Escapando de la popularidad [...

By Ross_N

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Roscoe Rain tiene todo para ser popular: un físico envidiable, un buen auto, dinero, un puesto asegurado en e... More

Sinopsis.
1. Topanga.
2. Propuestas.
3. Lasaña incinerada.
4. A total eclipse of the piña colada
5. Aduladora.
6. Consejos de media noche.
Nota de la autora.
7. La solución.
8. Cigarrillos, debates y dibujos.
9. Tú deberías saber.
10. Planes, horarios y fusión de géneros.
11. Don trasero perfecto vs. Espagueti guys.
12. Una llamada curiosa.
13. Fieras molestas.
14. Un Impala 67 y un nuevo lugar favorito.
15. Apuestas y disculpas.
16. Joana, Jolene, Joyce.
17. No.
18. Nuevo presidente.
19. Prisionero de un beso.
20. Juego de niños.
21. Todo.
22. La verdad.
23. Encuentros inesperados.
24. Te quiero.
25. Cambios de puestos, bates y bolas de pelo.
26. ¡No me choques el auto!
27. Tweets, cubos de Rubik y visitas.
28. Escapes y bienvenidas demasiado cálidas.
29. Estancado.
30. 18.
31. Un reto.
32. Smoothies.
33. Ir al grano.
34. Japón no tiene comparación a Naboo.
35. Evaluación de pretendiente.
36. Mala suerte y reclamos.
37. Leer en compañía.
38. No es una batalla.
39. Solo tú.
40. El último giro [último capítulo]
Epílogo: un nuevo Padawan.
Agradecimientos (EDLP)
Labios sabor a cereza [LVDDLP 2.5]
Capítulos extras
Grupo de lectores

Prólogo: Razones para ser popular.

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By Ross_N

—¡Primer día de escuela! —gritó Lo al abrir la puerta de la habitación de Roscoe.

Roscoe se removió en su inmensa cama, solo sus pies estaban fuera de la sábana. Había crecido demasiado y ahora sus pies sobresalían de la cama si se estiraba demasiado. Su cabeza se levantó entre todas sus almohadas y lanzó un suspiro al aire. Tenía dos problemas.

Uno: la tienda de campaña en sus pantalones.

Dos: el inicio de clases.

Ambos problemas comunes con una misma solución: una ducha fría para aceptar las realidades del día.

Se levantó arrastrando su cuerpo hacia la derecha, hasta acabar en el borde de la cama, puso sus pies embutados en sus calcetines de Yoda en el piso y bostezó. Tenía el pelo hecho un desastre; los mechones color azabache le caían en la frente, la posterior de su cabeza parecía que había sido soplada con un sopla-hojas. Roscoe carraspeó para arreglar su voz e impulsó su cuerpo hacia adelante, se puso de pie y se estiró, sus ojos azules al fin se abrieron, acomodándose a la luz del día, lanzó un gruñido de protesta al aire cuando los huesos le crujieron.

—Mírate… —murmuró Lo desde la puerta, con un paño de cocina sobre el hombro y usando un delantal de cocina—. Mi último bebé Rain en su primer día del último año de colegio —Lorena empezó a abanicar su cara con su mano para tratar de retener las lágrimas que la amenazaban con salir—. Estás tan grande, Roscoe… —murmuró ella limpiándose una lágrima con la mano.

—Lo, no otra vez… no llores. Sabes que no sé qué hacer cuando las chicas lloran —se quejó caminando hacia ella—. Sabes que no te librarás de mí hasta los veinticinco.

—¡Tú sabes que no es así! —lo acusó ella—. Eres tan independiente, ni cuando eran un bebé me necesitaste tanto como tus hermanas o tu padre.

—Lo…

Roscoe suspiró. Era un poco cierto, sabía cómo valerse por sí mismo desde mucho antes de cumplir los diez… aun así quería a Lorena como su propia madre, aunque pudiese independizarse fingiría que no sabía cómo cocinar una tostada solo para hacerla feliz.

—El desayuno está listo, apresúrate —Lo terminó de limpiarse las lágrimas y le dio una última sonrisa antes de retirarse—. ¡Necesitas un corte de cabello! —gritó cuando él ya no podía verla.

Roscoe se rió y se pasó una mano a través del pelo desordenado, luego lo sacudió como si intentara deshacerse de los nudos de esa manera.

—No sería Roscoe Rain si no necesitara un corte de cabello —murmuró él irónicamente—, y definitivamente no lo sería si me corto el cabello. Van a tener que obligarme de nuevo.

Roscoe se dio una larga ducha, estaba esperando que fuera un día tranquilo. Ryan vendría por él, pasarían por Shelsy y luego por Noah para ir al temido instituto Midwood. Esperaba poder pasar la tarde con Shelsy, aunque sabía que ella tenía entrenamiento de ballet, al menos acompañarla a su entrenamiento. Cada minuto que pudiera pasar con ella valía la pena.

Había estado enamorado de la chica desde que ella le dio un golpe en clase de artes en la primaria y luego estampó su cara cubierta de pintura azul contra el lienzo para su proyecto de artes (en el cual sacó un diez), desde entonces también se habían convertido en amigos inseparables. Antes de eso a Roscoe le parecía que nadie era lo suficientemente bueno para tener su amistad, nadie compartía tantos gustos con él como para eso. Sin embargo, Shelsy era tal vez demasiado buena para ser su amiga. Roscoe la quería, pero había estado reprimiéndolo porque sabía que jamás sería su tipo de chico.

Cada vez se hacía más obvio; Lorena lo sabía, su padre lo sabía, Noah, su otro mejor amigo, lo sabía… incluso los hermanos de Shelsy lo sabían. A lo mejor la misma Shelsy lo sabía, pero sabía que él no quería arruinarlo y simplemente ignoraba ese hecho. Era una duda existencial para Roscoe.

Se peinó el cabello (o lo intentó). El estilo de Roscoe era desordenado, no le importaba como se veía y aun así se veía bien. Tal vez era ese metro ochenta que había crecido durante los últimos cinco años o esos ojos azules brillantes que tenía, sus mejillas, el sueño de cualquier abuelita o esos músculos por tanto kickboxing, a lo mejor el hecho de que su cabello, sin importar cuanto lo desordenara, siempre se veía natural y brillante, el punto es que Roscoe Rain se veía bien… desde donde lo mirases.

Bajó a desayunar y se consiguió a su padre, con el traje puesto y haciendo el crucigrama del periódico. Le dio una palmada en la espalda y se sentó a tomar su desayuno. Hoy Lorena le había servido un montón de comida y un vaso entero de leche. No importaba si él era dos cabezas más grande que ella, Lo siempre iba a alimentarlo como si no hubiese un mañana, porque según ella, Roscoe aun estaba en su etapa de crecimiento… claramente necesitaba nuevos anteojos, porque su bebé Roscoe parecía un dinosaurio más grande que su padre.

—¿Listo para el primer día de escuela? —le preguntó Oliver golpeándole el hombro.

—Como todos los años —respondió él.

Oliver se rió y negó con la cabeza. Roscoe había permanecido tan sarcástico y cínico desde los diez años, sabía que sería un gran líder algún día, su heredero ¿qué más si no? Tenía grandes planes para él y Roscoe tenía grandes visiones para sí mismo, le gustaba la idea de trabajar junto a su padre. Él era muy bueno con la tecnología y debido a que su padre poseía una rama en su empresa dedicada a los programas de computadoras, Roscoe se había esmerado toda su vida por aprender del asunto. Y aprendiendo, Roscoe era muy bueno.

—Quiero mostrarte algo —le dijo Oliver a su hijo cuando terminó de desayunar—. Ven.

Se levantó de su asiento en la barra de la cocina y lo llamó. Roscoe se encogió de hombros y se levantó, caminó detrás de él hasta la puerta que conectaba la cocina de la cochera, la luz estaba apagada, por lo que Oliver le pidió que la encendiera. Cuando lo hizo tuvo que cerrar los ojos, el destello que generaba el precioso auto al rebotar la luz en su brillante capot lo cegaba. Era un Audi R8, de color negro, brillante.

—Lindo auto ¿Es tuyo? —interrogó Roscoe cruzándose brazos mientras admiraba la belleza de auto que tenía en frente.

—No —respondió Oliver—. Es tuyo —Oliver tendió la llaves frente a él—. Felicidades.

—¡No puede ser! —Roscoe miró a su padre, totalmente sorprendido—. ¿Esto es mío… es en serio?

—Es en serio.

Oliver soltó una carcajada cuando Roscoe le quitó las llaves de la mano y corrió a ver su nuevo vehículo. Él amaba los autos, le encantaban tanto como los videojuegos y jugar al investigador privado con Shelsy. Pasó sus manos sobre y él y sonrió como si estuviese viendo al amor de su vida. Puede que ese auto llegara a reemplazar a Shelsy… si hablara y tuviera y esos lindos labios que a él tanto le gustaban.

Roscoe miró a su padre de nuevo y fue a abrazarlo, agradeciéndole mucho por su nuevo juguete. No esperaba llegar a tener un auto hasta salir del instituto, pero Oliver lo consideró, porque Roscoe era terriblemente bueno en la escuela, sus notas eran maravillosas, tenía diez en todas, no tenía castigos o retrasos… era cuidadoso y eso debía premiarse.

—¿Qué pasa con Ryan? —le preguntó a Oliver refiriéndose a su chofer.

Ryan había sido su amigo, más que su chofer. Le gustaba hablar con él mientras lo llevaba a la escuela o a cualquier lado.

—Consiguió un nuevo empleo —se encogió de hombros con las manos en la espalda—. La hija de un amigo va a empezar a asistir a preescolar y le han asignado llevarla. Estará bien.

—Genial.

Se dijo a sí mismo que lo llamaría luego para despedirse formalmente, sería injusto no hacerlo, habían pasado muchos años juntos y no había sido en vano. Probablemente su padre ya le había avisado que no necesitarían de sus servicios en adelante, seguramente ya sabía sobre el auto. Seguro le mandaría un WhatsApp luego.

—¿Listo para irte? —Lo entró en la cochera con una gran sonrisa—. Estás llegando tarde para recoger a Shelsy y a Noah. Anda.

Roscoe asintió y volvió adentro por su mochila. Se la colgó en el hombro, tomó las llaves de su nuevo auto y abrió la puerta de la cochera. Sonrió al escucharlo rugir. Supo entonces que lo llamaría “Pantera Negra”. Un nombre genial para un auto genial.

Condujo por la calle, unas cuadras hasta llegar a la casa de Shelsy. Marcó su número y llevó su celular a su oreja.

—¡Suelta eso, es mío! —gritaba Shelsy. El alarido de su hermano menor de nueve años lo aturdió de repente—. Hola ¿qué pasa, ya estás afuera?

—Ajá, ven a ver algo, nena.

—Uh, cuando me llamas nena sé que quieres impresionarme.

Roscoe se rió.

—Sal, necesito que veas esto —insistió.

—Espera un minuto —ella gimió, como si estuviera forcejeando—. ¡Dame la bufanda, idiota! —protestó.

Sabía que estaba hablando con su hermano Jeremy que era solo un dos años menor que ella, porque él le dijo algo acerca de su novio esperándola afuera. Jeremy siempre hacía ese tipo de insinuaciones, pero Shelsy terminaba golpeándolo. Roscoe escuchó como ella lo golpeó. Luego colgó el celular y la vio salir de la casa, usando shorts negros ajustados, medias negras hasta las rodillas y una camiseta corta. Sinceramente, a Roscoe siempre le había parecido que ella era sexy a más no poder.

Se enroscaba la bufanda en el cuello mientras miraba su celular. No lo estaba mirando. Cuando llegó a la acerca, levantó la mirada y abrió la boca, quedando sorprendida. Sonrió detallando el auto. Él bajó la ventanilla para poder verla mientras ella se inclinaba colocando sus manos sobre sus rodillas.

—Habla, Rain ¿A qué niño rico de papi se lo robaste? —ella colocó sus manos en sus caderas y lo miró—. Confiesa, te conozco.

—Mi padre me lo compró —abrió las brazos y colocó una mano sobre el asiento del copiloto, palmeándolo varias veces—. Sube, nena.

Shelsy se rió y dejó su mochila en la parte de atrás y se subió al auto. Le sonrió a su amigo y ambos chocaron los puños. Roscoe aceleró hacia la siguiente calle. Pasaron por Noah. El pelirrojo se quedó con la boca abierta al ver nuevo vehículo de su amigo. Lo abrazó y casi lloró de felicidad, por un auto así valía la pena llorar.

Roscoe conocía a Noah Green desde el día en que cumplió los trece años. Era hermano de la mejor amiga de su hermana mayor Blair; se habían llevado bien porque a ambos le gustaban los videojuegos, las pistolas Nerf, sentarse en las sombras y los autos geniales. Además, tenían en común el gusto por la tecnología y la investigación y uso de la misma.

—Miren eso —habló Noah, cruzado de brazos en el asiento trasero mientras apuntaba a Melanie Duncan, la chicas rubia y sonriente que recibía a los de nuevo ingreso mientras Roscoe aparcaba frente a la escuela—. Señorita Popular a la vista.

—Ella es mi lista de razones para no ser popular —agregó Roscoe.

—¿Ah sí? —interrogó Shelsy echándose a reír.

—Sí, por supuesto —Roscoe se rió y apuntó hacia ella—. No hay ni siquiera que escribir las razones, solo basta con poner su perfil del anuario.

Roscoe recitó las razones, contando con sus dedos.

«1. Hay que sonreír siempre.

2. Hay que ser agradable, que, en este caso, es solo hipocresía.

3. No puedes pasar desapercibido.

4. Debes estar en un club, por estúpido que sea.

5. Practicar un deporte.

6. Hacer campaña presidencial.

7. Halagar a otra gente que no están ni un poco cerca de ser “geniales” como ellos creen.

8. Sentarte en la asquerosa mesa asignada a esta gente llamada “populares”.

9. Usar ropa bonita.

Y por último pero no menos asquerosamente insignificante:

10. Tener un buen corte de cabello.

Shelsy se rió, junto a Noah. Era cierto, básicamente esos eran los requisitos para ser popular. Habían cambiado un poco con el pasar de los años. Ahora los populares eran esas personas extremadamente sociables, con experiencia política para gobernar, personas a les que les gustaba hacerse cargo de los asuntos y que, por más que fuese una mentira, demostraban interés por la gente de su comunidad.

A Roscoe no le iba nada ese mundo. Él se interesaba poco por los demás, solo personas realmente importantes, como Shelsy y Noah tenían el privilegio de acaparar su atención.

—Entonces ¿no serías popular nunca? —le preguntó Shelsy—. Porque tienes potencial.

—No, ni en un millón de malditos años sería popular.

________________________

N/A: ¡Hola nenes, mamá ha vuelto!

Lo sé, lo sé. Avisé en mi perfil que lo haría esta noche y terminé haciéndolo a las cinco de la mañana de un lunes. (en mi defensa, no es mi culpa, es de mi madre ¿quieren su número de celular? Se los doy para que le reclamen). Bien, bien… este el prólogo, espero que lo hayan disfrutando, que les haya gustado con maripositas en el estómago y toda la cosa re loca de los nuevos comienzos.

Me tengo que ir al liceo, cuando vuelva, leeré sus comentarios y moriré de amor. Sho lo sé, babe. (?

¡Mamá Ross fuera, paz! 

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