Luces en el balcón || BenHard...

By cherryeolliee

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"Ahí, entre el suave perfume de las flores y los relatos de Juliette acerca de su primer semana de clases, la... More

Luces en el balcón
Luces en el balcón: El libro
d e d i c a t o r i a
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e p í l o g o
e s p e c i a l
s t o r y b o o k / a g r a d e c i m i e n t o s

t w e n t y e i g h t

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By cherryeolliee

O de las excepciones

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☁️

Sus bocas se separaron apenas dos centímetros y durante unos instantes lo único que escucharon era la respiración del otro acompañado por el retumbar de sus propios corazones; con los ojos cerrados y frente a frente pareciera que ambos hombres buscaban por terminar de aspirar la esencia del otro, por embriagarse de su ser.

Fue un beso pequeño, corto y hasta inocente. Sus movimientos fueron tan tímidos que pudieron confundirse como los intentos de un inexperimentado beso adolescente, pero fue suficiente para ellos y para sus aceleradas almas pues el simple tacto hizo que dentro de sus cuerpos se encendiera una llamarada de emociones.

Ambos abrieron los ojos al mismo tiempo, veían mutuamente sus rostros como queriendo grabar ese momento.

Ahí estaba la piel blanca de Joe, su barba de tres días y sus cortas pestañas; estaban los labios delgados y rosados de Ben que hacía juego con esas mejillas que se coloreaban con facilidad, ese lunar en su lagrimal derecho y esos ojos verdes que miraban con profundidad a los ojos hazel.

Estaba la lluvia, estaba el balcón, estaban las luces.

Y de pronto volvieron a su realidad.

—Estás temblando, Ben —. Fue lo primero que pudo decir Joseph, su voz salió en un susurro provocando un escalofrío en el menor.

—No estoy temblando.

—Estás temblando, incluso tu voz se quebró un poco.

Benjamin entonces se alejó para recargarse en el respaldar del sofá, miró a todos lados menos hacia Mazzello creyéndose incapaz de sostener su mirada. En su mente se produjo una avalancha de múltiples emociones que él no podía procesarlas por completo, sintiéndose agobiado, con las manos frías y acelerado.

—Oye...

—Dios, esto fue bastante rápido —pronunció Ben tallando su rostro con las palmas de sus manos.

—¿Lo fue? —preguntó Joe confundido —. Bueno... si quieres puedo hacerlo lento —tanteó dubitativo.

—¿Qué? —ahora Benjamin le miró sobresaltándose.

—¿Crees que el beso fue muy rápido? Puedo besarte más lento si quieres... o no —propuso el mayor con lentitud.

—¡No!

—¿No? —preguntó tratando de ocultar su desánimo con una sonrisa y una broma —¿Qué? ¿Tan mal beso?

—¡No! Besas bien —respondió con rapidez y Joseph ensanchó una orgullosa sonrisa —. Es solo que... ah, esto fue muy rápido, si, si. Fue rápido. Para mí, para Benjamin...

Gesticulando un completo rostro de confusión, Joseph estiró sus manos tratando de apaciguar la inusual figura nerviosa del chico —Okey, creo que necesitas calmarte y yo necesito saber qué hacer porque es la primera vez que alguien reacciona así luego de besarlo.

—Sí, es eso. Benjamin necesita calmarse —. Se sentó recto y respiró hondo.

Joseph hizo su mayor esfuerzo para no soltar una sonrisa divertida al verlo cambiar de estados de ánimo en tan poco tiempo. Apoyó su codo en su rodilla y dejó descansar su mentón en su mano.

—¿Y de qué necesita Benjamin calmarse?

Jones respiró pesado y Joe mordió su lengua para no reír.

—Del beso, Joe. Lo rápido que pasó el beso —murmuró en un tono de voz que demostraba su desespero; masajeó el puente de su nariz.

Asintiendo, Mazzello relamió sus labios sintiendo una inquietud surgir en su pecho. —Supongo que debo decir ¿lo siento? Perdón... por esto, por lo que pasó —. Se disculpó en un susurro —. Pero tú dijiste que querías que te besara y yo lo hice...

Benjamin giró su rostro y por primera vez después del beso pudo mirarlo a la cara. —Quería besarte —aseguró con su labio inferior temblando un poco —. Pero no se suponía que fuese tan pronto, las cosas pasan tan rápido para mí que aún no lo termino por comprender...

—¿Comprender qué?

Viéndose incapaz de responder, Benjamin desvió la mirada y eso fue suficiente para que Joseph entendiera lo que sucedía. Abrió y cerró la boca sin emitir ningún sonido, se sentó mirando al frente y jugueteó con sus manos nervioso.

—Creo que lo entiendo... ¿es la primera vez que tú...? —Y de reojo pudo ver como Benjamin asentía abrazando con timidez el cojín del sofá. Joseph talló sus propios brazos y agregó con voz suave —Oh... claro, esto es sorpresivo para mí.

—¿Sorpresivo? —preguntó Ben enarcando una ceja.

—Te veías tan seguro cuando me lo pediste que creí que habías besado a otros hombres antes.

El simple recuerdo del beso provocó que el color se subiera a las mejillas de Ben. —¡Lo estaba! Joder, pero si esto fue tú culpa Joseph, ¿cómo le hiciste para que yo sacara esa seguridad? ¿Ves lo que provocas? Apenas y trato de comprender algunas cosas que me pasan y un día después nos besamos, te digo que todo va muy rápido para mí y... y seguramente ahora soy un caos.

—Un caos muy bonito, si me lo permites decir —. Completó en un intento por disipar la tensión y al parecer lo logró pues Ben sonrió de lado y le golpeó la rodilla sin mucha fuerza.

—Toma el tiempo que necesites, Ben —aconsejó en voz queda.

—Necesito tiempo y una cerveza. ¿Tienes alcohol en la cocina?

Joe torció el gesto. —Yo no tengo alcohol en este departamento.

—¿Qué clase de hombre no tiene alcohol en su cocina? —preguntó Ben abriendo sus brazos.

—Bueno, uno que es padre de una niña de siete años —señaló con la mano la habitación de Juliette.

—Realmente necesito alcohol... un cigarrillo y una hamburguesa gigante —murmuró Ben yendo de un lado a otro en el poco espacio libre del balcón.

—En esta casa no hay alcohol, no toleraré el cigarro y lo más cercano a una hamburguesa que puedes tener es que te prepares un sándwich en la cocina —Señaló con su pulgar tras de sí.

Pensándolo un poco, terminó asintiendo —Bueno... puede funcionar.

Benjamin caminó a la cocina con las emociones hechas un nudo, sus manos erraban en cada movimiento y la ansiedad que sentía comenzó a aminorarla comiendo cualquier cosa que encontraba en la alacena. Su cuerpo pedía nicotina y alcohol pero él solo podía ofrecerle galletas con chispas de chocolate y un escueto sándwich con queso manchego.

Se sentó con pesadez en una de las sillas del comedor y practicó esos ejercicios de respiración que su terapeuta le enseñó meses atrás. Le servían ante ataques de pánico y ansiedad pero no sabía que tan efectivos eran para esas cosas.

—¿Quieres que te prepare un té?

Preguntó Joseph sentándose frente a él y Ben dejó de masticar el trozo de sándwich que tenía en la boca. Lentamente, negó.

Okey, que sus respiraciones podían irse al carajo en esos momentos. No funcionaban, estaba comprobado.

—¿Seguro? Te ves... pálido

Y Ben pestañeó confundido mientras terminaba por tragar el trozo de sándwich que estaba en su boca porque estaba segurísimo que la piel de su rostro estaba tan caliente que juraría se encontraba sonrojado.

—Estoy bien.

Aseguró, pero Joe pareció no creerle pues se apoyaba en la mesa con cierta mirada indescifrable que denotaba un chispazo en ella.

—Tú, uhm... ¿gustas? —ofreció Ben y Joe lo rechazó.

Siguió comiendo hasta que terminó los tres sándwich que había preparado y que ni si quiera disfrutó. Su mente divagaba en tantas cosas que la comida fue un vano intento por distraerse. Tamborileó la mesa con sus dedos y observó a Joseph quien acomodaba la vajilla en la cocina.

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? —preguntó Jones.

—¿Disculpa? —Joe se giró con confusión.

Tallando la palma de sus manos en su pantalón, Ben volvió a preguntar. —¿Cómo puedes estar tan tranquilo luego de... eso?

Con una divertida y socarrona sonrisa, Joe se recargó en la encimera de la cocina. —Dilo, di lo que acabamos de hacer.

—Eh... —divagó.

—Ben...

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo luego de... de cruzar nuestras barreras de privacidad?

Joseph bufó y siguió acomodando la vajilla.

—Eso no es lo que acabamos de hacer, Ben.

—Bu-bueno, técnicamente sí.

—¿Técnicamente? —Volteó a verlo con sorpresa —Bueno, tienes razón. Técnicamente cruzamos nuestras barreras de privacidad.

—Sip, así es.

—Nos acercamos más de lo que dos amigos harían...

—Sip, en efecto.

—Y compartimos fluidos bucales, ¡ja! —Enfatizó lanzando una servilleta de tela al aire —Cosa de nada ¿no crees?

Benjamin se atragantó con el agua que estaba tomando, tosió un poco.

—¡No lo llames así!

—¿Qué tiene de malo, Jones? Estoy usando un lenguaje técnico ¿no? ¡Ah! Y una cosa más, no grites o despertarás a la niña —le señaló con el dedo índice y giró para terminar de acomodar la vajilla en su lugar.

—Es un lenguaje técnico un tanto... raro —continuó con un tono de voz más bajo.

—Entonces usa la palabra correcta.

Benjamin abultó las mejillas y torció los labios, Joseph lo miró de costado y no pudo evitar lanzar una involuntaria risa carente de cualquier rastro de burla.

—¿Por qué te ríes? Tú y Gwilym son iguales, se ríen todo el tiempo de mi —masculló recostando su cabeza sobre la mesa.

—A veces eres tan niño... —murmuró sentándose frente a él. Joe, lejos de estar molesto, parecía bastante entretenido con la situación.

—No soy un niño. Tengo casi veintiocho años.

—A veces también se me olvida eso... —respondió de nueva cuenta con una sonrisa divertida.

—Deja de burlarte de mí, Mazzello.

—No es burla, Jones. Solo recordé una cosa que Gwilym dijo de ti; realmente eres bestia para los sentimientos.

Benjamin rodó los ojos al volver a escuchar aquel adjetivo calificativo que tanto lo molestaba.

—No soy bestia. Es solo que a veces se me complica saber lo que siento —. Lo dijo en un intento de convencerlo y convencerse a sí mismo.

—Ósea, una bestia —. Sentenció Joseph con seguridad.

—¡Joe! —Reclamó y el mayor le hizo la seña de silencio recordándole a Juliette. Benjamin volvió a sentarse sin eliminar su rastro de molestia —Pues perdóname por no saber cómo reaccionar a mi primer beso con un hombre.

Lentamente, Joe esbozó una sonrisa de labios sellados ladeando el rostro, sus ojos se iluminaron, todo él se iluminó.

—Ya lo dijiste...

—Eso hicimos, ¿no? nos besamos.

—Sí, Ben. Nos besamos.

Ambos se miraron a los ojos, involuntariamente soltaron una corta y jovial risa.

—De haber sabido que iba a ser el primer hombre al que besabas hubiera hecho algo mejor —dijo Mazzello apoyando sus codos sobre la mesa.

—Sonaste tan pretencioso.

Joseph elevó un hombro. —Tengo experiencia.

Benjamin guardó silencio, luego soltó un poco de aire con un deje de molestia —¿Así que soy uno más de tantos besos?

—¿Qué? ¡No, para nada! No me refiero a eso, Ben. Quiero decir que yo he besado a otros hombres antes porque bueno... cuando me gustó el primer chico yo era un adolescente y... ¿por qué es tan difícil hablarte de esto? Solo quiero que sepas que si lo hice, que si te besé fue porque... porque yo realmente quería hacerlo. Y tal vez te parezca tranquilo ahora pero dentro de mí es como si hubiesen un montón de fuegos artificiales porque ¡puta madre! —Murmuró y Ben sonrió un poco —Hay una gran fiesta porque acabo de besar al hombre que me gusta.

La confesión hizo que Benjamin despegara la mirada de la mesa solo para verlo, una tímida sonrisa de lado apareció en su rostro. —¿De verdad?

—No me suelen gustar los maestros de mi hija, mucho menos suelo besarlos —Respondió con una inusual mezcla de timidez y coquetería.

—Y creo que ya está claro que no me suelen gustar ni mucho menos suelo sentirme atraído por un hombre, ¡ah! Y tampoco suelo besar a los padres de mis alumnos.

Benjamin contestó del mismo modo, con sus mejillas ardiendo y las comisuras de sus labios tirándose hacia arriba con una inevitable sonrisa porque no importa cuántas veces lo dijera, admitir que le gustaba alguien de su mismo sexo no dejaba ser para el algo difícil de procesar.

—Eso me sorprende un poco —. Joseph entornó la mirada cruzándose de brazos.

—¿Desconfías de mí? —preguntó y el hombre frente a él asintió con seguridad —. Pues muy bien hecho. Pero en mi defensa yo dije padres y no madres.

Joe le miró con sorpresa —¡¿Te besaste con una mamá de tu grupo?!

—Bien... eso se escucha muy mal. En mi segunda defensa, —se enderezó tratando de verse serio mientras argumentaba a su favor —yo no sabía que era la mamá de un alumno. En una fiesta conoces a muchas personas y ¡oh sorpresa! La encuentras después en el campo de rugby llevando a su hijo Kevin, quien por cierto es bastante travieso y desobediente, y todo se vuelve un tanto extraño porque la mujer insiste en volver a salir pero tú ya no quieres porque ella es un tanto enfadosa y detestas a su hijo en secreto pero —pestañeó dándose cuenta que estaba divagando —en fin... no es algo que deberías saber ¿o sí?

Joseph se permitió sacar una carcajada que chocó contra las paredes de la cocina, Benjamin lo imitó y de pronto se sintió más ligero. Menos tenso. Más en paz.

Los ejercicios de respiración no ayudaban en estos casos, la juguetona y contagiosa risa de Joseph sí.

—Se cómo te sientes, lo comprendo, Ben —. Dijo Joe después de unos segundos de silencio —Así estaba yo la primera vez. No tienes idea de cuánto tiempo estuve llorando en el auto de papá, así que toma el tiempo que necesites, sé que puede llegar a ser complicado entenderse a uno mismo y lamento el haber arruinado tus planes y adelantarme todos los pasos que tenías previstos antes de llegar al beso—comentó con una confiada sonrisa —. Pero tranquilo, no hay nada de malo en lo que hicimos. Solo nos besamos... y era algo que tú querías... ¿verdad?

Benjamin asintió lentamente y respiró con profundidad, como si con eso dejara salir una parte de él, como si toda la opresión que sentía en su pecho y sobre su espalda desapareciera. —Yo lo quería.

Joe lo miró por sobre sus pestañas. —Yo también lo quería, y eso es lo que importa ¿no? —preguntó estirando una de sus manos sobre la superficie de la madera, lento y dudoso.

—Si —Benjamin estiró su mano y sus dedos se entrelazaron —. Eso es lo que importa.

Y aunque ninguno de los dos volvió a mencionar el beso el resto de la madrugada había recordatorios de que sucedió y no fue producto de una ilusión; a pesar de que ahora lucía tan lejano como surreal bastaba con que uno de ellos mirara al otro para que sintiera picar sus mejillas, bastaba con acercarse un poco para que ambos se volvieran torpes tirando cualquier cosa a su alrededor o trabándose con las palabras.

Estaba ahí, no había duda. Era invisible pero lo sentían; una luz, algo que brillaba por sí misma y se agrandaba cuando sus almas reconocían la presencia del otro; tan instalada en su pecho, tan cómoda y tan vivaracha que se removía a todos lados con personalidad juguetona. Estaba ahí y cada quien trataba de acostumbrarse a su presencia.

Para Joseph era algo que le recordaba de alguna manera a su juventud; pareciera como si se hubiese recargado de una energía nueva que había olvidado con el paso de los años. Tenía bastante tiempo sin sentir algo que traspasara la barrera de la simple atracción inicial que ahora había olvidado cómo funcionaba los asuntos del amor. Con Anna las cosas se dieron de una manera tan distinta y única que incluso consideraba blasfemo profanar en su memoria y comparar lo que sentía en esos momentos.

Porque de algo Joe podía estar seguro: solo bastó con ese corto beso para predecir que lo que sentía por Benjamin amenazaba con ser completamente distinto a lo que había sentido o experimentado antes; y eso le emocionaba. Puta madre ¡que el chico que había jurado era heterosexual lo había besado esa madrugada!

Benjamin era otro asunto.

Tenía que hacer un gran esfuerzo para no dejar que su mente divagara por sí misma y se perdiera en esa fría noche. En más de una ocasión pensó en llamarle a esas horas a su terapeuta y pedirle ayuda —que bueno, no sería la primera vez que le llamara de madrugada— pero sabía que lo único que obtendría como respuesta sería un "Que va, Benjamin. No necesitas una consulta en estos momentos, solo estás enamorado. Levántate y lidia con ello".

El problema era que él no sabía cómo lidiar con eso.

Antes del accidente las cosas fueron distintas, salía con personas conocidas y desconocidas, se aventuraba a noches improvisadas que comenzaban en el antro y terminaban en la playa, besó a bastantes mujeres y se fue a la cama con otras cuantas mientras que las únicas que lograron colarse más allá de una noche y compartir momentos preciados con él podía contarlas con los dedos de una mano —y le sobraban —. No llevaba una vida de libertino, lo reconocía, pero sí que sabía disfrutar de su juventud y de su vida de soltero.

Sin embargo después del accidente las cosas se transformaron de una forma brusca y dolorosa. Perdió parte de su familia, se perdió a su mismo y con ello perdió el disfrute que tenía de muchas cosas. No hubo fiestas, ni salidas nocturnas a antros o discotecas ni tampoco reuniones con gente desconocida.

Sus días se llenaron de constantes luchas contra la culpabilidad y contra aquella voz que le decía a gritos "ya deja todo".

...Pero los suicidas son valientes y él era cobarde, muy cobarde.

Así que llenó su vida de píldoras, terapias y rutinas. Creó un círculo de confort en el que había un meticuloso horario y una rutina a cumplir que mantenía su mente ocupada y lejos de aquellos pensamientos; de lunes a viernes era: despertar, hacer ejercicio, volver, bañarse, desayunar, trabajar con los adultos mayores, comer en casa, trabajar con los niños, regresar a casa, cenar, dormir... mientras que los sábados y domingos era: despertar, hacer ejercicio, volver, bañarse, desayunar, arreglar el televisor o hacer cualquier arreglo a la casa, comer, salir con Gwilym o con su madre, trabajar en el bar de Patrick como bartender, volver, dormir.

Estaba todo tan cuidado y aun así su mente encontraba espacios para jugar por su cuenta, a veces las noches eran pesadas y a veces volvía tan agotado a casa que lo único que quería era dormir por tres semanas seguidas.

Y en ocasiones esa rutina se rompía por momentos cuando Gwilym entraba a su casa sin previo aviso, llegaba a su trabajo, cambiaba los planes o se le ocurría hacer un viaje improvisado a una aldea cercana. A pesar de la ansiedad que le llegaba a provocar que todo lo que estaba cuidadosamente acomodado se moviera; él simplemente no podía negarle algo a su mejor amigo y a sus constantes deseos por mejorar su estado de ánimo.

"Te preparo para la vida real" le dijo una vez Gwil cuando le preguntó por qué hacía todas esas cosas sin consultarle "Es bueno salir del caparazón donde te sientes seguro de vez en cuando".

Tuvo razón.

Porque aquellos viajes a las tres de la mañana a otra ciudad solo para ver el amanecer desde allá y las cenas en la azotea de su casa que Gwilym le obligó a hacer eran solo la preparación para las pijamadas con helados de chocochispas, salidas al parque de juegos un domingo por la mañana, tardes de pintarse las uñas y maquillarse, casitas hechas con sábanas en la sala y cantar canciones de Disney en el auto mientras van por un helado.

Los últimos once meses estuvieron tan cuidados y él se había mantenido a salvo en su círculo de confort que no contó con lo abrazadora que era la presencia de esa persona.

Y Joseph Mazzello representaba entonces, la excepción a todo.

A una vida donde solo se mostró interesado y atraído hacia mujeres, a horarios y actividades constantes y establecidos, a un círculo de seguridad del que se reusaba a salir y del que Joe lo obligaba a escaparse para armar camas con formas extrañas y ceder a las peticiones de una niña de siete años.

Joe Mazzello llegó y desestabilizó las bases en las que estaba parado y lo demostró hasta el día de hoy modificando todo el plan que Ben ideó en tiempo récord y que él llamaba "pasos que seguiré para aceptar que Joe me gusta"; tan fácil fue para el hombre tirar toda su tesis que solo le bastó ponerse frente a él, mirarlo con sus ojos hazel, embriagarlo con su sonrisa y aroma café que Benjamin no pudo resistirse y terminó por mandar al carajo todo lo planeado pronunciando aquel "o quizá yo quiera que me beses".

Benjamin descubrió en ese balcón que esta era la vida real y por la que Gwilym tanto tiempo se esforzó por prepararlo.

Ahí estaba. Era rojo. Tan rojo como los rayos del rol al atardecer, como la hojas secas, como las flores, como la sangre, como las cerezas y fresas. Un color tan demandante, atrayente, seductor y hasta caprichoso.

Ahí estaba la vida real. Un pedacito entre las cobijas de una cama en forma de barco pirata; y otro pedacito a lado de él, con el rostro iluminado por la pantalla del televisor frente a ellos que transmite algún capítulo de una serie a la que dejó de ponerle atención tiempo atrás, con el cabello despeinado, con los ojos somnolientos y cansados.

Tormentoso era su interior como lo había estado siendo los últimos meses. Un huracán arrasando con fuerza cada espacio de su vida con un inusual centro calmo, sereno. Si avanzaba un poco más de la cuenta abandonaba la tranquilidad y la fiereza lo atacaba.

Extrañamente Joseph le daba la tranquilidad pero también le daba el caos.

...Y Benjamin temía no poder seguirle el paso.

—Gracias —. Murmuró —. Descubrí que la excepción a cosas que no harías generalmente se siente... bien.

Joseph lo miró confundido y se sorprendió al ver como Jones acomodaba su cuerpo descansando su cabeza en sus piernas, siguió viendo la serie, en ratos cerraba los ojos y bostezaba y en ratos volvía a abrirlos.

Tan asombrado por el inusual gesto de cercanía y confianza, Joe se dejó aventurar a acariciar los rubios cabellos de Ben sumiéndolo en un trance relajado. Sus dedos bajaban y contorneaban su rostro y luego volvían a subir perdiéndose entre las hebras, tocando con timidez la cicatriz en su sien que hacía al menor encogerse en sí mismo y removerse con somnolencia.

Se sentía tan feliz que no podía contenerlo en su pecho; sabía de antemano el camino que le tomaría a Ben adaptarse a una presencia masculina y sabía también que podía llegar a ser complicado, pero no tenía nada de malo disfrutar ese momento ¿verdad?

Y cuando Benjamin se durmió, Joseph se inclinó a dejar un casto beso sobre sus labios. Sí, podía reacostumbrarse al amor.


















☁️


















Su mente ya había despertado por completo a pesar de que sus ojos se rehusaban a abrirse, decidió seguir sumido en la oscuridad en la espera de volver a dormir, pero no sucedió. Él y su maldito despertador biológico.

Abrió sus ojos, pestañeó acostumbrándose a la penumbra de la recámara y se removió a las cobijas identificando un olor a suavizante distinto al que él utilizaba. Desconcertado recorrió la habitación recordando entonces que no estaba en su cuarto, que estaba en el departamento de Joseph y que horas antes se habían besado.

Besado.

Los colores se le subieron al rostro y Ben se encogió entre las colchas al ver el rostro de Joe a unos centímetros del suyo; dormía con tranquilidad, su pecho subía y bajaba a un ritmo calmo, su boca estaba entre abierta y sus cortos cabellos lucían desordenados por toda la almohada.

Dedicó un par de minutos a observarlo simplemente y cuando se recordó a sí mismo que en cualquier momento podría despertar y encontrarlo en esa situación, se abochornó girando hasta bajar de la cama.

No recordaba haber dormido en esa posición, lo último que tenía de registro en su memoria era que se había quedado recostado en las piernas de Joe dormitando cada cuanto, el hecho de pensar en Mazzello acomodándolo en la cama cubriéndolo con todas esas cobijas lo hizo sentir de alguna manera nervioso, tanto así que se alejó algunos pasos chocando con la puerta recriminándose instantes después por haber hecho ruido.

Con los nervios de punta, Benjamin salió de la habitación respirando hondamente en el pasillo, fue de un lado a otro sin saber realmente que hacer cuando el sonido del escusado llamó la atención, acto seguido se escuchó como se abría y cerraba la llave del agua y luego la puerta del baño se abrió.

Y ahí estaba Juliette caminando más dormida que despierta envuelta en una cobija de los care bears.

—Buenos días, Julie.

La niña pestañeó y lo miró por unos tres segundos luciendo claramente desorientada. Poco a poco en su rostro se formó una boba sonrisa y estiró una de sus manitas.

—Aquí está —murmuró con voz pastosa.

Benjamin sonrió divertido. —Aquí estoy —canturreó de regreso acercándose a ella.

En el tiempo que llevaba conociéndola había aprendido alguno de los lenguajes corporales de la niña. Cuando Juliette inflaba sus mejillas, algo le desagradaba o no estaba de acuerdo; cuando Juliette mordía sus labios y movía su mentón, estaba pensando tomar una decisión; cuando Juliette soplaba hacia arriba haciendo mover su flequillo, estaba aburrida; cuando Juliette rodaba los ojos y bufaba era clara muestra de molestia y cuando Juliette estiraba sus manos estaba pidiendo ser cargada.

Y Benjamin le hizo caso.

La cargó con lentitud y la niña dio un gran bostezo descansando su rostro en su hombro, Ben utilizó su cobija para arroparla mientras la mecía de un lado a otro.

—¿Qué hacías en el baño con una cobija, peque? —preguntó divertido.

—Entrenador Ben, cuando hago pipí también me da frío.

Benjamin rio de labios sellados y le soltó un beso en la frente, caminó por el pasillo observando las fotografías que Joseph había puesto ahí.

—Abuelitos, —murmuró Juliette somnolienta —y tío Rami, y tía Lucy.

—Ahí están ellos, ¿recuerdas cuando fuimos todos al acuario?

Juliette asintió. —Los extraño mucho.

—Pronto podrás verlos.

—¿Cuánto tiempo es pronto?

Suspirando, Benjamin lo pensó —En marzo iremos todos a Estados Unidos.

—Es cierto... —la niña se separó de él y aun en brazos jugueteó con el dije que colgaba del collar que estaba usando Benjamin —¿pero cuánto tiempo falta?

—Bueno, primero pasará Navidad, luego año nuevo, luego pasarán muchos días fríos y cuando comiencen a florecer los árboles del parque, entonces será tiempo de que vayamos con tu familia.

—Parece que faltan muchos pero muchos días.

—Bastantes ¿verdad? Pero será un viaje muy divertido.

Juliette sonrío —A que sí.

La niña suspiró con cansancio y volvió a recostar su cabeza en el hombro de Benjamin.

—Julie, ¿sabías que mañana es un día especial?

—Sipi. Los sábados siempre son días especiales porque nos despertamos tarde y podemos desayunar en la cama.

Benjamin rio contra el cabello de la niña. —Este sábado será doblemente especial porque es el cumpleaños de Gwilym.

Juliette se separó de él y al instante formó un gran gesto de sorpresa. —¡Tío Gwil cumplirá años! ¿Le haremos un pastel? ¿Le haremos una fiesta y bailaremos just dance? ¡Quiero comprarle un regalo! Tengo como cinco monedas guardadas, ¿crees que me alcance para comprarle un libro? ¡Tío Gwil ama leer!

Tratando de recordar todas las preguntas, Benjamin comenzó a responder. —Tendrá un gran pastel, podemos hacer una fiesta y creo que es buena idea bailar just dance y seguramente él amará cualquier cosa que le regales.

Juliette asintió repetidas veces, en medio de su corto festejo lanzó un bostezo.

—Entrenador Ben... tengo sueño ¿puedo seguir durmiendo?

—Es una mala idea hacer pijamadas cuando al día siguiente vas al colegio —se lamentó Benjamin caminando a paso calmo por el pasillo.

—Pero fue divertido.

—Joseph y yo nos dejamos convencer por tus ideas, ¿ves, Juliette? Ahora irás desvelada a la escuela.

—¿Y si mejor no voy a la escuela y voy al trabajo de papá?

—No lo creo, con esto sería el segundo día en la semana que haces eso.

—Entonces voy al trabajo con usted, ¿si, si?

Nope —canturreó Ben ganándose un puchero de la niña.

—¿Al menos puedo dormir un ratito más y usted me despierta?

—Claro, vamos a la cama.

Juliette negó con su cabeza escondida en su cuello y sus brazos rodeándolo.

—Me gusta aquí.

Convencido entonces, Ben dejó que la niña dormitara unos minutos más en sus brazos, fue de un lado a otro por el departamento y cuando sus músculos se cansaron se sentó en el sofá dándole caricias a su espalda.

Pasada la media hora, Benjamin despertó a la niña tratando de usar una voz suave; ella se removió lanzando cansados bostezos a la par que levantaba su cabeza con su cabello rojo alborotado.

—Pareces una leoncita —. Susurró con diversión haciendo que Juliette hiciera un "roaaaaww" mostrando sus dientitos.

—Tengo hambre, quiero cereal con miel por favor —murmuró la niña tallando sus ojos.

—Pues tendrás cereal con miel.

Juliette esperó sentada en la mesa hasta que su entrenador puso el tazón con cereal frente a ella, acompañándola con el mismo desayuno ambos se enfrascaron en una corta conversación en la que la niña le platicó de múltiples cosas y Benjamin escuchaba con atención todo.

—Si Frankie pudiera hablar ¿qué cree que sería lo primero que le diría? —preguntó Juliette luego de unos segundos de silencio.

Benjamin limpió con su pulgar las comisuras de la boca de la niña eliminando rastros de leche.

—No había pensado en eso...

—¿Prefiere el cereal con miel o el cereal de rueditas de colores? —lanzó al instante otra pregunta.

Pensando un poco, respondió. —¿Por qué no combinarlos?

Juliette parpadeó con la cuchara en mano. —No había pensado en eso ¡le diré a mi papi que compre cereal de rueditas de colores para combinarlos en la noche!

—Deberías decirle también que compre más verduras.

Iugh, no me gustan las verduras.

—¿No? a mí me encantan las verduras al vapor. Son buenas para que tengas más energía y seas mejor en el rugby.

Eso pareció llamar la atención de la pequeña pues una mirada chispeante se le formó. —Le diré a mi papá que compre muchas verduras para comerlas toditas y ser mejor en los entrenamientos.

—Siempre te digo que comas tus verduras y nunca me haces caso, ¿por qué le haces caso a él? —Joseph entró a la cocina descalzo, con el cabello hecho un caos y el rostro totalmente adormilado.

—Es porque él me dio un consejo de rugbier a rugbier.

Sirviéndose un vaso con agua con bastante torpeza producto de su reciente despertar, Joseph le miró entornando los ojos. —Y yo te doy consejos de padre e hija y nunca los escuchas.

—No te pongas celoso, papi... —le pidió Julie tomando la última cucharada de su cereal.

Ni ti pingis cilisi pipi —La imitó con un patético todo infantil arrancándole una carcajada a la niña —Usted váyase a poner su uniforme que yo prepararé tu almuerzo.

—¡Sándwich en forma de pececitos! —pidió Juliette entre gritos saliendo de la cocina.

—¡No siempre se hará lo que usted diga, señorita! —Gritó Joseph de regreso y luego dirigió una mirada hacía Benjamin agregando con confidencia —. Obviamente le cortaré los sándwich en forma de pececitos, son mi especialidad.

Sintiéndose abochornado, Ben le sonrió con timidez bajando la mirada. En total silencio lavó los platos mientras Joseph preparaba el almuerzo que Juliette llevaría a su escuela.

Consciente del momento incómodo que se estaba formando entre los dos, Joseph trató de mejorar la situación lanzando algún comentario que aligerara la inusual tensión entre los dos.

—¿Qué tal? Te dije que los sándwiches en forma de pececitos son mi especialidad.

Viendo el plato que le extendía Joe de lado, Ben no pudo sino soltar una risa.

—Eso no es un pez.

—¡Claro que sí! —exclamó con ofensa —. Es un pez precioso.

—Parece un sapo gordo visto desde arriba.

Joseph se carcajeó de improviso llevando una de sus manos a su pecho. —Tu comentario me hizo sentir horrible, Benjamin.

—Es la verdad.

—¿Crees poder hacerlo mejor? —lo retó elevando una ceja.

—¿Algo mejor que ese sapo deforme? Claro.

Sin decir nada más, Joseph di un paso a la izquierda cediéndole el lugar frente a la encimera de la cocina con todos los ingredientes para preparar un sándwich. Secándose las manos con un gesto competitivo, Ben comenzó a preparar un sándwich y con suma concentración —y gran velocidad— logró recortarlo formando un lindo pez.

—¿Y?

Negándose a ceder, Joe lo miró desinteresado. —No está tan mal.

Benjamin sonrió con burla. —Acepta que te gané.

Esa cosa no supera a mi pececito.

—Que no es un pez, es un sapo.

—¡Juliette Mazzello, ven acá ahora mismo! —llamó Joseph y la niña acudió a él vistiendo su uniforme con pulcritud.

—¿Qué pasó papi?

—¿Cuál de esos dos sándwiches es mejor?

Julie ni si quiera dudó.

—Este, definitivamente —señaló el sándwich que hizo Ben —El otro es... raro.

Con la clara victoria de Benjamin a Joe no le quedó más que aceptar su derrota.

—Juliette se llevará el pez bonito y tú te llevarás este —. Indicó Joseph extendiéndole una caja de lunch con el sándwich que él hizo y una porción de frutas.

—¿Me voy a llevar el sándwich en forma de sapo? Todos se burlarán cuando lo vean—comentó con falso hastío.

—Es para que te acuerdes de mí mientras almuerzas —. Le dijo Joe girando apenas un poco para verlo sacando la punta de la lengua en un gesto travieso.

Sintiéndose un poco nervioso por algo tan simple, Ben bajó la mirada. —No necesito algo así para recordarte —Murmuró causándole una sorpresiva y corta sonrisa a Joe.

Mientras Mazzello se cambiaba de ropa para ir a la oficina Ben trató de hacerle una coleta a Juliette que quedara más o menos decente, adornando su cabello con un lazo en color azul la niña le dio el visto bueno frente al espejo.

—¿Me acompañará al colegio? ¡Quiero enseñarle mi escuela!

—No puedo peque, debo volver a mi casa a cambiarme porque tengo que trabajar.

La niña torció un gesto de tristeza —¿Se regresará a su casa caminando? —Benjamin asintió —¡Papi! No podemos dejar que el entrenador se vaya solito.

Nope, claro que no —. Cerró la puerta del departamento —. Te dejaremos en el camino, ven con nosotros.

Juliette chilló de alegría y tomó la mano de su entrenador halándolo, durante todo el trayecto de las escaleras le platicó sobre sus amigas del colegio y de lo bonita que era su maestra, estaba tan sumida en su conversación que el tiempo no le alcanzó y cuando menos pensó ya estaban fuera de la casa de Ben.

—¡Nos vemos mañana en el cumpleaños de tío Gwil!

—Yo les llamaré para preparar todo, ¿sí? Suerte en la escuela, Julie —. Extendiendo su cuerpo, Ben soltó un sonoro beso en la mejilla de la niña haciéndola reír.

—¡Suerte a usted también!

Y cuando Benjamin se reacomodó en el asiento del copiloto listo para bajar del auto, su mirada chocó con la de Joseph y de pronto todo se sintió más denso, como si ambos quisieran decir algo pero sus bocas se reusaban a hablar. Fue tanta la empatía que sintieron en ese momento que ambos soltaron al mismo tiempo una risita abochornada al verse en la misma situación.

—Ten un buen día, Ben. ¿El lunes volveremos a la rutina de los entrenamientos de rugby?

—El lunes comenzaremos a vernos de nuevo por la tarde si... —contestó en voz baja y algo atrabancada —. Que tengas un buen día.

Enredándose un poco en el cinturón de seguridad logró bajarse del automóvil despeinando sus cabellos en aparente nerviosismo, Joe encontró hasta tierna la manera en que el menor se comportaba después de haber compartido algo tan íntimo en la madrugada.

—¡Adiós, entrenador Ben! ¡Gracias por la pijamada! —Gritó Juliette ondeando su manita desde atrás.

Con una sonrisa de lado cargada en una sutil coquetería, Joseph asintió en su dirección.

—Cierto, Benjamin. Gracias por la pijamada.

Teniendo sus manos en los bolsillos y con un escalofrío producto de la repentina brisa matutina, Ben respondió.

—Gracias a ustedes.

Pero él solo miró a Joe. 

☁️

.

.

.

.

.

¡Hola, hola! ¿Cómo están? ¿Qué tal su semana? Aquí el capítulo 28 de LEEB... ¿pueden creer que llevamos casi siete meses aquí juntitos?

En este capítulo podemos apreciar dos momentos: 

1. Después del beso: esos momentos inmediatos al beso que se dieron en el bacón, tan íntimos en los que cada uno atravesó por su propia aceptación de lo ocurrido. 

🍒Tenemos a Benjamin. Alguien que ha atravesado una fuerte situación emocional y que aun lidia con aprender a identificar sus emociones; ahora se le suma su primera experiencia enamorado de un hombre (y además, primera experiencia besándolo) que todo dentro de él se vuelve un caos al que Principito poco puede seguirle el ritmo. Quería detallar en esto, no debe pasar desapercibido todo el contexto en el que él está envuelto. ¿Qué creen que suceda? 

🍒Por otro lado tenemos a Joseph, alguien que aceptó abiertamente su bisexualidad hace años y quien tuvo algunas semanas para procesar que le gustaba Ben. Joe se toma las cosas con mayor calma, pero todoél es un manojo de emociones explosivas de igual manera; ¡Vamos Joe!  necesitamos de ti en estos momentos;-; 

2. El despertar: Juliette y su voz parlanchina tenia que aparecer.

 🍒Su dinamismo relaja las almas de los otros dos y un poco de rutina amorosa es lo que necesitábamos para bajarnos de la montaña rusa de emociones que significó la primera parte.

¿Cómo sueles preparar un sándwich? A mi me encantan con mayonesa, jamón, queso manchego, aguacate, lechuga y chile jalapeño. No me gusta el jitomate:0

Eso ha sido todo por hoy. Gracias por estar aquí. Recuerda que la única persona a la que debes impresionar es a ti misma; es bien difícil mantenerse firme ¿verdad? ¡Yo también lucho con eso todos los días! y puedo asegurarte que no soy la mejor guerrera, ni la mas optimista, ni la mas fuerte... pero sigo en el camino, lo intento, y lo seguiré intentando. 

Espero que tengas una linda semana, Cherry se despide por hoy, ¡bye!

...🌻...

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