Enamórate de mí [Sonríe #2] (...

By KimPantaleon

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Una chica con pérdida de memoria despierta en una habitación oscura sintiéndose mareada y con las piernas ado... More

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Agradecimientos

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By KimPantaleon

—Pueden dejar el sofá en la parte de adelante —comentó la mujer de cabello negro. Señalaba con el dedo índice hacia la pared que estaba ubicada al oeste de la puerta principal.

El eco, soberbio de su actual poder, golpeteó contra las paredes de la vacía habitación. Aunque el resonar molestaba un poco sus oídos, Daniela se mantuvo tranquila en su posición para escucharlo hasta el final. Una vez que la casa estuviese decorada en su totalidad no volvería a escuchar un eco tan profundo como ese, y por absurdo que pudiera parecer, eso le daba nostalgia.

Gran parte de su vida, desde que podían recordar, el interior de su cabeza se sentía igual que aquella habitación: vacía, llena de un poderoso eco que al repetir sus palabras las vuelve suyas y provoca una sensación de ausencia, de desconexión. O al menos, así lo percibieron ellos... ella, solo ella, durante todos esos años.

Con un fuerte suspiro y una sonrisa, Daniela pensó que era tiempo de dejar todos esos pensamientos de lado, olvidarse de ellos —como el terapeuta le había sugerido—, ya que no eran más que otra parte de sí misma, para enfocarse en su actual vida de casada que apenas daba inicio. Pensar en ello la hizo sonreír todavía más. La voz de su marido tarareando esa rara canción que jamás logró sacarse de la cabeza, se estaba aproximando a la entrada.

—Todo luce muy bien —añadió Mateo mientras atravesaba la puerta, en sus brazos cargaba un par de cajas de cartón repletas de pequeños adornos y marcos fotográficos—. Pero ¿no crees que el sofá quedaría mejor en la pared del fondo?

—No, cariño. Quiero el mueble de la televisión justo en frente, así nos ayuda a simular una pared que divida la sala y el comedor.

Mateo bajó ambas cajas y miró a su joven esposa con una sonrisa antes de asentir con la cabeza, ocultaba la resignación. Durante la luna de miel, como un dulce gesto de amor hacia su mujer, Mateo accedió a que Daniela eligiera toda la decoración —incluido el orden de los muebles—, así que ahora el hombre no podía objetar. Le pesaba un poco, pero podía vivir con eso.

—Claro, será fabuloso. —Se limitó a decir para luego depositar un suave beso en los labios de su esposa y salir una vez más. Todavía tenía decenas de cajas por descargar del camión.

Una vez que la compañía de mudanzas se marchó, Mateo y Daniela se tomaron un momento para contemplar lo que sería su nueva vida, esa segunda oportunidad que ambos estaban dispuestos a aprovechar. Con apenas un año de matrimonio y los recuerdos amargos en el pasado, al fin tenían una oportunidad para empezar como una pareja. Las ansias de ambos por devorarse el mundo se volvían cada vez más palpables. Sin embargo, Daniela se sentía extraña. Tenía días de esa manera, con breves lagunas mentales y dolores de cabeza. El terapeuta le dijo que podría tener secuelas, no era algo para alarmarse, así que no dijo nada.

Al caer la noche, el cansancio cobró represalias en el cuerpo de la joven pareja, quienes tuvieron que estrenar la recámara derrumbándose de agotamiento apenas se metieron en la cama. Si bien esa no era la forma en la que desearon pasar la primera noche, tampoco había prisa alguna.

La habitación, acogedora y silenciosa, envolvía en sus brazos a la pareja que agotada por un largo día de mudanza, buscaba reponer energía. En esa época del año, el invierno no perdía la oportunidad de manifestar su presencia, escarchando cada una de las ventanas de aquella pequeña vivienda.

Radiante y majestuosa, la luna reposaba en el punto más alto del firmamento, viendo de pronto cómo se interrumpía su resplandor cuando una nube se posó frente a ella. Al mismo tiempo, el viento comenzó a soplar parsimonioso. La oscuridad atrajo consigo un silencio abrumador en todo el vecindario. Los grillos detuvieron su canto, las hojas de los árboles, todavía danzantes, dejaron de silbar. Y entonces, naciendo del oscuro pasillo que conectaba con la habitación principal, brotó un susurro apenas audible que cortó de tajo la mudez.

—Puedo verte —siseó una voz tan aguda como la de un niño, tan suave como la de alguien que cuenta un secreto. Esa voz, acercándose a la habitación principal, se dedicó a tararear una melodía lenta, solo para después hacer eco en la noche y desvanecerse hasta desaparecer.

Mateo se removió en la cama, abrió los ojos con cansancio y alzó un poco la cabeza, observando hacia la puerta unos segundos. Al no divisar nada fuera de lo común, se volvió a acomodar en la cama para retomar el sueño. Sin embargo, antes de conseguir su objetivo, sintió que la mano de su esposa empezaba a acariciarlo. Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando la mano se deslizó para acariciarle la espalda y posteriormente la cadera de arriba hacia abajo de forma lenta. Ante la provocación, Mateo se dio la vuelta, abrazó a Daniela y le besó el cuello.

—¿Qué haces? —preguntó Daniela bastante adormilada.

—Solo te doy atención —le susurró Mateo, comenzando a acariciarla también—. ¿Eso querías, no?

—No sé de qué hablas —respondió Daniela. Aunque en el fondo se sentía ajena a la situación, se dio la vuelta y condujo los labios de su marido hasta su boca.

El ruido estrepitoso de la puerta al cerrarse violentamente los alertó. Una risa traviesa se escuchó alejarse de la puerta corriendo, seguida del sonido de varias cajas siendo derribadas. Asustado al reconocer aquella voz infantil, Mateo encendió la luz de la habitación con un golpe antes de levantarse de la cama y tomar un bate de béisbol que escondía bajo la cama.

Tembloroso avanzó hasta la puerta y la abrió con cautela. El terapeuta había dicho que tenía trastorno de estrés postraumático después del secuestro que sufrió, que la presencia de esa niña acosándolo no era más que un delirio acentuado por la enfermedad de su esposa, pero esa noche Mateo perdió el sentido de lo que era real y lo que no. El pasillo estaba inundado por la oscuridad total de la noche, y aun así, una silueta pequeña logró divisarse cerca de la puerta principal.

—Quédate aquí —le dijo Mateo a Daniela mientras empuñaba con más fuerza el bate.

Cuidadosamente salió al pasillo sin quitarle la vista de encima a la silueta. Aunque lo hizo a tientas, logró encender la luz en un click. Grande fue su sorpresa al notar que la silueta se desvaneció al mismo tiempo que la oscuridad. Alucinaciones, las llamaba el psiquiatra. Comenzó a temblar. El sudor —fruto del terror que le invadía— empapaba sus ojos a la par que el latir acelerado de su corazón taladraba en sus oídos. Tragó saliva.

—¿¡Quién está ahí!? —gritó sin detener su caminata—. ¡Sé que eres real! ¡Déjame en paz!

La quietud absoluta fue la única respuesta que obtuvo Mateo. Con más terror que calma se pasó una mano por la frente. No había nadie en la casa por lo que podía apreciar, mas la sensación repugnante de acoso seguía en él, latía. No supo qué hacer además de volver a la habitación, pero al darse la media vuelta se encontró de frente con un difuso rostro carente de ojos y nariz, cuya boca gigantesca y repleta de colmillos ensangrentados se lanzó sobre él para morderlo en el hombro.

El hombre intentó con todas sus fuerzas quitarse a la diabólica criatura de encima, gritando desquiciado por ayuda y alcanzando a preguntarse por qué su mujer no lo auxiliaba. Lo que Mateo ignoraba, era que ya no había el más mínimo rastro de Daniela en la habitación. Y mucho menos sabía el horror que le aguardaba después de esa noche.

La criatura lanzó las piernas sobre el pecho de Mateo para derribarlo por completo y tiró de su cabeza hacia atrás, desgarrando la articulación del hombro y la yugular poco después con un segundo ataque. Mateo, con la vida escapándosele en cada respiración, miró hacia la criatura cuyo rostro ahora se tornaba aún más demoniaco y nítido. Sabía perfectamente de quién se trataba, y aunque era maligno, estaba lejos de ser imaginario... o una alucinación.

—Bruno... —Fue lo último que Mateo pudo articular antes de recibir un último y letal ataque.

Los grillos volvieron a cantar, las hojas resonaron al compás del suave viento, pero la luz del amanecer no consiguió ingresar en la casa, dejando así a la única víctima pudrirse en su interior. La criatura se alejó del cuerpo inerte del hombre y se desvaneció con una sonrisa demencial, arrastrando los pies al compás de un ritmo tranquilo. Ahora Daniela sería únicamente suya.

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☾Nota de la autora☽

¡Hola a todos! Les traigo una bonita historia de romance, como bien se puede leer en el título de la novela. :D Pero como a Kim le falta un tornillo, las cosas pueden salir de forma inesperada... 

Debo admitir que estuve a punto de categorizar la historia como romance dentro de Wattpad solo para ver si atraía lectores que esperaran algo romántico y se toparan con muerte y sangre, xD pero como a mí me molesta entrar a la categoría de terror y encontrar "La novia de Freddy Krueger |+18| catsup, miel y nada de terror alv", me contuve. xD

Pero bueno. ¿Qué les pareció la introducción? 7u7r Si les soy sincera, para mí es de mis favoritas porque la narrativa me gusta un montón. Me parece que suena dulce y tranquila y luego te apuñala. xD Para los que han leído el libro de "Cómo escribir una novela", síp, es la misma que puse de ejemplo. :p Tengo planeada esta historia desde antes de escribir "Sonríe", pero esta tenía un hueco enorme en la trama que no supe cómo llenar hasta que se me ocurrió esa.

En fin, me retiro ya porque estoy por salir de trabajar y todavía tengo que escribir el siguiente capítulo de "Magnet". ¡Por cierto! Quiero inscribir "Sonríe" a los Wattys ya que es una novela que escribí este año, pero no sé si deba. ¿Ustedes que dicen? 

Gracias a todos por su infinito apoyo, cada vez somos más y no se imaginan lo feliz que me hacen. Leer sus comentarios muchas veces han alegrado mis días tristes, jamás podré pagarles tanto cariño, son los mejores. ❤❤

Los amo. ❤

Kim ツ

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