Cuando el juego acabe

By GaelSolano

133 6 4

La vida no es perfecta. La vida, de hecho, es injusta. Pero... ¿y si tuvieses la oportunidad de cambiar algo... More

Prólogo
Un lugar mejor

Un mundo corriente

21 1 0
By GaelSolano


A su alrededor todo mutó. El blanco infinito estaba siendo absorbido por un millón de colores a medida que una pequeña piedra ocupó el centro de aquel espacio vacío e iba creciendo en tamaño. Antes de darse cuenta, Paúl se sorprendió pisando tierra firme.

Iba a ponerse a celebrarlo cuando todo empezó a vibrar. Grietas gigantes se abrieron del suelo cubriéndose con magma ardiendo y los geiseres explotaron por doquier.

Chilló.

Chilló histérico.

Se tiró de rodillas al suelo sujetándose la cabeza, seguro de que iba a morir. No pasó nada. Ni siquiera sintió el calor.

Cuando por fin se atrevió a levantar la cabeza, observó maravillado como la madre naturaleza iba cobrando vida. Flores de mil colores se extendían por todas partes y los árboles crecieron hacia el cielo mucho más altos de lo que nunca había llegado a ver.

Aún le temblaban las piernas cuando Paúl se puso en pie.

—Impresionante —murmuró.

El mundo se llenó de ruido. Los pájaros trinaban, los insectos empezaron a volar y, de pronto, algo enorme empezó a correr hacia él. Los árboles fueron desplazados ante la fuerza bruta de un T-Rex que se abalanzó con sus mandíbulas abiertas. Paúl ni siquiera tuvo tiempo a gritar. Tan solo se agachó para intentar esquivar una muerte segura, cuando el dinosaurio se hizo polvo ante sus ojos y la vida siguió transcurriendo a toda velocidad.

—¡¿Esto es una broma?! —exclamó al cielo—. ¿Quieres matarme de un susto?

Con su grito sobresaltó a unos hombres de neandertal que se quedaron mirándole un instante, antes de seguir observando hipnotizados el fuego que había a sus pies. Cuando se levantaron, empezó a aparecerles ropa como por arte de magia. De pronto esos seres primitivos se habían transformado en romanos y estaban construyendo carreteras. A los constructores les salieron armas y ejércitos sin bandera comenzaron a moverse por todas partes. Soldados franceses de Napoleón se cruzaban con mongoles, marines americanos apuntaban a indios con arco y flechas.

Hubo disparos de ambos bandos, pero nada le tocó. Era como si Paúl no existiera en aquel espacio. Desconocidos sin rostro empezaron a plantar donde antes había habido muertos y pequeñas chozas empezaron a transformarse en pueblos, que cambiaron a ciudades.

La historia de la tierra circuló delante suyo sin que pudiese hacer nada por incluirse en ella. Y todo ello en tan solo dos o tres minutos.

El sonido de un claxon le sacó de su ensimismamiento.

—¿¡Te quieres quitar de en medio!? —chilló el conductor.

Por un momento dudó. Todo había pasado sin que pareciese afectar que él estuviera en medio, a excepción del T-rex que quiso darle un buen mordisco. Ahora, sin embargo, la gente que le rodeaba se volvía hacia él como si pudieran verle.

—Perdón —se disculpó, posicionándose en la acera.

A su alrededor todo era normal. Un día común y corriente. No quedaba ni rastro de las maravillas que había visto.

—Chico, ¿estás bien? —le preguntó una señora mayor—. ¿Necesitas que llame a tus padres?

La imagen de un cuchillo cortándole hizo que su cuerpo se tensase. Debió de notarse en su rostro, porque la mujer volvió a preguntarle.

—¿Quieres que llame a la policía, a una ambulancia?

No la respondió. En su lugar salió corriendo. Corrió tan rápido como fue capaz, por calles que no fue incapaz de identificar. Ni siquiera se detuvo al darse cuenta de que estaba llorando.

¿Qué hacía allí? ¿Qué había pasado? ¿Y Dios? ¿Y el cielo? ¿Y...?

Detuvo su mente. No quería pensar en eso. No quería recordarlo. Solo siguió corriendo hasta quedarse sin fuerzas.

Para cuando cayó al suelo, las lágrimas se habían detenido. Un ruido en su estómago le hizo darse cuenta del hambre que tenía. Miró su bolsillo trasero buscando su cartera, pero no estaba allí.

—¿Esto es un videojuego? —gritó al cielo—. ¿En serio? ¿Dios? ¿Este es tu jodido sentido del humor? ¿Qué se supone que haga?

No tenía esperanza de que nadie le respondiese, así que no se decepcionó cuando nadie lo hizo. De pronto, el infierno de su situación se abrió paso por su mente. No tenía dinero, ni un lugar donde quedarse a dormir, sin nadie a quién llamar para que le ayudase, ni siquiera conocía la ciudad.

¿En esto consistía el cielo? No llevaba allí ni media hora y ya estaba harto. Pero ¡¿qué podía hacer... volver a casa?! Paúl se sintió más solo de lo que nunca en su vida se había sentido.

—Ten valor —se animó—. Puedes salir adelante.

Se sentía abrumado. Por algún motivo sus sensaciones estaban a flor de piel y tenía ganas de que alguien viniese a consolarlo. Que le regalasen un abrazo y le dijesen que todo iba a salir bien. Ya no era un niño... pero se sentía como si lo fuese.

Un gruñido procedente de sus tripas le advirtió de que la cosa iba a ir a peor. Sus ganas de llorar aumentaron. Por lo menos eso se solucionaba relativamente fácil. Pedir cuando se está necesitado no es denigrante. Una de las tantas doctrinas que su pad...

Un dolor en el corazón bloqueó el final de aquel pensamiento. Tan solo uno de sus valores familiares. Punto. No importaba quién hubiese dicho qué ni nada por el estilo.

Cerró los ojos. Por encima del hambre y la sensación de desamparo, aún podía sentir aquel filo penetrando su piel una y otra vez. Podía sentir el dolor extendiéndose por sus extremidades. Incluso era capaz de evocar la oscuridad que se abría paso a medida que sentía, con los últimos vestigios de su consciencia, que se asfixiaba. Todo lo demás estaba quedando atrás, como si su vida antes de aquel momento no fuese importante.

Su estómago volvió a quejarse, protestando por la falta de atención. Lo mejor era olvidarlo todo y centrarse en lo que de verdad importaba.

—De acuerdo, el orgullo es de quién tiene comida en la nevera.

Examinó a toda la gente que paseaba por la calle. Estaba en el cielo, lo más seguro es que todos fueran maravillosos. Pero entre la multitud de opciones se acercó a un hombre de mediana edad, bien vestido, que iba hablando por el móvil de algún tema que le hacía tener una sonrisa en la cara.

—Disculpe, no tengo dinero y necesito comer... —Por algún motivo que no llegó a comprender, usó un tono servil que le hizo sentirse humillado—. ¿Podría darme algo?

Ni siquiera le respondió.

Se quedó mirando desilusionado, como aquel individuo se perdía entre la muchedumbre. Seguro que en su vida había hecho felices a un millón de personas, porque sino no sabía que diablos hacía allí.

Para su segunda elección escogió una señora mayor que, de cierta manera, le recordó a su abuela.

—Lo siento, cariño, no llevo suelto —comentó, agarrando el bolso con fuerza.

—Ya veo que lo tiene todo bien agarrado —bromeó con tono mordaz. Se tuvo que repetir que ayudar no era una obligación, sino un deber; así que bajó el tono—.No se preocupe, comer no es tan importante.

La señora se alejó con mala cara. Estaba seguro de que para ella había sido peor haber aguantado su broma que el hecho de que ahora no tenía nada que comer. Pero no quiso llevarse por el desencanto. Pasó a una parejita acaramelada que iban cogidos de la mano. Por la forma en que el chico le miró cuando se acercó a ellos ni siquiera lo intentó.

Siguió un buen rato y así, peatón tras peatón, transeúnte tras transeúnte, le mostraron que en esa ciudad había mucha gente, pero pocas personas.

—¡Tengo hambre! Por favor, tengo mucha hambre. —Repitió aquella frase hasta odiarse a sí mismo, hasta odiarles a todos—. Mi padre me trajo aquí porque este era un lugar mejor... ¡Y una mierda! —chilló.

La frustración y la rabia se acumularon en su interior. Una vez más tuvo ganas de llorar. Ni siquiera sabía porque se había estado conteniendo hasta ahora. Se apoyó contra la pared sin disimular lo que estaba haciendo. A nadie le importaba.

—Toma.

A su lado, un pequeño sándwich era sujetado por el alma más bondadosa que había existido en el mundo.

—¿Perdona? —preguntó confundido.

—Dijiste que tenías hambre... —Se notaba que la chica estaba incómoda. Le miraba como si no supiese que hacer—... si no lo quieres yo puedo...

—No, no. Muchas gracias.

Los modales era algo que había aprendido de pequeño, pero quedaron relegados a un rincón en su cerebro cuando dio el primer mordisco. Tan pronto dio el primer mordisco, engulló todo como si fuesen a quitártelos.

—Tranquilo, o te ahogarás —comentó la chica riéndose.

Su risa sonó refrescante tras un día entero oyendo los desprecios de la gente a su alrededor. Le devolvió la sonrisa pasándose la mano por la cara para quitarse las migas que sentía.

—Gracias por esto. Tenía tanta hambre que empecé a plantearme el canibalismo con alguno de estos idiotas —confesó.

—Se te indigestarían —respondió con una sonrisa—. Además, no te gustaría. Recuerda que dicen que eres lo que comes...

El chico se rio con ganas.

—¿Cómo te llamas?

—Karol ¿y tú?

—Paúl. —Se quedó dando vueltas al envoltorio vacío, sin saber que más decir y sin querer acabar esa conversación—. Yo... ahora no puedo pagarte esto, pero te garantizo que...

—Tranquilo —le cortó—. Me alegra haber ayudado.

Ahora que se atrevió a mirarla de manera directa, se dio cuenta que esa muchacha no era un ángel o una diosa tocada por lo divino, era una chica de unos veinti pocos, morena y con una sonrisa triste en la cara. Si tuviese que definirla diría que era alguien de apariencia normal, con un corazón extraordinario.

—Si me lo llegan a decir no me lo hubiese creído —comentó por decir algo. Para hacerla reír, puso voz de locutor de radio—. Pórtate bien toda tu vida, se bueno con los demás, vive sin pecado y ven al cielo a pasar hambre...

La cara de la muchacha cambió al instante.

—Tengo que irme —explicó, levantándose de golpe.

—¡Espera! —Antes de pensarlo, Paúl la sujetó del brazo. Se dio cuenta de su error demasiado tarde. No solo porque notó la tensión en el brazo de la muchacha, sino por el horror que había en su mirada—. Lo siento.

La soltó, pero el daño estaba hecho. Si alguna vez Karol le había mirado con camaradería, ya no quedaba ni rastro en ella.

—Cuídate y no mueras de hambre.

Le dedicó una sonrisa que no era ni la sombra de las que había mostrado hasta ahora. Solo pudo asentir, pero ella no lo vio. Ya se estaba alejando a toda velocidad.

—Lo siento... —repitió, más para sí mismo que para ella.

Por un instante se odio a sí mismo. ¿Cómo había podido ser tan torpe? Solo quería comer y estar con alguien, una persona que pudiese darle apoyo para poder saber que tenía que hacer.

—¿Es en serio? ¿Por qué me odiáis? ¿Acaso podéis hacer algo más para que me sienta más desgraciado? —gritó al cielo con todas sus fuerzas.

La primera gota de lluvia le cayó justo en mitad de la frente.

—No me jodas... —se quejó.

A su alrededor todo el mundo iba desapareciendo de las aceras a medida que el aguacero aumentaba su intensidad. A su paso, todas las puertas de los edificios estaban cerradas y no había ningún sitio donde protegerse. Empezó a correr sin ningún destino buscando un árbol, un pequeño recoveco donde poder cobijarse, algo, lo que sea. Así que cuando encontró en el fondo de un callejón una puerta abierta, se lanzó hacia allí a toda velocidad con las manos sobre su cabeza.

Si no hubiese estado lloviendo, si no hubiese ido con la vista hacia el suelo, si no tuviese la necesidad imperiosa de sentirse a salvo, quizás entonces se habrían fijado en el aura negra que sobresalía del marco de la puerta antes de atravesarla. 

________________________________________________________________________________________________________________________

Muchas gracias por llegar hasta aquí. Si os ha gustado no olvidéis votar  y poner algún comentario... a los escritores nos encantan las teorías, los comentarios y ver lo que opinan las personas que nos leen.

Si os ha gustado esta historia recordad que podéis conseguir mis libros si me buscáis en amazon. 

www.amazon.com/author/gaelsolano (si ponéis libros Gael Solano en google os da un enlace directo).

Que me gustan los «me gusta» en:

https://www.facebook.com/Solano.gael

Que mis escritos personales están en:

http://www.gaelsolano.com.

Y que siempre que queráis tenéis un abrazo de parte de Gael :-)

Continue Reading

You'll Also Like

24.2K 66 40
Erotic shots
184K 4.3K 105
As the Maid of Evil, Y/n sacrifices her life for her twin brother. As the Mist Hashira, Y/n sacrifices her life for humanity. But not anymore will Y...
94.8K 2.7K 27
"𝐜𝐚𝐮𝐬𝐞 𝐢'𝐯𝐞 𝐡𝐚𝐝 𝐞𝐯𝐞𝐫𝐲𝐭𝐡𝐢𝐧𝐠, 𝐛𝐮𝐭 𝐧𝐨 𝐨𝐧𝐞'𝐬 𝐥𝐢𝐬𝐭𝐞𝐧𝐢𝐧𝐠, 𝐚𝐧𝐝...