| sweet lies bitter truths |...

By kenyaesscobar

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"Digamos que tengo buena memoria, pero en cuanto a lo de ser un acosador; si lo sería, no es usted mi tipo de... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8

Capítulo 6

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By kenyaesscobar



Con cariño;
para mi cuñada FaithLion


La pista de aterrizaje del aeródromo privado del grupo EMX recibía el Jet Airbus A320 Prestige con los colores verde, amarillo y blanco proveniente de Brasil, en el cual llegaba Richard Morgan.

Daniel y Joseph aguardaban por él en la sala de espera, la aeronave se detuvo y los primos se encaminaron hacía el puente reactivo, para encontrarse con el hombre.

—Tío ¡Qué alegría verlo! —la voz de Joseph denotaba su felicidad al tiempo que abrazaba al hombre.

—A mí también me alegra verte, hijo —dijo recibiendo el gesto de su sobrino—. ¿Y cómo te la llevas con los guardaespaldas? —inquirió divertido, ya que cuando hablaban por teléfono el chico siempre desviaba el tema.

—No me la llevo, allá afuera están... —intentaba hablar.

—Es por tú seguridad, Joseph, y no quiero que le hagas la vida imposible como a los demás. —le dijo determinante.

—Ya no soy un niño, se defenderme solo. Me siento estúpido, es estúpido andar con niñeras.

—¿Entonces yo soy un estúpido? —inquirió, Joseph desvió la mirada a los cuatro hombres que siempre lo acompañaban y que estaban a tres pasos de distancia—. No, sólo soy precavido y quiero que cumplas, porque son mis órdenes ¿entendido? —preguntó Richard con voz determinante, ya que cuando necesitaba hacerse respetar, lo conseguía sin tanto esfuerzo, él les había brindado confianza y quería a cambio obediencia.

—No, la verdad no, pero me toca entenderlo, supongo. —hablaban mientras se encaminaban a la sala de espera y de allí dirigirse al Hotel Palace, donde también se hospedaba Daniel, con su esposa e hijo.

—No supones mal —respondió el hombre de ojos castaños, y su mirada viajó a su hijo mayor—. ¿Cómo le va con el clima a Theo? —preguntó por el estado de salud de su nieto.

—Bien, solo se le congestiona un poco la nariz, pero el doctor dice que se acostumbrará —respondió el chico caminando al lado de su padre—. Ayer llegaron Dylan y Mike, ya todo está preparado, hemos pasado primero por el club.

—Me imagino que Liam no sabe nada ¿verdad? —preguntó al tiempo que se colocaba los lentes de sol y las puertas se abrían para que los tres hombres en compañía de los guardaespaldas salieran.

—No, por eso no le he dicho una sola palabra a Nate, porque es un bocón y a la primera le dice lo de la fiesta sorpresa —la voz de Joseph dio la respuesta y veía como su tío admiraba el Lamborghini—. Lo traje porque sabía que querías conducirlo. —le avisó sonriente y le lanzó las llaves.

Richard atajó las llaves y apretó el botón para que las puertas se elevaran, mientras sonreía ante la atracción que causaba en él el vehículo. Subió al auto rojo brillante e hizo que los motores rugieran.

—Yo creo que mejor me voy con los guardaespaldas. —acotó Joseph riendo.

—¿Tienes miedo pantera? —inquirió Daniel subiendo al Mustang negro.

—Con Richard al volante cualquiera —expuso, mientras que su tío lo miraba retadoramente— Está bien... —subió al auto y el hombre hizo descender las puertas—. Tío, recuerda que al entrar al tráfico tienes que manejar moderadamen... —apenas pudo hablar cuando su cuerpo se sacudió y se adhirió involuntariamente ante el arranque del auto, el cual salió disparado y a segundos aumentaba la velocidad, siendo seguidos por Daniel y cuatro camionetas negras con los ocho guardaespaldas a bordo, cuatro que acompañaron a los chicos y cuatro que viajaron con Richard, quien iba a 280 Km/h y aumentaba, seguidos por Daniel, que iba a 230 Km/h y los guardaespaldas hacían el esfuerzo por mantenerles la mínima distancia.

—¡¿Música?! —preguntó Joseph mientras sentía el viento silbar en sus oídos.

—Rock, pero del bueno, no vas a poner mierda, Joseph. —le pidió sonriendo, el joven presionó la pantalla y empezó a buscar algo que a su tío le gustase, al encontrarla le dio a reproducir y le alzó el volumen a Mein Teil de Rammstein.

El hombre empezó a mover la cabeza y a cantar, por lo que su sobrino lo siguió entonando la canción como si fuesen estrellas de rock y a segundos reían.

Richard en los negocios era un as, hombre inteligente, culto, selecto, elegante, sin embargo una de las mejores facetas de su vida era esas en las que compartía con sus hijos y sobrino, ya que se sentía joven y lleno de vida.

La siguiente canción que les amenizó el viaje fue Rock Of Ages e igualmente la cantaron a todo pulmón y poco a poco Richard fue bajando la velocidad, ya que empezaban a entrar en tráfico y era mejor evitar alguna multa, por lo que también le bajaron un poco al volumen.

—¿Han preparado lo de la banda? —preguntó Richard, para ponerse al día.

—Sí, ya todo está listo, pero tío, ¿está seguro que usted quiere usar el bajo? es que ya no somos unos niños y usted ya no puede guiarnos.

—¡Joseph Morgan! ¿Me estás llamando viejo? —inquirió, desviando la mirada del camino.

—No, claro que no, solo que... —hablaba cuando el tío intervino.

—¿Cuántos años tiene Robert Trujillo? ¿Qué hay de Tom Hamilton? Son bajistas profesionales, activos y son mayores que yo ¿Y quién les dice que hacen el ridículo? Nadie, porque no lo hacen. —le dijo y empezó a golpear el volante con las palmas de las manos al ritmo de Hard as a Rock de AC/DC.

El chico calló para terminar el tema, porque no podía pedirle a su tío que no se divirtiera, cuando la mayoría del tiempo la pasaba metido de cabeza en los negocios.

El compartir con ellos era su manera de relajarse y dejar salir su lado más irreverente, sin embargo, también le gustaba el jazz, el teatro, le apasionaba el cine clásico, casi todo tipo de lectura; era un hombre con un amplio abanico de gustos y eso mismo se lo enseñó a ellos.

—Ya estamos por llegar —informó Joseph—. Tío, paso a las once por usted para ir a almorzar.

—No, tengo un almuerzo en Forbes, aproveché el viaje para la entrevista —dijo y su mirada se ancló en dos mujeres que caminaban por la acera, se quedaron mirándolos y al segundo se dio cuenta que eran el centro de varias miradas—. Mira nada más cómo nos observan las mujeres. —dijo divertido.

—Miran el auto, no a nosotros. —aclaró Joseph enfundado en las gafas de sol oscuras.

—No te mirarán a ti, porque a mí me están comiendo con la vista. —expuso con supremacía, por lo que el chico echó la cabeza hacia atrás para liberar una carcajada exponiendo su perfecta dentadura.

Al llegar al Palace, Richard bajó del Lamborghini y el joven se pasó al lado del conductor, esperando a que su tío y primo entrasen al hotel, para después arrancar.

Antes de salir de las instalaciones del lugar miró por el retrovisor y las dos camionetas encendían los motores, dejó libre un suspiro y observó a su tío que se despedía con una sonrisa; él sólo elevó la mano en un gesto de despedida.

Sophia le dedicó una mirada a Alexis a través del espejo, mientras ambas se aplicaban máscara en las pestañas, sin poder evitarlo, la pelinegra también sonrió ante la travesía de maquillarse.

—Creo que esta noche vamos a causar unos cuantos ataques al corazón. —expuso la pelirroja.

Ella vestía un vestido negro a la altura de los muslos que se ajustaba a estos, adornado con algunos brillantes. El cabello sumamente alisado y un flequillo que se intercalaba en sus pestañas, dejando ver el contraste sensual del rojo de su cabello y el negro en estado puro a causa de la máscara; haciendo resaltar sus ojos verdes.

—Bueno, en realidad yo no voy con esa intención, sólo voy a divertirme un rato. —acotó la diseñadora, quien llevaba el cabello en un estilo salvaje-sensual armado con ondas agresivas, algo que le llevó mucho tiempo debido a que su pelo es extremadamente liso, su vestido al igual que el de Sophia era a la altura de los muslos, pero a diferencia del de su amiga este tenía las mangas largas y el escote en V en color plateado con lentejuelas de distintos tamaños y formas, los zapatos de un tacón alto y elegante en el mismo tono; haciendo que sus piernas se viesen más estilizadas y atractivas.

—¡Ya es tarde, estoy esperando! —se dejó escuchar la voz de Paul desde la sala.

—¡Sí, ya vamos! —respondió Alexis soportando la risa al tiempo que casi corría a la cama para tomar su cartera.

Al minuto dejaron al hombre pasmado ante la belleza y sensualidad de las chicas, quienes le sonreían, para con esto pedir disculpas por la demora.

El ambiente brasileño reinaba en uno de los salones de un exclusivo local nocturno de la ciudad de Nueva York, el cual eligieron para celebrar el cumpleaños de Liam Ferreira, ahijado de Richard y que trabajaba con Nathaniel en la sucursal del grupo EMX.

El local se encontraba dividido de un salón contiguo por cristales que aislaban el sonido para que este no afectase los ambientes musicales, Liam fue recibido en medio de garotas que bailaban al ritmo de la samba, papelillos, efectos de humo e iluminación.

El show de las garotas terminó y todo quedó a oscuras, solo se podía ver el humo envolverlo, cuando unas luces indirectas se posaron sobre una banda en una tarima, no lograba reconocerlos hasta que las notas del Thrash Metal se dejaron escuchar y el escenario se iluminó completamente, dejando al descubierto a Nathaniel en la batería, Joseph en la primera guitarra, Daniel en la segunda, Richard en el bajo, solo faltaba él, por lo que de un brinco subió al escenario y se puso tras el micrófono para recordar viejos tiempos, en el cual pasaba los fines de semana en la casa de su padrino en Río.

Dando inicio al tema, Attitude de Sepultura, del cual era un gran seguidor, al terminar se acercó a su padrino y le dio un gran abrazo al tiempo que agradecía la sorpresa, igualmente a Daniel, Nathaniel y Joseph, al cual le dijo cuál era la siguiente canción para que con la guitarra marcará el ritmo.

Después de ocho canciones de Sepultura el espectáculo de Thrash metal llegó a su fin, los chicos bajaron y fueron recibidos por las garotas, quienes los esperaban con bebidas alcohólicas tradicionales de Brasil, entre las cuales estaban la caipiriña o cachaba para los que querían algo más fuerte, cervezas de diferentes marcas brasileñas, Brahma, Kaiser, Antártica, entre otras.

Joseph no quería de momento alcohol, por lo que prefirió una bebida energizante a base de guaraná, su mirada se paseó por el local de al lado donde todos estaban bailando, el movimiento de los cuerpos y el show de luces indirectas le indicaba que era música electrónica, regresó la mirada a la fiesta y buscó a Nathaniel, este se encontraba bailando con una garota y él se acercó siguiendo el ritmo de la samba para acompañar a su primo, Liam también se les unió, mientras los tres intentaban llevarle ritmo a la chica que bailaba samba, algo que se les hacía imposible ya que ella los desconcentraba completamente con la voluptuosidad de su cuerpo cubierto por escarcha en colores verde y amarillo.

El cumpleañero sintió un baño de champán helada, solo agitó los cabellos mientras reía emocionado y percatándose que quien lo bañaba era su hermano Dylan, por lo que le lanzó la caipiriña que tenía en la mano para después darle un abrazo.

El desorden y entusiasmo era total, muchas personas del local contiguo miraban divertidos la fiesta brasileña, los hombres admirando a las garotas que no dejaban de contonear sus esculturales cuerpos al ritmo de la samba que era tocada por hombres con los torsos desnudos y parecían ser de acero, ganándose estos las miradas de las féminas.

La energía y risas reinaban en el lugar, tomaban y comían mientras bailaban, no se sentaban un solo segundo, hasta que el Dj colocó una de las danzas de uno de los grupos que se encargaban de animar las playas en Brasil.

Nathaniel al escuchar la Danga da Motinha, subió al escenario quitándose la camisa.

—Ahí va. —le dijo Joseph a Daniel.

—Y no lo vamos a dejar solo. —le dijo el mayor de los primos sonriendo y empujándolo, siendo seguidos por Dylan, Liam y otros amigos.

Mientras se quitaban las franelas y camisas para subir al escenario, todos llevaban jeans, los de Joseph eran unos Dolce & Gabbana de tres botones, sumamente desgatados, sobre todo en la parte delantera de los muslos, se quitó la franela cuello V blanca de mangas tres cuartos, dejando al descubierto su torso perfecto adornado por el tatuaje que solo lo hacía lucir más sensual. Daniel se quitó la camisa a cuadros, mostrando su trabajado cuerpo producto de disciplina pura al igual que todos los hombres en el escenario, quienes exponían cuerpos envidiables, torsos bronceados y cincelados, parecían modelos de calendario, mientras que Nathaniel ya causaba furor, tanto en el local donde se llevaba la fiesta, como en el contiguo; donde la mayoría de las mujeres se habían pegado al vidrio.

—¿De verdad te crees Rafael de Axe Moi? —inquirió Joseph riendo, colocándose al lado de él y al otro lado se plantaba Daniel siguiendo los pasos de la coreografía, la cual consistía en hacer como si estuviesen encima de una moto que aceleraban poco a poco, moviendo sus caderas de manera sensual, hacia delante y hacia atrás, mientras que con una de sus manos hacían el gesto de acelerar.

La esposa de Daniel se acercó a la tarima con billete en mano y se lo colocó en la pretina del jean, él se dobló un poco y le dio un beso extremadamente sexual, algo que para ellos era normal.

Las mujeres aplaudían y algunas le gritaban barbaridades, ellos solo reían y seguían con su coreografía, las del local contiguo no tenían idea que bailaban porque se les era imposible escuchar, pero eso era lo de menos, les sobraba con mirar a los hombres mover sus cuerpos, mientras pensaban que en la cama con esos movimientos las matarían pero de placer, más de una envidió y sintió un hueco de vértigo en el estómago al ver al hombre del billete en el jean besar a la mujer.

Algunas se encargaban de elegir a su favorito, Nathaniel por ser el más alto y con el cuerpo más ejercitado se llevaba más suspiros y piropos, mientras que las que miraban a Joseph sentían el corazón latir en la garganta y las venas palpitar rápidamente ante la sensualidad de los movimientos de abdomen y los muslos marcados en el jean.

—¡Créu! ¡Créu! ¡Créu! —pedían a coro las mujeres presentes en la celebración brasileña, cuando la Danga da Motinha llegó a su fin y ellos pensaban en bajarse, el Dj se encargó de complacer a las féminas, por lo que a los chicos no les quedó más que seguir con su show, que debido al ritmo de la danza, debía ser más rápida con más intensidad y sensualidad.

La mirada de Joseph captó una figura femenina a través del cristal, la cual hizo que la sonrisa se le congelará y perdiera por unos segundos el sentido del baile, pero lo retomó casi inmediatamente, esta vez con la mirada fijada en la chica pelinegra vestida de plateado.

Alexis envuelta en excitación y vértigo se dio cuenta que al fin Joseph la había visto, ella había disfrutado de él desde que se montó en la tarima y tomó la guitarra eléctrica, dejándole claro que era excelente con el instrumento y que el día que le dijo no le estaba mintiendo, pero más excelente aún era con el baile o con el movimiento de su cuerpo, sentía una agonía en su centro, era un reclamo que le hacía cada vez que él movía sus caderas, la respiración se le agitaba cada vez más y su desconcierto era abismal, era completamente distinto al hombre que hasta ahora conocía, se le veía feliz, riendo abiertamente, como si fuese un adolescente, ella no podía descifrar quien era realmente Joseph Morgan, si era ese hombre frío, el soberbio que casi la atropellaba, el exhibicionista seductor, el antipático y voluble que la mandó al diablo y la echó de su departamento; ese hombre era un completo enigma que la atraía como el más poderosos de los imanes.

—Esos tipos agarraron la sexta velocidad ¡Madre de todos los santos! —exclamó Sophia a su lado—. Sabes que un estudio reciente entre hombres y mujeres de 51 países, concluye que los brasileños son los seres más guapos del mundo. Son románticos, sexys y cogen como nadie. Viéndolos moverse de esa manera no me cabe la menor duda, si te agarran te parten. —dijo sonriendo—. Cuentan con un gran arma de seducción. Ven vamos a verlos más de cerca. —rió, jalándola por uno de los brazos.

—No, Sophia, me tienes nerviosa. —le hizo saber rehusándose.

—¿Yo te tengo nerviosa? —inquirió soltando una carcajada—. ¿No será el malabarista con dotes de stripper? Mira que bien se mueve, ese te agarra y te deja sin caminar por una semana. —expuso con picardía.

—Deja de ser tan vulgar, ese hombre no me gusta y no es más que un egocéntrico. Voy a la mesa con Paul. —dijo soltándose y encaminándose en dirección contraria, en medio del mar de personas que bailaban al ritmo del trance.

Joseph se sintió desconcertado al ver como Alexis se daba media vuelta y se marchaba, sin embargo, siguió bailando Créu con sus amigos y primos.

Al terminar, en medio de papelillos que le lanzaban las chicas, bajaron cada uno agarrando la prenda que se habían quitado y se la colocaron, el Dj se encargó de amenizar con el género salsa, él agarró otra bebida a base de guaraná y se sentó en la mesa con su tío, buscó en el bolsillo de su chaqueta de cuero negro que reposaba en el respaldo de la silla, sacó la cajetilla blanca con letras plateadas de cigarrillos, sacó uno y lanzó la caja sobre la mesa para después encender el cigarrillo, buscó el iPhone y lo revisó, encontrando varias llamadas perdidas; las cuales devolvería cuando estuviese en un lugar apto.

—Lexi, sé que me pase un poco con mis comentarios —era la voz de Sophia sentándose al lado de su amiga denotaba arrepentimiento—. Ya quita esa cara, anda vamos a bailar.

—¿Qué pasa con ustedes? —indagó Paul removiéndose en el asiento.

—A Lexi le gusta un chico, pero se lo niega, parece una adolescente insegura. —respondió la pelirroja.

—No soy insegura. —intentaba hablar cuando su amiga intervino.

—¿Entonces qué eres? Una miedosa. Ya deja de creer que todos los hombres son iguales, porque no lo son, mira nada más aquí tenemos a Paul ¿Acaso es igual a ese que te traumo? —preguntó desviando al chico.

—Paul es la excepción. —le hizo saber a su amiga.

—No soy ninguna excepción, hay hombres buenos. Alexis. No tienes que buscar solo para que te beneficien en tus proyectos, también pueden ayudarte con tus sentimientos, todo ser humano necesita un poco de amor verdadero.

—No, Paul —soltó una carcajada—. Estás peor que Phia, mejor vamos a bailar. —dijo poniéndose de pie y agarrando a su amiga por la mano, haría cualquier cosa con tal de evitar la conversación.

Ambas chicas dejaron libres gritos de emoción al escuchar Calling con la voz de Ryan Tedder y el performing de Alesso, por lo que se dejaron llevar por el ritmo de la música, mientras cantaban.

¿Can we freeze, come and surrender our rights and wrongs?

¿Can we just for one night let...

the stars decide where we belong?

Maybe heaven right now.

Is a devil or angel away...

that won't change,

together we vow that our colors will sparkle the faith.

And I will find you, i will find you, i will reach you.

Or I, I, I will lose my mind... lose my mind,

lose my mind, and lose my mind,

yeah.

A Alexis la voz se le congeló en la garganta y el corazón se le disparó en latidos al sentir una mano posarse en su cadera y la otra en su vientre, un cuerpo masculino con una energía única se adhería a su cuerpo y la mirada de Sophia le gritaba de quien se trataba.

—¿Estás segura que quieres perder la cabeza? —la pregunta fue susurrada en el oído de la pelinegra sintiendo el tibio aliento que atravesaba su melena revuelta sensualmente, sintió como un gran abismo se abría en la boca de su estómago, era algo parecido como cuando bajaba la pendiente de una montaña rusa, ese morir y revivir en cuestión de segundos, sin embargo, el tener a Joseph Morgan agarrándola de esa manera bailando detrás de ella era como estar en el preciso instante en la Takabisha de Japón, nunca había ido, pero ya no lo necesitaba; estaba segura que sería lo mismo.

En un acto reflejo cerró los ojos para tratar de controlar los átomos que sentía estallar uno a uno, se obligaba a no temblar y a respirar, necesitaba respirar porque iba a morir por asfixia mecánica si no lo hacía, todo le daba vueltas, no podía escuchar la música, sólo la respiración de él en su oído, al abrir los ojos buscó a Sophia y está ya no estaba, por lo que maldijo a su amiga por dejarla de esa manera, al borde de ese precipicio, sintiendo cómo se balanceaba agónicamente llevada por él, era quien con sus manos la movía y el abismo era cada vez más grande; seguramente terminaría perdiéndose en el hueco en su estómago.

El aroma masculino solo lograba excitarla cada vez más, era una extraña y deliciosa mezcla de Clive Christian, algún cigarrillo exclusivo y otro olor que de momento no podía distinguir, pero que estaba volviéndola loca.

Las manos sobre su vientre y cadera hicieron presión y la giraron lentamente, ella se obligó a abrir los ojos y no mostrarse débil, o al menos que no notara el poder que estaba ejerciendo sobre ella.

Joseph observó el rostro perfectamente hermoso de Alexis iluminado de verde por las luces indirectas, cambio a rojo, turquesa, amarilla y blanca, mientras obligaba a su cuerpo a seguir el ritmo de la música, no podía emular palabra, la belleza y sensualidad de esa mujer lo habían dejado mudo, la excitación corría como caballo desbocado por todo su ser, nunca en su vida había sentido tanta adrenalina, ninguno de los deportes extremos que había experimentado le habían hecho sentir lo que esa mujer estaba logrando con la mirada, podía decir que se le acercaba un poco a cuando se lanzaba de un avión mucho antes de utilizar el paracaídas, sin embargo no era la misma sensación; para él esto era mucho más extremo.

Las ganas de tocarlo palpitaban en las yemas de los dedos de la mujer, por lo que siguió bailando moviendo sus caderas de un lado a otro lentamente, llevó sus manos y rozó con la punta de sus dedos la mandíbula del chico mientras admiraba los labios masculinos, él se acercó aún más y ella aspiró el aliento definiendo el olor exótico de la guaraná, él la imitó y acarició la cara de ella, quien después de la caricia sutil pero arrasadora se dio vuelta y se adhirió aún más a él; que sabía perfectamente cómo bailar y cómo llevarle el ritmo mientras le quemaba las caderas con las palmas de sus manos al aferrarse con una presión devastadora.

Alexis elevó los brazos y acariciaba el cuello de él, quien le rozaba el de ella con los labios, sintiendo ambos descargas eléctricas de placer en ese arte sensual de bailar, una vez más él la volvía de frente y el ritmo de la música aumentaba por lo que hicieron los movimientos más rápidos balanceándose de un lado al otro, hacia atrás y hacia adelante, las manos no podían quedarse quietas, por lo que los dos se pincelaban los rostros con los dedos.

Joseph llevó sus manos al cuello femenino, lo sostuvo y acercó su cara, tanto como deseaba, tanto como para hacer lo que sus ganas le gritaban, uniendo su frente a la de ella.

—Mierda, perderé la cabeza. —susurró, tomó entre sus labios el inferior de la joven, succionando con una lentitud torturante, grabando el momento para la eternidad, logrando que todo alrededor desapareciera, estimulando con sus labios los de ella, encontrando los mejores sabores, los más deliciosos y exóticos.

Llevó su mano a la nuca femenina, inmovilizándola ya que no solo quería probar sus labios quería beber de su boca, descubrir sabores nuevos en el interior, hacer a su lengua partícipe de ese juego, de esas sensaciones, sentir las texturas, todas y cada una, mezclar su saliva con la de ella y crear el más erótico de los elixir.

La mezcla de excitación-miedo se abrazaba y envolvía cada partícula de su ser porque descubría en esa mujer, nuevas sensaciones, nuevos sentimientos, nuevas ganas y temía por él, por ella; temía porque quien se atravesará.

A Alexis las piernas le temblaban mientras intentaba llevar el ritmo del beso, obligándola a comparar. Siempre las mujeres se encargaban de hacer comparaciones, hasta que llegaba ese que reventaba todos los esquemas, así como lo estaba haciendo Joseph Morgan en el instante con ella, nunca había sido besada con tanta intensidad, con tanta ganas, tal vez y sólo tal vez otros la hayan besado con más amor, pero aunque le estuviesen entregando el alma en los besos, ella no lo sentía así, ahora este marcaba la diferencia, cruzaba la barrera y estaba aterrorizada porque iba en contra de su esencia, sabía que podía terminar lamentándolo, sin embargo no podía alejarse, no podía impedir el movimiento de su lengua buscando la de Joseph, el sabor a guaraná y el ímpetu del músculo la sublevaba al punto de no poder reaccionar.

Si el mundo existía, ella no era consciente.

Si la tierra giraba, no le importaba.

Se encontraba completamente entregada a ese beso, él había hechizado sus cinco sentidos, ninguno se encontraba alerta en ese instante, ni siquiera la razón podía pararlo; era como una ola con miles de emociones que la arrastraba mar adentro.

—¿Qué hace aquí? —dijo sin aliento, aturdida y perdida en la mirada del mar que la tragaba en ese instante, entregándose al roce de sus labios contra los de él al hablar.

—¿Quieres que te siga el juego de que no sabes qué hago aquí? —la voz profunda como el océano y el aliento a guaraná la envolvieron en una excitación nunca antes experimentada, su vientre se contraía y vibraba, mientras su centro empezaba a ahogarse.

Joseph llevó su mano y tomó la mandíbula femenina, mientras que con su lengua pincelaba agónicamente el centro de los labios de la chica, disfrutando de la textura suave ante la hinchazón y de los pálpitos apenas perceptibles.

—Vi... vi... —intentaba hablar, pero la lengua de él irrumpiendo no le hacían nada fácil la tarea y sólo se limitaba a succionarle suavemente la punta de la lengua en un movimiento repetitivo atraída por el sabor de su saliva—. El vídeo... gracias. —logró el cometido de hacerle saber y se dejaba llevar por sus impulsos, llevó sus manos al cuello del chico y se adhirió completamente a él, presionado contra el pecho masculino sus pezones despiertos. Nunca en sus veintitrés años de vida había sentido tanta adrenalina correr por sus venas, tanto deseo desbocado haciendo de ella una marioneta, sin ningún control por lo que una vez más buscaba la boca del fiscal, perdiéndose, ahogándose y naufragando en él.

—Si quieres puedo darte unas clases personalizadas ahora. —le hizo saber hipnotizándola con su mirada misteriosa, sus gestos enigmáticos y palabras que la dominaban completamente.

—¿Ahora? —preguntó titubeante y tragando en seco para ahogar sensaciones que no lograba definir.

—Sólo si tú quieres. —respondió con la mirada fija en la de ella tratando de convencerla, porque se moría por estar en un lugar más íntimo, la deseaba como no había deseado a ninguna mujer y él sabía perfectamente a qué se debía.

Alexis para él era un reto y quería alcanzarlo, dominarla, sacarla de juego y alejarla del peligro; su instinto se lo gritaba.

—Voy por mi cartera. —se apresuró a decir.

Sabía que se estaba comportando como una mujer fácil, pero deseaba a ese hombre, lo anhelaba desde hacía algunas semanas y prefería arrepentirse de haberse metido en la cama con él que lamentarse por no haberlo hecho; nunca se había sentido tan atraída y era hora que le diese rienda suelta a sus placeres.

—Yo voy por mi chaqueta, ahí están las llaves de mi auto, si quieres te busco en la mesa donde estás. —se relamió los labios.

La voz de él meramente explicándole ya le encendían la piel a la mujer.

—No, no, mejor nos encontramos en la salida. —le pidió.

Lo que menos quería era que Sophia empezará con sus indirectas delante de él.

¡Jamás le creería que le iba a enseñar capoeira!

Joseph asintió en silencio y la atrajo hacía él una vez más, besándola y dejándola a medias, sembrándole ganas por si se arrepentía en el camino, observó cómo ella se perdía entre la gente, por lo que se dio media vuelta y regresó al salón donde se llevaba a cabo la celebración de Liam.

—Joseph, te han estado buscando los chicos. —le hizo saber Richard al verlo llegar a la mesa y como agarraba la chaqueta del respaldo de la silla.

—Me voy tío, nos vemos después. —dijo colocándose la prenda ante la mirada desconcertada del hombre.

—¿Cómo que te vas? ¿Pasó algo? —inquirió evidenciando preocupación.

—No, nada, una chica. —le guiño un ojo para que comprendiera.

—Está bien, te disculparé. Me mantienes informado —dijo mostrándole con un gesto el móvil y ante la mirada sarcástica de Joseph continúo—: Digo, si se suscita algún inconveniente, no tiene que ser absolutamente de todo, Joseph. —la voz del hombre era pícara.

—Está bien, lo haré, ahora me siento como un adolescente. —dijo sonriendo.

— ¿Llevas preservativo? —preguntó en un estado total de complicidad.

—Tío, basta. —respondió en medio de una carcajada.

La mirada divertida de Sophia y la cuidadosa de Paul se paseaban por la pelinegra, quien sacaba de su cartera las llaves del auto y se las entregaba al hombre.

—No creo que pueda abrir la boutique. Por favor Phia, hazlo por mí, sé que últimamente lo has hecho muy seguido y te pido disculpa por ello.

—No te preocupes, igual tengo que ir a trabajar —la sonrisa impúdica bailaba en los labios de la pelirroja—. Ahora ve tranquila, yo me encargo, eso sí lo grabas todo.

—¡Phia! —exclamó ruborizándose la pelinegra.

—Quiero tomar unas clases de capoeira también y quiero ver que tal enseña, porque te va a enseñar capoeira ¿no es verdad? —inquirió elevando una ceja con sarcasmo.

—Por mí no se preocupen. —le hizo saber Paul sonriendo y elevando las manos a la altura del pecho en gesto de inocencia.

En ese momento Alexis sintió el teléfono móvil vibrar dentro de su cartera, por lo que lo buscó y lo revisó, era un WhatsApp: "Estoy esperando, señorita Fontana.".

La imagen del rostro serio y provocativo, con una barba cerrada, una nariz perfecta y unos labios que no solo parecían enloquecer si se les besaba, si no que literalmente lo hacían; le mostraban al remitente.

Ella no pudo evitar sonreír y presionar rápidamente las letras en la pantalla y responder: "Un minuto fiscal ¿o prefiere que le diga profesor?". Envió y no fue consciente del suspiro que revoloteo en su pecho y terminó escapándose, elevó la mirada y se encontró con las expresiones divertidas de sus amigos, para evitar dar explicaciones solo se acercó a ellos, les dio besos de despedida, marchándose sin decir nada caminó a la salida, su móvil vibraba una vez más y como la más feliz y ansiosa de las adolescentes lo reviso rápidamente: "Podríamos dejar los formalismos de lado. Alexis ¿Por qué no entramos en confianza?".

Millones y millones de mariposa empezaron a estrellarse en su estómago y sonreía sin ser consciente, pero al segundo se obligó a congelar la risa; no quería que la viera tan perdida en él.

Seguía caminando en medio del marullo de personas a las cuales les pedía permiso sabiendo que no podrían escucharla por la música, su mirada se posó en la mano masculina que cerraba su brazo, un hombre vestido de negro que estaba por los dos metros, su mirada desconcertada hicieron que este le aclarara la situación.

—Señorita Fontana, vamos a guiarla a la salida. —el hombre hablaba mientras la mirada de la diseñadora se anclaba en otro hombre a su lado derecho y cómo este con uno de sus brazos apartaba a las personas.

Se encontraba atrapada en un remolino de fluctuación cuando vio a Joseph parado a un lado de la puerta principal, él al verla se encaminó sin mostrar ninguna emoción en su rostro.

"No sonrías, no sonrías porque parecerás una estúpida desesperada" se decía la chica mentalmente cuando su boca se abrió a medias sorpresivamente para liberar un jadeo cuando sintió la mano tibia de él cerrar la suya en un gesto posesivo y protector; su mano cubierta por la de él quedó realmente pequeña. Dirigió la mirada y observó lo hermosa que era, cuidada, los dedos eran de un tamaño perfecto, de un grueso aprobado, las venas se apreciaban y los vellos la hacían aún más atractivas.

Sentía el corazón brincar en la garganta, sentía miedo y exaltación, todo le daba vueltas, era la misma mezcla de sentimientos que la asaltaban antes de perder la virginidad hace casi tres años y, por más que buscará en la tela de arañas que se había formado en su cabeza donde veía a Joseph desnudo; un resquicio de control no podía encontrarlo.

Escuchaba unos pasos hacer eco detrás de ellos y se percató que eran los mismos hombres que la ayudaron a salir del local, siendo consciente que ya se encontraban en el estacionamiento.

—Tranquila, son mis guardaespaldas. —la voz segura pero ronca de él se dejó escuchar.

Alexis reconoció el Lamborghini rojo, imposible no hacerlo cuando era el único en el mundo, mientras él sacaba las llaves de la chaqueta presionó el botón en el comando, las luces parpadearon y las puertas empezaron a elevarse.

—¡Auxilio! —se escuchó la voz ahogada en llanto de una mujer—. ¡Por favor!

—¡Cállate! ¡Cállate! —dos distintas voces de hombres le exigían.

Joseph al escuchar buscó rápidamente con la mirada el lugar de donde provenían los gritos, divisó en medio de la penumbra a dos hombres sometiendo contra un muro a una mujer, la cual parecía no poner ningún tipo de resistencia. Alexis sintió cómo le soltó la mano y antes que pudiese coordinar, él salió corriendo con una velocidad impresionante y detrás de él corrieron los guardaespaldas.

—¡Hijos de puta! —exclamó al ver que los hombres huían, pero él no se detuvo en su persecución y logró agarrar a uno jalándolo por la capucha, con esto deteniéndolo en seco y de un jalón lo tiró al suelo, colocando la bota corte militar en el cuello del hombre, sacó el iPhone y le tomó varias fotos, mientras que el individuo trataba de cubrirse la cara, por lo que Joseph hacía más fuerte la presión en el cuello, intentando controlar y, despejar la nube de ira de sus ojos.

—Yo no hice nada. No hice nada. —repetía el hombre que no pasaba los veintitrés años, se encontraba sumamente asustado y con la espalda adolorida ante el golpe, además de sentir la tortura de la bota lastimándole la garganta.

El rubio retiró el pie, observando cómo el joven había quedado paralizado mirándolo aterrorizado desde el suelo.

—¡Fuera de aquí! —le gritó al tiempo que guardaba su teléfono y veía como Jackson se le acercaba—. No pasa nada ¿Puedes dejarme tranquilo? —le pidió al guardaespaldas tratando de parecer sereno, sin embargo su semblante lucía alterado.

El delincuente aprovechó y salió corriendo. Ellos caminaron de regreso al lugar del hecho, mientras Jackson intentaba seguirle el ritmo a Joseph, ante la energía que lo envolvía, parecía estar poseído. La chica estaba sentada en el suelo tratando de unir los girones de su blusa y Alexis estaba de cuclillas a su lado ayudándola, la joven lloraba y se encontraba algo distraída.

—¿Qué ha pasado? ¿Te hicieron algo? —preguntó Joseph colocándose frente a la joven. Ella solo negaba en silencio, mientras temblaba, él buscó una vez más su teléfono y la iluminó con el flash de éste, con el cual verificó las pupilas dilatadas de la chica—. ¡Mierda! ¿Con qué te has drogado? —inquirió retirando con su mano el flequillo y sintiendo el sudor frío en la frente.

—¿Es usted policía? —la voz se le quebró y empezó a llorar.

—No, no soy policía. No tengas miedo. —trataba de tranquilizarla mientras le acariciaba los cabellos.

Alexis admiraba a Joseph tan tierno y protector que le dieron ganas de abrazarlo y besarlo, demostraba ser un hombre con hermosos sentimientos, aunque unos minutos atrás sintió pánico al ver la reacción tan agresiva cuando salió corriendo y sobre todo en cómo trató violentamente al hombre.

Eres un completo enigma Joseph, un gran misterio que me incitas a descubrir, realmente distinto a todo lo que hasta hoy conocía. una dulce sonrisa afloró en los labios de Alexis, mientras observaba el perfil del chico.

—Lo parece, corrió como uno de esos policías de series. —le hizo saber la chica mientras se secaba las lágrimas con manos temblorosas.

—¿Qué has consumido? —inquirió una vez más con voz tranquila.

—Una XTC, pero yo no quería —una vez más rompía en llanto—. Es primera vez, le juro que es primera vez, ellos me dijeron que me sentiría muy bien, al principio sí, pero ya no, todo me da vueltas y veo muy borroso.

—Está bien, no te pasará nada, vamos a denunciarlos y no tienes por qué tener miedo. —Joseph hablaba y ella negaba con la cabeza.

—No, mi padre se molestará conmigo, esto sería un escándalo para él. Yo solo quiero irme a casa, por favor.

—Está bien ¿has venido con alguien más? —Joseph hacía la pregunta mientras pensaba en la irresponsabilidad de los padres que no podían estar pendiente de sus hijos—. ¿Qué edad tienes?

—Tengo diecinueve y me escapé sola de casa. Entré con documentación falsa. —aclaró ante el gesto del chico.

—Sabes que eso no lo debes hacer, te vamos a llevar a tu casa, no puedes irte sola y cuando llegues te vas a dar un baño de agua fría y vas a beber mucho líquido ¿Entendido? —el fiscal recibió por respuesta un asentimiento—. ¿Cómo te llamas?

—Megan... Megan Brockman. —respondió la chica de cabellos dorados y ojos azul oscuro.

Joseph cerró los ojos, dejó libre un suspiro lento y pesado, sintiendo como si le hubiesen pateado los testículos.

—¿Eres la hija de Henry Brockman? —preguntó Alexis sorprendida, la joven titubeó pero terminó por asentir—. Entonces será mejor que llamemos a tu padre, yo lo conozco, él vendrá por ti.

—No, mi padre va a encerrarme de por vida, no es buena idea. Él es un desgraciado. —dijo alterándose, presa de los nervios.

—Pero no le vamos a decir que te has escapado, yo le diré que estabas conmigo.

—No lo creo necesario, la chica tiene razón. —le aconsejó Joseph a la pelinegra, incorporándose y caminando hacia el auto.

—¿En qué tiene razón? Es mejor que él la venga a buscar, yo lo llamaré y sé que vendrá. —le dijo ella siguiéndolo.

—Tiene razón en que su padre es un desgraciado —espetó—. Veo que está muy segura de que el señor Brockman la buscará en cualquier lugar, señorita Fontana, entonces espero que pueda llevarla a casa. —la voz del joven se transfiguró a una verdaderamente molesta al tiempo que se encaminaba al auto, subió y lo encendió, mientras las chicas desconcertadas observaron cómo las dejaba solas en el estacionamiento, detrás de él salió una camioneta con los dos guardaespaldas, dejando el sonido ensordecedor a consecuencia del rugido del motor del auto deportivo.

—¿Se ha molestado tu novio? —preguntó cautelosamente Megan.

—No es mi novio —arrastró las palabras ante la rabia y la sensación extraña en su garganta—. Voy a llamar a tu padre. —le hizo saber sacando de su cartera el teléfono móvil.

—Pero te gusta. —continuó la chica con una sonrisa.

—No, no me gusta, no es más que un grosero. —informó mientras esperaba que Brockman atendiera.

—No, para mi es todo un príncipe en Lamborghini, está buenísimo. —dijo emocionada y la mujer solo la miro elevando una ceja con sarcasmo, en ese momento la voz aletargada de Henry se dejó escuchar al otro lado del móvil.

Alexis explicó la situación, el hombre le dio las gracias y le hizo saber que enviaría a uno de los choferes por su hija, a la cual le esperaba una reprimenda; pero eso ella no se lo dijo a la chica.


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