Coleccionista || Joerick

By joerick_041115

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A él le gustan las cosas fuera de lo normal, según su esposo. More

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By joerick_041115

Estoy por el puesto de dulces.

Se pone de puntas para tratar de ver dicho puesto, pero nada.

—No te veo.

Es porque eres una enana.

Suelta un ruido de desaprobación, pero lejos de enojarse, se divierte.

—Te juro que no te veo, por más que examine todos los puestos.

—Busca bien, mocosa.

—¡No me llames así! —exclama soltando una risita, achinando un poco los ojos porque cree verlo en el puesto de pinturas.

¿Ya vienes?

—Creo que sí, ¿te importaría alzar el brazo para notarte?

Escucha la carcajada del sujeto al otro lado del celular, visualiza a su papá correr detrás de un hombre que lleva un par de cajas con algunas tazas.

Niega con la cabeza, pero se siente feliz por él.

Por supuesto que no.

Rueda los ojos fastidiada, y termina colgando la llamada porque no recibirá ninguna ayuda.

Su mirada viaja por cada puesto que hay en el parque, cada cinco meses se presenta una feria diferente. Esta vez son de cosas algo antiguas y también nuevas, quedando deslumbrada ante los preciosos objetos que hay.

Camina con prisa ante la bonita taza que encuentra, pero antes que su mano choque con el material recibe un leve golpe y es arrebatada de ella.

—¡Imbécil!

Voltea para seguir gritando a la persona que le quitó el regalo para su papá, pero se queda callada, sintiendo las mejillas rojas por la vergüenza, jugando con un mechón de cabello.

—Hola para ti también, Estefanía.

Abre y cierra la boca como un pescado, aunque prefiere guardar silencio.

—No sabía que eras tú —susurra, avanzando hasta quedar cerca de él—, lo siento.

El sujeto rodea su cuerpo con cuidado, besando cariñosamente su frente y recargando su barbilla en la parte superior de su cabeza.

—Descuida, cariño —contesta restando importancia—. ¿Lo ibas a comprar para Erick?

—Sí, es bonita.

—Como él —murmura.

—Como él —concuerda la muchacha, sonriendo y abrazando más su cuerpo.

Realmente extrañó a Joel.

Ir a la tienda de objetos extraviados del distrito, era aburrido si no estaba él, su amigo.

Se separan cuando se oye un carraspeo detrás de ella, vuelve a sonrojarse porque es su padre. Aunque el ojiverde pasa de largo y compra la taza amarilla con dibujos de puntos. Tiene una igual, pero no de ese color.

No le importa si ya lleva cinco modelos iguales, porque los colores no son los mismos y mientras más, mejor.

Joel queda perdido mientras ve al sujeto que sonríe a la vendedora, recibiendo un golpe en el estómago por parte de la muchacha.

—Pareces baboso así.

—¿No se supone que debes tenerme respeto por ser mayor?

—No.

Erick llega hasta su lado, con el ceño fruncido porque están murmurando entre ellos y el rizado sujeta con una mueca su estómago.

En sus manos ya tiene tres bolsas, dos con tazas y una con un gorrito que le pareció bonito, aunque tiene en mente regalarlo a otra persona.

—¿Qué tanto susurran? ¿Hablan mal de mí?

Pimentel niega, contestado apresurado para que no tenga una idea errónea de él.

—No, no. Sabes que nunca...

—Es una broma, Joel. Relájate —habla tranquila Estefanía.

Su padre la mira como si le hubiese salido otro ojo.

—¿Desde cuándo le tienes tanta confianza para llamarlo de esa manera?

—Me cae bien, es un hombre estupendo.

—¡Estefanía! —reprende con vergüenza.

—Y creo que sería un excelente padre —dice obvia, esperando que el mayor entienda la indirecta, mejor dicho, que ambos comprendan lo que quiere—. Pero bueno, creo que vi unos peluches por allá, así que como dijo don Ramón, yo me quito.

Erick la mira irse a toda prisa, dejándolo con la boca abierta por tal imprudencia.

—¡Así no era!

Joel ríe divertido ante la situación, ocultando su rostro detrás de su mano porque Erick podría interpretar de otra manera su reacción.

—¿Qué te causa gracia?

—Nada.

Un teléfono comienza a sonar, y por el suspiro que suelta el menor, sabe quién es a la perfección.

Erick suelta un suspiro, colgando la llamada y apagando el celular porque no tiene ganas de saber más de su esposo por ahora.

—¿Era él?

Asiente con vergüenza.

—¿Todo bien?

Niega, reteniendo las lágrimas porque seguramente Estefanía ya le contó lo ocurrido.

Desde que se mudaron a ese lugar lo conoció por un accidente de su hija, había perdido su muñeca favorita y aunque prometió comprarle otra, la nena se rehusó. Se volvía loco buscando por todos lados, hasta que dio con la tienda y en la vitrina se encontraba el juguete con un cartel por estar esperando a su dueño o dueña.

Años conociéndose creo un vínculo de amistad entre los tres, le gustaba pasar el día en ese sitio, jugando un poco y ayudando a los clientes.

Estefanía tuvo una conexión inigualable con Joel, y aunque su esposo llegó a prohibirle ir a verlo, fue algo que no hizo. Su hija se mostraba feliz, y él no podría quitarle esa sonrisa a ella.

Llegan hasta las bancas, sentándose y manteniendo una distancia porque ha visto como Joel lo mira.

Lo hace tal cual él miraba a su esposo.

—¿Quieres hablarlo?

—Voy a divorciarme —murmura—, ya no puedo seguir con él, era una marioneta en su vida.

—No es así, Erick.

—Estefanía debió decirte que la golpeó —habla con vergüenza por no haberla defendido.

—Sí, por esa razón volví más rápido de mi viaje.

—Perdón.

Pimentel se atreve a tomar su mano, aunque el ojiverde se aleja porque no lo siente correcto, todavía es un hombre casado y nunca se le pasó por la mente engañar a su marido.

Carraspea incómodo, jugando con sus pies como lo hacía tiempo atrás.

—Erick, yo...

—No lo digas, por favor. Sé lo que sientes, pero yo todavía no soy un hombre libre y tampoco sé si lo llegué a ser algún día...

—Lo siento.

—Hasta que no aprenda a quererme, seguiré encerrado en esta jaula que se hace llamar matrimonio —confiesa entre lágrimas silenciosas.

—Estoy aquí, contigo, no pienso dejarte solo.

—Lo sé y te agradezco mucho.

***

Al llegar a casa suspira cansado, su hija va directo a la habitación de su padre, ignorando intencionalmente a Johann que los espera con el ceño fruncido.

—¿Dónde estabas?

Erick sonríe en dirección a Hilda, quien recibe su abrigo y lo deja en el perchero, luego se retira.

—No es de tu incumbencia.

—¡Claro que sí! ¡Eres mi esposo, me perteneces!

Erick niega, recordando las palabras de Joel.

—No te pertenezco, no soy un objeto al que mueves a tu conveniencia.

—Eres una maldita perra —sisea con odio, cogiendo con rudeza su brazo y golpeando si espalda contra el mueble—, una rata asquerosa que no mereció salir de la pocilga en que vivía, hubiese dejado que te mueras.

Siente un nudo en la garganta ante sus palabras, no creyó que le iban a doler tanto.

—D-Déjame en paz —suplica cuando impacta su mano contra su rostro.

—¡Ojalá te mueras!

Estefanía suelta la maleta cuando llega al primer piso, apresurándose a quitar a Johann del cuerpo de su padre.

—¡Déjalo!

Tiene miedo, nunca había visto a su padre de esa forma, pareciendo una bestia. Solamente ruega para que Joel haga su parte y llegue por ellos.

Antes de despedirse sentían que nada iba bien, así que de forma rápida idearon un plan. Le marcó apenas escuchó los gritos y bajó a toda velocidad.

—¡Johann! ¡No!

Erick mira horrorizado como impacta la cara de su hija contra la pared, escuchando sus débiles jadeos de dolor. Termina en el suelo cuando es empujado, maldice que los empleados se hayan ido. No quiere exponer a Hilda, así que reza para que sea lo suficiente inteligente y llame a la policía.

Su única esperanza es Joel.

—¡Detente! ¡La vas a matar!

Aferra sus brazos alrededor de su cuerpo para que la suelte, le duele que estén pasando por esta situación.

Todo pasa en cámara lenta, la puerta es abierta de una patada y varios policías ingresan a la casa apuntando en todas direcciones, gritando a Johann para que se entregue, pero luego escucha un disparo y su corazón se detiene.

La mujer se acerca a él, ayudándolo para que se ponga de pie. Se suelta a toda prisa, yendo por su hija que respira con dificultad.

—Ya pasó todo, mi amor —habla con la voz entrecortada, quitando los mechones de su rostro lleno de sangre—. ¡Una ambulancia, por favor!

Joel se arrodilla a su costado, abrazándolo por los hombros y soltando varias lágrimas en el acto.

—E-Estoy muy... orgullosa de t-ti.

—Bebé.

—M-Mereces... ser feliz, l-los dos.

—Vas a estar bien —asegura Joel, besando su frente que se encuentra lastimada y ensangrentada—, eres muy fuerte, princesa. Tu padre es quien está orgullosa de la mujer que educó.

—M-Me duele —solloza.

Cuando llegan los paramédicos suben con cuidado el cuerpo de la chica. Erick acelera sus pasos en ir detrás de ellos, siendo seguido de Joel e Hilda. La policía se está retirando, no le importa ver a Johann, ahora más que nunca debe conseguir un abogado para romper el matrimonio.

—¿P-Puedes... c-cantar para m-mí, papá?

El ojiverde asiente frenético, sujetando su mano con ternura, le falla la voz desde que empieza, soltando un par de lágrimas cuando colocan una mascarilla en su cara y sus ojitos se van cerrando con lentitud.

La libertad no se puede encerrar en una jaula.

•••

No tenía pensado que terminara así, pero bueno, ya lo hice y no me desagrada la idea.

Besos.

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