Vidas Cruzadas © ¡ A LA VENTA!

By Themma

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Completa, versión borrador. Un hombre que lo tiene todo, pero que en realidad, no tiene nada... Él: acaudalad... More

│Nota de la autora│
- Vidas Cruzadas -
-Capítulo 1-
-Capítulo 2-
-Capítulo 3-
-Capítulo 4-
-Capítulo 5-
-Capítulo 6-
-Capítulo 7-
-Capítulo 8-
-Capítulo 9-
-Capítulo 10-
-Capítulo 11-
-Capítulo 12-
-Capítulo 13-
-Capítulo 14-
-Capítulo 15-
-Capítulo 16-
-Capítulo 17-
-Capítulo 18-
-Capítulo 19-
-Capítulo 20-
-Capítulo 21-
-Capítulo 22-
-Capítulo 24-
*PLAYLIST*

-Capítulo 23-

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By Themma

*Su historia*

Al día siguiente se instalaron en el apartamento que él tenía en Milán. Sebastián deseaba mostrarle parte de la ciudad, moría por ver sus ojos bien abiertos, asombrados por cada cosa nueva. Visitaron museos y lugares que pensó la enamorarían de tan sólo verlos.

La última noche en Italia cenaron en la terraza de un Café que tenía una hermosa vista, desde ahí se veían la ciudad iluminada. Era precioso, pensó Isabella absorta en el paisaje.

—Bella, ¿hay problema en que vivíamos en mi piso de Londres? No me gustaría que Raúl piense que abusamos de su confianza. ¿Qué opinas? No deseo hacer nada que no quieras, pero creo que es lo más adecuado —preguntó cauto. Jamás le llevaría la contra, no si eso le quitaba esa dulce sonrisa que había logrado sin mucho esfuerzo esos días mantener ahí, en su deliciosa boca.

—¿A tú piso? ¿También tienes propiedades ahí? —preguntó desconcertada, un tanto contrariada.

Desde que se reencontraron iba de sorpresa en sorpresa, se daba cuenta de que no tenía ni idea de lo que él en realidad poseía y mucho menos de su posición. Contaba propiedades prácticamente en Europa y América, aviones a su disposición, empleados que se dedicaban sólo a darle gusto y acatar cada una de sus órdenes. Era como si en realidad el tiempo que convivió con él no lo hubiera conocido del todo.

—Mi amor... —habló preocupado al ver su rostro de incertidumbre y miedo–. Por favor no temas... Te diré algo, mi verdad, la mayor de todas; si para estar contigo tuviera que perderlo todo lo haría sin dudarlo... No hay nada más importante para mí que tú, nada, ¿comprendes? Sé que no sabías muy bien quién era, pero confiaba que con el tiempo te fueras dando cuenta y te acostumbraras poco a poco, sin embargo, ya ves... nada salió como lo planeé. —Y en realidad así siempre lo pensó; no quería asustarla, sabía que el dinero podía ser muy abrumador en algunas ocasiones, y en especial para ella. Nunca le ocultó algo, aun así, tampoco le mostró todo lo que poseía ya que no hubo la necesidad, además, el que poseyera todo eso no significaba nada para esa jovencita que lo derretía sin proponérselo.

—Jamás te pediría algo así. Pero es... apabullante. No tenía idea. —Y su mirada ratificó su respuesta.

—Lo sé y te pido una disculpa, es sólo que no quería agobiarte. Bella, te amo, confía en mí, necesito de verdad que esto no cambie lo que piensas de nosotros. Para mí todo esto no es importante, siempre he vivido así, pero comprendo que después de lo que pasó dudes. Déjamelo a mí, ¿sí? Tú solo déjate llevar... por favor, aprendí mi lección. —Le suplicó con un tono de voz firme.

Ella sonrió pensativa.

—Yo no dudo de estar contigo, ni si quiera lo pienso como una opción, Sebastián, te amo y por nada te dejaría, yo ya tomé una decisión. Pero me va a llevar tiempo acostumbrarme a todo esto. No ha sido fácil lo ocurrido, tenme paciencia. —Al escucharla con un dedo alzó su barbilla y la acercó.

–¿Paciencia? ¿Es en serio? Te tengo amor, Isabella, devoción, admiración, tú toma lo que quieras que es tuyo. Realmente eres única, mi Bella —La besó con ternura, después, con una mueca de fastidio, continuó—. Verás que no es tan mala mi vida, con el tiempo te acostumbrarás —sonrió intentando descargar el ambiente.

—Bien, si tú me conscientes, no me negaré —bromeó ligera, coqueta. Él la besó con fervor, importándole poco que los vieran.

—A eso me dedicaré el resto de mi vida, jovencita, a mimarte hasta convertirte en un ser caprichoso. —Ella rio alejándose un poco.

—En cuanto a lo otro. Sí, creo que es lo mejor. Yo tampoco quiero que ellos sientan eso... —aceptó.

—Perfecto, entonces mañana vamos por tus cosas y listo.

***

Isabella estudiaba todo entre asombrada y cohibida. Un chofer llegó puntual por ellos en un auto lujoso. Cuando entraron al hangar se quedó pasmada. Observando por la ventana la enorme nave que los llevaría a su destino.

–Bella, quiero que seas tú, no tienes que agradar a nadie, nunca —Le hizo ver con suma dulzura al percibir sus gestos, estaba nerviosa. Ella asintió insegura. La situación lo divertía un poco, sabía que con el tiempo se iría acostumbrando, pero mientras sucedía le fascinaba ver su cara cada vez que algo la asombraba. Eso era inigualable.

Durante del viaje Sebastián tuvo que estar pegado al ordenador. Cada cierto tiempo la besaba o colocaba una mano sobre su pierna mientras ella continuaba leyendo el libro que se llevó y el cual no había vuelto a tocar hasta ese día.

Cuando llegaron a Londres entre los dos empacaron todo, él dio instrucciones para que lo llevaran a su apartamento, aquel que compartirían a partir de esa noche. Isabella se sentía emocionada, con una vitalidad exorbitante y Sebastián solo podía contemplarla, era perfecta.

Comieron en un lugar sencillo y más tarde fueron a comprar los víveres necesarios.

Al estar paseando por los pasillos del súper mercado, lo observaba tomar artículos de todos los estantes, preguntándole su opinión sobre cada cosa. De pronto comprendió que eso era justamente lo que no le dio en el pasado ninguna pista sobre la verdadera posición de Sebastián. Él era en general muy sencillo y poco ostentoso. Prefería hacer las cosas por sí mismo y aunque sí se podía adivinar dinero en su vida, nunca en los niveles que en realidad lo tenía.

Todo lo acomodaron juntos al llegar, para sorpresa de Isabella el piso era acogedor y no tan grande como lo imaginó. Y por supuesto, no le hacía falta nada, al contrario, parecía que alguien lo habitaba ya que contaba con todo lo necesario. Tenía una vista espectacular que rodeaba todo el apartamento, una recámara amplia y una estancia pegada a la cocina muy bien decorada.

—¿Te gusta? —Le preguntó abarcando con sus brazos todo el lugar una vez que se instalaron. Isabella lo rodeó por la cintura sonriente.

–Sabes que sí, me encanta la idea de empezar aquí mi vida contigo —Él besó su cabello aspirando su dulce aroma.

–A mí también, mi Bella.

Horas después, las sábanas y su ropa estaban esparcidas por toda su habitación. Se sentían ligeros, más listos que nunca para comenzar esa aventura tomados de la mano.

—Sebastián... —se hallaba recostada sobre su pecho jugando con uno de los dedos que la rodeaban.

—Mmm... —contestó completamente lánguido. Esa mujer era incansable y lo más increíble era que cada vez que la tenía cerca quería tomar todo de ella.

—Yo también quiero que lo sepas todo de mí. —sintió como ese cuerpo masculino que era su delirio, se tensaba–. No quiero quedarme con nada... —murmuró. Él no supo qué responder ante esas palabras.

–Bella, no tienes que hacerlo, yo jamás dudaré de nuevo... —le prometió conflictuado.

—Eso lo sé. Pero sí, sí tengo, quiero que lo conozcas. Es parte de mí y deseo que conozcas mi pasado, ya no me quiero quedar nada para mí, necesito compartirlo todo y esa también soy yo —avaló perdida en sus ojos.

—No quiero que sufras al recordarlo. No me gusta verte triste. —Le rogó. Pero la joven sonrió acariciando su rostro.

–Lo sé, pero quiero hacerlo... —rozó sus labios con suavidad.

—Si es lo que tú quieres, entonces te escucharé —aceptó después de unos segundos no muy convencido. Se pusieron algo encima y se sentaron, uno frente al otro en la cama.

Y sin miramientos, comenzó su historia...

Su padre los dejó aun antes de que naciera Dana. Él era un hombre extraño, nunca fue cariñoso y se aparecía de vez en cuando. Ella estaba segura de que tenía otra familia. No tenía muchos recuerdos de él, tanto que si lo viera en la calle no lo reconocería. Su madre siempre tuvo un carácter fuerte e intolerante, estaba muy frustrada por el tipo de vida que llevaba, así que se marchaba por días y los dejaba a Marco y a ella solos sin importarle si comían o no.

Embarazada de Dana, todo empeoró. Su madre no podía tomar e imaginaba que su padre y ella habían terminado. Isabella no tuvo más remedio que hacerse cargo de la casa y cuidar a Marco. Iba a la escuela temprano y a mediodía preparaba la comida para los dos, pero a veces su madre llegaba a esa hora y por su abstinencia la golpeaba, lo hacía hasta que sacaba todo su coraje. Muchas veces lo intentó hacer con su hermano, pero no se lo permitió, así que volvía a ser blanco de su enojo una y otra vez.

Cuando Dana nació, evidentemente todo fue peor, no se hacía cargo de cuidar a la bebé, la dejaba llorar por horas y no la cambiaba. Sin remedio, y siguiendo sus instintos, aprendió a cuidarla. Las vecinas les regalaban leche y la pequeña improvisaba pañales, faltaba mucho a la escuela ya que no podía dejar a Dana sola, era un bebé.

Su madre estaba desesperada por conseguir dinero, situación común, pero un día se le ocurrió que podía venderla, así se quitaba una boca que alimentar y ganaba buen dinero. Pero cuando lo intentó, no pudo, Isabella se puse como loca; gritó, pataleó, y huyó. Se escondió con una vecina y cuando regresó esa mujer que se decía su madre, desquitó toda su frustración sobre su pequeño cuerpo. Eso no la amedrentó, jamás la separarían de sus hermanos y nunca haría nada para ayudarla. Ahora sabía que Marco lo vio todo, un recuerdo que hubiese querido no tuviera.

Era muy pequeño, tenía cinco años, Dana meses, y lo único que Isabella a sus diez años tenía bien claro era que no podía dejarlos en manos de esa mujer que parecía un monstruo. Sin embargo, huir con un bebé y un niño de esa edad, no es tarea fácil. Al poco tiempo su madre buscó venderla un par de veces más, incluso en una de ellas llevó al hombre a la casa, pero al ver lo mal que se ponía la niña y que fingía no estar bien de sus facultades, se arrepintió y se marchó rompiendo el trato.

Ese día la dejó inconsciente y nunca tuvo idea de cuánto tiempo duró así, pero el llanto de Dana y la voz de Marco la hicieron reaccionar. Al abrir los ojos comprendió que habían pasado quizá días y que estaban solos. Ese fue la última vez que la vio.

Cuando pasaron los días, tuvieron que salir a buscar comida. Una mujer que vivía por ahí, que odiaba a su madre, los llevó con un señor para que los pusiera a trabajar en la calle fingiendo interés por nuestra condición.

Al poco tiempo el DIF* los encontró y los metió a un orfanato. Ahí vivieron los tres en diferentes pabellones debido a sus edades. Retomó la escuela al igual que su hermano. Podían pasar parte de la tarde juntos si cumplían con los deberes y con los del hospicio. El personal no siempre era amable. Solían ser duras, sin embargo, tenían un techo, comida, aunque no de la mejor calidad, y estaban juntos. Conforme fueron creciendo empezaron a cargarle más la mano en las labores del lugar, si no cumplía con ellas le castigaban o limitaban raciones. Ahora entendía que por eso tenía anemia, aunque admitía que nunca fue buena para terminar lo que debía ingerir, por otro lado, no siempre tenía qué...

Su prometido sujetó una de sus manos y la besó dulcemente. ¿Cómo era posible que esas cosas sucedieran, que la gente tuviera que vivir situaciones similares o peores y no tuvieran la oportunidad que ellos tuvieron? ¿Cómo?

–Era muy difícil Sebastián. Jamás cuestioné mi vida, era simplemente así; despertar cada mañana, estudiar, regresar, hacer las labores hasta reventar, escaparme para ver a mis hermanos cuando no me dejaban y de noche hacer tarea. No tenía tiempo de pensar en nada más. Ese lugar no era malo, le debo mucho... debe ser muy difícil llevar un sitio así con tantos niños sin padres. Los años pasaron, yo busqué a mi madre al principio, eso ya te lo había dicho. Pero pues, nunca volví a saber de ella... hasta hace poco —y agachó la cabeza.

—Bella...

—No te preocupes —acarició su mejilla notando su agobio–, estoy bien, Sebastián. Es solo que han sido tantas cosas.

Los años pasaron ahí, varias parejas intentaron adoptar a sus hermanos, pero entre los dos hacían hasta lo imposible para que no los quisieran, y terminaban regresando. Isabella ya era mayor y les servía muy bien en ese lugar, así que pese a ser mayor de edad, no la echaron de ahí, cosa que agradecía.

Poco antes de que se conocieran, los amenazaron a los tres. La directora del lugar les dijo que estaba todo listo para las adopciones de Dana y Marco, y, que si hacían algo para evitarlo los separarían definitivamente. No tuvieron más remedio que conocer a los candidatos, sin embargo, ambas parejas eran muy extrañas y en la media hora de visita los trataron de una forma que a ninguno de los dos les gustó.

Los niños se lo contaron asustados y fue cuando decidió que debían escapar de ahí. Supo que los buscaron, pero se escondieron con comida para un par de semanas, no obstante, esta se terminó y el frío era crudo. No hubo más remedio que salir del agujero. Al poco tiempo un señor les ofreció techo y trabajo, a ella no me dio buena pinta, pero los rostros de sus hermanos le obligaron a aceptar. Era un lugar donde vivían indigentes, una mafia, y los ponían a realizar labores de la casa, cosa que era imposible hacer sin volver el estómago, aunque no tenía más opción.

Un día ese hombre llegó borracho. Intentó, como era de esperarse, propasarse con ella, forcejearon y en medio de la pelea dijo que pensaba venderlos, que con sus rostros sería un estúpido si no lo hiciera. Se asustó tanto que encontró una botella de cerveza vacía y se la estrelló en la cabeza, salieron de aquel cuarto corriendo, y algunos indigentes que se encontraban ahí los ayudaron a escapar a los tres. A los pocos días... lo conoció y todo cambió...

Terminó de narrarle, ruborizada y mirándolo con recelo, mordiéndose los labios nerviosa.

Sebastián no podía siquiera pestañear, su historia era realmente increíble, se sintió insignificante a su lado al entender la grandeza que tenía frente a él, la entereza con la que sorteó todo, la madurez con la que lo enfrentó. No la merecía. La abrazó con lágrimas en los ojos y ahí la retuvo varios minutos completamente mudo.

—Te amo, Bella... Hoy, más que nunca, te amo. —declaró con voz rota. Ella correspondió al gesto con más fuerza haciéndole sentir que sentía lo mismo. Envuelta en su cuerpo, después de haberle mostrado todo lo que en realidad era y abrirle su pasado, sentía que podía olvidarlo, que podría algún conseguir borrarlo, lo único que necesitaba era tenerlo al lado, así, como en ese momento.

—Por eso mi hermano sabía que no era cierto, Sebastián, y a lo mejor si yo te hubiera contado todo, las cosas habrían sido diferentes... —vaciló llorosa.

—Sh... tú no tuviste la culpa, jamás siquiera lo pienses, yo no debí creer de todas formas... Aquí el único culpable, soy yo —se reprendió a sí mismo. La joven elevó la cabeza para verlo.

–No quiero que lo vuelvas a decir. Ahora solo necesito olvidarlo todo, haz que olvide todo. Ya no me importa nada, si tuve que pasar por todo eso para conocerte, entonces... valió la pena... —y lo besó con vehemencia, intentando borrar todo de su memoria. Era su mujer y la admiraba más que a nadie en el mundo. Lograría que todo fuera pasado, haría desaparecer para siempre esa nube negra que fue su vida. Y la llenaría de nuevo con recuerdos hermosos, perfectos.

*************

Ya sabemos ahora sí todo sobre Isabella :( ¡Gracias por sus votos y comentarios!

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