Phantom [h.s] •Completa•

By chxneldope

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La trágica historia de amor entre una chica con problemas y un chico asesinado, los cuales deberán trabajar j... More

Phantom
uno
dos
tres
cuatro
cinco
seis
siete
ocho
nueve
diez
once
doce
trece
catorce
quince
dieciséis
diecisiete
dieciocho
diecinueve
veinte
veintidós
veintitrés
veinticuatro
veinticinco
veintiséis
veintisiete
veintiocho
veintinueve
treinta
treinta y uno
treinta y dos
treinta y tres
treinta y cuatro
treinta y cinco
treinta y seis
treinta y siete
treinta y ocho
treinta y nueve
cuarenta
cuarenta y uno
cuarenta y dos
epílogo

veintiuno

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By chxneldope

Me encuentro frente al espejo, removiendo cuidadosamente las margaritas de mi cabello.

Hago esto con suma delicadeza y una pizca de tristeza, además de que me gusta como lucen las flores sobre mi cabello. Pero mucho más, me gusta quiénes las colocaron, Harry y Wesley.

Casi parece como si los niños fallecidos del cementerio fueran una pequeña familia, todos a bordo del mismo barco. Pienso en como Harry trata a Wesley y Em, como si fueran los hermanos que nunca tuvo. Él me dijo que le había dicho a sus padres que no quería que adoptaran a nadie cuando él estaba con vida, ¿ese aspecto de su personalidad cambió después de su muerte?

Sé, como hija única, que siempre deseé tener hermanos. Tal vez una hermana o hermano para hacerme compañía cuando mis padres están ocupados o molestando. No sé exactamente el por qué mis padres nunca trataron de tener otro hijo. Supongo que uno fue suficiente para ellos, y lo entiendo. Cada familia es diferente, la nuestra parece haber terminado de crecer conmigo.

Alineo las margaritas sobre la repisa de mi armario. Lucen tan simples, delicados pétalos color blanco junto con un brillante amarillo en el centro. Son hermosas, cada una diferente de la otra, a pensar de su uniforme diseño.

Alejó el cabello de mi hombro y lo ato en un coleta.

Si pudiera ayudar a cada uno de los niños a cruzar, lo haría.

(...)

Es viernes por la tarde, y estoy invitada a otra fiesta.

Cruzo ambos brazos sobre mi pecho hacia Max y Jenna.

—No—digo rotundamente.

—¿Por qué no?—pregunta Jenna, dando a relucir su labio inferior en modo de burla.

—Me acaban de quitar el castigo, no quiero que mis padres se vuelvan a enojar conmigo.

—Nos aseguraremos de que no tomes tanto—sonríe Max.

Suspiro.

—¿Por qué tengo que ir?—pregunto.

—Porque es en mi casa, e insisto—dice Max, sonriendo.

Mi interés crece. Además si voy a esta fiesta podré averiguar más acerca de Max y su familia, y de su posible vínculo con el asesinato de Harry.

Me encojo de hombros.

—Bien. Supongo que puedo ir.

Max sonríe y Jenna aplaude emocionada.

—¡Genial! iré a recogerte a las ocho—dice Jenna.

—De acuerdo—digo, rodando mis ojos mientras Max coloca uno de sus brazos alrededor de mis hombros, divertido.

—Cambia ese ceño, Marx—él dice, mientras los tres caminamos a través del patio, frente al estacionamiento de la escuela.

—Deja de ser tan feliz, me molesta.

Jenna ríe y Max presiona sus dedos a mis costados, provocando que me retuerza.

Me alejó de él, sin poder esconder la sonrisa de mi rostro mientras ellos ríen.

Jenna, Max y yo tomamos caminos separados una vez llegamos al estacionamiento. Busco las llaves en mi bolso y no me sorprendo al encontrar mi auto totalmente frío por dentro.

Escucho la voz de Harry en mi oído cuando me siento detrás del volante.

—¿Tienes algo con él, no es cierto?

Frunzo el ceño y me giro para mirarlo, confundida.

—¿Max?

—No, George Washington—Harry escupe sarcásticamente, rodando sus ojos.

Levanto una ceja.

—En primer lugar, no seas rudo—digo.

Él empieza a querer decir algo, pero levanto mi mano para callarlo.

—Segundo, no traigo nada con Max—termino, fingiendo una sonrisa.

—Seguro, eso se nota—él entrecierra sus ojos.

—Bueno, ya sabes lo que suponer nos hace—digo, tomando el cinturón de seguridad y pasándolo por encima de mi hombro para abrocharlo.

Él me mira sin entender.

—Nos hace unos idiotas—sonrío.

Harry lucha por contener una sonrisa, pero falla. Y un simple hoyuelo aparece en una de sus mejillas.

—¿Acabas de jugar con las palabras?

—Tal vez—digo—. Sólo porque estás celoso.

—¿Celoso? No.

Lo miro.

—Bien—se encoge de hombros, recargándose sobre la consola del auto, mirándome—. Lo admito.

Sonrío.

—No te preocupes—digo—. No andaría con un presunto culpable.

Harry se endereza.

—Ya hemos terminado con eso—dice—. Max no lo hizo.

—No tienes pruebas.

—No tienes pruebas de que él lo hizo.

—No puedes sólo descartarlo.

—Puedo. Y lo haré—Harry cruza ambos brazos por encima de su pecho como niño pequeño.

Suspiro y enciendo mi auto. Me aterra el que Max haya sido capaz de más de lo que Harry cree, y Harry podría terminar destrozado por eso.

Sé que podría cambiar fácilmente la forma de pensar de Harry acerca de descartar completamente a Max, con tan sólo decirle lo que escuché en la biblioteca. Pero por otro lado, él tiene razón. No tenemos suficiente evidencia contra nadie todavía.

Así que mantengo mi boca cerrada, por ahora.

(...)

Apunto mi nombre en la nota que le dejaré a mis padres, y la coloco sobre la barra de la cocina. Ninguno de los dos se encuentra en casa todavía, ambos llegarán tarde debido a su trabajo. Por suerte no estarán tan molestos cuando averigüen que salí durante la noche.

Escucho el claxon sonar desde la calle y recojo mis cosas, apurándome a salir por la puerta principal.

Me adentro en el asiento trasero del auto de Jenna, ya que el asiento del copiloto está ya ocupado por Ría. Ella sonríe en cuanto me ve.

—Whoa, no había estado aquí en años—dice Jenna, escaneando con la mirada el frente de la residencia mientras vuelve a la carretera.

Ría dirige la vista hacia su regazo y Jenna instantáneamente luce como si lamentara lo que dijo hace unos segundos.

Estudio sus expresiones detenidamente, sin decir nada.

El trayecto hacia casa de Max está prácticamente ambientado con Jenna rompiendo todas las leyes de tránsito habidas y por haber y Ría alternando entre explicarme lo pésima conductora que es Jenna y diciéndole a ella lo mala conductora que es. Es muy cómico en realidad.

—Te pasaste esa señal de alto—Ría la regaña.

—¿Cuál señal?

Ría se abofetea levemente.

—Tu eres de verdad una pésima conductora—le dice Ría detrás de sus manos.

—No, no lo soy—Jenna dice mientras se pasa otra señal de alto—. No lo soy, ¿verdad Jane?

Ahogó una risa y me encojo de hombros.

(...)

Finalmente, después de múltiples ocasiones en las cuales de verdad sentí miedo de que ocurriera algún accidente, llegamos a casa de Max.

No es tan grande como la casa de Nate, pero está bien para la mayoría de los estándares. Es del mismo estilo clásico, de majestuosa vista como las demás mansiones del área. Música tenue se escucha mientras Jenna estaciona el auto en la calzada de la carretera.

Salimos de éste, y sigo a ambas hasta la puerta principal. Ría gira la manija y entra inmediatamente.

La gente llena la sala de estar, pero no demasiado como en la fiesta en casa de Nate. Me alegra que esta fiesta no sea tan grande como la anterior.

Jenna y Ría saludan a gente que conocen mientras caminamos hacia la cocina. El olor a cigarrillo y alcohol añaden el toque de fiesta a la atmósfera.

Oliver permanece detrás de la barra de la cocina y nos mira para sonreírnos mientras entramos. Estella se encuentra junto a él, recargada sobre la barra y enredando un mechón rubio de cabello con su dedo.

—¿Qué puedo ofrecerles chicas? —pregunta Oliver, gesticulando el montón de botellas de licor que se encuentran en la esquina.

Algo me dice que Max asaltó el costoso gabinete de licores de su padre. Como sea, juzgando por la decoración de este lugar, no es como si no pudieran comprar más.

Amablemente declino la oferta de Oliver y él asiente, sonriendo. Necesito estar sobria si quiero averiguar algo esta noche.

Jenna, Ría, y Estella comienzan a conversar y miro sobre mi hombro el ambiente en la sala, buscando a Max.

Mis ojos captan a alguien en un top de lentejuelas y reconozco a Ava. Ella sostiene una bebida en una de sus manos y habla con Max, Nate está a su lado. Ninguno de ellos mira en esta dirección. Max tiene ambos brazos cruzados por encima de su pecho mientras habla con ella, su mirada denota claramente amargura. Ava rueda sus ojos y los vuelve a posar sobre él. Nate no parece estar escuchando; él sólo mira sobre su hombro mientras ellos conversan.

Ava golpea a Nate en el hombro y él la mira. Ella le dice algo y él rueda los ojos, girándose para mirar a Max. Max dice algo y Ava niega con la cabeza.

Nate entrecierra sus ojos y apunta en dirección contraria. Ava los mira a ambos antes de bruscamente pasar junto a ellos, entre la gente y fuera de la habitación.

Rápidamente me giro en cuanto la mirada de Max se dirige hacia la cocina.

¿De qué estaban hablado tan intensamente? ¿Por qué se fue Ava?

Miro el granito de la barra, contando los segundos, sabiendo de ante mano que Max entrará a la cocina en cualquier momento.

Cuento hasta cuarenta y cinco antes de escuchar su ruidosa voz detrás de mí.

—¡Jane! ¡viniste!

Me giro para dedicarle una sonrisa, asintiendo.

—Tienes una increíble casa—digo.

—Gracias—dice, aún sonriendo ampliamente—. ¿Quieres algo de comer? ¿Una bebida?

Niego con la cabeza.

—Estoy bien, gracias.

Mientras todos comienzan a conversar, yo comienzo a pensar en cómo obtendré la información hoy. ¿Cómo me puedo librar de estas personas para poder ir a explorar la maldita casa?

Wow, que lindo pensamiento.

Golpeo mis dedos sobre la barra, mi mente divaga.

Siempre puedo usar la vieja excusa del baño. Funcionó antes.

—¿Dónde está el baño?—le pregunto a Max.

Él apunta hacia el pasillo fuera de la cocina mientras toma otro sorbo de su bebida. Asiento como si le hubiera entendido y me dirijo hacia la dirección donde apuntó.

Camino por el pasillo hasta llegar a las escaleras. Subo de a dos los escalones, esperando que nadie me vea.

Cuando llego a la planta alta, escaneo las puertas del pasillo. Una de ellas debe dar a la habitación de Max, si esta casa está construida tradicionalmente.

Abro un par de puertas silenciosamente, pero son sólo habitaciones de huéspedes y un baño. Finalmente, cuando llego al fondo del pasillo, encuentro la habitación de Max. Está oscuro cuando entro, sólo iluminada por la luz de la luna que entra por la ventana para hacerme compañía. No puedo decir de qué color son las paredes en la oscuridad, pero la habitación es definitivamente grande. La cama está postrada contra la pared y la cómoda junto con la televisión se encuentran adyacente a esta. Cuadros con fotografías se encuentran alineados en un mueble junto a la cómoda.

Camino hacia él para examinar las fotos.

La mayoría son de Max con personas que reconozco de la escuela: Nate, Jenna, Ría, Oliver. Pero, raramente, ninguna con Harry.

Extraño, considerando que eran mejores amigos.

Negándome a creer que Max no tiene fotos con Harry, camino hacia la cómoda y abro el cajón superior. Camisetas y suéteres permanecen cuidadosamente doblados.

Frunzo el ceño.

En cuanto estoy a punto de cerrar el cajón, la luz de afuera refleja algo a través de una camiseta blanca.

Busco por el objeto.

Es justo lo que estaba buscando.

Fotografías.

Y muchas de ellas. Una pila al menos de ocho centímetros de longitud.

Me siento sobre la cama y comienzo a verlas, con la ayuda de la luz de la luna para alumbrar.

Todas las fotos son similares. Max y Harry con sus brazos enlazados alrededor del otro como si fueran hermanos, sonriendo, riendo y haciendo muecas. Algunas de ellas son de cuando eran más grandes y otras de cuando eran muy pequeños. Hay varias fotografías instantáneas de ellos en uniformes de fútbol, luciendo no más de la edad de ocho, o vestidos como delincuentes para Halloween cuando lucían como de trece. Recuerdo tras recuerdo fue capturado en esta fotos.

Así que, ¿por qué están tan abandonadas en el cajón de Max?

Una foto en particular capta mi atención.

Es reciente (o, lo más reciente que se puede, dada la muerte de Harry). Ambos están sentados sobre un sofá, con vasos rojos en las manos. Max está riendo y Harry sonríe, los dos mirando a alguien al costado.

Lo que me intriga es lo que Harry trae puesto.

Pantalones negros y suéter blanco.

¿Esta foto puede ser de la noche de su muerte?

Cuidadosamente dobló la fotografía y la meto en mi bolsillo.

Ahora, una cosa que he aprendido de las telenovelas, es de que siempre te atrapa husmeando la persona cuyas cosas estás husmeando. En cualquier minuto, Max podría venir y atraparme en el acto.

Así que, cuidadosamente tomo la pila de fotos y las acomodo de nuevo, de modo que luzcan como lo hacían antes. Estoy a punto de levantarme y ponerlas de vuelta en su lugar cuando un pedazo de papel cae de entre ellas.

Lo desdoblo cuidadosamente.

Hay sólo una simple frase escrita:

TPP.

¿TPP?

Pongo la nota en mi bolsillo y el montón de fotos de vuelta en la cómoda, cubriéndolas con la camisa, y alisándola cuidadosamente antes de cerrar el cajón.

Cierro la puerta de la habitación detrás de mí y camino por el pasillo, mi corazón late rápidamente por salir de aquí sin que nadie me vea.

Eso espero.

La planta alta parece desierta comparada con la viva atmósfera de abajo, e inmediatamente me dirijo hacia la cocina.

Todo mundo sigue donde estaba, sólo que ahora llegó Nate. Luce aburrido.

—Esa fue una larga ida al baño—me dice Ría.

Me encojo de hombros.

—Cuando tienes que ir, tienes que ir.

Para mi sorpresa, todos ríen.

Bueno, supongo que mi sentido del humor está mejorando.

Estoy muy consciente de la fotografía que traigo en el bolsillo, junto con la nota. Necesito llegar a casa para mostrársela a Harry. Tal vez él sabe lo que significa TPP. Tal vez si él ve la fotografía, una imagen de esa noche o algún recuerdo llegue a su mente.

Además, la foto puede no ser de esa noche. Él pudo haber usado el mismo suéter en otras ocasiones.

Como sea, es demasiada coincidencia. Hay muchas variables, muchas incertidumbres.

Ayudar a Harry parece que se vuelve más y más complicado a cada minuto.

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