vista llegó al fondo de la habitación, Mina pudo ver a la pequeña sentada en la última cama mientras acariciaba la espalda de algún chico que estaba metido entre la ropa de cama, Mina no pudo distinguir si era niño o niña. Alrededor de Chae y el pequeño cuerpito había otra monja y una enfermera.

—Nayeon —la hermana le daba una mano a Mina para que entendiera.

— ¿Qué? —aunque la castaña estaba más perdida que nunca.

—La niña que está en la cama junto a Chae —señaló el fondo de la habitación— se llama Nayeon, tiene cuatro años y es la debilidad de Chae —explicó con suma tranquilidad—. Desde que se vieron, se entendieron a la perfección —agregó.

Mina asintió sin sacar la vista del par.

— ¿Nayeon es... como Chae? —preguntó con cautela. No por el hecho de tener miedo sino que ella misma no podía imaginar su vida sin sus padres, sentía dolor por los chicos que crecían sin ellos, sentía dolor por Chae y por la pequeña que estaba junto a ella.

—Bueno, es una situación especial —era la primera vez en el día que Mina veía entristecer a la hermana Spencer—. Nayeon tiene madre y padre, pero ellos no quieren hacerse cargo de ella porque dicen que no pueden tener bajo su cargo a una niña débil como Nayeon —cuando Mina la miró, la monja entendió la pregunta implícita—. No tiene nada grave —la calmó—. Sólo es diabética, del tipo que necesitan su inyección de insulina diaria —siguió.

—Bueno, pero la diabetes es muy común hoy en día, no creo que eso sea una razón para abandonar a una hija —comentó con rabia la castaña.

—Veo que Chae elige amigas de buen corazón —comentó la hermana, mirando alegremente a Mina y haciéndola sonrojar. Nunca nadie le había dicho eso—. Pero en estos lugares vemos cosas poco razonables, hija. A veces los adultos actúan egoístamente y no piensan en los niños —le dijo de forma reflexiva.

—Usted dijo que hace tiempo alguien no viene a verla...

—Bueno, sus padres deberían venir por ella los fines de semana. No tienen la custodia de Nayeon, pero aun así solían venir al principio a verla alguno que otro domingo —explicó con pena—. Ella los espera cada fin de semana, pero ya llevan meses sin venir —dijo—. Al menos con las visitas de Chae, Nayeon se olvida, pero con esto de que no se ha dejado poner su insulina es complicado levantarla de la cama.

La conversación tuvo que terminar porque Chae desde su lugar les hacía señas para que se acercaran.

—Creo que nos necesitan —la hermana agarró el brazo de Mina y lo uso de apoyo para caminar junto a ella.

— ¿Por qué Chae no se la lleva con ella? —preguntó curiosamente, disminuyendo el ritmo para alcanzar a oír la respuesta.

La hermana dudo si contestar o no, pero finalmente lo hizo.

—Lo ha intentado, pero se lo negaron, la situación de Chae es complicada —contestó.

— ¿Complicada? ¿Por qué? —volvió a preguntar rápidamente, pero tuvo que simular silencio porque ya llegaban junto a las otras.

En cuanto llegaron a la cama, Mina pudo ver una cabellera castaña que sobresalía, se alarmó cuando sintió que alguien le sacaba la caja azul de sus manos y se tranquilizó cuando vio que era Chae.

—Aquí tiene —la pequeña le dio la caja a la enfermera—. Es lo mejor que hay en las farmacias —le explicó para después volver a arrodillarse al costado de la cama.

Mina tachó un misterio de su lista y a su vez se sorprendió de la seguridad de Chae al dirigirse a alguien, al igual que en su estudio tenía una seguridad de la cual Mina no tenía el placer de conocer personalmente.

—Vamos, Bunny, deja que te pongan el medicamento, por favor —le pidió a la pequeña. Todas las presentes pudieron ver la negación de la cabeza de la niña.

—Por favor... necesito que te pongas bien para que vayamos a jugar con los chicos —mientras Chae insistía, Mina tenía que resistir la tentación de envolver a la baja y a la niña en un gigante abrazo y protegerlas para siempre. Nuevamente la cabecita de la pequeña se agitó de manera negativa.

Chae dejó un beso en la cabecita de la pequeña y se levantó para caminar hacia la hermana Spencer y las otras dos mujeres que estaban ahí. Mina estaba en la cama de al lado sentada y si bien su vista estaba en Nayeon, sus oídos podían escuchar la otra conversación.

— ¿Podemos esperar un tiempo más? —preguntó Chae, preocupada—. Estoy segura de que mañana va a estar mejor —dijo con una seguridad.

—No, Chaeyoung. Lleva mucho tiempo, sería correr un riesgo muy grande —esta vez habló fue la enfermera—. Lo siento, pero la vamos a tener que obligar —dijo la mujer.

Chae emitió un bufido de queja.

—Está bien —aceptó. Todo sea por la salud de Nayeon—. Déjenme a ver cómo lo hago —pidió, volviendo a caminar sobre la cama—. Bunny, me vas a odiar por hacer esto, pero es por tu bien, espero que cuando nos volvamos a ver me hayas perdonado —Mina frunció el ceño cuando escuchó a la baja decirle eso a la niña, no entendía que iba a pasar.

Las acciones de la tatuadora se lo explicaron, Chae suspiró y tiró del edredón para dejar a la pequeña expuesta con su pijama blanco lleno de conejitos. La niña solo miraba a Chae como prestándole atención a sus movimientos y cuando la baja la fue a agarrar, rápidamente Nayeon saltó de la cama y, sentándose en las piernas de Mina, se aferró a su cuello fuertemente.

Mina no supo por qué ni cómo, pero instintivamente puso sus brazos alrededor de Nayeon y la envolvió en un cálido abrazo. Chae y la castaña se miraron y la baja pudo ver el ruego en la mirada de Mina. Los ojos de la castaña le pedían que no le hiciera nada a la pequeña.

—Tengo que hacerlo —le dijo Chae—. Lleva una semana sin insulina, si le pasa algo nunca me lo voy a perdonar —explicó.

—Busca otra forma, por favor —le suplicó Mina.

La coreana suspiró y se sentó frente a ellas. Si no podía con Nayeon, menos iba a poder con ellas dos. Puso su cabeza entre sus manos para buscar ideas y la levantó cuando escuchó la voz de Mina.

—Nayeon —acariciando la espalada de la pequeña, le preguntó—. ¿Te gustan los tatuajes de Chaeyoung? —Wow, el "Son" había desaparecido y bajo la atenta mirada de la coreana y del resto, ambas vieron como la cabeza de Nayeon, que ahora estaba descansando en el hombro de la empresaria mirando a cualquier lado menos a Chae, asentía—. ¿Sabes cuál es mi preferido? —le preguntó usando su voz más suave.

La pequeña sacó su cabeza del hueco de su cuello y, acomodándose en las piernas de Mina, la miró, luego torció su cabeza y entreabrió la boca, Mina no podía creer lo que veía, ella misma se torció para mirar a la coreana por detrás de la niña. No fue raro que la encontrara en la misma posición que Nayeon, atenta a las palabras de Mina.

—Oh Dios —suspiró ante la ternura que la rodeaba, ambas tenían las mismas expresiones.

— ¿Cuál... cuál es tu favolito? —le preguntó la pequeña mientras se restregaba sus ojitos con sus manos.

Mina le agarró suavemente las manos para que no se lastimara y luego le acarició la mejilla, nunca había visto una niña tan bonita como la que tenía en sus piernas.

La pequeña le tocó la nariz a la empresaria para recordarle que esperaba una respuesta.

—Bueno, no los he visto todos —le aclaró y miró a Chae sonrojarse—. Pero me gusta mucho... la rama con pequeñas flores rojas que esta por todo su brazo izquierdo y que, presumo, termina detrás del hombro —miró a la coreana para que lo confirmara, pero se extrañó cuando la chica, a pesar de estar usando una remera de mangas largas, estaba tratando de cubrirse los brazos con lo que podía, la vocecita de Nayeon la sacó de sus pensamientos.

—Mi favolito es Bunny, el conejito —la castaña había escuchado ese mismo nombre salir de la boca de Chae para referirse a la pequeña.

La pequeña se levantó en las piernas de Mina con ayuda de la empresaria y se sentó en sus piernas, pero está vez mirando a una avergonzada Chae. A la coreana no le sentaba para nada bien ser el centro de atención.

—Chae, muéstrale a Bunny —le dijo a la chica, parece que el enojo había quedado olvidado.

La coreana vio una oportunidad y, levantando su cabeza, dijo: —Sólo si dejas que te pongan el medicamento —negoció.

En cuanto escuchó la palabra, la pequeña volvió a darse vuelta y a refugiarse en el cuello de Mina, quien volvió a envolverla con sus brazos y de paso miró con reproche a la coreana.

—Déjamelo a mí —le gesteó con la boca para que entendiera—. Nayeon, ¿a ti te gustaría tener tatuajes como Chaeyoung cuando seas grande? —le preguntó a la niña, logrando que asintiera—. Y sabes que para eso se usan pequeñas agujas, ¿cierto? —siendo amiga de la coreana no podía no saberlo. No estaba equivocada porque la pequeña volvió a confirmar que sabía.

—Chae ha hecho todos nuestros tatuajes —la otra hermana se metía en la conversación y, levantándose, le mostró un pequeño rosario tatuado en la muñeca—. Nayeon la ha visto trabajar —agregó.

La castaña miró de vuelta a la coreana y de vuelta se encontró con una incómoda Chae.

— ¿Tú que te harías? —le preguntó a la pequeña.

Entusiasmada, Nayeon se puso de nuevo en pose Chae y, mirando a la castaña, habló.

—Todo el castillo completo de Barbie, con un montón de caballos alrededor y muchas, pero muchas Barbies. La Barbie moto, la Barbie astronauta, la Barbie doctora, la... todas las Barbies del mundo entero —dijo emocionada, ayudándose con sus brazos

La risa de todas inundó la habitación y, de la vergüenza, Nayeon volvió a su escondite: Mina.

—Wow... vas a ocupar todo tu cuerpo —rio Mina mientras volvía a acariciar a la pequeña—. Chaeyoung —le habló, llamando la atención de la chica y logrando que se pusiera en pose—. ¿Qué es lo principal para que le puedas hacer un tatuaje a Nayeon cuando sea grande? —le preguntó meticulosamente, intentando que entendiera la respuesta que buscaba.

Pero Chae contestó sin pensar.

—Qué esté sana y para eso necesita sus inyecciones —contestó sin dudarlo.

Mina sonrió ante la respuesta.

— ¿Ves, pequeña? Necitas estar sana y más si quieres hacerte todo un castillo. ¿No quieres estar saludable para eso? —le preguntó, sintiendo pequeñas gotitas bajar por su cuello.

Chae también las había visto y rápidamente se sentó al lado de Mina, de manera que pudiera mirar a Nayeon.

—No llores, Bunny, sabes que cada lágrima tuya es un pedacito menos de mi corazón —acarició su cara.

Nayeon se acomodó en el pecho de Mina, pero se puso de costado para poder mirar a Chae.

—No vinieron verme, nunca vienen. ¿Por qué los papás de otros chicos vienen y los míos no? —la pequeña pasaba sus manos tan fuertes por su cara para secarse las lágrimas que Mina la tuvo que frenar y Chae se encargó de la limpieza—. ¿Me abandonaron? —a la empresaria le llamó la atención la inteligencia de la pequeña.

—Mira, Nayeon —la coreana hablaba con conocimiento—. Yo no sé qué piensan tus padres, ni sé por qué no vienen —le dijo—. Pero sí sé que yo nunca lo voy a hacer. También sé que una personita tan maravillosa como tú se merece los mejores padres del mundo y si yo pudiera dar mi vida para que los tengas entonces lo haría —agregó—. Pero tú tienes que estar bien, tienes que comer y jugar, y tomar tus medicamentos y hacerle caso a la hermana Spencer —señaló a la monja—. Porque tienes que mostrarle al mundo lo hermosa que eres, ¿cierto? —preguntó.

— ¿Soy hermosa como ella? —señaló a Mina.

Chae siguió la mano de la pequeña y se sonrojó. Se acercó al oído de la niña y le dijo algo no tan bajo para que las demás pudiesen escuchar.

—Digamos que no, así ella no se siente mal, ¿te parece? —Chae le guiñó un ojo y la pequeña asintió, intentándolo hacer.

—Soy un poquito menos hermosa que ella —dijo Nayeon en voz exageradamente alta haciendo que todas rieran.

— ¿Te vas a dejar poner el medicamento? —le preguntó Chae.

La pequeña se cruzó audazmente de las piernas de Mina a las de Chae.

—Hazlo conmigo —le pidió la pequeña a la coreana muy tiernamente.

La tatuadora se levantó con Nayeon encima y se la dejó a Mina, un acto que hizo que la castaña cerrara los ojos e imaginara un futuro alternativo. Mina frunció el ceño y no perdió de vista a Chae cuando ésta hablaba con la enfermera y las otras dos monjitas. Mina no podía escuchar lo que decían, pero sí vio como la enfermera empezó a preparar varias cosas.

—Bien, ya estoy lista para mi inyección, ¿y tú? —le preguntó a Nayeon y la pequeña asintió.

La castaña iba a dejar a Nayeon en su cama, pero la pequeña la frenó.

—No, no, quédate conmigo y con Chae, te necesitamos —y su cupo de ternura se iba agrandando a tamaños inimaginables.

La enfermera se acercó a Chae primero, remangó la remera de la coreana y la inyectó.

— ¿Qué le...? —una mirada de la tatuadora frenó a Mina de preguntar qué carajo le estaban inyectando. La castaña pudo ver como la boca de la otra chica formaba un silencioso: "vitaminas".

—Dale la mano a Chae —la pequeña insistía en que la castaña tenía que cuidar a la otra chica.

Sin dudarlo, Mina tomó la mano libre de la coreana, quien inmediatamente buscó los ojos de la otra antes de ponerse colorada.

Un rato más tarde.

El panorama estaba mucho mejor después de que Nayeon se había dejado inyectar. Ambas chicas y la pequeña se quedaron en la habitación mientras jugaban con el nuevo castillo de Barbie que venía dentro del regalo misterioso que Mina había traído. Sólo se complicó un poco cuando la hermana Spencer después del quinto pedido de "un rato más" tanto de Chae como de Nayeon, dio por finalizada la visita.

—Cualquier cosa me avisa —ya afuera del convento y en la puerta del camión, Chae pedía que la tuvieran al tanto de Nayeon.

—Por supuesto, hija mía, por supuesto —le aseguró la monja.

Mina ya estaba apoyada en el camión de los helados lista para irse. Tenía demasiadas cosas en las que pensar y necesitaba un buen baño para aclarar su cabeza.

—Chaeyoung, prométeme que no vas a hacer nada en contra de los padres de Nayeon —esa frase llamó la atención de Mina de vuelta.

La coreana miró a Mina nerviosa y guardó silencio mientras agachaba su cabeza.

—Hija mía —la madre superiora puso una mano en el hombro derecho de Chae—. Las cosas no se arreglan así y tú lo sabes —parece que la conocían bastante bien—. Deja que Dios se en...

—Dios no hizo nada cuando mis padres me abandonaron a mí y tampoco lo hizo cuando los padres de Nayeon la dejaron aquí —lo dijo con rabia.

La mujer mayor suspiró.

—Chaeyoung...

— ¡MINA, MINARI...! —Momo y su costumbre de interrumpir en el momento justo. Chae y la hermana se alejaron.

— ¿Qué quieres, Moguri? —contestó resignada, tenía su mente demasiado cansada como para pelear con la chica.

—Mira esto... ¡JEONGYEON, VEN AQUÍ! —le gritó a la niña que había conocido con anterioridad y que estaba embobada viendo los pasos de baile que Sana les enseñaba a los chicos. La niña no le prestó atención a Momo—. Espera un momento —sin bajar los brazos, la japonesa corrió en busca de la pequeña y se la puso en los hombros para bajarla frente a Mina

— ¿Cuál es tu problema, imitación barata y femenina de Jackie Chan? —criticó a Momo.

—Calma tu trasero, pequeña —le devolvió Momo con una sonrisa—. Sólo quiero presentarte a una amiga —le señaló a Mina—. Se llama Mina.

La pequeña giró y miró a Mina de arriba abajo.

— ¿Y qué tiene de especial esta Barbie de los años 80?

Momo rio.

—Nada, solo quería que la vieras para mostrarte a la clase de chicas que yo les pateo el trasero —le dijo a la pequeña con una sonrisa maligna.

—Pues no sé qué trasero patearás porque está —señaló a la empresaria—, no tiene y ahora dejar de molestarme porque la otra Barbie japonesa sí tiene —se dio vuelta al mejor estilo diva.

— ¡OH POR DIO, MOMO, ES TU HIJA! Debe de haber sido aquella vez fuimos a Japón y desapareciste con ese grupo de extraños fumadores —Mina estaba más que sorprendida.

—Lo sé, lo sé. Es genial. Y tan solo tiene seis años. Inteligente como la madre, estoy tan orgullosa de ella —señaló el lugar en donde ahora Jeongyeon peleaba con uno de los niños que le había quitado su lugar en la muestra de Sana.

Momo quiso preguntarle dónde se había metido, pero una coreana furiosa pasó por su lado y se subió al asiento del conductor.

—Será mejor que nos subamos al rarimovil, la rarita está más rara que nunca —le dijo a Mina y se fue a llamar a su otra amiga.

Cuando la castaña se fue a subir al camioncito, un brazo la detuvo, se encontró de golpe con el rostro de la hermana Spencer.

—Cuídala, por favor, no dejes que haga locuras —le pidió.

—Yo... —Mina no sabía que contestar.

Hace dos días se estaba mudando a un departamento con todas las intenciones de echar a la coreana y ahora se supone que tenía que cuidarla, y no solo eso, la castaña sentía necesidad de protegerla. Su cabeza estaba hecha un lio.

La hermana Spencer la interrumpió para dejarle un beso en la frente y bendecirla.

—Gracias por todo —dio media vuelta y giró para entrar junto al resto de los niños al convento. Mina necesitaba esa ducha urgente.

En el viaje de vuelta.

— ¿Se puede saber dónde carajo estamos? —Momo había empezado a ver barrios que no le gustaban para nada y no estaba segura si era el camino que habían tomado a la ida—. Mira este lugar, está lleno de bandas, policías, sirenas... ¿qué carajo es esto? —preguntó, mirando directamente a Chae por un costado de Mina.

—Momo, cálmate —la frenó su socia—. ¿Dónde estamos, Chaeyoung? —preguntó directamente.

Sin embargo, no obtuvo nada. Como durante todo el camino, la coreana se había mantenido en silencio, ni siquiera participo cuando Mina entusiasmada les contaba a sus amigas de Nayeon, ni siquiera para defenderla cuando Momo dijo que: "su hija le patearía el trasero a la mini rarita".

—Escucha, rari, tenemos mucha plata, ¿de acuerdo? Sólo dime cuánto quieres y en dos segundos te la consigo —Momo y sus teorías giradoras de ojos—. Solo para que sepas, el cabello castaño está mejor cotizado que el azabache o el rosa...

— ¡MOMO! Déjalo, por favor. Basta ya con eso. —insistió Mina.

— ¿Qué lo deje? ¿Qué lo deje? Por Dios, Mina, ¿estamos a punto de ser asesinadas por un tigre fuera del zoológico y tú quieres que lo deje? —protestó—. ¿Ves, rari? Ella se merece un palazo en la cabeza primero porque...

No pudo seguir porque la coreana frenó de golpe y de golpe también se bajó. Mina pudo ver una casa de bajo costo con luces encendidas en el frente.

—Chaeyoung, ¿qué demonios vas a hacer? —preguntó la castaña.

—Vuelvan al departamento —le dijo Chae sin mirar, dándole las llaves del camioncito.

—No pienso irme sin ti —se negó Mina.

—Vuelve al departamento —volvió a decir y Mina volvió a negarse a pesar que el ruido de sirenas le dio un escalofrío.

—Minari, hazle caso a la rarita, por favor —el miedo en la voz se le sentía a la japonesa.

Chae supo donde tenía que apuntar, giró y se dirigió a la otra puerta.

—Llévalas de vuelta —le dio las llaves a Momo, que sin dudarlo las aceptó. La coreana caminó hacia la casa.

—No podemos dejarla, Momo —protestó Mina mientras Momo la corría para tomar el lugar del conductor.

—Minari, mira este lugar —frente a ellas ya había varios grupos mirándolas con cariño—. Si no nos vamos, no salimos —con eso dicho, arrancó el motor y apretó el acelerador.

Lo último que vio Mina fue como Chae tiraba el primer golpe a vaya saber quién sea que abrió la puerta de esa casa.

—Tiriririririririr.... Tiririrririri... tirtiririririri —el camioncito se alejó de ese lugar.

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