Extras de DE ©

By OscaryArroyo

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La historia Rachel y Nathan no termina con el final de "Deseos encontrados"; empieza allí. Llenos de ilusió... More

Escenas extras de Desires Found
1. Bóó: El primer cumpleaños.
2. La proposición
3. Ejercicios.
4. Tutús y caramelos.
5. Acua.
7. George Blackwood
8. Cruzados.
9. Solos en casa de Anastasia.
10. Votos
Sobre la autora.
Agradecimientos.
Deseos ocultos © (Desires #2)

6. Delicioso amor.

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By OscaryArroyo

No era cualquier despedida, era la despedida de casada mejor organizada de la que Bristol alguna vez fue testigo. Postres, luces, bailarines, música, nada faltaba. La decoración del Empire, un club cercano al puente colgante de Clifton, destacaba por su alegría brasilera y diversión cosmopolita.

Ni Nathan, ni John, habían sido invitados. 

—¡Owww, quiere saber qué haces, Rachel! —Luz me gritó en el oído, haciéndome señas hacia su teléfono, desde donde probablemente estaría hablando con John, el interlocutor de Nathan—. ¡¿Qué le digo?!  

 —¡Que esto es trabajo, no placer! —le grité de vuelta, abotonando un botón más de mi gigantesco abrigo hecho para mi gigantesco cuerpo—. ¡Iré a evaluar la mesa de aperitivos!

Luz asintió con sus rebeldes y naturales rizos dorados y siguió con la conversación. Caminé a través de las amigas de Natalie y los bailarines que se contrataron, luchando por pasar entre los cuerpos de jóvenes, treintañeras y maduras. Llegué a la mesa ovalada, con sudor empañando mi frente pese al frío de la noche que entraba por la abertura de las puertas corredizas que daban a los balcones, y verifiqué que cada bandeja estuviese llena. Cuando fue evidente que la gente de la cocina y del servicio hacía muy bien su trabajo, tomé un platito.

Estaba comiendo un canapé, ya iba por la mitad de él, al momento en el que un par de manos se instalaron en mi cintura y me empujaron. Nerviosa, negué hacía el muchacho de piel oscura y abdomen de infarto. En el sobresalto por poco se me caía el plato, así que lo apreté más y decidí escapar del alboroto, filtrándome entre las cortinas ondeantes. 

La vista hacía el río Avon era hermosa, pero nada comparable con la que se podía disfrutar a unos metros de mi propio hogar. La verdad era que mi labor cómo organizadora estaba más que terminado y que ya me podía marchar, pero Natalie, quien parecía disfrutar en mi ausencia según sus gritos de felicidad, me retenía.

Tenía que aguantar, incluso si para ello tuviera que engordar y aunque lo único que pudiera recordar fuese la vista. Terminé con mi merienda nocturna y me concentré en el susurro de la corriente del agua. Tan calmada...

Su hombro se sentía duro y cálido bajo mi mejilla, suave. Familiar. Me acurruqué contra su pecho y me refugié en sus brazos. Su olor, tan varonil, llenó mi nariz. No tenía hambre, ni sed, solo sueño y deseos de seguir descansando sobre aquel colchón tan particular. Era muy confortable, lo sentí moverse conmigo y llevarme a algún sitio desconocido. Boqueé en un intento por pedir direcciones, pero mi cansancio era mayor y solo logré emitir balbuceos. Me dejé ganar, no me sobresalté hasta que mi captor me dejó en superficie fría pero lisa, acolchada y suave.  

—Cariño...¿quieres que te lleve a casa?  

Solté un pequeño gemido en protesta cuando levantaron mi cabeza. Me encorvé al tenerla sobre el muslo de Nathan, mi almohada. El mundo se volvió a mover bajo de mí mientras el auto nos llevaba de vuelta. Ronroneé al tener sus dedos enredados en mi cabello, juguetones y tiernos.  

—Rachel, no...—Volví a ronronear cómo un felino y se estremeció—. No es que no me guste, lo amo. —Bajó la voz y me negó sus caricias—. Pero trata de hacer esos sonidos cuando estemos a solas, o al menos, cuando podamos conseguir estarlo de inmediato. Me pones... incomodo, amor. No de la mala manera, sí de la que no puedo controlar.  

Maliciosamente y pensando en vengarme por arrebatarme sus mimos, solté un teatral gemido. Gruñó. 

—¡Maldición! ¿Qué hacen allá atrás? —Luché por incorporarme, roja cómo si un petardo hubiera estallado frente a mi cara. John había apartado sus ojos de la carretera para vernos y encontrarnos en una posición comprometedora, pues mi embarazo me impidió levantarme con facilidad—. Mierda, ¡Nathan! En mi coche no, por favor.  

—John... —Luz le murmuró alto—. No los juzgues, ¿recuerdas el cumpleaños de Kevin?  

Mis cejas se alzaron. Ese día habían desaparecido un buen rato, dejándonos a Nathan y a mí a cargo del rubito y sus invitados. A través del retrovisor vi al rubio sonrojarse bajo su nueva apariencia de leñador. Qué pillos... 

 —Sólo no en mi auto, ¿sí? 

Nathan gruñó de nuevo, entrelazando los dedos con los míos. El resto del viaje fue hecho sin la intervención de ninguno, pero con Apologize de One Republic repitiéndose una y otra vez. Poco tardé en deducir que aquella era la canción favorita de Luz.  

Le cedimos una de las tantas habitaciones de huéspedes al hermano de Nathan y a su esposa. Kevin dormía en la habitación de Madison, en su corral, cuando llegamos. Wicca se había encargado de cuidarlos mientras nos buscaban, y antes de irse a dormir me contó sus travesuras. Bebí una taza de té de manzanilla cómo cada noche, sin desear mi habitual ración de pastelitos.  

Pasé a revisar a los pequeños para ir a nuestra habitación, dónde solo la luz del baño alumbraba el oscuro espacio. Entré y lo hallé dentro de la tina, con los brazos reposando en los bordes y mirada intensa. Mordí mi labio en un intento por ocultar mi entusiasmo. Ya no estaba tan agotada. Además, luego de un día duro, no había mejor relajación que la ofrecida por su abrazo.  

Alzó una ceja y me eché a reír.  

—Bajo este suéter tengo un vestido... —murmuré, desabrochando los botones de uno en uno, ganándome su completa atención—. Y no lo puedo abrir yo sola, ¿recuerdas?  

 —Ven. —Se movió hacía la parte más cercana de la bañera, al borde. Me situé delante de él, permitiéndole que pudiera ayudarme con el arduo labor de bajar el cierre—. No sabes cuanto quiero tenerte aquí, adentro, conmigo. —Jugó con el elástico de mis bragas y me alejé para terminar de desvestirme—. Me encantas tanto, amor.  

 —Solo quieres engatusarme. —Metí un pie dentro del agua tibia y acepté su mano cómo apoyo—. Seducirme para abusar de mi integridad, ¿no? 

 —Abusar, no. —Sus manos me rodearon cuando ya estuve sentada, haciendo una clase de atadura a mi alrededor que no me dejó más remedio que sentarme entre sus piernas, con mi espalda pegada a su pecho y mi cabeza reposando en la curva de su cuello—. Disfrutar, apreciar.  

—¿Ensuciar?  

Esta vez fue él quien se echó a reír con roncas carcajadas que formaron un torbellino en mis partes bajas.   

—Estás especialmente inmoral esta noche, ¿algo sucedió en la fiesta?  

—¿Algo cómo...?  

—¿Algo, que me tengas que contar, sucedió en la fiesta? —repitió con ciertos retoques de celos y protección. Sonreí contra su piel, lo más ancho que pude para que lo palpara. 

—No, nada.  

—Entonces, ¿por qué tan feliz? Nunca estás tan alegre cuando tienes que ir a los eventos, Rachel. —Me estrechó cómo un niño estrecha a sus juguetes cuando se los piensan arrebatar—. ¿Qué recuerdo te hace sonreír así?  

Despegué sus manos de mi cuerpo para darme la vuelta y quedar de cara a él. Rodeé su cintura con mis piernas y me pegué lo más que me permitió mi gran vientre. A medias logré descansar mi frente en su hombro.  

—No es un recuerdo, eres tú. —Le abracé—. Me encanta cuando eres tan posesivo, Nathan. Pero no tienes motivos para estar inseguro con respecto a lo que siento por ti, ¿entiendes? No he decidido vivir y crear una familia contigo por nada. 

—Puede ser por mis buenos genes —dijo habiéndome apartado para que sus melosos ojos dieran directos con los míos. Temblé cuando rozó mi mejilla al jugar con uno de los mechones de mi cabello.  

—Sí, fue eso. —Le ofrecí una sonrisa—. Son tus buenos genes los que no me permiten desear a alguien más. Los que se convierten en mi refugio de las trivialidades.  Son ellos los que han enamorado.  

No me contestó con palabras, sino con besos. Gustosa, separé mis labios para ellos. El tiempo pasaba, pero él solo conseguía que cada día me volviera más adicta a ellos. Se habían convertido en la porción de amor requerida para sobrellevar mis jornadas. Ya Nathan no estaba conmigo porque yo quisiera, estaba porque le necesitaba.  

—Eres tan tierna y dulce, te amo mucho, ¿lo sabes?  

—Oh... no, no lo sabía. —Arrugué la nariz—. ¿Es muy importante saberlo?  

—Sí, pero adoro demostrártelo con acciones. —Rozó su nudillo contra la parte baja de mi espalda, por debajo del agua. Jadeé—. Y a ti te gusta más así, ¿no? Las palabras son eventuales, para ponerle nombre al motivo de mis actos.  

—Yo también te amo, Natti —murmuré, enternecida con la sinceridad percibida en su discurso—. Déjame demostrártelo, ¿sí?

—Solo verte es la evidencia de ello, no estás en la obligación de hacer nada más. —Su cabello estaba mojado, húmedo pegado a su rostro mientras acariciaba mi barriga de siete meses—. Aquí.  

A pesar de que estábamos desnudos y claramente dispuestos, ninguno de los dos hizo más que abrazar al otro por un largo y duradero instante. Más que un abrazo, era un retiro de las horas del día, un punto congelado al donde solo se podía llegar con el otro. Ladeé la cabeza para encajar mejor en él y él se movió para encajar mejor en mí sin que nuestro pequeño regalo careciera de espacio.  

Era perfecto.  

Durante nuestro baño únicamente hubieron caricias y toqueteos disimulados. Nathan conocía mi amor por las esencias y los jabones exóticos, así que me mimó con una barra artesanal de chocolate y me dejó devolverle el favor al ayudarle con su shampoo para hombres. Salimos cuando empezamos a arrugarnos, me tendió una bata de baño para embarazadas y, en contra de mis protestas, secó mi cabello.  

El sueño se adueñó de mí a penas me recosté en su costado. Soñé con flores y colores bajo la protección de su arrullo. La mañana llegó, pero la pasé de largo por el agotamiento de la noche anterior. No fue hasta pasadas las diez que me desperté, sintiendo las manitas frías de Madison en mi rostro. Al parecer Nathan la había llevado a dar un paseo matutino y se había mojado en el río, de nuevo.  

—¿Agua? —Me senté y la atraje hacía mí, inspeccionando sus pantalones mojados y su camisa sucia—. ¿Tierra? ¿Fuego? ¿Es que jugaron a ser maestros?  

Zapateó sobre la cama con verdadero entusiasmo, cómo si deseara contarme muchas y fantásticas aventuras. De no estar tan enternecida la habría regañado por manchar las sabanas blancas de barro. Su inocente mirada, mientras balbuceaba, llegó a parar en mi vientre. Los labios se le fruncieron cómo si intentara resolver un odioso misterio. Con miedo y precaución, extendió sus dedos y aplanó su palma sobre mi estomago. Abrió la boca sorprendida, me dedicó unos ojos abiertos cómo platos y arrugó la frente.  

—Sí, Maddie, engordé. —Le hice cosquillas, muchas—. Es lo que tiene que pasar para que cositas tan hermosas cómo tú y cómo lo será tu hermanito vengan a este mundo.  

—Daaa —gritó fuerte cuando Nathan entró a la habitación, invitándolo a unirse a la fiesta.  

Su escándalo fue recompensado con una sonrisa y un apretón de mejillas que casi consigue apagar su alegría. Nathan no hizo caso a su anterior demanda y la colocó sobre sus hombros, manchando su franela con el barro de las suelas de sus zapatillas.  

—Le dije que no te despertara. —Me dedicó una expresión traviesa—. Tu mamá está abajo y creo que está embarazada. Tiene más antojos que tú, y Wicca no sabe preparar ni la mitad de las recetas que exige. Y yo...   

—Bajo en un minuto, primero tengo que ir al baño. —Puse los ojos en blanco, tanto por Anastasia cómo por mis de hacer pis—. ¿Puedes cambiar a Maddie mientras tanto? Se podría resfriar con...  

—Lo sé, con la humedad y el frío. —Se dio la vuelta, ofreciéndome la visión de su ancha espalda y de su duro trasero—. Trataré de lograr que se calme. —Se refería a su futura suegra—. Pero no prometo nada.  

Esperé que se marchara para levantarme. Estaba resentida con ella, ¿qué le costaba esperar, comer comida normal o aceptar que Nathan podía cocinar mejor que yo? Según ella ninguna tarea desempeñada en la cocina era trabajo de hombres. Pero según yo ninguno de ellos cocinaba o limpiaba con su pene.  

Definitivamente ya habíamos empezado el día mal.  

Una rápida ducha me ayudó a relajar tensiones que resurgieron y se intensificaron al tocar vestirme. Todos los días, una tarea que un día había sido tan sencilla, era una lucha insoportable. Tal era mi irritación que terminé dentro de un vestido playero muy elástico y con un sombrero de paja en la cabeza.   

—Rachel. —Lucius asintió en mi dirección cuando, extrañamente, me lo encontré saliendo del cuarto de nuestro próximo bebé. Bajó tan rápido que no le pude seguir el paso.  

A través del cristal de la puerta corrediza de la cocina me di cuenta de que mi hogar se había convertido en el sitio de encuentro de una reunión familiar. Se encontraba Luz, John, Loren, su novia cuyo nombre siempre olvidaba, Marie, Anastasia, Kev y un recién aparecido y ya mayor para las gracias Van Allen.  

—Buenos días —le dije a Wicca, la jefa del servicio de la casa. Al principio no había querido que nadie se encargara de hacer tareas que podíamos fácilmente desempeñar nosotros, pero luego, tomando en cuenta los más de cinco cuartos y las demás habitaciones, lo había pensado mejor—. ¿Qué quiere de comer?  

La mujer mayor, de trenzas grises y sabiduría infinita, me dio un vistazo que clamaba por auxilio. Sus manos jugaban con el mango de la sartén mientras que otras tres ollas funcionaban. Regañaría a Nathan por sobrecargarle de semejante modo. Generalmente dos personas más le ayudaban, pero ambos hermanos habían tomado el fin de semana libre para el bautizo de un sobrino.  

—Crepas flameadas, postre... —Me pasó el tarro de azúcar que no podía alcanzar—. Señora, ¿sabe hacerlo? —Sus ojos casi negros brillaron.  

—No. —Le ofrecí una sonrisa tranquilizadora y rápidamente volví a mi actitud seria—. Pero esta es mi casa. Mi familia. Son mis reglas. Es de mala cortesía exigirle a quienes te abren las puertas de su refugio, o criticarles. 

—Este... bien. —Wicca me regresó el gesto—. ¿Qué harás?  

—Se me ha antojado el chocolate cómo no tienes idea. —Me agaché con esfuerzo para abrir el ultimo cajón de un gavetero y sacar el cacao en polvo—. Creo que ya sé cual será el sabor favorito de Georgie.  

—¿Ya le ha puesto nombre? —Ella seguía tuteándome por más que le pidiera lo contrario.  

—Nathan se encargará del escogerlo si es niña. —Le guiñé un ojo mientras dejaba caer la mantequilla en un bowl—. Y no he dejado de ver esta película de George Clooney, Amor sin escalas.  

—Será un niño muy feliz. —Dejó de remover el cucharon dentro de la cacerola llena una salsa cuyo olor me resultaba encantador—. Pero que tendrá que luchar mucho con su mami y hermana. Ambas son muy fuertes de carácter.  

—Se hace lo que se puede —reí y vacíe el tarro de azúcar tras suavizar la mantequilla—. Además, los equipos estarán igualados.  

—Dudo que el señor se conforme con dos, pero quien sabe. —Cogió un rodillo—. ¿Hará un pastel de chocolate? Me puedo encargar de ello, necesita reposo...  

—Me enfermaré si me vuelven a intentar encerrar. —Chasqueé la lengua—. No estoy enferma.  

—¿Y si sale a compartir con...? 

—No existe mejor compañía que la que se encuentra en la cocina.  

—Como guste. —Me volvió a sonreír y ambas seguimos cocinando en silencio.  

Cómo si el destino tuviera planeado reforzar mis palabras, Nathan entró y rodeó mi mega cintura mientras batía la mezcla. Intentó meter su dedo, a lo que mis alarmas saltaron y le di un pequeño golpecito con una cuchara de metal.  

—¡Cariño! —se quejó.  

—Puedes dañarlo. —Seguí con lo mío durante unos segundos antes de parar en seco y girarme hacía él—. ¿Quieres algo dulce? —Se concentró en mis labios, luego en mis pechos, y devuelta a mis labios mientras asentía muy fascinado—. Cierra los ojos. —Lo hizo y aplasté un cupcake lleno de crema que rato atrás había sacado de la nevera para que se descongelara, en su rostro.  

—¡Joder! —Lo agarró antes de que se cayera—. ¡Rachel!  

Recogió una minúscula porción de crema en su dedo y lo pegó en mi nariz, manchándome. Abrí la boca para quejarme, pero su rostro ya estaba frente al mío, presionándose y arrojando mi sombrero al suelo.

Al final quedé más manchada que él.  

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Hola :D  

Sé que me he tardado (ninguna sorpresa) y bueno, cosas del colegio. Inicios de clase, acostumbrarse y eso. ¡Pero ya le estoy agarrando el hilo! Comenzaré con el horario formal a partir de la semana que viene aunque mi deseo es terminar las escenas extra lo más pronto posible (serán 10) para empezar con la segunda parte de DF, "Deseos ocultos". Ya pueden encontrar su sinopsis :3  

PREGUNTAS.  

1) Parte favorita.  

2) Frase favorita.  

3) ¿No son una ternurita?  

Ganadora del cap: Pues... nadie dio directo en el blanco. Aunque creo que esto fue más un complemento que una escena en específico. Así que la escogeré: PARA MI COLEGUI, SUPER HERMOSA @ZelaBrambille ¡Un aplauso para ella! No sé si han leído su historia "Gardenia", pero es súper genial y se las recomiendo. Si ya la han leído... pues... ¡DAN ES MÍO! Muajajajajajaja xD  

Pregunta para la próxima escena/capitulo: ¿Cual será? (La misma de siempre, esta vez está fácil :D) 

Gracias por sus votos y comentarios, Ladies y Sir, Sir... ❤ 

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