Mis párpados pesan, no sé por cuánto tiempo llevo conduciendo, pero estoy segura que me encuentro cerca.
Tengo que estarlo.
La noche cayó y el amanecer ya está por llegar. La lluvia se detuvo y debo admitir que fue de gran ayuda que lo hiciera. Tengo menos de medio tanque, tengo darme prisa si quiero lograrlo. Jamás me había sentido tan cansada.
¿Es así cuando es el final?
No.
Borro ese pensamiento, lo lograré estoy segura.
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Veo las montañas que rodean el pueblo, el cielo comienza a iluminarse de un gris claro. Mi corazón se acelera por lo cerca que me encuentro. Por un momento pienso en ir a la cabaña, pero no puedo perder tiempo aunque una parte de mí ruegue ir.
Necesito verlos.
No quiero llorar pero es como si no pudiera evitarlo, mi cuerpo y mente dicen algo, mientras que mi corazón se encuentra perdido. Destrozado.
Así que decido aferrarme a lo único que tengo que llegar, a mi familia. Me sumerjo en el bosque, acortando camino, no queda demasiado combustible por lo que la camioneta no tardará en detenerse por completo.
— ¡Mierda! — doy un golpe en el volante.
Comienzo a buscar en la guantera algo que me pueda ser de ayuda pero solo hay una linterna, una caja de cigarrillos y un papel doblado. Lo abro y observo la fotografía, en ella se ven Tom Bosley años más joven, a su lado está mi madre en una camilla de hospital sonriendo con una bebé en brazos. Me percato que la orilla está totalmente arrugada y al desdoblarla muestra a un hombre a lado de mi madre mirándola con adoración.
Es mi padre, el estuvo ahí cuando nací.
Un nudo se forma.
Doblo de nuevo la fotografía guardándola en mi bolsillo trasero.
Reviso lo que resta de la camioneta, y en la cajuela logro encontrar un arma. Sin pensarlo la tomo y salgo corriendo con dirección al pueblo.
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Mi piernas las siento adormecerse, empiezo a respirar por la boca por el cansancio acumulado. Hasta que caigo en la tierra.
Levántate Brenna, tú puedes.
Me dejo caer de espaldas y me quedo ahí tendida.
¿Qué pasa si no lo logro?
¿Mi familia estará decepcionada de mí?
¿Van a creer en mamá o en mí?
Tomo la tierra en puños.
Ellos confiaran en ti, después de todo siempre lo han hecho.
¡Levántate, Brenna!
Me levanto a duras penas y sigo corriendo aunque todo duela, pero sé que dolerá más sino lo hago.
Veo la casa, estoy en casa.
Rápidamente subo las escaleras, aprieto el arma en mis manos y la cargo. Toco la puerta pero nadie abre, fuerzo la manija y esta gira.
Suelto una gran bocanada de aire.
Mis manos tiemblan al imaginar que detrás de esta puerta pueda a ver una escena horrible.
Sé valiente.
— Abuelo. — llamó al entrar a la sala — Grisel.
Escucho un ruido en el piso de arriba pero el pánico sigue persiguiéndome. Aprieto más el arma entre mis manos y voy camino a las escaleras. Giro con dirección al cuarto de mi abuelo y no está. Solo hay parte de sus cosas tiradas por toda la habitación.
Se los llevaron.
De nuevo se escucha el mismo ruido, proviene de nuestro cuarto.
Mi latido se acelera al igual que mi respiración.
Están aquí, ellos están aquí.
Me acerco lentamente a nuestra puerta, sujetando bien el arma entre mis manos.
Inhala, exhala.
Giro la perilla y veo a alguien que creí no ver, no al menos por ahora.
Mi cielo azul.
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Tiro el arma en el suelo y corro por la habitación lanzándome a sus brazos.
— Gotita, gotita... — susurra contra mi cabello — Pensé... gracias al cielo estás aquí.
Me abraza con fuerza y ya me encuentro sollozando, coge mi rostro entre sus manos recorriendo mis mejillas con sus pulgares.
— ¿Ella te hizo esto Brenna? — me mira con dolor.
Aprieto mis ojos intentando olvidar estas últimas horas, niego con la cabeza. Estará decepcionado de todo lo que hemos hecho hasta ahora.
Todo fue en vano.
River recorre mi rostro acercándolo a él y olvido todo por un momento, solo me concentro en él, hasta que me besa, y lo hace con tanta delicadeza que tengo miedo de arruinarlo. Nuestro beso sabe a lagrimas, sangre; más que nada por mí.
— Lo siento gotita, no pude protegerte. — susurra contra mi boca.
— No fue tu culpa, fue mía al creer en sueños tontos — por qué eso es lo que eran.
Solo sueños.
— River, ¿dónde está Reynald? ¿Grisel?
— Ellos están bien. Venimos aquí ayer en la noche, tú abuelo nos contó lo que ocurrió — acaricia mi cabello —. Desde el momento que dijo que te habían llevado, no estuve completo Brenna, fue como si hubieran arrancado una parte de mí. Creí que... — pongo mis dedos en su boca silenciado lo que no quiero escuchar.
Muerta, tú estarías muerta.
— Entonces, ¿qué estás haciendo aquí?
— Vine a buscar los mapas y algunas cosas de tu abuelo, estábamos por ir a buscarte pero me doy cuenta que mi chica es de las que se salva por sí sola.
Sonrío débilmente.
— Aún así te necesitaba.
— Yo también, como no tienes idea.
Estoy por besarle de nuevo pero un ruido proviene de abajo y ambos nos giramos con dirección a la puerta.
— Ven, querrás ver a alguien — estira su mano entrelazándola con la mía.
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— Mi niña. — corro a abrazar a mi abuelo —. ¿Cómo es que escapaste?
Suelto un sollozo, más que nada por toda esa preocupación que llevaba acumulada.
— No sé, ni yo misma lo sé.
Y aún no lo entendía, pudieron haberme capturado de nuevo, pero mamá dejó irme. En parte.
Y es cuando recuerdo del por qué estoy aquí.
— Abuelo tenemos que irnos, no podemos quedarnos aquí.
— Pero, Amelie...
— No abuelo, mi madre cambió. — le tomo sus manos —. Ya no es la de las fotos, tienes que creerme.
A mi abuelo se le inundan los ojos y lo abrazo. Les fallé, y ella aún más.
— Démonos prisa. — contesta.
Un motor se escucha rugir fuera.
— Llegó Dagan, salgamos de aquí — responde River abriendo la puerta.
Dos camionetas se estacionan y veo a militares bajar de ella, pero antes de poder hacer algo solo grito.
— ¡Ciérrala!
River se da cuenta del porque pero ya es tarde, nos tienen justo donde querían.