Salvaje - Nomin

By bxbynana

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Jeno y Jaemin se aman desde muy pequeños, el destino los separa y cada uno sigue su camino. Hasta que se reen... More

Aclaración
Sinopsis.-
Capítulo 1.-
Capítulo 2.-
Capítulo 3.-
Capitulo 4.-
Capitulo 5.-
Capítulo 6.-
Capitulo 7.-
Capitulo 8.-
Capitulo 10.-
Capitulo 11.-
Capítulo 12.-
Capítulo 13.-
Capítulo 14.-
Capítulo 15.-
Capítulo 16.-
Capítulo 17.-
Capítulo 18.-
Capítulo 19.-
Capítulo 20.-
Notita:)

Capitulo 9.-

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By bxbynana

Por la tardanza les traigo dos capítulos seguidos, disfruten♡

°°

Jaemin se acostó pesadamente en su cama luego de haber salido de la ducha. Chenle se acostó a su lado en el más completo silencio. Él se veía enojado, molesto y desde que habían salido de la cocina no le había dicho ni una sola palabra. 

—¿Vas a decirme qué te sucede, nana? —inquirió. 

—No me pasa nada —musitó él. 

En realidad ni el mismo sabía que le pasaba. Pero a decir verdad tenía muchas ganas de golpear a alguien… a alguien llamada Suni. Sacudió la cabeza. Eso era completamente absurdo.

—Es porque el bombón campestre tiene novia, ¿cierto? —preguntó con suma delicadeza, no quería alterar la delicada línea de paz de Jaemin.
 
—¡Pffff! —escupió el castaño —¡Ja! ¿Por qué debería estar así por eso?

Chenle no pudo aguantarse la risa, pero trató. Había tanto sarcasmo en las palabras de su mejor amigo. 

—No lo sé—prosiguió él —Quizás estás un poquitín celoso. 

—¿Celoso? —inquirió y se echó a reír —Ay, lele, no estoy celoso de esa… de esa campesina desubicada.

—¿Campesina desubicada? —inquirió divertido —¿Desde cuando utilizas la palabra 'campesina' para insultar a alguien? 

—Bueno —Jaemin se sonrojó un poco —En realidad no quise decir eso… pero si lo de desubicada. ¿Quién se cree que es para entrar así a mi casa?

—¿La novia del cuidador de este campo y casa? —inquirió con algo de duda. Él lo miró molesto.

—Eso no le da derecho a entrar como si estuviera pancho por su casa.

—Es una muchacha bonita.

—Sí, claro —murmuró entre dientes —Se nota a leguas que es teñida…

—¿Y? —quiso saber su amigo.

—¡Y nada, Chenle, nada! —chilló molesto y escondió el rostro en la almohada.

Chenle se puso boca a bajo y se apoyó sobre sus brazos para observarlo realmente divertido. Era genial verlo celoso… jamás lo había visto de esa manera.

—Vamos, Jaemin, admite que estás muy celoso de que el papacito tengo una novia tan linda...

El castaño sacó el rostro de la almohada y lo miró.

—No, no estoy celoso… No tengo por qué estarlo. Jeno puede tener un millón de novias, no me interesa.

—Mentira —sonrió.

—Además, yo también tengo novio.

—Oh, por favor… no empieces a hablarme de ese imbécil. Y se te nota terriblemente que te mueres por dentro. Tú quieres ser el novio de ese hombre, tú quieres estar con ese hombre. ¡Por dios! Si vieras como sonríes cuando está cerca, simplemente eres otro...

—¡Ya basta, Zhong Chenle!

Él lo miró sin poder creerlo, como si acabara de darle el peor insulto de toda su vida. Se puso de pie y lo miró con cara de pocos amigos.

—¡Cuando aclares tus sentimientos y estés totalmente seguro de lo que te pasa, podrás llamarme! —dijo enojado —Antes no…

Salió de la habitación del castaño dando un firme portazo. Jaemin resopló y volvió a esconder el rostro en la almohada. Quería agarrar y romper algo. No podía entender por qué estaba celoso. Sí, celoso. Muy celoso. Como jamás lo había estado por nadie en su vida. 
Y lo peor de todo aquello era que al parecer Jeno jamás le había hablado de él. Pero ahora que lo pensaba bien él tampoco le había hablado a Renjun sobre Jeno. Todo era demasiado confuso. No quería sentirse más así, no. 

—¿Jaemin?

Él levantó rápidamente la cabeza y en ese mismo instante se puso de pie.

—¿Qué haces en mi habitación? —preguntó nervioso.

El pelinegro estaba allí parado con cara de sueño, un pantalón de dormir y una musculosa blanca que dejaba a la vista los fuertes músculos de sus brazos. Jaemin tragó saliva. 

—Necesitaba hablar contigo —dijo Jeno. 

—¿Sobre qué? —dijo y sacó su vista de él. 

—Sobre lo que pasó en la cocina…

—Nada pasó en la cocina —se apresuró a decir.

—¿No? —inquirió él —Te fuiste así, como si nada…

—De verdad no pasó nada —sentenció el castaño —Y voy a pedirte que por favor te vayas. Ya es tarde… y que la próxima vez golpees antes de entrar. Ya no somos unos niños —él lo miró extrañado —Y que tu novia no vuelva a entrar así…

—Comprendo —asintió él —Y perdón—Jeno caminó hasta la puerta y luego se giró a verlo—Hasta mañana —le dijo.

—Adiós —asintió Jaemin.

Jeno salió de allí. Él se quedó quieto observando la nada, lentamente se sentó en la cama y de repente la culpa lo invadió. No tenía derecho de tratarlo de esa manera. Él solo había ido para hablar. Se acostó en su cama y apagó la luz de la mesita de noche. ¿Qué estaba pasando con él, por dios? No se sentía igual que hacía una semana atrás.
Soltó un suspiro y cerró los ojos. Quizás mañana se le iría todo el mal humor y las ganas de comportarse como un salvaje.

Se despertó peor de lo que se había acostado. Su humor no solo había empeorado, sino que se había despertado sin voz.

—No te aguanto más —le dijo Chenle. Él lo miró indignado.

—Ni yo —le dijo con poca voz mientras ambos bajaban las escaleras para ir a desayunar. 

Desde que se habían encontrado en el pasillo no habían parado de pelear. Chenle al parecer estaba decidido en fastidiarlo. Y él no estaba muy tolerante para eso.

—Te escuchas tan horrible —le aseguró él —¿Sabes por qué estás así?

—Sí, lo sé —aseguró el castaño con aquella horrible voz que le salía.

—Estás así por hacerte la Heidy ayer, por eso.

Jaemin lo miró mal. Pero no pudo decirle nada porque justo llegaron a la sala en donde Dokyun ya estaba sentado leyendo el diario y tomando un café. Cada uno tomó su lugar y comenzaron a desayunar.

—¿Cómo durmieron? —les preguntó Dokyun.

—Ay, yo muy bien—dijo Chenle sonriente —Gracias a dios los mosquitos no entraron a mi cuarto y dormí como un bebé. Pero no sé como habrá dormido el mudito.

—¿Mudito? —inquirió y miró a Jaemin.

—No… no tengo voz —logró decir él.

—Oh, hijo, ¿Qué le pasó a tu voz?

—Quise hacerme el campirano, papi—Chenle imitó a la perfección la voz de Jaemin mientras se acercaba la taza a la boca.

Jaemin se puso rápidamente de pie.

—Eres intratable —le dijo con la poca voz que le quedaba.

Salió rápidamente de allí. Dokyun miró algo confundido a Chenle, este último se encogió de hombros y le dio un mordisco a una tostada.

—¿Qué? —preguntó —Él empezó, lo juro.

Jaemin salió de la casa y a paso rápido comenzó a caminar hacia el establo. Necesitaba despejarse un poco, calmarse. Tenía que controlar su humor, porque sino iba a ser mucho peor. Y él ya no quería estar así.
Entró, pero se detuvo al verlo allí. Jeno giró a verlo, pero al instante volvió la vista a White, que estaba parado frente a él. Le cepillaba el pelaje. 

—Buenos días, joven ¿Se le ofrece algo? —le preguntó sin mirarlo.

El castaño pudo notar el tono de ‘indiferencia’ en sus palabras. Se mordió el labio con algo de fuerza. Quería acercarse a él y pedirle perdón por lo que había pasado anoche.

—Jeno… —logró decir.

Él se giró a verlo y soltó un suspiro para luego dejar las cosas que estaba utilizando para arreglar a White en el piso. Se acercó unos pasos a él.

—Vamos a dejar las cosas claras —le dijo —Creo que usted las dejó bien claras anoche…

—Pero… —él volvía a tratarlo de usted.

—Y va a ser mejor que las cosas se queden como están. Usted es el hijo del jefe, y yo soy su empleado. Va a ser mejor no mezclar más las cosas.

—No, Jeno…

—Ya no somos unos niños —se fue de allí, dejándolo con la palabra en la boca.

Tres días pasaron como si nada. Y para Jaemin, Jeno estaba cada vez más alejado de él. Ahora apenas compartían un 'Buen día'. 
Él lo evitaba a toda costa y Jaemin se sentía cada vez peor. No solo por eso, sino que la culpa le carcomía. 
Su voz había mejorado gracias a Irene. Volvió a darle un sorbo a la asquerosa infusión que la madre de Jeno le había estado dando en los últimos dos días. Ya se había acostumbrado al mal sabor. 
Chenle entró a la cocina y se sentó junto a él. Ya no peleaban, y su mejor amigo le había pedido perdón por haberse comportado como un niño.

—¿Quieres ir a pasear por ahí, Jaemin? —le preguntó.

—No lo sé, lele—suspiró él —No estoy de ánimos. 

La puerta se abrió y Jeno entró. Los saludó por lo bajo y se acercó al fregadero para buscar un poco de agua. Tan pronto como entró, se fue. Y a Jaemin se le encogió el corazón. Odiaba estar así con él. Simplemente lo odiaba.

—¿Sigue enojado? —inquirió Chenle.

—Sí —suspiró él y apoyó su taza sobre la mesa —Odio que esté así…

—Entiéndelo, Jaemin, heriste su orgullo…

—Yo no herí su orgullo —dijo frunciendo el ceño —Solo estaba enojado…

—Celoso —lo corrigió él. Jaemin lo miró entrecerrando los ojos.

—Lo que sea —volvió a hablar —No quiero que esté así conmigo.

—¿Qué te parece si haces algo? No sé, una carta, una fiesta, lo que sea.

—No, esas cosas no sirven con él. Es terco como una mula.

—Entonces quédate sentado y espera a que se le pase el enojo. No creo que esté así por el resto de su vida.

Alguien volvió a entrar a la cocina. Ambos se giraron a verlo.

—Buenos días, Mark—le sonrió el castaño.

—Buenos días a ambos —dijo el rubio y se acercó al refrigerador para sacar un poco de leche.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó Chenle.

—Mucho mejor, por suerte —contestó mientras se servía un poco en un vaso —Ya no siento tanto dolor, y el médico dijo que dentro de poco podré volver a mis actividades normales. 

—Tengo algo para ti —dijo Jaemin.

El rubio frunció el ceño y lo miró extrañado.

—Es una carta de Haechan—murmuró Chenle.

Al instante Mark se acercó a Jaemin y por poco y le arrebató de las manos el sobre blanco. Comenzó a abrirla casi desesperado pero se detuvo al ver que aún estaba en presencia de Jaemin y Chenle. Carraspeó un poco.

—Voy...voy a ir a leerla a otro lado.

—¿Por qué? —preguntó Chenle decepcionado —Queremos saber qué te dice.

—¡Lele! —lo retó el castaño y golpeó levemente su hombro —No es de nuestra incumbencia lo que diga esa carta —miró a Mark—Ve tranquilo, Mark, pero recuerda que todavía no puedes verlo. No después de que su padre vino a buscarlo hasta aquí.

—Lo entiendo —murmuró este sin dejar de mirar la carta.

—Si le quieres responder nos dices y nosotros le alcanzaremos la carta al pequeño.

—¿De verdad? —inquirió sorprendido.

—Sí —sonrió Jaemin—No te lo había dicho pero ahora voy seguido a la casa de Haechan a darle clases de piano —le guiñó un ojo —Empezamos justo ayer, hoy tengo que ir de nuevo. Así que, si quieres que le lleve algo, apúrate.

Salió de la cocina hecho una flecha. Ambos amigos rieron y soltaron un suspiro. Les encantaba hacer de cupidos. Siendo más jóvenes, se encargaban de juntar parejas en la preparatoria y siempre todo salía bien. 

Jaemin volvió a tomar un poco de su café y miró la hora en el reloj. Casi se ahoga al ver que se le había hecho muy tarde. 

—¿Qué pasó? —preguntó Chenle.

—Se me hizo tarde, tengo que irme ya—se puso de pie y acomodó un poco el lío que había quedado —Dile a Mark que mañana le llevaré la carta a Haechan, ahora no tengo nada de tiempo. 

—¿No quieres que te acompañe? —le preguntó él.

Jaemin le dedicó una tierna sonrisa.

—No, lele. Puedes ir a darte ese baño de sales que tanto quieres.

—Odio que me conozcas tanto—aseguró él.

El castaño tomó sus cosas y salió por la puerta de la cocina. Susurrando una vieja canción de cuna llegó hasta las caballerizas. Ingresó y divisó a su caballo blanco. 

—White —lo llamó.

Al instante el animal se giró a verlo y se acercó a él. Con una gran sonrisa el castaño lo acarició y besó su hocico.

—¿Vamos a casa de Estrella?—el caballo relinchó contento. Él rió —A ver al bonito de Apolo, cada día se parece más a ti. 

Se subió a él y le dio la indicación para empezar a galopar. La tarde estaba perfecta para salir a montar. No hacía ni frío, ni calor. Pero un par de nubes se asomaban por el oeste. 
‘Tormenta’, pensó Jaemin.

Si había algo que siempre había odiado eran las tormentas. Le daban miedo. Era raro de explicar, pero era un miedo que le nacía en lo más profundo de su alma. Y cuando era niño las sufría constantemente, ya que en el campo eran bastante comunes. 
Pero siempre había estado él para cuidarlo. Jeno había sido su súper héroe enmascarado, sin máscara claro. Siempre le hacía ver todo del lado bueno, y se quedaba a su lado hasta que los infernales truenos y relámpagos terminaran.
Sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas. Si tan solo él lo escuchara, podrían volver a esa infancia feliz sin ningún problema. Pero Lee Jeno estaba empecinado en no hablarle. ¡Maldito testarudo! Había algo en él que Jaemin quería alcanzar. No sabía qué. Miró su mano y vio el pequeño anillo que él le había regalado el día de su cumpleaños número doce, antes de que se marchara. Sí, aún lo tenía. Guardado claro, pero lo tenía. Y hoy a la mañana lo había buscado entre sus cosas y allí estaba. Ya no le entraba en su dedo medio, pero si en el índice. Tal vez si él le mostraba que también tenía guardado el regalo, lo perdonaría de una vez por todas.

Se detuvo justo frente al establo de Bae. Allí estaban Estrella y el pequeño Apolo. Al instante White se acercó a ellos. 

—Te dejo con tu familia, White. Vendré por ti en dos horas —le dijo. 

Giró con intención de dirigirse a la casa, pero se sobresaltó ante la repentina aparición de un hombre allí. Lo miró bien hasta reconocerlo.

—Hola, Jaemin—sonrió soberbiamente.

Se tensó. Jamás le había gustado tratar con él o con su hermano. Y al parecer las cosas no habían cambiado porque ahora tampoco le gustaba.

—¿Qué tal, Min? —le preguntó solo por amabilidad.

Comenzó a caminar hacia la casa y justo cuando estaba por pasar a su lado, él se puso en su camino impidiéndole el paso. El castaño se tensó aún más.

—Así que, ahora eres profesor de piano de mi hermano.

—Sí, así es —asintió fríamente —Ahora, si eres tan amable de dejarme pasar. Se me hace tarde y Haechan me está esperando. 

Volvió a intentar pasar, pero Min no se movió. Él lo enfrentó con la mirada, no dejándose intimidar. Min era un chico atlético, hasta podría decirse que era algo atractivo. Tenía rasgos endurecidos y su mirada era de un raro color azul. Pero Jaemin no lo encontraba lindo, de ninguna forma en la que lo viera. 

—Tengo una gran duda, Jae…

—Soy Jaemin —lo miró mal —Para ti soy Jaemin.

—Lo siento —sonrió divertido —Mi duda es, ¿Por qué volviste?

—Ese no es asunto tuyo —intentó pasar, pero chocó de nuevo con él. Y si, ya se estaba cansando.

—Estás muy cambiado, Jae.

Él respiró profundamente tratando de estar calmado, pero su paciencia iba a llegar al límite y eso no iba a ser nada bueno. 

—Min, me estás cansando…

Él estiró su mano y le acarició un brazo. Jaemin  retrocedió al instante, mirándolo ya algo perturbado. 

—Vuelvo a repetírtelo, Jaemin. Estás muy cambiado, hasta atractivo. —se acercó un paso a él.

Por instinto el castaño comenzó a retroceder. 

—Si… si te sigues acercando voy a gritar, Min—le advirtió.

Una macabra sonrisa se curvó en su rostro. Y de repente el miedo invadió a Jaemin. Le dio la orden a sus pies de que corrieran, pero estos no obedecieron.

—Un beso no le hace mal a nadie, ya me enteré a que bando le tiras —dijo Min.

Él abrió bien los ojos.

—¡No te me acerques! 

Entonces sus piernas reaccionaron, pero cuando intentó correr él lo tomó de un brazo y lo pegó a su cuerpo. Jaemin comenzó a forcejear con él. Y si, el muy maldito era el doble de tamaño, pero aun así presentaría batalla. Ningún mal nacido iba a propasarse con él, ninguno. 

—Tranquilo —murmuró Min.

—¡Suéltame! —gritó el menor—¡Ayuda!
 
—Nadie va a escucharte, Jae. Todos están muy ocupados hoy —se acercó más a él.

Jaemin echó la cabeza hacia atrás, para impedir que lo besara. Tenía asco, demasiado asco de ese chico y olía a alcohol, lo más seguro era que estuviera borracho. Volvió a forcejear y comenzó a golpearlo en el pecho.

—Por favor, Min, me estás lastimando —le rogó él.

La fuerza que estaba ejerciendo su mano sobre su brazo era demasiada. Y Jaemin comenzó a creer que si seguía en cualquier momento iba a quebrarse.

—¿Qué crees que va a pasar, eh? —preguntó él y su boca tocó su mejilla.

Jaemin cerró los ojos aguantando el miedo. Quiso largarse a llorar allí mismo, odiaba ser tan débil.

—¿Crees que va a venir el imbécil de Jeno en tu ayuda? Cuando éramos niños él siempre estaba a tu alrededor. Pero ahora ya no, Jae, ya no. Puedo hacer contigo lo que quiera, pegarte, lastimarte, e incluso besarte.

Y de repente se alejó de él en un respiro. Jaemin abrió los ojos para ver lo que pasaba. Y allí estaba Jeno. En ese mismo momento le dio un puñetazo a Min en el rostro, haciéndolo caer al suelo. El castaño se llevó una mano a la boca, y solo pudo quedarse allí parado.

Jeno estaba completamente sacado, había estado observando todo, ya que había estado siguiendo a Jaemin. Desde que él había informado que iría todos los días a la casa de Bae, se había comprometido con si mismo a seguirlo para asegurarse de que llegaría bien. Y lo mismo haría con la vuelta. Él sabía, presentía que aquel maldito infeliz sería capaz de una cosa así. 
Se acercó a él y le proporcionó una patada en una de sus costillas.

—¡Tolero que robes nuestro ganado!—le gritó y volvió a golpearlo. Lo tomó de la nuca y lo puso de pie—¡Tolero que intentes quemar nuestras cosechas!—otro golpe más. La furia corría por sus venas, se acercó a él y lo tomó de la ropa acercándolo —Pero no voy a soportar que le toques un pelo a él, ¿Entiendes eso, imbécil? —lo soltó y volvió a golpearlo.

—¡Ya, Jeno, ya basta! —escuchó que Jaemin decía y pronto unos delgados brazos lo rodearon por detrás. La respiración de Jeno salía agitada de su cuerpo, mientras observaba a Min tirado en el suelo, agarrándose el rostro.

—Vamos, Jeno, por favor llévame a casa…

Él giró y su corazón se encogió al ver el miedo en sus ojos. Ese infeliz debería morir por haberle causado aquello, claro que sí. Lo acercó a él y le besó la frente.

—Tranquilo, ya pasó —musitó cerca del nacimiento de sus cabellos.

Jaemin escondió el rostro cerca de su pecho y se quedó allí. Estaba seguro de que no había lugar más seguro que ese.
 
—Por favor, vayámonos de aquí —le pidió.

Asintió y comenzó a caminar sin dejar de abrazarlo.

—¡Eres un maldito infeliz, Jeno!—le gritó Min.

Jeno lo miró sobre su hombro. El bastardo se estaba poniendo de pie. Su nariz sangraba y pronto tendría un ojo morado. 

—¡Vuelve a intentarlo y no saldrás vivo la próxima vez! —le advirtió. 

Sintió que Jaemin se tensaba contra él. Lo abrazó un poco más y volvió la vista al frente mientras se dirigían a su caballo. 
Caminaron en silencio, simplemente abrazados. El menor aún estaba alterado, se notaba por los leves temblores que daba su cuerpo. Jamás había pasado por algo como aquello. Y definitivamente no quería volver a pasarlo.
Entonces comenzó a pensar. ¿En qué momento llegó Jeno para socorrerlo?, debió haber actuado más como el hombre que era. Se alejó un poco de el pelinegro y levantó la mirada. Él miraba fijamente al frente.

—Jeno—lo llamó. Él alzó ambas cejas en forma de pregunta —¿Cómo sabías que yo estaba…?

—Te seguí —contestó simplemente.
Los ojos de Jaemin se abrieron a causa de la sorpresa. ¿Él lo había estado siguiendo?

—Pero, ¿Por qué?

—Desde ayer decidí seguirte. No me parecía seguro que vinieras solo para estas tierras. Ya vez que es bastante peligroso —lo soltó y se subió al caballo.

Le tendió la mano para ayudarlo a montar también. Pero Jaemin no se la dio enseguida.

—Debí ser más valiente y golpearlo…—Se sentía mal consigo mismo— Actuar como hombre, no un debilucho.

—Yo te protegeré siempre—le dijo el mayor.

—¿Me perdonaste, Jeno? —le preguntó. 

Él lo miró fijo. En realidad no estaba enojado, solo confundido. Había decidido alejarse de el castaño para aclarar un poco sus pensamientos. Soltó un suspiro.

—Vamos a casa y hablaremos más tranquilos.

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Si encuentran un error, no duden en decirme:)

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