-¿Qué estás mirando, _______?-me preguntó Minnie en seguida. Cerré de golpe la laptop y negué rápidamente con la cabeza, tratando de inventarme una excusa creíble lo más pronto posible.
-Tarea-murmuré con los ojos desesperantemente abiertos. Minnie no resultó muy convencida e intentó quitarme la computadora, pero yo forcejeé posesiva contra ella y la miré sorprendida a través de mis enormes lentes, aferrandome a la laptop como si mi vida dependiera de ello.
-¿Qué?-finalmente se dio por vencida y le quitó las manos de encima a mi bebé.
-Lo siento, pero llevo días trabajando en... Esto, debo ser sumamente cuidadosa-mentí.
-Es el odioso reporte de literatura, ¿No es así?-intervino Lina pinchando con su cubierto los fideos crudos de la señora Whitehead-. El estúpido maestro Bumble me tiene harta, no le haré nada y tendré otra F. Que viva el liberalismo, yupi.
Gracias Lina.
Suspiré aliviada y asentí con la cabeza.
-Exacto... Apenas he tenido tiempo para respirar. Ayer tuve que saltarme la cena y dormirme a las tres de la mañana, ese hombre terminará acabando con mi paciencia.
-Pero el proyecto es para la próxima semana-apuntó Arnold encogiéndose de hombros. Le lancé una mirada asesina y él me correspondió con un confundido y apenas audible "lo siento".
-Y además no es tan largo-dijo Mica haciéndo un gesto con las manos-, cualquiera puede terminarlo en cinco minutos, no le veo la lógica a que te hayas tardado tanto.
Tragué fuertemente saliva e inenté concentrarme en el almuerzo, esquivando las miradas inquisitivas de mis amigos.
-¿Estás segura de que sólo se trata del proyecto de literatura, _____?-Minnie me examinó con curiosidad, sus ojos marrones sobré mí como un par de brazas de hierro caliente-. No has soltado esa cosa desde ayer y has andado los últimos días bastante extraña. ¿Estás bien?
-Este...sí, no... No pasa nada-sonreí nerviosa sin mirarla a los ojos. Percibí que finalmente asentía con la cabeza y para mi buena suerte, volvía a centrarse en su comida, como todos los demás.
Después hubo un silencio incómodo, por lo menos para mí.
¿Qué pensarían los chicos si me descubrían mirando videos de bailes eróticos por internet? No podía decirles nada sobre la apuesta que hice con Roger, así que cualquier explicación héterosexual con respecto a los vídeos estaba inválida, porque claro, no había ninguna. Era o decirles lo de la apuesta o quedar como una desorientada sexual ante ellos, y ninguna de las dos opciones me convenía. No habría estado haciendo esto de no ser porque Roger dijo que si me empeñaba en montarle una buena coreografía, me daría unos días más de respiro, es decir, movería la fecha en la que tendría que bailarle en privado. Se suponía que debía hacerlo el mismo día que lo besé, pero Roger no quería ver cualquier cosa; él quería un show, un espectáculo tipo Las Vegas.
Al principio supuse que era por mi conveniencia, pero al final él siempre hacía las cosas para su beneficio propio. De todas maneras, esos días de más que me había regalado me ayudaban a prepararme mentalmente para lo que sucedería el miércoles.
-Oye ______-dijo Arnold después de unos minutos, alcé la cabeza y volví a cerrar la laptop, siempre alerta- las chicas y yo veremos una película en mi casa...¿Quieres ir?
-Ted-exclamó Lina con una sonrisa.
-El Titanic-corrigió Minnie dándole un codazo a la castaña.
-Cállense las dos-les recriminó Mica amenazándolas con el cubierto, yo reí por lo bajo y las miré divertida- la compraremos por internet y todavía no estamos seguros cuál de todas queremos ver...¿Tienes este miércoles libre?
Oh, mierda.
Me acomodé un mechón de cabello detrás de la oreja y comencé a golpear con los dedos la tapa de mi computadora...¿Miércoles? ¿Quién se junta a ver películas los miércoles por la noche? Nadie hace nada en Holmes Chapel ese día de la semana...O sea...Por Dios, es miércoles. ¿Qué excusa les daría ahora?
-¿Miércoles... Te refieres al miércoles por la tarde? ¿Como a eso de las tres o cuatro y media? ¡Genial!-solté antes de que pudieran decir otra cosa, con mi delatora sonrisa nerviosa. Los chicos me miraban extrañados, especialmente Minnie quien era la que tenía más sentido común de todos.
-Emm...No, ________, obviamente será de noche-pronunció lenta y cuidadosamente.
-Ah...Bueno...-me quedé en el aire por unos segundos, sin saber que decir o inventar, hasta que dejé salir lo primero que se me vino a la cabeza-no puedo, es que debo cuidar a las hijas de una vecina porque...Su esposo murió... Ataque cardiaco...Ayer...Sí, eso.
-Oh-dijo la rubia dejando suavemente caer los hombros- lo siento...Por ella. ¿Son niñas pequeñas?
-Cuatro años-mentí mientras me llevaba el vaso de jugo a mis labios para disimular el mal intento de sonrisa dolida.
-Que mal-susurró Arnold, frunciendo el ceño- me agradaba el señor Cowell... No sabía que tenía hijas-entonces casi me ahogo con mi propia bebida.
-¿Conociste al señor Cowell?-pregunté incrédula entre toses e hipos, con los ojos ardientes y llevándome una mano al pecho.
-¿Conocerlo? _______...Ese tipo fue quién enseñó a mi hermana a caminar, Oh Dios...Cuando mamá y papá se enteren...Jesús...
Estaré más jodida que un cerdo en Navidad.
(...)
Cuando el timbre marcó la hora de salida fui corriendo hacia mi casillero para no toparme con mis amigos, o con Jessie, o en su defecto, con Roger. Estaba tan nerviosa que sentía como el corazón se me saldría por la boca, y apenas podía mantenerme de pie, porque mis ridículas piernas comenzaban a tambalearse como fideos y chocaban como canicas por las rodillas.
Minnie había notado que algo no andaba bien, y dado a su complicada personalidad, sabía que ella haría todo lo que fuera por averiguar de qué se trataba. Tenía motivos para estar asustada, esa chica siempre tiene lo que quiere, por eso debía usar la cabeza y evadirla... Hasta el miércoles.
Abrí mi casillero y metí la cabeza allí dentro cuando los vi pasar, pero una enorme bolsa color rosa cayó al suelo y captó toda mi atención. Cuando me arrodillé para tomarla, leí que venía de Victoria Secret.
Suspiré frustada y miré hacia la derecha, luego a la izquiera.
Y Roger anota.
Meti disimuladamente la bolsa en mi casillero y comencé a urgar en ella, hasta que di con un exótico y revelador traje de lencería negra. Lo agarré entre mis dedos por unos segundos, contemplándolo con la mandíbula desencajada, hasta que reaccioné y lo apreté con fuerza. En mi mente comencé a maldecir a ese idiota por haber cruzado la línea otra vez, me dieron ganas de tirarle la bolsa en la cara delante de sus amigos y gritarle lo cerdo y animal que era.
Quería llorar del coraje y gritar desde el tejado lo desgraciada y miserable que Roger me hacía sentir. En primer lugar...¿Por qué había apostado contra él? Fue estúpido, era casi lo mismo que venderle mi alma al diablo. No... Era peor. Mucho peor.
¿Cómo pude ser tan imbécil? Yo sabía que me estaba metiendo en zona de peligro, por algo ese chico nunca me dio buena espina. Era tramposo, narcisista y astuto. Yo... Simplemente lo sabía, ¿Cómo diablos fue que caí tan rápido?
Quizás era ese algo que había notado en él desde hace mucho, allí, en su mirada, que me obligaba a cometer y decir cosas que en mi sano juicio no haría. Roger me tenía perfilada, me conocía, y tenía consciente que no iba a dejarme en paz hasta que... Hasta que...hasta que me diera por vencida.
Porque ahora que lo pensaba, desde el día en que lo traté diferente que todas las demás chicas, le había declarado instintivamente la guerra.
-¿Te gustó mi regalo?-se me cortó la respiración y estrujé el traje de lencería al escuchar su voz tras mi espalda. -. Sólo faltan tres días _______... Tres... Estoy tan ansioso por ver lo que me tienes preparado...-aunque no lo estaba mirando a la cara, pude sentir su sonrisa pretenciosa y sarcástica dibujarse lentamente en su rostro-¿De verdad no quieres que vea tus ensayos privados? No lo sé... Podría darte mi opinión, preciosa.
-¿Qué haces aquí?-mascullé dando la vuelta y enfrentándo sus ojos azules.
-Pues...-se metió las manos en los bolsillos y se encogió de hombros-, estudio aqui.
-Oh, pensé que eras el conserje.
-Debes practicar tu sarcasmo...¿recuerdas cuando te dije que te faltaba sentido del humor?
-¿Qué quieres, Roger?-ignoré su comentario y me crucé de brazos, fulminándolo con la mirada.
-¿Qué te hace pensar que quiero algo, _______?-encaró una ceja y yo bufé con exasperación.
Le crucé por el lado, chocando bruscamente nuestros hombros y sin querer tirando el traje de lencería al suelo, el cual Roger había tomado antes de que yo pudiera hacerlo.
Lo miré con impotencia cuando un grupo de estudiantes pasaron en frente de nosotros, mirándonos con sus ojos bien abiertos y seguramente preguntándose por qué Roger sostenía lencería de Victoria Secret en las manos... Mientras me miraba de esa forma.
Ellos no tardaron en intercambiar susurros y miradas inquisitivas, no lo soporté más y traté de arrebatarle la prenda, pero tenía tan buenos reflejos que echó la mano hacia atrás y casi me hace caer de bruces en el suelo.
-No tan rápido, Foster-me dijo, alzándo el traje de lencería hacia arriba, como si quisiera asegurarse de que todo el mundo lo viera. Me quité un mechón de cabello de la cara y lo miré fijamente a los ojos. Es un idiota si no se percató de que quería matarlo allí mismo y ahora-. Quiero que me escuches. Ya, así que deja de hacerte la rebelde y presta atención.
-¿Y qué pasa si no quiero?
-¿Me estás retando, dulzura?-Me sonrió con cinismo y se apoyó con un hombro en los casilleros. Sus ojos nunca abandonaban los míos-. Porque aqui hay cientos de estudiantes que estarían interesados en saber si fuiste lo suficientemente salvaje como para amarrarme con esta cosa anoche en la cama...-esto último lo dijo tan alto que tres chicas que hablaban al final del pasillo se giraron a vernos- ¿Y bien, preciosa? ¿Me escuchas o no?
Me sonrojé violentamente y volví a apretar mis manos en un puño. Me mordí el labio inferior con tanta fuerza que sentí en mi boca el sabor metálico de la sangre. Recé mentalmente para no perder la cordura y hacer algo estúpido.
Cuando conseguí calmarme, suspiré y suavicé las manos. Sintiéndome humillada y débil por dejarme manipular por las malas jugadas de Roger.
-Habla, no tengo todo el día.
Y lo que me dijo a continuación sólo fue un simple reflejo de lo estúpido, inmaduro, cobarde, manipulador y tramposo que podía ser, porque nadie que se diera a respetar ni respetara a las otras personas sería capaz de pedir, o mejor dicho, amenazar a alguien con aquel tipo de estupideces.
Y fue ahí cuando tuve más que claro que entre nosotros, a pesar de que él fuera el idiota más grande del planeta, era quien estaba al mando y encabezaba este sucio, estúpido y confuso juego de dos.
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