Coleccionista || Joerick

By joerick_041115

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A él le gustan las cosas fuera de lo normal, según su esposo. More

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By joerick_041115

—¿Te acompaño a casa, nena? —pregunta el muchacho, guardando el móvil en su casaca.

—No es necesario —murmura, nerviosa.

—Estefanía —insiste—, le prometí a tu padre que lo haría cada día, fue su condición para que podamos salir.

—Bueno, no se lo pediste al más importante —trata de justificarse, viendo al suelo.

—¿Johann no es importante?

—Ya no —susurra, con lágrimas acumuladas.

Su novio sujeta su mentón con suavidad, viendo aquellos ojos que lo vuelven loco desde hace dos años, aquellos que ahora están de una profunda tristeza.

—¿Qué pasó? —pregunta con cautela.

—Le gritó a papá Erick —muerde su labio—, y quizá no es la primera vez.

—Los padres sueles tener discusiones.

—¡Pero no al punto de decirle cosas muy feas! —vocifera, sollozando.

—Verás que todo se soluciona pronto, princesa —sonríe.

—En la mañana papá Erick me comentó que se iban a divorciar —desvía la mirada un segundo—, y me parece lo más justo.

—¿No vas sufrir por la separación?

—He sufrido por veintiún años la ausencia de mi padre, a pesar de estar en el mismo hogar nunca mostró tanto interés por mí, así que supongo que está bien que hayan tomado esa decisión.

—Estefanía, no seas tan dura —trata de encontrar una solución.

No está segura de decirle lo que sucedió ayer.

Pero de alguna u otra forma terminará diciéndole.

—Me golpeó —comenta finalmente.

Los ojos de Ethan se abren a tal punto de asustar a cualquiera que pase por su lado.

—¡Hizo qué! —exclama furioso—. Yo lo mato.

Remanga su camisa hasta los codos, como si fuese a pelar con su enemigo.

Aunque aquí entre nos, el joven no es capaz de matar siquiera a una hormiga.

La muchacha ríe por primera vez en el día ante lo gracioso que se ve su novio.

Se pone de puntitas y besa cortamente su mejilla.

—Vamos a casa, tonto —entrelaza sus dedos, caminando fuera de las instalaciones de la Universidad.

Por otro lado, Erick sigue en la cama, es el sitio donde ha estado después de haber ido a dejar a su hija.

Cuando llegó a casa Johann ya no estaba, cosa que lo alegró, pero a la vez le causó cierta molestia, pues, pensamientos que antes no pasaban por su cabeza están llegando.

Cubre aún más su cuerpo con la manta que sacó antes de tirarse como costal de papas.

—Señor Erick —la puerta es abierta sin consultar antes—, aquí tiene la taza con anís que pidió al llegar.

—Gracias, Hilda —sonríe en la dirección de aquella cansada mujer.

Da una reverencia y sale, cerrando la puerta.

Sí, tal vez Johann tiene razón y debió gastar el dinero en cosas útiles.

Espanta aquel pensamiento, sentándose en la cama y poniéndose sus pantuflas azules.

Rodea la cama dando con el velador, toma entre sus manos el plato y la taza para llevarlos hasta el escritorio.

Ajusta la silla a su tamaño, da un corto sorbo a la infusión debido a lo caliente que se encuentra.

La puerta vuelve a abrirse, entrando esta vez una castaña.

—¡Hola, papito! —deja un beso en la parte superior de su cabeza.

—Mi vida —responde, tomando su mano y dando suaves caricias al dorso de la misma—. ¿Cómo te fue hoy?

—Bien, como todos los días. El examen estuvo un poco complicado, pero me las he apañado.

Mira con orgullo a la mujer que tiene delante suyo.

Si él no pudo terminar su carrera universitaria, al menos su hija sí podrá hacerlo.

—Me alegro por ti, bebé.

Mueve la cuchara para enfriar la bebida, sin soltar su mano.

—Pá, quisiera ir al parque. ¿Me acompañas?

—Claro que sí, princesa.

—¡Genial! ¡Ponte guapo! —guiña en su dirección después de haber dejado un beso en su mejilla.

—¡Es solamente ir al parque, no a una pasarela! —responde entre risas, aunque su hija ya ha salido de la habitación.

5:30pm

Termina de arreglar el reloj que Johann le regaló por su aniversario. O más bien el que él le regaló hace dos años, y una vez más volvía a sus manos.

Suspira con cansancio, cerrando lentamente los ojos. Hasta que su voz lo saca de su concentración.

—¿A dónde te vas?

—Eso no es de tu incumbencia —farfulla cansado, girando para verlo de frente.

Johann suelta una risa seca al oírlo hablar de esa forma.

—¿Ya llegó tu turno de puta? —camina con sigilo hacía su esposo.

—Vete a la mierda, Vera —responde, frunciendo el ceño y cruzando los brazos.

—¡Oh, vamos, cielo! —sus respiraciones terminan mezclándose al estar tan cerca—. Te gusta que te digan ese tipo de cosas —reposa sus manos en la cadera de Erick, acercando sus labios al cuello del menor—, siempre me lo decías —muerde suavemente, aspirando de su perfume.

—E-eso ya es cosa del p-pasado —responde entre dientes, con las manos en puño, tratando de controlarse.

Ujum.

La espalda del ojiverde toca la pulcra cama, teniendo encima suyo el cuerpo de su esposo. Vera mantiene sus muñecas atrapadas con sus manos, mientras deja caer todo su peso sobre Colón.

Sube sus besos hasta su barbilla.

Erick comienza a ceder. Es él quien retira sus manos con desespero para llevarlas al cabello sedoso del mayor, juntando sus labios en un candente beso.

Sus grandes manos van directo a su cintura, acariciando y enviando miles de descargas eléctricas por toda la anatomía del azabache.

Sonríe en medio del beso.

Erick volvió a caer ante él.

Es tan estúpido.

Dan vuelta, quedando Erick arriba de su esposo, besando su cuello mientras comienza a frotarse sobre él. Muerde sus labios cuando vuelve a gemir a causa de las caricias que Johann le da.

La puerta es abierta, pero ninguno de los dos se percata, hasta que la voz de aquella chica los saca de su realidad.

—¡Papá!

Erick voltea asustado, como si lo hubiesen encontrado con las manos en la masa, aunque, fue así prácticamente.

Cuando su mirada recae en Johann, éste solo lo mira con burla. Y ahí entiende todo.

Otra vez cayó.

—Eres un imbécil —murmura, bajándose de la cama y arreglando su ropa.

El castaño suelta grandes carcajadas, se apoya en sus antebrazos y guiña en su dirección.

—No más que tú, amor —responde con sorna.

Sale corriendo del cuarto, preguntando a Hilda por su hija, le informa que pasó muy molesta y triste, así que ahora asume ya está dentro del coche.

Camina hacia la cochera, pero ya está abierta así que cierra la puerta y vuelve al interior de la casa. Corre por el pasadizo, agradece que ninguna clase de madera interrumpa su paso, comienza a trotar por el jardín delantero pidiendo disculpas a Roberto, el jardinero. Una vez que llega al auto, suelta un suspiro de alivio.

—Lo siento —susurra cuando está adentro.

No responde.

—Por favor, cariño, háblame.

—Vamos al parque —suelta con voz borde.

—No me hables así, soy tu padre.

La joven rueda los ojos, esa frase ya la tiene tatuada en su memoria, aunque le sorprende que papá Erick la esté usando.

—Y yo tu hija, también merezco respeto.

—Pero no te hice nada.

—¿En serio, papá? Pensé que te querías un poco más, creí que no volvería a caer ante Johann.

Un nudo se forma en su garganta, no dice nada porque sabe que no tiene argumentos.

El viaje se hace un poco tortuoso, jamás le ha gustado estar en silencio si su hija va con él.

—Teffy —llama en suplica antes que baje.

—Lo siento por hablarte así, papá, pero no quiero que sufras más por ese hombre. Date tu lugar y respétate un poco más.

Es lo último que dice antes de salir de su campo de visión.

Golpea su cabeza con el respaldar del asiento, cubre su rostro y respira suavemente para calmarse.

Ella tiene razón.

Una vez que ha bajado, sus labios se separan al ver la pequeña feria frente a él, acomoda su abrigo y metiendo las manos a los bolsillos empieza a caminar hacia el primer puesto.

•••

Sólo pedir disculpas por no haber actualizado esto y por las faltas ortográficas que puedan existir.

Tengo nuevas historias, me gustaría que las lean.

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