¡SeroKami Week 2019!

By ascalith

614 77 16

Primera vez que me uno a este tipo de cosas. Sinceramente, esta pareja se volvió una de mis favoritas y casi... More

¿SeroKami Week?
Día 2: Descarga eléctrica [Fiesta]
Día 3: Polvo de hada [Fantasía]

Día 1: Café con popote [Soulmate AU]

181 24 8
By ascalith

Advertencias: Hay quirks/Salto de tiempo/Soulmate AU: primer pensamiento tatuado.

Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos poseían una marca de nacimiento en el antebrazo izquierdo, parecido a un tatuaje. Se trataban de palabras, específicamente las que componían el primer pensamiento que tu alma gemela tenía de ti. Una vez el pensamiento era efectuado, la tinta negra se iluminaba en un bello tono plateado, cosa difícil de pasar desapercibida.

Los pensamientos eran realmente variados y todos eran en verdad únicos. Algunos eran más extraños que otros, o más románticos, o más aterradores. Había literalmente de todo. Lo que sí, la marca estaba escrita en el idioma natal de tu alma gemela, y con su caligrafía, así que ya era cuestión de suerte que pudieran entenderse si se encontraban, o que escribieran bonito y entendible.

Con la llegada de las llamadas singularidades, el tema de las almas gemelas se vio envuelto por un tiempo. Tras varios estudios, se determinó que la existencia de estas súper habilidades no afectaban en nada el lazo entre soulmates.

En el caso de Denki Kaminari, la suerte estaba de su lado. Incluso podía decir que su alma gemela era una chica muy linda con solo ver la escritura. De hecho, no es que fuera muy fina, pero podía decir por los trazos que se trataba de alguien tranquila y relajada, quizá hasta divertida. Había algo en esa marca que le hacía pensar en cómo sería. Aparte, era un pensamiento demasiado curioso el que tenía escrito.

Desde pequeño se había preguntado por qué alguien pensaría algo así de él. Sí, de algún modo tenía sentido porque él solía hacer cosas sin mucha lógica, porque así su "razón" le dictaba. Él no entraba dentro de lo "común", pero solo tenía un temor: que a su alma gemela no le gustara eso mismo. Sabía que era un gran idiota, y que la cabeza podía fallarle muy fácilmente, y aún más cuando excedía el uso de su quirk... pero, ¿y si no le gustaba eso a su chica destinada?

Pasaron años en los que Denki vivió sumido en una gran inseguridad que le hacía recapacitar (aunque sea un poco) las cosas que hacía. Una inseguridad que escondía tras sus radiantes sonrisas, pero por dentro era un gran desastre. Sin embargo, cuando tuvo la edad suficiente para empezar a tomar cierta bebida sin alterarse, desarrolló una costumbre gracias a su marca, una costumbre algo rara sin dudas. Siempre llevaba consigo a la escuela una taza de café amarilla, adornada con varios pikachus en variadas poses. No un termo, no un vaso de cartón, una taza, más un popote.

Y cuando entró a la U. A., su rutina no cambió en nada. ¡Claro! Se había emocionado indudablemente al saber que había logrado ingresar a la mejor escuela posible, pero no veía el por qué cambiar una rutina de casi un par de años. Algo le decía que encontraría ahí a esa chica soñada, que sería feliz en el momento en que entrara a su salón y su brazo se tornaría plateado. Con suerte sus inseguridades se irían y se llevaría bien con ella... Después, con un tiempo, suerte y dedicación, tendría a una hermosa chica a la cual presumir con todos, también dándose el lujo de remarcar que eran almas gemelas. ¡Sí! Estaba todo totalmente planeado.

Su primer día despertó listo para encontrarse con esa chica y llevó a cabo su rutina como era costumbre. Cepilló su rebelde cabello y sonrió de la forma más radiante posible frente a su espejo, acomodando una última vez un par de dorados mechones, específicamente, aquellos que también poseían una parte pelinegra que formaba accidentalmente un rayo.

Sus padres le desearon suerte, y hubo un último intento de su madre de detenerlo cuando tomó su taza amarilla, pero desistió en cuanto el chico comenzó a llenarla de café y preparar la bebida con esa usual sonrisa radiante mientras se movía al ritmo de una canción que él mismo tarareaba. Por último, colocó un popote de plástico a la bebida y se despidió de sus padres mientras tomaba su bolso en la mano libre.

En el camino fue sosteniendo su taza con una sonrisa, mientras ocasionalmente soplaba al líquido para que no estuviera tan caliente.

— Aquí vamos — susurró para sí mismo, ingresando al edificio correspondiente, para después dar un sorbo a su bebida a través de la pajilla.

Llegó a su salón y apretó su puño libre, atreviéndose a pasar. Habían unos cuantos chicos y chicas ya en sus lugares, platicando. Él tomó asiento y dejó sus cosas, incluyendo la taza en su mesa banco. Suspiró tranquilo cuando se dio cuenta que no llamó tanto la atención. Eso le daba un poco de calma, ya que le permitía prestar más atención a quien fuera que se le ocurriera voltear a él.

Dejó su cabeza gacha, aprovechando que el popote podía llegar hasta su boca y sorbió el cálido líquido. Tenía todavía tiempo para pensar qué hacer o qué pensar cuando viera a su soulmate. Eso sí, aunque estaba tranquilo de no haberla visto en cuanto entró, deseaba que fuera un amor a primera vista y le daba nervios atreverse a ver esa sonrisa que con suerte estaría por siempre con él.

Se perdió rápido en sus pensamientos, pero pronto regresó a la realidad cuando su antebrazo izquierdo comenzó a picar. Observó asombrado y encantando la belleza en cómo las palabras "¿Quién diablos toma café con popote?" iban cambiando de negro a un bello plateado que a Kaminari hicieron olvidar su objetivo. Se sonrojó intensamente al saberse atrapado y después de dar un último sorbo, se giró para buscar a la chica que le veía quizá extrañada.

Pero no hubo chica. Ni hubo mirada desaprobatoria. Al contrario, solo vio a un chico, que aunque se veía asombrado, no paraba de sonreír. Esa maldita sonrisa...

“Mierda... Creo que soy gay” fue el primer pensamiento que el chico eléctrico tuvo después de haberse quedado pasmado con una sonrisa perfecta, de un chico perfecto... azabache, alto, sonriente, tranquilo, parecía ser divertido.

Y, entonces, por arte del destino evidentemente, el brazo izquierdo del desconocido comenzó a brillar tenuemente, tal como había hecho el de Kaminari. El rubio se sonrojó con fuerza al haberse dado cuenta de la estupidez que pensó, y más aún cuando supo que ese había sido el primer pensamiento dedicado a su alma gemela: un chico que estaba rompiendo cada uno de sus anteriores esquemas sobre "la pareja perfecta". Un sonrojo más suave apareció en el rostro del azabache y sus miradas se desviaron para que el momento no fuera más incómodo de lo que estaba siendo.

Denki rápido se sentó en su lugar de nuevo y cubrió su rostro con sus brazos, esperando y rogando por que el suelo se lo tragara y lo escupiera al otro lado del mundo. Con suerte sobreviviría a base de ser un cargador humano para quien necesitara. Pero no podría ver a la cara a ese chico de nuevo. Moriría de vergüenza, o al menos eso era lo que creía. Su corazón latía con fuerza, y no podía controlar su respiración o el calor tan repentino en su cara. Dejó su taza vacía a un lado, odiando su costumbre de tomar café con popote, pero a la vez, amándola. Sin ella, no hubiera conocido a su soulmate. ¡Pero ni siquiera iba a poder acercarse sin morir de pena! Había salido del closet con su soulamte sin haber siquiera estado dentro... Oh, mas esa sonrisa le dejó en claro que heterosexual no era. Esos ojos tan peculiares le dieron un golpe bajo que le hizo recapacitar.

--

— Amor — susurró un azabache, mientras su mano derecha se paseaba por la cabellera de su pareja, y su izquierda se afianzaba a ese precioso torso lleno de marcas. Rió suavemente cuando el otro se quejó al escuchar su voz. Bien sabía que estaba despierto, pero le resultaba cómico que Kaminari fuera tan perezoso —. Bebé — habló un poco más alto, sacudiendo con delicadeza al contrario.

— ¿Qué quieres, Hanta? — balbuceó el menor, rindiéndose. Se estiró, pero pronto soltó un pequeño quejido, y volvió a refugiarse en los brazos de su novio. El aludido sonrió con sorna sabiendo la causa del dolor de Denki. Sí, estaba orgulloso de lo que había hecho con su pareja. Su primera vez había sido fascinante y hacía unas cuantas horas.

El rubio había caído rendido después de acabar, y Sero se encargó de cuidarlo, limpiarlo y vestirle de al menos la parte inferior. Por cortesía y mimos, había preparado a su prometido café tal como a él le gustaba, en una taza naranja con una pajilla, y había cortado una rebanada de pastel de vainilla. En ese pequeño departamento no podía faltar tal postre, o Kaminari sacaba chispas, casi literalmente.

— Tres cosas — susurró, abrazándose más hacia el contrario. Disfrutó de un beso algo intenso, pero sin llegar a más, y sonrió satisfecho una vez vio al oji-ámbar tratar de recuperar el aliento, levemente sonrojado —. Esa era una — rió suavemente al ver al chico entre sus brazos hacer un pequeño puchero al tiempo que desviaba su mirada —. La segunda... ¿Quieres ya tu rebanada de pastel y café?

Tras oír eso, el menor abrió sus ojos con emoción. Claro, Sero conocía muy bien al chico. No por nada vivían juntos desde hacía un año, y eran pareja desde hacía otros 4. Había sido todo un caos el lograr que ese rubio por fin le aceptara, pero había sido divertido averiguar por qué no cedía tan fácil. Ser el primer amor de ese bello rubio era para Sero como ganarse la lotería más pura y divina, y estaba entre sus brazos chillando por vainilla y café. Ayudó al menor a sentarse en la cama, contra el cabecero, y colocó la bandeja en sus piernas. Se sentó frente a él, admirando la belleza que destilaba. Recargó uno de sus codos en la rodilla del lado correspondiente, y después su rostro en la palma de su mano.

Ver a Denki atascarse con pan de vainilla era algo sin dudas adorable para Hanta. Sí, parecía un niño chiquito, y sí, llenaba la bandeja y un poco la cama de boronas, pero su sonrisa valía todo para el azabache. Agradecía que su soulmate fuera así de perfecto y hecho a la medida, porque lo que a él le faltaba a Kaminari se sobraba y viceversa. Se complementaban y balanceaban.

— ¿Y lo tercero? — preguntó Denki, con la boca llena de pastel. Sero reprimió una risa y con su mano libre limpió las comisuras de su novio, quien pronto sonrió apenado.

— ¿Recuerdas cómo nos enteramos que éramos soulmates? — preguntó, soltando un suspiro que denotaba su felicidad. Denki casi escupe el café, pero se contuvo, tragando y sonrojándose fuertemente al leer, en su caligrafía, las plateadas palabras “Mierda... Creo que soy gay” en el antebrazo ajeno.

— ¿Y-y eso a q-qué viene? — preguntó, inconscientemente acariciando su propio antebrazo izquierdo mientras su mirada se paseaba por la habitación, buscando algo en qué concentrarse, pero no lograba encontrar algún objeto que llamara su atención lo suficiente, después de todo, ese cuarto lo tenía prácticamente memorizado.

Sero quitó la bandeja vacía y tomó de las manos de su prometido la taza de café a medio tomar. Besó escasamente los labios ajenos y sonrió suavemente, antes de morder el labio inferior ajeno de manera sorpresiva. Sonrió más al ver a Denki cubrir su boca con su mano izquierda. Pudo apreciar el anillo de oro blanco que le dio hacía dos meses y medio en un calmado fin de semana en el que ambos tenían día libre en sus agencias de héroes. Faltaban otros dos meses para que se casaran, ya que Mina y Kirishima habían insistido demasiado en ellos organizar la boda, y, por supuesto... querían que fuera en el mismo día en que se conocieron.

— Recordé momentáneamente toda nuestra historia juntos — explicó el azabache, arrinconando a su menor, quien únicamente mordió sus mejillas —. Y me acordé de esa bella expresión que tenías cuando me viste. Siempre me avergoncé de mi marca, pero en cuanto te vi, me dio totalmente igual todo lo demás. Ahora ver mi antebrazo me provoca una sonrisa, porque sé quién pensó esto cuando me vio, y no podría ser más feliz de que hubiera sido lo primero que se te pasó por la cabeza, tontito. No sé qué hubiera hecho si no te hubiera gustado instantáneamente... Si no mal recuerdo, tú una vez me contaste que querías un amor a primera vista, ¿verdad, ratoncito?

La expresión del rubio era lo mejor que podía ver Sero mientras recitaba cada una de esas palabras. Removió suavemente la mano de Denki de su rostro y pudo apreciar sus labios entreabiertos, los cuales dejaban ver su incredulidad en cada palabra pronunciada. ¿Cómo era posible que Sero fuera tan acertado con todo lo que hacía y decía? Claramente estaba hecho a su medida, era su soulmate, ¿cómo no estarían hechos para el otro? Sus ojos bien abiertos destilaban tanto amor como sorpresa, la combinación más perfecta para el azabache. Las veces que podía ver esa mezcla en los ojos amarillos, podía sentirse en casa, feliz, amado. Respecto a sus facciones en general, parecía haber tomado desprevenido al chico con tan dulces palabras, pero eso era lo que más le encantaba a Hanta... Tomar a Denki por sorpresa era lo mejor, puesto que el chico apenas y sabía cómo reaccionar y le hacía ver tan inocente y enamorado. Bueno, siempre y cuando no activará su singularidad sin querer, como algunas veces en las que le dio un beso sorpresa en preparatoria.

— Por ti, ¿qué chico no se volvería gay? — terminó por decir Kaminari, dejando de lado su pena, regresando a su usual tonta actitud que a Sero fascinaba y divertía. El azabache soltó una carcajada mientras entrelazaba sus manos. Se colocó entre las piernas de su amado y lo jaló hacia sí mismo, quedando Denki sobre su entrepierna. El rubio reprimió un quejido con una sonrisa resignada, abrazó por el cuello a su pareja y ambos juntaron sus frentes —. Pero ya, fuera de bromas... Hanta, gracias por aparecerte en mi vida. Ignoremos por un momento nuestro destino, agradezco haberte encontrado, y tenerte. Te amo — susurró, sin ser capaz de despegar su mirada dorada de la oscura de su pareja. Sero se sonrojó inevitablemente, y Denki soltó una pequeña risa mientras una de sus manos pasaba a acariciar una de las mejillas ahora teñidas de su lindo azabache.

— Yo también te amo, Denki — pronunció cada palabra en un suave tono, acercando sus labios a los del rubio con mucha delicadeza y lentitud —. Agradezco tanto que seas mi destino — soltó como último comentario antes de unirse en un beso, lento, suave, lleno de sentimientos bellos y positivos.

No había nada malo que el otro pudiera transmitir a través de esa delicada danza que efectuaban ambos pares de labios. Únicamente había amor, amor y un delicioso sabor a pastel y café... café con popote.

25/06/2019

Continue Reading

You'll Also Like

891K 105K 121
Después de que esa persona se fuera de su vida estaba sola. Pasó toda su adolescencia con ese hecho, y es que su condición la obligaba a no entablar...
830K 123K 101
Toda su vida fue visto de menos y tratado mal por las personas que decían ser su familia, estaba cansado de que todas las noches llorara por aunque s...
71.8K 6K 18
"No, claro que no, es obvio que no me gusta Bradley, el es mi enemigo y... Maldito idiota, sal de mi mente, haces que mi corazón se acelere." Max es...
184K 10.4K 25
Chiara se muda a Madrid en busca de nuevas oportunidades para lanzar su carrera como artista. Violeta se dedica al periodismo musical, trabajando en...