— ¿Por que no habíamos visto estas fotos antes abuelo? — pregunta Grisel.
Estamos los tres sentados en la mesa con un montón de fotos esparcidas. Hay fotos desde mis abuelos, mis padres y nosotras de pequeñas. Son tantos momentos que ya había olvidado que volver a recordarlos hace que mi corazón se estruje.
— Mira Brenna, aquí estás toda llena de tierra.
Grisel me pasa la foto y yo río al verme, desde mi ropa hasta mi cara con el ceño fruncido
me encuentro toda cubierta de lodo.
Recuerdo que ese día perseguíamos una rana y termine escondiéndome en un tronco.
Aún lo recuerdo.
— Recuerdo ese día.
— ¿Sí? — dice con tono de duda.
Asiento orgullosamente.
Mi abuelo sigue sacando fotos hasta que se detiene en una donde ambas estamos con mamá en el jardín que solía ser verde. No digo nada, solo cojo su mano dándole un apretón y él me lo devuelve con una media sonrisa. Me detengo en una foto de él, donde es mucho más joven con traje de comandante.
¿Fue comandante?
Estoy por preguntarle al respecto cuando tocan la puerta.
— ¡Voy! — Grisel se levanta con dirección a la puerta.
— Hola, ¿está Brenna?
Me giro con dirección a la puerta y ahí están, Dagan y River.
¿Qué hacen aquí?
— Adelante, pasen — mi hermana se hace a un lado y los deja entrar.
Hubo una ocasión en que se los presente a mi abuelo, pero nunca los había invitado a pasar.
¿Qué ocurrencia tramara Grisel?
— Hola gotita, buenas noches señor Reynald — saluda River.
— ¿Qué milagro que vienen por acá chicos?
— No habíamos tenido oportunidad — contesta Dagan rascándose la nuca.
— Tomen asiento, estamos reviviendo recuerdos.
Ambos se sientan y de la nada me pongo nerviosa.
¿Acaso es por qué no quiero que me vean de pequeña?
¿O por que traigo puestos pantaloncillos cortos y no quiero que vean mis piernas delgaduchas?
Disimuladamente jalo la cobija a cuadros con la que Grisel se cubría situándola sobre mis piernas.
— ¿Ustedes tienen fotos de cuando eran pequeños? — pregunta Grisel.
— Yo sí, bueno mi madre es quien las conserva — afirma Dagan, pero River sigue observando la mesa cubierta de las fotografías.
— ¿Y tú, River?
Dirijo mi mirada hacia Grisel intentando que capte mi mirada y termine con sus preguntas.
— Yo no, en realidad no tengo ninguna fotografía.
— ¿Tú familia... — mi abuelo la interrumpe.
— Grisel, acompáñame a servir un poco de tarta de moras para los chicos.
Ella asiente y sigue a mi abuelo, sé que su intención no era incomodar a River, pero a veces no se da cuenta de lo que dice, como yo.
Es de familia.
— Disculpa, River.
— Descuida es la verdad, no conservo ninguna foto.
— Pues estas equivocado, porque mi mamá tiene fotos tuyas de cuando eras niño — dice Dagan.
— ¿En serio? — repetimos los dos.
— Las tiene, se los aseguro.
River le sonríe a Dagan y este le devuelve la sonrisa.
Mi abuelo regresa con dos platos de tarta y Grisel con dos tazas de té.
— Gracias, espero no sea ninguna molestia — dice Dagan mientras toma los platos.
— Tonterías muchacho.
— ¡Esta muy buena! — exclama River — ¿Usted la hizo?
— Fue mi hija Grisel.
— Ya decía yo que gotita no horneaba — me mira divertido.
Todos en la sala ríen y siento ponerme roja.
— Sabe increíble, apuesto a que me enseñaras la receta — Grisel asiente hacia River un poco sonrojada.
¿Siempre tiene ese efecto en las chicas?
La noche transcurre y la platica sigue surgiendo, hablan desde comida; hasta los viajes que tuvo Reynald en su juventud. Risas hay a menudo y unas cuantas miradas triste también aparecen.Pero de eso se trata cuando se convive, que las emociones salgan a flote y se capture este momento para siempre. Como si fuera una fotografía, o al menos así lo intento guardar.
River toma una foto y es la misma donde estoy toda llena de tierra. Intento mirar hacia otro lado pero al regresar mi mirada hacia él, se encuentra con unas sonrisa en sus labios. A decir verdad pensé que soltaría una carcajada.
— Te ves muy linda en esta Brenna — dice Dagan antes de dar un sorbo a su té.
— Huh gracias, pero no creo que sea mi mejor foto.
— Lo es, creo que te captura totalmente a ti misma — comenta River aún con esa sonrisa.
— Opino lo mismo — responde mi abuelo.
Frunzo el ceño y todos vuelven a reír en la sala, poco después también me encuentro riendo.
❃❁❃❁❃❁❃
Más tarde mi abuelo se disculpa por no tener nuestra edad, el sueño lo estaba derrotando.
Ofreció a los chicos quedarse porque el toque de queda ya había pasado, al principio dudaron por la impresión que estaban dando a mi abuelo, pero él les aseguro que no había ningún problema.
Al final aceptaron quedarse, mi abuelo había quedado encantado con ellos y ellos con él.
— ¿Puedes creer que ambos dormirán en nuestra casa? — dice Grisel extasiada.
— Relájate solo dormirán — digo mientras saco unas cobijas de nuestra cómoda —. Pásame un par de fundas para las almohadas.
— Bueno nunca antes se había quedado nadie, menos tratándose de chicos.
— Sí, es genial. — Intento sonar entusiasmada —. Ayúdame a poner las fundas.
— ¿Qué te ocurre?
— Nada, es solo que no debes acostumbrarte.
— Mira quién lo dice, la que pasa mucho tiempo con ambos — rueda sus ojos.
— Grisel... — me arrebata las fundas de las manos.
— Ya entendí, son solo tuyos.
¿Qué?
— ¡No! nunca dije eso.
— Pues es lo que me das a entender.
— A lo que me refiero es... — no termino la frase porqué Grisel sale de la habitación.
El acostumbrarse a las cosas, aveces puede ser malo. De personas incluso peor, más si estas se van y dejan un vacío.
No quiero que Grisel sufra, ya no.
¿Pero y yo qué?
Solo es mientras encuentro a mamá, pienso egoístamente.
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Bajo las escaleras y a mitad del camino Dagan me ayuda con las cobijas.
— Gracias Brenna.
— No hay problema, mi abuelo los adoro.
— ¿En serio?
Asiento.
— Descansa, Dagan — digo sacudiendo el cabello de su frente.
Me dirijo con camino a mi cuarto y al llegar al último escalón chocó directamente con el pecho de River.
— Huh.
— Cuidado torpe — me sujeta por los hombros con una sonrisa asomándose.
— River... — dudo por lo que estoy por decirle, pero sé que es lo mejor, y esta bien. —. Grisel, estará encantada de enseñarte a hacer la tarta de moras.
Suelta una sonrisa —: Seré el mejor aprendiz en tartas.
— Puede que tengas razón.
Estoy por irme cuando vuelve a hablar.
— ¿Por eso cubrías tus piernas?
¿Eh?
— Son bonitas.
Mis ojos se agrandan y siento mi cara arder.
— Buenas noches, gotita.
Se va con una sonrisa divertida en su rostro y yo me quedo ahí parada sin decir nada.
❃❁❃❁❃❁❃
Antes de dormir le dije a Grisel que enseñaría a hornear a River, ella sonrió e incluso me dio las gracias. Tal vez la costumbre no sea buena, pero sin duda alguna es lo mejor que tenemos por ahora.
Cuando se trata de amigos.
Miro hacia el techo y recuerdo que olvide decir algo. Suena más como un pensamiento pero lo digo —: Buenas noches, River.