Para romper una maldición

By BocaDeSerpiente

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Harry y Draco se dedican a resolver asuntos mágicos y a las Artes Oscuras, en general, y a veces pasan por si... More

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(Otro) Drabble (no tan drabble)
"Marco" significa problemas
"Niños"

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By BocaDeSerpiente

—...a ver de nuevo, vuelve a empezar.

Draco emite un mudo sonido de desagrado y se cruza de brazos. Harry rueda los ojos.

—Draco...

—A. E. I. O. U. Vete. A. La. Mierda.

—Draco...

—Esto es ridículo y no quiero hacerlo.

—Todavía tienes problemas con algunas palabras —Le recuerda, en un susurro— y no puedes alzar la voz.

—Hablaré en voz baja por el resto de mi vida —Se encoge de hombros, desinteresado—, mira cuánto me preocupa...

—Draco.

El aludido suelta un bufido. Luego, cuando el efecto del sonido le hace contraer el rostro en una expresión de dolor, se lleva las manos a la garganta y masajea con los pulgares, por encima de la venda.

Me quedaré así y hablaré sólo contigo y Ze por los siguientes años —Dramatiza, con aburrimiento. Él vuelve a rodar los ojos.

—O puedes hacer la terapia de sonidos y...

Me quedaré así —Repitió, con otro encogimiento—, ¿no decías que hablaba mucho?

—No era para que dejases de hacerlo —Aclara, vacilante—, voy a extrañar tu voz.

Estás escuchando mi voz en este momento, Potter.

—Tu voz de verdad.

Es el turno de Draco de rodar los ojos.

—¿Cómo vas a decir tus votos cuando nos casemos, si no quieres hablar?

Esto es perfecto para decir mis votos —Recalcó él, con un convencimiento que traspasaba la comunicación mental—, así nadie más tiene que oír las tonterías que seguramente diré.

—¿Es una tontería que te quieras casar conmigo?

Una leve vacilación. Negó.

—¿Que me quieras?

Otro titubeo breve.

No —Draco suelta una pesada exhalación y lo rodea con los brazos. Porque está sentado en el banco y Harry de pie, el cabello rubio le hace cosquillas bajo la barbilla. Le palmea los hombros con suavidad.

—A ver, una última vez...

No me presiones, Potter, busca tu muerte natural.

Harry ríe, como si fuese ajeno a la amenaza a su vida.

—Última, lo juro. Un "te amo, Harry". Dilo, dilo. "Te amo, Harry", adelante, y terminamos por hoy con esto.

No sé cómo sigues aquí, si te gusta tanto tentar al destino...

—Anda, una sola vez.

Draco suspira y se remueve, para levantar la cabeza hacia él. Carraspea.

—Te amo.

Siente la sonrisa enorme que crece en su rostro. Es imposible de retener. No quiere hacerlo, de cualquier modo.

—Te faltó el "Harry" al final.

Su novio resopla.

Como si se lo fuese a decir a alguien más, por Merlín, ¿podemos acabar con esto?

—Sí, sí —Da un paso hacia atrás para soltarse de su abrazo, y presiona los dedos índice en su sien—. ¿Listo? Con suerte, esta también podría ser la última vez que lo haga.

Draco deja caer los hombros y asiente, luego cierra los ojos y se relaja. El tirón mágico se lleva a Harry hacia adelante.

—0—

Batalla por enfocar la mirada en el espacio demasiado blanco. El pasillo sin principio ni final se extiende ante ellos, las puertas a los lados están cerradas.

—¿Tienes ganas de matar a alguien?

—No más de las que siempre he sentido —Han comenzado a moverse hacia una de las puertas, y cuando Harry está por abrirla, mira por encima del hombro a su novio, con una reprimenda silenciosa—, cuando me estresan, quiero decir. Por lo general, sólo de lanzar maldiciones punzantes.

—Tómatelo en serio, Draco.

—Me lo tomo muy en serio —Le espeta él, siguiéndolo hacia la habitación imaginaria—, podría haber sido un asesino serial, como el de las historias que le gustan a Ze.

—Draco.

—Bien, no. Nada de ganas de matar sólo porque sí.

—¿Rabia sin razón, sed de sangre, impulsos incontrolables de atacar y destruir? —Ha hecho las mismas preguntas rutinarias durante casi tres meses, y mientras revisa la habitación que replica su apartamento, Draco lo imita, sin hacer ruido, detrás de él.

—No, no, el único impulso incontrolable que he tenido fue cuando un tal Harry James Potter andaba agachado en la cocina, buscando las galletas de Saaghi, con una de mis camisas, y sólo vistiendo eso, pero yo no diría que fue de destruir, sólo ata-

—¡Draco! —Se vuelve para reprenderlo, pero es difícil lograr el efecto deseado cuando los dos se ríen al intercambiar miradas—. Te dije que te lo tomes en serio.

—Esa situación me dejó un problema muy serio.

Harry menea la cabeza y hace un esfuerzo por no sonreír, porque sabe que si lo hace, Draco habrá ganado un punto y terminarán riéndose y el cuestionario quedará en el olvido.

—¿Estallidos de magia?

—Vives conmigo, lo habrías notado.

—¿Alguna voz, una sensación extraña? ¿una presencia cerca de ti que no debería estar ahí?

—Sólo cuando Dobby me espera, invisible, detrás, y es un poco perturbador que me vea y yo no a él. Nunca me he acostumbrado.

Continúan caminando, trazan un círculo en la habitación. Los recuerdos, ahora con un acceso más fácil que se asemeja a un túnel, están limpios de todo rastro de la Maldición, nítidos y realistas, como las fotografías mágicas bien tomadas.

Harry sabe ubicarse sin ninguna ayuda y abre la marcha, a pesar de que es la cabeza de Draco. Emociones, memorias, están bien guardadas más allá de las barreras. Los miedos son un rincón oscuro y apartado hasta el fondo, casi imposible de alcanzar. Hay sueños encerrados en burbujas coloridas, dispersos en la distancia, y un bloque cuadrado que parece estar en medio de la nada, y se hace cada día más pequeño.

Creo que es otro tipo de miedo —Le había dicho Draco en la primera oportunidad que tuvieron de verlo, cuando lo encontraron por accidente en la revisión inicial, en busca de restos de la Maldición—, uno que no puede quedarse con el resto.

¿A qué le tienes tanto miedo?

No sé —Y como Harry le dedicó una mirada larga e inquisitiva, terminó por soltar una pesada exhalación—. Bueno, me hago una idea. Debe ser- ya sabes, miedo...irracional e infantil a terminar lastimándote por lo que soy.

Por lo que tenías —Le corrigió, en voz baja. Draco asintió de forma distraída.

Cuando han revisado el área de recuerdos sin encontrar nada inusual, regresan sobre sus pasos hacia el pasillo dividido en dos, y es hora de ir hacia la otra habitación imaginaria. Harry se asoma con cautela, por reflejo, aunque ya no exista nada que pueda dañarlos allí dentro.

La barrera del centro ha desaparecido al mismo tiempo que la Maldición. No queda ni uno solo de los temidos rastros de magia oscura, y aunque las falsas paredes y suelo aún están desgarrados, algunos han comenzado a unirse entre sí con relieves que lucen como cicatrices. Harry tiene una absurda oleada de orgullo cuando la recorren y notan cambios que no tienen nada que ver con circunstancias problemáticas.

—Un día, deberías dejar que me meta a tu cabeza.

Se detiene cuando lo escucha, gira para verlo. No tiene que pensarlo mucho.

—Nunca te he dicho que no podías entrar —Se encoge de hombros.

—Las mentes son una cosa privada, Harry, y la legeremancia no es lo mío tanto como la oclumancia.

—¿Te preocupa que me hagas algo? Puedo bajar las barreras.

—Otro día —Le resta importancia, con un gesto vago de la mano. Al finalizar la vuelta, los dos caminan de regreso al pasillo interminable.

—¿Por eso preferiste oclumancia sobre legeremancia?

—¿Por eso tú lo hiciste al revés?

Harry le frunce el ceño.

—No contestes a mi pregunta con otra pregunta —Protesta, pero luego sigue:—. Se me da bien ser un intruso en la cabeza de alguien, mejor que ocultar mis pensamientos y emociones.

Draco asiente, distraído, como si lo sopesase un momento.

—Mi tía Bella decía que podía ser bueno en los dos, hacer más que sólo entrar y hablar con alguien. Sonaba muy bien, hasta que vi a Voldemort en mi mesa y a sus Mortífagos, y se me ocurrió que si probaba, si me apropiaba de la cabeza de una persona y tomaba el control absoluto...me gustaría tanto la sensación de poder sobre alguien más, que terminaría tan demente como él.

—Muy sabio para un cretino de dieciséis años.

—Tenía mis momentos, Potter.

Los dos intercambian una mirada y sonríen. Al instante, están fuera.

—0—

—...Luna dice que esto debería bastar. Déjame ver la zona del cuello.

Draco niega y hace ademán de apartarse, pero Harry tiene un agarre en su hombro que se lo impide. Emite un vago, mudo, sonido de desagrado, y se deja retirar el vendaje con varios giros de muñeca.

Le ha quedado una marca mágica. En la garganta, justo sobre la nuez de Adán, tiene dibujado un símbolo en finas y precisas líneas negras; podría tratarse de una "A" estilizada a la que le han torcido el centro, o una "V" invertida, alguna letra deforme e identificable, o incluso una palabra corta, en los trazos que brotan del punto medio y parecen unirse a las venas bajo su piel, hasta desaparecer sin dejar rastro.

—Sigue igual —Bufa. Cada vez que habla sin las vendas en el cuello, la marca vibra con el sonido de su voz. Todavía no se ha recuperado del todo. Tiene un hablar más áspero, y aunque se rehúse a admitir que se cansa con frecuencia, varias veces lo ha descubierto masajeándose sobre el vendaje, con el ceño fruncido—, supongo que era ingenuo pensar que todas se iban a quitar.

Harry le dirige una mirada larga, mitad reprimenda silenciosa, mitad resignación, y él se encoge de hombros y desvía su atención, mientras lo deja trabajar. Luna, en calidad de naturalista mágica, se pasó los días en la casa del pantano haciéndole preguntas a Draco cuando tenía la ocasión, sobre su estado, y al cabo de poco tiempo, se Apareció fuera del Inferno, con un envase de una mezcla de un sinfín de ingredientes del mundo mágico y muggle, que debían ayudarlo con la recuperación.

Desde que las palabras que tenía escritas sobre la piel, ya no se movían, tampoco su sangre se bombeaba a velocidad extraordinaria y reponía al instante. Draco se sacaba unos mililitros de sangre por la mañana, antes de desayunar, y se tomaba unos minutos a solas en el laboratorio para examinarlos; de momento, el veneno había eliminado la mayor parte de las impurezas que tenía en el torrente sanguíneo, y la Maldición, todavía en auge por entonces, retuvo cualquier estrago que pudiese haber causado a cambio.

La crema de Luna, además, había convertido las líneas siempre rojizas y recién abiertas, en trazos blancos, más pequeños e imprecisos, que poco a poco, desaparecerían sin dejar rastros. A esas alturas, incluso las antiguas marcas del sectumsempra de sexto año, se notaban más fácilmente.

—Podríamos pedirle otra receta para esta —Menciona, en voz baja, cuando realiza una floritura en el aire con la varita, para que el vendaje vuelva a enrollarse en torno a su cuello. El glamour ha resultado un fracaso con la marca, porque la propiedad mágica hace que, más temprano que tarde, se vuelva visible de improviso, o le cause un ardor que le molesta en la garganta hasta que haya retirado el encantamiento.

Draco se encoge de hombros. Cuando la vio por primera vez, Harry estaba parado detrás de él, ambos frente al espejo, y notó que empalidecía. Sin embargo, cuando Ze hizo una revisión y les dijo que , en definitiva, se trataba de una cicatriz de magia oscura, pero no era una prueba de que la Maldición continuase ahí, los dos estuvieron más aliviados.

Según ella, era algún tipo de 'filtro' de la energía de la Maldición que, con los años, el propio Draco absorbió. Ya no pertenecía al sujeto, y aunque se combinaba con la suya y podía utilizarla a su antojo, el origen continuaba marcado. En parte, añadió, también podía ser un modo en que su cuerpo prevenía que esa energía extra un día se volviese en su contra.

—Déjala así, ¿qué importa?

—¿Seguro?

—Voy a decirle a Ze que vayamos de compras y me conseguiré algunas gargantillas —Y otro encogimiento de hombros. Harry sonrió a medias y le dio un manotazo, sin fuerza, en el brazo.

—Tú lo que quieres es ir de compras.

Su novio reprimió, sin éxito, una sonrisa.

—Puede ser.

—0—

—...esto es bonito, muy bonito.

Luna no dejaba de sonreír con aire soñador desde que le entregó la invitación a la boda de Ze. Rolf, que estaba inclinado desde la parte de atrás del sofá y veía por encima del hombro de su esposa, parecía pensativo. Harry, en el sillón contrario, intentaba que los gemelos dejasen de discutir sobre quién se sentaba en el reposabrazos a su derecha, quién lo saludaba primero, o quién preguntaba por Draco.

—Si todavía están aquí, claro —Agregó, al caer en cuenta de que con la reciente presentación de resultados de la investigación de Rolf, no les quedaban razones para permanecer en la ciudad—, a ella les gustaría que fuesen. No deja de decir lo mucho que le agradaste a sus...muñecos —No estaba seguro de cómo llamarlos, a pesar del tiempo de saber de su existencia. Ze utilizaba una palabra extraña, en un idioma que no conocía, y prefería no tentar a la suerte imitándola en vano—, y al cocodrilo.

Desde la breve estadía en el pantano, cuando Luna se topó con el cocodrilo guardián, y a pesar de los temores de todos, la encontraron rascándole la barriga recubierta de diamantes, Ze tenía una estimación especial por ella, como si el agradarle a sus criaturas, la hiciese subir varios escalones imaginarios dentro de su cabeza.

—¿Nosotros vamos? —Lysander, derrotado por su hiperactivo hermano, se aproximó a su madre y se puso de puntillas, sosteniéndose de un lado del sillón, para ver la invitación colorida y móvil.

—Mamá estaba viendo casas ayer, con Lys —Le contó Lorcan, sentado en el reposabrazos ahora, desde el que balanceaba las piernas adelante y atrás—. Yo estaba con papá. Nunca había visto casas, creo que vamos a tener una, ¡debe ser lindo! ¿Tú tienes una casa para ti solito?

Harry estaba pensando en cómo responder a la inusual pregunta, cuando Luna le prometió que irían a la ceremonia. Aguardó a que le pidiese a su esposo que se llevase a los niños, besase las cabezas de ambos, y al quedarse solos en la sala, se pusiese de pie para acompañarlo hacia la salida.

—¿Es verdad que estabas buscando una casa? —Le pregunta, de sopetón, antes de abrir la puerta. Ella vuelve a sonreír y se coloca uno de los mechones rebeldes, que se le han salido del moño, detrás de la oreja.

—Rolf piensa que queda mucho para estudiar por aquí cerca, y el Ministro le cedió el laboratorio que estaba usando, por ahora...—Mencionó, con suavidad—. Y creemos que a los niños les haría bien un sitio cómodo hasta que vayan a Hogwarts, en lugar de tantos viajes, como hemos hecho todo este tiempo.

Él asintió, despacio, haciéndose a la idea de que la tendría, al menos, un poco más de tiempo. Sonrió.

—Avísanos si necesitan ayuda —Pidió, dándole un leve apretón en la mano. Fue el turno de la bruja de asentir—, algunos barrios no son aptos para niños, ¿sabes? Y podrían necesitar de barreras antimuggles si los gemelos tienen estallidos de magia todavía, ver las escuelas, ¿le dan educación mágica? Digo, porque tú eres sangrepura y Rolf no, y ellos podrían...

Luna lo interrumpió, riendo por lo bajo.

—Te pediré que me acompañes en las próximas visitas. Dos cabezas piensan mejor que una —Comentó, estirándose para besarle la mejilla, y Harry lo aceptó e hizo ademán de apartarse, pero ella lo retuvo, todavía sosteniéndole la mano—. Harry.

—¿Hm?

—Voy a visitar la casa de mi padre en unas semanas —Comenzó y se detuvo, con una pausa que le dejó procesar la información. La casa de los Lovegood. Xenophilus. Inglaterra—, y pensé en pasar por el Ministerio, para ver qué puedo hacer por ciertos asuntos pendientes. Si hay algo que Malfoy o tú quieran pedirme para cuando esté allí...

Dejó las palabras en el aire. Harry se tomó un momento, tragó en seco y asintió un par de veces, quedo.

—Sí, sí, ahm, si puedes pasar a saludar a Ron y los niños y...—Negó y se soltó de su agarre, para desordenarse el cabello, de forma inconsciente—. No, no, ¿sabes qué? No lo hagas —Volvió a detenerse. Lo consideró, liberó una pesada exhalación—. ¿Conoces Wiltshire?

Luna asintió. Él tomó una bocanada de aire para empezar a hablar.

—0—

—...reducido de rompe-maldiciones a lechuza mensajera —A pesar de que le dedicó una mirada desagradable, Marco tenía una sonrisa amplia e infantil al guardar la invitación en uno de los múltiples cajones de su escritorio del siglo XVIII.

—¿Vas a ir?

El chico arqueó las cejas.

—¿Tengo opción? —Hizo un gesto resignado con ambas manos, al encogerse de hombros— ¿te imaginas su cara si no voy? Ze no me va a dejar pisar la ciudad de nuevo. Además, es su gran día, ¿por qué no?

—Ella te tiene mucho aprecio —Mencionó, distraído. Ze le había hecho prometer que lo amenazaría si se negaba a asistir a su boda. Marco resopló y se puso a juguetear con unos papeles que tenía al frente. Desde el incidente que tuvo durante el ritual con la Maldición, rehuía de su mirada más que de costumbre. O de cualquier otra, excepto, quizás, la de Draco.

—Aun así, ¿se conocen desde hace cuánto? ¿llevan qué? ¿mes y medio saliendo, dos, tres? Es admirable planear la boda así de rápido —No lo decía con un atisbo de ironía, ni burla. Sonaba neutral—. A propósito, sobre cometer locuras como unir tu vida y tu magia por toda la eternidad con otra persona...

Harry logró atrapar la caja que lanzó al aire, por puro reflejo, sin pensar. La sopesó entre los dedos. Era pequeña, de terciopelo azul, y tras un breve examen, abrió los ojos con un respingo y observó boquiabierto al chico.

—Magia condensada, pasada por un proceso de purificación y control de densidad. Te quitará algo de energía cuando lo toques, para terminar de forjar el vínculo, y tienes que evitar que cualquier otra persona lo use hasta el día en que se lo pongas a Draco, o...o él no nos lo va a perdonar —Con un gesto, que los abarcaba a ambos, murmuró en silencio un "ni a ti, ni a mí".

Levantó la tapa con cuidado. El anillo era una sencilla banda dorada, que contaba con cinco puntos de hundimiento, cuatro del mismo tamaño y uno, el del centro, un poco más grande. Lo sujetó entre el índice y el pulgar, para hacerlo girar y observarlo mejor.

Estaba por hacerle una pregunta cuando percibió la absorción repentina de magia, el agotamiento, el tirón que se llevaba su energía lejos y la enfocaba en la pieza, haciendo que el metal se solidificase mejor y brillase. En los agujeros, cinco gemas de un blanco traslúcido, se formaron.

Él tuvo que reconocer que podía imaginar a Draco usándolo. Lo devolvió a su sitio, cerró la caja y se la guardó.

—Cinco diamantes mágicos, ¿no es un poco...excesivo?

—Deben haber estado juntos desde que yo era un niño y no se han casado, eso es lo excesivo —Marco rodó los ojos y comenzó a enumerar con los dedos—. Lealtad. Respeto. Devoción. Confianza. La más grande es para el amor —Se rio—; no se habrían aparecido si las cinco no fuesen emociones fuertes que tienes hacia esa persona. Supongo que tendré que pedir el regalo de bodas ya mismo.

Harry observó la caja ya sellada y luego al chico. Arrugó el entrecejo.

—¿Me acabas de poner a prueba sin decirme?

Marco volvió a reírse, pero no contestó.

—¿Te gusta el plateado? Contrasta más con tu piel. Pediré uno igual en número de piedras y la variación será el color...—Hizo una pausa, en la que frunció los labios—. La cursilería de la inscripción la vas a hacer tú, te escribiré el hechizo. Prácticalo antes en otro metal.

—0—

—...todavía no puedo creer que se estén casando a los pocos meses de haberse encontrado.

—Es una cosa de videntes —Draco tenía la nariz levemente arrugada, en señal de lo que pensaba al respecto—, se pasan la vida buscándose y...bueno, imagino que luego sólo quieren apresurar el resto, porque ya perdieron mucho tiempo.

—Yo soñé que me casaba contigo pero eso no significa...

Le da un manotazo en la cabeza, que interrumpe la broma de Marco. La amenaza de una maldición punzante es vaga y carente de importancia, porque cuando estaban en la parte del vestidor de la novia y la ayudaban a colocarse el velo, Ze dejó muy en claro que, sin importar cuál de los tres fuese, iba a cruciarlos por un minuto entero si se atrevían a hacer algo para arruinar su día. Harry tampoco creía que fuese a hacerlo, pero no había necesidad de tentar al destino.

Como la parte más vital –y única- del comité de su amiga, y para desgracia del trío, llevan alrededor de una hora de ceremonia de pie, en uno de los laterales de la plataforma montada de improviso en el pantano, en una zona donde floreció un campo de violetas a los que ninguno podía darle explicación alguna. Incluso parecía otro lugar, un parque, o plaza de la ciudad, preparado para el evento con anticipación.

Dado que los invitados eran pocos de ambas partes –Ze no tenía más amigos por su fama, sino buenos conocidos de trabajo, y Dante, como Inefable, mantenía la mayor parte posible de su vida en el más absoluto secreto-, la bruja les exigía una perfección imposible. En la primera fila, Luna observaba con fascinación el vínculo mágico de por vida que formaban bajo la supervisión de un agente del Ministerio –un Inefable, compañero del novio, aunque no formase parte de sus labores, y por lo que Harry sabía, tampoco estaba calificado para la tarea-, Rolf ahogaba los sollozos, aferrándose a una de las manos de su esposa, y los gemelos, sentados entre las flores y rascando la barriga del cocodrilo mágico, igual que como hizo su madre al conocerlo, emitían sonidos apreciativos por la magia del ritual.

—¿Cuánto falta? —Marco, vestido con una túnica de gala que lo hacía lucir unos años menor, no dejaba de balancearse sobre los pies. Incluso los hijos de Luna estaban más tranquilos que él—. Si alguna vez pienso seriamente en el matrimonio, recordaré este día y me meteré al área mental del hospital mágico.

Draco, junto a él, soltó un bufido de risa y lo codeó.

—Harry, pst.

—¿Hm? —A pesar de contestarle, no quería desviar demasiado la atención de la plataforma, porque juraría que Ze era consciente de lo que hacían o dejaban de hacer.

—Si nuestra boda es tan malditamente larga, te voy a dejar en el altar.

Él giró la cabeza de golpe, para mirarlo, boquiabierto.

¡No te creo! —Por suerte, tuvo la buena idea de utilizar la conexión mental. Draco hizo un esfuerzo por contener la risa.

Por petición de Ze, Saaghi, ahora de casi seis metros de largo por un nuevo estirón y comenzando a dar señales de que aún le faltaba por crecer, era quien llevaba los anillos en una almohadilla, amarrada a la cabeza. Era inexplicable la fascinación de la bruja al decir que su 'sobrina' se los daría. Ninguno quiso contradecirla.

La ceremonia interminable concluía con destellos de las varitas de cada invitado. Luego Ze besaba la mejilla de su nuevo esposo y lo soltaba, para echar a correr hacia ellos. Los hacía trastabillar en un abrazo fuerte, se le colgaba del cuello a Marco un momento, y al siguiente, intentaba no llorar, mientras les decía que era más que perfecto, porque estaban ahí, y la mitad de las veces que tenía visiones de ese día, ellos dos no estaban.

Harry estaba convencido de que bailó tanto con la novia, ese día, como el mismo Dante, que sin protestas, la dejaba ir y venir de un lado a otro, arrastrándolos a él o a Draco, con quien hablaba entre murmullos por largo rato.

—0—

Era agosto de 2017 cuando Harry James Potter se paró en medio del patio de la Mansión Malfoy por enésima vez, asintió a Dobby, y vio el cielo aclararse, allí donde las antiguas protecciones mágicas fueron quitadas. Habría jurado que el aire se hacía más puro, más fácilmente respirable.

A pesar de que Luna estaba con ellos, no dejaba de dar vueltas por la casa con Dante Rinaldi, o inclinarse sobre la mesa de la biblioteca principal, mientras los dos examinaban la pila sin fin de papeles que introducirían ese mismo día al Ministerio. Dante, como Inefable del extranjero, era quien firmaba el informe de la Maldición y las peticiones conjuntas de examinación del 'caso', como le llamaban en el Departamento de Misterios.

Harry entendía una considerable parte de lo que ocurría entre pergaminos, porque se le hacía similar a los papeleos de los Aurores, pero había tantos términos extraños y correcciones, que lo que tenía en mente era que, en resumen, Dante se hacía responsable de ellos durante la estancia en Inglaterra y ponía en juego su reputación de investigador del Ministerio, jurando que no suponían ningún peligro para la sociedad mágica. Para ello, por supuesto, llegó un punto en que tuvieron que sentarse a contarles toda la historia, de principio a fin. O casi toda; sin nombres, sin direcciones, sin fechas, no eran necesarias.

Al terminar, se sumieron en su trabajo de limpiar el nombre de ambos, y Ze se detuvo únicamente porque Draco llevaba alrededor de tres horas solo, sentado frente a la laguna, en silencio. La bruja se acomodó junto a él, y fuese lo que fuese que hubiesen hablado, terminó por hacerlo reaccionar. Poco antes de quitar las barreras, Harry vio que los dos estaban 'descongelando' los rosales para echarles un poco de agua.

Tomando bocanadas de aire, convenciéndose de que la Mansión ya no suponía un peligro, ni una cárcel, dio un par de vueltas, antes de toparse a su, ahora esposo, a solas. Se lo encontró en la sala de té en que solían hablar de la Maldición y algunas tonterías años atrás. La imagen de él, de pie junto a la ventana, con las manos unidas tras la espalda, le dio una sensación de déjà vu que se convirtió en vértigo por un instante. Luego cesó.

Estaban a salvo. Tenía que empezar a pensar de ese modo.

—Vamos a remodelar —Dijo, de pronto, a pesar de que él no anunció su llegada en ningún momento. Harry emitió un vago sonido afirmativo y atravesó el cuarto, despacio, para acercársele por detrás—, tengo algunas cosas sobre la estructura que quiero que Dobby cambie.

—¿De verdad? —En cuanto lo alcanzó, lo envolvió con los brazos y comenzó a darle besos en el cuello, encima y debajo de la tela negra que usaba de gargantilla, para cubrirse la marca.

—Sí. También podríamos cambiarle el nombre, lo que sea para que deje de parecerse a...esa época.

—Bien, bien.

—Harry.

—¿Hm?

—Estoy intentando pensar y sacar cuentas —Musitó, entre dientes.

—¿Y eso qué? Te estoy abrazando, no me metí a tu cabeza.

—Sabes que no puedo pensar si estás siendo pegajoso —Cuando se rio, sin atisbo alguno de culpabilidad, Draco se dio la vuelta entre sus brazos y le frunció el ceño, aunque tampoco daba señales verdaderas de molestia.

—Oh, ¿te molesto? ¿debería dejar de hacerlo?

Pese a su ofrecimiento, fue más insistente y se dedicó a ejercer presiones, sin fuerza, con los dientes, sobre la extensión de piel que tenía al alcance. Draco se removió, en vano, ahogando la risa.

—Harry, oye, no...

Ñom, ñom. No te escucho, estoy ocupado.

Sintió un manotazo débil en el hombro, seguido de la sacudida temblorosa que dio cuando se echó a reír también. Harry se detuvo y lo observó con una gran sonrisa, que vaciló, por la confusión, cuando recibió un beso en la mejilla.

Gracias —Harry elevó las cejas; tenía un comentario sobre lo inusual que era escucharlo usar esa frase, en la punta de la lengua, cuando continuó:—, por quedarte. Y por cambiar mi vida. Gracias.

Draco escondió el rostro en el hueco entre su cuello y hombro, y lo abrazó con fuerza, y por unos segundos, él no estuvo seguro ni siquiera de si podía respirar sin arruinar el momento.

—Esa, definitivamente, fue una cursilería —Se le ocurrió decir después, besándole la cabeza.

—No voy a volver a decir nada semejante en lo que nos queda de vida, Harry, no te hagas ilusiones.

—No digo que sean a diario, pero, bueno, ¿una a la semana? —Probó suerte, pinchándole un costado con el índice, y haciéndole reír por las cosquillas. Negó—. Tú ganas. Una vez al mes.

—No. Una al año es mi límite.

—Los magos vivimos más de cien años.

—Exacto.

Harry fingió pensárselo.

—No, no me convence. ¿Una cada seis meses?

Draco sacudió la cabeza, conteniendo una sonrisa a duras penas.

—¿Por qué eres tan malo conmigo? —Protestó falsamente, zarandeándolo, bajo manotazos sin fuerza a modo de queja que le daba—. Yo siempre te digo cosas lindas.

—¿Como qué? —Él elevó las cejas y Harry intentó hacer memoria.

—Hace unos días, te dije que eras increíble. Ya sabes, cuando deshiciste el Ojo de Horus en ácido mágico que acababas de inventar, para que dejase de lanzar Imperios por la casa.

—Creo que eso no cuenta.

—¿Por qué no?

—Porque es un poco...

Se calló. Arrugó el entrecejo. De pronto, volvía la cabeza hacia la salida, como si hubiese percibido un cambio en el ambiente, y desde otra habitación, en la silenciosa casa, se escuchaban las llamas de una chimenea en que la red flú apenas era conectada.

Draco le puso las manos en los hombros y se apartó.

—Harry James Potter —Siseó entre dientes. Dado que su voz estaba afectada de forma permanente, adoptó la costumbre de emitir un susurro amenazante que, si tenía que ser sincero, surtía más efecto que cuando todavía podía alzar la voz—, ¿qué hiciste?

Harry intentó sonreír para darle tranquilidad cuando cayó en cuenta de que había olvidado decirle que tendrían visitas.

—Harry...

—¡Harry!

Draco ahogó un jadeo y se apretó el puente de la nariz, alejándose varios pasos entre sacudidas de dramática exasperación. Sabía que luego lo esperaría cruzado de brazos, para que le explicase en qué momento lo invitó a la Mansión, y cómo pudo pensar, por un minuto, que llamar a un funcionario del Ministerio era una buena idea cuando todavía eran considerados prófugos.

Ron venía desde el pasillo del recibidor cuando se asomó por el umbral a la sala de té. Parecía que no podía creer que fuese él, porque balbuceó y lo apuntó, y después al lugar, y dejó caer los hombros, incapaz de hacer más que boquear. Harry soltó una risa ahogada y cruzó la salita con zancadas largas, para abrazarlo.

—Hola, compañero.

El otro hombre hizo un ruido ahogado y cuando lo estrechó, le cortó la respiración por unos instantes.

—Bendito Merlín, por- cómo- estás- oh —Lo abrazó más fuerte, y Harry emitió un débil quejido cuando fue alzado unos centímetros del piso, sin aparente esfuerzo—, si Mione pudiese verte ahora- creía- creíamos- Merlín-

Desde el otro lado de la sala, ahora sentado en un sillón, Draco bufó. El sonido se ganó la atención de Ron, que sin soltarlo del todo, miró hacia él y estrechó los ojos. En cuestión de un parpadeo, daba un brinco y gritaba.

—¡No te metas a mi cabeza, maldito hurón!

Draco sonrió a medias.

—No tienes barreras. Interesante.

Ron le jaló los brazos cuando estaba dispuesto a decirle que no lo fastidiase demasiado. Se dirigió a su mejor amigo, que todavía lo miraba de pies a cabeza, como si buscase grabarse las diferencias entre ese momento y el Harry de veintiséis años.

—Hombre, tienes muchísimo que decirme. ¿Qué está pasando aquí? —Y abarcó el sitio, a ellos, a Draco, con un gesto.

Él desvió la vista hacia un esposo por un instante. Lo notó negar, de forma apenas perceptible.

Sin nombres, Harry.

¿Estás seguro?

A ti te importa esa Comadreja, ¿no? Evítale el dolor.

Harry tomó una profunda bocanada de aire, pasó un brazo sobre los hombros de su viejo mejor amigo, y se encaminó rumbo a la biblioteca, con el resto.

—Bueno, ¿recuerdas cuándo tomé aquella misión por ti hace casi doce años...?

Le contó casi todo. Cuando terminó, Ron ya conocía al matrimonio Rinaldi, había saludado a Luna, y le pidió ver el anillo de bodas. Después le dedicó una mirada larga y escrutadora a Draco, y soltó un "ugh", arrugando la nariz.

—Supongo que...no es tan inesperado —Murmuró, aunque su expresión decía que se encontraba bastante aturdido y tendría que tomarse un rato para terminar de procesarlo—. Pero, oye, amigo, ya no está...tú entiendes, él- eso- ¿podría...?

Eso está por aquí, Weasley —Aclaró Draco, más concentrado, en apariencia, en darle una ojeada a un pergamino que Luna le enseñaba.

Ron lo observó a él, como pidiendo auxilio. Harry, con un asentimiento y una sonrisa, se posicionó tras su amigo y le dio leves empujones en la espalda, para que se acercase.

—Es tan inofensivo como el Draco Malfoy de la escuela, tranquilo.

—¿Alguna vez fui inofensivo? —Se burló él.

Draco, por Merlín, coopera.

No quiero —Replicó, haciéndolo resoplar—, lo llamaste sin avisarme.

Lo olvidé. Perdón. No seas inmaduro.

¿Ahora soy inmaduro?

Draco.

¡Harry!

Por favor.

Su esposo respiró profundo y soltó una lenta exhalación.

—Vamos a ser adultos razonables, Weasley, ¿quieres? —Le ofreció la mano, con gesto arisco. Pero era un progreso.

Ron hizo ademán de estrecharla, casi obligado por Harry, cuando se detuvo en seco.

—Merlín, lo de casarse fue en serio —Le sujetó la muñeca en alto, el anillo relucía en dorado a contraluz—, fue lo único que me pareció imposible de toda esa historia. ¿Estás seguro de que no sigues bajo algún tipo de Imperio? ¿quieres que revise tu cabeza o...?

—¡Ron!

—¿Por qué no pruebo un Imperio sobre ti también, Weasley?

Cuando Ron empalideció y se apartó de golpe, Draco se echó a reír. Luego se le unieron Dante y Ze, y al poco tiempo, incluso Luna tenía que cubrirse la boca para disimular que se reía de la expresión desconcertada del pobre mago.

—0—

—...deberías volver adentro. Todos ya se fueron a dormir.

Ese 'todos' incluía al matrimonio Rinaldi, en una de las alcobas más grandes de invitados, a Luna, en un sofá de la biblioteca, y a Ron, que prometió volver al día siguiente, cuando hubiese dejado a sus hijos al cuidado de Molly en La Madriguera.

Era alrededor de la medianoche y el patio de la Mansión estaba a oscuras. Harry se agachó junto a él.

Draco había regresado a la orilla del lago poco después de la cena. Continuaba ahí, sentado, con las manos unidas al frente y la vista puesta en la superficie de agua calma.

—Estaba imaginándome que le daba las noticias —Susurró, con la voz estrangulada, y carraspeó para aclararse la garganta adolorida—; habría estado tan preocupada. Ahora se habría puesto feliz de saber que, a partir de mañana, no tenemos que huir de nadie.

Él no supo qué contestarle.

Cuando Ron terminó de 'procesar' la información, se unió a la revisión de informes de Dante y Luna, y de algún modo, manejaron la historia de manera que, según los tres, era imposible que mantuviesen cargos contra ellos.

Eran libres.

—Harry.

—¿Qué?

Draco se movió despacio, para pasarle los brazos alrededor, y apoyó la cabeza contra su hombro.

—Iba a decir una cursilería, pero recordé que es una sola al año, y ya cubrí mi cuota.

Él le dio un manotazo sin fuerza en el brazo.

—Podrías hacer una excepción a la regla.

—Yo creo que no.

—Malo —Fingió quejarse, ganándose una risita débil del otro—. Amor, amor, amor, amor, amor, amor, amor, amor, mi amor, mi amor, mi amor...

Lo escuchó soltar un "ugh" ahogado.

—Está bien, vamos a hablar de ponerte una cuota de cursilerías a ti también.

—Yo creo que no —Imitó su tono altivo, ganándose una mirada de advertencia cuando giró el rostro hacia él y se reacomodó. Harry sonreía—. Te amo.

Aguardó. Draco rodó los ojos con fingida exasperación.

—Bien, tú ganas. Esta vez —Aclaró, señalándolo con un dedo acusatorio, y se estiró para capturar sus labios un instante—. Te amo, Harry.

Cuando juntó su frente con la de él, Harry, de pronto, tuvo la certera impresión de que no volvería a tener pesadillas sobre la Mansión.

—0—

En septiembre, fueron absueltos de los cargos, tras una exhaustiva revisión de los Inefables y medimagos a Draco.

La prueba arrojó resultados precisos y perfectos. Ni un solo rastro de magia negra perceptible. Lamentablemente, el daño a su voz era irreparable, la marca ya no se quitaría, y tendría que continuar con chequeos anuales y mantener las pociones curativas a la mano.

Harry nunca le mencionó a nadie, ni siquiera a su esposo, que por un instante, cuando estaba sentado en la camilla de observaciones, habría jurado que sus ojos eran negros y no grises. Entonces la piedra que le colgaba del cuello brilló, y tanto si la impresión que tuvo era cierta como si no, Draco volvía a ser Draco, y regañaba a un medimago de más edad que él, por 'inyectarlo mal'.

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