Trollino llegó bastante noche a su hogar para ser sinceros, el azabache estaba sucio y muy cansado pues había acompañado a Timba a una aventura la cual pensó no sería la gran cosa. Vaya error.
Cerró la puerta con llave y arrastró los pies buscando con la mano el interruptor pues todo estaba completamente oscuro sin embargo un pequeño quejido le hizo estar atento a lo que estuviera pasando.
—¿Mike?— Pregunto a la nada.
—Algo así.— Contestó alguien. Encendió el foco y miro con el ceño fruncido al .exe que se encontraba en el suelo con una pequeña sonrisa.
—Ahg, olvide que tu estabas aquí.— Murmuro caminando a la cocina por un poco de agua para refrescar su garganta. — ¿Cuándo planeas irte?
—Estoy atado sabes, ni aunque quiera puedo levantarme.— Contestó rodando los ojos.
—Tuche.— Murmuro el ojiazul. —Me da desconfianza desatarte, podrías atacarnos como la última vez y nosotros tendríamos que matarte de una vez por todas.
—No puedo atacarlos, no tengo mi fuerza.— Murmuro mirando el suelo, el pelinegro arqueo una ceja.
—¿A que te refieres?
—¿Trolli?— Hablo otra voz, una somnolienta.
—Mike, perdón por llegar tan tarde.— Hablo el más alto, el rubio asintió.
—Deberías ir a descansar, ya es muy noche.— Murmuro el rubio con una ligera sonrisa volviéndose a su habitación.
El pelinegro miro al .exe, tan repentinamente había guardado silencio y se le notaba desanimado, ahora tenía curiosidad por saber que había pasado en su mundo para que huyera a este. Suspiró llevándose hacia atrás su pelo y camino hacia el pasillo para irse a su habitación, estaba apunto de apagar el interruptor cuando el contrario volvió a hablar.
—El me lo quito todo…
—Duérmete, no quiero que hagas ruido por la noche.— Hablo.
Apago el interruptor y camino a su habitación donde se decisión de su ropa para colocarse solamente un short para dormir. Estaba confundido con las palabras de Mike.exe, su actitud no era normal para uno de sus tipos. No era sanguinario, ni malvado e incluso se veía totalmente derrotado y eso no le alegraba como esperaría.
Rechisto echándose a su cama y cubriendo su cuerpo con solamente una manta, tal vez mañana hablaría con el para responder todas sus dudas. Cerró los ojos conciliando rápidamente el sueño durmiendo por toda la noche.
Muy al contrario, el ojirubi se dedicó a mirar el único punto de luz que había entre tanta oscuridad, era estúpido de admitir para el pero le tenía miedo a los lugares oscuros, le tenía miedo a su mundo.
Le tenía miedo a la parte asquerosa de aquel azabache.
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