Marioneta

By DalhiaOkazaki

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Continuación de mi historia "La vida de un soldado" que escribí hace cuatro años. Esta historia está acabada... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14

Capítulo 5

168 15 16
By DalhiaOkazaki


A pesarde que el cuartel avanzaba igual que siempre, le seguía resultandoextraño. Sus pasos recorrían aquel angosto pasillo dejando unexcesivo eco tras de sí. Solo una persona había desaparecido deaquellos pasillos, ¿por qué su ausencia se notaba tanto?

Esamujer solía ser bastante ruidosa hasta en las reuniones másimportantes. Su presencia quedaba siempre clara, eso era obvio. Pero,aún así, parecía que todo se hubiese detenido a su alrededor.

Todoslos soldados continuaban con sus quehaceres. El trabajo de oficina nose había parado y se organizaba la siguiente misión. No obstante,cuantos más días pasaba, más notaba su falta.

Alsalir por la puerta principal, el sol le cegó momentáneamente,impidiéndole ver nada. No encontró mucha diferencia a cuando seencontraba en la penumbra. Avanzaba con una venda en sus ojos sin serconsciente de hacia donde se dirigía.

Unaenorme mano le dio unos golpecitos en el hombro. Como si lo empujasehacia adelante.

-¿Quién irá contigo hoy? - preguntó Erwin con su siempre aparentetono tranquilo y relajado.

- Petray Auruo. Gunther y Erd se quedan a comprobar la maquinaria – hizoun ademán hacia delante zafándose con disgusto de su mano - ¿Esrealmente necesario que vaya yo? Mis subordinados son losuficientemente independientes como para-

- Sí,es necesario. El instructor me ha notificado de la aparición de unaserie de cadetes prometedores. Quiero confirmarlo por mí mismo. Túeres el más adecuado para observar su potencial.

-Preferiría no tener que relacionarme con esos críos.

- Puedeque algún día uno de ellos forme parte de tu escuadrón, te vendríabien observar a tus futuros compañeros para comprobar susdebilidades y fortalezas.

- Lodudo – carraspeó.

El caboBossard se acercó hacia su superior llevando de la mano su caballo.Detrás suya, Petra permanecía sentada sin dirigirle la mirada. Yahacía más de medio año desde que aquello había sucedido.

Cuándose le notificó esa extrema vigilancia hacia los nuevos cadetes,pensó en llevar a sus mejores reclutas, a Erd y Auruo. Los que másvictorias en solitario llevaban. No obstante, no podría seguirexcluyéndola de aquellas misiones. Tenerla siempre recluida en elcuartel no era lo mejor.

Pero,era inevitable. Tan solo por evadirle había desobedecido variasórdenes y puesto en peligro a sus compañeros en varias ocasiones.Su comandante ya le había notificado esa acción. Si no conseguíadisciplinarla, posiblemente tendrían que relegarla a otro escuadrón.

Pensaren todas aquellos trámites burocráticos le resultaba asfixiante.Esperaba que aquel extraño comportamiento se le pasase pronto a lachica.

.

.

.

Niños.Niños dispuestos a matar. ¿Desde cuando había nacido esesentimiento de heroísmo entre el pueblo? Eran un escuadrón bastantenumeroso. Estaba acostumbrado a observar muchas menos filas decadetes.

Nohabía nadie que le llamase especialmente la atención. Pero, erandemasiado jóvenes. Muchos de ellos morirían antes de que pasase unaño desde su alistamiento a cualquiera de sus tropas.

Los quequizás sobrevivirían más tiempo, quizás, los que se quedasen enlas murallas. No era extraño observar, como soldados de la policíamilitar o la tropa estacionaria se casaban y aumentaban la prole.Pero, incluso dentro de la tropa estacionaria tenían continuas bajasdebido a los incesantes ataques de los titanes. Recuperar el terrenoperdido ya se había dado como una causa absurda.

Demasiadagente había muerto en aquella primera incursión. Muchos civiles. Nodebía morir nadie más.

Seguramente, lamayoría de los jóvenes que veía desde aquel balcón de madera sehabían unido tras perder a sus padres. No les quedaba ningunaesperanza ni ningún apego sobre su vida. De otra manera, no sehabrían unido al ejército.

Paseótranquilamente su mirada siguiendo el movimiento de sus subordinados.Bajo él, en el terreno sobre el que entrenaban los nuevosincorporados, se desplazaban tomando notas Petra y Auruo. Parecíahaber una pequeña pelea entre los reclutas.

Patético,perderían la vida antes de aprenderse el nombre de sus compañeros.No era el momento más oportuno para generar rivalidades ni disputas.Desvió la vista hacia el chico que parecía haber generado la pelea.

El instructor lehabía hablado de él en varias ocasiones. Por lo visto, era unsoldado con gran carisma. Quizás, el que había entrado en aquellasfilas con más determinación que el resto. Pero tremendamente torpe.

Corrían rumoresde que era tan poco perceptivo que ni se había percatado que suequipo estaba montado del revés. Había estado entrenando con unequipo en mal estado durante bastante tiempo.

Infinitamentepatético. No pensaba dejar que alguien como ese recluta entrase ensu escuadrón. El quería a los mejores y más entregados. Habíaotra muchacha, que había llamado la atención del instructor.

La habíacatalogado como una de las mejores de su promoción. Seguramente,alcanzaría a estar entre los 10 mejores. Era una auténtica lástimaque los que conseguían alcanzar ese puesto en el ranking casisiempre eligiesen unirse a otros cuerpos.

Más resguardados,a salvo. Siempre protegiendo a los más privilegiados, en vez de alos más débiles.

Esa manera depensar chocaba entre sus ideales. Y era algo con lo que se veíaforzado a batallar cada año.

Ahora mismo podríaelegir entre todos aquellos niños, cuales entrarían en su escuadróny cuáles no. Sin necesidad de ver sus capacidades en combate contravulgares representaciones de cartón de sus enemigos.

Aquel ranking erauna mera falacia. Una manera de conseguir buenos soldados manteniendoen pie los cimientos de las mansiones de los más acaudalados . O,para evitar una posible revuelta en el interior.

Si les ofrecíanla posibilidad de mantenerse a salvo en las murallas y seguir siendo"héroes" lo harían.

Rivaille no sesentía cómo un héroe. Detestaba que su nombre fuese conocido deaquella manera debido a sus habilidades. Él no era un héroe. Soloera un soldado que continuaba vivo. Uno de pocos.

Eso era lo únicoque le diferenciaba del resto. Por el resto era igual que cada uno delos reclutas que había allí. La habilidad combativa podía tenerseo adquirirse con el tiempo. Eso no te priorizaba frente al resto.

Una vez en elcampo de batalla, tenías las mismas posibilidades de morir que elresto. Tan solo era mera suerte que pudiera estar observándolosahora.

- ¿Qué teparecen los reclutas de este año? Interesantes, ¿verdad?

- Parece que sehayan unido al circo, no al ejército – no era su mayor afán el dealabar a los reclutas. Ni alicientarlos. En mitad de una batallanadie iría a darle golpecitos en la cabeza de agradecimiento ni aanimarte.

- He discutido contu comandante acerca del tema. Y cree que es necesario cambiaralgunas de las pautas de entrenamiento. Hacerlas más complejas yduras.

- Continua – eseya si era un tema que le interesaba.

- La prueba desupervivencia anual. Hasta ahora consistía en dividirse en grupos yllegar a la meta indicada en el tiempo establecido. Hemos decididocambiarla drásticamente.

- Sigue.

- Erwin ha pensadoque sería interesante que los propios capitanes de los escuadrones,o incluso los soldados ya graduados, participasen. De manera queaprendiesen jerarquía. Los años anteriores nos encontrábamos condemasiados reclutas a los cuales se les subía el ego a la cabeza.

- Se de lo quehablas – aún recordaba a aquel soldado que había recriminado elno pertenecer a los mejores grupos del equipo de expedición. Eincluso se había sobrepuesto a sus superiores.

- Necesitandisciplina – asintió – Es por eso que esta vez deberán, antetodo, respetar las órdenes de sus superiores. Que en este caso,serán meros supervisores.

- Interesante.

- Se ha decididoque la misión de esta vez será realizada en las montañas. Hastallegar a la base de Bhorte. En el pueblo que hay cercano al bosque.

- No le veo muchadificultad. Esperaba que hicierais sudar más a esos chavales.

- Lo vamos allevar a cabo cuando las heladas comiencen a aflorar la zona. Esnecesario que comprendan que hay otros riesgos aparte de los titanes.

- Lo veo factible– demasiados soldados que se quejaban ante la idea de dormir alraso o que no sabían ni prender una hoguera- Pero, en esa zona,cuando comienza la estación suele haber aludes y desprendimientos.Podría ser demasiado peligroso. ¿El gobierno ha aceptado eso?

- Esa es la razónpor la que Erwin te ha mandado a hablar conmigo hoy. Tú y unoscuantos soldados más seréis los encargados de vigilarlos durante lainstrucción.

- No, me niego –el instructor no parecía sorprendido por su reacción. Como si Erwinya hubiese anticipado esa negación – ¿En serio me va a convertiren la niñera de todos esos críos?

.

.

.

Unahoja de papel, y otra, y otra. Esparcidas hasta donde le llegaba lavista. Deseaba quemarlas todas y olvidar la razón por la que seencontraba allí. Contempló el sol rallando el horizonte. Estabaatardeciendo.

Teníaque ir a dar fe de su ya clásico teatro en aquel sitio. Tan solodebía establecer guardias en la ciudad, comprobando que nadiegenerase disputas. Por lo general, no era en las calles dondeocurrían las mayores atrocidades.

Asíque aquel era un mero paseo para ella. Estudió el mapa de la zona que vigilaría aquella noche. El distrito Stohess. Había un sitiointeresante que quería investigar. Era jueves, así que le tocabahacer patrulla con una chica de cabello negro largo.

TinaNelav. Una mujer bastante seria. No era para nada el tipo de personacon la que le gustaba relacionarse. Mientras Hanji visitaba conansias los escaparates de las tiendas, su compañera se limitaba aobservarla en silencio sin palabras.

No eranecesario tener un alto coeficiente intelectual como para comprobarque ella tampoco se sentía cómoda en sus rondas. ¿Cuántas horastendría que mantener esta vez su papel?

El duroasfalto de piedra le resultaba atenuante. Debido a las inmensascaminatas que hacía a diario la suela de sus botas se desgastabacada vez más y más. Casi podía sentir las piedras que había en elsuelo clavarse en sus pies.

Estabaacostumbrada a volar colgada de sus cables. Echaba de menos aquellalibertad.

- ¿Eranmuy pesados? - señaló hacia abajo y Hanji siguió su dedo con lamirada.

- ¿Elqué?

- Elequipo de ataque tridimensional. Desde los entrenamientos no nos handejado usarlos mucho. Yo recuerdo que eran pesados.

- Alprincipio puede. Aunque, te acostumbras – colocó su rifle en suotro hombro variando el peso para no cansarse – No son más pesadosque esto.

- Puedeser – la chica calló unos instantes – He sabido... que hoysalían en misión los tuyos.

- Noson los míos. Ahora pertenezco a este grupo.

- Nopor mucho tiempo según tengo entendido. ¿Para qué has venido aquí?¿Qué se supone que va a aportar un miembro del equipo deexploración dentro de las murallas? Vosotros solo sabéisenfrentaros a los titanes. No tenéis ni idea de lo que ocurre dentrode las murallas.

-Sabemos hacer más cosas. Dime Tina, ¿alguna vez los has visto?

- Esbastante obvio que no.

-¿Cuántos años llevas sirviendo en este equipo?

- 5años, casi 6, ¿porqué?

- Yollevo 15 años en el equipo de exploración. Las cosas que he vividono las podrías ni imaginar.

- ¿¡15años!? Puedo preguntarte........ ¿qué edad tenías cuando...?

- ¿Quéedad tenía cuando vi mi primer titán? - sonrió y miró hacia elcielo estrellado – 13 años. Me asusté muchísimo. No podíareaccionar. Pensé que moriría ese día, estaba aterrorizada.

- ¿Ycómo....?

- Uncompañero veterano me ayudó y me sacó de allí enseguida.Comprendí que necesitaba perder mi miedo antes de enfrentarme anada.

- Y tevolviste loca.

- Puedeser. Pero, creo, que para enfrentarnos a nuestros enemigos debemoscomprenderlos. Si no somos capaces de ponernos en su piel, nosabremos adivinar sus movimientos – hizo un gesto como si colocaseuna segunda piel sobre ella misma.

-Quizás sea cierto, pero ¿a costa de perder tu humanidad? Se debuenas fuentes que cuando salís ahí fuera os convertís enmonstruos inhumanos. Vuestro líder no presenta tampoco mucho apego ala gente que muere allí fuera.

-Tienes razón. No somos más que meros números. Una vida es igual aotra. No supone mucha diferencia – su compañera le miró condisgusto ante el comentario – Pero si una vida perdida supone la decientos a salvo. Merece la pena.

Caminaronun rato en silencio mientras se acercaban a aquella extraña iglesiadonde se desarrollaba el culto que investigaba Hanji en secreto. Unapreciosa cúpula adornaba la cúspide del edificio. Con ricas ydecorativas ornamentaciones. ¿Cuántos impuestos se habríandesviado para revestir aquellas fachadas?

Sacóun pequeño bloc de notas y comenzó a garabatear unos cuantos datosque parecía haber notado de repente. A su derecha un grupo detrabajadores ebrios se encaminaban tambaleantes hacia sus hogares.

Parecíanreír con parsimonia y se chocaban contra las paredes cercanas. Loshabitantes de aquella zona no parecían tener demasiadaspreocupaciones. También era común y usual que los propios miembrosde la policía militar así como los de la legión estacionariapasasen los días bebiendo y jugando.

Elclima dentro de las murallas era aburrido. La joven Tina evadió algrupo de borrachos y se encaminó hacia su compañera que tomabanotas con más afán. Parecía que intentaba reproducir en sucuaderno los símbolos y extraños grabados que se observaban en elexterior del edificio.

Como side un lenguaje cifrado se tratase.

No lovio venir a tiempo. Sintió el frío metal hundiéndose en suespalda. Perforándole un pulmón. Las palabras de ayuda salieronahogadas por la sangre que salía de su boca. Su cuerpo se encorvóhacia delante.

Girósu cabeza hacia atrás intentando ver a su agresor. El grupo dehombres corrían con una mueca grotesca en su rostro. Todo comenzabaa verse nublado. Sintió una onda junto a ella y vio caer a uno delos hombres al suelo.

Supierna emanaba sangre mientras se retorcía en el suelo. El restohabía tenido más suerte y se encontraban demasiado lejos como paraalcanzarlos. Aún así, una puntería perfecta. Un tiro lo bastantecertero como para detenerlo sin matarlo.

¿Quiénera aquella mujer?

Sintiócomo sus delgados y huesudos dedos tanteaban su herida intentandoencontrar un medio de sutura. Ejerció presión con la heridaintentando detener la hemorragia.

Erainútil. Sus vías respiratorias estaban llenas de aquel fluidoimpidiéndole la respiración. Moriría ahogada en un charco hechopor su propia sangre.

Cadavez más y más difuso. Apenas alcanzaba a ver lo que hacía sucompañera frente a ella. Parecía estar golpeando la pluma con laque estuviera escribiendo minutos antes contra el suelo. ¿Acaso sehabía vuelto más loca de lo que ya estaba?

Sintióel tacto duro del tubo que componía la pluma atravesando su gargantahasta su tráquea. Un fino hilo de aire consiguió entrar poco a pocohasta su cerebro.

Sabíaque eso no sería lo suficientemente efectivo sin aplicarle cirugíapor su pulmón dañado. Pero de momento conseguía mantenerlaconsciente.

HanjiZoe, a efectos de todos los soldados de aquel equipo, tan soloocupaba su puesto para la realización de efectos burocráticos.Papeleo, nada más. Después de diversas indagaciones, se habíallegado al supuesto de que su inteligencia era necesaria para lahumanidad.

Se lahabía trasladado temporalmente para comprobar su eficiencia ymantenerla vigilada el tiempo suficiente para constatar que nosuponía una amenaza. Debía de pasar dos años en aquel sitio,separada de su supuestos congéneres. Los mismos que podríanmaquinar con ella una herejía.

Sinembargo, en los meses que llevaba allí, no conseguía entender comohabían confundido a aquella valiente mujer con una traidora.

Eraevidente, que la razón que la mantenía allí parecía una vulgarexcusa. Había algo más detrás. Pero fuese lo que fuese, nopermitía que ella abandonase sus labores como soldado. Como humana.No podía ser el monstruo al que le habían instruido a odiar.

Noparecía dudar en sus actos. Rasgó su camisa para poder hacer tirascon las que vendarle el pecho. Rápido, eficaz.

Pero suherida era más profunda que todo aquel esfuerzo inútil. No loconseguiría a tiempo. El fino hilo de oxígeno apenas conseguíamantenerla viva. Tan solo para mitigar su dolor. No sentía ningunade las extremidades de su cuerpo. La sangre que salía de su bocacomenzaba a enfriarse.

Suspupilas estaban dilatas y comenzaba a ennegrecerse todo a sualrededor. Hanji le gritaba algo. Pero sus oídos hacía rato quehabían dejado de oír.

- HanjiZoe, ¿qué es lo que has venido a hacer aquí? - se preguntó antesde que su mente se desvaneciera para siempre.

.

.

.

Otramisión fracasada. Detuvo sus ojos unos instantes ante el papel queindicaba el número de bajas. Frustrado lo arrugó entre sus dedos ylo rompió con ferocidad. ¿Para esto se había unido al ejército?

No,había otra razón por la que se encontraba allí. Una persona de supasado que le había impulsado a entrar en aquel sitio. Un díadeterminante hacia su vida como adulto.

Aúnrecordaba su delicado rostro cuando aún poseía movilidad. Habíasido su culpa. Todo había sido su culpa. Por eso expiaba su pecadobajo aquellas alas en su espalda.

Suslabios formaron su nombre en silencio.

Lapuerta se abrió dejando entrar a una pequeña muchacha. Por unmomento confundió su rostro con el de la chica que se había venidoa su mente.

- ¿Mellamaba, comandante?

-Siéntate, Petra.

-¿Dónde está el sargento? - preguntó algo confusa. No solía serllamada a aquel despacho sin la presencia de su superior.

- Haido a la enfermería con Gunther. Como bien sabes, recibió unaherida en el costado al golpearse contra aquel árbol cuando virastehacia atrás sin mirar.

- L-losé. Lo siento mucho por eso. No se cómo choqué con él.

- Segúnme han descrito la situación, Rivaille te dio la orden de avanzarcon él para acorralar a un ejemplar de 3 metros. Pero retrocediste.

- S-sí,lo sé, tan solo fue porque....

- CaboRal. No puedes evadir las órdenes de tus superiores – la chicamiró avergonzada hacia el suelo – Has puesto en peligro a tuscompañeros. Podría haber pasado algo peor.

- Losiento.... - no pudo evitar llorar delante de aquel hombre.

Eracierto. Llevaba tiempo evadiendo a su superior. Desde aquellafatídica noche donde sus instintos pudieron contra su corduramental. Algo de lo que se arrepentía. No era capaz ni de escuchar suvoz sin ponerse nerviosa.

Yahabía ocurrido aquello en varias ocasiones. En algunas de ellas, elherido había sido él. Otras cadetes que ni siquiera pertenecían asu escuadrón.

- Consentirlo no basta – buscó una hoja inmaculada de papel y comenzóa escribir sobre ella – Fuiste trasladada a su escuadrónautomáticamente en sustitución de tu hermana. Se que llevas años asu servicio. Pero...

- .....-Intentó tapar su cara para ocultar su rostro ante el inexpresivohombre.

- Voy aordenar tu traslado a otro escuadrón. Creo que no estás preparadapara estar con un equipo de avanzadilla. Lamentandolo mucho, desde eldía de hoy, Petra Ral, quedas expulsada del escuadrón del sargentoRivaille. A partir de mañana serás asignada a otro capitán.

Arrojóla hoja hacia ella aterrizando sobre sus muslos. La perfectacaligrafía quedó difuminaba al contacto con sus lágrimas.

.

.

.

Sentíacomo si tuviese un torno aprisionándole la cabeza cada vez más ymás. A este paso su cerebro saldría disparado a través de suscuencas oculares.

Habíamás maneras de torturar a la gente que las típicas y complicadasmaquinarias. La incertidumbre era una de ellas. Llevaba varias horasdentro de aquel hospital. Esperando por la respuesta que ya conocía.

Hacíatan solo un rato se habían llevado al sujeto que había conseguidodetener a tiempo. Un simple beodo más. No eran extraños losasesinados perpetuados por ciudadanos imbuidos por el alcohol. Másde los que se conocían a simple vista.

En elmomento en que observó su herida supo que estaba perdida. Aún asíintento hacer lo que pudo para salvarla. Había llevado su cuerpoinerte hasta allí, llevándola en su espalda. Ahora llena de sangre.

Habíaingresado allí con un cadáver. Tan solo esperaba lo evidente. Quese lo cercioraran. No quería involucrarse demasiado con laspersonas que componían la policía militar. Pero había sidoinevitable. Había muerto de una manera demasiado cruel.

Sabíapoco de ella. Seguramente, no esperaba que su fin llegase a manos deun simple borracho. Todos los soldados esperaban morir heroicamente,o, incluso, cómodamente en su casas rodeados de sus personas másallegadas.

¿Cuálesserían los de ella?

-Siento que haya pasado estando contigo – Nile se sentó a su lado yesbozó una mirada cansada hacia la chica.

- Noimporta. No es la primera vez. He visto a centenares de personasmorir.

- Ellallevaba tiempo saliendo a patrullar contigo. Esperaba que hubieseisconfraternizado más – la chica le dirigió un gesto cansado y sehundió en su asiento.

- Noestoy aquí para hacer amigos. Si me deprimo cada vez que alguiencercano a mi muera, no seré capaz de seguir adelante.

- Seque es temporal que estés en esta tropa, pero aún así no es razónpara-

- Nohablo de la policía militar. Hablo del ejército en general –forzó una sonrisa para disminuir la preocupación del hombre haciaella – Cuando vuelva, plantaré una flor frente a mi dormitorio.Así no la olvidaré.

-Siempre me ha gustado ese detalle vuestro – se levantó de suasiento y le ofreció su chaqueta a la mujer para ocultar las manchasde sangre de su espalda – Aún tardarán en terminar la autopsia.Quizás hasta mañana no nos lleguen los datos. Volvamos al cuartel.

Habíacomenzado a amanecer. Los puestos del mercado comenzaban a colocarsea lo largo de aquella ancha calle. Parecía que era día laborable.Las gentes trabajarían duro ese día para vender sus productos parapoder alimentar a sus familias.

Contemplóunas manzanas con demasiado apetito. Antes de que pudiera darsecuenta de que estaba siendo observada, su comandante extendió unbillete a la vendedora y le entregó la bolsa llena de las rojizasfrutas a Hanji.

Sin máspreámbulos comenzó a engullir su desayuno. Sus dientes se clavaroncon avidez ingiriendo el alimento que su estómago llevaba horasreclamándole.

- ¿Quétal va tu investigación?

- Mal.Cada día tengo más preguntas sin respuestas – suspiró – Esatediosa secta parece que tiene más historia de la que conocemos. Porlo que he podido constatar, el liderazgo de la secta pasa degeneración en generación únicamente a miembros de su familia.

-Comprendo.

- Y, apesar de que no tenemos datos sobre ella hasta hace apenas unos años.Parece que llevan maquinando algo con las murallas desde hace tantotiempo como fueron creadas. Todo este asunto me escama – se frotóel cabello en señal de confusión.

-Tranquila Hanji, no es necesario que obtengas todas las respuestasya. Siempre puedes recurrir a otras vías de información a largoplazo.

- Es laúnica vía que me queda. Esos polvorientos libros no sirven demucho. Ya he ido 3 veces a hablar con el corresponsal de Stohess deesa secta. Nick, creo que se llama. Me ha cerrado la puerta en lasnarices 3 veces. ¡3! - hizo aspavientos representando la escena.

- Noparece muy intimidado por el ejército.

- Paranada. Un día de estos me sacará de quicio y tendré que mantener lamente muy fría para no matarlo – el comandante Hawk rió ante elcomentario de la chica, que parecía haber recuperado rápidamente subuen humor tras la pérdida de su compañera.

Loshoyuelos que se formaron en sus mejillas se le antojaron muyatractivos. Por lo general, ella evitaba cualquier cosa que recordasesu condición femenina. Pero en ocasiones, era inevitable recordarque era una mujer.

Unaextraña idea cruzó su mente.

-Hanji, ¿conoces a Harret Blugart? - la chica negó con la cabeza –Es el capitán de la guardia real, los guardaespaldas de la corte.Además, también es el encargado de mantener a salvo y vigilados losdocumentos y edictos reales anuales.

- ¿Éltiene poder para ver esos documentos? - su comandante asintió –Pero no nos los dejará ver tan fácilmente... ¿verdad?

- No,ahí entras tú – Hanji parecía algo confundida – Se que eresinteligente. Pero seguía sin comprender muy bien porqué Erwin tehabía mandado a tí en vez de a otro experto en infiltración.Aunque ahora lo comprendo. Ha sido por ser mujer.

- ¿Porser mujer?

-Blugart es un hombre mayor pero bastante duro. No bajará la guardiaante cualquiera. Aunque disfruta de la compañía de mujeres comocualquier hombre.

- ¿Noestarás insinuando...?

- Lavía más rápida y fácil para conseguir información es que teacuestes con él.

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