mortifagos en acción ⁶ ━━ har...

By hhoneyplnet

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⟮ las crónicas de alaska ryddle: libro 6 ⟯ siguientes libros disponibles en mi perfil. Terribles acontecimien... More

𝐌𝐎𝐑𝐓𝐈𝐅𝐀𝐆𝐎𝐒 𝐄𝐍 𝐀𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍
𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄
𝒐𝒏𝒆
𝒕𝒘𝒐
𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆
𝒇𝒐𝒖𝒓
𝒇𝒊𝒗𝒆
𝒔𝒊𝒙
𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕
𝒏𝒊𝒏𝒆
𝒕𝒆𝒏
𝒆𝒍𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒍𝒗𝒆
𝒕𝒉𝒊𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒇𝒐𝒖𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒔𝒊𝒙𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒏𝒊𝒏𝒆𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒐𝒏𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒕𝒘𝒐
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒇𝒐𝒖𝒓
𝐄𝐏𝐈𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄

𝒇𝒊𝒇𝒕𝒆𝒆𝒏

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By hhoneyplnet

( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝐹𝐼𝐹𝑇𝐸𝐸𝑁 )
𝚎𝚕 𝚜𝚎𝚐𝚞𝚗𝚍𝚘 𝚊𝚝𝚊𝚚𝚞𝚎.


Alaska no le mencionó a Severus sus recientes descubrimientos. Se había dispuesto a creer que existía una buena razón para que el hombre no le hubiera mencionado que iba en el mismo curso que su madre durante sus años en Hogwarts, quería creer que hablaría de ella cuando estuviera listo. Es lo que ella esperaba.

—Esto es bueno —Le decía el hombre, revisando sus nuevas anotaciones sobre los hechizos—. Pausatur Temporis... Osconfractus... Corporis cinis... Debo decir que esto supera por mucho las expectativas que tenía, pero son hechizos complicados.

Cerró con brusquedad la libreta y la dejó a un lado, levantando la mirada para observar a Alaska.

—Esto tomará mucho tiempo —Le advirtió—. No creas que a fin de semestre tendrás estos tres hechizos vinculados.

—Estoy preparada, tardaré el tiempo necesario para que salga como debe ser.

Decidieron empezar con el primer hechizo, pero antes Severus fue a las cocinas y le trajo una buena merienda, decía que era necesario reponer sus energías.

Luego de comer y unos minutos de reposo, creyeron que lo mejor era comenzar con el hechizo Osconfractus, un hechizo no verbal que permitía romper en dos o mas pedazos un hueso especifico en el cual se estuviera pensando. Entre los tres, parecía el más simple, pero aún así tenía un grado de difícultad.

Estuvo en el despacho hasta media noche, la vinculación de hechizos era más difícil de lo que pudo imaginar, pero no imposible. Requería de una gran cantidad de concentración y fuerza mental, el triple de esfuerzo que practicar Oclumancia. Era fascinante para Alaska, pensar que la combinación de la fuerza de su mente y su habilidad mágica podían resultar en nuevos hechizos era algo que años atrás ni siquiera había pensado que podría intentar.

Sin embargo, pronto las frustraciones comenzaron a aparecer. Cualquier ruido o movimiento era una distracción, la despistaban de su objetivo. La pluma de Severus rasgando contra el pergamino, la luz que parpadeaba, el prepicar del fuego...

—Esto es irritante. —Espetó entonces.

Se sentía decaída, su cuerpo comenzaba a dolor tanto como su cabeza y concentrarse era una tarea que le era imposible. Su cuerpo le pedía a gritos algo de descanso.

—Lo has hecho bien —Le dijo el hombre colocándose de pie—. Has permanecido fuerte mucho tiempo, lo mejor es que vayas a descansar.

—¿Cuando puedo volver?

—Ven cada dos días, no quiero que te exigas más de lo que puedes dar.

Ella asintió y así fue como lo hizo. Durante aquel mes se presentó en el despacho luego de la cena y se quedaba allí hasta altas horas de la noche, para su suerte, Dumbledore no había coordinado nuevas reuniones, por lo que creyó que ya había acabado. Aunque aún seguía sin saber cuál era la razón de que el anciano le mostrara todas aquellas memorias, era confuso.

Febrero dejó paso a marzo y el tiempo no cambió mucho, aunque además de llover hacía más viento. Todos los estudiantes manifestaron indignación cuando en los tablones de anuncios de las casas apareció un letrero que informaba sobre la cancelación de la siguiente excursión a Hogsmeade.

Y los ánimos no mejoraron cuando, en su tercera sesión de Aparición, nadie lograba aún aparecerse. Se respiraba un ambiente de frustración y una palpable hostilidad hacia Wilkie Twycross y sus tres D, lo cual había dado pie a varios apodos para el instructor; los más educados: don Desastre y doctor Desgracia.

Por otro lado, Tim aún permanecía aislado en la enfermería, la señora Pomfrey creía que estaba comenzando a mejorar y aquella noticia tranquilizó un poco a la chica.

Ese día no había abandonado al chico, estuvo con él desde temprano ayudando a distraerse al enseñarle a jugar Ajedrez Mágico, más, cuando la sanadora llamó a la puerta, supo que la hora de visita había acabado.

—Señorita Ryddle, ya es hora —Le advirtió la mujer—. Y hoy no se librará de las pociones, no puedo permitir que todos los estudiantes de Slytherin lleguen contagiados.

Alaska soltó un largo suspiro, cada dos días debía estar bebiendo una serie de pociones y descansando por al menos dos horas hasta que hicieran efectos en ella, todo para evitar cualquier contagio. Lo encontraba algo tedioso, pero lo soportaba para poder pasar tiempo con Tim.

Al salir a la sala principal de la enfermería se encontró con una escena inesperada. Ron Weasley se encontraba durmiendo en una de las camillas y el resto de sus amigos se encontraban a su alrededor, los gemelos Weasley también se encontraban allí.

No dijo ni una palabra cuando algunos de ellos se voltearon a ver quien había entrado, tampoco se inmutó ante la mirada de odio que Fred Weasley le dedicaba.

Se sentó sobre una camilla bien alejada, y la sanadora no tardó en llegar con las pociones que debía administrarle. Mientras tanto, Alaska escuchó parte de la explicación de Harry sobre su heroico momento al salvar a Ron de ser envenenado..

—...y entonces le metí el bezoar por la boca y él empezó a respirar un poco mejor. Slughorn fue a pedir ayuda y acudieron la profesora McGonagall y la señora Pomfrey, que lo subieron aquí. Dicen que se pondrá bien. La enfermera cree que tendrá que quedarse en la enfermería una semana, tomando esencia de ruda...

—Jo, vaya suerte que se te ocurriera lo del bezoar. —Comentó George.

—La suerte fue que hubiera uno en la habitación. —Puntualizó Harry.

Hermione emitió un sollozo casi inaudible.

—Ahora debe reposar —Le dijo entonces la sanadora—. Al menos dos horas, luego vendré a revisar que todo esté bien y podrá ir a su sala común.

—Está bien. —Aceptó, recostándose por completo y cerrando los ojos para descansar, cosa que necesitaba. La vinculación de su hechizo le quitaba mucha fuerza y mentalmente se sentía cansadisima.

—¿Lo saben ya papá y mamá? —Le preguntó Fred a Ginny.

—Sí, ya lo han visto. Llegaron hace una hora. Ahora están en el despacho de Dumbledore, pero no tardarán en volver...

Se quedaron en silencio y observaron a Ron, que decía algo en sueños.

—Entonces, ¿el veneno estaba en la bebida? —Preguntó Fred con voz queda.

—Sí —Contestó Harry—. Slughorn nos sirvió...

—¿Pudo ponerle algo en la copa a Ron sin que tú lo vieras?

—Supongo que sí, pero ¿por qué iba a querer envenenarlo?

—Ni idea —Admitió Fred frunciendo la frente—. ¿Y si se equivocó de copa? ¿Y si quería darte a ti la que tenía veneno?

—¿Y por qué iba a querer envenenar a Harry? —Terció Ginny.

—No lo sé, pero probablemente hay un montón de gente a la que le gustaría envenenarlo, ¿no? Por lo del «Elegido» y todo eso.

—Katie también le ocurrió algo hace poco —La mención de Katei puso a la rubia en alerta—, ella y Ron están en el equipo de Quidditch y últimamente somos bastante buenos, tal vez alguien está en contra de nuestro equipo. —Sugirió Ginny.

—¿Quién iba a querer hacer eso?

—Creo tener una idea —Soltó Fred levantando la voz.

No fue necesario tener los ojos abiertos para saber que el mayor le echaba miradas a Alaska, como si estuviera vigilando por si hacía algo en contra de ellos. A ella no le interesó lo que él pensaba, no iba a tomarle importancia a inmaduras acusaciones de un chico.

—Entonces, ¿Slughorn podría ser un mortífago? —Preguntó Ginny, desviando el tema de conversación.

—Todo es posible. —Repuso Fred sin concretar.

—El profesor podría estar bajo una maldición imperius. —Apuntó George.

—No, Slughorn no es un mortífago ni está bajo la maldición Imperius. El veneno podía estar en la botella, y en ese caso quizá querían envenenar al propio Slughorn.

—Dumbledore dice que Voldemort pretendía que Slughorn se pasara a su bando —Explicó Harry—. Por eso el profesor estuvo un año escondido antes de venir a Hogwarts. Y... quizá Voldemort quiera quitarlo de en medio, o quizá crea que podría resultarle valioso a Dumbledore.

—Pero tú dijiste que Slughorn pensaba regalarle esa botella a Dumbledore por Navidad —Le recordó Ginny—. Así pues, también cabe la posibilidad de que el objetivo del envenenador fuera el director.

—Entonces es que el envenenador no conoce muy bien a Slughorn —Intervino Hermione, abriendo la boca por primera vez—. Cualquiera que conozca a Slughorn sabría que muy probablemente se quedaría con un licor tan exquisito.

—Err... ii... oon... —Susurró de pronto Ron con voz ronca.

Todos lo observaron con ansiedad, pero después de murmurar unas palabras ininteligibles Ron se puso a roncar.

En ese momento, las puertas de la enfermería se abrieron de par en par y todos dieron un respingo. Hagrid entró con paso decidido, el cabello mojado de lluvia, el abrigo de piel de castor ondeando y una ballesta en la mano. Dejó en el suelo un rastro de huellas de barro del tamaño de delfines.

—¡He pasado todo el día en el Bosque Prohibido! —Anunció con voz quebrada—. Aragog ha empeorado y le estuve leyendo... No me levanté para cenar hasta hace muy poco, y entonces la profesora Sprout me contó lo de Ron. ¿Cómo se encuentra?

—No es grave —Lo tranquilizó Harry—. Dicen que se pondrá bien.

Hagrid dio un nuevo respingo al darse cuenta de la presencia de Alaska, temiendo que algo le hubiera sucedido a ella también, se acercó a su camilla.

—Oh no, ¿también has sido envenenada Alaska?

—Nada me ha ocurrido, estoy bien —Le explicó ella, con una leve sonrisa—. Un amigo tiene Spattergroit y la señora Pomfrey me está dando pociones para evitar el contagio.

—Gracias a Merlin, ya es suficiente con un chico envenenado —Dijo, y volvió con Ron, lamentándose—. No puedo creerlo. No puedo creerlo... Míralo ahí tendido... ¿A quién se le ocurriría hacerle daño, eh?

—De eso mismo estábamos hablando —Dijo Harry—. No lo sabemos.

—Primero Katie, ahora Ron...

—Yo creo que hay relación entre los dos ataques. —Intervino Hermione.

—¿Qué relación? —Preguntó Fred.

—Bueno, ambos tendrían que haber resultado mortales, pero no ha sido así, aunque de chiripa. Y por otra parte, ni el veneno ni el collar afectaron a la persona a la que supuestamente tenían que matar. Claro que —Añadió con aire pensativo—, en cierta manera, esto convierte al autor de las agresiones en aún más peligroso, porque por lo visto no le importa a cuántos tenga que quitar de en medio hasta conseguir su objetivo.

Entonces la imagen de Draco se le vino a la mente, su novio. El chico que conocía hace años. Sabía que él nunca sería tan descuidado, no pondría en peligro a otros para llevar a cabo su misión, ella no lo pensaba así. No podía ser así.

Antes de que nadie pudiera replicar a esa inquietante hipótesis, las puertas de la enfermería volvieron a abrirse y, esta vez, dieron paso a los señores Weasley. Alaska soltó aire con fuerza, no se podía descansar en silencio en aquella enfermería.

—Dumbledore nos ha contado cómo lo salvaste con el bezoar. —Dijo entre sollozos la señora Weasley—. ¡Oh, Harry, no sabemos cómo agradecértelo! Primero salvaste a Ginny, después a Arthur, y ahora has salvado a Ron...

—No creo que... Yo no...

—Ahora que lo pienso, la mitad de nuestra familia te debe la vida —Intervino el señor Weasley emocionado—. Bueno, lo único que puedo asegurar es que los Weasley estuvimos de suerte el día que Ron decidió sentarse en tu compartimiento en el expreso de Hogwarts, Harry.

Alaska bufó y con un movimiento de varita cerró las cortinas de su camilla. lanzando un hechizo para no escuchar a los demás presentes. Estaba frustrada y el cansancio la hacía estar de mal humor, y la idea de Draco hiriendo a tantas personas no la ayudaba en nada.

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