Cierro los ojos cuando la brisa marina me acaricia el rostro, quiero prolongar lo más que se pueda la sensación de calma que me relaja los músculos.
Me encanta la playa, siempre ha sido uno de mis destinos favoritos para viajar pero Costa Verde es más que un lugar turístico, es el paraíso en la tierra. Tengo pruebas y cero dudas.
Llevamos dos días aqui, 48 horas apenas y ya siento que soy una Victoria completamente renovada. El estrés por el trabajo ha desaparecido, no hay presiones, no hya ruidos de ciudad. Tampoco sé como hizo Chris para mantener nuestros planes en secreto pero funcionó, a excepción de mi hermano nadie sabe dónde estamos. No hay reporteros, no hay cámaras persiguiéndonos, ni gente chismosa, solo nosotros.
—No me quiero ir nunca — pienso en voz alta, perdiéndome en el sonido de las olas al romper en la orilla.
Me parece increíble como algo que puede llegar a ser tan tempestuoso, tiene también la capacidad de transmitir tanta paz.
Me sacudo el palazzo tras levantarme de la arena, dejo mi piña colada sobre la mesita junto a las tumbonas y luego de ubicar a mi novio con la mirada, me acerco a él.
Está de espaldas a mí, luciendo un short azul marino y una camisa rosa de manga corta. No es un color que use muy a menudo pero yo siempre he pensado que me queda genial, además ahora hace un contraste hermoso con el atardecer que cae sobre nosotros, y el mar, que lleva mucho tiempo observando con un aire pensativo.
—Un dólar por tus pensamientos — murmuro, abrazándolo desde atrás.
Sus manos se posan sobre las mías en su abdomen y aunque no lo veo, intuyo que sonríe.
—Pienso en ti — lentamente, se da vuelta entre mis brazos para encararme — Siempre en ti.
Deposita un dulce beso en mi frente, de esos que me ponen a volar sobre algodones de azúcar, que me hacen pensar que nada de lo que haga jamás será suficiente para agradecer que llegara a mi vida.
—Me encanta saber que no salgo de tu cabeza, pero vamos, estoy haciendo una inversión de un dólar — bromeo, apoyando el mentón en su pecho — sé que puedes darme algo más.
Mis pies se hunden en la arena, lo que ocasiona que tenga que mirarlo hacia arriba, mucho más de lo habitual.
—Hay que quedarnos para siempre.
Me estremezco de pies a cabeza, no sé si por sus palabras o por sus caricias en mi espalda baja.
»Me encanta aquí.
—Tal vez eso se podría si fuéramos otras personas.
Niega con la cabeza, apoyando su frente en la mía. Cierra los ojos y la vista de sus enormes pestañas es algo que me roba el aliento.
—No me gustaría ser nadie más — susurra sobre mis labios, como si me estuviese contando un secreto — Tengo todo lo que podría querer, justo aquí.
Cristo, ayúdame. Creo que me está dando una taquicardia.
—¿Cómo te las arreglas para enamorarme más cada vez que abres la boca?
Sus comisuras se elevan en una sonrisa encantadora, provocando que nuestros labios se rocen. Es tan mágico e íntimo el momento, que siento que incluso un beso sería capaz de romper la atmósfera que se ha creado a nuestro alrededor.
—Solo digo la verdad. Me robaste por completo el corazón.
—¿Lo hice? — pregunto, solo porque quiero seguir escuchándole.
Él asiente.
—Por supuesto ¿Y sabes qué? Voy a robarte el apellido en venganza.
¿Taquicardia? ¿Eso con qué se come? Llamen a un ambulancia, mi corazón se detuvo.
—¿Acaso te me acabas de proponer?
Chris se encoge de hombros.
—Tal vez.
Me quedo callada y doy un paso hacia atrás, saliendo de su abrazo cuando el aire comienza a faltarme.
Todo lo que hemos vivido desde que nos conocimos, los buenos y malos momentos, las risas, las peleas, las pijamadas, las miradas furtivas y besos robados, las noches en las que nos entregamos al otro... todo viene a mi mente de golpe.
Una proposición. Una que yo pensé en hacer la noche de mi cumpleaños. Estaba algo borracha pero perfectamente consciente, sabía lo que quería, jamás había estado tan segura en toda mi vida. Por eso el que Chris realmente me esté vacilando, me aterra.
No es la primera vez que hablamos de matrimonio o de un futuro juntos, meses atras lo discutimos. Sin embargo, siempre acordamos que era algo que veíamos un poco lejano.
—No juegues conmigo, Chris — le digo, consciente del tono de súplica en mi voz.
—Jamás lo haría — toma mi mano para acercarme de nuevo a él — Hablo muy en serio, amor.
Abro la boca, pero la cierro al instante al darme cuenta de que no sé que decir. No tengo palabras, mi cerebro ha dejado de funcionar y ni siquiera soy capaz de procesar la información.
Creo que Chris se da cuenta del fallo en mi sistema y me parece una ofensa la sonrisa que se dibuja en su cara. Yo aquí, tratando de no desmayarme y él más entretenido que nunca.
—Ven — me lleva con él a la carpa que han puesto para nosotros y se sienta en la tumbona, conmigo sobre su regazo.
La cercanía es alarmante, pero no me preocupa porque esta zona de la playa está desierta. Recuerdo todo lo que tuvo que hacer, las personas con las que tuvo que hablar para que tuviéramos la privacidad que nos merecemos y me pregunto si ya tenía todo esto planeado.
-He estado pensando en esto por mucho tiempo, más del que te imaginas - regresa su mirada al infinito océano - he pensado en como el tiempo siempre es impredecible al igual que el destino, nunca se sabe cuando un día será inolvidable hasta que vives un momento sin precedentes - hace una pausa y me dedica una sonrisa ladina - como el día en que te vi
» Creí que conocerte sería un momento cualquiera en mi vida pero estaba muy equivocado, porque te convertiste en un recuerdo constante, imborrable y permanente. No podía dejar de pensar en lo hermosa que eras, por dentro y por fuera.
—Yo tampoco podía dejar de pensar en lo guapo que eras, aunque intentaba disimular. No podía dejar que me vieses babear.
Suelto una pequeña risa cuando me da un apretón en la cadera.
—Cierra la boca, Downey. Estoy tratando de ser romántico — murmura, dándome un beso en el hombro — el punto es... que te has metido aquí — señala su pecho a la altura del corazón — en lo más profundo y sé que en este mundo es fácil perderlo todo, pero a pesar de eso, hay formas de conservar eternidades y tú, Victoria, eres mi eternidad. Quiero vivirte, quiero que seas mi realidad... quiero que sepas cuánto te amo.
Cuánto te amo.
He tenido antes algunas relaciones, pero nunca se lo dije a nadie porque realmente no lo sentía. Mi corazón no amenazaba con salirse de mi pecho como hace cada vez que estoy con Chris, no me costaba respirar como me pasa cada vez que este rubio me dedica una sonrisa o cada vez que me mira; los días, horas y minutos no me parecían relevantes, no como ahora que los cuento y disfruto esperando que sean cada vez más.
Antes, no sabía lo divertido que podía ser quedarme en casa a ver una película, antes no sabía lo mucho que podía significar un abrazo hasta que me encontré deseando uno, cada vez que Chris tenía que viajar.
En pocas palabras, nunca llegué a amar a nadie realmente. No hasta que conocí a Chris, por lo que mi respuesta es instantánea, sale de mi boca cargada de seguridad y sinceridad.
—Yo también te amo — confieso entre risas y lágrimas — Chris eres la persona que quiero tener siempre en mi vida, eres todo y soy tan afortunada por haber encontrado estabilidad, sinceridad, amor, compromiso, comprensión, locura...
-¿Buenos orgasmos? - dice con una sonrisa coqueta y asiento soltando una enorme carcajada
—Sí, los mejores orgasmos — sacudo la cabeza intentando concentrarme — el punto es... que he encontrado todo eso en ti y aunque jamás imaginé enamorarme de mi mejor amigo, sé que ha sido la mejor cosa que me ha pasado en la vida.
Su sonrisa se ensancha y sus ojos brillan tanto que no puedo contenerme. Le robo un beso, breve pero cargado de amor. Río cuando toma mis brazos y los lleva detrás de su cabeza, sin necesidad de usar palabras me pide que le acaricie el cabello y como mi fuerza de voluntad está en un 0, lo hago.
—Pues bien, ahora que sabes que te amo y que yo sé que me amas y que nos estamos sincerando... hay algo más que quiero decirte.
—¿Y que puede ser más importante que saber que me amas? — le pregunto con una sonrisa y pone frente a mí un pequeño caracol con un anillo dentro.
Mi mandíbula toca el piso en el instante en que el brillo de la hermosa piedra resplandece contra mi rostro.
Estoy soñando.
Estoy jodidamente soñando.
Tiemblo entre sus brazos y los próximo que sucede es que las lágrimas me nublan la vista. Aparto la mirada al otro lado para impedir que salgan, pero se vuelve imposible, incluso con las respiraciones profundas que intento tomar.
Una risa nerviosa se escapa de mí al volver a sus ojos azules.
-¿En que dedo debo ponerlo?
-En el de compromiso - responde seguro - quiero que sepas que me gustaría amanecer a tu lado cada día del resto de mi vida, que me encanta la relación que tenemos pero no puedo esperar a tener la dicha de decir que eres completamente mía
Cierro los ojos con fuerza, las lágrimas resbalan por mis mejillas pero la sonrisa no desaparece de mi rostro. Siento que el corazón se me va a salir del pecho en cualquier momento y apuesto a que Chris es capaz de escuchar mis latidos desenfrenados. Me atrae a su pecho para abrazarme.
Matrimonio. Creía que yo llevaba las cosas claras, pero él compró un anillo. Rememoro entonces los comentarios incómodos de todos, el día de mi cumpleaños, ¿Ellos ya lo sabían?
-Victoria - toma mi mentón para que pueda mirarlo - ¿Te casarías conmigo?
Me quedó unos momentos perdida en la profundidad de sus ojos azules, como si fuera la profundidad del mismo mar, esos ojos azules que sin duda estaría dispuesta a ver cada minuto de cada día de mi vida.
Asiento.
—Sí — susurro con un hilo de voz — Claro que quiero casarme contigo — añado segura, y si antes no se me había escapado el corazón, sí lo hace cuando lo veo tomar el anillo con dedos temblorosos para después delizarlo en mi dedo anular.
Joder, esto en serio está pasando.
—¿No me merezco un beso?
Una vez más, asiento entre risas reblsantes de felicidad y lágrimas, y acorto la distancia para besarlo, es como nunca antes, apasionado, demandante, tierno pero sobre todo... lleno de amor.
—Dime la verdad — le pido, acariciando sus labios y barba — ¿Hace cuanto planeaste todo esto?
—Tomé la decisión unas semanas antes de tu cumpleaños — confirma mis sospechas — pero no había encontrado el momento adecuado, ni siquiera sé si este fue el momento adecuado, yo solo...
—Ha sido perfecto — lo interrumpo — todo ha sido perfecto, el momento, el lugar... tú
Me sonríe ampliamente y lleva una de sus manos a mi nuca para volver a juntar nuestros labios.
Ahora soy la prometida de mi mejor amigo. Cuantas vueltas da la vida.
Mis hermosas estamos a nada del final, y me gustaría leer sus opiniones.
¿Quieren leer los capítulos de preparación de la boda? O nos saltamos esa parte y agregó simplemente el de la luna de miel.
Dejen sus comentarios. Las amo ❤
Atte: Kat