El lento deshielo

By Naoko_Ichigo

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Hermione sirve en la Mansión Malfoy después de que se perdiera la guerra. En su sombría existencia, se las ar... More

Chapter 1
Chapter 2
Chapter 3
Chapter 4
Chapter 5
Chapter 6
Chapter 7
Chapter 8
Chapter 9
Chapter 10
Chapter 11
Chapter 13
Chapter 14
Chapter 15
Chapter 16
Chapter 17
Chapter 18
Chapter 19
Chapter 20
Chapter Final

Chapter 12

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By Naoko_Ichigo

Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son propiedad de J. K. Rowling. La historia es de camnz. Contiene nonconsensual.

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Hermione se despertó completamente vestida, debía de haberse quedado dormida sin darse cuenta. Draco seguía durmiendo. Salió de debajo de la pesada manta que él debía de haberles puesto. El aire era frío y sus piernas desnudas temblaban ligeramente. Parecía tranquilo, con el cabello rubio cayéndole sobre los ojos. También seguía vestido.

Recordó los sucesos de la noche anterior y se le hizo un nudo en el estómago. De alguna manera, esto iba a terminar siendo culpa suya, lo sabía. A lo mejor hasta sacaban a Draco de la escena y decían que había sido ella. El hombre fue golpeado por detrás, así que nunca podría refutarlo. Esto podría ser muy, muy malo para ella. Durante el desayuno sería capaz de medir el estado de ánimo de los demás. De alguna manera iba a ser castigada por esto, cómo y con qué severidad aún estaba por verse. Sin embargo, no estaba segura de lo que haría Draco. Si hubieran estado en el colegio, él habría disfrutado de cualquier castigo que le impusieran, sobre todo si era él quien se lo aplicaba. Tuvo una época especialmente fructífera, en ese sentido, en la Brigada Inquisitorial. Consiguió castigarla varias veces por razones ridículas. Pero esto era diferente, esto podía ser muy serio.

Ella lo afrontaría, viniera lo que viniera. Siempre lo hacía y sabía que podía ser castigada en cualquier momento sin motivo alguno. No era la primera vez que la convertían en chivo expiatorio. Ni sabía cómo sentirse cuando él la defendió. No confiaba en sus motivos. Al final todo siempre se reducía a su propio beneficio. Tal vez hubiera sido mejor para todos si él no hubiera interferido. Hubiera significado algunos momentos realmente desagradables para ella, pero habría terminado después de unos minutos.

Se fue antes de que él se despertara. Se ocupó de los preparativos del desayuno, pero la tensión le hizo un nudo en el estómago.

El desayuno fue tranquilo. El ambiente festivo de la noche anterior había desaparecido y ella era el motivo, o más bien Draco, pero en aquel momento ella era la sangre sucia de la habitación.

Después del desayuno, Lucius y Draco salieron de la casa y Hermione fue a limpiar algún rincón olvidado de la casa. Neville llegaría por la tarde y Hermione se moría de ganas por ver un rostro amigable. La campanilla de llamado de la señora Malfoy sonó poco después de las once. Hermione sabía que le diría algo sobre la noche anterior. Al menos era la señora Malfoy y no el señor Malfoy, a no ser que fuera a avisarle de que él le "hablaría" en la noche.

—Ahí está —dijo la señora Malfoy con severidad—. Hemos decidido que lo mejor sería colocarte en otro sitio. Empaca tus cosas.

La sacaron de la habitación y Hermione fue a hacer sus maletas. La estaban enviando a otra casa. Las implicaciones le daban vueltas en la cabeza. En primer lugar, no iba a morir hoy, la cual era su preocupación no expresada, pero subyacente. Se libraría de Draco, pero perdería a Neville. Probablemente, volvería a no sentir ninguna emoción. A menos que no la pusieran con otra familia, tal vez sería algo mucho peor. Ella lidiaría con lo que fuera de la única manera que sabía.

Metió sus escasas pertenencias en la maleta. Deseó poder ponerse uno de los vestidos de servidumbre, pero no podía quitarse el vestido de muñeca debido al brazalete. No iba a pedirle a la señora Malfoy que la ayudara a desvestirse. Tendría que irse tal cual estaba.

Media hora más tarde, Hermione esperaba en la cocina, calzada con sus robustos zapatos. Se despidió de los elfos y de Stina, que le dedicó una breve inclinación de cabeza. Ni amistosa ni antipática, solo un reconocimiento del destino de Hermione. No pudo evitar sentirse nerviosa. La última vez que la trasladaron no se sintió así, pero el tiempo que había pasado aquí la había cambiado. Específicamente su tiempo con Draco, pero eso ya había terminado.

Oyó la campanilla que la llamaba al vestíbulo, donde la esperaba el profesor Snape.

—El profesor te llevará —anunció la señora Malfoy antes de darse la vuelta, sin molestarse en mirarla.

—Ven —dijo él y le ofreció el brazo.

La llevó por aparición hasta una pequeña casa. La habitación en la que estaban era oscura y polvorienta. Estaba llena de libros por todas las paredes. La casa estaba en completo silencio. Podía oír el tic-tac de un reloj y algunos automóviles fuera. Había vehículos.

—Te acompañaré a tu habitación —dijo él y se dirigió hacia las escaleras. Ella lo siguió. El lugar era pequeño, pero había mucha limpieza que hacer para mantenerla ocupada.

Mientras el profesor Snape caminaba por el segundo piso, Hermione se dio cuenta de que probablemente era su casa. De lo contrario, no la acompañaría a su habitación. Iba a servir al profesor Snape.

—No tengo habitaciones para servidumbre, así que tendrás que quedarte aquí —habló mientras la miraba—. Lleva algún tiempo desocupada, pero estoy seguro de que sabes cómo hacer una casa presentable.

Hermione dejó la maleta sobre la cama y se levantó una columna de polvo.

—Hay una elfa en la cocina que se llama Clara. Ella puede enseñarte dónde está cada cosa —comunicó antes de salir de la habitación y por lo que ella diría, de la casa.

La habitación en la que se encontraba tenía una ventana que daba a una calle muggle. Estaba en un barrio muggle. En casa del profesor Snape. Ella limpiaría la casita y ayudaría a servirle la comida cada vez que él estuviera en su hogar. A cambio, se quedaría, en lo que obviamente era un segundo dormitorio, que en algún momento había estado ocupado por una mujer. Evidentemente, fue hace mucho tiempo. En una de las cómodas había una radio que parecía ser de los años cincuenta. Se preguntó si aún funcionaba. Si el profesor necesitaba de otros servicios, ella se los prestaría. No creía que él quisiera hacer eso con ella, pero con los hombres nunca se sabe.

Hermione encontró a la elfa, que estaba más que extasiada por tener compañía. Le mostró a Hermione el armario de la limpieza, que era escaso, por no decir pobre. Pasó las siguientes horas, después de que Clara hiciera todo lo posible por darle de comer, limpiando su habitación. Sacó el polvoriento edredón al minúsculo jardín, que no era más que un trozo de tierra con algunas ramitas muertas sobresaliendo del suelo. Tardó una media hora en quitar el polvo del edredón.

Otras tres horas para fregar las superficies de su habitación. En el armario aún había túnicas de mujer, eran para una mujer mayor. Tal vez la madre del profesor.

En general, Hermione estaba contenta. Sería una vida tranquila. A juzgar por los libros del piso de abajo, el profesor pasaba la mayor parte del tiempo leyendo cuando estaba en casa. Incluso podría devolverle la vida a la pequeña parcela de tierra si él no se oponía. Por lo que parecía, nunca recibía visitas y, a juzgar por su comportamiento, su nuevo amo probablemente nunca le dirigiría la palabra.

Cuando empezó a oscurecer, bajó a ver si Clara necesitaba ayuda. Clara estaba muy contenta de tener ayuda, aunque no la necesitaba cuando se trataba de cocinar, que era el único deber de Clara. La elfa charlaba sin cesar. Antes de que la cena estuviera lista, Hermione sabía todo lo que había que saber sobre Clara. Había nacido aquí y vivía en la casa desde entonces. Su madre sirvió a la familia Bellence, antes de que fueran Snape. El profesor Snape estaba emparentado con los Black, los Lestrange y los Nott. Todas buenas familias de sangre pura, antes del desgraciado incidente del señor Snape. Era obvio que a Clara no le caía bien el difunto señor Snape.

Hermione no podía oírlo, pero Clara sí. Cualquier ruidito significaba que el profesor Snape estaba en casa.

Hermione llevó la comida en una bandeja al estudio del profesor Snape, donde siempre comía sus comidas.

—¿No tiene algo más apropiado que ponerse, señorita Granger? —preguntó él, molesto por su presencia.

—Sí, lo tengo, pero no puedo quitarme este vestido sin ayuda —confesó ella.

No estaba segura, pero creyó verlo poner los ojos en blanco antes de sacar la varita y lanzar un silencioso encantamiento sobre su manga.

Cuando volvió a la cocina, comprobó que la manga se estiraba cada vez que ella la jalaba.

Una hora más tarde, volvió al estudio para tomar la bandeja vacía. El profesor Snape se había sentado en un sillón que parecía ser su lugar habitual por las noches. Estaba leyendo un libro e ignoró por completo su presencia.

Tomó la bandeja y la llevó a la cocina, antes de volver por la jarra de vino de saúco. Cuando regresó a la cocina, oyó un golpe en el interior de la casa. Se volvió para mirar la puerta y escuchó voces. No pudo entender lo que pasaba, pero la puerta de la cocina se abrió de golpe y Draco la agarró del brazo. Tiró de ella y la zarandeó mientras buscaba algo. Se decidió por la puerta que daba al pequeño jardín y prácticamente arrastró a Hermione mientras tropezaba con algo. Podía oír al profesor Snape detrás de ella, diciéndole a Draco que fuera razonable.

Antes de que se diera cuenta, estaban usando la aparición. Aterrizó en la habitación de Draco. Hermione perdió el equilibrio y sintió náuseas. Decidió que no estar preparada para una aparición la desorientaba más de lo usual. Seguía aferrada al vino de saúco del profesor Snape.

—Te lo dije, no vas a ir a ninguna parte —le dijo y la levantó de donde había caído. Sacó su varita y cerró la puerta con un hechizo. La agarró de la cabeza y se rio. Le brillaban los ojos y parecía muy satisfecho de lo que había conseguido.

Hubo un golpe en la puerta y pudo oír a la señora Malfoy llamando a Draco.

—Ahora no, madre. Estoy ocupado.

La besó bruscamente y la acompañó de vuelta a su cama mientras agarraba la jarra de vino y la tiraba a un rincón donde se rompió.

—Tú me perteneces. Ya te lo he dicho —mencionó con voz ronca.

Hermione se tumbó en la cama y Draco no perdió tiempo en reclamar lo que quería. De algún modo, había conseguido bajarse la cremallera y levantarle el muslo para acceder mejor. Su respiración estaba agitada y jadeante incluso antes de entrar en ella. No dejaba de besarla mientras la penetraba una y otra vez. Sintió sus dientes en la barbilla cuando se corrió. No la mordía, pero ella sabía que le gustaba hacerlo.

Permaneció dentro de ella mucho tiempo. Su peso recaía sobre ella mientras él luchaba por controlar su respiración. Finalmente, se acomodó con la cabeza sobre el pecho de ella.

Hermione supuso que, después de todo, no iría a ninguna parte.

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Notas: Volviendo a las ediciones.

Naoko Ichigo

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